domingo, 9 de enero de 2022

El aderno de Los Chorros de Epina, del cronista de Canarias

JUAN GUZMAN OJEDA
, Ing. téc. forestal
El legendario aderno de Los Chorros de Epina

Sin hojas en 2014

      Y cierto es que junto al sendero hacia Arure (GR-132) se localiza un viejo aderno (28º 09´48´´ N y 17º 17´ 53´´ W), apenas a 200 metros antes de llegar a oír el borboteo de la fuente. Debemos lamentar que tras la visita realizada en fechas recientes [31 enero 2014], el ejemplar en cuestión no exhibía ninguna hoja y esta especie no es precisamente caduca. Este ejemplar singular que, supuestamente, enlazaría con la cultura oral, probablemente pereciera durante el pasado año. A juzgar por su aspecto, durante su etapa juvenil debió ser víctima de un importante movimiento de tierra o bien puede que viviera subyugado a la sombra de otro gran árbol ya que su tronco, de apenas 6 metros de largo, se encuentra prácticamente horizontal al camino, creciendo desde la pendiente hacia el vacío.
      Ahora, su tortuoso esqueleto vegetal, de más de un metro de diámetro, se encuentra abierto y desgarrado por el paso de los incontables años, sirviendo a modo de gran macetero proporcionando sustrato y soporte a musgos, helechos, líquenes y pequeñas crasas rupícolas.  

Desmitificando su soledad
      Pese a que algunos textos científicos atribuyen la capacidad de esta mirsinácea para emitir brotes de raíz (o geneta), como hace su pariente el marmulán (Sideroxylon canariensis), por nuestra parte no se ha podido advertir la presencia de los mismos, circunstancia que frena la regeneración natural de este individuo en particular. No obstante los guías del Parque Nacional de Garajonay nos confirman la presencia de otros adernos en la zona, desmitificando la creencia popular sobre la solitaria existencia de este árbol en toda la isla.
      Claro está que la causa de la muerte de este ejemplar no debieron de ser las hojas que, como pruebas de fe, les iba regalando a las pobres esclavas del agua que además, a buen seguro, arriesgarían su propia vida para llegar a alcanzarlas. Como recoge José Perera, alguna había más avispada que venía con la hojita del árbol pero con la talla vacía, llenándola en el barranco de Macayo, ya cerca de la entrada a la pedanía urbana de Vallehermoso.
     Y no queremos terminar sin añadir que mientras la bruma siga acariciando y jugando con el monteverde gomero, continuarán manando “las canales” de la fuente para mantener viva tanto la leyenda del único aderno como el sabor también único de la fresca e incomparable agua del monte.

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 César-Javier Palacios también nos habla aquí de este aderno

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