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30 marzo 2025

¿Cambio en la fecha de la floración de los Cerezos (Sakura)?


Fotografía de Rinko Kawauchi
RINKO KAWAUCHI, en National Geographic, 2024
La floración de cerezos cada vez se adelantará más debido al cambio climático
Un registro de 1200 años de floración de cerezos muestra que nuestro clima actual no tiene precedentes históricos.

Los cerezos en flor (o sakura) de Kioto, Japón, atraen a multitudes de todo el mundo. Pero desde 1850, los delicados capullos que adornan los cerezos de Kioto florecen, de media, casi dos semanas antes de lo que solían hacerlo.

Primero aparece el brote verde, que emerge de la rama de un árbol como un polluelo asomándose al cielo desde el nido de su madre. A continuación aparecen los ramilletes, que se extienden desde el centro de la rama como un pétalo que se despliega para tomar el sol. A esto le sigue el alargamiento de un puñado de tallos florales, de los que finalmente brota un puñado de infladas flores de cerezo que se abren en una deslumbrante floración.
     Los cerezos en flor (o sakura) de Kioto (Japón) congregan a multitudes de todo el mundo, atraídas por el hechizante espectáculo visual y por la oportunidad de percibir el aroma almendrado de las flores. Pero el momento en que los delicados capullos que adornan los cerezos de Kioto florecen en primavera se ha adelantado casi dos semanas con respecto a cuando solían emerger en 1850.
     El investigador Yasuyuki Aono, de la Universidad Metropolitana de Osaka, ha buscado y recopilado las fechas de floración de los cerezos en los diarios y crónicas escritos por emperadores, aristócratas, gobernadores y monjes de Kioto desde el siglo IX. Se trata del conjunto de datos de este tipo más largo conocido en el mundo.


Yasuyuki Aono, de la Universidad Metropolitana de Osaka
    
Conjunto de datos de este tipo más largo conocido en el mundo
Ese momento es uno de los puntos de referencia más valiosos para los científicos que rastrean los efectos del cambio climático en las plantas con flores. "Estamos superando cualquier experiencia climática que hayamos vivido como seres humanos", afirma Elizabeth Wolkovich, profesora asociada de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) que estudia las comunidades vegetales y el cambio climático.
     El calentamiento global, impulsado en gran medida por la quema de combustibles fósiles, elevó tanto las temperaturas en 2023 que se
convirtió en el año más caluroso de la historia, seguido de los meses de enero y febrero más cálidos jamás registrados.
     "Para mí, el registro de la floración del cerezo capta realmente lo extremos que son estos cambios", dijo. Wolkovich, coorganizadora del Concurso Internacional de Predicción de la Floración del Cerezo, afirma que el cambio climático antropogénico está provocando primaveras más tempranas, lo que se traduce en una floración más temprana de los cerezos en lugares como Kioto.
     "No habíamos vivido nada igual", afirma Wolkovich; "realmente empequeñece la Pequeña Edad de Hielo o el periodo cálidomedieval... es un mundo nuevo al que nos dirigimos".

El pico de floración se adelanta
     Las primaveras más cálidas que provocan floraciones más tempranas no son un fenómeno aislado de las famosas sakuras de Kioto, sino algo que los científicos también observan en otros lugares, como Washington D.C. (Estados Unidos).
     El 17 de marzo, los característicos cerezos de la capital estadounidense alcanzaron su segundo pico de floración más temprano registrado, casi una semana antes de lo previsto, empatando con el año 2000, según datos de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés).
Puente enmarcado por cerezos en flor en Arashiyama, Kioto. Foto: Rinko Kawauchi
     El pico de floración, o el momento en que se abren casi dos tercios de las flores de un árbol, suele durar al menos una semana, pero varía en función de las condiciones meteorológicas y de la especie. Históricamente, entre finales de marzo y principios de abril es cuando el cerezo Yoshino experimenta su punto álgido de floración, pero los científicos creen que esto está cambiando en respuesta al rápido calentamiento de las temperaturas del planeta.
     Aunque las épocas de floración varían cada año, la tendencia a largo plazo muestra una floración más temprana en Washington, según Patrick González, científico especializado en cambio climático y ecólogo forestal de la Universidad de California en Berkeley.
     En D.C., el adelanto de la floración es coherente con el cambio climático de origen humano, pero no se atribuye científicamente a él", afirma González. Esto significa que, aunque los científicos han detectado un cambio estadísticamente distinto de la variación natural, aún no lo han atribuido al cambio climático antropogénico. Otras posibles causas son el efecto isla de calor urbano.
     Por eso es tan importante la investigación en Kioto. Los registros de sakura de la ciudad se remontan a hace más de 1200 años, lo que supone un tesoro de datos meteorológicos históricos que se ha descrito como el registro anual de fenología, o estudio de los ciclos biológicos, más largo de la Tierra.
     Y, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en Washington D.C. (donde también abunda el cerezo Yoshino), la investigación sobre floraciones más tempranas en Kioto "se ha detectado y atribuido al cambio climático provocado por el hombre", afirma González.
     En 2020, 2021 y 2023, los sakura de Kioto experimentaron floraciones tempranas récord, las más tempranas jamás registradas, informó la BBC. Según un estudio de 2022, el cambio climático antropogénico es la principal causa de que la primavera se adelante al periodo de floración máxima en Kioto, adelantando la estación unos 11 días.


     En un escenario de emisiones medias, la investigación estima que la llegada más temprana de los cerezos en flor de Kioto se adelantaría casi una semana más en 2100. Para algunos, este
patrón debería considerarse alarmante.
     "Se trata de una de las señales más visibles de los efectos de la excesiva contaminación humana por carbono", afirma González, quien añade que, en el peor de los casos, el cambio climático podría adelantar aún más la floración de los cerezos. "Realmente señala la seriedad con la que debemos reducir nuestra contaminación por carbono para reducir los impactos más drásticos del cambio climático".
 
¿Por qué es importante la floración temprana?
     El adelanto de la primavera y la consiguiente floración acelerada de los cerezos pueden provocar alteraciones ecológicas, como el desajuste de las flores con sus polinizadores y una mayor vulnerabilidad a las olas de frío que afecta a los propios árboles.
     Según Lewis Ziska, fisiólogo de plantas y profesor asociado de la Universidad de Columbia (EE. UU.), aunque no produzcan fruta comestible, los efectos del cambio climático en los cerezos en flor son un buen ejemplo de lo que están sufriendo
simultáneamente otros árboles productores, como los manzanos y los melocotoneros en flor.
     Y si el invierno sigue calentándose más deprisa que el verano en gran parte de EE. UU., es posible que no se cumpla el tiempo de exposición al frío que necesita un árbol en su periodo de latencia invernal, lo que provocará que algunos árboles no lleguen a florecer en primavera.
     Un cerezo en flor necesita un mes de temperaturas por debajo de los cinco grados para florecer completamente cuando hace calor. En zonas de floración de cerezos como D.C., un análisis reciente de los datos del Servicio Nacional de Parques muestra que la temperatura media de primavera en D.C. ha aumentado unos dos grados centígrados desde 1970 hasta 2023. En 2017, una helada tardía mató aproximadamente la mitad de las flores de los árboles.
     "[La fecha de máxima floración] puede acelerarse en el futuro", dijo Ziska; "pero el resultado final de no tener flores, si no hay invierno, puede ocurrir antes de lo que pensamos".

"Un sentimiento espiritual"
     Los cerezos no sólo son una herramienta para que los científicos comprendan el cambio de temperaturas, sino que su floración representa también un símbolo histórico y cultural "muy visible" para que la gente celebre el comienzo de la primavera, afirma Soo-Hyung Kim, ecofisiólogo vegetal y profesor de la Universidad de Washington (EE. UU.).
      "La llegada de la primavera es una sensación... de calidez", afirma Kim, quien añade que la "espectacular" experiencia no se limita a Kioto y Washington D.C. Un bosque de cerezos en flor de Seattle (Estados Unidos), que también ha alcanzado recientemente su punto álgido, se encuentra entre las docenas de lugares donde se puede contemplar el esplendor de la floración en todo el país, una lista que incluye desde un jardín botánico de San Luis (Misuri) hasta un festival anual en Macon (Georgia).
Para quienes no hayan tenido la oportunidad de pasear bajo un dosel de cerezos en flor, el investigador Lewis Ziska, de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), afirma que la experiencia es similar a "caminar por una iglesia o una catedral".
     
     "Puedes imaginar colores. Rosas de todos los tonos, rojos de todas las tonalidades, y el cielo azul detrás de ellos. Y en algún momento las palabras no se aplican... no hay palabras para describirlo", dice Ziska. "Es una sensación espiritual. Toca una parte de tu alma a la que no puedes llegar de ninguna otra forma".

Lo hemos leído aquí
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27 marzo 2025

DANIEL STONE, en National Geographic, 2025
¿Por qué hay cerezos japoneses (sakura) creciendo en Estados Unidos?
Los árboles de sakura japoneses llegaron a la capital estadounidense con la ayuda de unos cuantos sorprendentes defensores.
Un grupo de personas disfruta de una tarde con cerezos en flor en el Jardín Botánico de Brooklyn el 24 de abril de 2024, en Nueva York. Los cerezos en flor, una de las atracciones más destacadas de la primavera del jardín, han alcanzado su punto álgido de floración, que durará un tiempo limitado antes de que el suelo se tiña de pétalos rosados. Foto: Spencer Platt

En Estados Unidos, la primavera en Washington D.C. comienza cada año con el famoso Festival de los Cerezos en Flor, en el que florecen los esponjosos cerezos rosados que rodean el National Mall y el Tidal Basin. Cientos de miles de personas acuden allí para contemplar las hermosas flores, lo que lo convierte en uno de los acontecimientos más queridos de Washington. Resulta difícil de imaginar, pero hace más de un siglo, esta misma zona de Washington estaba desnuda, sin un solo cerezo.
     La historia de la llegada de los cerezos a Estados Unidos es casi tan extraordinaria como la de los propios cerezos en flor, y es posible que nunca hubiera ocurrido de no ser por un puñado de aventureros y defensores improbables.
     En una época en la que la agricultura estadounidense era tan variopinta como la mugre, un cazador de alimentos para el Departamento de Agricultura (USDA, por sus siglas en inglés) llamado David Fairchild se lanzó a la búsqueda de plantas novedosas que pudieran tener un valor económico para los agricultores estadounidenses. Impulsado por la curiosidad y alimentado por el optimismo, trajo muchas plantas y frutas que ahora se dan por sentadas, como mangos de la India, melocotones de China y aguacates de Chile.
     En 1902, Fairchild conoció por primera vez los sakura, los cerezos en flor de Japón. Encantado por su belleza, Fairchild quiso llevárselos a casa y encargó 125 sakuras para su jardín de Chevy Chase (Maryland).
     El propietario del vivero de Yokohama estaba tan contento de tener un cliente americano que cobró a Fairchild sólo 10 centavos por árbol. En la primavera de 1906 los árboles importados de Fairchild florecieron por primera vez, y la noticia de las flores rosas atrajo a tantos curiosos a su casa que Fairchild encargó 300 más como regalo a la ciudad de Chevy Chase.
     Eliza Scidmore, la primera mujer escritora, fotógrafa y miembro de la junta directiva de National Geographic, fue también una defensora de los cerezos en flor en D.C. Tras pasar un tiempo viviendo y haciendo reportajes en Japón, regresó a Washington con fotografías de cerezos en flor ("lo más hermoso del mundo") y comenzó a solicitar a la administración del presidente Grover Cleveland que los plantara a lo largo de la cuenca de las mareas.
     Años más tarde, el presidente Theodore Roosevelt habló a menudo de "embellecer" la capital del país, entonces cubierta de barro por el Potomac. Helen Taft, la primera dama, creía que los cerezos en flor eran la solución. Su marido estaba de acuerdo. Además de su belleza, el presidente William Taft también vio la oportunidad de forjar una amistad diplomática con los japoneses.
     En otoño de 1909, el alcalde de Tokio envió 2000 árboles jóvenes a Washington. Sin embargo, llegaron apenas vivos, con las raíces demasiado cortas y plagados de insectos. Temerosos de las plagas extranjeras, los entomólogos del USDA los quemaron en una gran hoguera en el National Mall. Sólo cuando Japón envió un segundo cargamento más grande de 3020 árboles, todos altos y maduros, los árboles lograron llegar al suelo.
     El 27 de marzo de 1912, la Sra. Taft cavó la tierra durante una ceremonia privada en el West Potomac Park, cerca de las orillas del río Potomac. La esposa del embajador japonés fue invitada a plantar el segundo árbol. Fairchild cogió una pala poco después y participó en el acto.
     Sólo hicieron falta dos primaveras para que los árboles se convirtieran en objeto de adoración universal por parte del público estadounidense, al menos lo suficiente para que el Gobierno de Estados Unidos correspondiera y enviara a Japón un regalo a cambio. Los funcionarios decidieron ofrecer a Japón un cargamento de cornejos en flor, nativos de Estados Unidos, de floración blanca y brillante.
     La mayoría de los árboles originales han desaparecido. Los sakura suelen sobrevivir unos 25 años, 50 si tienen suerte, más si se trata de un milagro. De los 3020 originales, sólo quedan dos, canosos y caídos, cerca de la base del Monumento a Washington, junto a una placa que conmemora el día, 27 de marzo de 1912, en que fueron plantados.

Lo hemos leído aquí

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26 marzo 2024

El adiós en Washington a Stumpy, el emblemático cerezo

La historia del cerezo Stumpy: adiós a un símbolo de la amistad entre Japón y EEUU
Este cerezo y otros cientos de ejemplares se talarán dentro de un proyecto para sustituir al viejo dique del río Potomac, que cada año se desborda por el calentamiento global .
La icónica imagen de Stumpy, muy cerca del National Mall
Este cerezo y otros cientos de ejemplares se talarán dentro de un proyecto para sustituir al viejo dique del río Potomac, que cada año se desborda por el calentamiento global .
     Vecinos y turistas se despiden estos días del cerezo Stumpy, un árbol tan fotografiado que se le considera un icono de la ciudad de Washington. Pronto lo talarán y se convertirá en compost, como parte de un proyecto de rehabilitación del dique derecho del río Potomac, rodeado por algunos de los principales monumentos del concurrido National Mall. Stumpy, que podría traducirse como fortachón, es un ejemplar muy querido. Es el más famoso entre los 1.400 árboles que embellecen la zona con sus ramas llenas de flores rosadas. Pese a su apariencia frágil y con una estética poco convencional, se cree que es el más viejo. En las redes, llevan años circulando relatos que vinculan su apariencia de "patito feo" con historias de amor y superación. Es el último florecimiento para éste y cientos más, situados en la orilla sur. Se destruirán unos 300 árboles, de los que la mitad son cerezos, plantados a lo largo de casi dos kilómetros adyacentes al río.
     Los diques llevan décadas fallando y, a medida que sube el nivel del mar en el contexto de la crisis climática, la marea alta inunda las raíces y la parte baja del tronco. Esto les hace enfermar y algunos han muerto.
     Mike Litterst, guarda forestal, portavoz del parque y trabajador del National Mall, defiende que la tala no será el final: "Todos se convertirán en compost. Volverán al National Mall y se esparcirán sobre las raíces de los supervivientes y les aportarán nutrientes. En el caso del Stumpy, se cogerán esquejes, se harán clones con el mismo material genético y los plantaremos. Los árboles de la zona norte no se tocarán. En la parte sur, en tres años, se podrán replantar nuevos ejemplares". Según Litterst los fans de Stumpy "podrán demostrar su lealtad volviendo a venir."

La despedida de las autoridades japonesas

La embajada de Japón en Washington homenajeó al Stumpy y se refirió a él como "uno de nuestros símbolos más queridos de la amistad entre Japón y Estados Unidos".
     Las mismas fuentes diplomáticas apuntaron a que la relevancia de la celebración recae en el simbolismo y los valores que representa, más que en los árboles en sí. En Japón la floración de los cerezos, Hanami, es un evento ancestral de primer orden, con tradiciones y fiestas asociadas. La fiesta del Hanami en la capital estadounidense comenzó en 1912, cuando el entonces alcalde de Tokio, Yukio Ozaki, regaló a la ciudad 3.000 cerezos como señal de la buena relación que en ese momento existía entre ambos países. Sin embargo, no es probable que Stumpy y el resto de ejemplares sean de esta primera plantación, mientras los responsables del parque nacional reconocen que la ubicación de los árboles originales no está bien documentada. Mike Litterst ha asegurado:
     "La vida media de un cerezo es de unos 50 años, o sea que sería extraordinario que Stumpy o algún otro hubiera sobrevivido 112 años. "Un representante de la embajada nipona, Yuki Sugiyama, ha explicado que "la gente empezó a apreciar sus flores y ahora Washington recibe a unos 1,5 millones de turistas sólo por la temporada de floración".
Con la etiqueta #Stumpy, las redes se han ido llenando de mensajes de agradecimiento y despedida hacia el simbólico árbol. Emmy Vickers, una fotógrafa aficionada, ha explicado a la agencia Reuters: "El año pasado se inundó mucho y los guardas del parque nacional rodearon al Stumpy para protegerlo. He venido a tomarle una foto antes que se lo lleven."

Festival de los cerezos floridos

     El adiós ha coincidido con el arranque, este fin de semana, 21 de marzo, de la celebración de primavera con el Festival Nacional de los cerezos floridos. Durante la edición de este año, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, realizará una visita oficial a la ciudad y cenará con Joe Biden el 10 de abril.
     El festival es un evento popular que se alarga hasta el 14 de abril e incluye exposiciones, gastronomía, desfiles, espectáculos y mercados. Hacía años que quedaba marcado por las inundaciones, cada vez más intensas a consecuencia del calentamiento global.
     La presidenta de la asociación que organiza el festival, Diana Mayhew, asegura que las obras son una buena noticia: "Últimamente, las inundaciones han derribado árboles y han estropeado otros. "El pico de la floración de los cerezos se considera que se produce cuando el 70% de las flores se han abierto y, en Washington, se espera que sea el 21 de marzo. Con la crisis climática, las fechas llegan cada vez más temprano. Últimamente, incluso el festival ha notado que ya no está sincronizado con la eclosión de las flores.

Lo hemos leído aquí
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¿Cómo llegaron los Sakura, los cerezos, a la capital de EE.UU? Aquí 
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29 marzo 2023

KATSUKI TOSHIO, en Nippon (mar, 2020)
‘Hanami’: ¿Cómo surgió la costumbre de contemplar los cerezos en flor en Japón?



El hanami tiene su origen en la existencia de dos variedades de cerezo idóneas para su contemplación: yamazakura y edohigan. Cabe destacar el papel de los cerezos somei-yoshino, que se plantaron en todo el país en la era Meiji. Así fue como en todos los rincones del archipiélago nipón se comenzó a imitar a las clases populares de Edo, que hacían picnics bajo los árboles.

La contemplación de los cerezos en flor —hanami en japonés— es un elemento de la cultura nipona que fascina a un gran número de personas de todo el mundo. Esta fascinación es tal que muchos turistas de otros países deciden viajar a Japón en primavera para disfrutar de la floración. Uno se pregunta cómo el hanami llegó a formar parte de la cultura nacional. Para responder esta pregunta, es necesario conocer el trasfondo histórico de esta costumbre, así como las diferentes especies autóctonas de cerezos.
Gente de todas las edades disfruta de un picnic bajo los cerezos en flor de Shinjuku Gyoen (Tokio).

El anuncio de que ha llegado la primavera

     El sakura es un árbol de hoja caduca y ancha que pertenece al Cerasus, un subgénero de la familia de las rosáceas, y que crece principalmente en las zonas templadas del hemisferio norte; hay un centenar de especies. El tipo más conocido es el cerezo silvestre (C. avium), que se da en todo el mundo, pero lo cierto es que muchos de estos árboles se concentran en Asia Oriental. Por otra parte, hay quienes piensan que el sakura pertenece al género Prunus, en el que se incluyen especies como el ciruelo europeo (Prunus domestica); sin embargo, ambos se diferencian claramente en su forma; los estudios de filogenética molecular —en los que se analiza el ADN— que se han llevado a cabo recientemente validan esa división, de ahí que, en este texto, lo clasifiquemos como Cerasus.
     En Japón, en concreto, hay diez variedades; dos de ellas —yamazakura (C. jamasakura) y edohigan (C. itosakura) anuncian la llegada de la primavera desde la Edad de Piedra, cuando los primeros seres humanos comenzaron a vivir en el archipiélago nipón. El primero crece, principalmente, en las regiones central y occidental; ya en la antigüedad había muchos de estos en las colinas habitadas. Además, florecen antes que otros árboles, de ahí que destaquen en las montañas al comienzo de la primavera. Por ejemplo, en el monte Yoshino (Nara), donde se contemplan los yamazakura desde hace más de mil años, si bien este no es el único lugar.
Yamazakura del monte Yoshino (Nara). Esta variedad de cerezo decora las montañas de todo Japón.
Flores de yamazakura. Destaca la belleza del contraste entre el blanco de los pétalos y el rojo del follaje nuevo.
     Por el contrario, los cerezos de la variedad edohigan apenas crecen en las montañas. Sin embargo, florecen más pronto que los yamazakura. Además, son árboles gigantes: miden 30 metros de altura y tienen un tronco de más de dos metros de diámetro, de ahí que muchos turistas vayan a verlos. Aunque sus frutos no son comestibles, es posible que, ya en la Edad de Piedra, la gente disfrutara contemplando sus flores de color rosa claro, un tono vivo que les confiere una belleza especial.
Flores de edohigan. Las hojas del árbol no se abren, pero es fácil distinguirlos por sus pétalos rosas.

De celebración de la nobleza a costumbre del pueblo

     Se cree que los orígenes del hanami en Japón se remontan al siglo VIII (período Nara); concretamente, a las fiestas, con motivo del Día de las Niñas —Momo no Sekku, el 3 de marzo según el antiguo calendario lunisolar (en el gregoriano, a comienzos de abril)—, en las que se componían poemas a la vera de un arroyo mientras se contemplaban las flores y se bebía sake en unas copas que se dejaban flotar en el agua; eran toda una muestra de refinamiento y simbolizaban el paso a la siguiente estación. Estas celebraciones anuales, importadas de China, tenían lugar en los jardines de la corte y de la nobleza, donde había árboles traídos del país vecino: albaricoque japonés (P. mume) y melocotoneros o durazneros (P. persica); esto es, en aquella época, no se contemplaban los cerezos aún.
Albaricoque japonés del santuario Kitano Tenmangū (Kioto). Antes de la era Heian, las flores más representativas de la primavera en Japón eran las de esta especie.
     En la era Heian (siglos VIII-XII), Japón hizo introspección respecto a los elementos propios de la cultura nacional; consecuentemente, se empezaron a contemplar los cerezos en primavera. Estos árboles abundaban en los campos y las montañas del país, y los pétalos de sus flores se parecían a los del albaricoque japonés, por lo que es posible que este fuera el motivo por el cual acabaron sustituyendo a las flores procedentes de China. Aunque se perdió la costumbre anual de las fiestas a la vera de un arroyo, se conservó la de contemplar las flores en los jardines tradicionales: además de los albaricoques japoneses y los melocotoneros o durazneros, se incluyeron en esta costumbre los cerezos yamazakura y edohigan. No obstante, cabe señalar que el hanami de los jardines y el de los campos y las montañas eran diferentes.
     En el período Edo (siglos XVII-XIX), además de los jardines, en las grandes ciudades se habilitaron espacios amplios donde poder contemplar las flores; por ejemplo, en los parques Asukayama y Gotenyama, obra del sogún Tokugawa Yoshimune, se plantaron cientos de yamazakura y se permitió el acceso a las clases populares. Allí se empezaron a hacer las animadas fiestas bajo los cerezos en las que la multitud se reunía para beber sake y degustar la comida que se habían llevado. Así pues, puede decirse que la costumbre actual del hanami proviene de esa mezcla de las celebraciones de la nobleza para contemplar las flores en primavera y de los picnics de las clases populares.

Las postrimerías del período Edo y el nacimiento de los cerezos perfectos

     En el período Edo, los cerezos pensados específicamente para los jardines tradicionales se convirtieron en una variedad cultivada. Este gran avance lo motivó, en gran medida, que, además de yamazakura y edohigan, se plantaran ōshima zakura (C. speciosa), una variedad propia de las islas de Izu (región de Kantō) cuya existencia se desconocía durante la era Heian. Sin embargo, a partir de la era Kamakura (siglos XII-XIV), cuando se estableció el gobierno militar en Kantō, se cultivaron más cerezos de este tipo. Los árboles son relativamente pequeños, pero dan unas flores de gran tamaño. Además, no es raro que se produzcan mutaciones espontáneas como los pétalos múltiples; son una variedad ideal para el cultivo en jardines.
Ōshima zakura en flor. Esta variedad destaca por sus pétalos blancos de gran tamaño.
     En el período Edo se desarrolló toda una cultura de la jardinería específica de la época, de ahí que se cultivara una amplia variedad de plantas, entre ellas los crisantemos (Aster) y las azaleas (Rhododendron). Los cerezos no fueron una excepción: a partir del ōshima zakura, surgieron variedades de pétalo múltiple que siguen gustando mucho a día de hoy, como el fugenzō (C. Sato-zakura Grupo ‘Albo-rosea’) y el ukon (C. Sato-sakura Grupo ‘Grandiflora’). Los cerezos somei-yoshino (C. ×yedoensis ‘Somei-yoshino’) también datan de este período.
Somei-yoshino en flor. El rosa pálido de sus pétalos es un color que gusta mucho a los japoneses.
     Los cerezos somei-yoshino son originarios de la antigua localidad de Somei, de donde comenzaron a salir en el siglo XIX, a finales del período Edo; en aquel entonces, se los conocía como cerezos de Yoshino (yoshinozakura). En esa época, la altura de estos árboles superaba los diez metros y sus flores eran de pétalo simple. Se los consideraba yamazakura y se cree que se los llamaba yoshino en referencia a la zona famosa por su cultivo. Aunque no se tiene constancia escrita de cómo surgieron, los estudios genéticos han revelado que su madre es la variedad edohigan y su padre, el ōshima zakura. Al igual que el primero, las hojas no se abren en la época de florecimiento y tiene unas flores de color rosa pálido muy bonitas. Del segundo ha heredado el gran tamaño de las flores y su rápido crecimiento. Así pues, es una variedad que reúne lo mejor de ambas, de ahí que, durante el período Edo, se la considerara perfecta y gustara tanto a la gente.
     A partir de la era Meiji (1868-1912), época en la que Japón se modernizó, se plantaron cerezos en los espacios públicos de todo el país: parques, escuelas, calles... El objetivo era aprovechar la amplitud de estos lugares para llenarlos de verdor. La denominación “somei-yoshino” se empezó a utilizar en 1900, cuando esta variedad ya estaba presente en muchos lugares, y tiene su explicación en que estos cerezos son diferentes de los yamazakura que abundan en el monte Yoshino, de ahí que se decidiera agregar el nombre de la localidad donde se plantaron por primera vez. De hecho, a día de hoy, hay países en los que se sigue utilizando la denominación “cerezos de Yoshino”, cuando en realidad esta debería hacer referencia a los yamazakura. Cuando Edo pasó a llamarse Tokio, esta variedad se hizo famosa en todo el país, de ahí que “cerezos de Tokio” sea la denominación internacional más apropiada.
     Los cerezos somei-yoshino eran la especie perfecta para el hanami que comenzó en Edo. Tardan unos diez años en hacerse grandes y se puede aumentar la cantidad de ejemplares gracias a los injertos, de ahí que sea fácil crear un espacio donde la gente pueda admirar la belleza de estos árboles. Además, los somei-yoshino que se injertan son idénticos; consecuentemente, todos tienen las mismas flores del mismo color, y estas se abren a la vez. Al ser árboles de gran tamaño, se crea un amplio espacio alrededor de su tronco, donde mucha gente se puede sentar a comer y beber. Por este motivo, se plantaron muchos por todo el país: así fue como en otros lugares de Japón comenzaron a imitar a las clases populares de Edo, que disfrutaban de un picnic bajo los cerezos. La existencia de la variedad somei-yoshino hizo posible que todo el mundo disfrutara de ese elemento cultural llamado “hanami”.

Muchas más variedades que la somei-yoshino

     A día de hoy, existen diferentes formas de disfrutar de los cerezos en flor, además de los picnics concurridos; por ejemplo, se puede contemplar las flores en silencio o dar un paseo por el campo o la montaña. Por otra parte, hay que señalar la existencia de variedades autóctonas como el ōyama zakura (C. sargentii), en la gélida Hokkaidō; el kanhi zakura (C. campanulata), en la cálida Okinawa, y el kumano zakura (C. kumanoensis), descubierta recientemente en la zona meridional de la península de Kii.
Flores de kumano zakura. Destacan por su gran tamaño y color blanco.
     Huelga decir que, entre las variedades cultivadas, los cerezos somei-yoshino no son los únicos que destacan; hay multitud de especies: los cerezos llorones shidarezakura (C. itosakura ‘Pendula’), los kawazu zakura (C. ×kanzakura ‘Kawazu-zakura’) y los taihaku (C. Sato-zakura Grupo ‘Taihaku’) son tan solo algunos ejemplos.
     Conocer las múltiples variedades de cerezos que existen en Japón, así como la historia del aprecio que les tiene el pueblo nipón, nos dará la oportunidad de disfrutar del hanami de una forma diferente.

Todas las imágenes son del autor.
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25 enero 2023

Los Sakura en Washington D.F.

DANIEL STONE, en National Geographic, Mar-2019 
¿Cómo llegaron las flores de cerezo a los Estados Unidos?
 
Los cerezos en flor se alinean en Tidal Basin cerca del Jefferson Memorial en Washington, D.C. Fotografía de REX A. STICKY, Colección de imágenes de Nat Geo

La primavera en Washington, D.C. comienza todos los años con el famoso, Festival de los Cerezos (Cherry Blossom Festival), cuando los esponjosos cerezos rosados que rodean el National Mall y Tidal Basin florecen. Cientos de miles acuden allí para disfrutar de las hermosas flores, lo que lo convierte en uno de los eventos más queridos de Washington. Es difícil de imaginar, pero hace más de un siglo, esta misma área en D.C. estaba desnuda, sin un cerezo en el lugar.
      La historia de los cerezos que llegaron a los EE. UU. es casi tan notable como las flores mismas, y es posible que nunca hubiera sucedido si no fuera por un puñado de insólitos aventureros y aficionados.
    
Related: cherry blossoms around the world

      En un momento en que la agricultura estadounidense era tan gris como la tierra, un cazador de alimentos para el USDA llamado David Fairchild fue en busca de plantas novedosas que pudieran ser de valor económico para los agricultores estadounidenses. Impulsado por la curiosidad y alimentado por el optimismo, trajo muchas plantas y frutas que ahora se dan por sentado, como mangos de la India, duraznos de China y aguacates de Chile.
     En 1902 Fairchild se encontró por primera vez con los sakura, los cerezos en flor de Japón. Encantado por su belleza, Fairchild quiso llevarse los árboles y encargó 125 árboles de sakura para su propio patio delantero en Chevy Chase, Maryland.
     El propietario del vivero en Yokohama estaba tan complacido de tener un cliente estadounidense que le cobraron a Fairchild solo 10 centavos por árbol. En la primavera de 1906, los árboles importados por Fairchild florecieron por primera vez y la noticia de las flores rosadas atrajo a tantos espectadores a su hogar que Fairchild ordenó 300 más como regalo para la ciudad de Chevy Chase.
      Eliza Scidmore, la primera mujer escritora, fotógrafa y miembro de la junta oficial de National Geographic, también fue una defensora de los cerezos en flor en D.C. Después de pasar un tiempo viviendo y escribiendo desde Japón, regresó a Washington con fotografías de cerezos en flor —"la cosa más hermosa del mundo” y comenzó a pedirle a la administración del presidente Grover Cleveland que los plantara a lo largo de la cuenca del Tidal. (Read about the life and times of Eliza Scidmore).
      Años más tarde, el presidente Theodore Roosevelt habló a menudo sobre “embellecer” la capital del país, que luego se llenó de lodo del Potomac. Helen Taft, la primera dama, creía que las flores de cerezo eran la respuesta. Su esposo estuvo de acuerdo. Además de su belleza, el presidente William Taft también percibió la oportunidad de forjar una amistad diplomática con los japoneses.
      En el otoño de 1909, el alcalde de Tokio envió 2000 árboles jóvenes a Washington. Sin embargo, llegaron apenas con vida: sus raíces eran demasiado cortas y estaban repletas de insectos. Temerosos de plagas extranjeras, los entomólogos del USDA los quemaron en una gran hoguera en el National Mall. Solo cuando Japón mandó un segundo envío más grande de 3.020 árboles, todos altos y maduros, los árboles llegaron a plantarse.
     El 27 de marzo de 1912, la Sra. Taft plantó el primero en una ceremonia privada en West Potomac Park, cerca de las orillas del río Potomac. La esposa del embajador japonés fue invitada a plantar el segundo árbol. Fairchild tomó una pala poco después y participó en el evento. (Discover the best places to see cherry blossoms in the U.S.).
     Solo se necesitaron dos primaveras para que los árboles fueran adorados por el público estadounidense, al menos lo suficiente para que el gobierno de los EE. UU. correspondiera y enviara un regalo a Japón a cambio. Los funcionarios decidieron ofrecer a Japón un envío de cornejos en flor, nativos de los Estados Unidos, con flores blancas brillantes.
     Casi todos los árboles originales se han muerto. Los Sakura viven unos 25 años, 50 si tiene suerte, más si es un milagro. De los 3.020 originales, solo quedan dos, canosos y caídos, cerca de la base del Monumento a Washington junto a una placa que conmemora el día 27 de marzo de 1912 en que fueron plantados
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Lo hemos leído aquí
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27 abril 2020

Un cerezo de mil años


DE... JAPANIZATION
Takizakura, un cerezo de mil años, Japón
     A pesar de que los cerezos comienzan a perder sus pétalos en Tokio, el Hanami aún no está terminado en el Archipiélago. En el norte, solo comienza con timidez. Uno de los tres cerezos gigantes en Japón, el milenario cerezo "Takizakura" ubicado en la prefectura de Fukushima, está en plena floración. Un símbolo de dureza y renacimiento perpetuo para esta región muy afectada en 2011 por tres desastres ...
     Es el tesoro de la ciudad de Miharu que se llama "Miharu Takizakura" (三 春 滝 桜). Un nombre que significa "cerezo en cascada de Miharu" y que encuentra su significado completo cuando las decenas de miles de flores del árbol florecen entre finales de abril y principios de mayo. Aunque el árbol no es muy alto, tiene 12 metros de altura, toda su belleza proviene de su tronco, ¡una circunferencia de 9,5 metros! - que envía enormes ramas cargadas con decenas de miles de flores en todas las direcciones este abril. Por lo tanto, la envergadura del árbol excede en gran medida su altura con 22 metros en dirección este-oeste y 18 metros en dirección norte-sur.
     Inerente al respeto por la naturaleza de la religión sintoísta, los japoneses veneran este árbol y lo designan regularmente en las encuestas como su árbol favorito. Y cuando lo ves majestuosamente en flor, ¡puedes entender fácilmente por qué! El Takizakura es un cerezo llorón perteneciente al género "Prunus pendula", típico de Japón, que mide en promedio 4 metros de alto por 5 metros de ancho. Las medidas de Takizakura son, por lo tanto, excepcionales, como lo es su edad, estimada en más de 1000 años. También es el padre de muchos otros cerezos en los campos que rodean Miharu.
     El cerezo ha logrado cruzar diez siglos de historia sin sufrir los estragos del tiempo o los de la mano el hombre. Es a la nieve a quien este coloso teme especialmente. En enero de 2005, se produjeron fuertes nevadas, cuyo peso rompió varias de sus ramas. Los habitantes de Miharu se movilizaron para quitar la nieve y luego instalar vigas de soporte. Afortunadamente, tampoco el terrible terremoto que sacudió Fukushima el 11 de marzo de 2011 le caus daño alguno. Ha resistido la contaminación nuclear, en una región particularmente contaminada. Los japoneses lo ven como el símbolo del renacimiento de la región, un símbolo tan deseado por las autoridades (aunque no está exento de controversia).
     Su presencia en el pequeño pueblo agrícola de Miharu (al norte de Tohoku) lo convierte en la principal atracción y hay que decir que, es fuente importante de ingresos, más de 300,000 turistas van allí cada año para admirar el cerezo gigante. La visita durante la floración tiene un coste de 300 yenes (2,3 euros) y el dinero recaudado se utiliza para proteger el árbol y los lugares. Hay plataformas especialmente instaladas para tomar fotos grupales. En el lugar, los visitantes pueden comprar recuerdos y productos locales con sabor a sakura-cerezo (helados, té, pasteles).
     Desde 1922 Takizakura ha sido clasificado como un tesoro nacional, que lo designa como "una propiedad cultural importante de valor excepcional y de alcance universal que pertenece al patrimonio cultural tangible de la nación". En Japón las propiedades reconocidas como "tesoros nacionales" se benefician de fondos para su protección y conservación.
Este ejemplar se considera uno de los integrantes de la trinidad de grandes cerezos sakura de Japón, junto al Usuzumizakura de Gifu y al Jindaizakura de Yamanashi. Y entre los shidarezakura (Prunus pendula) del país, se jacta de ser el de mayor tamaño. Para llegar desde Tokio, se toma el JR Tohoku Shinkansen a Koriyama. Desde allí la línea JR Banetsu-to llega a la estación de Miharu, donde un autobús temporal en abril lleva a los curiosos al mítico cerezo. 
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Especie: Shidarezakura (Cerasus spachiana f. Spachiana), familia de las rosáceas, género Cerasus
Dirección: Aza-Sakurakubo 296, Ōaza-Taki, Miharu-machi, Tamura-gun, Fukushima-ken 963-7714
Perímetro del tronco: 7,9 m.
Altura: 19 m.
Edad: 1.000 años

 
Número 101
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29 marzo 2014

HANAMI (花見 lit. "ver flores")

Es medio del asfalto y el hormigón donde tiene lugar este espectáculo inducido-natural que se renueva en cada primavera. Este es el río Meguro, en Tokio, jalonado de cientos de cerezos que al unísono se ponen a anunciarnos el fin del invierno, el inicio de un nuevo ciclo.
       Los cerezos permanecen dormidos hasta que la primavera les envía la muda señal de la luz y los hace estallar en una floración rebosante de vida que los japoneses han llamado el hanami. Es el momento en el que se sientan debajo tomando un refrigerio, para contemplar este estallido de luz.

      En todo el país los japoneses tienen una cita en parques, jardines, huertos o riberas de los ríos para extasiarse en la contemplación de esta naturaleza. La fecha exacta para presenciar esta celebración es a finales de marzo y principios de abril. Eso sí, como las temperaturas varían en las distintas latitudes hay que tener en cuenta las particularidades de cada región. Los cerezos van despertando de sur a norte desde las islas de Okinawa a la de Hokkaido.

      Es el gran espectáculo, las flores que, como copos de nieve, quedan suspendidos en el horizonte. Apenas dura una semana, depende de la climatología, y a una señal del viento los pétalos comienzan a caer como telón de final de la función. Sencillamente magnífico. Basta verlos para entender por qué la mismísima oficina de meteorología se encarga de comunicar a la población el pronóstico de florecimiento (sakurazensen, por si se animan a pronunciarlo).

      Un acontecimiento que nadie quiere perderse en Japón, al punto que hasta las empresas organizan los picnics con sus empleados. El espectáculo puedes proseguirlo durante la noche y disfrutarlo con otra luz. El hanami nocturno se llama yozakura.



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26 marzo 2013

KT Tunstall (Escocia, 1975)
Black Horse & Cherry Tree

woo-hoo,woo-hoo) 
(woo-hoo,woo-hoo) 

well my heart knows me better than i know myself 
so i'm gonna let it do all the talking. 
(woo-hoo,woo-hoo) 
i came across a place in the middle of nowhere 
with a big black horse and a cherry tree. 
(woo-hoo,woo-hoo) 

i fell in fear, upon my back 
i said don't look back, just keep on walking. 
(woo-hoo,woo-hoo) 
when the big black horse that looked this way, 
said hey lady, will you marry me? 
(woo-hoo,woo-hoo) 

but i said no, no, no,no-no-no 
i said no, no, you're not the one for me 
no, no, no,no-no-no 
i said no, no, you're not the one for me

(ooooo,woo-hoo) 

and my heart had a problem, in the early hours, 
so it stopped it dead for a beat or two. 
(woo-hoo,woo-hoo) 
but i cut some cord, and i shouldn't have done that, 
and it won't forgive me after all these years 
(woo-hoo,woo-hoo) 

so i sent her to a place in the middle of nowhere 
with a big black horse and a cherry tree. 
(woo-hoo,woo-hoo) 
now it won't come back , cause it's oh so happy 
and now i've got a hole for the world to see 
(woo-hoo,woo-hoo) 

but it said no, no, no,no-no-no 
i said no, no, you're not the one for me 
no, no, no,no-no-no 
said no, no, you're not the one for me 

(ooooo,woo-hoo) (not the one for me, yeah) 
(ooooo,woo-hoo) 
said no,no, no,no, no, no, no 
you're not the one for me 
said no,no, no,no, no, no, no 
you're not the one for me 

big black horse and a cherry tree 
i can't quite get there cause they've all forsken me 
big black horse and a cherry tree 
i can't quite get there cause they've all forsken me

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02 junio 2011

IVÁN CARVAJAL (Ecuador 1948)
La ofrenda del cerezo

                                    I

Simulacro de la escarcha
en el día soleado,
mapa de un cielo de estrellas
albas y enanas, o un firmamento
que apenas se sostiene
de las cuerdas mecidas
por un rumor de niños que se alejan.
Las flores del cerezo
copan el cuadro de la ventana.


                                     II

Esta ventana se abre al jardín.
Detrás de sus cristales,
la luz y el cerezo.
En este instante
la ventana existe
para que la luz
ilumine el despliegue
de las flores blancas,
de suave balanceo.


                                     III

El mundo podría seguir rotando sobre su eje
aun si no estuviese este cerezo en marzo
sobre la acera de una calle en Washington.
Tal vez ninguna necesidad tenga la Tierra
de su color, de su perfume o de su peso.
Ninguna necesidad de él tienen los imperios.
Seguirán su curso los negocios.
El asesino no detendrá el disparo
ni la víctima se volvería a mirarlo
antes de caer. Que aquí florezca
se debe a la intriga diplomática:
Un obsequio del imperio japonés
a Norteamérica.


                                      IV

Ninguna necesidad tiene el cerezo
que venga de tan lejos y me detenga
a contemplarlo en su milagro.
Nada es necesario para el árbol
salvo la luz, la noche, el agua,
los fermentos, la brisa del Potomac
y el vuelo de las moscas.
La rotación incesante de la Tierra.


                                     V

Para ser, el árbol no necesita que
me detenga a contemplarlo.
No mora el cerezo real en mi palabra.
Mi palabra es tarda, sólo evoca
un cerezo que florecía en Washington
y aquél otro en el jardín de Arga
junto al Mediterráneo. Existen
una avenida que va al Potomac
y una ventana que da al jardín
para guardarlos, y en mi memoria
avenidas de diáfanos cristales
por donde llego al árbol que contemplo.


                                       VI

El poema es movimiento interno.
Memoria, imagen. Luego, vacío.
Imaginación y palabra inventan otro cerezo,
la sombra del cerezo contemplado
en otro lugar una mañana.
¿La sombra?... ¡La luz! La luz
espléndida en la flor del cerezo.


                                       VII

Contemplo el cerezo en su milagro.
Florece. Y aunque me embriaga su aroma,
no estaré aquí para probar sus frutos.
Mi vida depende del cerezo apenas
mientras dure este instante. Un blanco manto
que cae y se mece, un fresco olor,
mi júbilo. Me iré en unos minutos.
Mi vida no depende del cerezo.
Y sin embargo irá el fantasma
del árbol conmigo para siempre.


                                         VIII

El universo continuaría en expansión
sin el cerezo. Seguirán la historia
y las catástrofes. El ascensor descendería
con su carga y en el puente
esa pareja de amantes se abrazaría igual.
Y sin embargo el esplendor del día
se hundiría en mi mente
sin el cerezo en flor.
Sin el fantasma de ese cerezo en flor.


                                          IX

Siembro un cerezo en Chigchirián.
Tal vez un día alguno de estos petirrojos
parezca un sol del tamaño de un puño,
la mancha de un corazón sobre el manto
blanco del cerezo. Tal vez estaré
sentado en una silla del jardín
esperando el milagro. Otro cerezo
distinto de aquellos que contemplé
plantados en una avenida que va al Potomac
y en un jardín que da al Mediterráneo.
Otro cerezo: Hoy mi mano abre
su nido en el suelo. Y espero la lluvia
con unción.


                                           X

¡Una ventana para este cerezo
y una avenida para llegarse a él!
Tampoco se detendría la vida
si no plantase hoy este cerezo,
si un día no llegase a florecer.
Mi política es este pequeño reino
-el huerto de Chigchirián-
apenas consiste en abrir un hoyo
para sembrar el árbol.
Mi diplomacia: la paciente espera.
Que la Tierra gire y con ella el Sol
en torno a su tallo. Que las ramas
sean sacudidas por la lluvia y el viento.
Que florezca y revoloteen las moscas
polinizándolo. Por lo demás,
la historia y las catástrofes
seguirán su curso sin el poeta,
sin el jardín, sin el cerezo.

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