domingo, 29 de noviembre de 2020

Rubén Darío - La canción de los pinos

RUBÉN DARÍO (Nicaragua, 1867-1916)
La canción de los pinos

     ¡Oh pinos, oh hermanos en tierra y ambiente,
to os amo! Sois dulces, sois buenos, sois graves.
Diríase un árbol que piensa y que siente,
mimado de auroras, poetas y aves.

     Tocó vuestra frente la alada sandalia;
habéis sido mástil, proscenio, curul,
¡oh pinos solares, oh pinos de Italia,
bañados de gracia, de gloria, de azul!

     Sombríos, sin oro del sol, taciturnos,
en medio de brumas glaciales y en
montañas de ensueños, ¡oh pinos nocturnos,
oh pinos del norte, sois bellos también!

     Con gestos de estatuas, de mimos, de actores,
tendiendo a la dulce caricia del mar,
¡oh pinos de Nápoles, redeados de flores,
oh pinos divinos, no os puedo olvidar!

     Cuando en mis errantes pasos peregrinos
la Isala Dorada me ha dado un rincón
do soñar mis sueños, encontré los pinos,
los pinos amados de mi corazón.

     Amados por tristes, por blandos, por bellos.
Por su aroma, aroma de una inmensa flor,
por su aire de monjes, sus largos cabellos,
sus savias, rüídos y nidos de amor.

     ¡Oh pinos antiguos que agitara el viento
de las epopeyas, amados del sol!
¡Oh líricos pinos del Renacimiento,
y de los jardines del suelo español!

     Los brazos eolios se mueven al paso
del aire violento que forma al pasar
rüidos de pluma, rüidos de raso,
rüidos de agua y espumas de mar.

     ¡Oh noche en que trajo tu mano, Destino,
aquella amargura que aún hoy es dolor!
La luna argentaba lo negro de un pino,
y fui consolado por un ruiseñor.

     Románticos somos... ¿Quién que Es, no es romántico?
Aquel que no sienta, ni amor ni dolor,
aquel que no sepa de beso y de cántico,
que se ahorque de un pino; será lo mejor...

     Yo no, Yo persisto. Pretéritas normas
confirman mi anhelo, mi ser, mi existir.
¡Yo soy el amante de ensueños y formas
que viene de lejos y va al porvenir!
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sábado, 28 de noviembre de 2020

Los olmos de Cabeza del Buey en sellos

Los olmos de Cabeza del Buey en sellos de correo

  • Fecha de emisión: 17/09/2020
  • Procedimiento de Impresión: Offset + troquelado interior
  • Papel: Autoadhesivo madera
  • Tamaño del sello: Irregular con forma de anillo de árbol
  • Efectos en pliego: 25
  • Valor postal de los sellos: 3,80 €
  • Tirada: 160.000

Un conjunto de siete olmos centenarios, de unos años de antigüedad, están considerados la última representación de las olmedas urbanas de Extremadura, a pesar de la grafiosis, grave enfermedad que afecta a los Olmos y que ha mermado la población de esta especie de árbol en nuestro país y también en el resto del mundo.
      Estos siete olmos presiden el entorno de la ermita del santuario de Nuestra Señora de Belén, en la localidad de Cabeza del Buey, un lugar de gran valor histórico artístico con orígenes templarios.
      Estos olmos constituyen un conjunto de árboles de más de 150 años de antigüedad. El ejemplar más destacado y que puede considerarse como un árbol monumental, es el primero que nos encontramos, situado cerca de la puerta de la ermita, alcanza una altura de unos 15 metros. Su tronco es muy grueso, con 5 metros de perímetro y está hueco. Están declarados Árboles Singulares de Extremadura.
      Durante años, los Olmos Centenarios han proporcionado sombra y frescura a los romeros que cada 27 de septiembre celebran la Romería de Ntra. Sra. de Belén. Es una de las romerías más antiguas de la comarca de La Serena, de cuya celebración se tiene constancia desde el año 1650.
      Los Olmos de Belén representaron a España como candidatos a Árbol Europeo en el concurso "Tree Of The Year 2018”, concurso en el que quedaron en segundo lugar con 22.323 votos, el mejor puesto obtenido por un representante español en un certamen de estas características.
      El sello que emite Correos dedicado a este tipo de árbol y, en concreto, a este olmedo histórico y singular, está impreso en papel madera y tiene forma de un tronco cortado, en el que podemos apreciar sus anillos, que no solo marcan la edad del árbol, sino que también nos pueden dar detalles sobre el tipo de vida que ha llevado.
     Un troquelado en el centro con la forma de un olmo, completa este sello singular que nos invita a conocer la riqueza natural de nuestro país.

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miércoles, 25 de noviembre de 2020

Documental: Bajo los bosques

VÍCTOR CASAS
Bajo los bosques

Un viaje de norte a sur a través de las relaciones entre bosques, animales y personas; a la sombra de grandes árboles centenarios. Recolectando la belleza de estos vínculos en forma de imágenes, sonidos y palabras, por viejos y nuevos caminos que avanzan desde Galicia a Extremadura, junto a la Raya de Portugal.
      Árboles que forman parte de paisajes creados gracias al trabajo y los conocimientos de muchas generaciones humanas, en busca de alimento, leña, madera y corcho en las diferentes partes de su anatomía vegetal. Árboles de los que se aprovecha todo, que se levantan a la distancia justa de sus vecinos y se podan fomentando la longevidad, la producción de frutos y la sombra generosa en verano, protectora de hierbas y ganados.
Duración: 47 min, Fundación Entretantos
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domingo, 22 de noviembre de 2020

La sabina de la Hoya de la Cruz, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA Ing. Téc. Forestal
Viento y lava contra la tenaz Sabina de la Hoya de la Cruz

«Antaño la sabina fue muy apreciada como leña. Desconocemos, y a la vez agradecemos, que esta pieza viva del museo libre de la biodiversidad canaria haya subsistido hasta nuestros días», escribe Juan Guzmán en esta entrega, la número 32 de la serie “Árboles de Canarias”.

Entre los múltiples paisajes de la que fuera la isla-cuna de los benahoritas, La Palma, llaman especialmente la atención aquellos que mezclan el verde forestal con las tonalidades oscuras de la actividad volcánica reciente. La isla ofrece espectaculares panorámicas en las que el poderoso pino canario (Pinus canariensis) profundiza poco a poco entre la corteza lávica. Resulta curioso observar cómo cambian de coloración los pinos: amarillentos en edades juveniles para luego, una vez alcanzan los nutrientes del antiguo suelo, adquirir su color verde habitual.
     Pero el pino canario, maravillosamente representado en la isla de La Palma, no es el único árbol canario con capacidad de adaptación a las condiciones de los malpaíses. Entre las antiguas coladas de los volcanes del Parque Natural de Cumbre Vieja, la sabina canaria (Juniperus turbinata) también logró encontrar un hábitat ecológico extremo pero, al fin y al cabo, favorable. 

 

A 4 km del volcán Teneguía
      Nos trasladamos al sur de La Palma, en concreto al municipio de Fuencaliente. Apenas a cuatro kilómetros de donde se produjo la actividad volcánica terrestre más reciente del archipiélago (Teneguía, en octubre-noviembre de 1971), se encuentra la zona de Las Caletas, un área salpicada por viviendas, pinos y contados ejemplares de viejas sabinas canarias. Desgraciadamente, el incendio forestal de 2009 acabó con varias de ellas, sobre todo las que habitaban junto a la pista forestal de Lomo Alto. 
      En esta ocasión el lugar de culto y admiración forestal se localiza sobre la coordenada 28º 30´ 9.30″ N y 17º 49´ 37.10″ W. Allí, a 590 metros sobre el nivel de un cercano mar –apenas un kilómetro y medio en proyección horizontal– se encuentra postrada la Sabina de la Hoya de la Cruz. Junto a ella se hallan los restos derruidos de una casa que en su día se construyera con materiales volcánicos.      Las limitaciones estacionales creadas por los vientos costeros han modelado un árbol de poca talla, pero no así en anchura. Este atractivo ejemplar consta de dos troncos principales, uno hacia arriba con escasa altura y otro que se extiende ampliamente en paralelo con el inclinado terreno.

Formas caprichosas

      Las características que más resaltan de esta singular sabina son, sin duda, las formas caprichosas que trazan sus troncos y ramas, sus partes planas, quiebros, entrelazadas y hasta bucles parecen el perfecto dibujo resultante de la fusión del viento y la lava. Las ondulaciones del suelo volcánico se confunden con los engrosamientos de la retorcida madera. Algunas partes recuerdan a las grandes cornamentas de los alces.
     Junto a su base, una maraña de gruesas y retorcidas raíces se disponen de manera aérea, dejando entrever las finas fibras rojizas de la corteza. Entre los huecos apreciamos numerosas semillas de tamaño casi diminuto, lo que nos concede una idea tanto de la alta longevidad como de la dureza estacional.

      Su posición solitaria la habrá librado muchas veces de los voraces incendios que suelen azotar los sures palmeros. En la actualidad, especies invasoras como el circundante rabo de gato (Pennisetum setaceum) suponen una grave amenaza en caso de que el fuego se aproximara.
      Antaño la sabina fue muy apreciada por su poder calorífico como leña. Desconocemos, y a la vez agradecemos, que esta pieza viva del museo libre de la biodiversidad canaria haya subsistido hasta nuestros días. Pueden ser muchas las razones que evitaran su corta, quien sabe, quizás fuera para ocultar del sol de la mañana a la vivienda o, por qué no, por el antagonismo surgido entre el hacha y el respeto a su delicada  beleza.

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jueves, 19 de noviembre de 2020

El ailanto, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
El Ailanto

El ailanto (Ailanthus altissima) es un árbol de origen chino, incluido en el catálogo de plantas invasoras, que se reproduce por semillas (hasta 350.000 por árbol) y por vía asexual, con rebrotes de raíz y de tronco. Tolera prácticamente todas las condiciones ambientales, elimina por alelopatía la competencia vegetal, es muy resistente a los herbicidas y su madera es pésima. Lo que se dice toda una "joya", pese a lo cual aún hay gente que lo aprecia.
     No existe unanimidad acerca su llegada a Europa, de la que existen diversas versiones, una de las cuales achaca su llegada al botánico inglés Peter Collinson en 1751. En Italia se conoce, en palabras de Stella, al menos desde 1855 (posiblemente mucho antes). Según este autor, el 4 de noviembre de 1856, dos investigadores de la Academia de Agricultura de Turín (Griseri y Comba) recibieron del misionero piamontés Annibale Fantoni unos capullos del bombícido Samia cynthia, enviados desde la actual provincia de Shandong, en la costa china. Los bombícidos son insectos lepidópteros, generalmente nocturnos, cuyas larvas tejen capullos de seda de diferentes calidades. La especie más conocida es Bombyx mori, o gusano de seda, que se alimenta de morera. El bombícido Samia cynthia, produce la llamada "seda eri", a partir de las hojas del ailanto. Esta seda en el Japón feudal, anterior a la apertura a occidente (sobre 1867), estaba reservada exclusivamente a la familia imperial, y así mismo, tenía prohibida su exportación.
      En 1858, la segunda generación obtenida de aquellos capullos de Samia cynthia, estaba formada por miles de huevos, parte de los cuales Griseri envió a París a Guérin-Meneville, fundador y secretario de la Sociedad Imperial de Plantas y profesor de zoología aplicada. En 1860, éste consiguió convencer a Napoleón III para promover plantaciones de ailanto en Francia. Conseguir seda eri era casi un juego: el ailanto proliferaba, la mariposa no padecía las plagas de la otra, y casi se criaba sola, únicamente había que recoger los capullos y producir el hilo. Como contrapartida esta seda, del grupo de las llamadas "sedas salvajes", tenía una textura más áspera y era difícil de teñir. A finales del siglo XIX la seda europea comenzó su declive y la seda eri fue la primera en caer, junto a la producida por la Samia cynthia ricini, (una subespecie que se alimenta de ricino y que se criaba en Sicilia) y la de algunos satúrnidos asiáticos (Antheraea sp.) A principios del siglo XX, con el declive de la seda en marcha, aún se intentó en Barcelona la cría de Samia cynthia y la de Antheraea pernyi, que produce la seda "tussah". La experiencia terminó en fracaso, pero a resultas de esta iniciativa, aún se encontraron durante años ejemplares de Samia en los ailantos barceloneses (población que se da por desaparecida) y en la actualidad, al aparecer, sobrevive alguna Antheraea en Mallorca y Menorca. Cuando la Samia no dispone de su planta nutricia, se alimenta de aligustre, y también se le ha visto sobrer Prunus sp. y algunas otras plantas. Al salir del huevo, miden unos milímetros y llegan a tamaños de 7 u 8 cm (el adulto tiene una envergadura de alas de hasta 15 cm.), su temperatura ambiental óptima está entre los 20 y 25 ºC con una humedad ambiental de un 65 %. En estas condiciones pueden existir hasta cuatro generaciones al año. A la vista de la proliferación descontrolada del ailanto en muchas zonas del país, no es ninguna insensatez pensar en recuperar a esta mariposa que ya estuvo entre nosotros, tal vez no para conseguir seda, sino como plaga que controle el ailanto. Tal recuperación no puede ser una cuestión de la voluntad de algunos y, en caso de hacerse, deberá ser mediante un estudioso riguroso en las universidades oportunas.
     (...) No hay fecha conocida para la llegada del ailanto (Ailanthus altissima) a España, aunque a Europa parece ser que llegó a mediados del siglo XVIII. (...)  No estaba todavía en el listado de plantas invasoras, ni se concebía aún este concepto. 
     En esta foto de 1903, que me ha autorizado a compartir D. Juan Álvarez Mon desde la página Recuerdos de Madrid, vemos un grupo de hombres delante de unos ailantos y algunas plantas más indistinguibles. Como curiosidad decir que detrás de esos ailantos se hallaba la fuente de la Cibeles.
Samia cynthia
Antheraea pernyi
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martes, 17 de noviembre de 2020

Takahashi en Saitama, el cronista de Japón (012)

TAKAHASHI HIROSHI (Yamagata, 1960)
El kominekaede del templo de Saizenji, en Saitama
Especie: Kominekaede (Acer micranthum Sieb. et Zucc., familia Aceraceae, género Acer) *Algunos lo consideran de la especie irohamomiji (Acer palmatum).
Dirección: Yokoze 598, Yokoze-machi, Chichibu-shi, Saitama-ken 368-0072
Perímetro del tronco: 3,8 m.     Altura: 7,2 m.       Edad: 600 años.
Designado Monumento Natural de la Prefectura de Saitama.
Tamaño: ★★★   Vigor: ★★★★   Porte: ★★★★★   Calidad del ramaje: ★★★★★
Majestuosidad: ★★★★
 
El Saizenji es un templo budista de larga historia (fue erigido en 1429) que está situado en una suave pendiente al pie del monte Bukō, en su ladera norte. Desde su emplazamiento se divisa toda la cuenca de Chichibu. Octava escala en la ruta de peregrinación de las 34 Kannon de Chichibu, el Saizenji es muy visitado, por lo que su ambiente suele ser de gran animación. La trinidad budista venerada en el pabellón principal del templo se ha ganado la fe de quienes aspiran a tener una larga vida, siendo conocida desde tiempo inmemorial por el sobrenombre de Bokefūji (“Libradora de la senilidad”). 
      Pero su fama, más que a su condición de templo que acredita con un sello oficial el paso de los peregrinos, se debe al árbol de la especie kominekaede (Acer micranthum Sieb. et Zucc.) que se alza en su recinto. Visible apenas atravesada la puerta principal del templo, extiende su ramaje a todo lo ancho del jardín delantero del hondō o edificio principal. La suya es una copa tan grande que cuesta creer que se trate de una de las variedades de arce japonés (momiji), que colorean de intenso rojo los bosques otoñales del país. Su ramaje tiene una envergadura de 18,9 m Norte-Sur y de 20,6 m Este-Oeste, con un perímetro de copa de 56,3 m, medidas que hacen de este ejemplar uno de los mayores de su especie en el país.
     Como si el propio diseño del templo se hubiera hecho pensando en el famoso árbol, desde la fachada del hondō se obtiene una vista frontal del mismo, con toda la riqueza de sus variaciones estacionales. Durante la temporada de lluvias que precede al verano cuando el árbol ofrece un espectáculo más original, pues el musgo que lo recubre por completo cobra un matiz verde especialmente intenso. Si visitan la zona, no dejen de ver el singular aspecto que adquiere el árbol bajo esta aterciopelada cubierta, que extendiéndose a sus pies como una alfombra, crea una atmósfera de misterio.
Número 012 del mapa

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sábado, 14 de noviembre de 2020

El naranjo navelina

ABEL DOMÍNGUEZ
El Naranjo Navelina

Yo calificaría las variedades de naranja navel como uno de esos tesoros que de vez en cuando nos regala la Naturaleza, pues su obtención ha sido fruto de un hecho espontáneo, debido a una mutación, y que fue documentado por primera vez en 1820 en el huerto de un monasterio de San Salvador de Bahía (Brasil). Entre las características de esta mutación natural se halla su ombligo, de ahí el término "navel", que signfica ombligo en inglés. Ese ombligo es como una especie de embrión de una segunda naranja que permanece atrofiado en el interior del fruto ya maduro, y que podemos observar al desgajar una naranja navel.
      En 1870, informado el Departamento de Agricultura de EEUU, se interesó por esa nueva variedad de naranja obtenida en Brasil, que además de muy dulce, sabrosa y sin semillas, tenía una corteza fácil de pelar, llevándose material genético a Washington, y tres años más tarde involucrando a los agricultores de Florida y California para que comenzaran a cultivarla. Todavía hoy en día es conocida esa variedad como Washington navel.
      De la original navel surgieron otras variedades. Así, en Riverside (California) tuvo lugar en 1910 otra mutación espontánea de la Washington navel, que se demostró altamente productiva. La Universidad de California introdujo esta nueva variedad de navel en Valencia (España) y fue ahí cuando se le bautizó como Navelina. Debieron transcurrir unos 35 años hasta que el centro de investigaciones agrarias de España
accediera a que los viveros comenzasen a distribuir la navelina, extendiéndose rápidamente por el Mediterráneo español y Andalucía.
      En Valencia también se consiguieron otras variedades que triunfan hoy en el mercado. Así, en 1952 un agricultor de Vinarós observó que una rama de un naranjo Navel presentaba unos frutos diferentes al resto del árbol; se había producido otra mutación espontánea. El agricultor decidió injertar esa nueva naranja en otros pies; en pocos años multiplicó el número de plantas y a partir de 1957 salieron al mercado, triunfando plenamente. Esta variedad fue llamada Navelate (de Navel y late -tarde, en inglés-), ya que los frutos maduran más tarde que las otras variedades de navel.
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martes, 10 de noviembre de 2020

El árbol de las manzanas de oro

ABEL DOMÍNGUEZ, en Naturaleza Educativa
El naranjo, El "Árbol de las manzanas de oro"


El naranjo posee una historia de más de 20 millones de años, con sus orígenes anclados en el sudeste asiático. Pertenece a un grupo de plantas (agrios) que comprende también el limonero, mandarino, pomelo o el kumquat; todos ellos descendientes de la familia de plantas denominada Rutáceas. Pero, los primeros agrios poco tenían en común con la naranja dulce y sus variedades de hoy en día, como veremos a lo largo de este artículo.
      Etimológicamente “naranja” proviene del sánscrito “nâranga” (traducido como aroma o fragancia). El término pasó de la India a Arabia donde se le llamó “naranch” (en persa “narang”), pasando después a lengua provenzal en el sur de Francia con el nombre de “naurange”. Esta palabra llegó a través de los árabes a la Península Ibérica, y también de ellos hemos heredado el nombre de la flor (azahar).
      El fruto del naranjo tenía gran simbolismo en muchos países asiáticos. En la antigua China, cuando un joven hacía una ofrenda de naranjas a la novia, significaba una petición de mano.
      En Vietnam, las numerosas pepitas de la naranja simbolizaban fecundidad, y puesto que era necesario una pareja para producirla, era costumbre ofrecer presentes de naranjas a las parejas jóvenes, pues en su ideario del amor una persona aislada no está completa, le falta su “media naranja”.
      La expresión “media naranja” proviene de la obra de Platón “El banquete”, donde muestra una de las historias mitológicas del poeta Aristófanes. En ella, se narra una época remota en la que los humanos tenían forma esférica, como las naranjas; poseían dos caras, cuatro brazos y cuatro piernas; y estos seres podían ser de tres clases: uno compuesto de mujer y mujer, otro de hombre y hombre, y un tercero de hombre y mujer al que llamaban “andrógino”. Todos ellos se consideraban a sí mismos seres superiores, casi perfectos, por lo que, creyéndose dioses, se volvieron vanidosos y se enfrentaron a los verdaderos dioses del Olimpo. Entonces Zeus los castigó con su rayo, partiéndolos por la mitad. Desde entonces, estos “medios seres”, incompletos, es decir, nosotros los seres humanos, de sólo una cara, dos brazos y dos piernas, nos vemos condenados a vagar por la Tierra buscando nuestra otra mitad, nuestro complemento inseparable, nuestra “media naranja”.

“The Garden of Hesperides” (1894) – Ricciardo Meacci
El jardín de las Hespérides sería, según la mitología, un maravilloso huerto repleto de naranjos (las “manzanas de oro”), vigilado por las tres ninfas de los árboles frutales.
      La mitología griega también nos habla de un hermoso jardín que se hallaría en las montañas de Atlas, vigilado por tres ninfas, las Hespérides. Ese jardín estaría repleto de árboles con manzanas de oro, que habrían sido regalo de bodas a la diosa Hera por parte de Gea (la Tierra). Estas “manzanas de oro” serían en realidad naranjos, cuyos valiosos frutos dorados proporcionaban la inmortalidad a los que se alimentasen de ellos.
      En la obra “Histoire Naturelle del Oranges” (1818), de los franceses Riso y Poiteau, se describe la expansión de los agrios según la mitología griega, estableciendo la noción más antigua que se tiene sobre ellos a las expediciones de Héracles, quien habría conquistado las “manzanas de oro” del Jardín de las Hespérides.
      La delicada y aromática flor del naranjo o azahar, tiene igualmente su espacio en la historia; simboliza pureza y virginidad. Era costumbre ya en la antigua China, utilizar flores de azahar en las bodas, como símbolo de castidad, pureza e inocencia de la novia.
      En la Edad Media y en la época victoriana, según las posibilidades de cada familia, todas las novias portaban ramos, tiaras o diademas de variadas flores, pero en ellas nunca podían faltar las flores de azahar, que además de la castidad significaba también fecundidad del matrimonio. En algunos países, la fecundidad también se asociaba con el naranjo por producir este árbol simultáneamente, flores, frutos y hojas. Los árabes, que también tenían la tradición de que las novias portasen flores de azahar en las bodas, fueron quienes introdujeron esta costumbre en Europa, junto con una hermosa leyenda:


      “En la Península Ibérica (España y Portugal), un árbol de naranjo era un privilegio real, nadie más podía poseerlo ni disfrutar de su belleza ni su aroma. En una ocasión, un embajador francés fascinado por las flores del naranjo, intentó sobornar sin éxito al fiel jardinero real para que le vendiera un esqueje. Entonces, la hija del jardinero, que deseaba casarse pero no disponía de dinero, aprovechó la ocasion y aceptó el soborno, vendiéndole un brote de aquellos bellísimos árboles. La joven, como señal de gratitud al naranjo que ayudó a materializar su deseo, el día de su boda adornó su cabeza con una guirnalda de flores de azahar. Desde entonces, comenzó a extenderse entre las novias la costumbre de portar flores de azahar en sus bodas, como un talismán para atraer la felicidad”.

      Al margen de la leyenda y la mitología, la naranja tiene su origen real en Asia, hace miles de años, en una región al sur de China e Indonesia, y que posteriormente se extendió a la India. Se tiene referencia de esta fruta en un bando del emperador Ta-Yu, alrededor del siglo XXIII a.C., donde entre los impuestos a recaudar se estipulaba también la entrega de dos tipos de naranjas, grandes y pequeñas. Probablemente, una de esas “naranjas” sería la mandarina, que llegaría mucho más tarde a Occidente con el nombre común de “naranja de la China”.
      Siglos después, en el IV a.C. aparece de nuevo una referencia a la naranja a través de la pluma de Teofastro (discípulo de Aristóteles), en una obra titulada “Historia de las plantas”, donde describe más de 500 especies que fueron descubiertas en los viajes de Alejandro el Magno durante la conquista de Asia. Uno de esos frutales era el cidro o cidra, que Teofastro llamaba “manzana médica” por sus propiedades medicinales. Virgilio (70-19 a.C.) fue el primer escritor latino en mencionar el cidro, y en destacar sus características medicinales antirreumáticas, entre otras propiedades.
      Ya en nuestra era, el médico y botánico griego Dioscórides, alrededor del año 60 o 70 d.C., en su obra “Materia Médica” describe las propiedades medicinales del fruto y la semilla de la naranja, y también Galeno de Pérgamo (año 130-210 d.C) hace mención de ellas, recomendando la corteza de la naranja como tónico estomacal.
      Durante el Imperio romano se manifestó una cultura agrícola importante, resultando fácil localizar referencias a los agrios en los escritos de la época. Así, Columela (siglo I d.C.) en su obra “Historia Natural”, habla sobre características, cultivo y propiedades del cidro. También Palladio (siglo IV d.C.), en su obra “Tratado de Agricultura”, explica las labores agrícolas del cidro, como la reproducción, trasplante, poda, riego o abonado.
      El árbol del naranjo amargo llegó a Occidente a través de la Ruta de la seda, después de haberse extendido a Japón y la India. Los árabes lo introdujeron en el sur de España y después a toda Europa. Se utilizaba sobre todo con fines decorativos por lo llamativo de los frutos y las flores; los árabes los plantaban en calles, jardines y patios de las mezquitas. El naranjo dulce (Citrus sinensis) se consiguió más tarde a base de distintos cruces con otros cítricos. El portugués Vasco de Gama, que regresó de Asia en el año 1520, fue quien introdujo las nuevas variedades de naranjas de la China, que resultaban más dulces y de mejor calidad.
      Actualmente, los trabajos de investigación sobre la génesis de los cítricos, estiman que las diferentes clases que hoy conocemos derivan de tres taxones principales: los cidros, los mandarinos y los pummelos o zamboas. Esos tres taxones procederían a su vez de un ancestro común originado hace unos 20 millones de años, sobre mediados del periodo terciario, en algún lugar del sureste asiático.
      Todas las diferentes especies e híbridos de cítricos que se hallan en el mundo, han sido fruto de la selección natural, las mutaciones espontáneas y, en los últimos tiempos, producidos directamente por la mano humana.
       Finalmente, concluir con un verso del gran Lope de Vega, donde la naranja y el azahar son objeto de la poética:

Naranjitas me tira la niña
en Valencia por Navidad,
pues a fe que si se las tiro
que se le han de volver azahar.
A una máscara salí
y paréme a su ventana;
amaneció su mañana
y el sol en sus ojos vi.
Naranjitas desde allí
me tiró para furor;
como no sabe de amor
piensa que todo es burlar,
pues a fe que si se las tiro
que se le han de volver azahar.  

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sábado, 7 de noviembre de 2020

Lluvia de oro

BERNABÉ MOYA y FERNANDO FUEYO
Lluvia de oro


El botánico Bernabé Moya explica la importancia de los bosques, y de la caída de las hojas como ahora en el otoño, para la fertilidad del suelo. Las acuarelas del pintor de naturaleza Fernando Fueyo ilustran este artículo divulgativo cargado de ciencia y poesía

“¡Cómo se mezclan todas las especies, robles y arces, castaños y abedules! Pero la naturaleza no se recarga de ellas; es un perfecto granjero que las almacena a todas. ¡Imaginad qué inmensa cosecha es derramada cada año sobre la tierra! Ésta, más que ningún grano o semilla, es la gran recolección del año. Los árboles devuelven a la tierra con intereses lo que han tomado de ella. Están a punto de añadir una capa de hojas a la profundidad del suelo.” Henry David Thoreau (1817 – 1862)

El tiempo pasa, las cosas cambian. Y mientras tanto las ganas de viajar y de conocer crecen. Uno de los rasgos que mejor definen al ser humano es el poder disfrutar de una curiosidad inagotable. Por ello, hoy les proponemos el adentrarnos en un mundo tan desconocido como fascinante, y tan al alcance de todos como el darse un apacible paseo por el bosque o por un parque. Este viaje, a diferencia de el de Julio Verne, no transcurre en la más insondable de las profundidades, sino en la superficie de la Tierra. Ese lugar, especialmente acogedor, en el que se desarrolla el mayor espectáculo del mundo: la vida.

Para llevar a cabo tan intrépido viaje de exploración vamos a necesitar, como en toda aventura que se precie, algo de material técnico y algún que otro plan. Viajar nos ayuda a entender otras formas de vivir, pero sobre todo a comprender lo que tenemos más cerca. La intriga, los sobresaltos, la exploración en lugares ignotos y la aparición de seres inesperados está asegurada, a poco que tengamos ganas de explorar. En esta ocasión vamos a seguir los pasos silenciosos de esas hojas anónimas que tímidamente se desprenden durante el otoño.

“Viajar nos ayuda a entender otras formas de vivir, pero sobre todo a comprender lo que tenemos más cerca”

Empezábamos diciendo que las cosas con el tiempo cambian. Tanto, que lo que hasta hace poco se consideraba fuente de fertilidad, e incluso esencia de lo humano, se ha convertido a ojos de algunos desorientados en sucio y molesto. No son pocos los que andan pidiendo a los árboles que no tiren las hojas. Un fenómeno que ocurre incluso en pleno verano, sobre todo en ambiente urbano, aunque en estos casos la causa principal es una inadecuada elección de la especie. El “suelo” en el que crecen los árboles urbanos puede recibir muchos apelativos, pero no el de fértil o mullido. Plantar un árbol sin conocer el régimen, presencia y disponibilidad de agua de forma natural para ese lugar determinado, es condenarlo de por vida al estrés, la debilidad y la enfermedad. Pensemos que la vida de un árbol se mide en centenares, y con un poco de suerte en miles de años, y no en décadas como la nuestra. Algo que choca con la moda actual que rige en las ciudades, la de plantar árboles de usar y tirar.

Tal vez habría que empezar aclarando algunas cosas, como que los árboles no tiran nada. Lo que en verdad hacen es desprenderse de las hojas, las flores y los frutos que han dejado de cumplir su primera misión, o ya les resulta imposible llevarla a cabo. Pasan entonces a desempeñar el nada desdeñable cometido de proteger y nutrir la Tierra. Al desprenderse de las hojas, los árboles dan vida al suelo, alargan los ciclos del agua y ponen freno a la erosión.

'Sueños de la Tierra', acuarela del artista de naturaleza Fernando Fueyo. | Crédito: Fernando Fueyo
‘Sueños de la Tierra’, acuarela del artista de naturaleza Fernando Fueyo. | Crédito: Fernando Fueyo

“Plantar un árbol sin conocer el régimen, presencia y disponibilidad de agua de forma natural para ese lugar determinado, es condenarlo de por vida al estrés, la debilidad y la enfermedad”

La presencia de agua en el suelo es fundamental, parece obvio, como también lo es el aire, en el que por cierto solemos pensar aún menos. Pocas veces profundizamos más allá de la sólida y contundente fracción mineral. Es frecuente que ni siquiera se considere parte del suelo la materia orgánica, esa que aportan las hojas, los fragmentos de ramas y troncos y otros restos orgánicos, sean de plantas o de animales, que darán lugar al humus. El humus, al que también se denomina mantillo, es la capa superficial de color café oscuro o negro, la más fértil del suelo. Y la que, por cierto, resulta prácticamente imposible de encontrar en la actualidad. 

Se le atribuye a un discípulo de Hipócrates de Cos, el fundador de la medicina clínica en la antigua Grecia, la siguiente afirmación: “La tierra es el estómago de las plantas, que reciben los alimentos ya preparados para la digestión. La fertilidad o infertilidad de un suelo, así como la repartición geográfica de las plantas dependen (…) de la humedad que necesitan las plantas en un suelo determinado.” No deja de tener interés que de la palabra “humus”, deriven las voces humano y humildad. Un término que fue utilizado en la antigüedad por grandes poetas latinos como Horacio y Virgilio, ambos de origen humilde.

Sí por un momento alzamos la mirada y dejamos que la lluvia nos empape el rostro, además de sentir un completo e inmediato frescor, también apreciaremos como nos golpea. Es cierto, que si la lluvia es muy fina lo hará suavemente, pero si cae con gotas algo más gruesas, de forma intensa o formando bolitas de hielo la cosa cambia. Las hojas depositadas delicadamente sobre el suelo forman un tupido y colorista manto que amortigua esos golpes redundantes y tamborileos persistentes. Ya que de otra forma impactan directamente sobre él, lo desagregan y acaban por arrastrarlo, dando comienzo al ciclo de la pérdida de fertilidad y la erosión.

“Al desprenderse de las hojas, los árboles dan vida al suelo, alargan los ciclos del agua y ponen freno a la erosión”

Al hablar de la lluvia hay un aspecto que conviene considerar, y es que no toda el agua que proviene del cielo está disponible para ser usada por las plantas. La que corre rápida y vertiginosa por la superficie es poco efectiva para sofocar su sed, ya que únicamente está disponible unos pocos minutos o a lo sumo algunas horas. Es la que vemos discurrir por los cauces de los ríos y barrancos de forma tumultuosa, llevándose todo lo que se pone por delante, y en especial el suelo fértil, que es el motivo por el que la vemos de color marrón. Es un agua fugaz, que se mueve a toda prisa impulsada por la fuerza de la gravedad. En estos casos, la tupida y frondosa vegetación de ribera que forman los bosques de galería es la encargada de reafirmar las orillas y frenar su alocada carrera.

'Leyenda de otoño'. Acuarela del artista de naturaleza Fernando Fueyo. | Crédito: Fernando Fueyo
‘Leyenda de otoño’. Acuarela del artista de naturaleza Fernando Fueyo. | Crédito: Fernando Fueyo

Cada planta tiene que encargarse por sus propios medios de suministrarse el agua con la que apagar su sed. Lo mejor para los árboles, para los bosques -y para poder disponer de más agua útil para todos-, es imitar el ciclo vegetal. Los bosques crean estratos de vegetación en altura, y con ello consiguen alargar el tiempo que el líquido elemento permanece sobre la faz de la tierra. La ecuación resulta sencilla, más árboles, más hojas, más agua disponible.

El agua que realmente sirve para hidratar a las plantas es aquella que se filtra pausadamente, rellenando los poros que quedan entre las partículas minerales y la materia orgánica, creando una delgada película líquida en torno a ellas. Una curiosidad: de esa finísima lámina de agua líquida depende la vida de numerosos representantes de la llamada microfauna del suelo. Formada por una miríada de protozoos y pequeños nemátodos, entre una infinidad de pobladores desconocidos, que habitan en la profundidad de la tierra firme como verdaderos animales acuáticos.

“Los bosques crean estratos de vegetación en altura, y con ello consiguen alargar el tiempo que el líquido elemento permanece sobre la faz de la tierra”

Este mecanismo de hidratación del suelo, que facilita la unión de partículas orgánicas y minerales, también reserva un cierto espacio para almacenar aire. Ya que, sin aire, digamos qué disuelto entre las partículas del suelo, las raíces no pueden respirar y se asfixian. Cuando un suelo, o una maceta, se encharca durante un largo período de tiempo no queda espacio para el oxígeno, y las plantas se ahogan. Una aclaración botánica parece necesaria. Los vegetales no disponen de verdaderos sistemas de captura, bombeo y canales de distribución especializados para transportar activamente el oxígeno vital, que se encuentra en el exterior de la planta, para que cada célula pueda respirar, tal y como ocurre en nuestro cuerpo.

Ni las plantas, ni los árboles tienen pulmones. Aunque sí se puede decir que los bosques son los pulmones del planeta. Al capturar y retener el dióxido de carbono –ese gas que emitido de forma masiva por las actividades humanas es en gran medida el responsable del efecto invernadero y el calentamiento global– y liberar oxígeno. Todo ello gracias al maravilloso proceso de la fotosíntesis, que se produce en las hojas. Continuemos resolviendo la ecuación: más árboles, menos dióxido de carbono, más captura de energía solar, mayor creación de materia orgánica, más riqueza en formas de vida. Plantar en 10 años 3.000 millones de árboles en territorio europeo es una buena forma de reconocer los hechos y empezar a cambiar las cosas.

Las plantas se valen de poderosas alianzas con otros organismos, como las bacterias y los hongos que habitan en la rizosfera, la parte del suelo en la que se desarrollan las raíces, que está bajo su influencia directa y que frecuentemente no suele superar los dos metros de profundidad. No podemos negar que nos resultan más próximas las relaciones que establecen las raíces de las plantas con los hongos que viven en el suelo.

'Sueños de la Tierra', detalle. 'Acuarela del artista de naturaleza Fernando Fueyo. | Crédito: Fernando Fueyo
‘Sueños de la Tierra’, detalle. ‘Acuarela del artista de naturaleza Fernando Fueyo. | Crédito: Fernando Fueyo

Las hifas que forman sus cuerpos, al ser aún mucho más delgadas, prolíficas y extendidas que los pelos absorbentes de las raíces, pueden cubrir una mayor superficie con menor gasto de materia y energía, y por tanto captar más agua y nutrientes. Son las llamadas micorrizas, y tanto las plantas como los hongos y algunas bacterias sacan provecho mutuo de esta íntima comunicación y relación. Tan útil les resulta que la práctica totalidad de los árboles tratan de tenerlas, si las condiciones son favorables para ambos. Un suelo bien mullido por las hojas desprendidas durante el otoño facilita su presencia, las nutre y fortalece. Es gracias a ello que podemos disfrutar, y en su caso degustar, de una extraordinaria abundancia y diversidad de setas en los bosques. En las florestas en las que hay poca materia orgánica en el suelo hay pocas setas.

Cuando una hoja se desprende y cae al suelo es oro lo que llueve, dando comienzo a un complejo proceso que habitualmente ignoramos. Bueno, no del todo. Si estamos en época otoñal en un bosque caducifolio, y es fin de semana o período vacacional, nos placerá en grado sumo caminar sobre la otoñada. Los poetas y las personas románticas siempre encontrarán las palabras justas para presentarnos la emoción del instante.

En los versos de Rosalía de Castro: Los robles (fragmento)
 
Más tarde, en otoño
cuando caen marchitas tus hojas,
¡oh roble!, y con ellas
generoso los musgos alfombras
¡qué hermoso está el campo;
la selva, qué hermosa ¡

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jueves, 5 de noviembre de 2020

Una protesta en los 80

ANA CHACETA
Una protesta espectacular


Hay personas que tienen ideas excéntricas que por su originalidad rayan lo inverosímil. La foto que adjunto es real y tiene una explicación. A principio de los años 80, en la carretera de El Pajar a Arguineguín, Gran Canaria, se talaron unos árboles y ello fue motivo para que muchas personas del lugar estuvieran en desacuerdo con esa tala, eran defensores acérrimos del medio ambiente. Entre estas personas se encontraba Don Elías Molina Ríos, encargado por ese tiempo de la fábrica de cemento de Arguineguín. El Sr. Molina tuvo la genial idea de coger dos de los árboles talados y trasladarlos con una grúa hasta El Pajar, hacer un hoyo y plantarlos del revés, con las raíces mirando al cielo. En uno de ellos, depositó un coche que tenía ya un poco destartalado donde colgó un mensaje: “La tecnología por encima de la naturaleza”. No cabe duda de que, a partir de ese momento, fue un espectáculo para toda persona que pasara por allí. El coche estuvo expuesto como unos quince años más o menos, con su cada vez más deterioro, por lo que se hizo famosa la típica frase -cuando te querías referir a un coche viejo-: “está peor que el coche de Molina”.


     Yo llegué a verlo, pero se me borró de la memoria. Ayer, mi hijo Sergio -que por ese entonces tendría unos siete años- me dijo: “Mamá, ¿te acuerdas de un coche que había encima de un árbol en El Pajar? Realmente, no me acordaba, pero pregunté a las personas que vivieron en ese pequeño y acogedor pueblo pesquero por esa fecha y ellos me contaron la historia. Puede que tenga algún error, pero está escrita con la intención de recordar a las nuevas generaciones, esas que no lo pudieron ver, que un señor, con ganas de reivindicar y protestar por la protección del medio ambiente, puso un Renault Gordini encima de las raíces de un árbol.
     Hoy día, pudría haber sido etiquetado como una obra vanguardista, sin embargo, fue la voluntad de un hombre de enseñar al mundo el poder aplastante de la tecnología ante la mano destructora del hombre.

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miércoles, 4 de noviembre de 2020

Giuseppe Penone - Escultor

GIUSEPPE PENONE (Italia, 1947)
Escultor

Atención: Un árbol puede ocultar otro. Un viaje a las extraordinarias esculturas de Giuseppe Penone, revelando la unidad arquitectónica que oculta dentro.  

     Giuseppe Penone, el escultor contemporáneo, que vincula la ciencia, la botánica, la naturaleza y los árboles, e incluso podemos decir productos manufacturados porque comienza con vigas de madera. Quita la madera, capa por capa, anillo por anillo. Un árbol es como una muñeca rusa [Matroska] hecha de cientos de árboles rodeando el uno al otro. Cada año, el árbol produce una capa de madera sobre la del año anterior. Así que Giuseppe Penone simplemente quita, pela, presta atención a no dañar el ritmo del crecimiento dentro del árbol, para revelarlo. Incluso diría que hace renacer de nuevo al árbol joven original. Un eje vertical cónico y pisos de ramas, no sólo es hermoso, además es educativo.
 
«Desde hace tiempo, con un horario de obrero, trabajo cerca de Geressio, mi pueblo, en una nave abandonada, y el hecho de que sea un antiguo aserradero aún siendo casual es significativo… allí trabajo para extraer de una viga de 11 metros la forma de un árbol que está fosilizado dentro. Técnicamente, para devolverle el aspecto del árbol que fue en determinado momento de su vida vegetal, tengo que establecer primero donde está la punta y dónde está la base. Puedo verificarlo en base a los anillos de crecimiento, que se corresponden a las dos capas que se pueden detectar siempre en la madera, una más densa y otra más blanda. La base coincide con la capa dura más amplia. Desde allí empiezo a excavar y es suficiente que continúe siguiendo siempre escrupulosamente esta capa más dura para recuperar la forma del árbol. De esta forma no sólo obtengo una forma, sino que he recorrido también todo el fenómeno del crecimiento…»
 

En otro momento continúa...
«Siento la respiración del bosque, oigo el crecimiento lento e implacable de la madera, modelo mi respiración sobre la respiración del vegetal, percibo el deslizamiento del árbol alrededor de mi mano apoyada sobre su tronco.»

Elevación, 2001, Material: Tronco de árbol, Rotterdam
2008, Espacio de luz, Tronco de árbol, Palacio de Versalles
2008, La vida oculta, Tronco de árbol, Art Gallery of Ontario, Toronto
2003, Entre corteza y corteza, Tronco de árbol, Palacio de Versalles
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domingo, 1 de noviembre de 2020

En el tronco de un árbol

COMPAY SEGUNDO (Cuba, 1097-2003)
En el tronco de un árbol


En el tronco de un árbol una niña
Grabó su nombre henchida de placer
Y el árbol commovido allá en su seno
A la niña una flor dejó caer.

Yo soy el árbol conmovido y triste
Tu eres la niña que mi tronco hirió
Yo guardo siempre tu querido nombre
 y tú, ¿qué has hecho de mi pobre flor?
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