jueves, 30 de octubre de 2014

JACQUES PRÉVERT (Francia, 1900-1977) 
Tant de forêts...

Tant de forêts arrachées à la terre
Et massacrées
Achevées
Rotativées

Tant de forêts sacrifiées pour la pâte à papier
Des milliards de journaux
attirant annuellement l´attention des lecteurs
sur les dangers du déboisement des bois et des forêts

                                                                           Dans... “La pluie et le beau temps”

Tantos bosques...
Tantos bosques arrancados a la tierra;
y masacrados,
acabados,
roturados…

Tantos bosques sacrificados para pasta de papel
de millares de diarios
que anualmente llaman la atención de sus lectores
sobre el peligro de la deforestación de bosques y selvas…


AS FOREST...
So many pull out earth forests
And massacred
finished,
broke up...

So many forests sacrificed for pulp
Billions of newspapers
attracting attention of readers yearly
about the deforestation woods and forests dangers...
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lunes, 27 de octubre de 2014

EL MONTE, NUESTRO MÁS VIEJO AMIGO
de... Montesdesocios y El bosque habitado


"El monte, nuestro más viejo amigo" nos muestra el trabajo que la Asociación Forestal de Soria desarrolla de cara a la recuperación integral de los montes de socios. Desde su identificación y localización documental hasta su gestión y aprovechamiento sostenible, pasando por su saneamiento mediante la constitución de Juntas Gestoras. El film nos descubre los problemas ancestrales de estos territorios, agravados por la emigración, y las soluciones que se aportan para su puesta en valor.
A lo largo del documental veremos cómo la recuperación de los montes de socios supone rescatar el espíritu de solidaridad que en su día unió a los vecinos en torno a sus tierras, cómo logra recuperar los paisajes y las formas de uso tradicionales, cómo permite reintegrarse en la comunidad local a aquellos que un día tuvieron que marchar.
Los montes de socios son hoy punto de encuntro y motor de revitalización de nuestros pueblos.


Tríptico
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viernes, 24 de octubre de 2014

Quino, Mafalda y los árboles

Autorretrato-preso
QUINO, MAFALDA y los árboles (Argentina, 1932-30 de Sept de 2020)

Joaquín Salvador Lavado Tejón, nace en la región andina de Mendoza, el 17 de julio de 1932. Desde su nacimiento fue nombrado Quino para distinguirlo de su tío Joaquín Tejón, pintor y diseñador gráfico, con el que, a los tres años de edad, descubrió su vocación, y de allí al mundo.

BIOGRAFÍA

Estas son las historietas con árboles que he encontrado para hacer un homenaje al genial Quino, cuando va a recibir el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014.


...inteligente, irónica, inconformista, contestataria, sensible...
... 50 años soñando con un mundo más digno, justo y respetuoso con los derechos humanos...
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jueves, 23 de octubre de 2014

ROBERT FROST (San Francisco, 1874-1963)
Abedules

Cuando veo abedules oscilar a derecha
y a izquierda, ante una hilera de árboles más oscuros, 
me complace pensar que un muchacho los mece. 
Pero no es un muchacho quien los deja curvados, 
sino las tempestades. A menudo hemos visto
los árboles cargados de hielo, en claros días 
invernales, después de un aguacero.
Cuando sopla la brisa se les oye crujir,
se vuelven irisados cuando se resquebraja
su esmaltada corteza. Pronto el sol les arranca
sus conchas cristalinas, que mezcla con la nieve... 
Esas pilas de conchas esparcidas diríase
que son la rota cúpula interior de los cielos.
La carga los doblega hacia los mustios
matorrales cercanos, pero nunca se quiebran,
aunque jamás podrán enderezarse solos:
durante muchos años las ramas de sus troncos 
curvadas barrerán con sus hojas el suelo,
igual que arrodilladas doncellas con los sueltos 
cabellos hacia atrás y secándose al sol.
Mas cuando la Verdad se me interpuso
en la forma de un hecho como la tempestad,
iba a decir que quizás un muchacho,
yendo a buscar las vacas, inclinaba los árboles...
Un muchacho que por vivir lejos del pueblo
sólo sabe jugar, en invierno o en verano,
a juegos que ha inventado para jugar él solo.
Ha domado los árboles de su padre uno a uno 
pasando por encima de ellos tan a menudo
que nada les dejó de su tiesura.
A todos doblegó; no dejó ni uno solo
sin conquistar. Aprendió la manera
de no saltar de un árbol sin haber conseguido 
doblarlo contra el suelo. Conservó el equilibrio
hasta llegar arriba, trepando con cuidado,
con la misma destreza que uno emplea al llenar
la copa hasta el borde, y aun arriba del borde. 
Entonces, de una envión, disparaba los pies
hacia afuera y saltaba del aire hasta la tierra.

Yo fui también, antaño, un columpiador de árboles; 
muy a menudo sueño en que volveré a serlo, 
cuando me hallo cansado de mis meditaciones, 
y la vida parece un bosque sin caminos
donde, al vagar por él, sentirnos en la cara 
ardiente el cosquilleo de rotas telarañas,
y un ojo lagrimea a causa de una brizna,
y quisiera alejarme de la tierra algún tiempo,
para luego volver y empezar otra vez.
Que jamás el destino, comprendiéndome mal, 
me otorgue la mitad de lo que anhelo
y me niegue el regreso. Nada hay, para el amor, 
como la tierra; ignoro si existe mejor sitio.
Quisiera encaramarme a un abedul, trepar,
por las ramas oscuras del blanquecino tronco
y subir hacia el cielo, hasta que el abedul, 
doblándose vencido, me volviese a la tierra. 
Subir y regresar sería muy hermoso.
Pues hay cosas peores en la vida que ser
un columpiador de árboles.
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lunes, 20 de octubre de 2014

Pretoria y el Jacarandá

PARAÍSO DEL JACARANDÁ
Pretoria - Sudáfrica

Durante los meses de octubre y noviembre, Pretoria se transforma en una masa de color púrpura brillante !los árboles de Jacarandá en flor! Los Jacarandás se alinean en las calles y salpican los parques y jardines de toda la ciudad y una bóveda de flores atraen a las abejas..
      Se estima que hay entre 40 000 y 70 000 árboles de Jacarandás en Pretoria - apodada  Jacarandá City -. En octubre y noviembre, al final de la primavera austral, despliegan su espectacular show de cada año. También hay cerca de 100 raras Jacarandás blancas que se pueden encontrar en Herbert Baker Street en Groenkloof.
     Las Jacarandás son indígenas de América del Sur, pero su historia en Sudáfrica comienza en la década de 1880, cuando fueron importados de Argentina. En 1888 dos árboles fueron plantados en una escuela en Arcadia. Su popularidad como un árbol de la calle pronto despegó y ahora se alinean muchos kilómetros de calles en todo Pretoria.
      Los Jacarandas se han convertido en una gran parte de la cultura de Pretoria tal, que una estación de radio local incluso ha sido nombrado Jacaranda FM. Por desgracia, ya que el árbol de Jacarandá es exótica, es considerado como una planta invasora, por lo que no se permite plantar nuevos árboles. Se han aprobado recientemente leyes que permiten que a los árboles existentes se les mantenga, pero no podrán ser sustituidos cuando mueran.
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viernes, 17 de octubre de 2014

JUAN JOSÉ HOYOS (Colombia, 1953)
El señor de los árboles

Relato basado en hechos reales. Publicado originalmente en el periódico El Colombiano de la ciudad de Medellín (Colombia) el 2 de Enero de 2006

     Antes de ponerse el saco y la corbata para irse a trabajar, el señor de los árboles se levanta casi todos los días con el sol y camina por las calles de mi barrio con los ojos puestos en el cielo, mirando uno a uno los árboles que ha sembrado durante muchos años. Mientras camina, habla con sus hijos; los toca; los acaricia; les arranca líquenes y hongos; los limpia de plantas parásitas dañinas que ha traído el viento. Si es verano, les echa agua. Cada cierto tiempo, les quita las hierbas y la maleza que los asfixian y les echa los abonos que compra con plata de su propio bolsillo.
      El señor de los árboles es alto, grueso y de ojos azules. Y aunque hace tiempos es un hombre de ciudad, sus manos tienen la misma apariencia de las de un hombre del campo. Nació en la vereda Santa Isabel, situada en Andes, en el suroeste de Antioquia. Su familia fue propietaria de miles de hectáreas de bosques. Antes de que él naciera, su abuelo compró muchas tierras en los límites de Antioquia y Chocó para librarlas de la mano criminal del hombre y cuidar las cuencas de algunos ríos que todavía hoy surten de agua a miles de campesinos que habitan los valles de los ríos San Juan y Tapartó.
     Trabajó durante años en empresas del Estado que fueron creadas para velar por la protección de las cuencas de los ríos y la conservación de los árboles. Pero no aguantó más cuando empezó a ver de cerca tanta politiquería, tanta corrupción y tantos abusos contra la Madre Tierra cometidos por esos funcionarios cuyo deber era hacer todo lo contrario de lo que hacían. Desilusionado, decidió conseguir un puesto de profesor en una universidad de Medellín. Sin embargo, jamás renunció al legado de su abuelo. Y en los últimos cuarenta años, trabajando solo, como un lobo de las estepas, o a veces con la ayuda de algunos estudiantes de Calasanz, pobló de árboles las cuencas de las quebradas y las calles de varios barrios del occidente de Medellín, entre ellas -muchas gracias, Don Nicanor, en nombre de todos- las calles de mi barrio. Por eso hoy esas calles están llenas de acacias amarillas y rojas, guayacanes rosados y amarillos, tulipanes africanos, mangos y gualandayes, flores de reina, cerezos del gobernador, confites, nísperos, acacias forrajeras, jazmines de la India?
      Cada uno de esos árboles tiene una historia. Los muertos y los vivos. Entre los muertos, está "el árbol de mamá", una flor de reina que él sembró en memoria de su madre y que unos vecinos mandaron cortar. Está el árbol que cortó una empresa de vallas publicitarias para montar en su lugar un aviso invitando a votar por la senadora Piedad Córdoba. También están los árboles que mandó secar a punta de aceite lubricante el dueño de unos buses que se quejaba de que las ramas de los árboles estaban rayando las carrocerías de sus carros.
     Entre los vivos, están los árboles que él siembra cuando muere un amigo. "Cada árbol tiene una historia" dice, mientras camina, llevando una carretilla con un árbol que piensa sembrar antes de que el sol esté muy alto. "Por ejemplo, este árbol. Aquí vivía un señor al que lo secuestraron y lo mataron. Yo lo sembré en su honor".
     El señor de los árboles vive en una casa con un solar donde uno se siente como en una selva del trópico. El solar está lleno de árboles y helechos y bandejas de comida para los pájaros, que llegan a montones. En la mitad del solar hay un letrero que dice: "Prohibido cazar".
     El señor de los árboles no dice su nombre. Dice que es un ciudadano más de nuestra ciudad que sólo está haciendo lo que debería hacer el Estado, lo que debemos hacer todos: cuidar la vida, cuidar la Madre Tierra, cuidar el aire que respiramos, cuidar los árboles.
     A veces, el señor de los árboles se pone de mal genio. Sucede cuando llegan los trabajadores del Municipio de Medellín armados de motosierras y empiezan a cortar los mismos árboles que él ha sembrado con paciencia durante décadas. Ellos dicen que lo hacen para que no dañen las líneas telefónicas y eléctricas. Él les dice que hoy ya existen cables eléctricos ecológicos que pueden convivir sin problemas con los árboles. Pero ellos no le hacen caso, piensan que está loco, y siguen con su tarea de muerte. Detrás de ellos va un camión con una trituradora que convierte en aserrín, en un abrir y cerrar de ojos, cada rama, cada trozo de árbol que ellos cortan. De vez en cuando, el señor de los árboles también pelea con los trabajadores del Municipio que vienen a podar los árboles. "Ellos no los podan, los mutilan" dice. Cuando ve que llegan al barrio contratistas de las Empresas Públicas, él gasta varias horas de su día vigilando las cuadrillas de obreros que rompen las calles y las aceras para que no vayan a tocar las raíces de sus hijos porque ya han matado a varios.
     La semana pasada me levanté a recorrer con él las calles de mi barrio y a sembrar unos cuantos chumbimbos, unas acacias amarillas, un tulipán africano. Entonces me di cuenta de que el señor de los árboles es un hombre terco. "Vea" me dijo, mostrándome un hueco. "Aquí he sembrado más de cinco y todos se los han robado. Pero hoy voy a sembrar otro". Le dije que yo quería sembrarlo. Era un chumbimbo. Cuando acabamos, los dos estábamos sudando porque en el cielo el sol ya estaba muy alto. "Ya tiene su árbol en el barrio" me dijo él, con una sonrisa, viéndome echarle agua con una regadera. "Espero que tenga muchos más". Sus palabras me quedaron resonando. Desde ese día, lo confieso sin pena, cada que paso junto a él, le hablo y le toco las hojas. Si no hay gente cerca, a veces hasta me orino en sus raíces para que crezca rápido, antes de que se lo roben.
      Colombia es un país de contrastes. De un lado, por ejemplo, tiene parlamentarios que son capaces de aprobar con trampas, a pupitrazo limpio y sin el menor asomo de vergüenza, una ley que permitirá a las compañías madereras convertir en aserrín millones de árboles de nuestros bosques, despojando "legalmente" de sus tierras a miles de negros y de indios que los habitan desde hace siglos; una Ley Forestal que debería más bien llamarse La Ley de las Motosierras.
     Pero del otro lado, gracias a Dios, Colombia también tiene gente que no sólo piensa en el dinero y que ama la vida y lucha por ella cada día? Como el señor de los árboles.


(El Colombiano, 2 de Enero 2006)
Protesta en la 43, Medellín, 2013
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martes, 14 de octubre de 2014

CAMILO CASTELO BRANCO (Lisboa, 1825-1890)
A "acácia" do Jorge

de Dias com árvores

Jorge, o "filho louco" de Camilo Castelo Branco, plantou em 1871, tinha então 8 anos, uma árvore junto à escadaria de pedra no terreiro da casa de S. Miguel de Seide. A esta árvore se refere Camilo várias vezes, como em Durante a febre:

Quando a Acácia do Jorge ainda outra vez inflore,
Chamai-me, que eu de Abril nas auras voltarei
.

A árvore não é uma acácia, mas uma robínia. Um deslize em taxionomia que não ofusca o apego de Camilo ao convívio com a natureza, alimentado pelas léguas palmilhadas desde a infância em pedregosas ladeiras de serra. Camilo chegou a ser um peregrino convicto de arvoredos, córregos e morros de terra agreste, aldeias, costumes e lendas populares, que depois transfigurou em palco de prosa admirável.
Estas árvores são minhas amigas há vinte e sete anos.
Vim hoje aqui despedir-me delas: creio que para sempre me despeço.
Tenho que abraçar as mais diletas e confidentes: umas que já eram velhas quando, em minha infância, as vi; outras, que eram tenras então, e agora bracejam frondes de luxuriante mocidade. Eu já encaneci; e elas verdejam exuberantes de seiva.
Faço trinta e oito anos, inclinado à sepultura; e elas têm três séculos que viver, trezentas primaveras para se vestirem de galas novas. Meus netos virão saborear-se em vossas sombras, ó carvalheiras, ó verdes pavilhões que me cobristes nas máximas tristezas e alegrias de minha vida!
Seria engodo ao riso andar-me eu aqui abraçando árvores, se alguém me visse
...

O excerto que aqui coloquei em itálico é do início da novela de Camilo, "No Bom Jesus do Monte", que conta a história de Fanny Owen.

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sábado, 11 de octubre de 2014

DANITH URANGO TUIRAN (Colombia, 1951)
Bonga*

Gorda vegetal,
sinuanía redonda,
círculo gigante
donde cabe el lenguaje del Sinú.
Ábrete para meterme,
en tu mundo cerrado
labraré un verso fantástico.

Préstame tu anchura
préstame tu longevidad
para ser antiguo contigo,
saber la profundidad de la tierra,
el tiempo de la tierra,
y cuando el Sinú empezó su carrera hacia el mar.

Me iré por caminos
a escribir en cada bonga
la canción montuna,
la décima, el canto de vaquería,
el grito del monte,
la epopeya de los árboles,
la tragedia de las hojas,
la épica de las raíces.

Entrégame tu cuerpo
bonga de todos los caminos,
para tatuar los versos
sin erir tu carne,
para grabar
sin afectar tu corazón
poemas que den sentido
a la vida de los caminantes,
a la vida de los que cargan el hacha
para que no se ensañen,
de los que cargan la motosierra
para que no sean violentos.

Soplad sobre los frutos abiertos,
soplad oh viento,
llevad la semilla "más allá del río
después de los árboles"
los que aún no nos miran
conocerán la inmensidad de la sinuanía.

*Bonga = Ceiba petandra
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miércoles, 8 de octubre de 2014

IGNACIO ABELLA (Vitoria)
El gran árbol de la humanidad

Este es un libro que ya lleva unos meses en el mercado pero es ahora cuando lo he visto.

Ignacio Abella, a través de leyendas e imágenes del arte primitivo, nos ofrece un viaje en el tiempo, una panorámica de la memoria mítica colectiva protagonizada por los árboles.
Su lectura nos anima a echar de nuevo raíces y a recorrer el camino que nos devuelve hacia el bosque.

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domingo, 5 de octubre de 2014

ANA MANZANO PERAL (Cantabria)
No es sencillo ser árbol
en www.iconosmedievales.blogspot.com

(Fragmento)

En realidad, ser árbol es agotador. Me refiero a ser árbol por parte de padre y de madre, anclado día y
noche a una tierra que se comporta caprichosa con los minerales y los nutrientes y también pendiente de un cielo inalcanzable, a la espera de lluvias que refresquen nuestras hojas.
Ser árbol significa estar siempre de pie y con los brazos abiertos, suspendidos, en tensión, aunque haya mañanas en las que no desees abrazar ni el musgo de tu corteza. Es clavar los pies al suelo, hundirlos muy hondo y nunca echar a andar. Ser árbol, como los de mi especie, es empezar a desnudarse en septiembre y soportar, sin morir, que el frío te congele hasta la savia, mientras el viento te azota su ira invernal.
     A veces somos testigos del amor si en nuestra sombra los amantes se roban un beso. Y otras veces, desecados por el tatuaje de un corazón en nuestra corteza, ese amor nos condena a morir sin remedio, aunque el amor ya no exista.
Ser árbol es también poner la mirada en el cielo, extender los dedos, las ramas, hacia las nubes, escuchar a los pájaros susurrar los secretos de sus vuelos y anhelar el azul, consciente del anclaje eterno.
     Los del mar. Tienen algo de tenebrosos esos troncos rotos que la mar deposita en las orillas. Traen en sus posturas forzadas e imposibles trazas de haber presenciado el horror de las corrientes en los abismos. Han perdido la candidez arbórea de nosotros, sus congéneres de los bosques, y su crujido aún duele días después de haber muerto de marea y sal. La vida va y viene, como las olas, como el mar.

      O los del fuego. Ennegrecidos, tiznados, torturados, asfixiados, retorcidos y en el peor de los casos acabados por delincuentes arbóreos. A éstos, ni agua. A los que los salvan, el homenaje del oxígeno limpio y el frescor de la sombra. (...)
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jueves, 2 de octubre de 2014

JÉRÔME HUTIN (Francia, 1967) Fotógrafo
Libro


Appel pour les arbres vénérables

 

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