
"Quién hubiera dicho que estos poemas de otros iban a ser míos, después de todo hay hombres que no fui y sin embargo quise ser, si no por una vida al menos por un rato..." Mario Benedetti. A los amantes de los árboles,... localización, poesía, cuentos/leyendas, etc.
04 julio 2025
El mayor anacardo del mundo, del narrador de historias

24 enero 2025
Especialistas se sorprenden ante el descubrimiento del árbol más alto de Sudamérica
El árbol en cuestión mide exactamente 90 metros de altura y tendría más de 400 años de antigüedad. Los detalles del descubrimiento
Un grupo de especialistas localizó al árbol más alto de Sudamérica |
Un grupo de especialistas ha quedado perplejo ante el descubrimiento del árbol más alto en toda América del Sur: se trata del angelim vermelho (Dinizia excelsa), que mide 90 metros de altura y es definido como una maravilla científica.
En sus características, este es un árbol tiene más de 400 años de edad y exactamente 90 metros de altura. Lo localizaron en lo profundo de la selva amazónica, en Brasil.
Un descubrimiento de gran importancia
El árbol protagonista se encuentra ubicado en el centro de la Reserva Natural del Río Iratapuru, una de las áreas más protegidas de Brasil. El descubrimiento no fue para nada fácil de realizar, y verdaderamente tomó años para los investigadores.
Las condiciones climáticas extremas y la lejanía del lugar pusieron a prueba la determinación del equipo, que finalmente logró el descubrimiento después de más de tres años de expediciones, navegando ríos y terrenos difíciles.
Este árbol no solamente impresionó a todos por su altura, sino también por su rol fundamental en la lucha contra el cambio climático. Con un tronco de casi 10 metros de diámetro, este coloso alberga grandes cantidades de carbono.
El Amazonas es un bosque de Brasil, entre otros países, que se encuentra bajo constante amenaza por la deforestación y la explotación desmedida. El descubrimiento de este árbol es importante para recordar su riqueza y fragilidad.
¿Cuál es el árbol más alto del mundo?
Dejando de lado este descubrimiento, hay que decir que el árbol más alto del mundo es el Hyperion, un vegetal ubicado en el Parque Nacional Redwood, en el estado de California.
Este árbol fue descubierto en el año 2006, y es una majestuosa secuoya roja (Sequoia sempervirens) que se alza hasta los 115,85 metros de altura.
Algo muy importante para aclarar es que, para proteger a este árbol de la actividad humana, la ubicación exacta de este ejemplar permanece en absoluto secreto.
03 enero 2025
Palo de Brasil, del narrador de historias
TOMÁS CASAL PITA
El árbol que le dio nombre a un país
El Palo de Brasil (Caesalpinia echinata), es un árbol de la familia de las leguminosas que puede llegar hasta de 10 a 15 metros de altura, de crecimiento lento y corteza espinosa, cuya madera no flota en el agua. Este árbol, al que también se llama “Pernambuco” por su zona de origen, fue uno de los principales atractivos para los primeros europeos, que llegaron al territorio desde principios del siglo XVI.
Entre los siglos XV y XVI, un árbol parecido al Palo de Brasil (pero de origen asiático, muy escaso y difícil de conseguir), proveía a la industria textil europea de un tinte rojo que se usaba para la producción de textiles, en especial de terciopelo, de alto valor y muy demandado durante el Renacimiento. Cuando hacia 1500 los portugueses llegaron a Brasil y descubrieron la enorme abundancia del Pau Brasil a lo largo de sus costas, se interesaron rápidamente en su explotación, más que en formar asentamientos humanos y afincarse en un territorio al que llamaron “costa del pau brasil”, por lo que muchos historiadores afirman que fue éste árbol el que dio origen al nombre del país.
La palabra “brasil” se supone derivada de brasa, y se llamaba así al palo por el color rojizo tanto de su madera, como de la resina que de ella se obtiene, la cual contiene una tintura roja llamada brasilina y que oxida a brazileína. Desde que lo localizaron, los portugueses iniciaron una explotación intensiva del pau-brasil, porque el tinte obtenido de la especie americana era de mejor calidad y mayor duración que el que se obtenía de la asiática y a su vez, la madera de especial dureza y resistencia del árbol se empezó a usar para la fabricación de muebles de alto valor e incluso para arcos de violín.
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Fruto |
La creciente demanda y la corta masiva en tan sólo un siglo, produjo una enorme deforestación y llevó al palo de Brasil al borde de la extinción y no fue hasta el siglo XIX, bajo el gobierno del Emperador Pedro II (su hija Isabel abolió la esclavitud y convirtió las camelias en las flores de la libertad en Brasil) cuando empezó un largo proceso de recuperación. Poco a poco, los brasileños se concienciaron de lo conveniente de preservar sus especies autóctonas, y en 1978 el palo de Brasil fue designado como el árbol nacional. El 22 de noviembre de 2020, se ha localizado un enorme ejemplar, en el sur del estado de Bahía, cuya localización de momento se mantiene en secreto y al que se le calculan unos 600 años. Una joya brasileña recogida en esta foto.

23 octubre 2024
JOAQUÍN ELCACHO, en La Vanguardia, Sept 2023
Descubren ejemplares de un pequeño árbol cuya especie ha sido considerada extinguida 185 años
El ilex de Pernanbuco fue descubierto en 1838 en Brasil pero desde entonces no se conocía ningún ejemplar
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Detalle de uno de los árboles encontrados y bosque en el que fue localizado .. |
El redescubrimiento de esta especie ha sido posible tras una larga investigación que forma parte del proyecto Search for Lost Species (Búsqueda de Especies Perdidas) impulsado por Global Wildlife Conservation y Re-wild. El acebo de Pernanbuco forma parte, en este sentido, de la lista de 25 especies supuestamente extinguidas que, desde 2017, pretende localizar y recuperar este proyecto, de las que ya han sido encontradas 9 (incluyendo ahora el ilex de Pernanbuco).
Restos de un antiguo gran bosque
El lugar donde el equipo encontró el árbol de Pernanbuco era antiguamente un denso bosque tropical atlántico, pero ahora son restos de arboledas aisladas rodeadas de plantaciones de caña de azúcar, edificaciones e infraestructuras.
El equipo responsable del redescubrimiento trabajó durante meses en el seguimiento de documentación y muestras en diversos museos. La expedición que completó el trabajo, liderada por Gustavo Martinelli, ecólogo de la empresa especializada Navia Bioviva, profesor de universidad y cordinador del Centro Nacional de Conservação da Flora, pasó seis días buscando en diferentes áreas del área de Recife y el 22 de marzo encontró los cuatro de los árboles ahora presentados.
Pese al redescubrimiento, "el acebo de Pernambuco se encuentra ahora en una situación de emergencia", destaca Martinelli en una nota difundida por Re:wild. “Podría estar al borde de la extinción porque, hasta donde sabemos, solo existen cuatro individuos de la especie. Y estos individuos se encuentran en una zona de bosque ribereño degradado, a pesar de estar protegidos por ley”, advierte el líder de la expedición.
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Detalle de uno de los ejemplares descubiertos, cerca de Recife, (Brasil) |
El acebo de Pernambuco fue recolectado por primera vez para la ciencia occidental por el naturalista George Gardner en 1838 en una expedición. La especie fue descrita oficialmente por Siegfried Reissek en 1861. Hasta el reciente redescubrimiento, la colección de muestras tomadas por George Gardner era el único avistamiento confirmado conocido.
"Durante varios meses, antes de salir al campo en busca del acebo de Pernambuco, Martinelli trabajó con un pequeño equipo de investigadores para rastrear meticulosamente las colecciones de herbarios, jardines botánicos, museos e instituciones académicas en busca de muestras del árbol", detalla ahora Re:wild. Con la ayuda de Juliana Alencar, investigadora local y asistente del proyecto de la expedición, y Milton Groppo, investigador de la Universidad de São Paulo, Martinelli buscó en bases de datos virtuales, revisando 12.000 muestras de todo el mundo, pero no pudo encontrar un partido.
Después de buscar colecciones virtuales sin resultados, visitaron colecciones de herbarios en Brasil que no habían sido digitalizadas. Ese esfuerzo produjo más éxito. Encontraron dos ejemplares no identificados de acebo de Pernambuco: uno que fue recolectado en 1962 y otro en 2007. El ejemplar de 2007 tenía información mucho más precisa y útil sobre dónde fue recolectado, lo que ayudó en la búsqueda de campo.
Rastreo minucioso
El equipo de expedición finalmente identificó cuatro áreas en la región metropolitana de Recife para buscar el acebo de Pernambuco. Hay muchas especies diferentes dentro del grupo de acebos al que pertenece el acebo de Pernambuco e identificarlas es sumamente difícil. Cada planta de acebo de Pernambuco es masculina o femenina, lo que significa que tiene estambres (partes reproductivas masculinas) o pistilos (partes productivas femeninas). Los especialistas del equipo lograron identificar el acebo de Pernambuco por sus diminutas flores verdes. Encontraron cuatro de los árboles (dos machos y dos hembras) en una zona boscosa a orillas de un pequeño río.
"En el momento en que encontramos Ilex sapiiformis, pareció que el mundo había dejado de girar", dijo Alencar. "La naturaleza nos sorprende. Encontrar una especie de la que no se ha oído hablar desde hace casi dos siglos no ocurre todos los días. Fue un momento increíble y la emoción se sintió en todo el equipo. Cuando miré al profesor Milton Groppo, vi que tenía lágrimas en los ojos".
Seguimiento de los supervivientes
Un equipo del Jardim Botânico de Recife está monitoreando los cuatro acebos de Pernambuco que encontró el equipo de expedición y regresa al sitio semanalmente para ver si los árboles están dando frutos. El equipo espera recolectar semillas del árbol y germinarlas.
"Todos estábamos ansiosos por encontrar la planta", dijo Groppo. "Y fue emocionante cuando encontramos el primer individuo de Ilex sapiiformis, gracias a los ojos atentos del Sr. Lenilson, quien pudo encontrar algunas flores blancas en un árbol junto al camino de tierra. Fue como encontrar un pariente perdido y esperado que sólo se conoce por retratos antiguos. Ahora, podremos estudiar mejor la especie y pensar en acciones para protegerla y propagarla dado que ahora sabemos que no está extinto en la naturaleza”.
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Muestra en el Museo Botánico Kew, Reino Unido |
"Es increíble que el acebo de Pernambuco haya sido redescubierto en un área metropolitana que alberga a casi seis millones de personas", dijo Christina Biggs, responsable del programa de especies perdidas de Re:wild. “No solemos pensar que las plantas están perdidas para la ciencia, porque no se mueven como animales, pero son igualmente parte integral de los ecosistemas de los que son nativas. Incluso si una planta no ha tenido un avistamiento confirmado en 186 años, todavía podría estar en algún lugar como los últimos vestigios de la naturaleza, y este árbol es un ejemplo perfecto de por qué es importante seguir buscando”.
24 junio 2024
Con 84 años y los sueños cumplidos
Newton Godoy Mello, los sueños cumplidos de un jubilado
Gracias a sus mejoras, la plaza que actualmente lleva su nombre se convirtió en uno de los espacios públicos más bellos y arbolados de Guaiçara, en el centro-oeste de São Paulo.
Para el Sr. Newton, el vecindario ideal es aquel en el que podemos hacer algo para mejorar el entorno de nuestra casa. En su caso, dedicarse a la plaza hizo que su zona de estar fuera más refrescante, agradable y verde.

Newton consideró vivir en Guaiçara después de hacer un recorrido por la ciudad. Estaba encantado con el lugar y decidió mudarse después de ser seleccionado para un proyecto de vivienda. Justo en frente de su casa había un terreno baldío, donde el gobierno de la ciudad prometió construir una plaza pública. Sin embargo, la idea nunca llegó a concretarse… Fue entonces cuando el ex-tapicero decidió limpiar el área y plantar los primeros árboles y flores. Detalle: el Sr. Newton no tenía experiencia previa en jardinería. Al principio, plantó un árbol de pitanga y varias plántulas.
A lo largo de los años, las plántulas dieron lugar a docenas y luego a cientos de árboles. El horario de trabajo en el hospital -12 horas de trabajo y 36 horas de descanso- facilitó el cuidado de la futura plaza, pues dedicaba buena parte de sus días libres a seguir sembrando. En ese momento, quería que la plaza tuviera un estudio paisajístico, pero no pudo hacerlo. Así, pensó en un diseño propio, que fue mantenido por la municipalidad local luego de que se hormigonaran las pasarelas.
Casi treinta años después, el diseño y la distribución del espacio del Sr. Newton permanecen intactos. Para el portal Solutudo, el jubilado dijo que contó con la ayuda de un amigo, José Luiz Souza, ‘Bisão’, que instaló los bancos y ayudó en algunos otros procesos de construcción. La esposa de Newton, la Sra. Santa, también ayudó con el trabajo.Cabe señalar que la mayor parte de las inversiones necesarias para levantar la plaza corrieron a cargo del jubilado.

Desde 1998, la plaza lleva el nombre de “Newton Godoy Mello”, en homenaje al esfuerzo del jubilado. Esto fue posible gracias a una posibilidad legislativa en ese momento, ya que hoy en día no es posible que los espacios públicos reciban nominaciones de personas vivas, lo que hace aún más notable la hazaña.
Bien cuidada, la plaza cuenta con mesas, bancos y una iluminación perfecta. Además, la pintura del suelo continúa a cargo del Sr. Newton.
Debido a la edad, ya no realiza trabajos pesados y subcontrata este servicio a un profesional de la limpieza. “Me siento agradecido por todo lo que ya hemos logrado y espero que todo lo que ha pasado aquí pueda inspirar a más personas ”, concluyó Newton.
¡Gracias a la dedicación del anciano y su amor por el proyecto, la plaza Newton Godoy Mello es una postal memorable de Guaiçara!

10 agosto 2022
Gameleira y la Iglesia del Senhor Bom Jesus do Matozinhos, distrito de Barra do Guaicuí - Várzea da Palma (Brasil)
JANAINA CALAÇA
Gameleira de la Iglesia
(Fotos de 2012)
Estas son las ruinas de la iglesia de Bom Jesus do Matozinhos en el distrito de Barra do Guaicui de Várzea da Palma en el norte de Minas, que una vez estuvo sumergida en las aguas del río São Francisco (popularmente Velho Chico) y ahora es un lugar rodeado de leyendas.
Mientras el barco del cine* del río São Francisco iba hacia Barra do Guaicuí, pensé en las historias inquietantes que había escuchado durante los días que anticipaban a nuestra llegada a la ciudad. Sentía una mezcla de fascinación y miedo… El mismo lugar que alberga una iglesia envuelta en misterios, también guardaba historias de chicos demoníacos que corrían tras los visitantes y forasteros con varitas (con intención de azotar las piernas) y tirarles semillas de ricino para espantarlos. La última gran broma fue tirar una piedra a una enorme colmena y que los monitores de "Cinema no Rio" tuvieran que tirarse al suelo y taludes para protegerse de las abejas “Zoropas”. Pero mas que el miedo a correr de un lado a otro con chicos pegados a mis talones, pasé los primeros días con la imagen de una extraña iglesia vista desde el río cuando nos acercáramos a Barra do Guaicuí.
No me había dado cuenta de que el barco disminuía su ritmo, cuando me encontré con la extrañísima imagen de la iglesia del Senhor Bom Jesus do Matosinho, reinando absolutamente en lo alto del talud, con un gigantesco árbol en lo alto del techo. A su alrededor los chicos de Barra do Guaicuí, como guardianes de las ruinas, nos miraban con curiosidad y comencé a imaginar con qué tipo de travesura pensaban recibirnos. ¿Semillas de ricino? ¿Varitas? ¿Abejas? A pesar del miedo a ser perseguido por un puñado de mocosos, me las arreglé para prestar más atención a la iglesia que a la posibilidad de rodar por un talud considerable.
Cuentan las historias que, hace mucho tiempo, el Velho Chico (río São Francisco) en una de sus crecidas, cubrió con sus aguas esta antigua iglesia, que guardaba entre sus muros, el triste recuerdo de un padre que había ahorcado a su hijo en esas tierras. Quizás el São Francisco, padre de tantos ribereños, se rebeló con violencia y decidió limpiar con sus aguas la memoria de esta tragedia familiar. Nadie lo sabe… El Velho Chico, sin embargo, tras su silencioso barrido, un día decidió retraer los brazos y dejar que la historia siguiera su curso. Con la sequía y con el nivel del río más bajo, la iglesia reapareció después de su larga temporada entre las aguas y los peces, trayendo en su techo una Gameleira gigantesca (Ficus gomelleira).
Hoy la iglesia guarda, en su techo, el inmenso árbol, que allí nació y se incrustó en sus paredes como un mural, viviendo ambos en una extraña simbiosis. La Gameleira fue quizás la respuesta de vida de Velho Chico por la muerte de un hijo por parte de su padre. La vida pudo haber continuado en ese tronco, en esas hojas, en esa extraña presencia. Mientras todos desembarcaban y yo me preparaba para escalar un talud más, me pregunté si le tenía más miedo al alma perdida o las historias de niños demoníacos, con sus semillas de ricino, varitas y abejas "Zoropa" y cómo habíamos pasado toda nuestra existencia con miedo tanto a la vida como a la muerte.
*Una de las misiones del proyecto "Cinema no Rio São Francisco", además de acercar el cine a las poblaciones ribereñas del Velho Chico, es mapear los personajes de las ciudades (que reúnen historia e “historias”) y las manifestaciones culturales de la región, como una forma de rescatar y preservar la memoria de estos lugares. A lo largo de cada edición se escuchan historias, se catalogan y muchas de ellas aparecen en documentales producidos por el proyecto, para ser proyectados antes de la programación oficial de películas. (...) los pequeños documentales producidos por Cinema no Rio São Francisco se convierte en una forma de entrar en contacto con su propia identidad. Hay ciudades, sin embargo, donde no es el pasado lo que más llama la atención, sino el presente. En el caso de Barra do Guaicuí, la fascinación de los chicos de la ciudad por el funk acabó convirtiéndose en el tema del documental de la ciudad. El río São Francisco tiene 2830 km y una cuenca superior a la superficie de España.
27 marzo 2022
Viaje por la BR3-19 de la Amazonia
Recorrer
los casi 900 kilómetros de la calzada que cruza una de las áreas de
selva mejor preservada de Brasil permite observar a simple vista cómo
avanza la deforestación. Bolsonaro pretende asfaltarla del todo

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Una casa a pie de carretera a su paso por la comunidad de Igapú Açu, km 260, el 20 de octubre. |
En el mapa, la vía es una rayita minúscula. A vista de dron, una línea recta anaranjada en un tupido manto verde que parece brócoli. Probablemente pocos de los que participan en la cumbre COP26 de Glasgow saben de su existencia, pero los que observan el mayor bosque tropical del mundo no le quitan el ojo. El desenlace de esta obra dirá si la parte más virgen de la selva amazónica sigue protegiendo la biodiversidad y capturando dióxido de carbono o no. Y eso influirá en el resto del planeta porque las selvas como esta son cruciales para regular la temperatura global. El pueblito de Realidade es una sucesión de bares, moteles, camiones, talleres, templos evangélicos y casitas de madera en calles de tierra que a menudo se convierten en un lodazal. La ley resulta un concepto lejano y maleable. Es un territorio tenso donde prevalecen los hechos consumados y el recelo hacia el foráneo que husmea. Nadie llega de turismo o por error, se viene con un objetivo. Cualquiera está en alerta constante. Y en cientos de kilómetros no hay un policía. Los locales esperan ansiosos el pavimento hace décadas, convencidos de que traerá prosperidad. Para científicos y ecologistas, es un escenario de pesadilla. Temen que el monstruo que han visto crecer en Realidade en estos años ascienda carretera arriba.
Los 887 kilómetros de la BR-319 cruzan una de las zonas mejor preservadas de la selva que cubre la mitad de Brasil, una superficie del tamaño de la Unión Europea repleta de ríos, corrientes y lagunas. Durante medio año, el trazado es un barrizal. Los viajeros dejan atrás granjas bautizadas como Grande Esperanza, Tierra Rica o Dios Me Dio.
Entre los más implicados en la batalla a favor del asfalto se encuentra Dona Mocinha. Tiene una pousada
en el kilómetro 260, gafas enormes y empuje suficiente para ir a la
escuela nocturna a sus 64 años. Se instaló en Igapó Açu hace décadas,
una comunidad de palafitos de madera para evitar las crecidas. “Hubo una
época en que desde noviembre hasta mayo por aquí no pasaba nadie,
naaaadie”.
Ahora, con la carretera más o menos
transitable todo el año, ve desde su porche más trasiego de camiones y
4x4. “Dicen que la carretera (asfaltada) va a tener impacto, pero ¿qué
impacto? Mire, yo no soy bióloga, pero el mayor impacto se generó cuando
la construyeron”, en los setenta, durante la dictadura. Debió
de ser una obra titánica porque el terreno es pantanoso y, por eso, es
un área muy productiva, rica en biodiversidad. “Surcada por ríos muy
ricos en peces, cocodrilos y mosquitos”, explica Rómulo Batista, de
Greenpeace.
Incluso la simpática Dona Mocinha, de la Asociación de Amigos y Defensores de la BR-319, sabe que las mejoras que el pavimento traería a su vida no vendrían solas. “Cuando llega el desarrollo llega la deforestación, invasiones, prostitución, drogas… pero más preocupante es no tener la BR-319 para ir y venir”, reflexiona en su mecedora. Se sienten atrapados en este bellísimo pero aislado rincón porque es la única conexión terrestre de Manaos, capital del estado de Amazonas, con el corazón de Brasil.
Las presiones han llegado hasta la casa de la señora antes que el asfalto de la mano de compatriotas venidos de lejos con jugosas ofertas, atraídos por las fabulosas oportunidades que vislumbran. “Vienen muchos desde Rondonia o Mato Grosso. Buscan terreno, terreno, terreno. Ya les digo que no, que no tengo tierras para vender, que esto es ¡una reserva natural! Mire, llegué hace 44 años y jamás he vendido un lote de tierra. Y eso que hasta me han amenazado de muerte”, explica. Vender parcelas de una reserva es delito. Pero descomunales extensiones de tierras públicas flanquean la carretera. Cualquiera se apropia fácilmente de ellas con documentos falsos y complicidades políticas. El llamado grillagem.
El panorama es un aperitivo del catastrófico escenario que anticipan científicos como la agrónoma tropical Jolemia Chagas, que monitoreó el tramo de carretera entre los kilómetros 250 y 280. “El asfaltado va a intensificar las invasiones de los últimos cinco años”, alerta. Eso trae especulación inmobiliaria, conflictos violentos con los locales y agrava problemas ambientales de consecuencias tangibles. Detalla que “la retirada de la cobertura forestal interfiere directamente en la producción de los ríos voladores (corrientes de vapor de agua) que abastecen parte de Sudamérica, influyendo directamente en la producción agrícola”.
La zona está poblada de familias que viven, principalmente en los extremos de la vía, de la agricultura de subsistencia o del comercio. E indígenas, 18 pueblos dispersos y alejados de la carretera principal. Una de las calzadas de tierra secundarias que empezaron a construir prácticamente toca el territorio donde vive un grupo de nativos aislados, unas 30 personas, probablemente descendientes de los juma que sobrevivieron a una matanza en 1964, explica el indigenista Pedro da Silva, del Consejo Misionero Indígena.
Un equipo de mantenimiento trabaja en un tramo asfaltado de la carretera a su paso por Careiro do Castanho. |
Km 198. Fin del asfalto. Bienvenidos al llamado trecho del medio, el que perdió el pavimento a finales de los años ochenta por el abandono. Gracias a eso y a las reservas ambientales e indígenas creadas a partir de entonces, el impacto de los humanos es mucho menor que en otras regiones amazónicas.
Incluso el ojo menos entrenado distingue desde el 4x4 cuándo se circula dentro de una reserva ecológica. Los árboles y la vegetación forman un manto verde tan tupido que impide ver más allá. Pero los mejores ojos sobre la región son los satélites, que fotografían parcelas de tres metros para medir dónde y a qué velocidad es destruido el bosque tropical. La deforestación ya estaba al alza, pero con Bolsonaro se ha disparado. El último año fue el peor de los últimos 12, con la desaparición de 11.000 kilómetros cuadrados de árboles. Como si cada minuto del último año la Amazonia hubiera perdido el equivalente a tres campos de fútbol, apunta Greenpeace.
El fazendeiro (granjero) Joeliton
Silva, 53 años, no niega la deforestación. Él mismo contribuye hace años
abriendo caminos entre la vegetación para otros que luego talan los
árboles más valiosos en un negocio multimillonario. Desafía a los
periodistas a contar lo que llama “la verdad”, una tesis que pivota
sobre el siguiente argumento: la magnitud de la selva es tal que el
destrozo es nimio. Contra el consenso científico y citando a un
científico concreto, el afable Silva afirma que “el efecto de la acción
humana sobre la temperatura es insignificante”. Y para rematar, echa sus
cuentas: “A esta velocidad tardaremos 140 años en deforestar el 10% de
Brasil”. Es un discurso que difunde por YouTube desde su casa, a las
afueras de Realidade, la ciudad de los aventureros.
Está convencido de que la alarma internacional ante la desaparición
de la riquísima flora y fauna amazónica es desmesurada, nada más que
una excusa para camuflar la codicia de los extranjeros que pretenden
arrebatar a Brasil sus riquezas naturales. Dueño de dos haciendas que
suman 6.400 hectáreas, tiene una a la venta porque su incursión en la
piscicultura no ha cuajado. Pese a la abundancia de ríos, también los
crían.
Contribuir
a actividades ilícitas no le quita el sueño a Silva porque, asegura,
deforestar legalmente es imposible. Lo ha intentado, es arduo y ni
siquiera sale a cuenta. Es mejor negocio, añade, hacerlo a las bravas, y
si te pillan recurrir y recurrir las multas. Entregado a Bolsonaro,
muestra orgulloso un vídeo en el que abraza al ministro de
Infraestructuras mientras este afirma que “la BR-319 ya se está
materializando”.
El discurso de Bolsonaro de que la
protección medioambiental lastra el desarrollo cala hondo y da alas a la
explotación predatoria, el lucro fácil y la impunidad. Brasil lucha
contra su imagen de villano ambiental.
Triunfa “la idea perversa de que, si el resto de los países
deforestaron para desarrollarse, ese es el precio a pagar”, afirma
Fernanda Meirelles, en Manaos, en la sede del Observatorio BR-319, una
alianza de ONG que supervisa la carretera. “No estamos contra la
calzada, pero queremos que antes [de asfaltar] se resuelvan los
problemas de titularidad de la tierra, de fiscalización, cómo gestionar
las unidades de conservación [reservas ecológicas]…”, dice. Tras unas
prolijas explicaciones de los innumerables desafíos, remata sonriente:
“Mi sueño sería una pasarela elevada”.
Joeliton Silva, que abre caminos para los madereros y posee 6.400 hectáreas de tierra, posa ante su granja en Realidade |
Dona
Mocinha participó en las recientes audiencias públicas, la mejor
muestra de que el proceso burocrático avanza. El Gobierno de Bolsonaro
ha dado más impulso al proyecto que cualquier predecesor. Falta que el
Ibama, organismo gubernamental que gestiona la política medioambiental,
autorice o no el asfaltado. Ninguno de los consultados cree que lo
rechace, pero las ONG recuerdan que los indígenas deberían haber sido ya
consultados. Asomaría luego el desafío de la financiación.
A
menudo, un camión atrapado en un barrizal corta en seco la circulación,
incluso en estos días del final de la temporada seca. Un factor acude
al rescate. Impresiona ver cómo patina el inmenso tráiler. Ocho días
llegó a estar atrapado el camionero Aulcides Costa, de 49 años. “A los
cinco días se nos acabó la comida y el agua mineral”, recuerda.
Etas
áreas vivían incomunicadas hasta que internet les abrió una ventana al
mundo, los convirtió en comunidad y los entretiene durante la larga
estación de lluvias. Resulta muy útil. Cualquiera puede saber casi en
tiempo real cómo está la ruta gracias a los 46 grupos de WhatsApp de la
Asociación de Amigos de la BR319, que suma 10.000 socios.
A
medida que se avanza hacia el sur, surgen claros en el arcén. Cada vez
más frecuentes y mayores. De repente, vacas y más vacas pastando
plácidamente. La bucólica escena disfraza su nefasto efecto sobre la
Amazonia. Las propias reses y la tala de árboles para abrir pastos son
los principales responsables de las emisiones brasileñas de gases de
efecto invernadero, esas que aquí aumentaron incluso el año de la
pandemia mientras a nivel mundial se desplomaron por el inédito parón.
Tras la tala, los pastos sirven para ademarse de la tierra y luego
llegan los cultivos de soja. En el aparente caos existe un método.
El
empresario Antonio Graças, de 71 años, está convencido de que es ahora o
nunca. En su almacén en Careiro de Castanho, rodeado de camas,
electrodomésticos y ventiladores, opina que nadie más propicio que un
presidente formado en los cuarteles y nostálgico de la dictadura,
con un ministro de Infraestructuras que sirvió como militar en
Amazonia, para dar continuidad al proyecto impulsado por los generales
hace medio siglo. Desbravaron la selva para construir carreteras.
Donaron tierras. En plena Guerra Fría, la obsesión era poblar aquella
inmensidad, habitada durante milenios por indígenas, para asegurarse de
que nadie se la arrebatara. “Integrar para no entregar” era el lema de
la época.
El
puente sobre el río Madeira en Porto Velho, la ciudad donde termina la
carretera que parte de Manaos, 900 kilómetros al norte |
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20 febrero 2020
De hecho, como brasileño yo simplemente estoy en contra la internacionalización de la Amazonia. Por mas que nuestros gobiernos no tengan el debido cuidado con este patrimonio, la Amazonia es nuestra. Ahora, como humanista, sabiendo del riesgo de degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás que tiene importancia para la Humanidad.
Si la Amazonia, desde el punto de vista de una ética humanista, debe ser internacionalizada, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero. El petróleo es tan importante para el bienestar de la Humanidad como la Amazonia para nuestro futuro. A pesar de eso, los dueños de las reservas se sienten en el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo y de subir o no su precio. De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado.
Si la Amazonia es una reserva para todos los seres humanos, ella no puede ser quemada por la voluntad de un propietario o de un país. Quemar la Amazonia es tan grave como el desempleo provocado por las decisiones arbitrarias de los especuladores globales. No podemos dejar que las reservas financieras sirvan para quemar países enteros en medio de la especulación.
Antes que la Amazonia, me gustaría ver la internacionalización de todos los grandes museos del mundo. El Louvre no debe pertenecer apenas a Francia. Cada museo del mundo es el guardián de las más bellas piezas producidas por el genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio cultural, como el patrimonio natural amazónico, sea manipulado y destruido por el gusto de un propietario o de un país. No hace mucho, un millonario japonés decidió enterrar su cuerpo con un cuadro de un gran maestro. Antes que eso, aquel cuadro debería haber sido internacionalizado.
Durante este encuentro, las Naciones Unidas están realizando el Forum del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para asistir por restricciones en la frontera de los EE.UU. Por eso yo pienso que Nueva York, como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos Manhattan debería pertenecer a toda la Humanidad. También París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia, Recife… Cada ciudad del mundo, con su belleza específica, su historia, debería pertenecer al mundo entero.
Si los EE.UU. quieren internacionalizar la Amazonia, por el riesgo de dejarla en las manos de los brasileños, internacionalicemos todos los arsenales nucleares de los EE.UU. Ellos ya demostraron que son capaces de usar esas armas, provocando una destrucción millares de veces mayor que las lamentables quemazones hechas en las florestas del Brasil. En los debates los actuales candidatos a la presidencia de los EE.UU. han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo como canje de la deuda. Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño del mundo tenga posibilidad de comer y de ir a la escuela.
Como humanista, acepto defender la internacionalización del mundo. Pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para que la Amazonia siga siendo nuestra. ¡Sólo nuestra!
17 junio 2017
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Por Raúl Mannise Caminando entre las plantas le gustaba repetir que la naturaleza sólo necesita un pequeño empujón para mostrar su gracia
(Extracto del artículo de ECO-PORTAL)
Cerca de Río de Janerio está la laguna de Itaipú. Hace años que Luiz Gonzaga trabaja en su recuperación. El proyecto para recuperar la zona comenzó en 2012 en el borde del canal Camboatá. Aquí la vegetación ya es casi impenetrable. Los esfuerzos más recientes también han mostrado resultados en la frontera de río João Mendes, donde unos 300 arbolillos dan un tinte verde a la tierra negra. Él sólo se ha ocupado de plantar y cubrir con una botella de plástico para proteger de los cangrejos a la jóvenes plantas. Una vez crecen lo suficiente se retiran las botellas para evitar la contaminación del plástico.
Al igual que los cangrejos, los pájaros también regresaron a las orillas de la laguna Itaipú gracias al trabajo incansable de reforestación realizado por Luiz, que ha plantado más de tres mil árboles y recuperando unos 20 mil metros cuadrados en la zona de la laguna.

Cuando los árboles crecen regresan las aves, cangrejos y lagartos. Este es el tipo de cosas que cualquiera puede hacer, y son las que realmente pueden hacer una diferencia en este mundo- dice Gonzaga-, rodeado de diversos árboles en el tramo Río João Mendes.
Recupera también un lugar que antiguamente era usado para verter escombros y hoy es una reserva natural y se encarga de mantener la biodiversidad de la laguna. Además coordina esfuerzos en un parque nacional cercano, del cual la laguna también forma parte, para trabajos de educación ambiental y limpieza del sector donde se involucra a los más pequeños.
13 noviembre 2016
La leyenda del açaí
En tiempos remotos, había una tribu que vivía donde hoy se erige la ciudad de Belem. Atravesaban un período negro de escasez de alimentos y, como la tribu aumentaba día tras día, el cacique Itaki reunió a su gente haciéndoles sentir la gran crisis que se iniciaría en el caso de que la tribu continuase creciendo demográficamente. Decidió, de común acuerdo con los más viejos guerreros y curanderos, sacrificar a todo bebé que naciese a partir de aquel día. Tal vez debido a esta medida, pasaron muchas lunas sin que ninguna nativa concibiese.
Sin embargo, un día, Iaçá, la hija del cacique Itaki, concibió un bebé. No tardaron mucho para que el Consejo Tribal se reuniese y pidiera el sacrificio del bebé de Iaçá. Su padre, guerrero de palabra, no dudó en hacer cumplir su orden.
Al saber el destino de su fruto, Iaçá imploró al padre que preservase la vida de su bebé, puesto que los campos estaban verdes y la caza no tardaría en abundar en la región. Aún así, el cacique Itaki mantuvo su palabra y el bebé -una niña- fue sacrificada.
Iaçá se enclaustró en su tienda, quedándose allí durante días de rodillas, rogando a Tupã que le mostrase a su padre una manera por la cual no fuese necesario repetir el sacrificio de otros inocentes. Una noche Iaçá oyó un lloro de bebé. Se aproximó a la puerta de la tienda y entonces vio a su hija sonriente al pie de una esbelta palmera. Al principio, se quedó paralizada. Después echó a correr como una loca, se lanzó hacia la niña queriendo abrazarla, pero se encontró con la palmera. Misteriosamente la niña había desaparecido. Iaçá, inconsolable, lloró hasta desfallecer.

Itaki vio que la palmera tenía un racimo de frutitas negras. Ordenó que fuesen recogidas y
aplastadas, obteniendo así, un vino rojizo. Este descubrimiento hizo que el cacique suspendiese los sacrificios y los bebés nacieran libremente, puesto que la alimentación ya no era un problema para la tribu. Itaki agradeció a Tupá la nueva fuente de alimentación e, invirtiendo el nombre de su hija Iaçá, bautizó el extraño vino con el nombre de Açaí.
Pasaron los años y este vino rojizo fue fortaleciendo generaciones de guerreros y caboclos. La región creció y hoy sus habitantes toman el vino de esa palmera nativa sintiéndose fortalecidos gracias a las lágrimas de sangre de la india Iaçá.
A LENDA DO AÇAÍ

Em tempos remotos, havia uma tribo que vivia onde hoje se erige a cidade de Belém. Eles
atravessavam um período negro de escassez de alimentos e, como a tribo aumentava dia a dia, o cacique Itaki reuniu sua gente fazendo sentir a grande crise que adviria, caso a tribo continuasse a crescer demograficamente. Resolveu, de comum acordo com os mais velhos guerreiros e curandeiros, sacrificar toda criança que nascesse a partir daquele dia. Talvez devido a tal medida, passaram-se
muitas luas sem nenhuma nativa conceber.
Porém, um dia, Iaçá, a filha do cacique Itaki, concebeu uma linda criança. Entretanto, não demorou muito para o Conselho Tribal se reunir e pedir o sacrifício da filha de Iaçá. Seu pai, guerreiro de palavra, não hesitou em dar cumprimento à sua ordem.
Ao saber da sorte de seu rebento, Iaçá implorou ao pai que poupasse a vida da filha, pois os campos estavam verdejantes e a caça não tardaria a abundar na região. Contudo, o cacique Itaki manteve sua palavra e a criança foi sacrificada.
Iaçá enclausurou-se em sua tenda, ficando ali por quase dois dias de joelhos, rogando a Tupã que mostrasse para seu pai uma maneira pela qual não fosse preciso repetir o sacrifício de inocentes. Altas horas da noite, ouviu Iaçá um choro de criança. Aproximou-se da porta da tenda e, então, viu sua filha sorridente ao pé de uma esbelta palmeira. A princípio, ficou estática. Depois, em correria louca, lançou-se em direção à filha, abraçando-se a ela, mas deparou-se com a palmeira, pois, misteriosamente, a criança desaparecera.
Iaçá, inconsolável, chorou copiosamente até desfalecer.
No dia seguinte, o seu corpo foi encontrado ainda abraçado à palmeira. Estava morta, mas seu semblante risonho irradiava satisfação; ao mesmo tempo, seus grandes olhos negros, inertes, fitavam o alto da palmeira.
Itaki notou que a palmeira tinha um cacho de frutinhas pretas. Ordenou que fosse apanhado e amassado, obtendo, assim, um vinho avermelhado. Este achado fez com que o cacique suspendesse os sacrifícios e as crianças voltaram a nascer livremente, pois a alimentação já não era mais problema na tribo. Itaki agradeceu a Tupã e, invertendo o nome da sua filha Iaçá, batizou o estranho vinho de Açaí.
Passaram os anos e o vinho vermelho foi fortalecendo gerações de guerreiros e
caboclos. A região cresceu e, até hoje, seus habitantes tomam o vinho dessa palmeira nativa sentindo-se fortalecidos graças às lágrimas de sangue da índia Iaçá.
http://www.mecd.gob.es/brasil/dms/consejerias-exteriores/brasil/publicaciones-y-materiales--didacticos/publicaciones/orellana/leyendasamazonas.pdf
https://www.youtube.com/watch?v=vPjMs7HuWv0
https://www.youtube.com/watch?v=t04EP9ywux8