"Quién hubiera dicho que estos poemas de otros iban a ser míos, después de todo hay hombres que no fui y sin embargo quise ser, si no por una vida al menos por un rato..." Mario Benedetti.
A los amantes de los árboles,... localización, poesía, cuentos/leyendas, etc.
ANTONIO GAMONEDA (Asturias, 1931) Existían tus manos
Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.
Tus manos fueron suaves en las mías
y yo sentí la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.
Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.
De Exentos I (1959-1960 y 2003)
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martes, 28 de marzo de 2023
KATSUKI TOSHIO, en Nippon (mar, 2020)
‘Hanami’: ¿Cómo surgió la costumbre de contemplar los cerezos en flor en Japón?
El hanamitiene su origen en la existencia de dos variedades de cerezo idóneas para su contemplación: yamazakura y edohigan. Cabe destacar el papel de los cerezos somei-yoshino, que se plantaron en todo el país en la era Meiji. Así fue como en todos los rincones del archipiélago nipón se comenzó a imitar a las clases populares de Edo, que hacían picnics bajo los árboles.
La contemplación de los cerezos en flor —hanami en japonés— es un elemento de la cultura nipona que fascina a un gran número de personas de todo el mundo. Esta fascinación es tal que muchos turistas de otros países deciden viajar a Japón en primavera para disfrutar de la floración. Uno se pregunta cómo el hanami llegó a formar parte de la cultura nacional. Para responder esta pregunta, es necesario conocer el trasfondo histórico de esta costumbre, así como las diferentes especies autóctonas de cerezos.
Gente de todas las edades disfruta de un picnic bajo los cerezos en flor de Shinjuku Gyoen (Tokio).
El anuncio de que ha llegado la primavera
El sakura es un árbol de hoja caduca y ancha que pertenece al Cerasus, un subgénero de la familia de las rosáceas, y que crece principalmente en las zonas templadas del hemisferio norte; hay un centenar de especies. El tipo más conocido es el cerezo silvestre (C. avium), que se da en todo el mundo, pero lo cierto es que muchos de estos árboles se concentran en Asia Oriental. Por otra parte, hay quienes piensan que el sakura pertenece al género Prunus, en el que se incluyen especies como el ciruelo europeo (Prunus domestica); sin embargo, ambos se diferencian claramente en su forma; los estudios de filogenética molecular —en los que se analiza el ADN— que se han llevado a cabo recientemente validan esa división, de ahí que, en este texto, lo clasifiquemos como Cerasus. En Japón, en concreto, hay diez variedades; dos de ellas —yamazakura (C. jamasakura) y edohigan (C. itosakura) anuncian la llegada de la primavera desde la Edad de Piedra, cuando los primeros seres humanos comenzaron a vivir en el archipiélago nipón. El primero crece, principalmente, en las regiones central y occidental; ya en la antigüedad había muchos de estos en las colinas habitadas. Además, florecen antes que otros árboles, de ahí que destaquen en las montañas al comienzo de la primavera. Por ejemplo, en el monte Yoshino (Nara), donde se contemplan los yamazakura desde hace más de mil años, si bien este no es el único lugar.
Yamazakura del monte Yoshino (Nara). Esta variedad de cerezo decora las montañas de todo Japón.
Flores de yamazakura. Destaca la belleza del contraste entre el blanco de los pétalos y el rojo del follaje nuevo.
Por el contrario, los cerezos de la variedad edohigan apenas crecen en las montañas. Sin embargo, florecen más pronto que los yamazakura. Además, son árboles gigantes: miden 30 metros de altura y tienen un tronco de más de dos metros de diámetro, de ahí que muchos turistas vayan a verlos. Aunque sus frutos no son comestibles, es posible que, ya en la Edad de Piedra, la gente disfrutara contemplando sus flores de color rosa claro, un tono vivo que les confiere una belleza especial.
Flores de edohigan. Las hojas del árbol no se abren, pero es fácil distinguirlos por sus pétalos rosas.
De celebración de la nobleza a costumbre del pueblo
Se cree que los orígenes del hanami en Japón se remontan al siglo VIII (período Nara); concretamente, a las fiestas, con motivo del Día de las Niñas —Momo no Sekku, el 3 de marzo según el antiguo calendario lunisolar (en el gregoriano, a comienzos de abril)—, en las que se componían poemas a la vera de un arroyo mientras se contemplaban las flores y se bebía sake en unas copas que se dejaban flotar en el agua; eran toda una muestra de refinamiento y simbolizaban el paso a la siguiente estación. Estas celebraciones anuales, importadas de China, tenían lugar en los jardines de la corte y de la nobleza, donde había árboles traídos del país vecino: albaricoque japonés (P. mume) y melocotoneros o durazneros (P. persica); esto es, en aquella época, no se contemplaban los cerezos aún.
Albaricoque japonés del santuario Kitano Tenmangū (Kioto). Antes de la era Heian, las flores más representativas de la primavera en Japón eran las de esta especie.
En la era Heian (siglos VIII-XII), Japón hizo introspección respecto a los elementos propios de la cultura nacional; consecuentemente, se empezaron a contemplar los cerezos en primavera. Estos árboles abundaban en los campos y las montañas del país, y los pétalos de sus flores se parecían a los del albaricoque japonés, por lo que es posible que este fuera el motivo por el cual acabaron sustituyendo a las flores procedentes de China. Aunque se perdió la costumbre anual de las fiestas a la vera de un arroyo, se conservó la de contemplar las flores en los jardines tradicionales: además de los albaricoques japoneses y los melocotoneros o durazneros, se incluyeron en esta costumbre los cerezos yamazakura y edohigan. No obstante, cabe señalar que el hanami de los jardines y el de los campos y las montañas eran diferentes. En el período Edo (siglos XVII-XIX), además de los jardines, en las grandes ciudades se habilitaron espacios amplios donde poder contemplar las flores; por ejemplo, en los parques Asukayama y Gotenyama, obra del sogún Tokugawa Yoshimune, se plantaron cientos de yamazakura y se permitió el acceso a las clases populares. Allí se empezaron a hacer las animadas fiestas bajo los cerezos en las que la multitud se reunía para beber sake y degustar la comida que se habían llevado. Así pues, puede decirse que la costumbre actual del hanami proviene de esa mezcla de las celebraciones de la nobleza para contemplar las flores en primavera y de los picnics de las clases populares.
Las postrimerías del período Edo y el nacimiento de los cerezos perfectos
En el período Edo, los cerezos pensados específicamente para los jardines tradicionales se convirtieron en una variedad cultivada. Este gran avance lo motivó, en gran medida, que, además de yamazakura y edohigan, se plantaran ōshima zakura(C. speciosa), una variedad propia de las islas de Izu (región de Kantō) cuya existencia se desconocía durante la era Heian. Sin embargo, a partir de la era Kamakura (siglos XII-XIV), cuando se estableció el gobierno militar en Kantō, se cultivaron más cerezos de este tipo. Los árboles son relativamente pequeños, pero dan unas flores de gran tamaño. Además, no es raro que se produzcan mutaciones espontáneas como los pétalos múltiples; son una variedad ideal para el cultivo en jardines.
Ōshima zakura en flor. Esta variedad destaca por sus pétalos blancos de gran tamaño.
En el período Edo se desarrolló toda una cultura de la jardinería específica de la época, de ahí que se cultivara una amplia variedad de plantas, entre ellas los crisantemos (Aster) y las azaleas (Rhododendron). Los cerezos no fueron una excepción: a partir del ōshima zakura, surgieron variedades de pétalo múltiple que siguen gustando mucho a día de hoy, como el fugenzō (C. Sato-zakura Grupo ‘Albo-rosea’) y el ukon(C. Sato-sakura Grupo ‘Grandiflora’). Los cerezos somei-yoshino (C. ×yedoensis ‘Somei-yoshino’) también datan de este período.
Somei-yoshino en flor. El rosa pálido de sus pétalos es un color que gusta mucho a los japoneses.
Los cerezos somei-yoshino son originarios de la antigua localidad de Somei, de donde comenzaron a salir en el siglo XIX, a finales del período Edo; en aquel entonces, se los conocía como cerezos de Yoshino (yoshinozakura). En esa época, la altura de estos árboles superaba los diez metros y sus flores eran de pétalo simple. Se los consideraba yamazakura y se cree que se los llamaba yoshino en referencia a la zona famosa por su cultivo. Aunque no se tiene constancia escrita de cómo surgieron, los estudios genéticos han revelado que su madre es la variedad edohigan y su padre, el ōshima zakura. Al igual que el primero, las hojas no se abren en la época de florecimiento y tiene unas flores de color rosa pálido muy bonitas. Del segundo ha heredado el gran tamaño de las flores y su rápido crecimiento. Así pues, es una variedad que reúne lo mejor de ambas, de ahí que, durante el período Edo, se la considerara perfecta y gustara tanto a la gente. A partir de la era Meiji (1868-1912), época en la que Japón se modernizó, se plantaron cerezos en los espacios públicos de todo el país: parques, escuelas, calles... El objetivo era aprovechar la amplitud de estos lugares para llenarlos de verdor. La denominación “somei-yoshino” se empezó a utilizar en 1900, cuando esta variedad ya estaba presente en muchos lugares, y tiene su explicación en que estos cerezos son diferentes de los yamazakura que abundan en el monte Yoshino, de ahí que se decidiera agregar el nombre de la localidad donde se plantaron por primera vez. De hecho, a día de hoy, hay países en los que se sigue utilizando la denominación “cerezos de Yoshino”, cuando en realidad esta debería hacer referencia a los yamazakura. Cuando Edo pasó a llamarse Tokio, esta variedad se hizo famosa en todo el país, de ahí que “cerezos de Tokio” sea la denominación internacional más apropiada. Los cerezos somei-yoshino eran la especie perfecta para el hanami que comenzó en Edo. Tardan unos diez años en hacerse grandes y se puede aumentar la cantidad de ejemplares gracias a los injertos, de ahí que sea fácil crear un espacio donde la gente pueda admirar la belleza de estos árboles. Además, los somei-yoshino que se injertan son idénticos; consecuentemente, todos tienen las mismas flores del mismo color, y estas se abren a la vez. Al ser árboles de gran tamaño, se crea un amplio espacio alrededor de su tronco, donde mucha gente se puede sentar a comer y beber. Por este motivo, se plantaron muchos por todo el país: así fue como en otros lugares de Japón comenzaron a imitar a las clases populares de Edo, que disfrutaban de un picnic bajo los cerezos. La existencia de la variedad somei-yoshino hizo posible que todo el mundo disfrutara de ese elemento cultural llamado “hanami”.
Muchas más variedades que la somei-yoshino
A día de hoy, existen diferentes formas de disfrutar de los cerezos en flor, además de los picnics concurridos; por ejemplo, se puede contemplar las flores en silencio o dar un paseo por el campo o la montaña. Por otra parte, hay que señalar la existencia de variedades autóctonas como el ōyama zakura (C. sargentii), en la gélida Hokkaidō; el kanhi zakura (C. campanulata), en la cálida Okinawa, y el kumano zakura (C. kumanoensis), descubierta recientemente en la zona meridional de la península de Kii.
Flores de kumano zakura. Destacan por su gran tamaño y color blanco.
Huelga decir que, entre las variedades cultivadas, los cerezos somei-yoshino no son los únicos que destacan; hay multitud de especies: los cerezos llorones shidarezakura (C. itosakura ‘Pendula’), los kawazu zakura (C. ×kanzakura ‘Kawazu-zakura’) y los taihaku (C. Sato-zakura Grupo ‘Taihaku’) son tan solo algunos ejemplos. Conocer las múltiples variedades de cerezos que existen en Japón, así como la historia del aprecio que les tiene el pueblo nipón, nos dará la oportunidad de disfrutar del hanami de una forma diferente.
Todas las imágenes son del autor. Lo hemos leído aquí
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sábado, 25 de marzo de 2023
AMJA, en el ElDiario.es, enero 2023 ¿Por qué las ciudades europeas necesitan árboles, pero luego no es tan sencillo plantarlos?
Porque no se cuantifican los beneficios: “Por cada dólar que una ciudad invierte en sus árboles, sus habitantes se llevan unos 4,5 dólares en beneficios” Los urbanistas quieren plantar árboles para combatir la crisis climática, pero a menudo se topan con un entorno urbano hostil. De Madrid a Berlín, de París a Budapest, científicos y expertos en urbanismo están de acuerdo: árboles, árboles y más árboles pueden contribuir a crear unas ciudades europeas más amables para los próximos años ahora que el calentamiento global se intensifica. Unas ciudades en las que se pueda sobrevivir. Pero las aceras de hormigón, los rascacielos, las plazas históricas y los aparcamientos subterráneos suponen un entorno hostil para los árboles, y las autoridades se están encontrando con dificultades para plantar más. De hecho, muchas ciudades de la Unión Europea (UE) son menos verdes de lo que lo eran hace un siglo. Es un reto inmenso”, dice Christophe Najdovski, vicealcalde y responsable de la repoblación y zonas verdes del Ayuntamiento de París. “Sabemos que, con los árboles suficientes, podríamos bajar la temperatura de la ciudad hasta ocho grados en verano. Son, básicamente, un aire acondicionado natural. Pero no siempre es fácil plantarlos”. El último informe del GrupoIntergubernamental deExpertos sobre el Cambio Climático no puede ser más claro: los árboles en las ciudades combaten el cambio climático tanto de forma directa, al atrapar carbono, como de forma indirecta, al refrescar zonas urbanas y reducir la demanda energética. El informe sostiene que los árboles ofrecen otros beneficios múltiples: una mayor calidad del aire, una menor sobrecarga térmica y menos “islas de calor urbanas” provocadas por las calles y los edificios que absorben y retienen el calor, lo que “mejora la salud mental y física”.
2.000 euros por árbol
En resumen, para los ayuntamientos debería ser obvio plantar árboles. Pero, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la cantidad de árboles lleva disminuyendo desde principios de los 90 en muchas ciudades europeas. Algunas áreas urbanas han perdido hasta un 10% de su superficie verde.
Pasarela en el Canal de Saint Martin, París. Marko Maras
En parte, dicen los expertos, se debe a que los árboles de finales del siglo XIX y principios del XX –los que sobrevivieron a las sucesivas generaciones de urbanistas que luchaban por hacer más hueco a los coches– están empezando a acercarse al final de sus vidas. Pero también se debe a las dificultades técnicas y el coste de plantar nuevos árboles. Según Ana Luisa Soares, una arquitecta paisajista de la Universidad de Lisboa, un nuevo árbol puede costar hasta 2.000 euros en cinco años a la administración municipal. Tienes que comprar el árbol”, dice Soares. “Tienes que plantarlo, regarlo… especialmente durante los primeros cinco años, cuando es más vulnerable. La vida en la ciudad es dura para un árbol: la tierra compactada, la contaminación del aire… Tienes que mantenerlo, podarlo, tratarlo contra enfermedades. Si hablamos de decenas de miles de árboles, es una inversión enorme”, añade. Las ventajas para los habitantes de la ciudad parecen claras. “Necesitamos árboles”, dice la arquitecta. “Son importantes para todos nosotros, residentes y visitantes. Nos dan más sombra, una mayor calidad del aire, bajan las temperaturas, su belleza natural… en resumen: más árboles es igual a personas más felices. Esto lo sabemos. Y serán incluso más vitales en el futuro”.
Cuantificar beneficios
Pero mientras los costes son fácilmente cuantificables, los beneficios no tanto. Peor, dice Soares: los beneficios medioambientales, sociales, económicos, estéticos y para la salud que proporcionan los árboles “a menudo simplemente se ignoran porque las ciudades se fijan solo en gestionar los costes”. En un esfuerzo por darles a estos beneficios un valor que se pueda monetizar, Soares ha adaptado un software de Estados Unidos, iTrees, y le ha introducido datos de los aproximadamente 41.000 árboles de Lisboa. Sus conclusiones establecen que, frente al coste de 1,9 millones de dólares anuales por los árboles, los servicios que estos aportan tienen un valor de 8,4 millones de dólares. Por lo tanto, por cada dólar que una ciudad invierte en sus árboles, sus habitantes se llevan unos 4,5 dólares en beneficios”, dice. Un ahorro energético de 6,20 dólares por árbol, una reducción de carbono por valor de 0,33 dólares, retirada de polución del aire por valor de 5,40 dólares, y una reducción de escorrentías de aguas pluviales de 47,80 dólares. También concluye que los árboles añaden valor a los bienes inmuebles.
Obstáculos en el subsuelo
El año pasado, la Comisión Europea propuso un borrador regulatorio para los 27 que garantizara que al menos un 10% de la superficie de toda ciudad y zona urbana tuviera árboles en 2050 y que se comprometieran a no perder zonas verdes. Pero los costes no son el único obstáculo al que se enfrentan los urbanistas. Muchas veces las ciudades simplemente no pueden plantar árboles donde les gustaría, dice Najdovski, del Ayuntamiento parisino, en manos socialistas y verdes –y que durante los últimos dos años se ha embarcado en uno de los planes más ambiciosos de Europa en la plantación de árboles–. “El mayor problema es la infraestructura subterránea: el metro, las tuberías de gas, los cables de la luz y de telefonía, los aparcamientos… Hace falta tierra hasta cierta profundidad bajo un árbol. Nos encantaría plantar a lo largo de toda la calle Rivoli, que atraviesa el centro de la ciudad de este a oeste, pero desgraciadamente el metro está justo debajo”. Por otro lado, garantizar el acceso de vehículos de emergencias por calles estrechas también puede convertirse en un obstáculo, al igual que lo pueden ser las leyes de patrimonio, que en ocasiones impiden plantar árboles junto a edificaciones, calles y plazas que no fueron diseñadas para ello. La mayoría de las grandes plazas de las ciudades europeas se concibieron como espacios abiertos con vistas imponentes. “Es el caso de París, por ejemplo, la plaza de la Concordia o la avenida de la Ópera”, dice Najdovski. “Los arquitectos de la ciudad aseguran que deberían permanecer como fueron diseñadas en primer lugar, sin árboles que las adornen, y que no se puede ocultar o estropear la vista de la Ópera Garnier. Queremos dar con una solución equilibrada, pero no es sencillo”.
Foto de archivo de Place de la Concorde, París, Francia. FRANCK CAMHI/Gtres/Panthermedia
En otras grandes arterias como la avenida de Wagram, sin embargo, París está en pleno trabajo de replantación, donde se retiraron decenas de miles de ellos durante el siglo XX, cuando la ciudad transformó los grandes bulevares, con sus dobles filas de árboles a cada lado, en avenidas de cuatro carriles con sitio para aparcar en los márgenes.
Lo que esperamos, fundamentalmente, es reducir de forma significativa el espacio reservado para los coches en París y destinar todo cuanto podamos a plantar árboles: un programa de revegetación a gran escala, la reconquista de la naturaleza por encima del automóvil. El objetivo es plantar grandes cantidades de árboles y en todo lugar donde sea posible”, dice Najdovski.
Vecinos en contra
Desde su reelección en 2020, el Gobierno municipal ha plantado 38.500 nuevos árboles en la capital, incluidos 18.000 en los muros de contención de la carretera de circunvalación péripherique, 12.000 en los bosques de Boulogne y de Vincennes, y 8.000 en las calles y plazas del centro de la ciudad. El plan prevé plantar otros 21.000 este invierno, incluidos 11.000 en la zona alrededor de la carretera de circunvalación y 800 en otras 80 calles del centro de la ciudad. La ciudad también planea tres “bosques urbanos”, principalmente en el este de la ciudad, incluido uno sobre 3,5 hectáreas de antiguas vías ferroviarias del distrito 20, que acogerá 2.000 nuevos árboles en 2024. Su meta global, para cuando termine su mandato de seis años, es de 170.000 nuevos árboles, incluidos 20.000 en calles del casco urbano. Los tradicionales árboles plataneros de París dominarán la mayor parte, pero también se están introduciendo algunas especies mediterráneas como la encina, más resistente a temperaturas más cálidas. Al igual que en Bruselas, donde el plan canopée (o plan para formar una bóveda verde) a 10 años aspira a preservar los árboles existentes de la ciudad y plantar varios cientos de árboles nuevos cada año hasta 2030, los planes del Ayuntamiento de París a veces han suscitado encendidas protestas, especialmente de organizaciones de motoristas. Como he dicho, no siempre es fácil, y las objeciones de motoristas y residentes son solo una parte de los aspectos a los que nos enfrentamos”, dice Najdovski. “Algunos residentes me dicen: ‘Mira, no quiero árboles a la salida de mi piso. Me quitarán luz y eso reducirá su precio por miles de euros”. Yo les respondo: ‘¿Cuánto cree que valdrá su piso cuando los veranos en París comiencen a alcanzar habitualmente los 40 o 50 grados?’ Si la ciudad es básicamente invivible, ¿Quién es el que más pierde?’”, dice.
PATRIZIA AYMERICH Sirope de agave (extracto)Lo hemos leído aquí
(...) El sirope de agave es una miel o néctar dulce que se extrae del agave (que puede ser el agave azul o el agave maguey), una especie de cactus o planta del desierto originaria de la zona tropical y subtropical de América, tanto de la zona del Caribe como del norte de México y el Sur de Estados Unidos. La planta tiene un aspecto similar a la yuca, pero en realidad es una suculenta similar al aloe vera. El sirope se elabora a partir de la savia líquida que se obtiene del corazón de la penca del agave, una vez que este ha crecido entre siete y diez años.
Con esta planta también se obtienen otros productos, muy reconocidos y utilizados en América Latina. Por ejemplo, lo primero que se obtiene de la extracción de la savia es el aguamiel, que ha sido consumido también, durante siglos, por los indígenas de la región como una bebida natural refrescante y fortificante. Si el aguamiel se fermenta se puede obtener el pulque, una bebida alcohólica de antigua tradición mexicana, hermana del tequila y el mezcal. Para obtener el sirope, el aguamiel se calienta o se trata por vía enzimática para hidrolizar los hidratos de carbono complejos que contiene (principalmente fructanos, que también se encuentran en diferentes cereales) y transformarlos en azúcares simples. Luego se filtra y se concentra con aplicación de calor hasta obtener la textura del sirope o miel de agave, de intenso sabor dulce.
Propiedades del sirope de agave
Los expertos aseguran que el sirope de agave puede ser una gran alternativa, interesante y saludable, al azúcar refinado, pero siempre bajo un consumo moderado y responsable. Uno de los aspectos positivos, en este sentido, es que, al tener mayor poder edulcorante que el propio azúcar, se puede añadir menos cantidad de sirope en las comidas para conseguir el mismo sabor dulce. (...)
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lunes, 20 de marzo de 2023
Día del bosque y de la poesía
ALFONSINA STORNI (Suiza, 1892-1938) La piedad del ciprés
Viajero: este ciprés que se levanta a un metro de tus pies y en cuya copa un pajarillo sus amores canta, tiene alma fina bajo dura ropa.
Él se eleva tan alto desde el suelo por darte una visión inmaculada, pues si busca su extremo tu mirada te tropiezas, humano, con el cielo.
EUGENIO MONESMA MOLINER (Huesca, 1954) Miel de palma con la savia o guarapo de las palmeras (Extracción artesanal en 1998) LA MIEL DE PALMA | En algunos núcleos de la isla canaria de LaGomera, situados entre Alojera, Tazo y Epina, se extienden unas grandes plantaciones de palmeras de las que se obtiene el guarapo. De todo el archipiélago canario esta práctica de extracción de la savia de las palmeras ha pervivido en esta zona durante muchos siglos, y en el año 1998 documentamos este proceso.
Mucho antes de la llegada de colonos europeos hacia América del Norte, las tribus nativas del este de Canadá y el noreste de Estados Unidos habían descubierto cómo recolectar la
savia de arce. LosAbenakifabricaban recipientes de corteza que se utilizaban para evaporar la savia de arce y fabricar diversos productos alimenticios. LosAttikamekshabrían sido los descubridores, haciendo estas cestas con raíces y corteza de abedul. Cuenta una leyenda que una pequeña ardilla trepó a lo largo del tronco de un arce, mordió una rama y comenzó a beber el líquido que fluía. Un indígena que al pie del árbol la observaba se preguntó por qué tomaba savia en vez de beber de un manantial de agua fresca que fluía cerca. Trepó al árbol y, tal como hizo la ardilla, con su cuchillo descortezó el árbol y probó la savia. Hasta entonces, su tribu solo encontraba azúcar en frutas silvestres. Si algo aprendimos los humanos fue el imitar a los animales para conseguir determinados fines.
Para llegar a transformar la savia de arce en sirope se debe hervir para reducir en una proporción de 40 a 1 litro, y eso es costumbre hacerlo en las "cabanes à sucre, choza de azúcar" o cabaña de azúcar", que tiene una abertura en la parte superior para expulsar el aire húmedo. La provincia de Quebec, en Canadá, es el mayor productor de jarabe de arce en todo el mundo. En Quebec el proceso es parte de la cultura y los ciudadanos suelen ir a las cabanes à sucre a comienzos de la primavera, donde se sirven espléndidas comidas con jarabe de arce como acompañamiento. "Tire sur la neige" (dibujar en la nieve) es una
delicia antigua en Québec. Se hace a comienzos de la primavera cuando comienza la cosecha del jarabe de arce y cuando todavía hay nieve en el suelo. Primero se llenan largos canales de madera con nieve fresca y limpia. Luego, el jarabe de arce hervido y reducido se vierte en tiras sobre la nieve, enfriándolo hasta obtener una consistencia similar a la de un caramelo. Después los niños enrollan el caramelo en palitos de madera y obtienen un delicioso y pegajoso dulce. Y, como dicen los quebequenses, "Attention aux dents" -atención a los dientes-.
Los Tire sur la neige también es costumbre hacerlo en los hogares. Simplemente llenas un recipiente grande con nieve compactada. Se hierbe el jarabe en una cacerola. Algunos lo hacen a ojo, dejando hervir el contenido durante unos diez minutos. Es mejor utilizar un termómetro llevando el caramelo hasta los 115°. Se retira el recipiente del fuego y se hace una prueba de nieve para verificar la consistencia del caramelo. Si es demasiado duro, añadir un poco de agua y mezclar bien. Si, por el contrario, el caramelo es demasiado líquido, se continúa cocinando. Con una cuchara se vierte el jarabe hirviendo sobre la nieve y se les da a los niños palos de madera para que se diviertan.
¿Qué arce es el más apropiado?
La mayoría de los arces pueden ser utilizados para extraerles la savia y fabricar el jarabe, pero el arce azucarero (Acer saccharum) y el arce negro (Acer nigrum) son los más adecuados. Debido a su importancia económica, el arce es un emblema de Canadá, y su hoja está representada en su bandera.
Antiguamente a los arces se les hacía un agujero y mediante una caña se derivaba la savia a un cubo. Hoy en día es todo más cómodo y limpio. Mediante agujeros en los árboles y tubos de plástico se lleva la savia directamente a los tanques de recolección y de allí a la fábrica.
Hay sirope también de arroz, cebada, manzana o agave.
XAVIER LOMBARDERO, en LA VOZ, oct-2010 El zorro come 40 tipos de frutos y ayuda a expandir el bosque gallego
El perseguido raposo está prestando un importante servicio a la naturaleza auxiliando a la dispersión de semillas de hasta 40 especies arbóreas. Investigadores de la Universidade de Santiago de Compostela han demostrado la relación mutualista entre uno de los árboles, el serbal, y los carnívoros que consumen sus frutos carnosos. Ignacio Munilla, desde el departamento de Botánica, y José Guitián, del de Biología Celular y Ecología, comprobaron que durante 11 años los frutos de los serbales han estado ininterrumpidamente en la dieta de zorros y martas. De noche o por el día comen frutos caídos e incluso encaramándose al propio árbol, ayudando al avance del capudre (su nombre gallego) en Os Ancares, O Courel y la montaña leonesa. El zorro puede recorrer hasta siete kilómetros al día y el serbal llega por sus heces a matorrales o terrenos abandonados, donde prepara el camino para el bosque maduro. Además, se ha comprobado que en las montañas gallegas comen muchas moras, tejo, arándano, rosa silvestre, endrinos, peral silvestre e incluso especies cultivadas como los higos, uvas, cerezas, guindas, peras, manzanas, ciruelas...
«Los zorros gallegos comen de todo, en especial ratones, insectos, carroña, desperdicios procedentes de basureros, muchos frutos en el otoño, aves y muy pocos conejos. Lo que parece es que busca específicamente los frutos. No son simplemente una dieta de repuesto sino que los busca aunque haya otros alimentos. Son fáciles de consumir frente a presas que exigen caza, pero podría ser que tuviera necesidades de ingerir determinados componentes de los frutos», explica Guitián. Los frutos del capudre son muy ricos en taninos y vitamina C. El zorro, como carnívoro más abundante, presta eficaz servicio al trasladar las semillas, y falta saber cómo le afecta la escasez de serbal algunos años. Son árboles sincrónicos: el año sin frutos, no los hay en ninguno. Se trata de un recurso habitual también para martas, garduñas, jinetas y tejones y que comen en grandes cantidades el jabalí, el oso (también come arándanos, castañas o bellotas) los ratones y aves, con las distintas especies de zorzal que hay en Galicia. El zorro forma parte de la cadena trófica del campo gallego y en este contexto, Guitián asegura que «los campeonatos de caza del zorro me parecen patéticos. En cualquier caso, toda la caza de zorro debería de estar avalada por estudios bien hechos que demuestren
claramente que hay una densidad muy elevada, o poca, o la que sea. Nadie ha demostrado en Galicia que haya sobreabundancia. Conejos o perdices no hay, pero por infinidad de razones que nada tienen que ver con el raposo». Lo hemos leído aquí
Quizás sea el momento para recordar la fábula de "La zorra y las uvas" atribuida a Esopo y recontada por otros también muy ilustres. Y debemos saber que antaño era normal enredar las parras a algún árbol, sobre todo olmos, de ahí viene "No le pidas peras al olmo".
El olivo más antiguo de Portugal nació hace 3350 años
A menudo nos encontramos con árboles grandes, de las más variadas especies, y tratamos de adivinar su historia, así como su edad.En Cascalhos, en la parroquia de Mouriscas, municipio de Abrantes, la Oliveira do Mouchão con 3350 años de existencia es considerada el árbol más antiguo de Portugal, estando presente en el ranking ICNF de Árboles Monumentales de Portugal, siendo considerada un ejemplo contemporáneo de Cristo.La población, satisfecha con la presencia de un Árbol de Interés Público en la parroquia de Mouriscas, ya ha creado un grupo en las redes sociales que pretende señalar otros ejemplos: el grupo "Rota das Oliveiras Milenares de Mouriscas".
Una mezcla de respeto y perplejidad es inevitable al observar a uno de los seres vivos más antiguos de Portugal.Recientemente se fechó que tenía una edad asombrosa de 3350 años, como se puede leer en el sitio web del Instituto para la Conservación de la Naturaleza y los Bosques.Es un olivo.Su sombra acogió ciertamente a celtíberos, íberos, lusitanos, celtíberos, conios, romanos, visigodos, alanos o árabes que se alimentaban de las aceitunas que producía.Es contemporáneo del faraón Ramsés II y Moisés (1250 años aC).
Sigue produciendo aceitunas en la parroquia de Mouriscas, municipio de Abrantes, revelando un estado vegetativo que le permite añadir algunos siglos más a su dilatada existencia si, mientras tanto, la acción del hombre no la reduce a leña.
ÁLVARO TEJERINA y ADEME - Asociación para el Desarrollo de Monfragüe y su entorno
"Árboles con nombre propio. La cultura del árbol por los términos municipales de la Reserva de la Biosfera de Monfragüe"
Esta publicación es una investigación de campo respecto a algunos de los árboles y arboledas con nombre propio encontrados en los catorce términos municipales que componen la ReservadelaBiosfera de Monfragüe: Malpartida de Plasencia, Toril, Serrejón, Casatejada, Saucedilla, Casas de Miravete, Romangordo, Higuera de Albalat, Deleitosa, Jaraicejo, Torrejón el Rubio, Serradilla, Casas de Millán y Mirabel. Se exponen árboles del ámbito analizado en sus aproximadamente 300.00 hectáreas, que afecta a unos 14.000 habitantes y que presenta numerosas figuras de conservación espacial: ZEPA, LIC, RED NATURA 2000, RENPEX, PARQUE NACIONAL. Algunos presentan un porte notable-extraordinario-monumental, otros tienen vinculaciones, los hay que parecen catedrales vivas, titanes vegetales, son árboles notables, sobresalientes, plus, árboles viejos bien singulares de edad avanzada, raros, unidos a tradiciones locales, con una singularidad extrema al conformar paisajes culturales, también con alto interés científico. Al autor le acompañarán en la presentación Francisco Javier Sánchez Vega, Presidente de ADEME; Ángel Rodríguez Martín, Exdirector del Parque Nacional y Reserva de la Biosfera de Monfragüe, y Andrés Rodríguez Rodríguez, Presidente del Patronato del Parque Nacional de Monfragüe y del Consejo de Participación de la Reserva de la Biosfera de Monfragüe. La edición del libro se enmarca en la actuación “Apoyo a la innovación social, la gobernanza multinivel y la dinamización social y económica” de la submedida 19.2 del Programa LEADER 2014-2022 en Monfragüe y su Entorno.
TOMÁS CASAL PITA El pino Félix Rodríguez de la FuenteEste es el llamado Pino de Félix Rodríguez de la Fuente (Pinus nigra subsp.
salzmannii). Este hermosísimo pino recibe ese nombre porque en sus
proximidades se grabaron varios capítulos de la famosa serie de
Rodríguez de la Fuente y junto a él tiene una piedra que tiene
esculpido su nombre. Tiene las raíces someras y se encuentra descalzado
en la orientación sur debido a que está junto a un camino de menor cota
que su base. Está situado en el ayuntamiento de Cazorla (Parque Natural
Sierras de Cazorla, Segura y las Villas) en la provincia de Jaén,
flanqueado por cerros que superan los 1.700 m.s.m. Con una altura de 24
metros, tiene un tronco prácticamente liso de cinco metros que luego
forma una amplia copa de más de 20 ramas que cubre una superficie de
unos 400 m2. El perímetro del tronco a 1,30 de altura es de 4,5 metros,
ampliándose en la base hasta los casi 13 metros. Se la atribuyen más de
300 años de edad.
Balanceáis vuestros brazos poderosos, y parecéis querer, tras los cristales, abrazarme. Movéis vuestras cabezas con ternura, como si toda mi angustia dolorida comprendieseis. Me llamáis por mi nombre, susurrando, me llamáis a algún sitio, pero ¿a dónde?
Tomado de "La poesía de los árboles. Antología universal de poemas de los árboles y el bosque. Publicado en