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8/12/2017

REVISTA NATURE, en Sinc
El Amazonas captura menos carbono porque los árboles acortan su vida

Bosque amazónico en Brasil. /Peter van der Sleen.
     En las últimas décadas, la selva amazónica ha actuado como un gran sumidero de carbono ayudando a frenar el ritmo del cambio climático. Sin embargo, un artículo publicado hoy en Nature indica que esto comienza a cambiar. Los bosques están perdiendo su capacidad de capturar carbono de la atmósfera porque la tasa de mortalidad de los árboles se ha incrementado, según un amplio estudio que ha analizado datos de 30 años en una serie de parcelas forestales y en el que han participado casi 100 investigadores.
     El dióxido de carbono (CO2) es un ingrediente clave para la fotosíntesis, así que el aumento de su presencia en la atmósfera, inicialmente estimuló el crecimiento de los árboles de la Amazonia, que a su vez necesitaban absorber aún más carbono. Sin embargo, a más largo plazo este fenómeno ha tenido consecuencias inesperadas. Todas las fases de la vida de los árboles se aceleran, “viven más rápido”, dicen los investigadores, así que también mueren más jóvenes.
     Las tasas de mortalidad se han incrementado más de un tercio desde mediados de la década de 1980 y esto está afectando a la capacidad del Amazonas para almacenar carbono, según los datos recogidos en Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guayana y Guayana Francesa.
    “Todavía no entendemos lo suficiente cuál es la relación entre el crecimiento de los árboles y su mortalidad”, afirma en declaraciones a Sinc Roel Brienen, investigador de la Facultad de Geografía de la Universidad de Leeds, que ha liderado el trabajo. Por eso, aunque los niveles de CO2 sigan aumentando en el futuro, no cree que necesariamente la vida de los árboles siga acortándose.
     “Tiene que haber un límite, de la misma forma que existe un límite en la estimulación del crecimiento”, asegura, puesto que los nutrientes son limitados y el incremento de las temperaturas, que también prevé el cambio climático, podría frenar el crecimiento acelerado de la vegetación que se ha observado en la actualidad.
    Los científicos creen que las recientes sequías y las temperaturas inusualmente altas en la Amazonia también pueden haber tenido cierta influencia en estos resultados. Aunque el aumento de la mortalidad de los árboles comenzó mucho antes de la intensa sequía de 2005, la ausencia de precipitaciones parece haber incrementado las muertes de árboles en millones.
     En cualquier caso, el artículo no deja lugar a dudas sobre la pérdida de capacidad de esta región como sumidero de carbono. Desde los años 90, la cantidad de CO2 que almacena la biomasa de los bosques amazónicos ha disminuido a la mitad y en la actualidad ya ni siquiera absorben las emisiones de combustibles fósiles de América Latina.
     Los bosques almacenan carbono en forma de biomasa en sus tallos, hojas, raíces o en la materia orgánica del suelo. Por eso, estos nuevos datos son especialmente llamativos en relación con las previsiones sobre cambio climático, ya que muchos modelos dan por supuesto el aumento continuo del almacenamiento de carbono por parte de los bosques tropicales y ahora se demuestra justo lo contrario.

Reducir las emisiones, aún más necesario
     “Esperamos que este trabajo sirva de acicate para mejorar los modelos, que también deben simular la mortalidad de los árboles”, comenta Roel Brienen. “De las emisiones humanas de CO2, el 45% son absorbidas por el océano y la tierra, pero más de la mitad vuelve de nuevo a la atmósfera. Si observamos que otros bosques tropicales también pierden su papel como sumidero y esta situación continúa en el futuro, necesitaríamos recortes más profundos en las emisiones de gases de efecto invernadero”, declara.
     A partir de este trabajo, los científicos se plantean, por un lado, comprender mejor el aumento de la mortalidad de los árboles, y por otro, extender el estudio a bosques de todo el mundo a la vez que siguen vigilando la Amazonia.
     El trabajo publicado por Nature ha sido coordinado por la Red Amazónica de Inventarios Forestales (RAINFOR), una singular red de investigación dedicada a monitorear los bosques amazónicos en 321 parcelas forestales permanentes de la Amazonia distribuidas por los ocho países participantes y que juntas suman seis millones de kilómetros cuadrados. Los investigadores han identificado y medido 200.000 árboles y han registrado la muerte y el nacimiento de otros muchos desde la década de 1980.

Informción
http://www.agenciasinc.es/Noticias/El-Amazonas-captura-menos-carbono-porque-los-arboles-acortan-su-vida
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7/30/2017

ERIK STOKSTAD
Pueblos precolombinos dieron forma a la actual selva amazónica

5/28/2015

GONZALO RESTREPO JARAMILLO (Colombia, 1895-1966)
La selva

LA SELVA tiene toda la majestad de un rito.
Maravilloso templo de verde columnata,
se inciensa con las brumas de ronca catarata
que ruge bajo el ábside azul del infinito.

Salmodian las torcaces en el palmar bendito,
y bautismales fuentes el peñascal recata.
En los copudos robles su orquestación desata
del huracán potente el órgano contrito.

La selva es templo santo de Dios. Allí resuena,
creador de maravillas, el poderoso acento
que de incontables seres el universo llena.

En su vivir humilde predica cada caña
-a quien oírla sabe- movida por el viento,
el dulce y milagroso Sermón de la Montaña.

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9/05/2014

EPIFANIO MEJIA (Colombia, 1838-1913)
Las hojas de mi selva


Las hojas de mi selva
     son amarillas
y verdes y rosadas ...
    ¡Qué hojas tan lindas
    Querida mía!
¿quieres que te haga un lecho
    de aquellas hojas?

De bejucos y musgos
    y batatillas
formaremos la cuna
    de nuestra Emilia:
    cunita humilde
remecida a dos manos
    al aire libre.

De palmera en palmera
    las mirlas cantan,
los arrollos murmuran
    entre las gramas
    !Dulce hija mía!
duerme siempre al concierto
    de aguas y mirlas.

Gallinetas reales
    de canto dulce
guardan en la hojarasca
    huevos azules…
    perlas del bosque
que lleva a los altares
    la gente pobre.

Los altivos monarcas
    en sus palacios
con diamantes adornan
    los mismos cuadros.
    Hija, !sé libre!
busca siempre la choza
    del hombre humilde.

En mi selva penetran
    del sol los rayos,
mariposas azules
    pasan volando;
    sobre sus alas 
brilla el blanco rocío
    de la mañana.

Siete-cueros, uvitos
     y amarrabollos
de botones y flores
     visten sus copos,
     de ramo en ramo
los cupidos al aire
     vuelan libando.

Por angostos caminos
     de tierra y hojas
pasan negras hormigas
     unas tras otras,
     para sus casas
llevan verdes hojitas
     en sus espaldas.

Sobre campos de flores
    revolotean
susurrando apacibles
    rubias abejas,
    miel exquisita
en el hueco de un árbol
   todas fabrican.

Entre dragos y dragos,
    chilcos y chilcos
las arañas pasando  
    tienden sus hilos,
    fabrican nuevas…
!Maquinistas de Europa,
    Venid a verlas!

Entre cedros y robles
    de verdes copas
el yarumo levanta
    las blancas hojas;
    patriarca anciano
que en trono de esmeraldas
    vive sentado.

Adorno de los campos,
Yarumo blanco
    flores humildes
que nacéis en mi selva,
    solas y libres;
    la noche os riega,
el sol os ilumina,
    nutre y calienta.

Oasis escondidos
    bajo las palmas
olorosos jardines
    de mis Montañas:
    para mi esposa,
para mi dulce Emilia,
    tejed coronas.

En las frentes altivas
    de las Cleopatras,
resaltan sobre el oro
    las esmeraldas.
    Hija sé buena;
busca siempre las flores
    que hay en mi selva.
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9/02/2014

ÁLVARO MUTIS (Colombia, 1923-2013)
Soledad 
 
En mitad de la selva, en la más oscura noche de los grandes árboles, rodeado del húmedo silencio esparcido por las vastas hojas del banano silvestre, conoció el Gaviero el miedo de sus miserias más secretas, el pavor de un gran vacío que le acechaba tras sus años llenos de historias y de paisajes. Toda la noche permaneció el Gaviero en dolorosa vigilia, esperando, temiendo el derrumbe de su ser, su naufragio en las girantes aguas de la demencia. De estas amargas horas de insomnio le quedó al Gaviero una secreta herida de la que manaba en ocasiones la tenue linfa de un miedo secreto e innombrable. La algarabía de las cacatúas que cruzaban en bandadas la rosada extensión del alba, lo devolvió al mundo de sus semejantes y tornó a poner en sus manos las usuales herramientas del hombre. Ni el amor, ni la desdicha, ni la esperanza, ni la ira volvieron a ser los mismos para él después de su aterradora vigilia en la mojada y nocturna soledad de la selva.
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Se cumple un año de ausencia...

1/06/2014

RAFAEL BERNAL JIMÉNEZ (Colombia)
La selva

    ENTRELAZA la selva el tupido follaje
de los troncos, al modo de una cúpula ingente,
y ante el rudo agasajo del gran cielo candente
bajo el tosco cimborio se amodorra el paisaje.

    Ostentando el inquieto colibrí su plumaje,
tornasola las alas al volar a la fuente,
mientras cruza el rey ciervo por el flanco, la frente
diademada por brava cornamenta salvaje.

    ¡Todo vibra y resuena! Todo es savia y es vida
que reclaman un canto de belleza atrevida
frente al oro triunfante de este sol tropical.

    Mora a veces el miedo de la cosa sagrada,
y hay un hálito a virgen en la selva inviolada
que recorre el ambiente soledoso y brutal.

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10/09/2013

KAREN ALKALAY-GUT (Londres, 1945)
Una selva

Aquí
en este oscuro
dulce bosque
aprendo
los movimientos
del hacha,
extendiéndose hacia atrás
e inclinándose hacia adentro
en la madera,
el apretón separado
de dos manos
en el mango
deslizándose juntas
cuando la hoja
muerde el corazón,
liberando aroma
de madera interior
luego el ritmo
de repetición.
Es la más
poderosa lección
de todas.
Una y otra vez
el cuerpo devora
incluso el más duro bosque.
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3/22/2013

THE CURE
A forest

Come closer and see 

See into the trees 

Find the girl 

If you can 

Come closer and see 

See into the dark 

Just follow your eyes 

Just follow your eyes 



I hear her voice 

Calling my name 

The sound is deep 

In the dark 

I hear her voice 

And start to run 

Into the trees 

Into the trees 



Into the trees 

Suddenly I stop 

But I know it's too late 

I'm lost in a forest 

All alone 

The girl was never there 

It's always the same 

I'm running towards nothing 

Again and again and again and again

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Acercate y mira entre los árboles

encuentra la chica
sí puedes
acércate y mira
 en la oscuridad

sólo sigue tus ojos
, sólo sigue tus ojos


Escucho una voz

diciendo mi nombre

çel sonido se encuentra profundo

en la oscuridad
 escucho su voz

y comienzo a correr
dentro del bosque

dentro del bosque
, dentro del bosque


De repente paro

pero se que es muy tarde

estoy perdido en el bosque

solo
 la chica nunca estuvo ahí

siempre es lo mismo
yo
estoy corriendo hacia la nada

una y otra vez y otra vez y otra vez
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2/06/2013

BRUCE COCKBURN (Canadá, 1945)
If a tree falls






Rain forest
Mist and mystery
Teeming green
Green brain facing labotomy
Climate control centre for the world
Ancient cord of coexistence
Hacked by parasitic greedhead scam -
From Sarawak to Amazonas
Costa Rica to mangy B.C. hills -
Cortege rhythm of falling timber.

What kind of currency grows in these new deserts,
These brand new flood plains?

If a tree falls in the forest does anybody hear?
If a tree falls in the forest does anybody hear?
Anybody hear the forest fall?

Cut and move on
Cut and move on
Take out trees
Take out wildlife at a rate of species every single day
Take out people who've lived with this for 100,000 years -
Inject a billion burgers worth of beef -
Grain eaters - methane dispensers.

Through thinning ozone,
Waves fall on wrinkled earth -
Gravity, light, ancient refuse of stars,
Speak of a drowning -
But this, this is something other.
Busy monster eats dark holes in the spirit world
Where wild things have to go
To disappear
Forever

If a tree falls in the forest does anybody hear?
If a tree falls in the forest does anybody hear?
Anybody hear the forest fall?

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Si un árbol cae

Selva tropical
Niebla y misterio
Verde intenso
Inteligencia verde frente a la lobotomía
Centro del control del clima para el mundo
Antiguo cordón de la coexistencia
Estafado por la avaricia de los parásitos
Desde Sarawak al Amazonas
Costa Rica a las pobres colinas de B.C.
Cortejo rítmico de tronco caído.

¿Qué tipo de monedas crecen el los nuevos desiertos?
¿En estas nuevas llanuras pantanosas?

Si un ábol cae en el bosque ¿alguien lo oye?
Si un ábol cae en el bosque ¿alguien lo oye?
¿Alguien oye el derrumbe del bosque?

Corta y sigue
Corta y sigue
Llévate los árboles
Llévate la vida salvaje al precio de una especie cada día
Llévate la gente que ha vivido allí durante 100.000 años
Mete el valor de un billón de hamburguesas de ternera
Comedores de grano
Dispensadores de metano.

A través de la finísima capa de ozono
Caída de olas en la tierra ajada
Gravedad, luz, estrellas de poco brillo
Hablan de un ahogamiento
Pero esto, esto es otra cosa
Ajetreado monstruo se come los agujeros del espíritu del mundo
Donde las cosas salvajes deben ir
Para desaparecer
Para siempre

Si un árbol cae en el bosque ¿alguien lo oye?
Si un árbol cae en el bosque ¿alguien lo oye?
¿Alguien oye el derrumbe del bosque?

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8/27/2012

GABRIELA MISTRAL (Chile 1889-1957)
Selva austral 


Algo se asoma y gestea
y de vago pasa a cierro,
un largo manchón de noche
que nos manda llamamientos
y forra el pie de los Andes
o en hija los va subiendo...

Aunque taimada,  la selva
va poco  a poco entreabriéndose
y en rasgando su ceguera,
ya por nuestra la daremos.

Caen copihues rosados
atarantándome al  ciervo
y los blancos se descuelgan
con luz y estremecimiento.

Ella,  con  gestos  que vuelan,
se va a sí misma creciendo;
se alza, bracea,, se abaja,
echando, oblicuo, el ojeo;
abre apretadas aurículas
y otras hurta, con recelo,
y así va, la Marrullera,
llevándonos magia adentro.

Sobre un testuz y dos  frentes
ahora palpita entero
un trocado cielo verde
de avellanos y canelos,
y la araucaria negra,
toda brazo o  toda cuello.

Huele el  ulmo,  huele el pino,
y el humus huele tan denso
como fue el Segundo Día,
cuando el soplo y el fermento.
Por la merced de la siesta
todo, exhalándose, es nuestro,
y el huemul corre alocado,
o gira  y se  estruja en  cedros,
reconociendo resinas
olvidadas de su cuerpo...

Está en cuclillas el niño,
juntando piñones secos,
y espía a la selva que
mira en madre, consintiendo...
Ella como que no entiende,
pero se llena de gestos,
como que es cerrada noche
y hierve de unos siseos,
y como que está cribando
la lunada y los luceros...

Cuando es que ya sosegamos
en hojarascas y légamos,
van subiendo, van subiendo
rozaduras, balbuceos,
mascaduras, frotecillos,
temblores calenturientos,
pizcas de nido, una baya,
la resina, el gajo muerto...
(Abuela silabeadora,
yo te entiendo, yo te  entiendo...)

Deshace redes y nudos;
abaja,  Abuela,  el  aliento;
pasa y repasa las caras,
cuélate de sueño adentro.
Yo me fui sin entenderte
y tal vez por eso vuelvo,
pero allá olvido a la Tierra
y  en  bajando  olvido el  Cielo...
Y así, voy, y vengo, y vivo
a  puro desasosiego...

La  tribu de tus pinares
gime con oscuro acento
y se revuelve y voltea,
mascullando y no diciendo.
Eres una y eres tantas
que te tomo y que te pierdo,
y guiñas y silbas, burla,
burlando,  y hurtas el cuerpo,
carcajeadora que escapas
y mandas mofas de lejos...
Y no te mueves, que tienes
los pies cargados de sueño...

Se  está volteando el indio
y queda, pecho con pecho,
con la tierra, oliendo el rastro
de la chilla y el culpeo.
Que  te  sosiegues  los  pulsos,
aunque sea el puma-abuelo.
Pasarían   rumbo  al   agua,
secos y duros los belfos,
y en sellos vivos dejaron
prisa, peso  y uñeteo.

El puma sería  padre;
los  zorrillos  eran   nuevos.
Ninguno de ellos va herido,
que van a galope abierto,
y beberemos  nosotros
sobre el mismo sorbo de ellos...
Aliherido el puelche  junta
la selva como en arreo
y con  resollar  de  niño
se queda en pialas durmiendo...

Vamos a dormir, si  es dable,
tú, mi atarantado ciervo,
y mi bronce silencioso,
en mojaduras de helechos,
si es que el puelche maldadoso
no vuelve  a darnos manteo...

Que esta  noche no te corra
la manada por el sueño,
mira que quiero dormirme
como el coipo en su agujero,
con el sueño duro de esta
luna donde me recuesto.

¡Ay, qué de hablar a dos mudos
más   ariscos   que   becerros,
qué disparate no haber
cuerpo y guardar su remedo!
¡A qué dejaron voz
si yo misma no la creo
y los dos que no la oyen
me   bizquean  con  recelo!

Pero no,  que el  desvariado,
dormido   sigue   corriendo.
Algo masculla su boca
en jerga con que no acierto,
y el puelche ahora berrea
sobre los aventureros...

8/07/2012

¿INTERNACIONALIZACIÓN DE LA AMAZONIA? 
RESPUESTA DE CRISTOVÃO BUARQUE... 

Durante un debate en una universidad de Estados Unidos el 23 de octubre de 2000, un estudiante estadounidense le preguntó al senador brasileño CRISTOVÃO BUARQUE qué pensaba sobre la internacionalización de la Amazonìa, y que esperaba la respuesta de un humanista y no de un brasileño.
    Ésta fue la respuesta del Sr. Cristóvão Buarque:

    "Realmente, como brasileño, sólo hablaría en contra de la internacionalización de la Amazonia. Por más que nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio, él es nuestro. Como humanista, sintiendo el riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás, que es de suma importancia para la humanidad.
    Si la Amazonia, desde una ética humanista, debe ser internacionalizada, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero. El petróleo es tan importante para el bienestar de la humanidad como la  Amazonia para nuestro futuro. A pesar de eso, los dueños de las reservas creen tener el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo y subir o no su precio.
    De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería  ser internacionalizado. Si la Amazonia es una reserva para todos los seres humanos, no se debería quemar solamente por la voluntad de un dueño o de un país. Quemar la Amazonia es tan grave como el desempleo provocado por las  decisiones arbitrarias de los especuladores globales. No podemos permitir que las reservas financieras sirvan para quemar países enteros en la voluptuosidad de la especulación.
    También, antes que la Amazonia, me gustaría ver la internacionalización de  los grandes museos del mundo. El Louvre no debe pertenecer solo a Francia.  Cada museo del mundo es el guardián de las piezas más bellas producidas por el genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio  cultural, como es el patrimonio natural amazónico, sea manipulado y destruido por el sólo placer de un propietario o de un país.
    No hace mucho tiempo, un millonario japonés decidió enterrar, junto con él, un cuadro de un gran maestro. Por el contrario, ese cuadro tendría que haber sido internacionalizado.
    Durante este encuentro, las Naciones Unidas están realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para  participar, debido a situaciones desagradables surgidas en la frontera de los EE.UU. Por eso, creo que Nueva York, como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos Manhatan debería pertenecer a toda  la humanidad. De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia… cada ciudad, con su belleza específica, su historia del mundo, debería pertenecer al mundo entero.
    Si EEUU quiere internacionalizar la Amazonia, para no correr el riesgo de dejarla en manos de los brasileños, internacionalicemos todos los arsenales nucleares. Basta pensar que ellos ya demostraron que son capaces de usar esas armas, provocando una destrucción miles de veces mayor que las  lamentables quemas realizadas en los bosques de Brasil.
    En sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo a cambio de la deuda. Comencemos usando esa deuda para  garantizar que cada niño del mundo tenga la posibilidad de comer y de ir a la escuela. Internacionalicemos a los niños, tratándolos a todos ellos sin importar el país donde nacieron, como patrimonio que merecen los cuidados  del mundo entero. Mucho más de lo que se merece la Amazonia. Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían estudiar; que mueran  cuando deberían vivir.
    Como humanista, acepto defender la internacionalización del mundo; pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para que la Amazonia, sea nuestra. ¡Solamente nuestra!"

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6/29/2012

PEDRO AMADO PISSIS MARÍN (France 1812-1889) 
es citado por PABLO NERUDA (1904-1973), en “Entre Michoacán y Punitaqui” 

(…) Una gruesa capa de humus de más de un metro de espesor cubre todos los bosques de mi territorio natal. En aquella re­gión fría y lluviosa, las hojas de los viejos árboles han ido ca­yendo en un inmemorial otoño. Los árboles también, los vie­jos troncos del pellín, del luma, del ciprés, del Drymis Winterey, los gigantes de la altura caen sobre la humedad de la vieja tierra silenciosa de donde brota la única voz vegetal de la selva, la oración de las enredaderas inmensas y mojadas, los tentáculos del helecho boreal. La Geografía física de un viejo caballero geográfico, el señor Amado Pissis, nos descri­be así esta región:
       "Los árboles que forman las selvas de Chile, pertenecen a un número bastante grande de familias diferentes, comprendien­do 69 especies que se sustituyen unas a otras según las diver­sas latitudes. Cerca de la extremidad austral el Fagus antartica, el Fagus betuloides, el Drimys wintereii, algunas proteáceas y coníferas forman la esencia de los bosques: el número de las especies aumenta más y más a medida que se avanza hacia el norte, siendo en las provincias de Valdivia y de Llanquihue donde los bosques llegan a su mayor esplendor y los vegetales a su mayor desarrollo, favorecidos por una temperatura suave y por continuas lluvias; los árboles, apretados allí, unos con otros, se elevan verticalmente y extienden sus ramas a una grande altura, hasta donde pueden recibir la luz necesaria para su desarrollo. Debajo de este vasto techo de hojas donde nunca penetran los rayos del sol, reina una temperatura y una humedad constante; allí es también donde crecen las plantas más delicadas, plantas que no podrían resistir a la acción directa del sol. En este suelo, enteramente formado de despo­jos vegetales, se extienden los musgos, los licopodos, los hepá­ticos y el Sarmienta repens enlaza con sus tallos carnosos los árboles caídos de vejez sobre los cuales ostenta sus brillantes flores escarlatas. Desde en medio de estos mismos árboles derribados, salen aún los helechos más hermosos, el Alsophila pruinata, especie arborescente cuyas hojas llegan a veces a te­ner tres metros de largo. Algunas plantas más ansiosas de luz, atan sus tallos sueltos al tronco de los grandes árboles y se ex­tienden por sus ramas desde las cuales dejan caer sus hermosas flores de color de púrpura; tal es el copihue o lapageria.
      En fin, en los bordes de los espacios claros de los bosques, una bambusácea trepadora ocupa todo el espacio libre y for­ma un matorral impenetrable como si estuviese destinada a preservar al bosque de los ataques de los vientos y animales."
      Esta cita amarillenta de la Geografía Física de la República de Chile, por el Caballero de la Legión de Honor, miembro de la Universidad y Jefe de la Comisión Topográfica, extraída de la que creo su única edición, la de 1875, no es verdad que tiene algo de ternura, algo más adivinatorio de nuestro paisa­je austral que muchas descripciones literarias? Parece a ratos un fragmento del gran poeta Juvencio Valle, que ha dado a nuestra geografía vegetal una nueva dimensión mitológica y radiante.(…)

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4/01/2012


BARTOLOMÉ CAIRASCO DE FIGUEROA (La Palmas de G.C. 1538-1610)
La Selva de Doramas

Éste es el bosque umbrífero
que de Doramas tiene el nombre célebre,
y aquestos son los árboles
que frisan ya con los del monte Líbano,
y las palmas altísimas,
mucho más que de Egipto las pirámides,
que los sabrosos dátiles
producen a su tiempo, dulces támaras.
Aquí de varia música
hinchen el aire los pintados pájaros;
la verde yedra errática
a los troncos se enreda con sus círculos;
y más que el hielo, frígidas,
salen las fuentes de peñascos áridos.
Aquí de Apolo Délfico
no puede penetrar el rayo cálido,
ni del profundo Océano
pueden dañificar vapores húmidos.
Aquí con letras góticas
se escriben epigramas, nombres, títulos,
en árboles tan fértiles,
que parece que estuvo regalándose
en ellos el artífice
de la terrena y la celeste fábrica.
Aquí pues, de la próspera
Fortuna está gozando un fuerte bárbaro,
que por sus propios méritos
alcanzó la corona y regia púrpura,
y en la terrestre máquina
es celebrado en ejercicio bélico.
Doramas es el ínclito
nombre de aqueste capitán indómito.

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3/01/2012

TOMÁS MORALES (Moya-G.C.- 1884-1921)
Tarde en la Selva (de LAS ROSAS DE HÉRCULES)

                                                  A los hermanos Millares

Tarde en la selva. Agreste soledad del paisaje,
decoración del rayo de sol entre el ramaje
y lento silabeo del agua cantarina,
madre de la armoniosa tristeza campesina.
¡Tarde en la selva! Tarde de otoño en la espesura
del boscaje, en el triunfo de la arboleda oscura,
bajo la advocación de las copas sonoras
y el plácido consorcio de las dormidas horas...

¡Oh paz! ¡Oh último ensueño crepuscular del día!
El ambiente era todo fragancia; atardecía,
y la lumbre solar, en fastuosas tramas
quemaba en las florestas su penacho de llamas.
Todo el bosque era un hálito de aromas peculiares;
las hojas despertaban sus ritmos seculares,
y, bajo ellas, soñando y a su divino amparo,
la mística frescura del riachuelo claro
que el salto de una roca transformaba en torrente.
(Caballera brumosa, donde, divinamente,
ilustró el arco iris, con siete resplandores
la fugaz maravilla de sus siete colores.)

Y el alma se hizo copia de esta virtud silente;
por su influjo, el ensueño tornose transparente
e iba hundiéndose en una renunciación discreta.
La soledad y el ocio, amigos del poeta,
vestían mis quimeras con ropajes corpóreos
y eran trasuntos vivos los efluvios arbóreos...

¡Oportuna la hora! De entre los matorrales
surgen, tímidamente, los genios forestales,
y mi presencia espían, avizores e inquietos,
tras los olmos rugosos y los blancos abetos.
Remisos, un momento, se consultan dudosos,
y en un punto, en el claro, penetran tumultuosos.
Y hacen, desorbitados como frutos gigantes,
columpio de las ramas los elfos trashumantes;
giran los blandos silfos de carnes sonrosadas
con sus alas de insectos tibiamente irisadas;
trenzan ralas piruetas los gnomos casquivanos,
chafando la hojarasca con sus cuerpos enanos,
y los lares acuáticos croan sus voces ruines
viscosos y adobados de lacustres verdines...

Rondan, danzan, simulan fieras acometidas
y entre sí se apedrean con las bayas caídas;
armando una algazara jovial y volandera;
que, caprichosa, rapta la brisa pasajera
y el eco desbarata, tras la arboleda honda
entre murmullos de agua y susurros de fronda...

Y el alma, arrebatada de ascensional destreza,
ingrávida, abandona la temporal corteza
y se suma a la ronda, milagrosa y liviana,
y en el coral divino pone su nota humana...
¡Oh alma mía, he escuchado tu jubiloso acento
sensible en la suprema calidad del momento!
Ahora gozan mis ojos de la victoria cierta
de verte, enteramente, absoluta y liberta.
¡Cuanto más disgregada, más en mi compañía;
fuera de mí y, no obstante, tan sumamente mía!
¡Alma que recobraste la original limpieza:
sé una parte en el Todo de la Naturaleza !

De pronto, en el silencio, un golpe temeroso
atraviesa el recinto de la selva en reposo;
son cobarde, en el viento, persistente y salvaje,
que llena de profundos terrores el boscaje.
¡Es el hacha! Es el golpe de su oficiar violento
que, bruscamente, llega, desolador y cruento,
de la entraña del bosque, donde un tilo sombroso
yergue su soberana magnitud de coloso...

¡Oh dolor! El monarca de la selva suntuosa,
el patriarca de verde cabellera gloriosa
que preside el sagrado misterio de la umbría,
mira llegar su muerte con la muerte del día.
Y hay un grave silencio meditabundo, inmenso,
y es tan grande la duda y el temor tan intenso
que callan, espantados, hojas, lares y fuentes
para escuchar medrosos...  y oyen, intermitentes,
en el dolor tremendo, los redobles del hacha
prendidos en el pasmo de la encalmada racha
donde triunfan lo breve de un estadillo seco
y mueren duramente, sin amor y sin eco...

Y los viejos del bosque, los viejos de alma fuerte,
temen, presentidores de una uniforme suerte;
y hay en sus copas trémulas como un sollozo humano,
como un plañir de preces por el perdido hermano
que a cada golpe arguye con un mortal gemido
y tiembla, y se estremece, como un titán herido...

Súbitamente, un grito hiende la selva, ronco:
creyérase el lamento postrimero del tronco
que al ceder maldijera...  Y el coloso vacila,
y la enorme silueta, pesadamente, oscila.
Heridas por la muerte sus savias vigorosas,
ved, cómo el triste extiende sus ramas temblorosas
como brazos que quieren asir, inútilmente,
la ramazón cercana, que cruje sordamente.
Aún en el aire, un punto gira alocado, incierto,
y raudo cae de bruces sobre el camino: ¡muerto!


                                     EPITAFIO


Grave señor del bosque, que sobre el verde prado,
inmóvil y maltrecho, yaces abandonado:
no abatieron tu frente gloriosos capitanes,
sino el golpe pechero de los ruines jayanes.
Ya, sobre tus cabellos, no volarán los ruidos
propicios al geórgico misterio de los nidos.
Tus frondas, que escucharon los silvestres cantares,
caldearán, ahora, los ahumados lares
de la pobre cocina o el salón solariego
y estallarán dolidas a los besos del fuego.
Mientras tanto, en el seno de la selva sombría,
tu cuerpo mutilado flagelará la fría
caricia del invierno...  Pero el tronco marchito
volverá a fecundarse con el calor bendito,
y, activamente henchido de virzales renuevos,
cubrirá sus arrugas con los retoños nuevos,
cuando llegue en el carro del aura mensajera,
precedida de un rayo de sol, la Primavera

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(Sobre la desaparición de la Selva de Doramas en Gran Canaria)

8/12/2011

ÁNGEL MARÍA LÓPEZ (Cádiz, 1935)
La selva

                             A Gumersindo y Carmen Galán
              

Justo donde la casa, el hormigón que gira
levantándose, las piedras
y el ladrillo obediente, estuvo, no hace mucho,
la selva.             
En otro tiempo
      Nada recuerda ahora
la feria del vivir. Las hierbas altas
de antaño. Tanto trébol.
Los niños que corrían descubriendo la flor.
La bella historia
del nido. Aquellos árboles.
            
Alguien sembró su rayo, la fiereza exultante
que el dorso es de la savia.
El hierro se erige en el lugar. Los albañiles
elevan la argamasa. Inician torres
de cemento durísimo. El escombro
se posesiona del verdor. Asfixia con su polvo
los animales libres de la tierra
que, un día no lejano, procrearán
su estirpe.
      Ahora es el triunfo
del bodegón sobre la gracia viva
del vegetal.
      Todo engaña,
recuérdalo. Es efímero. Tanto espejo que finge
sus plurales azogues.
      En el lavabo
cruzan cigüeñas, estorninos gigantes,
con un cesto de frutas
en la voz.
      Corren grifos. Hermosas cataratas
y cisternas.
Fúnebres melodías en el agua que brota.
      Aquí
yacen, podridos,
el mundo liliput de los insectos,
las hormigas menores. Tantos seres
de estatura inferior, hoy calcinados
bajo el jardín.
      Detrás de los visillos
se iluminan estancias, otras flores ingenuas
que están como enterradas en el cuadro. Sin aire
y sin perfume. Cadáveres que el óleo
representó.
            
      Todo es así. Recuérdalo:
figuras que se borran. Espejismos. Adobes.
      No.
No hay nada que nos duela si no es la carne misma
la que sufre. Alguien desconocido, cada tarde,
se entrena
pensando cómo herir.
Nació, a nuestro pesar , la arquitectura
donde el ramaje puso su hermoso pie silvestre.
Trazó las alambradas de la verja,
los bancos del zaguán. Toda esta flora
que suplantó lo vivo de aquello que aquí fue.
Nada recuerda ahora la bella floración,
los minaretes pulcros del enebro. La lluvia
de los tímidos sauces.
      Ahora, qué hacer, son ya los signos
de la grandeza. El tiempo,
cada río, lleva su historia al mar.
Todo fenece, cambia
como un rostro.
      Se viste ahora la selva
con la tibia casulla que decora y maltrata
la presunción.
      Abdican de su trono
las ramas. Los gorriones se aman en la acera.
Se persiguen el vuelo
sin encontrar más sol que las cenizas
de la luz.
            
      Justo el lugar.
      Aquí, donde la casa
ésta que, sin deber, pienso es hermosa.
Donde amanecen vidrios y mosaicos,
la herramienta que brilla, estuvo el polen.
Recuérdalo. ¿no era
como subir a una montaña?
      El ojo
iba trazando su ascensión. Crecía
el fresno su abundancia, su violenta conquista.
Y el roble alzaba intacto
su tronco, lo que el pájaro pudo
traer desde la sierra.
      El pico ya salobre
de azul que era mar. Tallos de nieve.
Olvido y herbazales. Nuevo aroma
que hoy grita en pebeteros
de cristal. Otros sándalos. Maderas
donde el disco del sol decanta el turbio oro.
            
Hoy, ya fauna distinta, el hombre mira
con dolor el paisaje
que vio feliz. Oye llover
como trinar. Costumbre ya del duelo.
Que todo es un museo, preparado
con sed de lastimar. Pero nosotros
resistiremos.
      Haremos la pupila
un viejo arcón de plata.
      Y siempre será selva
nuestra memoria.

De "A flor de piel"
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1/02/2009

DULCE MARIA LOYNAZ - La selva

DULCE MARIA LOYNAZ (Cuba, 1903-1977)
La selva

Selva de mi silencio
apretada de olor, fría de menta...

Selva de mi silencio: En ti se mellan
todas las hachas; se despuntan
todas la flechas;
se quiebran todos los vientos...

Selva de mi silencio, Selva Negra
donde se pudren las canciones muertas...

Selva de silencio... Ceniza de la voz
sin boca ya y sin eco; crispadura de yemas
que acechan
el sol
tras la espesa
maraña verde... ¿Qué nieblas
se te revuelven en un remolino?

¿Qué ala pasa cerca
que no se vea
succionada en el negro remolino?

(La selva se cierra
sobre el ala que pasa y que rueda...)

Selva de mi silencio
verde sin primavera,
tú tienes la tristeza
vegetal y el instinto vertical
del árbol: En ti empiezan
todas las noches de la tierra;
en ti concluyen todos los caminos...

Selva
apretada de olor, fría de menta...

Selva con su casita de azúcar
y su lobo vestido de abuela;
trenzadura de hoja y de piedra,
masa hinchada, sembrada, crecida toda
para aplastar aquella
tan pequeña
palabra de amor...
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