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1/30/2025

PABLO NERUDA (Chile, 1904-1973)
Sólo el hombre


Yo atravesé las hostiles
cordilleras,
entre los árboles pasé a caballo.
El humus ha dejado
en el suelo
su alfombra de mil años.

Los árboles se tocan en la altura,
en la unidad temblorosa.
Abajo, oscura es la selva.
Un vuelo corto, un grito
la atraviesan,
los pájaros del frío,
los zorros de eléctrica cola,
una gran hoja que cae,
y mi caballo pisa el blando
lecho del árbol dormido,
pero bajo la tierra
los árboles de nuevo
se entienden y sé tocan.
La selva es una sola,
un solo gran puñado de perfume,
una sola raíz bajo la tierra.

Las púas me mordían,
las duras piedras herían mi caballo,
el hielo iba buscando bajo mi ropa rota
mi corazón para cantarle y dormirlo.
Los ríos que nacían
ante mi vista bajaban veloces
y querían matarme.
De pronto un árbol ocupaba el camino
como si hubiera
echado a andar y entonces
lo hubiera derribado
la selva, y allí estaba
grande como mil hombres,
lleno de cabelleras,
pululado de insectos,
podrido por la lluvia,
pero desde la muerte
quería detenerme.
Yo salté el árbol,
lo rompí con el hacha,
acaricié sus hojas hermosas como manos,
toqué las poderosas
raíces que mucho más que yo
conocían la tierra.
Yo pasé sobre el árbol,
crucé todos los ríos,
la espuma me llevaba,
las piedras me mentían,
el aire verde que creaba
alhajas a cada minuto
atacaba mi frente,
quemaba mis pestañas.
Yo atravesé las altas cordilleras
porque conmigo un hombre,

otro hombre, un hombre
iba conmigo.
No venían los árboles,
no iba conmigo el agua
vertiginosa que quiso matarme,
ni la tierra espinosa.
Sólo el hombre,
sólo el hombre estaba conmigo.
No las manos del árbol,
hermosas como rostros, ni las graves
raíces que conocen la tierra
me ayudaron.
Sólo el hombre.
No sé cómo se llama.
Era tan pobre como yo, tenía
ojos como los míos, y con ellos
descubría el camino
para que otro hombre pasara.
Y aquí estoy.
Por eso existo.

Creo
que no nos juntaremos en la altura.
Creo
que bajo la tierra nada nos espera,
pero sobre la tierra
vamos juntos.
Nuestra unidad está sobre la tierra.

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11/28/2024

PAULINA ABRAMOVICH, Newsweek, Abril/2023
El ‘Gran Abuelo’, un árbol milenario considerado una cápsula del tiempo


Este árbol de 28 metros de altura y cuatro de diámetro está en proceso de ser certificado como el más viejo del planeta con más de 5,000 años.
       En un bosque en el sur de Chile, protegido de incendios y la tala que diezmaron a la especie, un gigantesco alerce, conocido como el “Gran Abuelo”, ha sobrevivido miles de años. Su tronco encapsula valiosa información para la ciencia frente a la adaptación al cambio climático.
       El “Gran Abuelo”, un árbol de 28 metros de altura y cuatro de diámetro, está en proceso de ser certificado como el más viejo del planeta con más de 5,000 años, mayor al pino Matusalén de Estados Unidos —de 4,850 años—, reconocido como el más anciano del mundo.
      “Es un sobreviviente. No hay ningún otro que haya tenido la oportunidad de vivir tanto”, dice frente a él Antonio Lara, investigador de la Universidad Austral y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia de Chile, parte del equipo que estudia la edad de este árbol.
      Al filo del barranco donde está ubicado, en la región de Los Ríos, a 800 kilómetros al sur de Santiago, esquivó el fuego y la sobreexplotación de esta especie endémica del sur del continente americano, donde por siglos su madera —extremadamente resistente— se usó para construir casas y embarcaciones. Su tronco grueso y sinuoso, que solo puede ser rodeado por varias personas, está tapizado de musgos y líquenes.
      Convive con pájaros como el chucao o el peuquito, con ranitas de Darwin, lagartijas y otros árboles menos longevos como coigües, mañíos o tepas. En los últimos años han llegado turistas para fotografiarse con el “árbol más antiguo del mundo”.
      Tras una hora de caminata por un sendero atravesado por las raíces de un tupido bosque de alerces más jóvenes (de 300 a 400 años), asoma el “Gran Abuelo”. A raíz de su fama, la Corporación Nacional Forestal debió aumentar los guardaparques y restringir las visitas para protegerlo.
     El guardabosque Aníbal Henríquez encontró al alerce milenario mientras patrullaba en 1972. Falleció de infarto16 años después cuando vigilaba a caballo por el mismo bosque.
“No quería que la gente y los turistas supieran (donde estaba el árbol) porque sabía que era muy valioso”, narra su hija, Nancy Henríquez, guarparques igual que él.
     El nieto de Aníbal, Jonathan Barichivich, creció jugando entre alerces y hoy es uno de los científicos que estudia esta especie. Actualmente, trabaja en el Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medio Ambiente de París. En 2020, investigando sobre cambio climático, extrajo junto a Antonio Lara una muestra del árbol usando el taladro manual más largo que existe, pero no llegaron al centro.
     Con el pedazo extraído estimaron que tenía 2,400 años y a través de un modelo predictivo completaron lo que faltaba. “El 80 por ciento de las posibles trayectorias entregan que el árbol tendría 5,000 años”, dice Barichivich, que espera publicar pronto su investigación.
     El estudio generó expectación en el mundo científico, pues la “Dentrocronología” (que estudia la edad de los árboles a través de los anillos del tronco) tiene limitaciones a la hora de medir ejemplares más antiguos, ya que muchos tienen el centro podrido.
      Mientras se determina si destrona al Matusalén, el “Gran Abuelo” entrega valiosa información: “No sólo se trata de su edad, hay muchas otras razones que le dan valor y sentido a este árbol y la necesidad de protegerlo”, plantea Lara.
     Hay muy pocos árboles milenarios en el planeta. La mayoría tiene menos de 1,000 años y poquísimos sobre 2,000 o 3,000. “Los árboles muy antiguos tienen genes y una historia muy especial, porque son símbolos de resistencia y de adaptación. Son los mejores atletas de la naturaleza”, describe Barichivich.
     “Son como un libro abierto y nosotros somos los lectores que leemos cada uno de sus anillos”, explica por su parte Carmen Gloria Rodríguez, asistente de investigación del Laboratorio de Dentrocronología y Cambio Global de la Universidad Austral.
     Las páginas de este libro muestran años secos (con anillos más angostos) y lluviosos (más anchos). Quedan registrados también los incendios y terremotos, como el más potente registrado en la historia de la humanidad que sacudió a esta región de Chile en 1960.
     Como testigo de los últimos 5,000 años, el alerce milenario es considerado también una gran “capsula del tiempo” que almacena información sobre el pasado y cómo estos árboles han logrado adaptarse a los cambios del clima y su entorno. “Si estos árboles desaparecen, desaparece con ellos una clave importante de cómo la vida se adapta a los cambios del planeta”, plantea Barichivich.
     Mientras la ubicación exacta del Matusalén se mantiene en reserva para protegerlo, el “Gran Abuelo” puede ser visitado previo registro. “Es un árbol muy antiguo y solo por existir debería ser ya suficiente para cuidarlo”, destaca Barichivich.

Lo hemos leído aquí

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3/21/2022

Día de la Poesía y los Bosques

JORGE TEILLIER (Chile, 1935-1996)
Olvido


¿Has olvidado que el bosque es tu hogar?
¿Que el bosque grande, profundo y sereno
te espera como un amigo?
Vuelve al bosque

Allí aprenderás a ser de nuevo un niño.

¿Por qué te olvidaste que el bosque es tu amigo?

Los caminos de las hormigas bajo el cielo,
el estero que te daba palabras luminosas,
el atardecer con el que juegas con la lluvia.

¿Por qué lo has olvidado?

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5/09/2020

Araucarias en peligro

TELE13 CHILE
Araucarias: Dinosaurios de la botánica en peligro de extinción
     Ricardo Meliñir muestra orgulloso uno de los pocos bosques adultos de araucarias que quedan en Chile gracias a una dura batalla que libró su pueblo, los pehuenches, contra las madereras, que junto al cambio climático acechan a este dinosaurio de la botánica.
     "Incalculable la edad de estas araucarias", dice este hombre de 63 años curtido por el viento y el frío, mientras señala a una gigantesca que cayó este invierno vencida por el peso de la nieve y los años.
     En Quinquén, una localidad en la región de La Araucanía, sólo el 40 por ciento del bosque de araucarias es virgen, cuenta Meliñir, lonko (jefe) de esta comunidad pehuenche.
     En 1991, con el primer gobierno de la democracia tras la dictadura, los pehuenches recuperaron sus tierras
sagradas para los mapuches, aunque las madereras habían talado parte de estas coníferas, cuyo origen se remonta a unos 260 millones de años.

    Expulsados de este territorio por una erupción del volcán Lonquimay en 1940, cuatro hermanos regresaron a partir de 1973 para reclamar las tierras que pertenecieron a sus antepasados y que habían sido ocupadas por las madereras.
     En la actualidad, medio centenar de familias —unas 200 personas que llevan todas el apellido Meliñir— viven desperdigadas por el primer territorio indígena de conservación desarrollado en Chile, de unas 10 mil hectáreas.
     Pero el cambio climático que favorece los incendios, la destrucción del bosque nativo y la extracción masiva de piñones —considerados un producto gourmet— han convertido a estas "torres de Chile", como las describía en su Oda a la Araucaria el Nobel de Literatura chileno Pablo Neruda, en especies altamente vulnerables.

Cambio climático ¿nueva amenaza? 
     Los investigadores luchan contra el tiempo para identificar una nueva enfermedad que se abate sobre las araucarias desde hace unos años y que podría tratarse de los efectos del cambio climático, pues la falta de lluvias favorecería la aparición de uno o varios hongos que empiezan secando las ramas y terminan matando al árbol, en particular los ejemplares más jóvenes. El 2 por ciento de los árboles del 90 por ciento afectados ha muerto. A ello se suman los incendios cada vez más frecuentes, como el que consumió más de medio millón de araucarias en la Reserva Nacional China Muerta en 2015; además de su lento crecimiento, y que se trata de una planta diódica, es decir que requiere la coexistencia de árboles machos y hembras para polinizarse.
     Polinizada por la acción del viento, la araucaria posee una especie de flores masculinas
de color castaño oscuro, que se ubican en la terminación de las ramas, y las femeninas, de color verde amarillento, que "pololean", como dice Meliñir, en la primavera boreal. En marzo y hasta que caen las primeras nieves en abril, producen sus frutos.
Hay que esperar entre 20 y 25 años para que esta gimnosperma empiece a dar sus primeras semillas.

     El académico Rubén Carrillo, de la Universidad de la Frontera, urge al ministerio de Medio Ambiente para que incluya a este árbol de largas ramas horizontales, declarado monumento nacional en 1976, que puede llegar a medir hasta 60 metros de altura y 3 metros de diámetro, en la lista de especies en peligro de extinción. "¡Lo único que falta es que el decreto aparezca en el diario oficial!", exclama frustrado, tras recordar que es la única araucaria de las 17 especies que se conocen que se asocia a los pueblos originarios y la única que se da en clima templado.
     En los últimos años, los bosques de esta especie nativa del sur de Chile y Argentina se han reducido a unas 260.000 hectáreas solo en Chile, repartidas entre las cordilleras de los Andes y la de la costa o Nahuelbuta, las más amenazada, desde La Araucanía hasta Los Ríos.
 

Atractivo local
     Para la comunidad pehuenche, "el piñón de la araucaria es el único sustento, la única agricultura que tenemos aquí", explica René Meliñir, hijo del lonko y con formación de cocinero. De este fruto alargado se elaboran bebidas, harina, se comen cocidos, asados y en la cocina de fusión hacen mermelada de piñón, kuchen o tortas. "Tiene muchas proteínas y calorías, no contiene sodio ni gluten, lo que los hace más saludables", asegura.


     Al amparo de las araucarias, una parte de la comunidad de Quinquén quiere abrirse al ecoturismo para diversificar los magros ingresos que obtienen de la agricultura y ganadería de subsistencia que todavía practican.

  Unos 200 turistas, la mayoría franceses, llegaron el pasado año, cuenta Alex Meliñir, presidente de la cooperativa, integrada por una quincena de socios, dispuestos a mostrar al mundo la esencia de esta comunidad que solo aspira al respeto y la conservación del medio ambiente, como lo hacían sus antepasados.
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2/28/2019

EDUARDO LLANOS MELUSA (Chile, 1956)
El árbol genealógico






heme
pues aquí
soy el frondoso
árbol genealógico
de toda poesía vieja o nueva
sea adánica edénica o satánica
algunas de mis hojas caen es cierto
pero esponjan la tierra se hacen abono
mis mejores frutos estallan sobre las cabezas
de quienes se van por las ramas ramoneando
o de quienes dormitan y roncan bajo mi sombra
la verde verdad de mi follaje busca más y más cielo
por eso mis raíces se hunden en el subsuelo
acepto riegos y podas mis pájaros cantan
me olvido de esos que acuchillan mi corteza
borro sus nombres mientras voy creciendo
me asustan los hacheros que cumplen
órdenes municipales o ministeriales
¿qué daño hago yo a nadie?
A TI QUE MIRAS
TE RUEGO
RESPETAR
Y AMAR
CADA
RAMA
TODA
HOJA
CADA
HIJA
TODO
NUDO
DE MI
TRONCO
Y POR FAVOR
NUNCA ORINES
AQUÍ EN MIS RAÍCES

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1/22/2018

LEO PRIETO
El mayor tesoro de Chile, del diario "Opinión"

     Con más de 3646 años de edad, el árbol más longevo de todo el hemisferio sur y el tercero más antiguo en todo nuestro planeta, se encuentra en Chile, Región de Los Ríos, provincia de Valdivia.
     Desde pequeño siempre escuchaba que en Chile crecían algunos de los árboles más antiguos del planeta, pero recién hoy me enteré a cuantos milenios se referían. En este rincón del planeta existe una especie única que la comunidad endémica llama lahuán o lawal, aunque casi todos lo conocen como alerce patagónico (Fitzroya cupressoides). A pesar de su nombre, no tiene ningún parentesco con los alerces del hemisferio norte, razón por lo que en esa parte del mundo lo llaman ciprés patagónico. Pero aquí le diremos simplemente, alerce.     
     En 1993, los científicos Antonio Lara y Ricardo Villalba de la Universidad Austral de Chile en Valdivia, estaban buscando registros de precipitación y temperatura para una investigación sobre el cambio climático. Aunque existen registros bastante completos en el hemisferio norte, en esta parte del mundo con suerte se empezó a documentar hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Por lo tanto una de las formas más comunes de realizar una investigación cronológica es obteniendo muestras de los anillos de los árboles más antiguos.
     Fue así como descubrieron al “Gran Abuelo”, un alerce en el Parque Nacional Alerce Costero en la Región de Los Ríos, que al momento de fechar tenía 3622 años.
Si estás leyendo esto en 2018, significa que hoy tiene 3647 años.
El Gran Abuelo mide 30 metros de alto y 11 de perímetro. Crece apenas 1 mm por año. Foto: Rodrigo Jiménez M.
     Hay sólo dos árboles vivos con mayor antigüedad confirmada. Ambos son Pinus longaeva de California, Estados Unidos. El primero con 5062 años y el segundo, bautizado Matusalén, con 4845 años, ambos más antiguos que las pirámides de Egipto.
     Pero hay otro dato de la investigación de Lara y Villalba que es impresionante. En su investigación, también tomaron muestras de los tocones de árboles talados entre 1970 y 1975, últimos años en que su corte era legal
.
     Examinaron 38 árboles con edades calculadas entre 325 y 2248 años. Reitero, el alerce más joven que examinaron tenía más de 3 siglos de edad. De hecho esa investigación concluyó que eso convertía a esta especie en la planta más longeva después del Pinus longaeva. Desde 1976 es ilegal talar un Fitzroya cupressoides en Chile, pero aunque todavía existen talas ilegales de ejemplares que fácilmente pueden tener varios siglos de antigüedad, por suerte está disminuyendo.
El Parque Nacional Alerce Costero -Los Ríos- tiene una extensión de 24.694 hectáreas, 74 km al sur de Valdivia. Foto: Sernatur Los Ríos
     En 2012 las tierras donde se encuentra el Gran Abuelo, junto a varios otros alerces que superan los 2000 años de edad, fue declarado el Parque Nacional Alerce Costero gracias a la donación de casi 10.000 hectáreas de la fundación estadounidense The Nature Conservancy (TNC) al Estado de Chile.
     Probablemente existan ejemplares aún más antiguos que el Gran Abuelo, por lo que es importante nunca olvidarnos que Chile es el hogar de varios de los seres vivos más antiguos del planeta. Sumado eso a nuestros glaciares, que representan un tercio de las reservas mundiales de agua dulce, nos recuerda que nuestro patrimonio natural es fácilmente el mayor tesoro que debe cuidar Chile para el mundo.
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     Este otro artículo del periódico "La Nación" de Argentina también habla de otro árbol insigne:  "El Alerce Abuelo, un árbol de 2600 años en Esquel".
     Excursión fantásticamente dominguera. Lo pintan maravilloso pero en realidad apenas se puede ver el alerce. Te dejan cinco minutos, hay otros turistas en la cola y te obligan a marcharte rápidito. Imposible una foto de recuerdo en soledad... cosas de nuestros tiempos.
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9/23/2016

PABLO NERUDA (Chile, 1904-23 de Sept. 1973)
Oda al Bosque de las Petras

Por la costa, entre los
eucaliptos azules
y las mansiones nuevas
de Algarrobo,
hay un bosque
solemne:
un antiguo
puñado de árboles
que olvidó la muerte.

Los siglos
retorcieron
sus troncos, cicatrices
cubrieron cada rama,
ceniza y luto
cayeron sobre sus antiguas copas,
se enmarañó el follaje
de uno y otro
como telas titánicas
de araña
y fueron los ramajes como dedos
de agonizantes verdes
anudados
unos con otros y petrificados.

El viejo bosque vive
aún, alguna nueva
hoja asoma en la altura,
un nido
palpitó
en la primavera,
una gota
de resina fragante
cae en el agua y muere.

Quieta, quieta es la sombra
y el silencio compacto
es
como
cristal negro
entre los viejos brazos
de los desfallecidos candelabros.
El suelo se levanta,
los pies nudosos se desenterraron
y son muertos de piedra,
estatuas rotas, huesos,
las raíces
que afloraron a la tierra.

De noche
allí el silencio
es un profundo lago
del que salen
sumergidas
presencias,
cabelleras
de musgos
y de lianas,
ojos
antiguos
con
luz
de turquesa,
cenicientos lagartos olvidados,
anchas mujeres locamente muertas,
guerreros
deslumbradores,
ritos
araucanos.

Se puebla el viejo bosque
de las Petras
como un salón
salvaje
y luego
sombra,
lluvia,
tiempo,
olvido
caen
apagándolo.

Los invisibles seres
se recogen
y el viejo bosque
vuelve
a su inmovilidad, a su solemne
virtud de piedra y sueño.

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Ode to the Bosque de las Petras    
(Traducción de Paul Scott Derrick)

Somewhere on the coast, between the
purple eucalyptus
and the newer mansions
of the carob tree,
a solemn forest
stands:
an ancient
handful of trees
that death forgot.

The centuries
have twisted
their trunks, scars
have covered every branch,
ash and mourning
have sifted through their ancient crowns,
all of the leaves
are tangled and twined
like gigantic spider
webs
and the limbs, like fingers
of agonizing green,
have slowly gnarled together
and knotted up, and petrified.

But the agéd forest is still
alive: a new leaf
sometimes struggles to the light,
a nest
shook its branch
in the spring,
a drop
of fragrant resin
falls into the water and dies.

Quiet, quiet is the shade
and the compact silence
is
like
black glass
on the aging arms
of forgotten candelabras.
The ground rises up,
the knotty feet have unearthed themselves –
the stony dead,
broken statues, bones,
the roots
that sifted the earth.

The silence there
at night
is a bottomless lake
where
presences
emerge,
flowing hair
of moss
and of vines,
ancient eyes
with
turquoise
light,
forgotten ashen lizards,
broad-beamed women madly dead,
dazzling
warriors,
Araucanian
rites.

The petrified
forest
fills up like
a monstrous
salon,
and later
darkness,
rain,
time
and oblivion
fall,
and the lights go out.

The invisible beings
take themselves home
and the forest
returns
to immobility, its solemn
virtue of stone and dream.
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3/24/2015

ANTONIO ÁLVAREZ BÜRGER (Chile)
Esos árboles desnudos

Qué perverso es el invierno con los árboles
desnudos y ateridos, agraviados
por la exaltación de los vendavales;
forzados a contorsionarse, extravagantes,
entre los aplausos infatuados de la lluvia,
con faroles de inoportunos ademanes
que los celan en las umbrosas avenidas
y silencios quebrajados por el llanto
de los seres traicionados.

Qué severo es el invierno con los árboles
desvestidos por las tormentas y los céfiros;
plañideros desde las cepas y los brazos
desarticulados de sus cuerpos,
suplicantes tras la postrimera furia,
como manos con lágrimas entre los dedos
brotando de la tierra.

Esos árboles desnudos y entumecidos
de todos los inviernos iracundos.
Esos tristes fantasmas profanados,
que no pueden surcar los territorios
como las aves en busca de indumento
para cobijarse.

Esos viejos árboles que vomitan resina
en los caminos lejanos,
con las entrañas abiertas a tajo de viento.
Desdichados árboles ofreciéndose
en holocausto como esculturas mutantes,
despojadas de su fronda
y de la dignidad de los árboles en primavera.

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9/23/2014

NICANOR PARRA (Chile, 1914-2018)
Defensa del árbol

Por qué te entregas a esa piedra
Niño de ojos almendrados
Con el impuro pensamiento
De derramarla contra el árbol.
Quien no hace nunca daño a nadie
No se merece tan mal trato.
Ya sea sauce pensativo
Ya melancólico naranjo
Debe ser siempre por el hombre
Bien distinguido y respetado:
Niño perverso que lo hiera
Hiere a su padre y a su hermano.
Yo no comprendo, francamente,
Cómo es posible que un muchacho
Tenga este gesto tan indigno
Siendo tan rubio y delicado.
Seguramente que tu madre
No sabe el cuervo que ha criado,
Te cree un hombre verdadero,
Yo pienso todo lo contrario:
Creo que no hay en todo Chile
Niño tan malintencionado.
¡Por qué te entregas a esa piedra
Como a un puñal envenenado,
Tú que comprendes claramente
La gran persona que es el árbol!
El da la fruta deleitosa
Más que la leche, más que el nardo;
Leña de oro en el invierno,
Sombra de plata en el verano
Y, lo que es más que todo junto,
Crea los vientos y los pájaros.
Piénsalo bien y reconoce
Que no hay amigo como el árbol,
Adonde quiera que te vuelvas
Siempre lo encuentras a tu lado,
Vayas pisando tierra firme
O móvil mar alborotado,
Estés meciéndote en la cuna
O bien un día agonizando,
Más fiel que el vidrio del espejo
Y más sumiso que un esclavo.
Medita un poco lo que haces
Mira que Dios te está mirando,
Ruega al Señor que te perdone
De tan gravísimo pecado
Y nunca más la piedra ingrata
Salga silbando de tu mano.

De Poemas y antipoemas (Santiago, Nascimento, 1954)
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8/01/2014

GABRIELA MISTRAL (Chile, 1889-1957)
Plantando el árbol

Abramos la dulce tierra
con amor, con mucho amor;
es éste un acto que encierra,
de misterios, el mayor.

Cantemos, mientras el tallo
toca el seno maternal.
Bautismo de luz da un rayo
al cono piramidal.

Le entregaremos ahora
a la buena agua, y a vos,
noble sol; a vos, señora tierra,
y al buen Padre Dios.

El Señor le hará tan bueno
como un buen hombre o mejor;
en la tempestad, sereno,
y en toda hora, amparador.

Te dejo en pie. Ya eres mío,
y te juro protección,
contra el hacha, contra el frío,
y el insecto y el turbión.

A tu vida me consagro;
descansarás en mi amor.
¿Qué haré que valga el milagro
de tu fruto y de tu flor?
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10/18/2013

EDUARDO LLANOS MELUSSA (Chile, 1956)
Poema
 
 heme
pues aquí
soy el frondoso
árbol genealógico
de toda poesía vieja o nueva
sea adánica edénica o satánica
algunas de mis hojas caen es cierto
pero esponjan la tierra se hacen abono
mis mejores frutos estallan sobre las cabezas
de quienes se van por las ramas ramoneando
o de quienes dormitan y roncan bajo mi sombra
la verde verdad de mi follaje busca más y más cielo
por eso mis raíces se hunden en el subsuelo
acepto riegos y podas mis pájaros cantan
me olvido de esos que acuchillan mi corteza
borro sus nombres mientras voy creciendo
me asustan los hacheros que cumplen
órdenes municipales o ministeriales
¿qué daño hago yo a nadie?
A TI QUE MIRAS
TE RUEGO
RESPETAR
Y AMAR
CADA
RAMA
TODA
HOJA
CADA
HIJA
TODO
NUDO
DE MI
TRONCO
Y POR FAVOR
NUNCA ORINES
AQUÍ EN MIS RAÍCES
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9/23/2013

PABLO NERUDA (Chile, 1904-1973)
Oda a la madera
Del libro: Odas elementales 

Hoy, día 23 de septiembre, se cumplen 40 años de su muerte 

Ay, de cuanto conozco
y reconozco
entre todas las cosas
es la madera
mi mejor amiga.
Yo llevo por el mundo
en mi cuerpo, en mi ropa,
aroma
de aserradero,
olor de tabla roja.
Mi pecho, mis sentidos
se impregnaron
en mi infancia
de árboles que caían
de grandes bosques llenos
de construcción futura.
Yo escuché cuando azotan
el gigantesco
alerce,
el laurel alto de cuarenta metros.
El hacha y la cintura
del hachero minúsculo
de pronto picotean
su columna arrogante,
el hombre vence y cae
la columna de aroma,
tiembla la tierra, un trueno
sordo, un sollozo negro
de raíces, y entonces
una ola
de olores forestales
inundó mis sentidos.
Fue en mi infancia, fue sobre
la húmeda tierra, lejos
en las selvas del Sur,
en los fragantes, verdes
archipiélagos,
conmigo
fueron naciendo vigas,
durmientes
espesos como el hierro,
tablas
delgadas y sonoras.
La sierra rechinaba
cantando
sus amores de acero,
aullaba el hilo agudo,
el lamento metálico
de la sierra cortando
el pan del bosque
como madre en el parto,
y daba a luz en medio
de la luz
y la selva
desgarrando la entraña
de la naturaleza,
pariendo
castillos de madera,
viviendas para el hombre,
escuelas, ataúdes,
mesas y mangos de hacha.
Todo
allí en el bosque
dormía bajo las hojas mojadas
cuando
un hombre
comienza
torciendo la cintura
y levantando el hacha
a picotear la pura
solemnidad del árbol
y éste
cae,
trueno y fragancia caen
para que nazca de ellos
la construcción, la forma,
el edificio,
de las manos del hombre.
Te conozco, te amo,
te vi nacer, madera.
Por eso
si te toco
me respondes
como un cuerpo querido,
me muestras
tus ojos y tus fibras,
tus nudos, tus lunares,
tus vetas
como inmóviles ríos.
Yo sé
lo que ellos
cantaron
con la voz del viento,
escucho
la noche respetuosa,
el galope
del caballo en la selva,
te toco y te abres
como una rosa seca
que sólo para mí resucitara
dándome
el aroma y el fuego
que parecían muertos.
Debajo
de la pintura sórdida
adivino tus poros,
ahogada me llamas
y te escucho,
siento
sacudirse
los árboles
que asombraron mi infancia,
veo
salir de ti,
como un vuelo de océano
y palomas,
las alas de los libros,
el papel de mañana
para el hombre,
el papel puro para el hombre puro
que existirá mañana
y que hoy está naciendo
con un ruido de sierra,
con un desgarramiento
de luz, sonido y sangre.
Es el aserradero
del tiempo,
cae
la selva oscura, oscuro
nace
el hombre,
caen las hojas negras
y nos oprime el trueno,
hablan al mismo tiempo
la muerte y la vida,
como un violín se eleva
el canto o el lamento
de la sierra en el bosque,
y así nace y comienza
a recorrer el mundo
la madera,
hasta ser constructora silenciosa
cortada y perforada por el hierro,
hasta sufrir y proteger
construyendo
la vivienda
en donde cada día
se encontrarán el hombre, la mujer
y la vida.
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Pablo Neruda a Matilde Urrutia

Señora mía muy amada, gran padecimiento tuve al escribirte estos mal llamados sonetos y harto me dolieron y costaron, pero la alegría de ofrecértelos es mayor que una pradera. Al proponérmelo bien sabía que al costado de cada uno, por aficción electiva y elegancia, los poetas de todo tiempo dispusieron rimas que sonaron como platería o cristal o cañonazo. Yo, con mucha humildad, hice estos sonetos de madera, les di el sonido de esta opaca substancia y así deben llegar a tus oídos. Tú y yo caminando por bosques y arenales, por lagos perdidos, por cenicientas latitudes, recogimos fragmentos de palo duro, de maderos sometidos al vaivén del agua y la intemperie. De tales suavizadísimos vestigios construí, con hacha, cuchillo, cortaplumas, estas madererías de amor y edifique pequeñas casas de catorce tablas para que en ellas vivan tus ojos que adoro y canto. Así establecidas mis razones de amor te entrego esta centuria: sonetos de madera que sólo se levantaron porque tú les diste la vida.
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3/24/2013

GABRIELA MISTRAL (Chile, 1889-1957)
La encina

                                                                 A la maestra señorita Brígida Walker
                               I

Esta alma de mujer, viril y delicada,
dulce en la gravedad, severa en el amor,
es una encina espléndida de sombra perfumada,
por cuyos brazos rudos trepara un mirto en flor.

Pasta de nardos suaves, pasta de robles fuertes,
le amasaron la carne rosa del corazón,
y aunque es altiva y recia, si miras bien adviertes
un temblor en sus hojas que es temblor de emoción.

Dos millares de alondras el gorjeo aprendieron
en ella, y hacia todos los vientos se esparcieron
para poblar los cielos de gloria. ¡Noble encina,

déjame que te bese en el tronco llagado,
que con la diestra en alto, tu macizo sagrado
largamente bendiga, como hechura divina!


                                  II

El peso de los nidos ¡fuerte! no te ha agobiado.
Nunca la dulce carga pensaste sacudir.
No ha agitado tu fronda sensible otro cuidado
que el ser ancha y espesa para saber cubrir.

La vida (un viento) pasa por tu vasto follaje
como un encantamiento, sin violencia, sin voz;
la vida tumultuosa golpea en tu cordaje
con el sereno ritmo que es el ritmo de Dios.

De tanto albergar nido, de tanto albergar canto,
de tanto hacer tu seno aromosa tibieza,
de tanto dar servicio, y tanto dar amor,

todo tu leño heroico se ha vuelto, encina, santo.
Se te ha hecho en la fronda inmortal la belleza,
¡y pasará el otoño sin tocar tu verdor!


                                  III

¡Encina, noble encina, yo te digo mi canto!
Que nunca de tu tronco mane amargor de llanto,
que delante de ti prosterne el leñador
de la maldad humana, sus hachas; y que cuando
el rayo de Dios hiérate, para ti se haga blando
y ancho como tu seno, el seno del Señor!

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1/18/2013

JUVENCIO VALLE (Chile, 1900-1999)
Roble

Cómo le nacen hojas a mi roble. 

cómo revientan flores en mis ganchos!

He sido, apenas, la raíz oscura 

y hoy el amor me da su linfa grande.

Cómo me abrasa un hálito de surco, 

y cómo tremolan mis anillos verdes!

La primavera me besó las manos 

y entre los dedos me cuajó esmeraldas.

Gloria de un pobre gajo carcomido: 

¡hoy también puedo perfumar el aire!

Decir que tengo suavidad de nido 

y lengua de seda que se apaga y arde!

Aves del cielo cobijó mi copa 

y se han vuelto cantos todas mis palabras.

Germinal de ensueños me besó la boca 

y en hojas y flores reventó el milagro!

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Juvencio Valle (1900-1999), seudónimo de Gilberto Concha Riffo, escritor chileno que nació en Villa Almagro (cerca de Nueva imperial) en el sur de Chile. Publicó su primer libro "La flauta del hombre pan" en 1929. Luego fueron apareciendo en Santiago "Tratado del Bosque" (1932), "El libro primero de Margarita" (1937), "Nimbo de piedra" (1941), "El hijo del guardabosque" (1951), "Nuestra tierra se mueve" (1960), "Del Monte a la ladera" (1960), "Estación al atardecer" (1971). Juvencio Valle fue funcionario durante largos años de la Biblioteca Nacional donde culminó su carrera como Director de Bibliotecas, Archivos y Museos durante el gobierno de Salvador Allende. Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1966.

11/24/2012


GABRIELA MISTRAL (Chile, 1889-1957)
La Madre Granada
(Plato de cerámica de Chapelle-aux-Pots.)


Contaré una historia en mayólica
(de Mateo Valderrama)
rojo-púrpura y rojo-encarnada,
en mayólica mía, la historia
de Madre Granada.

Madre Granada estaba vieja,
requemada como un panecillo;
mas la consolaba su real corona,
larga codicia del membrillo.

Su profunda casa tenía partida
por delgadas lacas
en naves donde andan los hijos
vestidos de rojo-escarlata.

Con pasión de rojeces, les puso
la misma casulla encarnada.
Ni nombre les dio ni los cuenta nunca,
para no cansarse, la Madre Granada.

Dejó abierta la puerta,
la Congestionada,
soltó el puño ceñido,
de sostener las mansiones, cansada.

Y se fueron los hijos
de la Empurpurada.
Quedose durmiendo y vacía
la Madre Granada...

Iban como las hormigas,
estirándose en ovillos,
iguales, iguales, iguales,
río escarlata de monaguillos.

A la Catedral solemne llegaron,
y abriendo la gran puerta herrada,
entraron como langostinos
los hijos de Madre Granada.

En la Catedral eran tantas naves
como cámaras en las granadas,
y los monaguillos iban y venían
en olas y olas encontradas...

Un cardenal rojo decía el oficio
con la espalda vuelta de los armadillos.
A una voz se inclinaba o se alzaba
el millón de monaguillos.

Los miraban los rojos vitrales,
desde lo alto, con viva mirada,
como treinta faisanes de roja
pechuga asombrada.

Las campanas se echaron a vuelo;
despertaron todo el vallecillo.
Sonaban en rojo y granate,
como cuando se quema el castillo.

Al escándalo de los bronces
fueron saliendo en desbandada
y en avenida bajaron la puerta
que parecía ensangrentada.

La ciudad se levanta tarde
y la pobre no sabe nada.
Van los hijos dejando las calles;
entran al campo a risotadas...

Llegan a su tronco, suben en silencio,
entran al estuche de Madre Granada,
y tan callados se quedan en ella
como la piedra de la Kaaba.

Madre Granada despertose llena
de su millón rojo y sencillo;
se balanceó por estar segura;
pulsó su pesado bolsillo.

Y como iba contando y contando,
de incredulidad, la Madre Granada,
estallaron en risa los hijos
y ella se partió de la carcajada...

La granada partida en el huerto,
era toda una fiesta incendiada.
La cortamos guardando sus fueros
a la Coronada...

La sentamos en un plato blanco,
que asustó su rojez insensata.
Me ha contado su historia, que pongo
en rojo-escarlata...

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8/27/2012

GABRIELA MISTRAL (Chile 1889-1957)
Selva austral 


Algo se asoma y gestea
y de vago pasa a cierro,
un largo manchón de noche
que nos manda llamamientos
y forra el pie de los Andes
o en hija los va subiendo...

Aunque taimada,  la selva
va poco  a poco entreabriéndose
y en rasgando su ceguera,
ya por nuestra la daremos.

Caen copihues rosados
atarantándome al  ciervo
y los blancos se descuelgan
con luz y estremecimiento.

Ella,  con  gestos  que vuelan,
se va a sí misma creciendo;
se alza, bracea,, se abaja,
echando, oblicuo, el ojeo;
abre apretadas aurículas
y otras hurta, con recelo,
y así va, la Marrullera,
llevándonos magia adentro.

Sobre un testuz y dos  frentes
ahora palpita entero
un trocado cielo verde
de avellanos y canelos,
y la araucaria negra,
toda brazo o  toda cuello.

Huele el  ulmo,  huele el pino,
y el humus huele tan denso
como fue el Segundo Día,
cuando el soplo y el fermento.
Por la merced de la siesta
todo, exhalándose, es nuestro,
y el huemul corre alocado,
o gira  y se  estruja en  cedros,
reconociendo resinas
olvidadas de su cuerpo...

Está en cuclillas el niño,
juntando piñones secos,
y espía a la selva que
mira en madre, consintiendo...
Ella como que no entiende,
pero se llena de gestos,
como que es cerrada noche
y hierve de unos siseos,
y como que está cribando
la lunada y los luceros...

Cuando es que ya sosegamos
en hojarascas y légamos,
van subiendo, van subiendo
rozaduras, balbuceos,
mascaduras, frotecillos,
temblores calenturientos,
pizcas de nido, una baya,
la resina, el gajo muerto...
(Abuela silabeadora,
yo te entiendo, yo te  entiendo...)

Deshace redes y nudos;
abaja,  Abuela,  el  aliento;
pasa y repasa las caras,
cuélate de sueño adentro.
Yo me fui sin entenderte
y tal vez por eso vuelvo,
pero allá olvido a la Tierra
y  en  bajando  olvido el  Cielo...
Y así, voy, y vengo, y vivo
a  puro desasosiego...

La  tribu de tus pinares
gime con oscuro acento
y se revuelve y voltea,
mascullando y no diciendo.
Eres una y eres tantas
que te tomo y que te pierdo,
y guiñas y silbas, burla,
burlando,  y hurtas el cuerpo,
carcajeadora que escapas
y mandas mofas de lejos...
Y no te mueves, que tienes
los pies cargados de sueño...

Se  está volteando el indio
y queda, pecho con pecho,
con la tierra, oliendo el rastro
de la chilla y el culpeo.
Que  te  sosiegues  los  pulsos,
aunque sea el puma-abuelo.
Pasarían   rumbo  al   agua,
secos y duros los belfos,
y en sellos vivos dejaron
prisa, peso  y uñeteo.

El puma sería  padre;
los  zorrillos  eran   nuevos.
Ninguno de ellos va herido,
que van a galope abierto,
y beberemos  nosotros
sobre el mismo sorbo de ellos...
Aliherido el puelche  junta
la selva como en arreo
y con  resollar  de  niño
se queda en pialas durmiendo...

Vamos a dormir, si  es dable,
tú, mi atarantado ciervo,
y mi bronce silencioso,
en mojaduras de helechos,
si es que el puelche maldadoso
no vuelve  a darnos manteo...

Que esta  noche no te corra
la manada por el sueño,
mira que quiero dormirme
como el coipo en su agujero,
con el sueño duro de esta
luna donde me recuesto.

¡Ay, qué de hablar a dos mudos
más   ariscos   que   becerros,
qué disparate no haber
cuerpo y guardar su remedo!
¡A qué dejaron voz
si yo misma no la creo
y los dos que no la oyen
me   bizquean  con  recelo!

Pero no,  que el  desvariado,
dormido   sigue   corriendo.
Algo masculla su boca
en jerga con que no acierto,
y el puelche ahora berrea
sobre los aventureros...