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28 junio 2025

ANTONIO MADRIDEJOS
Las sabinas de los Monegros y la leyenda de la Armada Invencible


Una especie adaptada a la estepa

     En la carretera que lleva de Castejón a Sariñena, justo antes de llegar al pueblo de Pallaruelo, se puede observar una de las últimas representaciones del sabinar que antiguamente cubría buena parte de los Monegros. No son ejemplares solitarios que han sobrevivido en lindes o terrenos abruptos, como suele ser más común en esta comarca de Aragón, sino que los hay a centenares. Vistos desde lo lejos, los árboles, que crecen marcando la frontera entre pequeñas fincas, se observan como un bosque denso que destaca sobre el suelo claro.
     Mi colega periodista Ernest Alós, buen conocedor de la zona, me comenta que más al sur de Bujaraloz, en la llamada Retuerta, se encuentra otro sabinar de tamaño aún mayor y menos modelado por la mano del hombre. Son de una belleza desconcertante. Una visita ineludible. 
Sabinar cerca de Pallaruelo de Monegros, en el municipio de Sariñena. @arbolesconhistoria.com
       El follaje perenne y oscuro de las sabinas albares dio nombre a la comarca -los Montes Negros-, pero los Monegros nunca fueron el bosque impenetrable que de repente fue esquilmado para la construcción de los navíos de la Armada Invencible (o Gran Armada), como todavía reiteran algunas guías turísticas e incluso sesudos ensayos. «Cada poco tiempo se repite el mismo mito», lamenta Gemma Grau, técnica de la Oficina de Turismo de los Monegros, en Sariñena. La deforestación fue un proceso gradual que se inició en los siglos XIII-XV y cuyos principales motores fueron la transformación del terreno para el pastoreo del ganado, la agricultura y el aprovechamiento de la leña. En definitiva, «un resultado del crecimiento demográfico de la comarca en aquellos siglos», expone Grau.
     «En la actualidad únicamente quedan retazos forestales en lugares con relieve, pues todo aquello, productivo o no, que pueda labrarse ha sido labrado», sintetiza César Pedrocchi, biólogo del CSIC, ya jubilado, en Ecología de Los Monegros. 
La paciencia como estrategia de supervivencia. Los cultivos, tanto de secano como de regadío, constituyen ahora el elemento paisajístico más común de la comarca, muy por delante de las zonas forestales y las estepas.
     Afortunadamente, el proceso se ha revertido en las últimas décadas. «La presión de la ganadería se ha reducido -explica Ramiro Muñoz, biólogo de la reserva de la Laguna de Sariñena-. Al no haber tanto ramoneo, los árboles crecen con más facilidad». Lo que pasa, añade Muñoz, es que «aquí llueve poco y la recuperación va lentamente». 
Sabinar cerca de Monegrillo, con la sierra de Alcubierre al fondo. @arbolesconhistoria.com
      La sabina albar (Juniperus thurifera) es una conífera adaptada a la dureza del clima estepario de los Monegros, caracterizado por unos inviernos muy fríos, unos veranos cálidos, viento y en general unas precipitaciones muy modestas, del orden de 350-400 litros anuales por metro cuadrado [En las zonas más elevadas y sin inversión térmica, como ocurre en la sierra de Alcubierre, aparece el pino carrasco.] Aunque estas condiciones se mantienen relativamente estables desde hace al menos 8.000-10.000 años, tras finalizar la última glaciación, el paisaje ha sufrido una transformación completa debido a la influencia humana. 
Tronco de sabina albar
     Así, por ejemplo, los abundantes bosques abiertos de sabina que sugieren los registros geológicos han quedado esquilmados y ahora en su lugar florecen plantaciones de maíz o alfalfa. Y los ejemplares solitarios que aún pueden observarse se han conservado para marcar límites entre propiedades o como hitos para una buena orientación. En cualquier caso, «el sabinar nunca ha sido un bosque tupido. Ni aquí ni en ningún sitio. La sabina vive en lugares muy duros, con pocos recursos de agua, y para resistir ha desarrollado un gran sistema radicular que dificulta que los árboles crezcan muy juntos», insiste Ramiro Muñoz. Además, según el biólogo, «la salinidad de la comarca difícilmente permitiría el desarrollo de un bosque muy denso».
     Una manera de comprobar cómo fue la desaparición gradual de los sabinares monegrinos es acudir a la geología. En este sentido, el delta del Ebro es un inmejorable «testigo» del proceso, según la definición de César Pedrocchi. La deforestación a partir del siglo XIII debido a la presión ganadera y las necesidades de leña supuso una erosión del terreno que se tradujo en unos grandes aportes de sedimentos en el cauce del río. Como consecuencia, el antiguo estuario del Ebro, situado casi 200 kilómetros aguas abajo, se fue convirtiendo progresivamente en el delta que hoy en día conocemos. La Armada Invencible llegó más tarde. Así que, como dice Pedrocchi, «muy posiblemente lo que se taló en los Monegros [para construir los navíos] serían los restos del gran bosque que sobrevivió al primer milenio». 
Sabina cerca de Castejón de Monegros. @arbolesconhistoria.com
       El relato de la flota naval resulta poco creíble. Se estima que para la construcción de un galeón del siglo XVI se necesitaban 900 robles o pinos, que fueron los árboles más empleados, y un poco menos, unos 200-300, para una galera. La escasez de madera fue efectivamente un grave problema en la industria naval española entre los siglos XVI y XIX, lo que motivó la redacción de varias leyes para fomentar la explotación más sostenible de los bosques, pero difícilmente se echó mano de las sabinas. O, como mínimo, las sabinas de los Monegros nunca fueron la primera opción. 
Sabinar de Pallaruelo. @arbolesconhistoria.com
     Su madera es muy apreciada por su resistencia a la putrefacción por humedad, pero los ejemplares suelen ser de altura moderada -no aptos para mástiles y otras piezas de las largas dimensiones- y en sus troncos abundan los nudos. «Creo que se pudieron talar algunas sabinas de los Monegros, pero serían solo las insignes, las que superaban unas determinadas dimensiones», dice Ramiro Muñoz. En opinión del biólogo de Sariñena, el motivo fundamental de la deforestación de la comarca fueron las quemas que se realizaron para obtener prados para que pastara el ganado.
     «La leyenda de la Armada Invencible se sigue explicando pese a que hay numerosas evidencias en su contra», insiste Gemma Grau. La técnica de la Oficina de Turismo de los Monegros comenta otro motivo de escepticismo: «Trasladar grandes troncos hacia el Cantábrico, desde donde partió la flota, remontando el Ebro a contracorriente y con un cauce cada vez más pequeño sería sumamente difícil». Lo habitual es que la madera de Aragón demandada para la construcción (no solo de barcos) procediera de los Pirineos, avanzara a través del Cinca y luego se trasladara por el Ebro hasta Tortosa. Fueron las actuales comunidades de Asturias y Cantabria las que suministraron la mayoría de los árboles necesarios para la construcción naval. Quizá no todos, pero sí la mayoría.

Lo hemos leído aquí: https://www.arbolesconhistoria.com/2021/06/30/sabinas-monegros-armada-invencible/
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07 marzo 2025

Mención AEMO 2017, Olivo u Olivera de Colungo, Huesca

EL OLIVO MONUMENTAL DE COLUNGO, HUESCA
Mención Especial Olivo Monumental 2017 por AEMO  

     La olivera de Nadal -como así se le conoce a este olivo-, del municipio de Colungo (Huesca), en la comarca del Somontano, fue distinguida por AEMO con una mención especial en 2017. Este olivo se alza como un auténtico coloso con un tronco de fenomenales dimensiones, lo que da fe de su longevidad, pudiendo alcanzar los 400 o 500 años. Además se valoró especialmente el compromiso y tesón de su propietario, Don José Andreu, un agricultor de 94 años que manifestaba emocionado que este ejemplar es patrimonio de todos y por ello debe ser conservado para las generaciones futuras, tal y como él y sus antepasados lo han hecho.
     La asociación agradeció el interés que esta familia ha demostrado con esta olivera. Don  José le colocó un pararrayos para su protección, antes de que ingresara en la Residencia de Mayores de Barbastro y dejó testimonio audiovisual de la pasión que sentía por la Olivera de Nadal, dando instrucciones para su conservación y pidiendo su protección.
     El olivo fue presentado al concurso por la Comarca del Somontano de Barbastro, socia de AEMO.
     Este majestuoso olivo con más de ocho metros de altura y 12 metros de circunferencia en la base es algo espectacular. El nombre se debe a la finca en la que se encuentra el olivo que pertenece a la casa Nadal. Se sitúa junto a la carretera, próximo al pueblo. Son muchos los recuerdos que trae este gran olivo que según decía Don José ya se encontraba allí cuando ocurrió todo aquello del diluvio universal y el arca de Noé. Muchos vecinos tienen recuerdos de su infancia cuando iban a jugar a la olivera,
 encaramarse y esconderse en su fronda.
     La variedad de la oliva es conocida como “royera” ya que el fruto es de color claro y colorado, no negro como suelen ser, tratándose de una variedad única en la zona y de la que en determinadas épocas se llegaron a recoger muchos kilos de aceituna. Don José recordaba que el año 1944 cayó una gran nevada y fruto de ello se recogieron más de 300kg de olivas.

 https://www.aemo.es/page/historial-de-premios-olivos


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11 febrero 2025

 ALFREDO MALUENDA, en "El Heraldo", oct-2019
Desmontando el mito: La Armada Invencible no causó la deforestación de Los Monegros


Ni la composición de la tierra ni las lluvias sostienen la tesis de que la comarca albergara alguna vez una gran arboleda. 

Panorámica de la Sierra de Alcubierre, en el corazón de Los Monegros.Heraldo

     Veinte galeones, 44 navíos mercantes armados, cuatro galeazas y otras tantas galeras, 23 urcas, 22 carabelas, quince pinazas y 22 pataches. Mucha madera para un solo bosque… especialmente para uno que jamás existió. Los Monegros aguanta estoico el "sambenito" de una leyenda que no es más que eso, un mito: el de que un día dio cobijo a una frondosa e inabarcable masa arbórea, desvestida con el único propósito de dar forma a la malograda Armada Invencible. El mito pasa de generación en generación y en el área de Turismo de la comarca no se cansan de salir al quite. “Se trata de un hecho histórico mitificado, legendario y falso y que se achaca a un castigo de Felipe II tras el suceso con el Justicia de Aragón”, razona Gemma Grau, técnico del organismo comarcal. Lo primero sería acotar qué se entiende por bosque en Los Monegros: un paisaje salpicado por pino negro y sabina conocido desde la antigüedad, que ya en época árabe era denominado ‘monte negro’, no por la frondosidad, sino por el tono oscuro de sus copas. El segundo punto más alto de la sierra de Alcubierre se llama, precisamente, Monte Oscuro. Su bosque siempre ha sido de tipo mediterráneo, cuyo mejor exponente son las carrascas en el norte y las sabinas en el sur, un paisaje al que se sumó la tradición agrícola romana: cereal, vid y olivo. De hecho, la geología nos cuenta que Los Monegros habría tenido un paisaje similar desde la última glaciación, acusando la escasa pluviosidad”.
     Un punto en el que hace especial hincapié Ramiro Muñoz, biólogo en la Laguna de Sariñena: “Para hablar de un bosque en esos términos la lluvia tendría que promediar, como poco, los 600 litros por metro cuadrado, y apenas se alcanzan los 400. Sólo hay que ver cómo a partir del municipio de Huerto, donde las precipitaciones son mayores, arranca una línea de contraste y por encima la vegetación cambia de forma notable”. A ello se añade la composición del suelo: "la salinidad de determinadas zonas impediría un bosque de las características de las que se suele hablar".
     Muñoz indica que la flota naval que partió hacia la costa inglesa sí contó con la aportación de “algunas sabinas de gran porte, del estilo de la insigne sabina carrascosa que luce en Monegrillo, pero la madera de los barcos se extrajo de distintos puntos del país y no de uno solo”. En cualquier caso, en la pérdida de los mejores ejemplares “jugaron un papel más determinante las quemas que se realizaron de cara a favorecer la ganadería que cualquier otro factor”.
     La técnico comarcal Gemma Grau suma otro elemento a la ecuación: “Lo que en realidad deforestó este territorio fue el aumento demográfico del siglo XVI, que obligó a roturar nuevas tierras y obtener mayor cantidad de leña, añadido a incendios y guerras posteriores, como las carlistas. Y esto, por cierto, tuvo una consecuencia inesperada, la reciente formación del Delta del Ebro”.
     Otro detalle capital y por el que se suele pasar de puntillas es la distancia entre el enclave aragonés y el punto de partida de la flota. Grau recuerda que los barcos zarparon desde el Cantábrico, cuando Castilla tenía mar: “Es evidente la dificultad de remontar los troncos desde Aragón río Ebro arriba y a contracorriente, con un cauce menguante cuanto más próximo al origen. Los árboles talados en Aragón descendían desde el Pirineo por el Cinca y, desde ahí, por el Ebro hasta Tortosa”.

La leyenda y sus versiones
     Una curiosidad del mito del gran bosque y de la deforestación a manos de Felipe II es que, a diferencia de muchos otras leyendas regionales, ésta se repite en otros puntos del país, siempre adaptado a las panorámicas locales. Se emplea para justificar paisajes desarbolados en provincias tan dispares como Jaén, Cuenca, Soria o Cantabria.

Lo hemos leído aquí: https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2019/10/25/desmontando-mito-los-monegros-no-tuvo-frondoso-bosque-ni-deforesto-para-construir-armada-invencible-1340349.html

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17 octubre 2024

LUCÍA VALERO, en "Hoy Aragón", Oct-24
El fin de un icono enfermo desde hace años por la sal de la carretera

Las ramas de este árbol monumental, todo un símbolo de la localidad, han sido taladas por seguridad.

La secuoya de Cerler, con las ramas taladas. / HOY ARAGÓN
La secuoya de Cerler, con las ramas taladas. / HOY ARAGÓN
     La expresión cortar por lo sano nunca tuvo tanto sentido como en esta historia. Esta semana los vecinos de Cerler se han despertado con una triste noticia. Las ramas de la secuoya monumental que durante décadas ha sido un icono en la localidad se han talado, acabando así con un símbolo para muchos.
     Según el Ayuntamiento de Benasque, al que pertenece este núcleo del Pirineo Aragonés, la acción se ha llevado a cabo por petición de los propios vecinos. La secuoya estaba enferma. Al parecer, la sal que se esparce en la carretera con las heladas había afectado a la raíz de este monumental árbol.
     A consecuencia de ello, las ramas estaban muy deterioradas y suponían una amenaza para la seguridad de los viandantes en una zona muy transitada de Cerler.
     La Asociación de Vecinos y Amigos de Cerler Pico Sarllé solicitó al Ayuntamiento de Benasque una solución para esta situación provocada por una secuoya que, al parecer, llevaba años muerta. Otras voces locales con las que ha hablado HOY ARAGÓN señalan, por contra, que quizás se podría haber curado antes de darla por perdida y acabar así con un icono.
     La situación era especialmente delicada ya que la secuoya está en una zona de fuertes vientos. En cualquier caso, el árbol seguirá estando presente en Cerler y, tras cortar las ramas, se le va a dar una segunda vida. El tronco de la secuoya se ha mantenido y se convertirá en una escultura.
     Las secuoyas son árboles que, de forma natural, crecen en bosques de California. Por eso, las que aparecen en otras zonas se consideran excepcionales y algunas de ellas están protegidas. En el caso de Aragón, solo una forma parte del catálogo de Árboles Singulares y está en Daroca. Tiene un perímetro en la base de 1.130 centímetros y una altura de 40 metros, aunque era más alta, hasta 1988, cuando un rayo la redujo 14 metros.
     En Cerler, además de la protagonista de esta historia, hay otra, bien conservada, en una zona de apartamentos. También hay una secuoya en las inmediaciones de Teruel capital, y otra en la localidad ribagorzana de Seira.

17 noviembre 2023

¿Qué ha sido de ti, hermoso tejo?

Evolución de un tejo trasplantado en 2015 en Daroca, Zaragoza
"Un tejo centenario de Daroca se traslada a su nuevo hogar en un parque municipal
Segunda vida. La mudanza se completó con éxito en torno a las 16.00, cuando se plantó por fin en el parque. 

Preparación previa. Días antes del traslado, se rodeó la raíz con una escayola y se podó, para aligerar su peso. 
Compleja operación. Una grúa levantó el árbol y lo depositó en la calzada antes de cargarlo en la plataforma. "

Este es el exiguo texto al que acompañaban 3 fotografías del trasplante de un hermoso tejo en la ciudad de Daroca, ¿no se merecía algo mas?. 
     Se trasplantaba porque los propietarios del terreno iban a construir en ese espacio y el ayuntamiento corrió con los gastos y lo plantó en un jardín público, "el de la harinera". Este jardín está próximo al comienzo de la Av. Teruel, pero no tiene acceso público, increíble pero cierto. Los gestores públicos no deben tener mucho interés en mostrar ese rincón tan increíble y más pensando en una ciudad amurallada que no puede ofrecer demasiados espacios verdes.
Foto ANSAR de 2013 del tejo en su origen
     Como vemos en las fotos del traslado, a este pobre le dejaron con un pequeño cepellón.
     El nuevo emplazamiento del tejo es un coqueto jardín decimonónico de unos 500mque cuenta con una gran variedad de especies: inmenso cedro del Atlas de 5,5m de circunferencia, un hermoso tilo, un rarísimo Cephalotaxus fortunei, varios tejos, secuoyas, mirtos, abetos, etc
     Ocho años después el tejo ha sucumbido al olvido y casi ha entregado su vida. 
     El árbol tenía su importancia y había sido objeto de estudio pues ya apareció en el libro "Árboles de Aragón" de la Dirección del Medio Ambiente del año 2000. Allí, ficha98, pág. 239, se pueden ver las dimensiones que tenía: 2,80m de perímetro, 14,5 de altura y proyección de la copa de 177m2

El tejo, o lo que queda de él, oct-2023
Visita al jardín de la harinera (2013) ANSAR
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28 noviembre 2021

PABLO DE LLANO, en "El País"
La carrasca de Lecina: vida e historia del Árbol Europeo del Año

¿Cuál es el valor de un árbol singular? ¿Puede unir voluntades, despertar orgullo, dar esperanza a una tierra despoblada? Así fue la humilde gesta de una encina vetusta preservada por una familia durante siglos. Doce horas de la vida de la encina en un plano fijo.

Vista del amanecer a través de las ramas de la Carrasca de Lecina, Huesca. FOTOS: JUAN MILLÁS

El 17 de marzo de 2021, la carrasca milenaria de Lecina (Huesca) ganó el concurso de Árbol Europeo del Año con la mayor cifra de votos en sus 11 ediciones: 104.264. Segundo quedó el magnífico plátano de Curinga (Italia), con 78.210 votos, y tercero el sicomoro de la república rusa de Daguestán, cuyos notables méritos naturales quedaron ensombrecidos porque la organización del certamen, la Environmental Partnership Association, descubrió que su candidatura estaba siendo respaldada por un ejército de bots; finalmente, se acreditó que había recibido 66.026 votos legales y más de 30.000 fraudulentos. El día del triunfo de la antiquísima carrasca (así la llaman en Aragón a las encinas), el puñado de vecinos que viven en Lecina, la mayoría entrados en años, lo celebraron en la plaza ante una pantalla gigante descorchando botellas de vino achampanado del Somontano y saboreando buñuelos, rosquillas y crespillos.

     Unas horas después de conocerse la victoria, la Casa Real felicitó por Twitter a los de Lecina.

     Esta es la historia de un logro colectivo en el que participaron dueños, vecinos, administraciones y amigos de la causa, y es la historia de un empeño individual. Entre la algarabía de la plaza del pueblo faltaba quien más hizo por cuidar la carrasca en las últimas décadas de su matusalénica existencia. Nicolás Arasanz, nacido en Lecina en la casa Carruesco (nombre de familia) y fallecido en 2015 a los 96 años. Las herederas del árbol son sus hijas, María Jesús, Felisa y Silvia. De niñas tenían prohibido subirse a él, pese a que ellas eran unas plumas y la carrasca un desmesurado Quercus ilex de 16 metros de altura y 28 metros de diámetro de copa. No era cosa de cuánto pesaban ellas y cuánto podía soportar la carrasca. Era cosa, dice María Jesús Arasanz, de que para su padre el árbol era un patrimonio “sagrado”. 


     La carrasca fue registrada como árbol singular por el Gobierno de Aragón en 1995. Su propiedad siguió siendo de la familia Arasanz, pero la responsabilidad de su conservación pasó a la Administración. Esto puso a Nicolás en una situación de cierto desasosiego. Ya no podía, por ejemplo, podar las ramas del árbol, y le angustiaba que cada vez llegasen más turistas a mirarlo. En 1997, el periodista César Palacios lo visitó para incluir su carrasca en una serie de El País Semanal titulada ‘Árboles con historia’. Palacios se encontró a un hombre de “fino sentido del humor” y harto de que la gente se encaramase al árbol para hacerse fotos porque le iban arrancando corteza. Protestó al reportero: “Unté todo el tronco de manteca de cerdo pensando que así no treparían, pero aunque se manchen suben igual”. Todavía se aprecia con claridad en la portentosa base troncal de la carrasca un ancho surco de superficie pelada, pese a que ya nadie hace eso, entre otras cosas porque al día siguiente de que se publicase el artículo de Palacios las autoridades enviaron operarios a cercarla con una valla de madera, que sigue ahí. En tiempos de aquel reportaje, ya se hablaba de esta encina como de la gran superviviente del proceso de explotación de los encinares de la zona. “Es un milagro que se conserve. Había otras igual de grandes pero desaparecieron”, concuerdan en un corrillo de vecinos cuando visitamos el pueblo a inicios de octubre. En la posguerra muchos tuvieron que vender sus carrascas más nobles a los negociantes que querían aquella leña de combustión lenta y alto poder calorífico. Más tarde, Nicolás Arasanz también recibiría una oferta, según relató Palacios: “Un carbonero fanfarrón le aseguró que si mientras él la cortaba se ponía debajo a comerse un pollo, antes de terminarlo tendría que salir corriendo para que no le cayera la encina encima. ‘¿Un pollo?’, se pregunta el propietario. ‘Mecagüen la leche, me daba tiempo para el pollo, la siesta, hacer noche y volver al día siguiente’. Pero por si acaso, no quiso hacer la prueba y se negó a venderla”. Para cumplir con su baladronada, el carbonero hubiera tenido que seccionar en minutos un tronco de unos siete metros de perímetro.
     La edad de la llamada carrasca milenaria es incierta. De hecho, si bien las encinas pueden superar los 1.000 años, es muy probable que se quede por debajo. Un técnico del Gobierno de Aragón explica que, según las consultas que han hecho con científicos, podría tener entre cuatro y siete siglos. Para precisar habría que recurrir a una técnica de perforación del tronco. No se lo plantean. Consideran que sería peligroso para el árbol.

     Dos semanas antes del anuncio del Árbol Europeo del Año, falleció a los 95 años Isabel Peñart, esposa de Nicolás. Ella también fue una defensora de la carrasca. En sus últimos años de vida, sus hijas la llevaban a verla a su sitio, pegada a una era a la entrada del pueblo, y ella, nonagenaria y achacosa, la miraba y decía: “La castañera está muerta”. “No, mamá, no está muerta”. Ella la miraba y repetía: “La castañera está muerta”.
     En la familia y en el pueblo no la llaman la carrasca sino la castañera —la castañera de Carruesco— porque daba unas bellotas grandes y dulces que parecían castañas. Con ellas se alimentaba al ganado. A veces la gente las comía asadas, sobre todo los críos. María Jesús y Felisa Arasanz aseguran que sus bellotas han empequeñecido. En general, dicen que la carrasca ya no es lo que era. “Antes te ponías debajo y de tanta hoja que tenía mirabas para arriba y no podías ver el cielo”, recuerda Felisa. Las hermanas la ven más seca, menos frondosa, con el verde apagado. Les preocupa que el turismo le esté afectando y reclaman de las autoridades un control de visitas organizado, además de un cuidado de su entorno sostenido, no puntual.
     Uno de los riesgos a los que se enfrenta es la compactación del suelo por acumulación de pisadas. Después de ganar el premio, la carrasca estuvo recibiendo en primavera y verano una media de 150 visitas diarias, según Carmen Lalueza, alcaldesa de Bárcabo, el municipio donde está Lecina. Unas semanas antes de ser elegida Árbol Europeo se tomó la precaución de demarcarla con un segundo perímetro, con una cuerda sostenida por postes, para ampliar el espacio de protección de su órbita radicular. La alcaldesa y las propietarias dicen que los visitantes suelen ser respetuosos, aunque de vez en cuando siguen apareciendo papeles o incluso colillas. Da que pensar. Una persona que se acerca a un fabuloso árbol milenario, lo observa mientras fuma y al terminar de fumar tira el pitillo al suelo y, si acaso, pisa la colilla.
     Eso es: tirar al suelo un pitillo y, si acaso, pisar la colilla ante un ser vivo —callado, pero vivo— que quizá esté ahí desde el medievo, que quizá estuvo en su juventud durante la peste negra de 1348, que quizá siendo un árbol ya sólido estuvo cuando Fernando II de Aragón fraguó con Isabel I de Castilla su poderosa corona, que sin duda estaba durante la guerra de la Independencia mientras tenían lugar las correrías antifrancesas de El Cantarero, El Pesoduro o El Malcarau, guerrilleros populares por entonces en el Alto Aragón, la región donde se encuentra la carrasca; que estaba aquí cuando llegó el ferrocarril Barcelona-Zaragoza y cuando la Guerra Civil y cuando en 1995 Nayim marcó in extremis desde 40 metros el gol que le dio al Zaragoza la Recopa contra el Arsenal, Aragón entero retumbando de alegría, y ahí, segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora, año tras año, década tras década, nieve tras nieve, siglo tras siglo, estuvo la carrasca sin inmutarse, haciendo algo tan simple y tan ontológicamente perfecto como permanecer. Eso es: entonces llegas tú y arrojas una colilla a sus pies.

     Se conoce como árboles singulares a aquellos que son excepcionales por su edad, tamaño, forma u otras características biológicas o culturales. En España cada comunidad autónoma cataloga los suyos. Actualmente son unos 4.100. Existen normativas que los protegen, de tipo local y autonómico, pero en general la atención que reciben suele ser escasa, según Susana Domínguez Lerena, presidenta de Bosques Sin Fronteras y destacada promotora de una política integral de conservación de estas maravillas biológicas y de aprovechamiento sostenible de su potencial educativo-turístico. “Son monumentos”, afirma, “y deberíamos tratarlos igual que tratamos a una capilla románica”. A su juicio, España padece de cierto “analfabetismo arbóreo” y urge que se empiece a cultivar la sensibilidad al respecto.
     Ya a finales del siglo XIX, el aragonés Joaquín Costa hacía una defensa del valor político de los árboles. En un artículo en Ayer. Revista de Historia Contemporánea, escribe Alberto Sabio, catedrático de la Universidad de Zaragoza, que él propugnaba un “patriotismo arbóreo” en el que “el respeto al árbol sería un condimento más de la regeneración nacional española”. En los mítines de la Cámara Agrícola del Alto Aragón, cuenta el historiador, Costa clamaba: “¡Fueron adineradas las encinas en forma de leña y carbón!”. 

      Hoy los peligros para los árboles singulares son otros. “El cambio climático, porque cuanto mayores son los ejemplares, más les cuesta adaptarse a variaciones fuertes e imprevistas, y la desatención social y administrativa”, analiza Domínguez Lerena.
    
La victoria de la carrasca, primer árbol español que gana el concurso europeo, es una muestra de que es posible que estos árboles atraigan interés e involucren a los ciudadanos y a organismos oficiales. En este caso fue una eurodiputada aragonesa, Isabel García, la que dio la idea de buscar un árbol singular para ir al certamen; luego juntaron fuerzas las comarcas limítrofes de Somontano y Sobrarbe (la de la carrasca) y el Ayuntamiento de Bárcabo; y TuHuesca, una entidad turística pública, financió con 36.000 euros la campaña. Aliados con las hermanas Arasanz, en el meollo estuvieron Enrique Pueyo, alcalde de un pueblo de Sobrarbe, Aínsa, y Clara Bosch, gerente de la Ruta del Vino del Somontano, nativos de la zona. En presencia de la encina, explican que entendieron que encumbrarla serviría para fortalecer un corredor turístico intercomarcal con dos joyas medievales como Aínsa y el pueblo de Alquézar, y una sierra, la de Guara, donde hay entre otras cosas pinturas rupestres y unos cañones óptimos para el barranquismo.
     Bosch y Pueyo recuerdan el entusiasmo que sintieron el día que obtuvieron el premio europeo. También guardan cariño al momento en que ganaron, meses antes, el de Árbol del Año en España, organizado por Bosques Sin Fronteras. Aquel día aún no se había desatado el aragonesismo arbóreo que vino luego, pero ellos ya tramaban su estrategia. Al conocer la noticia, fueron donde el árbol a planificar los pasos siguientes. Contentos y en soledad, se comieron un bocadillo de longaniza bajo la sombra de la carrasca de Nicolás Arasanz.

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15 mayo 2020

Los bosques de la comarca de Andorra

JAVIER ESCORZA...
Los bosques de la Comarca de Andorra-Sierra de Arco, Teruel

Autores: Javier Escorza, Olga Estrada, José Luis Lagares y Mª Ángeles Tomás
Editan: CELAN, Comarca de Andorra-Sierra de Arcos
Año de edición: 2013
Páginas: 64
Séptimo número de los cuadernos comarcanos, resultado de un trabajo conjunto del CELAN y de la Comarca Andorra-Sierra de Arcos, se publicó como colofón de las jornadas La vida en nuestros bosques celebradas con motivo del Año Internacional de los Bosques.
 Sumario
 Los bosques en la Comarca Andorra-Sierra de Arcos
 Los bosques y el hombre

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07 mayo 2020

La Administración a remolque de la sociedad

El Sabinar de Olalla y el Sambibre de Cerveruela se incorporan al catálogo de Árboles Singulares

       Aragón ya cuenta con un total de 19 Árboles Singulares y seis Arboledas Singulares.
      El Boletín Oficial de Aragón publicó las órdenes de catalogación y declaración de un Árbol Singular y de una Árboleda Singular: el Sabimbre de Cerveruela y el Sabinar de Olalla, según informó el Gobierno de Aragón en una nota de prensa.
     El Sambibre de Cerveruela es un sauce blanco (Salix alba), trasmocho, que se protege a iniciativa de la asociación local “La Chaminera que humea” y del propio Ayuntamiento de Cerveruela (Campo de Daroca, Zaragoza), propietario de la parcela donde se ubica este ejemplar de notables dimensiones. 
     Su altura es de 14 metros, su perímetro en la base del tronco es de 860 cm y el perímetro a 1’30 m de altura es de 935 cm. El diámetro de la copa es de 8 metros. Este sauce se halla dentro de los límites de protección del Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) “Alto Huerva-Sierra de Herrera” y su catalogación le establece un entorno de protección de 16’8 metros de radio a contar desde el propio ejemplar.
     El Sabinar de Olalla, con 64’43 hectáreas de superficie, está situado en las proximidades de la localidad de Olalla, pedanía de Calamocha (Comarca de Jiloca, Teruel), siendo uno de los bosques de sabina albar (Juniperus thurifera) mejor conservados de Aragón, con numerosos ejemplares centenarios. Este bosque autóctono se reparte por suaves laderas mezclándose en algunas zonas con carrascas y rebollos sobre una superficie adehesada, y es atravesado por una rambla ancha donde se encuentran ejemplares de chopo. Aquí se hallan otras especies arbóreas que en menor medida son el quejigo o el serbal común. La nueva Arboleda Singularidad presenta un alto índice de madurez de la masa forestal, estando dentro de los límites de protección del Monte de Utilidad Pública nº 96 denominado “Monte Pelarda” y del Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) de “Sierra de Fonfría”.
      El Gobierno de Aragón ha declarado 19 Árboles y 6 Arboledas Singulares En virtud a la Ley de Espacios Naturales Protegidos de Aragón y al Decreto 27/2015, de 24 de febrero, por el que se regula el Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares, Aragón cuenta ya con 19 Árboles Singulares y seis Arboledas Singulares protegidas.


El catálogo de los Árboles Singulares es: 
el abeto de los Tres Quiñones (Panticosa)
el haya de la Caseta Pascual (Hecho)
la encina de Lecina (Lecina)
el tilo de Benasque ( en el término de Benasque)
el caixigo Torrentillo (Lascuarre)
el pino de Valdenavarro ( en la localidad de Zuera)
el enebro de Sabiñán (Sabiñán)
la sabina de Villamayor (Villamayor)
el quejigo de la Casa de la Vega ( término de la localidad de Embid de Ariza)
el cedro, la secuoya y el pinsapo de la Torre del Pilar (Daroca)
la secuoya de la Torre del Pilar (Daroca), el pinsapo de la Torre del Pilar (Daroca)
el chopo cabecero del Remolinar (Aguilar de Alfambra)
el pino del Escobón (Linares de Mora)
la sabina de Blancas (Blancas)
la carrasca de los Tolones (Peracense)
el tejo del barranco del Cuervo (Beceite)
el alcornocal del Prado (Sestrica)
el Sabimbre de Cerveruela.
     
Las Arboledas Singulares de Aragón son: 
el Pinar de Pino Moro de la Sierra de Gúdar
el Pinar de Pino Salgareño de Valdiguara en Luesia
los Chopos Cabeceros del Alto Alfambra
el Hayedo del Moncayo
el Pinsapar de Orcajo
el Sabinar de Olalla.
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30 marzo 2020

El quejigo de la Casa de la Vega

EL QUEJIGO DE LA CASA DE LA VEGA
de https://natucomayud.blogspot.com/
     (...)  La Casa de la Vega era una finca particular dentro del término municipal de Embid de Ariza (Zaragoza) en la que se cultivaban viñedos y árboles frutales. En esta propiedad se sitúa uno de los árboles centenarios más destacados de de la comarca. Su antigüedad es tal que ya aparece citado por el cronista de Fernando el Católico al que le llamó la atención el extraordinario tamaño que ya por entonces tenía el roble. Este majestuoso ejemplar también está catalogado como árbol singular gracias a su belleza y a su tamaño, pues mide 23 m de altura y el perímetro de la base de su tronco es de 6 m.    Perímetro del tronco a los 1,3 m de altura: 5,88 m. Altura total: 26 m. Diámetro de la copa: 38 m.
      El roble o quejigo de La Casa de la Vega es un excepcional ejemplar de la especie Quercus faginea. También conocido como “roble carrasqueño” o “roble valenciano”, su distribución se ciñe exclusivamente a la Península Ibérica y el Norte de África.
    Se trata de una especie que puede superar los 20 m de altura, cuyas hojas son marcescentes, esto es, permanecen en el árbol sin caerse durante el otoño e invierno, para así ser menos atractivos para la fauna y resguardarse del frío, las heladas y el estrés hídrico.



Un árbol con historia
      Esta finca agrícola privada recibe el nombre de La Casa de la Vega, tras la que se esconde una intensa historia rodeada de cierto halo de leyenda. En este texto del siglo XIX aparece detallada:
“A medio hora del pueblo, se halla situada la granja agrícola, titulada Casa de la Vega. Tiene seis vecinos y una pequeña Iglesia […] Está situada esta posesión entre hermosos arbolados, viñedo y árboles frutales, comprendiendo también tierras de regadío, montes de chaparro y romero. Se ignora su antigüedad, pero como se sabe que era sitio Real de Doña Juana la Loca, hija de los reyes Católicos, la cual se venía a esta granja a pasar muchas temporadas después de la muerte de su esposo D. Felipe el Hermoso […] sería fundada por los años de 1507, porque Felipe el Hermoso, comenzó a reinar en 1506, y murió antes de finar el año. Todo esto hizo que se extraviase más la razón de la desgraciada Reina, y al reconocer su incapacidad para reinar las Cortes de Castilla, fundarían, para distraerla, la granja que nos ocupa.”


Nomenclátor descriptivo, Geográfico y Estadístico de los pueblos del Obispado de Sigüenza (1886).

Paseo de plataneros que nos lleva hasta el quejigo.
     Para visitarlo hemos de tomar la A-2501 y 4 km. antes de llegar a Embid de Ariza encontraremos el caserío y un cartel indicador del roble. Podemos dejar el vehículo en esta zona y seguir sobre el barranco de la Corregidora junto a una hilera de antiguos chopos cabeceros hasta llegar al río Henar; cruzaremos sobre un inestable tablón, por lo que es recomendable llevar un bastón para asegurarse el paso o llevar unas botas de goma que es lo que yo hice. Tras vadear el río seguimos por una atractiva pista bordeada a ambos lados por magníficos plataneros de sombra para, enseguida, llegar al quejigo que, sin duda, nos sorprenderá.
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Imagen de 1976

13 mayo 2018

LATONERO-ALMEZ DEL MAS DE RUIZ
Berge, Teruel

    Comenzamos en Berge, en cuyo término municipal se localiza el impresionante Latonero del Mas Ruiz. Esta especie, muy característica en Aragón, cultivada y silvestre, destaca por el empleo de su madera, flexible pero dura, para útiles de labranza como horcas, gayatas o mangos.

Dimensiones
Perímetro a 1,30 de altura : 4,30 m.
Altura total : 17 m.
Mayor diámetro de copa : 23 m.
 

     
Este expléndido ejemplar, cercano al cercano Mas de Ruiz, se encuentra anclado en un ladera, presentando un aspecto robusto y vigoroso. Junto a él se encuentra otro gran latonero, también formidable, que tiene 2,90 metros de perímetro. Ambos entremezclan sus copas, formando un amplio conjunto.
Torre Piquer, Foto de "Historias del Bajo Aragón", Foto: José Antonio Benavente
      En "Historias del Bajo Aragón" nos encontramos la descripción de esta singular torre.

 
 
 
 
La ruta desde Berge -16 km ida y vuelta- está trazada en coche pero es ideal para realizarla en bici.

Mas Información aquí
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