martes, 30 de noviembre de 2021

CRISTINA PERI ROSSI (Montevideo, 1942)
Ser tu planta, tu árbol

  Galardonada con el Premio Miguel de Cervantes, 2021

Dicen los hombres de ciencia
que los árboles tienen quince sentidos
diez más que nosotros, los humanos.
Como los árboles, quisiera hablarte
también por mis raíces, que las mías buscaran las tuyas
y les hicieran confidencias,
que me tocaras con el extremo de tu tallo
y yo con la corteza de mi tronco,
que nuestras hojas húmedas se transmitieran saberes
sobre la noche y el día
sobre los amaneceres y los atardeceres
que mis hojas cantaran melodías y tú las contestaras
que la cofia de nuestras raíces entonaran una dulce balada
y las ramificaciones, bajo tierra, se encontraran.
Que tus hojas olieran la tormenta y me enviaran un aviso
Me gustaría protegerte cuando un gusano devora tus hojas
y espantar con la vibración de mis nervaduras
al insecto que osa poseerte.
De lejos escucharíamos el rumor de las tormentas
y las vibraciones de los océanos
Y cuando una mariposa vuela de Río de Janeiro
a Barcelona,
supieras transmitirme con tus nervios
Todo lo que vio
Todo lo que transformó
Todo lo que comió y olió.
Dicen los hombres de ciencia
que los árboles y las plantas
tienen quince sentidos.
Yo solo tengo cinco
y te amaría con los que me faltan para ser tu planta, tu árbol. 

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sábado, 27 de noviembre de 2021

PABLO DE LLANO, en "El País"
La carrasca de Lecina: vida e historia del Árbol Europeo del Año

¿Cuál es el valor de un árbol singular? ¿Puede unir voluntades, despertar orgullo, dar esperanza a una tierra despoblada? Así fue la humilde gesta de una encina vetusta preservada por una familia durante siglos. Doce horas de la vida de la encina en un plano fijo.

Vista del amanecer a través de las ramas de la Carrasca de Lecina, Huesca. FOTOS: JUAN MILLÁS

El 17 de marzo de 2021, la carrasca milenaria de Lecina (Huesca) ganó el concurso de Árbol Europeo del Año con la mayor cifra de votos en sus 11 ediciones: 104.264. Segundo quedó el magnífico plátano de Curinga (Italia), con 78.210 votos, y tercero el sicomoro de la república rusa de Daguestán, cuyos notables méritos naturales quedaron ensombrecidos porque la organización del certamen, la Environmental Partnership Association, descubrió que su candidatura estaba siendo respaldada por un ejército de bots; finalmente, se acreditó que había recibido 66.026 votos legales y más de 30.000 fraudulentos. El día del triunfo de la antiquísima carrasca (así la llaman en Aragón a las encinas), el puñado de vecinos que viven en Lecina, la mayoría entrados en años, lo celebraron en la plaza ante una pantalla gigante descorchando botellas de vino achampanado del Somontano y saboreando buñuelos, rosquillas y crespillos.

     Unas horas después de conocerse la victoria, la Casa Real felicitó por Twitter a los de Lecina.

     Esta es la historia de un logro colectivo en el que participaron dueños, vecinos, administraciones y amigos de la causa, y es la historia de un empeño individual. Entre la algarabía de la plaza del pueblo faltaba quien más hizo por cuidar la carrasca en las últimas décadas de su matusalénica existencia. Nicolás Arasanz, nacido en Lecina en la casa Carruesco (nombre de familia) y fallecido en 2015 a los 96 años. Las herederas del árbol son sus hijas, María Jesús, Felisa y Silvia. De niñas tenían prohibido subirse a él, pese a que ellas eran unas plumas y la carrasca un desmesurado Quercus ilex de 16 metros de altura y 28 metros de diámetro de copa. No era cosa de cuánto pesaban ellas y cuánto podía soportar la carrasca. Era cosa, dice María Jesús Arasanz, de que para su padre el árbol era un patrimonio “sagrado”. 

 

     La carrasca fue registrada como árbol singular por el Gobierno de Aragón en 1995. Su propiedad siguió siendo de la familia Arasanz, pero la responsabilidad de su conservación pasó a la Administración. Esto puso a Nicolás en una situación de cierto desasosiego. Ya no podía, por ejemplo, podar las ramas del árbol, y le angustiaba que cada vez llegasen más turistas a mirarlo. En 1997, el periodista César Palacios lo visitó para incluir su carrasca en una serie de El País Semanal titulada ‘Árboles con historia’. Palacios se encontró a un hombre de “fino sentido del humor” y harto de que la gente se encaramase al árbol para hacerse fotos porque le iban arrancando corteza. Protestó al reportero: “Unté todo el tronco de manteca de cerdo pensando que así no treparían, pero aunque se manchen suben igual”. Todavía se aprecia con claridad en la portentosa base troncal de la carrasca un ancho surco de superficie pelada, pese a que ya nadie hace eso, entre otras cosas porque al día siguiente de que se publicase el artículo de Palacios las autoridades enviaron operarios a cercarla con una valla de madera, que sigue ahí. En tiempos de aquel reportaje, ya se hablaba de esta encina como de la gran superviviente del proceso de explotación de los encinares de la zona. “Es un milagro que se conserve. Había otras igual de grandes pero desaparecieron”, concuerdan en un corrillo de vecinos cuando visitamos el pueblo a inicios de octubre. En la posguerra muchos tuvieron que vender sus carrascas más nobles a los negociantes que querían aquella leña de combustión lenta y alto poder calorífico. Más tarde, Nicolás Arasanz también recibiría una oferta, según relató Palacios: “Un carbonero fanfarrón le aseguró que si mientras él la cortaba se ponía debajo a comerse un pollo, antes de terminarlo tendría que salir corriendo para que no le cayera la encina encima. ‘¿Un pollo?’, se pregunta el propietario. ‘Mecagüen la leche, me daba tiempo para el pollo, la siesta, hacer noche y volver al día siguiente’. Pero por si acaso, no quiso hacer la prueba y se negó a venderla”. Para cumplir con su baladronada, el carbonero hubiera tenido que seccionar en minutos un tronco de unos siete metros de perímetro.
     La edad de la llamada carrasca milenaria es incierta. De hecho, si bien las encinas pueden superar los 1.000 años, es muy probable que se quede por debajo. Un técnico del Gobierno de Aragón explica que, según las consultas que han hecho con científicos, podría tener entre cuatro y siete siglos. Para precisar habría que recurrir a una técnica de perforación del tronco. No se lo plantean. Consideran que sería peligroso para el árbol. 


     Dos semanas antes del anuncio del Árbol Europeo del Año, falleció a los 95 años Isabel Peñart, esposa de Nicolás. Ella también fue una defensora de la carrasca. En sus últimos años de vida, sus hijas la llevaban a verla a su sitio, pegada a una era a la entrada del pueblo, y ella, nonagenaria y achacosa, la miraba y decía: “La castañera está muerta”. “No, mamá, no está muerta”. Ella la miraba y repetía: “La castañera está muerta”.
     En la familia y en el pueblo no la llaman la carrasca sino la castañera —la castañera de Carruesco— porque daba unas bellotas grandes y dulces que parecían castañas. Con ellas se alimentaba al ganado. A veces la gente las comía asadas, sobre todo los críos. María Jesús y Felisa Arasanz aseguran que sus bellotas han empequeñecido. En general, dicen que la carrasca ya no es lo que era. “Antes te ponías debajo y de tanta hoja que tenía mirabas para arriba y no podías ver el cielo”, recuerda Felisa. Las hermanas la ven más seca, menos frondosa, con el verde apagado. Les preocupa que el turismo le esté afectando y reclaman de las autoridades un control de visitas organizado, además de un cuidado de su entorno sostenido, no puntual.
     Uno de los riesgos a los que se enfrenta es la compactación del suelo por acumulación de pisadas. Después de ganar el premio, la carrasca estuvo recibiendo en primavera y verano una media de 150 visitas diarias, según Carmen Lalueza, alcaldesa de Bárcabo, el municipio donde está Lecina. Unas semanas antes de ser elegida Árbol Europeo se tomó la precaución de demarcarla con un segundo perímetro, con una cuerda sostenida por postes, para ampliar el espacio de protección de su órbita radicular. La alcaldesa y las propietarias dicen que los visitantes suelen ser respetuosos, aunque de vez en cuando siguen apareciendo papeles o incluso colillas. Da que pensar. Una persona que se acerca a un fabuloso árbol milenario, lo observa mientras fuma y al terminar de fumar tira el pitillo al suelo y, si acaso, pisa la colilla.
     Eso es: tirar al suelo un pitillo y, si acaso, pisar la colilla ante un ser vivo —callado, pero vivo— que quizá esté ahí desde el medievo, que quizá estuvo en su juventud durante la peste negra de 1348, que quizá siendo un árbol ya sólido estuvo cuando Fernando II de Aragón fraguó con Isabel I de Castilla su poderosa corona, que sin duda estaba durante la guerra de la Independencia mientras tenían lugar las correrías antifrancesas de El Cantarero, El Pesoduro o El Malcarau, guerrilleros populares por entonces en el Alto Aragón, la región donde se encuentra la carrasca; que estaba aquí cuando llegó el ferrocarril Barcelona-Zaragoza y cuando la Guerra Civil y cuando en 1995 Nayim marcó in extremis desde 40 metros el gol que le dio al Zaragoza la Recopa contra el Arsenal, Aragón entero retumbando de alegría, y ahí, segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora, año tras año, década tras década, nieve tras nieve, siglo tras siglo, estuvo la carrasca sin inmutarse, haciendo algo tan simple y tan ontológicamente perfecto como permanecer. Eso es: entonces llegas tú y arrojas una colilla a sus pies.


     Se conoce como árboles singulares a aquellos que son excepcionales por su edad, tamaño, forma u otras características biológicas o culturales. En España cada comunidad autónoma cataloga los suyos. Actualmente son unos 4.100. Existen normativas que los protegen, de tipo local y autonómico, pero en general la atención que reciben suele ser escasa, según Susana Domínguez Lerena, presidenta de Bosques Sin Fronteras y destacada promotora de una política integral de conservación de estas maravillas biológicas y de aprovechamiento sostenible de su potencial educativo-turístico. “Son monumentos”, afirma, “y deberíamos tratarlos igual que tratamos a una capilla románica”. A su juicio, España padece de cierto “analfabetismo arbóreo” y urge que se empiece a cultivar la sensibilidad al respecto.
     Ya a finales del siglo XIX, el aragonés Joaquín Costa hacía una defensa del valor político de los árboles. En un artículo en Ayer. Revista de Historia Contemporánea, escribe Alberto Sabio, catedrático de la Universidad de Zaragoza, que él propugnaba un “patriotismo arbóreo” en el que “el respeto al árbol sería un condimento más de la regeneración nacional española”. En los mítines de la Cámara Agrícola del Alto Aragón, cuenta el historiador, Costa clamaba: “¡Fueron adineradas las encinas en forma de leña y carbón!”. 

      Hoy los peligros para los árboles singulares son otros. “El cambio climático, porque cuanto mayores son los ejemplares, más les cuesta adaptarse a variaciones fuertes e imprevistas, y la desatención social y administrativa”, analiza Domínguez Lerena.
     La victoria de la carrasca, primer árbol español que gana el concurso europeo, es una muestra de que es posible que estos árboles atraigan interés e involucren a los ciudadanos y a organismos oficiales. En este caso fue una eurodiputada aragonesa, Isabel García, la que dio la idea de buscar un árbol singular para ir al certamen; luego juntaron fuerzas las comarcas limítrofes de Somontano y Sobrarbe (la de la carrasca) y el Ayuntamiento de Bárcabo; y TuHuesca, una entidad turística pública, financió con 36.000 euros la campaña. Aliados con las hermanas Arasanz, en el meollo estuvieron Enrique Pueyo, alcalde de un pueblo de Sobrarbe, Aínsa, y Clara Bosch, gerente de la Ruta del Vino del Somontano, nativos de la zona. En presencia de la encina, explican que entendieron que encumbrarla serviría para fortalecer un corredor turístico intercomarcal con dos joyas medievales como Aínsa y el pueblo de Alquézar, y una sierra, la de Guara, donde hay entre otras cosas pinturas rupestres y unos cañones óptimos para el barranquismo.
     Bosch y Pueyo recuerdan el entusiasmo que sintieron el día que obtuvieron el premio europeo. También guardan cariño al momento en que ganaron, meses antes, el de Árbol del Año en España, organizado por Bosques Sin Fronteras. Aquel día aún no se había desatado el aragonesismo arbóreo que vino luego, pero ellos ya tramaban su estrategia. Al conocer la noticia, fueron donde el árbol a planificar los pasos siguientes. Contentos y en soledad, se comieron un bocadillo de longaniza bajo la sombra de la carrasca de Nicolás Arasanz.


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miércoles, 24 de noviembre de 2021

El Dios del Bosque

 TAKAHASHI HIROSHI (Yamagata-Japón, 1960)
El Dios del Bosque, una gran haya de la prefectura de Aomori

Especie: Buna (Fagus crenata, fagácea).
Direccion: Okuse, Towada-shi, Aomori-ken 034-0301.
Perímetro del tronco: 6,01 m.      Altura: 29 m.     Edad: 400 años (atribuida).
Tamaño ★★★★       Vigor ★★★★★    Porte ★★★★★    Calidad del ramaje ★★★★
Majestuosidad ★★★★

El gran tamaño de este ejemplar fue reconocido oficialmente por primera vez en 2007. Al oír hablar de hayas y de Aomori, lo primero que acudirá a la mente de muchos japoneses será seguramente el área montañosa de Shirakami (Shirakami sanchi). Pero no es allí donde se encuentra nuestro gigante, sino en otra zona montuosa más próxima a la costa pacífica de la prefectura, cercana al famoso paraje del torrente de Oirase, en el término municipal de la ciudad de Towada. Me desplacé hasta allí a petición de un conocido que me pidió que hiciera las comprobaciones del caso porque había una gran haya. Cuando llegué al lugar y me situé ante ella vi un ser realmente bello, de figura esbelta, alrededor de un tronco enhiesto y de buena altura. Tan esbelta es su figura que, vista desde lejos, esta haya no parezca merecer el calificativo de “árbol gigante”. Pero me bastó con tomar los instrumentos y ponerme a medir para que esa impresión inicial se desvaneciera. El perímetro de su tronco resultó superar los seis metros, suficiente para hacer de ella el haya de tronco simple más grande de Japón. Estábamos entonces en otoño, con las hojas del bosque en pleno enrojecimiento. Expuesta al sol de la mañana, la estampa de este árbol transmitía algo divino, que en nada deshonraba el nombre que se le ha impuesto: el Dios del Bosque. Es extraño que en los alrededores no se vea ninguna otra haya, todas han debido de ser taladas, quedando solo esta divinidad. El Sublime Solitario, sería otro buen nombre para este gallardo superviviente.
     A una cierta altura, el tronco del Dios del Bosque se divide en tres. En nuestro país el número tres tiene desde antiguo reminiscencias sagradas –pensemos, por ejemplo, en los Tres Tesoros Sagrados de Japón: la espada, el espejo y la joya–. Entre los leñadores de la zona se extendió la creencia de que los árboles trífidos alojaban en su seno lo divino y esta sería, según se dice, la razón de que se negaran en redondo a dirigir su hacha contra este ejemplar, salvándolo así de la tala. Muchas habrán sido las casualidades que han mantenido vivo a este Dios del Bosque, bienaventurado entre los bienaventurados. Pese al gran desarrollo físico que ha conseguido, no se detectan en él indicios de grandes ramas rotas, ni se advierten oquedades. Que se haya conservado vivo en una forma tan cercana a la perfección es poco menos que un milagro. Ahora se ha colocado junto a él un panel informativo y alrededor de su tronco un anillo de madera para protegerlo. No tengo ninguna duda de que con el tiempo se popularizará como un nuevo punto turístico de la ciudad de Towada. Pero poco después de ser instalado el panel informativo algún oso dejó en él unos buenos arañazos, así que el visitante que se aventure hasta aquí deberá ser consciente de que se ha internado en territorio de plantígrados y conviene andarse con cuidado.
Árbol Nº 051

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domingo, 21 de noviembre de 2021

Garoé, el árbol de la vida, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA
El sustituto de un tótem-maravilla, llamado Garoé

Cuánta razón tiene la teoría clásica que defiende que el valor de un bien depende tanto y más de sus circunstancias, que de su composición. Así es como, en pleno desierto, el diamante más grande resultará siempre objeto de trueque por una cantidad de agua proporcional a la sed y resistencia de su poseedor. El Hierro es la única isla canaria donde no existen afloramientos naturales de agua, y por ende la única isla en la que la muerte por deshidratación pudo llegar a ser una triste realidad para los bimbaches. Para contrarrestar fatales desenlaces, la cubierta arbolada –secuestrando sutilmente la humedad de las nubes– supo abastecer perfectamente esta necesidad básica.

     Mediante la minuciosa observación de los ciclos naturales, la cultura nativa ingenió diversas técnicas para poder almacenar el líquido elemento. Sin ir más lejos, los guásimos o guárzamos eran pequeñas hoquedades labradas en la propia madera o al pie de ejemplares alineados con el alisio. Estas miniestructuras se repartían por familias, las cuales aprovechaban, limpiaban y custodiaban, hasta el punto de que un mal cuidado podía suponer la retirada de los derechos por parte de los consejos bimbache.
      Pero el más conocidos que los guásimos fue el Garoé, leyenda y realidad de un árbol sinónimo de vida y salud para los pobladores prehispánicos. Aunque el verdadero Garoé cayera derribado en 1610, mucho antes de que se estudiara la botánica forestal canaria, lo cierto es que se sabe con certeza que fue un vigoroso ejemplar de til (Ocotea foetens), el árbol de los ambientes más umbríos y frescos de la laurisilva. La razón de este hallazgo se explica gracias a un detallado grabado, realizado por el historiador Leonardo Torriani a finales del siglo XV, así como a la descripción de Abreu y Galindo sobre sus bellotas de sabor amargo. Ciertamente, en la naturaleza canaria sólo los frutos del til resultan comparables a los del género Quercus.
      Por supuesto, este árbol no tenía ningún carácter milagroso, siempre que no consideremos mágico el propio funcionamiento del monteverde como ecosistema zonal. Fue siempre la especial ubicación de este árbol, a las faldas del volcán Ventejís, la que sirvió para atrapar el máximo del agua suspendida en forma de nubes alísicas. De esta circunstancia tomaron buena nota los bimbaches y por esa razón labraron huecos y albercas junto a la coordenada 27º 47´45´´N y 17º 56´ 31´´W, donde habitara el mítico árbol que poco a poco fuera pasando de la necesidad a la santidad.
     Se dice que el Garoé medía aproximadamente 15 metros y que su diámetro era de 5 metros, probablemente formado por varios chupones engrosados. Con tal diámetro y escasa altura, para ser un til tan desarrollado, su copa debió ser inmensa, ocupando a modo de gran embudo todo el espacio del anfiteatro o frontón que se construyó alrededor de su base.
      Las hojas del Garoé besaron el suelo 205 años después de que la isla fuera conquistada. Ya no era necesario recurrir a sus dádivas, sobre todo durante los calurosos veranos. El lugar que con tanto recelo fue ocultado a los conquistadores permaneció en el olvido durante exactamente 338 años, aunque no así en la cultura y en la literatura que mejor ha identificado a la isla herreña.
      Se dice que el anterior dueño del terreno, que finalmente fuera adquirido por el Cabildo Insular, llegó a plantar allí un ejemplar de castaño (Castanea sativa), pero que apenas creció, circunstancia seguramente achacable al exceso de humedad. En plena Guerra Civil Española, el ingeniero de Caminos Simón Benítez, de ascendencia herreña, remitió a la isla unos pocos ejemplares de tiles procedentes de Moya (Gran Canaria). La falta de cuidados culturales impidieron la supervivencia de estos individuos. Más tarde, en 1948, coincidiendo ya con la inflexión entre explotación y recuperación del monte canario, un ejemplar de til procedente de Anaga (Tenerife), acabó plantándose en este enclave. En dicha empresa fue de destacar la decidida labor del noble guarda forestal local de nombre Zósimo Hernández.
      Y allí ha prosperado este digno sustituto del tótem-maravilla, para rememorar la relación hombre-bosque más estrecha que jamás ha existido en Canarias. Cuando la niebla lo permite, podemos observar cómo tiene una altura que ronda los 11 metros y un perímetro de tronco de un metro. El ejemplar se ramifica sobre los dos metros, presentando una ligera inclinación hacia el viento dominante. Su corteza se encuentra alfombrada con frescos y esponjosos musgos y líquenes, que canalizan las microgotitas hasta el suelo.
     Actualmente el entorno cumple una importante función de uso público e histórico, siendo el único árbol canario que cuenta con visita certificada. El abrazo forestal, suave, vaporoso y húmedo, constituye un impulso frecuente entre los visitantes. Quién sabe si alguna vez la propia joven Argafa también se abrazó al Garoé, mezclando sus> lágrimas con las gotitas destiladas, mientras suplicaba perdón por haber desvelado el secreto mejor guardado del pueblo bimbache.
 
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jueves, 18 de noviembre de 2021

NIKOLA FALLER (Croacia)

Cada otoño en Osijek, Croacia, el escultor, académico y artista internacional Nikola Faller dibuja estas mágicas creaciones con un rastrillo y las hojas de los árboles. En otros sitios mutilan las ramas para no recoger las hojas. Simplemente cultura. Y recorre las playas con sus mandalas.

 
"Es bueno trabajar en armonía con estas energías móviles de la naturaleza. Las hojas ya están caídas. Poco a poco empiezan a pudrirse. Para la primavera, ya serán tierra nueva, que alimentará la hierba que cortaré, al igual que la nieve derretida de las esculturas que haga. Cuando el tiempo es bueno, la hierba cortada se convierte en la paja que utilizo en verano."
"Además de trabajar solo, como autor, también realizo muchos talleres de Slama Osijek. Los hago con niños y jóvenes de todas las edades, incluso tan pequeños como los de jardín de infancia. Aprenden tanto sobre el arte como sobre la naturaleza. También vienen estudiantes de secundaria e incluso estudiantes universitarios de la Academia de Artes aquí en Osijek. Realizo talleres de Slama Osijek en toda la región, no solo en la ciudad misma. Muchos talleres incluyen a personas que no tienen una formación formal o experiencia en arte. A veces, la experiencia con estos participantes puede ser increíblemente gratificante: verlos descubrir su creatividad. A menudo se les ocurren grandes ideas, aunque a veces no están seguros de si es posible. Estoy ahí para ayudarles a hacer que sus ideas cobren vida. Cualquiera lo puede hacer. Todo lo que necesita inicialmente es la voluntad."

Fotos de "Los árboles mágicos" y más

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lunes, 15 de noviembre de 2021

EL MORAL DE «LAS TORMENTAS»
La Sequera de Haza (Burgos)
 
Este moral, situado en dominio público, está catalogado como árbol singular de la provincia de Burgos. El alcalde de la Sequera, Roberto Arroyo, afirma que se decidió presentar la candidatura a "Árbol europeo del año 2022" para «poner en valor el árbol y potenciar su divulgación y conservación con el objeto de que el mismo sea no solo el orgullo de los habitantes del municipio, sino de toda la comarca de la Ribera del Duero Burgalesa y por extensión de toda España y de Europa»
     Según datos recogidos por Cesar-Javier Palacios, en su libro «Árboles singulares de la provincia de Burgos», en el pasado la recolección de sus abundantes moras estaba regulada. El gran moral tenía clavado en su tronco con la inscricpión “Vedado de Moras”. La tabla la ponía un herrero y el texto lo escribía el secretario del Ayuntamiento. No es que no se pudiesen probar la moras, sino que lo que se trataba de lograr era un reparto igualitario. El 25 de julio se reunía a todos los chicos en la escuela; y a cada uno se le daba un bote o dos del suculento fruto. Se trataba de un importante aporte de vitamina en tiempos mucho más complejos que los actuales. 
     Ahora hay moras de sobra para los pocos que se interesan por ellas, y los tordos dan cuenta del resto. Palacios denomina al moral como, «Moral de las Tormentas». Parece que tiene ese nombre porque con cierta frecuencia las tormentas de verano arramplaban con todo pero el moral resistía. No obstante, primeramente tiene el nombre de «Morera Cocodrilo», ya que su aspecto actual recuerda a un cocodrilo que se arrastra por el suelo.-
 
Especie: Morus sp        Altura: 5m           Perímetro: 2m          Edad: 300años

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jueves, 11 de noviembre de 2021

YOLANDA BLANCO (Nicaragua, 1954)
Apariencia de árbol

Necia yo
si un día desprecié 
mi apariencia de árbol. 
Palpo ahora mi cuerpo de hojas 
de ramas y de agua, 
siento en mis labios riendo 
coludos pequeños y begonias, 
sé que soy de lima 
de mimbros 
de pitahaya 
que soy de cepas 
y así voy, crezco y me levanto. 
Yo 
Yolanda 
quiero agradecer, 
borrar de mí ese pasado.

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domingo, 7 de noviembre de 2021

Un árbol en la capilla, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
Un árbol y una capilla

      La capilla de Notre-Dame-de-la-Ronce es una capilla ubicada en Caumont, en Eure (Normandía) a la que también se le da el nombre de capilla encaramada debido a su posición, en una ladera al borde del Sena y apoyada contra un roble de varios cientos de años. Es un lugar de peregrinación desde el siglo XIX, en honor a la Virgen María y que se realiza el último miércoles del mes de mayo. Esta peregrinación a la capilla fue incluida en 2009 en el Inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial en Francia. 
     Rodeando un roble de unos trescientos años se construyó una capilla de estilo muy simple en 1842. Sin embargo, es la combinación de los dos elementos lo que crea la particularidad del sitio. La capilla rodea el árbol en el que se colocó una estatua de la Virgen María. La asociación de una efigie dedicada a un santo con un elemento vegetal es bastante común, pero aquí tenemos una forma más avanzada de esta asociación ya que se ha desarrollado un espacio cultural alrededor del árbol, creando así un monumento tanto vegetal como religioso con una particular identidad. 
     La leyenda dice que unos leñadores, preparándose para cortar el roble, descubrieron una estatua de la Virgen colocada en sus ramas. La movieron y la escondieron, pero al día siguiente, la estatua estaba de nuevo en el mismo lugar, así que avisaron al propietario del lugar, que, muy piadoso, decidió erigir allí misma una capilla. La leyenda vinculada a la estatua de la Virgen en este espacio de culto tan particular condujo a la formación de una peregrinación a la capilla encaramada en 1843, que fue cancelada en 1972 ante el aumento del tráfico en la ruta, que ponía en peligro a los peregrinos. Fue rehabilitada en 2008, con una ruta modificada y acortada en comparación con la ruta original.
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jueves, 4 de noviembre de 2021

ALBERT CERVERA

La llamada del bosque


La Llamada del Bosque (en concreto del soto de castaños de Villar de los Barrios). Esta llamada la escucha una persona que vive en la ciudad y lleva años sin entender cómo nos hemos alejado de la naturaleza y la forma en que se vive en las ciudades actuales. A partir de este llamado, inicia un viaje que le hace sumergirse en el Bierzo, en el soto de castaños y con diferentes personas del Bierzo que nos cuentan su particular visión, sus sentimientos sobre la región y sobre los retos de futuro. De una región que quiere volver a unirse, para poner en valor su patrimonio natural y crear las bases de su forma de vida futura.

CRÉDITOS
Dirección: Albert Cervera
Realización y Edición: Marc Algora
Producción: Simbiotia
Producción Local: Nicolás de la Carrera (Asociación Bierzo Vivo)
Con el patrocinio de: Ayuntamiento de Ponferrada | Fundación Patrimonio Natural Castilla y León | Tvitec | Uned Cátedra de Territorios Sostenibles y Desarrollo Local
Musica Original: Miquel de Jorge Artells
Chelo: Paula Sánchez
Violín: Miquel de Jorge
Color Grading: Marc Insa - Redfields
Postproducción diseño de sonido: Gerardo Barrera
Diseño Gráfico: Nicolás de la Carrera

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lunes, 1 de noviembre de 2021

Las castañas, la memoria del bosque

EUGENIO MONESMA MOLINER (Huesca, 1952)
Las castañas. Recolección, conservación y elaboración de este fruto

Muchos pueblos de la comarca leonesa de El Bierzo han podido conservar hasta nuestros días un referente cultural de una actividad tradicional: el cultivo de las castañas. En el año 2002 pudimos recoger en imágenes el popular método de secado de estos frutos al humo y distintas formas de elaboración y conservación.

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