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3/23/2024

RAÍCES...

La Universidad de Wageningue (Países Bajos) ha publicado una colección de 1002 dibujos, resultado de 40 años de excavaciones y dibujos del sistema radicular de plantas, realizadas, principalmente, en Austria. Los dibujos, análisis y descripciones fueron realizados por tres investigadores del Instituto Pflanzensoziologisches, Klagenfur. Su estudio y publicación es la contrapartida de los trabajos de John E. Weaver en Nebraska, EE. UU. Los escáneres de los dibujos originales, realizados por Univ.- Prof. M. E. Lichtenegger abarcan una gran variedad de especies que van desde los cultivos agrícolas hasta la vegetación natural, o desde las orquídeas hasta los árboles alpinos. Los dibujos son los sistemas de arraigo de especies individuales cuidadosamente aislados de su entorno que se dibujaron detalladamente.

Ejemplo: Abies alba

 Colección de imágenes
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11/03/2018

JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO, Tenerife (1731-1813)
"Todo nos lo franquean y facilitan los pinos..."

Viera y Clavijo (1772-1778) describió los diversos usos de los bosques en la sociedad canaria del siglo XVIII, cuando decía que...

"El pinar aporta todo el maderaje de nuestros edificios,
de la construcción de nuestros barcos;
las diformes vigas de los lagares,
los chaplones de muchos albercones,
los pimpollos altísimos para andamios;
canales para conducción de aguas,
hachos para alumbrarse los paisanos,
pescadores y mariscadores de noche;
el carbón, la brea, y la resina.
 

[...] Su corteza rugosa, hendida, rojiza, de consistencia ligera, es lo que llamamos corcha, y sirve para hacer boyantes las redes de la pesca, y para otros usos”.

De la laurisilva se extraían...
las maderas para la fabrica de casas, Molinos, todos los instrumentos de la Agricultura, e industrias de artesanos, Leña, tan necesaria para el consumo [...] en cosinas, hornos de pan, cal, y texa; para destila de aguardientes, [...]: la fábrica de barcos para la pesca; Ygualmente no la de menos consequencia en los efectos que se experimentan con la atracción de nubes, que influyen humedades a los terrenos, parte muy esencial para la producción de frutos.

Respecto a la pez cuenta que...
"Se extrae de los pinos, quemados en hogueras sobre hoyos dispuestos a propósito. Este ramo de industria, todavía mal perfeccionado, es común en Canaria, Tenerife, Palma y Hierro, donde la que no se consume en la carena de los barcos de la pesca y el tráfico, se exporta en considerables partidas para España y otros países, como las Indias y Costa de Guinea (Arco etal., 1992) aunque no se saca de dicha resina todo el partido que se pudiera, a imitación de otros países en donde hay pinares; pues no los sangran en el pie durante el verano para extraerla y después cocerla, contentándose solamente con quemar la tea, sin método ni economías. La destrucción causada por la producción de pez mediante este procedimiento debió ser enorme, pues existe constancia de que para obtener entre 200 y 240 kilos de pez se quemaban unos 1.600 kilos de madera de pino (Arco etal.,1992).

Información: Tercer Inventario Forestal Nacional 1 9 9 7 - 2 0 0 7
LA TRANSFORMACIÓN HISTÓRICA DEL PAISAJE FORESTAL EN CANARIAS

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3/03/2017

JOSÉ M. ALCAÑIZ y BERNABÉ MOYA
Árboles Sagrados
De Dharma Nº2
 
Quizá sea porque le recuerda su pasado arbóreo, quizá porque los árboles le proveen de todo lo necesario para la vida, quizá porque le hacen soñar con las alturas, la especie humana siente una veneración especial hacia los árboles. Hay quien dice incluso que, en el plano energético, el árbol es la imagen especular del hombre. El árbol se ramifica hacia fuera y produce oxígeno; el sistema respiratorio humano absorbe oxígeno y se ramifica hacia adentro, con la tráquea como tronco, los bronquios haciendo el papel de las ramas principales y dividiéndose en infinidad de bronquiolos. Al tiempo, el sistema respiratorio humano expele dióxido de carbono, que es el alimento del árbol.

Una bonita imagen, sin duda, pero hay que ser prudentes a la hora de dejar volar la imaginación. Seguramente, sólo estamos ante un ejemplo de convergencia adaptativa: órganos que han de realizar la misma función acaban teniendo el mismo diseño. Al fin y al cabo, también nuestras redes de distribución de agua o de electricidad siguen el mismo esquema. Estas analogías, que a nosotros todavía nos conmueven, han tenido comprensiblemente un enorme impacto sobre mentes más primitivas. Para los indios de las praderas norteamericanas, el árbol era el eje del mundo; al fabricar sus viviendas de piel, situaban en el centro un tronco de abeto o de abedul, por encima del cual giraban las estrellas y por debajo las actividades humanas. Los árboles participan en los tres niveles de la existencia, el subterráneo, el terreno y el celeste; imposible no pensar también en los tres niveles de la psique que señala Freud.

Los árboles han tenido un valor crucial para la humanidad desde el mismo momento de su aparición sobre la tierra. Incluso desde antes, dado que los primeros homínidos proceden de simios arborícolas que a lo largo de millones de años se adaptaron a vivir en el suelo. Quizá por eso, el Dios hebreo crea los árboles de manera previa a cualquier animal, antes aún que el Sol y la Luna. Después, el cristianismo acentúa este papel central de los árboles. La historia bíblica de la redención bascula sobre dos árboles: el de la fruta prohibida, origen del pecado, y la cruz de Cristo, fuente de la salvación. El paso de los siglos ha desvirtuado ambos símbolos hasta hacerlos casi irreconocibles. Es lógico en el caso de la cruz, que sólo desde la elaboración simbólica puede ser visto como un árbol. “Fiel cruz, árbol sobre todos noble: ningún bosque ofrece algo similar en hojas, flores o semillas”, dicen los oficios de Viernes Santo, pero es comprensible que pocos fieles hayan reparado en ello.

En cambio, resulta sorprendente el error generalizado sobre el árbol del Edén cuyo fruto come Eva y hace comer a Adán, atrayendo con ello la ira divina y su expulsión del Paraíso. La inmensa mayoría de las personas a quienes preguntemos nos dirán que se trababa de un manzano, porque así lo han representado los pintores a lo largo de la Historia del Arte. Una simple lectura del Génesis demuestra, en cambio, que el Libro no habla de ningún árbol conocido hasta que menciona la higuera. Con sus hojas tapan Eva y Adán su desnudez, súbitamente vergonzosa tras comer el fruto prohibido. Miguel Ángel, en los frescos de la capilla Sixtina, es uno de los pocos artistas que no representa el árbol de la Ciencia del Bien y del Mal como un manzano, y probablemente el único que lo pinta como una higuera. Una brillante intuición: el árbol que causa la vergüenza proporciona también los medios para ocultarla.

La higuera bajo la que Buda recibió la iluminación

Una higuera, aunque de especie distinta, es el árbol bajo el que Sidharta se convierte en Buda, en el lugar llamado Bodhagaya. No se trata de la higuera mediterránea, Ficus carica, sino un pariente muy próximo, de hojas en forma de corazón con la punta muy alargada. Conocido en su lugar de origen como bodhi, Linneo lo bautizó Ficus religiosa en reconocimiento al carácter sagrado que este árbol tenía y sigue teniendo en la India. Buda medita a su sombra, protegido por sus ramas y hojas, seguramente en el seno de las poderosas y extensas raíces que recorren el suelo bajo su ser. Las raíces aéreas cuelgan de lo alto de la copa, formando pilares que se funden con el entramado radicular.

En el Islam no hay un árbol sagrado como tal, aunque dos especies muy resistentes a la sequía tienen una consideración especial, como cabe esperar de una religión nacida en el desierto. Son la palmera y el olivo. En el centro del paraíso musulmán brilla eternamente, sin fuego ni humo, la luz de un olivo convertido en gigantesco candil de su propio aceite. En cuanto a la palmera, ya en el siglo VII a.c. se escribía en la India sobre sus hojas secas, que luego se cosían formando libros. Herodoto dejó escrito que los griegos habían tomado de Asia Menor no solo el culto y la cultura de la palmera sino también el alfabeto, que pasaría a ser la matriz de las escrituras del mundo occidental. En el libro sexto de la Odisea, Ulises cuenta que se detuvo largo tiempo ante la palmera que crecía junto al altar del dios del Sol, pues en ningún lugar de la Tierra había un tronco semejante. Al parecer fue aquí, en el templo dedicado a Apolo en Delos, donde nació la costumbre de entregar palmas a los vencedores, aunque sin duda presenta influencias semitas. Teseo fue quien organizó los primeros juegos en honor del dios, recompensando a los campeones con palmas del árbol sagrado.

 Entre los pueblos celtas, el árbol sagrado era el roble, y de ellos procede la tradición de ornamentar un árbol en Navidad. Como el roble pierde las hojas en invierno y parece muerto, los celtas y otros pueblos centroeuropeos le ofrendaban frutos y luces para que reviviera, y con él toda la naturaleza. El cambio del roble al abeto procede de San Bonifacio, un misionero inglés que evangelizó Alemania en el siglo VIII y que derribó un inmenso roble consagrado a Thor para demostrar que no era sagrado ni intangible. El abeto, con su hoja perenne, representaba mejor la omnipresencia de Dios, cuya faz nunca se oscurece. Para los pueblos situados más al norte, en la península escandinava, el árbol sagrado era el fresno. Para los chinos, como cabe esperar de un pueblo tan abundante y tan variado en lenguas y en creencias religiosas, hay tres árboles sagrados. El bambú, el ciruelo y el pino son los Tres Amigos, que representan respectivamente la flexibilidad, la belleza y la verde lozanía. Son tres de las cualidades que el taoísmo consideraba indispensables para vivir una vida sana y longeva.

Encontramos ejemplos similares en Sudamérica y en Oceanía; sería muy larga la enumeración porque, con la excepción tal vez de los esquimales por razones obvias, cada pueblo ha venerado el árbol que le ha resultado más útil.

Conforme avanza la mal llamada civilización, la humanidad va trastocando el delicado equilibrio que mantenía con el bosque. La relación simbiótica va derivando hacia el parasitismo. Pero el hombre ni siquiera es un buen parásito. Pocos parásitos matan a su víctima, porque morirían con ella al quedarse privados de alimento. El hombre, en cambio,

“el hombre de estas tierras que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra”.
 
describe Antonio Machado con más concisión y más fuerza que cualquier historiador. Y también, con mayor precisión que cualquier científico, establece las consecuencias de este comportamiento suicida:

Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra

por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra”.

Raer los encinares. Hacía falta un poeta para definir con tal exactitud lo que el hombre hizo con estos árboles casi indestructibles, arrancando incluso las raíces que les hubieran permitido rebrotar después de la tala a matarrasa. Una tal rapiña tenía explicación en tiempos de hambruna; ahora continúa por motivos mucho menos nobles. No contenta con haber exterminado la vegetación originaria de la mayor parte de España –y de toda Europa occidental en mucho mayor grado todavía– la ambición humana se dirige ahora a los pocos supervivientes de la hecatombe. Y sin ningún respeto por la edad, el simbolismo o la historia de algunos ejemplares. Ya no hablamos de los árboles que han quedado sumergidos bajo las aguas de un embalse o que han cedido el paso, y la tierra que ocupaban, a una carretera o un polígono industrial. No contamos los que han desaparecido víctimas de un incendio forestal, en más de una ocasión provocado con intereses urbanísticos. Ni siquiera aquellos que han quedado convertidos en vulgares tablones. Nos referimos a los que están pereciendo por razones tan lamentables como son la ostentación, el lujo y el esnobismo. La vanidad, en suma.
 
Uno de los motivos más absurdos es el que conduce a la tala de castaños multicentenarios en León, en Asturias y en Galicia. El castaño proporciona una de las mejores maderas para la construcción y ha sido usado ampliamente en estas y otras regiones, pero normalmente dentro de explotaciones sostenibles. Cada año se cortaba sólo los que alcanzaban una edad determinada y se plantaba otros en su lugar. Y, sobre todo, se respetaba a los que por alguna razón -normalmente la de estar destinados a la producción de fruto- habían alcanzado dimensiones extraordinarias. Porque, además, su madera carcomida ya no podía servir más que para mala leña. Ahora, la insaciable vanidad humana ha encontrado un uso más rentable para una pequeña parte de estos colosos. Igual que el hombre mata tiburones para aprovechar sólo las aletas, o rinocerontes para usar únicamente el cuerno, arranca estos árboles sólo para obtener una pocas rodajas de raíz, usadas para adornar los salpicaderos de coches de alta gama. Que, además, a los pocos años van a parar al desguace.

Peor, incluso, es lo que está ocurriendo con los olivos de la costa mediterránea. Peor porque, con una de las perversiones del lenguaje propias de la sociedad de consumo, no se habla de tala, ni siquiera de arranque. Los que se benefician de este tráfico lo denominan recuperación. Bajo este paraguas tan ecológico, en los últimos veinte años han desparecido centenares de ejemplares que superaban los mil años de vida. Así como en otras especies se aplica con demasiada alegría el adjetivo centenario, en el caso de los olivos podemos hablar con toda seguridad de individuos milenarios. Algunos se acercan a los dos milenios; son árboles, por tanto, plantados por los romanos, con frecuencia a la vera de la Vía Augusta. En algún caso podría tratarse incluso de supervivientes de la época fenicia, porque el olivo es un árbol prácticamente inmortal si no hay una excavadora de por medio. Cuando el tronco principal está exhausto y troceado por las tempestades, la ancha cepa de la que brota se yergue de nuevos brotes que son, con toda propiedad, el mismo árbol.
 
¿Será por dinero?

Pues bien, la inmensa mayoría de estos olivos, los seres vivos más viejos de Europa, ya no están donde nacieron, sino en chalés de muchos millones, en la fachada de empresas de postín, en parques temáticos, en rotondas… o muertos. Muchos de los que siguen vivos en estos lugares exóticos para ellos morirán también en los próximos años, cuando agoten las reservas que les permiten resistir incluso un quinquenio. Será una larga agonía mientras intentan a la desesperada rehacer un sistema radicular que ha sido prácticamente eliminado durante un proceso que sólo con enorme imaginación podríamos calificar de trasplante. Porque a estos venerables ancianos se les trata con la misma delicadeza que si operáramos un cerebro humano con unas tijeras de podar. Sus raíces pueden alcanzar un radio de 20 o más metros, pero son seccionadas a ras de tronco mediante una pala excavadora. Como se le va a dejar sin raíces que extraigan agua del suelo, previamente se le ha privado también de hojas que la evaporen. El resultado es un muñón sin ramas ni raíces, que una grúa coloca sobre un camión camino de La Junquera, y que tiene unas reducidísimas esperanzas de vida. Desde luego, no tiene ninguna de recuperar su porte original: bastante hará con sobrevivir unos cuantos años, mientras libra una batalla perdida de antemano con legiones de insectos y oleadas de hongos que se aprovechan de su debilidad.

Detrás de todo, además, hay una estafa flagrante al propietario del árbol. El agricultor recibe, como mucho, dos o tres mil euros por el olivo, mientras que el intermediario se embolsa varias decenas de miles sin más gasto que el de la excavadora, la grúa y el tráiler. Y aun así, para el agricultor no es mal negocio. Aparte de cobrar por librarse de un árbol complicado de trabajar, plantará cuatro en su lugar y en pocos años obtendrá la misma cantidad de aceite. Incluso más, si tenemos en cuenta que no plantará la misma variedad sino nuevos híbridos más productivos, aunque de menor calidad. Pero el colmo estriba en que, además, recibirá más fondos públicos en concepto de subvención que antes, porque la Unión Europea paga las ayudas al olivar en función del número de árboles, no de la producción. Podemos concluir sin faltar a la verdad que los poderes públicos no sólo no están haciendo nada para impedir este expolio del patrimonio arbóreo, sino que lo están incentivando.

Este saqueo de árboles, hábitats y culturas también afecta de forma singular a las palmeras de todo el mundo. La palmera es un símbolo de larga tradición. Y late con tanta fuerza que le ha llevado a adueñarse del imaginario colectivo de los países más septentrionales, en los que palpita la añoranza por el cálido sur. Pocas plantas tienen en la actualidad una imagen tan publicitaria, asociada a paraísos, vacaciones y éxito personal.

La palmera simboliza el triunfo de la luz; quien haya estado alguna vez en un palmeral un día soleado comprenderá al instante la estrecha relación que existe entre ellas y la luz. Al entrar se produce un deslumbramiento y es difícil no soñar con el Nilo o el Ganges. O, para los menos místicos, con un utópico mundo tropical. Es fácil dejarse cegar por la victoriosa luz. Esta ceguera ha llevado a que palmeras de todo el mundo sean arrancadas de cuajo, sin importar su zona de origen, tamaño o variedad, causando la destrucción de sus ecosistemas y de la cultura nativa. Vienen a nuestros países a decorar edificios emblemáticos, exposiciones universales o cualquier calle banal. Pero, con ellas ha llegado además toda una amplia y variada serie de nuevas plagas y enfermedades, también lejanas, desconocidas y exóticas, que hoy amenazan la supervivencia de las palmeras de este Mediterráneo global.

Quizá también este movimiento de personas y cosas está en la base de la plaga, aparentemente natural, que está acabando con los olmos. Una enfermedad llamada grafiosis ha dejado sin olmos
Constable: “este paisaje me ha convertido en pintor.”
centenarios España y toda las regiones europeas donde crecían. Muy especialmente Inglaterra: aquellos paisajes que Constable o Turner dejaron para la historia de la pintura son ya hoy historia de la botánica. En este caso, poco puede hacer el hombre como no sea investigar y tener confianza en que aparezcan variedades resistentes, como sucedió en el siglo XIX cuando otra plaga, la tinta, amenazó con dejarnos sin castaños.

La combinación entre las causas naturales y la acción del hombre vuelve a ser la responsable de que los tejos estén desapareciendo. El tejo es un árbol, si no estrictamente sagrado, sí cargado de magia y de simbolismo. Ya los sacerdotes de Eleusis se coronaban con ramas de mirto y de tejo. Árbol de la Muerte lo llamaron los griegos y latinos; Ovidio y Lucano representan el camino del infierno bordeado de tejos. En Roma y en honor de la diosa Hécate, reina de los infiernos, se sacrificaban toros negros con guirnaldas elaboradas con ramas de tejo, para que las ánimas pudieran lamer la sangre que derramaban. En los países anglosajones, es el árbol de los cementerios. Tiene su lógica esta vinculación con la muerte, bien alejada de la aspiración a la vida eterna que invocan los cipreses mediterráneos con su crecimiento vertical hacia el cielo. Todas y cada una de las partes de un tejo son altamente tóxicas, incluso mortales. Todas excepto la única que lo parece, la carne escarlata que envuelve las semillas.

Los tejos necesitan ambientes húmedos, de manera que el cambio climático está reduciendo drásticamente los lugares donde pueden vivir con dignidad. Los registros paleobotánicos parecen marcar con claridad cómo desde que se puso en marcha el sometimiento de la naturaleza por parte del hombre, a través del fuego, se inicia el declive de la especie. Tampoco hay que olvidar la utilización de su madera desde tiempos neolíticos para elaborar utensilios. Ni que los mejores arcos hayan sido los de tejo: conocida la afición de los humanos por matarse entre sí, ésta ha sido una causa no despreciable de exterminio de los tejos. No parece pues que este árbol guste de los sitios elevados y escarpados, los únicos donde crece en la actualidad de forma silvestre. Antaño fue mucho más común en toda España y en Europa, pero poco a poco hemos destruido su hábitat de tal forma que sus actuales refugios han sido aquellos a los que el fuego, la mano del hombre o el diente del ganado no han podido llegar.

Un respeto


¿Qué podemos hacer por estos ancianos? Como mínimo, no perjudicarlos todavía más. Es fácil, incluso inevitable, dejarse llevar por un sentimiento fraternal, que cubra a la vez nuestra necesidad de energía, paz y armonía con el entorno natural. O quedar deslumbrados ante la demostración de supervivencia, grandiosidad y fuerza protectora de uno de estos árboles, sintiendo el irreprimible deseo de abrazarnos a ellos y fundirnos con una sabiduría universal que nos libere y reconforte. Pero, a pesar de su aparente solidez, son criaturas frágiles. En su gran mayoría necesitan de cuidados y atenciones especializadas que no reciben. Muy pocos tienen la ley de su parte. En realidad, se encuentran inermes ante nuestra capacidad de sobrepasarlo todo. Ni siquiera pueden acudir a los juzgados, esconderse o correr para salvar la vida.

Por eso, a la hora de realizar una visita a cualquiera de estos sagrados árboles debemos tomar algunas precauciones. Hay que evitar subirse al tronco y a las ramas, pisotear la base o peana y las raíces, ya que estas acciones -periódicamente repetidas, puesto que no somos sus únicos visitantes- les ocasionan daños muy graves y difícilmente reparables. Hay que evitar coger del árbol frutos, hojas, ramillas o tierra vegetal. Por supuesto, marcar la corteza es dañar su sistema vital, su corazón y sus venas, que en el caso de los árboles permanecen a flor de piel. Conviene dejar los vehículos motorizados lo más lejos posible. Hay que acercase a ellos paseando, respirando, integrándonos poco a poco en su ambiente. Este proceder, además, nos evitará tensiones como buscar un lugar donde aparcar, girar donde apenas hay sitio para ello o tener que cruzarnos con otro vehículo al borde del despeñadero.

Respetemos las distancias, como hacemos con una obra de arte. De otra forma, alteraremos el equilibrio no sólo del árbol, sino de los miles de seres que viven en él, de él y para él. Porque un árbol centenario, más que una individualidad imponente, es una sociedad de insectos y de arañas, de algas y de hongos, de musgos y de líquenes, de helechos y enredaderas, de aves, reptiles y mamíferos que lo trepan, lo perforan, lo habitan, lo devoran, lo abonan, lo recorren y lo llenan de sonidos, de flores, de tactos y de perfumes.

Si un árbol puede ser un generoso maestro, un guía sabio, la conducta apropiada con él no es tomarlo al asalto. Es preferible plantar nuestro propio maestro y crecer con él. Abracémonos... a la vida.

Para más información:
Bernabé Moya, José Moya y José Plumed, Árboles monumentales de España.
Bernabé Moya, Pascual Mercé y otros, Olivos de Castellón: Paisaje y Cultura.
Ignacio Abella, La magia de los árboles.
Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones.
Roger Cook, El árbol de la vida. 
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12/29/2016

RENÈ VILLANUEVA MALDONADO, México
El increíble lenguaje secreto de los árboles y los hongos

     Cada vez que caminamos en el bosque o en un sitio donde hay vegetación, nosotros sólo percibimos una fracción de la realidad que existe a nuestro alrededor. Vemos a las plantas, pero en realidad sólo vemos la mitad de éstas, o incluso menos según de cada especie. Sólo nos damos cuenta de las partes aéreas de la planta, es decir: tallos, hojas, flores y frutos. Sin embargo no somos capaces de observar el sistema radicular de las plantas, esa maraña posee un sorprendente secreto... un sofisticado lenguaje que hasta apenas hace poco empezamos a descifrar y que está cambiando radicalmente nuestra forma de ver el mundo...
     Hoy en día conocemos alrededor de 292,555 especies de plantas alrededor del mundo, aunque se reconoce que esa cantidad en realidad es mucho mayor, puesto que aún no se han realizado suficientes descripciones ni exploraciones a sitios remotos donde existen un gran número de especies vegetales aún no descubiertas. De toda esta diversidad de plantas, cada una es el resultado de la perpetuación evolutiva de su especie y de su capacidad de adaptación y de dispersión a determinados ambientes, frente a un planeta dinámico que determina una serie de variables que van mucho más allá de la voluntad de los seres vivos.
     Para lograr este éxito, las plantas han sofisticado su anatomía y fisiología, en virtud de un alto nivel de interacción ecológica con una gran cantidad de especies que aparentemente no estarían relacionadas, pero con las cuales han estrechado su vínculo al punto que una no sobreviviría sin la otra.
      Uno de estos vínculos es el que existe entre las raíces de la gran mayoría de las plantas y los hongos específicos del suelo que se asocian a estas. Esta compleja relación constituye una simbiosis en la cual las hifas de los hongos desarrollan un sistema parecido a una gran red a través de la cual mediante su interacción, ya sea interna a la raíz, externa, o ambas, dichos hongos funcionan como una extensión del sistema radicular de la planta. En el caso de los árboles en los bosques, dichos sistemas son tan extensos que llegan a comportarse como una red de telefonía subterránea que conecta a todos los árboles y plantas a una sola vía de comunicación.
     De este modo, los árboles envían señales específicas por medio de estas redes y estas señales son recibidas por los otros árboles, los cuales decodifican estos mensajes. Un ejemplo de esta función, es cuando un árbol es atacado por una plaga o un herbívoro, este envía la señal a los demás árboles, los cuales desarrollan una barrera química en sus hojas que repele a los atacantes. Esta defensa puede llegar a ser muy tóxica (se conocen casos de cientos de antílopes muertos simultáneamente debido a este sistema defensivo) o casos donde las plantas repelen de manera eficiente a las plagas, sin que éstas puedan atravesar sus defensas.
     Una gran exponente a nivel mundial de este tema es la Dra. Suzanne Simard, que a través de sus investigaciones en los bosques canadienses ha descubierto que los árboles de este ecosistema, tienen un sistema jerárquico en el cual los individuos más grandes y viejos del bosque, son un eslabón clave en estas redes de comunicación, y que estos árboles llamados Hubs o Mother trees (árboles madre) tienen una particular asociación "familiar" con los árboles jóvenes del bosque, en particular con sus descendientes directos, con los cuales, el árbol madre intercambiará y cederá parte de sus reservas nutritivas a estos jóvenes árboles para favorecer su desarrollo y establecimiento.
     Si bien, es probable que esta situación sea mucho más específica de bosques boreales de coníferas cuya biodiversidad en términos florísticos es limitada y por lo tanto existen especies de árboles que claramente dominan el paisaje, también supone una estrategia ecológica que podría constituir el primer ejemplo de alta sofisticación social en donde existe un intercambio de servicios y ayuda mutua en aras de mantener la salud general de la población de árboles, lo cual constituye a su vez una fuerte defensa comunal en contra de las plagas y las enfermedades.
     En un experimento llevado a cabo por la Dra. Simard en de la Universidad de Columbia Británica, se le inyectó un compuesto radioactivo a un gran árbol madre, el cual fue seguido y medido durante un tiempo con la ayuda de un contador Geiger. Posteriormente se tomaron muestras de los árboles jóvenes que se encontraban en la vecindad del árbol madre. El contador midió niveles considerables de la radioactividad en estos árboles jóvenes, es decir, encontró los mismos isótopos radioactivos que habían sido inyectados en el árbol madre, lo cual demuestra que este árbol compartía sus nutrientes con los jóvenes circundantes.
     Otro experimento llevado a cabo por investigadores de la Universidad de UK, para comprobar estos sistemas de comunicación, no fue llevado a cabo con árboles, sino con habas. A algunas plantas se les estimuló el desarrollo de micorrizas en sus raíces, mientras que a otras se les inhibió. Sin embargo, para descartar que los experimentos realizados no fueran influenciados por estos COV, las plantas fueron cubiertas y aisladas con bolsas plásticas que impidieran la circulación de aérea de las defensas volátiles de las plantas. Las plantas que fueron estimuladas con micorrizas, posteriormente fueron sometidas al ataque de Áfidos (Pulgones), las cuales mostraron una asombrosa reacción en defensa cuyo mensaje se transmitió en cadena a todas las plantas que estuvieran en contacto con las raíces micorrizadas, mientras que las plantas no micorrizadas fueron severamente atacadas por las plagas hasta morir.
     Estos experimentos son una prueba más de la complejidad de nuestros ecosistemas y que apenas estamos empezando a comprender, que van mucho más allá de un simple asunto de biodiversidad, que existen complejas sociedades ecológicas que resultan poseer sistemas de inteligencia altamente sofisticados y que dentro de estos, existen idiomas y lenguajes secretos que apenas estamos empezando a descifrar. Hemos vivido bajo la arrogancia de querer buscar vida inteligente en otros planetas, cuando en realidad no hemos sido lo suficientemente inteligentes para entender la que ya está en nuestro planeta, y que de pronto parece rebasar nuestras propias capacidades, y nos hace ver que lo que nosotros creemos que es la verdad de nuestro planeta, no es más que una mera interpretación cultural propia de nuestra limitada capacidad para ver y percibir nuestro medio, ya que solamente lo podemos ver a través de los ojos de nuestra especie.

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8/05/2016

JORGE CARRIÓN
La memoria de los árboles


La naturaleza lleva una contabilidad exacta del tiempo

     El cuerpo humano no registra la fecha de sus heridas. Examinando la cicatriz de tu pierna, la ciencia no puede determinar en qué año te caíste de la bicicleta; la biopsia no revela la antigüedad de un cáncer. Los cuerpos de los árboles, en cambio, recuerdan las glaciaciones, las plagas, los incendios o terremotos: todos y cada uno de los intentos de invasión que han sufrido a lo largo de sus vidas. Esa información está grabada con precisión en sus anillas concéntricas. La dendrocronología es la ciencia que estudia esas fiables bases de datos. Fue fijada como disciplina académica por A. E. Douglass, fundador en 1937 del Laboratorio de Investigación de los Anillos de los Árboles en la Universidad de Arizona, que todavía sigue siendo el más importante del mundo.
     Pero que un árbol no nos impida ver el bosque: lo importante es que Douglass creó escuela. Sus métodos enseguida se expandieron hacia la arqueología (muchas construcciones primitivas estaban hechas con madera), la hidrología (los árboles también registran los flujos de agua) y sobre todo la climatología (las plantas son puertas de acceso a las cuatro estaciones de cada uno de los últimos cientos o miles de años pasados). Son muchas las universidades norteamericanas y del resto del mundo con departamentos especializados en dendrocronología. En el Cono Sur hay dos de gran prestigio: el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, con sede en Mendoza, Argentina, y el Laboratorio de Dendrocronología de la Universidad Austral de Chile. Allí se descubrió que, tras la norteamericana Pinus longaeva, con hasta 4.500 años de vida, el alerce es la especie más antigua del mundo: les permitió reconstruir las temperaturas en la zona de los últimos 3.622 años.
     ¿Son los árboles la piedra Rosetta que permite traducir el idioma de la naturaleza? En Suiza –territorio neutral– se encuentra el Instituto Federal para la Investigación en Bosques, Nieve y Paisaje, que impulsa diversos archivos, como la Bibliografía de dendrocronología, que indexa más de 11.000 referencias en la materia, y el Glosario multilingüe de dendrocronología, que traduce 351 términos especializados a media docena de idiomas. Le pregunto a su creadora, Michèle Kaennel, cómo fue la gestación de ese diccionario: “Por cada idioma reuní equipos de hasta 50 profesionales de distintas disciplinas y trabajamos en red, asesorados por los máximos expertos internacionales”, explica. El año pasado fue comisaria de una exposición sobre el bosque fósil que se ha encontrado en plena ciudad de Zúrich: “Con 13.000 años, justo tras el retiro de los grandes glaciares alpinos, es el más antiguo y mejor conservado de este tipo”.
     Observando microscópicamente esas anillas congeladas en el tiempo se puede acceder a un registro anual de la historia y de la prehistoria. “Próximamente, vamos a publicar en Nature un artículo con datos muy sorprendentes sobre un acontecimiento de la historia de Europa que nos han revelado las anillas de los árboles”, comenta entusiasmada. La escritura tiene unos 5.000 años de vida. Pero mucho antes de que los seres humanos inventáramos alfabetos, la naturaleza llevaba una contabilidad exacta del tiempo dibujando círculos en la leña y la savia. En ese idioma está escrito el auténtico Antiguo Testamento: cada una de las antiguas glaciaciones y diluvios e incendios.

INFORMCIÓN: http://elpais.com/elpais/2016/03/11/eps/1457701994_780018.html
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7/12/2016

JAVIER CONDE 
La "seca" de las dehesas

     Su presencia no es nueva en las dehesas de la Península. Se remonta a décadas atrás y sigue siendo un problema de salud forestal de primer orden. Capaz de devorar hectáreas enteras de bosque mediterráneo.
      La ‘seca’ provoca la muerte de encinas y alcornoques. En realidad la seca es solo el síntoma de una enfermedad que tiene varios agentes. El elemento protagonista por encima del resto es un hongo microscópico llamado fitóftora (Phytophthora). Su presencia provoca la pudrición de las raíces e impide la absorción del agua y de sales minerales del suelo. 
      Explica  Celestina Pérez, ingeniera técnica agrícola del Instituto del Corcho, la Madera y el Carbón Vegetal de Extremadura que la fitóftora es un verdadero cáncer para los montes y dehesas de la región. Un patógeno que debilita la raíz hasta la asfixia, que al mismo tiempo favorece que ataque otras enfermedades.
Se ven afectados especialmente encinas y alcornoques, aunque también otras especies como el castaño. A día de hoy siguen sin encontrar un elemento capaz de curar este cáncer más allá de las medidas de precaución. El hongo coloniza diferentes focos de la región, aunque también está con fuerza en Andalucía, Castilla-La Mancha o Portugal.


     Frente a este problema ambiental de primer orden científicos de varias universidades y centros de investigación han unido sus fuerzas para encontrar el antídoto capaz de frenar sus efectos. Un proyecto de investigación con la participación de los centros de investigación agraria de Extremadura y Andalucía: CICYTEX e IFAPA, junto con las Universidades de Extremadura y Córdoba y la empresa Tragsa.
      El grupo de trabajo se pone como meta el control de la enfermedad de la seca y se desarrollará en los próximos tres años, bajo un presupuesto de 496.000 euros financiados por INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria).
Viene de países tropicales
      La fitóftora es originaria de países tropicales y subtropicales, aunque las condiciones más idóneas para su crecimiento se producen con temperaturas entre los 20° y 32°, lo que determina su expansión en el clima mediterráneo según detalla CICYTEX.
     En Extremadura ha encontrado las condiciones idóneas hasta hacerse fuerte en dehesas del Cruce de las Herrerías, en el entorno de Alcuéscar en la provincia cacereña, o la zona de Manchita en Badajoz.
     Uno de los objetivos que se marcan los técnicos es el de hacer un censo real que permita determinar científicamente los focos y su afección mediante medios aéreos. Resulta complejo definir qué porcentaje de la seca afecta a la dehesa, teniendo en cuenta que en Extremadura la superficie alcanza el 31% del territorio regional. Mientras que en Andalucía, también muy afectada por la seca, representa el 16 por ciento.
     También es fundamental en su proyecto la selección de especies que permita repoblar zonas con material genéticamente mejorado, y otras estrategias de control y prácticas culturales, que puedan ser aplicadas por gestores, propietarios de dehesas y técnicos y trabajadores forestales relacionados con este sector, algo que se marca el proyecto de científicos.

Imágenes captadas en el laboratorio de IPROCOR en las que se analiza el comportamiento de la Fitóftora (Phytophthora cinnamomi) / http://iprocor.gobex.es/
      
Un problema que viene de antaño
      La seca es un fenómeno del que hay constancia ya desde finales del siglo XIX, aunque ha tenido una mayor virulencia desde los años 70, cuando ya hay informes que hablan del problema --en esos momentos aún no se había detectado el motivo que podía estar detrás--.
      Es fundamental evitar su propagación porque no existe un antídoto que pare el hongo. Y se da la paradoja de que el agente principal es el ser humano, que puede propagarlo mediante la ganadería, los vehículos, los aperos de laboreo o incluso el propio calzado. Es por ello que  el centro de investigación agrario de Extremadura aconseja a los propietarios una batería de medidas para evitar que sus efectos avancen.
     Uno de los factores que favorece la expansión del hongo es la humedad, siendo un elemento clave para el avance del patógeno. Ante ello se aconseja no realizar trabajos con abundante humedad primaveral.
     Se refiere además la técnico Celestina Pérez a la reducción de la carga ganadera sobre las zonas afectadas, y evitar los movimientos de tierra como el arado en los terrenos afectados. El motivo es que el patógeno está en el suelo y al mover la tierra se puede propagar.
     Otra de las prácticas que puede llegar a ser una verdadera “metralla” es cortar el árbol y arrastrarlo para retirarlo. Un gran error según traslada teniendo en cuenta que así no se llega a retirar la raíz por completo, y también porque al arrastrarlo sobre la tierra se está propagando el hongo. La recomendación es la de no cortar el árbol.
     Del mismo modo hay que tener en cuenta que en ocasiones la planta viene infectada directamente desde el vivero, lo que significa que ya nace herida de muerte. Ya existen dípticos con información y medidas para los viveros, pero lo más importante es que para hacer reforestaciones se tomn precauciones y se haga con viveros de confianza, con garantías.

Las precauciones como modo de propagación

     Ante la ausencia de antídoto son los propios afectados los que tienen que tomar las precauciones. Algo que no siempre ocurre y hace que los síntomas no mejoren. Es como si se le pide a un enfermo de cáncer que tome precauciones y no lo hace, lo que lógicamente se traduce en que la enfermedad empeora. La toma las precauciones implica lógicamente en muchos casos suponen dejar de ganar dinero, pero a la larga puede ser un elemento determinante para parar la seca de la encina según apunta el centro agrario CYCITEX.

INFORMACIÓN 
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6/29/2016

GUÍA DE MONTE
Cómo diferenciar los Pinos (Pinus sp.)

1.- Las hojas del pino son:

• Planas - No es un pino.
• En forma de aguja (aciculadas) - Ir a 2

2.- ¿Cómo se agrupan las acículas del pino?

• Se insertan aisladamente - No es un pino, posiblemente se trata de una especie de la misma familia y otro género, posiblemente un abeto o un cedro. 
• Grupos de dos - Ir a 3.
• Grupos de tres - Ir a 8.
• Más de tres - Es un pino, pero se trata de una especie no recogida en la clave.

3.- Las acículas del pino son:

• Cortas, generalmente menores de 6 centímetros - Ir a 4.
• Largas, generalmente mayores de 8 centímetros - Ir a 5.

4.- ¿A qué descripción se asemeja el pino?

• La corteza se desprende en la parte superior del tronco en delgadas láminas de color rosado
- Pinus sylvestris [Pino Albar, Pino silvestre. Pino albar, Pino royo. Pino rojo.]


• La corteza es negruzca y las piñas acaban en forma de gancho
 - Pinus mugo subsp. uncinata [Pino negro, Pino moro]
 (El pino mugo Pinus mugo subsp. Mugo es una variedad de menor porte y las piñas son con menos uña y simétricas.)



• Ninguna es correcta - Es un pino, pero se trata de una especie no recogida en la clave. 

5.- ¿Cómo son las piñas?

• Alargadas y pequeñas, menos de 8 centímetros de longitud - Ir a 7.
• Globosas o alargadas pero grandes, más de 8 centímetros y generalmente 12 o más - Ir a 6.

6 - El porte del pino es:

• Tiene porte aparasolado, piña globosa y corteza anaranjada 
- Pinus pinea [ pino piñonero, pino manso, pino doncel, pino real]


• Tiene porte irregular, piña alargada y corteza parda oscura 
- Pinus pinaster [Pino resinero, Pino negral, Pino rodeno, Pino marítimo, Pino resinífero]


• Ninguna es correcta - Es un pino, pero se trata de una especie no recogida en la clave.

7.- Las piñas:

• Tienen un pedúnculo (rabito) y las hojas son muy finas y flexibles
 – Pinus halepensis [Pino carrasco, Pino de Alepo, Pino Alepensi, Pino blanquillo, Pino borde, Pino carrasqueño]


• Carecen de pedúnculo y las hojas son rígidas
Pinus nigra [Pino negral, Pino salgareño, Pino laricio, Pino gargallo]


  • Ninguna es correcta - Es un pino, pero se trata de una especie no recogida en la clave.

8.- Las hojas del pino son:

• De color verde claro de 20 a 30 cm de longitud – Pino canario (Pinus canariensis)

• De color verde vivo de 8 a 16 cm de longitud – Pino insigne (Pinus radiata)


• Ninguna es correcta - Es un pino, pero se trata de una especie no recogida en la clave.
INFORMACIÓN: http://defebe.blogspot.com.es/2013/01/como-diferenciar-los-pinos.html

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2/23/2016


http://silvicultor.blogspot.mx/

Clareos y Claras : Aclaraciones Clarificadoras.



Es frecuente hasta la saciedad que uno lea y oiga supuestas definiciones de clara y clareo que, en lugar de atender a criterios selvícolas, solo contemplan si son o no "comerciales". Algo como....

Clareo
: Corta de mejora en la que se extraen productos sin valor comercial o en la que los costes de corta y saca exceden el valor del producto obtenido, es decir no son autofinanciables. 
y por oposición:
Clara: Corta de mejora en la que se extraen productos con valor comercial o en la que los costes de corta y saca son inferiores el valor del producto obtenido, es decir son autofinanciables. 
Demostremos lo incorrecto de esta aproximación por "reducción al absurdo". Para ello supongamos una corta de mejora de un determinado rodal en la que extrajéramos un volumen V cuyo precio unitario en cargadero fuera P y sus costes unitarios de corta y saca fueran C

Supongamos que, ejecutada en Diciembre de 2014, tuvimos:
P1 - C1 > 0 
(según las definiciones de arriba, hicimos una CLARA)

En Enero de 2015, hubo una bajada en los precios de compra Pde forma que a igualdad de volúmenes y costes:

P2 - C1 < 0  
(es decir si hubiéramos ejecutado la corta un mes después, hubiéramos hecho un CLAREO)

Si en Febrero de 2015, como consecuencia de la bajada del precio de los combustibles los costes hubieran sido C2 < C1 de forma que :

P2 - C2 > 0  
(Haciendo lo mismo, gracias a la OPEP, volvería a ser una CLARA)

Si en el rodal contiguo, de iguales características de masa, pero con mayor pendiente, ejecutáramos una corta idéntica, es posible que los costes fueran mayores y volviera a ser un clareo. Si en un regenerado de Picea elimináramos un 20% de los pies, sería clareo excepto, si por la cercanía de la Navidad pudiéramos venderlos como árboles navideños, lo que a lo mejor nos convertía la operación en una clara. ¿está claro?

En resumen, no tiene sentido selvícola, definir las operaciones en función del supuesto valor de los productos, o de su "comercialidad". Dos operaciones idénticas sobre masas idénticas no pueden denominarse de diferente forma en función de factores ajenos a la masa. Para definir correctamente estos trabajos selvícolas hay que "mirar siempre desde la masa forestal".  Para ello nada mejor que recurrir a las "Clases Naturales de Edad".

De esta manera definiremos, de manera análoga a como hace Serrada (2008) y la SECF (2005):
Clareo: Corta de mejora de la masa principal en los estados de repoblado y monte bravo.
Clara: Corta de mejora de la masa principal en los estados de latizal y fustal.
¿Que lo más probable es que el clareo sea deficitario y que es posible que, a veces en la clara se obtengan productos cuya venta compense los costes (y aún con suerte le ganemos algo)? Si, pero, no siempre, y no en todos los casos, lo que podrán llevar a absurdos como los ilustrados arriba.

Referencias:

12/10/2014

¿CÓMO BORRAN LAS PLANTAS LA MEMORIA DEL INVIERNO?

     Un estudio publicado en ‘Nature’, cuyo autor principal es el investigador del CBGP Pedro Crevillén, descubre los mecanismos genéticos que facilitan la floración en el momento adecuado.
Las plantas deciden cuándo florecer en respuesta a las condiciones ambientales mediante una compleja red de señalización génica. En diversas especies vegetales, la floración requiere que la planta haya estado expuesta a períodos prolongados de frío. Este proceso se conoce como vernalización y es crucial para muchas especies de interés agrícola como el trigo, la cebada y toda la familia de la brasicáceas (mostaza, coles, brócoli).
     Las plantas vernalizadas son capaces de recordar el invierno y mantener silenciado un represor floral durante el posterior crecimiento a temperaturas más altas en la primavera. Esta “memoria epigenética” es borrada y el represor floral se reactiva durante la formación de la semilla. El proceso garantiza que la siguiente generación de plantas requiera de un proceso de vernalización para florecer. Sin embargo, los mecanismos genéticos que controlan este proceso de borrado permanecían desconocidos.
      La epigenética se refiere a marcas químicas heredables que modifican la actividad del genoma sin alterar la secuencia del ADN. Por ejemplo, los gemelos comparten la misma secuencia de ADN, pero un análisis fino de su genoma revela que está marcado de forma diferente por marcas epigenéticas que se acumulan a lo largo de nuestra vida. Esto explica en parte las diferencias que observamos entre ellos.
      En la planta modelo Arabidopsis thaliana se sabe que durante el invierno se produce el silenciamiento de un gen llamado FLC que actúa como represor de la floración. Tras la vernalización, este represor permanece silenciado por mecanismos epigenéticos en ausencia del frio permitiendo que las plantas florezcan en primavera. Luego, el gen se reactiva en las semillas y las nuevas plantas vuelven a requerir pasar el invierno (vernalizar) para florecer.


zoom

     La vernalización es un proceso de una gran importancia a nivel agronómico para numerosos cultivos. En el caso del trigo, existen variedades que se siembran en distintas épocas del año según su requerimiento de vernalización. Actualmente, debido a los efectos del cambio climático, hay inviernos que son menos fríos que antaño y, por tanto, al no florecer los cultivos en el momento correcto disminuyen la producción. Para Crevillén, los resultados de su estudio, dirigido por Caroline Dean, del John Innes Centre (Reino Unido), permitirán obtener variedades de plantas más productivas en las condiciones ambientales actuales.
     El trabajo, publicado en Nature con el título “Epigenetic reprogramming that prevents transgenerational inheritance of the vernalized state”, caracteriza  a nivel molecular el proceso de borrado de la memoria epigenética de la vernalización. En el mismo se demuestra que el gen ELF6 es necesario para el borrado de esta memoria epigenética del represor floral.
El proceso de esta investigación fue posible gracias al aislamiento de un mutante en el gen ELF6, que recordaba la vernalización. Este mutante es uno de los pocos ejemplos de herencia transgeneracional epigenética que se ha investigado en las plantas.
     “Este trabajo recuerda a las ideas de Lysenko, el botánico soviético que sostuvo que la progenie de trigos  vernalizados  florecerían y aumentarían su producción”, afirma Crevillén. “Sin embargo, estaba equivocado y hoy sabemos que la vernalización es necesaria en cada generación”.


Los cambios epigenéticos  afectan también a los humanos

     Los científicos han descubierto recientemente que la herencia transgeneracional no solo afecta a las plantas, sino también a los animales y, por tanto, a los humanos. En un principio, se pensaba que los cambios epigenéticos solo podían ser heredados de célula a célula en un mismo organismo, pero no de una generación a otra, es decir, de padres a hijos. Sin embargo, numerosos estudios sugieren actualmente que hay una pequeña parte de esta información epigenética que no se borra y se transmite a la descendencia. Por ejemplo, que la desnutrición en madres gestantes origina cambios epigenéticos que no solo afectan a sus hijos, sino que tienen consecuencias en el crecimiento de los nietos. Se trata de un tema de gran actualidad del que se conoce muy poco y que está concitando un gran interés en la comunidad científica mundial.
     El siguiente paso para completar el estudio sería, en opinión de su autor principal, profundizar aún más en los mecanismos de cómo las plantas regulan su floración en respuesta a cambios en la temperatura ambiental. “Estos estudios cobran mayor importancia en la actualidad si queremos prevenir los efectos adversos del cambio climático, pues sabemos que el aumento de la temperatura provoca cambios epigenéticos en genes reguladores de la floración”, declara Crevillén, quien ha sido recientemente seleccionado dentro del programa Ramón y Cajal para continuar con sus investigaciones.

Artículo Original:
Crevillén, P; Yang, H; Cui, X; Greeff, C; Trick, M; Qiu, Q; Cao, X; Dean, C. "Epigenetic reprogramming that prevents transgenerational inheritance of the vernalized state". Nature. DOI:10.1038/nature13722
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