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7/14/2021

El ombú de la Cartuja

ANA S. AMENEIRO, en Diario de Sevilla
Historia del ombú, el árbol de Sevilla vinculado a Colón 

Vista del impresionante tronco del ombú más longevo de Sevilla y de Europa. / José Ángel García

La historia del precioso ombú de Sevilla que el Ayuntamiento quiere incluir en el Catálogo de Especies Singulares junto a otro millar de árboles tiene ingredientes para una serie de Netflix. Llegó hace 500 años a la Cartuja de Sevilla de la mano de la familia de Colón, 1529. El hijo del Almirante, Hernando Colón, que lo había plantado en su arboreto con semillas del continente americano, donó algunas semillas de ombú a los frailes del monasterio de la Cartuja cuando su padre falleció.
     Lo hizo porque Cristóbal Colón había pasado temporadas de su vida en este apacible cenobio preparando sus viajes a América. Así pues, el ombú de la Cartuja puede ser el primer ejemplar europeo de esta especie, señala Ricardo Librero, paisajista y miembro de "Salva tus árboles Sevilla".
     La parte dramática es que el árbol estuvo a punto de morir hace casi 30 años cuando se sometió a una restauración mal planteada por encargo de la administración andaluza. "Quien restauró en 1992 para la Junta los jardines de la Cartuja, territorio de la Junta, llenó todas las oquedades que sufría el ombú por exceso de humedad con una técnica en desuso: meterle espuma de poliuretano. No consultaron a nadie. Cuando los técnicos de la Expo vimos lo que se había hecho y que el árbol estaba a punto de morir, retiraron rápidamente la espuma de poliuretano", relata Librero, que trabajó como técnico en el Programa de Forestación y Jardinería de la isla de la Cartuja para la Expo92.
      El experto explica que, por su formación en cirugía arbórea en Barcelona, sabían que esta espuma empeoraba el estado del árbol al absorber agua que genera hongos. "En cirugía arbórea cuando hay mucha humedad hay que meter cánulas en el árbol para que salga el agua. Si la herida está seca el árbol la cierra. Pero si está húmeda proliferan hongos, con lo que al final se hace un chancro mayor", comenta.

      El tratamiento para mejorarlo aumentó aún más el problema que se quería corregir. "Afortunadamente dieron marcha atrás y terminaron quitando al árbol aquella masa pegajosa. Aún le hicieron más daño al árbol porque tuvieron que abrir las oquedades para retirar el poliuretano. Al final se consiguió salvarlo", cuenta Librero.
      Desde 1992 no se ha tocado el árbol, que tampoco admite bien la poda. "Cada poda que le hagas genera una oquedad muy difícil de cerrar", advierte Librero.

La prioridad debe ser protegerlos

      Librero señala la importancia de que Sevilla disponga de un Catálogo de Especies Singulares para proteger bien estos árboles con vallas a su alrededor en las que se identifique el ejemplar, también en el caso del ombú. "El ombú tendrían que vallarlo para que nadie entre, como se hace en Inglaterra o en los parques públicos de Lisboa, y dejarle un perímetro de copa por fuera para que la gente lo admire sin tocarlo ni hacerse fotos subida al tronco. Un zapato daña el tronco porque este es muy blando, no es madera leñosa".
          Protegerlo con antelación a publicar el catálogo es clave. "Hacer un catálogo puede ser contraproducente sin realizar una serie de medidas de protección y de concienciación previas porque puedes señalizar aún más los lugares donde ir a hacerse una foto encima del árbol. Hay que procurar que sea al lado del árbol, no encima". Protegerlos es alargar su vida. "Si no los señalizas y los proteges bien de la entrada de las personas, estos árboles pueden tener una vida muy limitada, cuando aún les quedarían 300 a 400 años con nosotros", explica Librero.
      El plan municipal de ofrecer estos árboles singulares a la visita turística le parece bien al experto porque los árboles valiosos de las ciudades son parte del patrimonio de ésta y en todas existe un catálogo de árboles singulares que en Sevilla hace muchos años que debería estar hecho. Recalca que ese catálogo es bueno "si sirve para que se le tenga mucho más respeto a esos árboles singulares desde los servicios de conservación de la ciudad".
      En esta protección entrarían los ficus de los Jardines de Murillo, de la Plaza de San Pedro, la Plaza del Museo, de la Universidad, etc., que ya están sufriendo al estar contenidos por muretes. Cree que hay que incluir también los primeros eucaliptos del Parque de María Luisa, de los primeros que entraron en España por Santander procedentes de Australia, aunque sea una especie denostada por sus efectos en los acuíferos. Las casas reales y aristocráticas los compraron para tenerlos en sus jardines. Así como los primeros ginkgo biloba de Sevilla en el jardín inglés del Alcázar, que llevan en la ciudad más de 100 años.
      El ombú es originario de las zonas sub-tropicales de América del Sur (Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina). En Uruguay está el bosque de ombúes más grande del mundo en la Laguna de Castillos, a 50 kilómetros al noreste de la capital, y hay quien dice que todos los ombúes de Sevilla proceden de la bahía de Montevideo.

      En opinión de los jardineros, es un árbol porque tiene un solo tronco dominante que termina formando una copa. "No es una hierba, es un árbol considerable. Solo hay que ver cómo han crecido en poco tiempo los que plantaron en la avenida que va al Hospital Virgen Macarena al lado del Parlamento", recalca. Con todo, aclara que el árbol funciona como un arbusto cuando se corta, ya que se le puede quedar una oquedad. 

Laguna de Castillos, Uruguay


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12/14/2013

Ciudad de Buenos Aires:
El Gobierno taló un histórico ombú en una plaza céntrica
En Plaza Roma, en la ciudad de Buenos Aires, había un ombú histórico, de nudosas raíces; en su tronco, de dimensiones colosales, un corazón enlazaba los nombres "Paulo y Beatriz"; durante el día, era el refugio de enamorados, también la sombra para una buena siesta en verano; por las noches, era casa para los sin techo. Desde el martes pasado, ya no hay ombú, ni refugio, ni sombra. Quedó apenas parte del tronco y las raíces, como serpientes inmensas en la tierra.
      El Observatorio de Políticas Urbanas y Patrimoniales es una de las ONG que se ocupa del tema. Uno de sus miembros fundadores, Matías Profeta, informó que el árbol fue talado el martes pasado, luego de la tormenta del lunes. Según constataron en la organización, algunas ramas del ombú habían sido afectadas por los vientos, pero nada que hiciera pensar en una tala feroz. "Nos encontramos con un cerco de cintas amarillas, como las que coloca el gobierno de la ciudad en lugares de obras públicas. No sabemos por qué esta tala. No nos dieron una explicación formal de por qué decidieron destruirlo así", agregó.
En la red social Twitter y en Facebook sólo se leen comentarios de indignación, desconcierto y tristeza. Ninguna palabra del gobierno porteño al respecto. En el área de Ambiente y Espacio Público, dijeron que por los daños de la tormenta se vieron obligados a la poda. Estaba seriamente dañado, informaron, con riesgo de caerse. La intención es recuperarlo, no sacarlo, enfatizaron. Reconocieron que llevará un tiempo importante que recupere las ramas y el follaje.

La Nación

       Y...  Buenos Aires tiene unos cuantos ombús, pero no hay que tratarlos tan despiadadamente como a este. Un ombú se recupera fácilmente de una tormenta, pero esta ha sido incomparable, pobres porteños, pasarán años sin su ombú.
      Entonces (como Vicente Barbieri en su Rincón de la eternidad, citado en Horacio Salas, La Poesía de Buenos Aires, Pleamar, Bs. As., 1968) ya no es posible la delicada poesía de lo verde:  

                               Yo contemplo
Al hombre de la plaza, el alejado,
Que la ciudad ignora,
Las ciudades no saben- están lejos-
Que una plaza como ésta es el exilio
Dónde el tiempo reúne tres instantes:
un hombre,
un banco,
un árbol.

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12/11/2013

EL OMBÚ DEL PARQUE RIVADAVIA (Buenos Aires)
La planchadora de la Quinta del viejo Lezica 
Publicado en "Creer o reventar"

       El Parque Rivadavia, ubicado en el centro del barrio porteño de Caballito, no siempre fue cuna de entretenimientos. En ese terreno, antes de convertirse en el lugar ideal para juegos de niños y compra-venta de productos usados (revistas, monedas, discos, fotos antiguas, libros, marquillas de cigarrillos), se hallaba de pie la Quinta del viejo Lezica.
      Durante las vacaciones de verano de 1861, Candelaria Lezica de Serantos, una bella adolescente, se instaló en la quinta de su bisabuelo. La joven disfrutaba mucho de los
Parque Rivadavia, ombú nº 3
martes, cuando a las cuatro de la tarde su madre, aprovechando la ausencia masculina ya que todos salían por negocios, abría las puertas para brindar fiestas de té y baile a los hombres de apellidos importantes con el objetivo de emparejar a su hija con el más rico del barrio. La señora indicaba a la servidumbre qué tareas cumplir y les ordenaba que atendieran con una gran cordialidad. Además, le exigía a la encargada de planchar que se quedara en el patio trasero para no ser vista por los invitados que conocían su reputación de buena amante en la cama. Ella se retiraba con la plancha y los canastos de ropa, se paraba al lado del ombú y protestando repetía: “La negra planchadora bajo el ombú se queda, planchando trajes y enaguas, para que no la vean”.
       Esa tarde, un muchacho apuesto pero desconocido, se hizo presente en la reunión vestido de punta en blanco desde su sombrero chato hasta sus zapatos de charol recién lustrados. Sin perder mucho tiempo, se acercó a la alegre Candelaria y la sacó a bailar un vals. La madre de la joven, indignada por la intromisión del extraño que alborotó el ambiente, entre gritos lo echó y encerró a su hija en su habitación.
       Hasta el otro día nadie vio a la planchadora y creyeron que Candelaria la habría despedido enojada tras encontrarla con uno de sus amantes. Pero llegado el mediodía, el jardinero de la quinta entró espantado a la cocina y contó haberla encontrado sin cabeza recostada al lado del ombú. Allí mismo la enterraron y días más tarde descubrieron que su muerte fue a causa de un crimen pasional, ya que ese martes por la noche no quiso atender a uno de sus amantes y por celos, éste la degolló con el filo de un hacha, dejando su cuerpo ensangrentado sobre el pasto y huyendo con la cabeza de la mujer arrastrándola de sus rulos morochos.
      Años más tarde, en 1927, el nieto de la ya fallecida Candelaria, le vendió la Quinta del viejo Lezica al Estado y el presidente Marcelo T. de Alvear inauguró allí el Parque Rivadavia demoliendo la casa, pero conservando el enorme ombú. Desde entonces, están quienes aseguran que cada martes por la noche, la planchadora se pasea sin cabeza por el parque, con su plancha al rojo vivo y cuelga harapos desde las ramas del ombú mientras protesta: “La negra planchadora bajo el ombú se queda, planchando trajes y enaguas, para que no la vean”.

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12/08/2013

EZEQUIEL MARTÍNEZ ESTRADA (Argentina, 1895-1964)
Radiografía de la pampa
Fragmento

   (...) El viajero nunca vuelve la mirada, si no es de temor, y lo que le atrae es algo que está más adelante del horizonte: el punto de llegada. Lo que recuerda: el punto de partida. Todo hombre de llanura es oriundo de otro lugar. El árbol de esta llanura, el ombú, tampoco es oriundo de ella. Es un árbol que solo concuerda con el paisaje por las raíces; esa raíz atormentada y en parte descubierta, dice del viento del llano. Las ramas corresponden al dibujo de la selva. Bien se ve que es de tierra montuosa, quebrada. Ha venido marchando desde el norte, como un viajero solitario; y por eso es soledad en la soledad. Se vino con un pedazo de selva al hombro como un linyera con su ropa. Lo que rodea al ombú se expresa en signos de otro idioma; grande y sin igual, necesita del desierto en torno para adquirir su propia extensión. Acaso esa marcha del árbol hacia el sur, le haya sido impuesta por la exigencia de extender sus raíces; pues tanto pudieron éstas haberse fortalecido por el pampero, que soplaba en contra, como haber sido la voluntad heroica que lo lanzó contra él. La raíz habría hecho de este árbol un ejemplar ascético. Pero sabemos bien que un viento menos fuerte lo diseminó y que se detuvo al borde de mi clima. Un poco más al sur hubiera muerto. Ahí echó raíces extensas y poderosas como el viento. Quedó convertido en pulmón, bajo un cielo inmenso de aire sutil y de luz.
      El ombú es el árbol que sólo da sombra, como si únicamente sirviera al viajero que no debe quedarse y que reposa. Su tronco grueso, recio y bajo, es inútil, esponjoso, de bofe. Perfecto órgano del aire, respira la tierra por su parénquima vegetal. No se extrae de él la madera, y Virgilio no lo hubiera cantado en las Geórgicas. No puede hacerse de él vigas para el techo, ni tablas para la mesa, ni mangos para la azada, ni manceras para el arado. No tiene madera, y más que árbol es sombra; el cuerpo de la sombra. Sus hojas son tosigas, pero la raíz que es la tierra, suele ofrecer cavidades de gruta y asilo al que va huyendo. El ombú es el símbolo de la llanura, la forma corporal y espiritual de la pampa (...)

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12/04/2013

BARTOLOMÉ MITRE (1821-1906)
A un ombú en medio de la pampa

   Aquí estás ombú gigante,
a la orilla del camino,
indicando al peregrino
no siga más adelante
en la llanura sin fin.
Tu señalas las barreras
que dividen el desierto,
y oyes el vago concierto
que lanzan las auras ligeras
de la pampa en el confín.
   Eres la verde guirnalda
de la cabaña pajiza,
que vas marchando de prisa
con el pasado a tu espalda
y a tu frente el porvenir.

Donde huye el indio salvaje
y el cristiano se adelanta,
tu cabeza se levanta
susurrando tu ramaje:
"El rancho llegó hasta aquí."
   Eres lo último que muere
de la morada del hombre,
y sin registrar un nombre
estás contando al viajero
memorias de hoy y de ayer.
Al proseguir tu carrera
por la llanura extendida,
sobre tu cima florida
hoy alzas en la frontera
el pendón de nuestra fe.
   ¿Qué ves más allá? ¿La pampa
que en contorno se dilata,
el arroyuelo de plata,
el toldo en que el indio acampa,
o el inmenso pajonal?
Tú miras allá a lo lejos
al trasponer aquel monte
en el remoto horizonte,
como en mágicos espejos
lo que es y lo que será.
   Miras la pampa argentina
de ciudades matizada,
y por mil naves surcada
la laguna cristalina
que hoy cubre verde juncal;
miras la pobre cabaña
que en palacio se transforma.
Y que al tomar nueva forma,
con nuevas luces se baña
su contorno natural.
   Miras al indio tostado,
que lanzando un alarido,
va huyendo despavorido
por el llano dilatado.
En pavoroso tropel;
seguido del tigre fiero
que abandona su dominio,
hoy teatro de exterminio,
y tras él, el jornalero
que las transforma en vergel.
   No pases más adelante,
que más lejos, abatido,
marchito y descolorido
verás al ombú gigante
hoy de la pradera rey:
y en su lugar la corona
verás alzarse al pino,
que unido al hierro y al lino
sirve al hombre en toda zona
para dar al mundo ley.
   Ese destino te espera,
árbol, cuya vista asombra,
sin dar al rancho madera,
ni al fuego una astilla dar;
recorrerás el desierto
cual mensajero de vida,
y, tu misión concluida,
caerás cual cadáver yerto
bajo el pino secular.

Foto de Pablopol
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