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1/13/2023

La araucaria y la cachaña

AGENCIA CyTA-INSTITUTO LELOIR, Mar-2018
Una cotorra patagónica es vital para la supervivencia de la araucaria

Una cotorra patagónica es vital para la supervivencia de la araucaria

En lo que podría ser un buen argumento para una fábula, una modesta cotorra patagónica podría estar contribuyendo a la preservación de la majestuosa araucaria, un árbol emblemático de la región que figura como “amenazado” en el catálogo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
     Así lo sugieren científicos de Bariloche, quienes comprobaron que la cachaña o cotorra austral (Enicognathus ferrugineus) estaría “protegiendo” de manera indirecta a los piñones o semillas de la conífera del exceso de recolección humana, sin afectar a su capacidad de germinación.  
     En un estudio que publicaron en la revista “Royal Society Open Science”, los doctores Karina Speziale y Sergio Lambertucci, del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación, y Marcelo Aizen y Gabriela Gleiser, del Grupo de Polinización del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA), que depende del CONICET y de la Universidad Nacional del Comahue, y colegas de España, observaron que las cotorras consumen los piñones de forma parcial, por lo cual aquellos pierden atractivo para los pobladores de la zona que salen a recogerlos con el propósito de comerlos o alimentar al ganado. “Muchas personas prefieren las semillas intactas y desechan las dañadas”, dijo a la Agencia CyTA-Leloir la primera autora del trabajo, la doctora Speziale.
     Ese deterioro parcial, que aleja a los recolectores, sería providencial. Speziale y sus colegas ya habían mostrado en estudios recientes que la cachaña podía favorecer la dispersión de las semillas y que también podría ayudar a la polinización. Ahora, comprobaron mediante experimentos que los piñones dañados siguen siendo capaces de germinar.

     El hallazgo indica que, gracias a la cotorra, “el bosque de Araucaria tiene mayor chance de mantenerse, generar árboles jóvenes y a mayor distancia del “árbol madre” gracias a la cachaña a pesar de la gran cantidad de semillas que se pierden”, aseguró Speziale, quien agregó que mucha gente recolecta sin permiso en zonas vedadas o lo hace en cantidades mayores a las autorizadas.
     De todos modos, además de la recolección humana, la investigadora puntualizó que existen otras causas que ponen en jaque al árbol: el fuego, la tala, el sobrepastoreo y también es muy importante el consumo de piñones por parte de especies exóticas introducidas en la Patagonia, como el ciervo colorado, el conejo, la liebre y el jabalí.
     Los resultados de los estudios recientes llevados adelante por este grupo resaltan la importancia de la interacción entre un árbol milenario como la araucaria y las cachañas. Del estudio también participaron los doctores Fernando Hiraldo y José Tella, del Departamento de Biología de la Conservación de la Estación Biológica Doñana y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.

Lo hemos leído aquí
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5/09/2020

Araucarias en peligro

TELE13 CHILE
Araucarias: Dinosaurios de la botánica en peligro de extinción
     Ricardo Meliñir muestra orgulloso uno de los pocos bosques adultos de araucarias que quedan en Chile gracias a una dura batalla que libró su pueblo, los pehuenches, contra las madereras, que junto al cambio climático acechan a este dinosaurio de la botánica.
     "Incalculable la edad de estas araucarias", dice este hombre de 63 años curtido por el viento y el frío, mientras señala a una gigantesca que cayó este invierno vencida por el peso de la nieve y los años.
     En Quinquén, una localidad en la región de La Araucanía, sólo el 40 por ciento del bosque de araucarias es virgen, cuenta Meliñir, lonko (jefe) de esta comunidad pehuenche.
     En 1991, con el primer gobierno de la democracia tras la dictadura, los pehuenches recuperaron sus tierras
sagradas para los mapuches, aunque las madereras habían talado parte de estas coníferas, cuyo origen se remonta a unos 260 millones de años.

    Expulsados de este territorio por una erupción del volcán Lonquimay en 1940, cuatro hermanos regresaron a partir de 1973 para reclamar las tierras que pertenecieron a sus antepasados y que habían sido ocupadas por las madereras.
     En la actualidad, medio centenar de familias —unas 200 personas que llevan todas el apellido Meliñir— viven desperdigadas por el primer territorio indígena de conservación desarrollado en Chile, de unas 10 mil hectáreas.
     Pero el cambio climático que favorece los incendios, la destrucción del bosque nativo y la extracción masiva de piñones —considerados un producto gourmet— han convertido a estas "torres de Chile", como las describía en su Oda a la Araucaria el Nobel de Literatura chileno Pablo Neruda, en especies altamente vulnerables.

Cambio climático ¿nueva amenaza? 
     Los investigadores luchan contra el tiempo para identificar una nueva enfermedad que se abate sobre las araucarias desde hace unos años y que podría tratarse de los efectos del cambio climático, pues la falta de lluvias favorecería la aparición de uno o varios hongos que empiezan secando las ramas y terminan matando al árbol, en particular los ejemplares más jóvenes. El 2 por ciento de los árboles del 90 por ciento afectados ha muerto. A ello se suman los incendios cada vez más frecuentes, como el que consumió más de medio millón de araucarias en la Reserva Nacional China Muerta en 2015; además de su lento crecimiento, y que se trata de una planta diódica, es decir que requiere la coexistencia de árboles machos y hembras para polinizarse.
     Polinizada por la acción del viento, la araucaria posee una especie de flores masculinas
de color castaño oscuro, que se ubican en la terminación de las ramas, y las femeninas, de color verde amarillento, que "pololean", como dice Meliñir, en la primavera boreal. En marzo y hasta que caen las primeras nieves en abril, producen sus frutos.
Hay que esperar entre 20 y 25 años para que esta gimnosperma empiece a dar sus primeras semillas.

     El académico Rubén Carrillo, de la Universidad de la Frontera, urge al ministerio de Medio Ambiente para que incluya a este árbol de largas ramas horizontales, declarado monumento nacional en 1976, que puede llegar a medir hasta 60 metros de altura y 3 metros de diámetro, en la lista de especies en peligro de extinción. "¡Lo único que falta es que el decreto aparezca en el diario oficial!", exclama frustrado, tras recordar que es la única araucaria de las 17 especies que se conocen que se asocia a los pueblos originarios y la única que se da en clima templado.
     En los últimos años, los bosques de esta especie nativa del sur de Chile y Argentina se han reducido a unas 260.000 hectáreas solo en Chile, repartidas entre las cordilleras de los Andes y la de la costa o Nahuelbuta, las más amenazada, desde La Araucanía hasta Los Ríos.
 

Atractivo local
     Para la comunidad pehuenche, "el piñón de la araucaria es el único sustento, la única agricultura que tenemos aquí", explica René Meliñir, hijo del lonko y con formación de cocinero. De este fruto alargado se elaboran bebidas, harina, se comen cocidos, asados y en la cocina de fusión hacen mermelada de piñón, kuchen o tortas. "Tiene muchas proteínas y calorías, no contiene sodio ni gluten, lo que los hace más saludables", asegura.


     Al amparo de las araucarias, una parte de la comunidad de Quinquén quiere abrirse al ecoturismo para diversificar los magros ingresos que obtienen de la agricultura y ganadería de subsistencia que todavía practican.

  Unos 200 turistas, la mayoría franceses, llegaron el pasado año, cuenta Alex Meliñir, presidente de la cooperativa, integrada por una quincena de socios, dispuestos a mostrar al mundo la esencia de esta comunidad que solo aspira al respeto y la conservación del medio ambiente, como lo hacían sus antepasados.
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3/13/2018

EL ÁRBOL DEL JURÁSICO
Sierra de Guadarrama
Aquí la entrada que le dediqué en 2013 al Wollemi Pine (Wollemia nobilis)
Detalle del pino Wollemi adquirido por la UDIMA (Fotografía: Ana Rodrigo).
Un ejemplar del también conocido como ‘árbol de los dinosaurios’, ha sido plantado en los jardines de la UDIMA  en Collado Villalba

     La Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) se suma al Programa de Conservación del Pino Wollemi, impulsado por el Royal Botanic Gardens & Domain Trust, con la adquisición de un ejemplar de esta conífera, considerada un ‘fósil viviente’, que ha sido trasplantado en un espacio de los jardines del Campus Universitario, en Collado Villalba, en la Sierra de Guadarrama.
     “La presencia de este árbol”, explica Juan José Moreno García, doctor en Ciencias Físicas y profesor de la UDIMA, “es un pequeño experimento que estamos realizando en la Universidad. De momento hemos descubierto que ha podido sobrevivir al cálido verano de Castilla, pese al escaso riego”. “Esperemos que supere los inviernos de la Sierra de Guadarrama, para así poder disfrutarlo durante muchos años”, concluye.
      Este pino, de la familia Araucariaceae, fue descubierta en 1994 en Wollemi National Park en Nueva Gales del Sur, a 150 kilómetros al noroeste de Sídney (Australia). Hasta ese momento se consideraba una especie extinguida durante el periodo Jurásico. El también conocido como ‘árbol de los dinosaurios’ supone uno de los mayores descubrimientos botánicos contemporáneos.
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5/20/2012

PABLO NERUDA (Chile 1904-1973)
Oda a la Araucaria araucana

Alta sobre la tierra
te pusieron,
dura, hermosa araucaria
de los australes
montes,
torre de Chile, punta
del territorio verde,
pabellón del invierno,
nave
de la fragancia.

Ahora, sin embargo,
no por bella
te canto,
sino por el racimo de tu especie,
por tu fruta cerrada,
por tu piñón abierto.

Antaño,
antaño fue
cuando
sobre los indios
se abrió
como una rosa de madera
el colosal puñado
de tu puño,
y dejó
sobre
la mojada tierra
los piñones:
harina, pan silvestre
del indomable
Arauco.

Ved la guerra:
armados
los guerreros
de Castilla
y sus caballos
de galvánicas
crines
y frente
a ellos
el grito
de los
desnudos
héroes,
voz del fuego, cuchillo
de dura piedra parda,
lanzas enloquecidas
en el bosque,
tambor,
tambor
sagrado,
y adentro
de la selva
el silencio,
la muerte
replegándose,
la guerra.

Entonces, en el último
bastión verde,
dispersas
por la fuga,
las lanzas
de la selva
se reunieron
bajo las araucarias
espinosas.

La cruz,
la espada,
el hambre
iban diezmando
la familia salvaje.
Terror,
terror de un golpe
de herraduras,
latido de una hoja,
viento,
dolor
y lluvia.
De pronto
se estremeció allá arriba
la araucaria
araucana,
sus ilustres
raíces,
las espinas
hirsutas
del poderoso
pabellón
tuvieron
un movimiento
negro
de batalla:
rugió como una ola
de leones
todo el follaje
de la selva
dura
y entonces
cayó
una marejada
de piñones:
los anchos
estuches
se rompieron
contra la tierra, contra
la piedra defendida
y desgranaron
su fruta, el pan postrero
de la patria.

Así la Araucanía
recompuso
sus lanzas de agua y oro,
zozobraron los bosques
bajo el silbido
del valor
resurrecto
y avanzaron
las cinturas
violentas como rachas,
las
plumas
incendiarias del Cacique:
piedra quemada
y flecha voladora
atajaron
al invasor de hierro
en el camino.

Araucaria,
follaje
de bronce con espinas,
gracias
te dio
la ensangrentada estirpe,
gracias
te dio
la tierra defendida,
gracias,
pan de valientes,
alimento
escondido
en la mojada aurora
de la patria:
corona verde,
pura
madre de los espacios,
lámpara
del frío
territorio,
hoy
dame
tu
luz sombría,
la imponente
seguridad
enarbolada
sobre tus raíces
y abandona en mi canto
la herencia
y el silbido
del viento que te toca,
del antiguo
y huracanado viento
de mi patria.

Deja caer
en mi alma
tus granadas
para que las legiones
se alimenten
de tu especie en mi canto.
Árbol nutricio, entrégame
la terrenal argolla que te amarra
a la entraña lluviosa
de la tierra,
entrégame
tu resistencia, el rostro
y las raíces
firmes
contra la envidia,
la invasión, la codicia,
el desacato.
Tus armas deja y vela
sobre mi corazón,
sobre los míos,
sobre los hombros
de los valerosos,
porque a la misma luz de hojas y aurora,
arenas y follajes,
yo voy con las banderas
al llamado
profundo de mi pueblo!
Araucaria araucana,
aquí me tienes!

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