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2/17/2025

El Ginkgo del templo Zoshigaya Kishimojin, Tokio

EL GINKGO QUE DA HIJOS
Historia del templo Zoshigaya Kishimojindo 
 

Kishimojindo es un templo dentro del recinto de Ikosan Homyoji, un templo budista Nichiren (una rama budista). El templo fue fundado originalmente en 810 como Ikoji, un templo de la secta Shingon, pero en 1312, se dice que Nichigen Shonin, uno de los discípulos de Nichiren Shonin, se convirtió a la secta Nichiren y lo rebautizó como Ikoji. El templo Kishimojindo se fundó cuando un hombre llamado Yamamura Tan’emon desenterró una estatua del Kishimojin en el área alrededor de la actual Mejiro-dai y la dedicó al templo llamado Toyobo, que luego se fusionó con Homyoji. La remodelación del templo actual es de 1664, en el período Edo (1603-1868). Fue designado Bien Cultural Tangible por el Gobierno Metropolitano de Tokio durante el período Showa, cuando fue desmantelado y restaurado (periodo del emperador Hirohito 1926-1989) y es Bien Cultural Importante Nacional en el período Heisei (1989-actual).

Kishimojin

     Kishimojin, también llamada Kariteimo, es una deidad india, una madre que busca proteger a todos los niños del mundo de cualquier daño. Como Demonio -Yaksha-, se dice que dio a luz a mil niños. Sin embargo, la gente la temía y la odiaba porque tomaba niños de las áreas vecinas y se los comía. Buda decidió salvar a Kishimojin de su error y escondió al hijo más pequeño de ésta. La historia dice que al hacerle sentir el dolor de perder a un hijo, hizo que se diera cuenta de su error y se arrepintiera. Kishimojin juró convertirse en la diosa del parto seguro y tranquilo, y desde entonces es profundamente venerada. La estatua de Kishimojin en el templo Homyoji no tiene la forma de un demonio, sino de un hermoso bodhisattva (un ser destinado a Despertar, a ser un futuro Buddha) que lleva un hagoromo (túnica celestial) y un yoraku (collar budista dorado), sosteniendo un bebé. El nombre de Kishimojin contiene la letra 鬼 que significa demonio. Pero oficialmente, cuando se escribe en el nombre de Kishimojin, la letra 鬼 se escribe sin el "cuerno" en la parte superior.
     En Daikokudo, en el distrito de Kishimojindo, los domingos y los días festivos (8, 18 y 28 de cada mes) puedes comprar los dango osen (bolas de masa de arroz dulces). El nombre de esta golosina significa mil, en honor a los mil hijos de Kishimojin, con la esperanza de que las personas que coman estos dulces sean bendecidas con muchos hijos.


El gran Ginkgo

     El gran árbol de ginkgo que se encuentra en el recinto del templo es el árbol sagrado del salón Kishimojindo. Se dice que tiene unos 700 años y está sano y fuerte. El árbol mide 32,5 metros de altura, la circunferencia del tronco es de 6,63 metros y sus ramas se extienden unos 10 metros en todas direcciones. Fue nombrado Monumento Natural por el Gobierno Metropolitano de Tokio. Desde el período Edo, la gente ha creído que abrazar a este ginkgo te bendecirá con hijos y aportará fertilidad a los fieles. Por eso es ampliamente conocido y querido como el "Ginkgo que da hijos".

Takeyoshi Inarido

     En el recinto del templo también se encuentra el Takeyoshi Inarido, con su llamativa hilera de puertas torii rojas. La deidad principal de este recinto es Uka-no-mitama, que se dice que es el dios de la comida, la agricultura, la industria y el comercio. Antes de que se construyera el salón Kishimojindo, la tierra que rodea esta zona se llamaba "Bosque de Inari". Desde entonces, este dios ha protegido la zona y es adorado por la gente de los alrededores. Frente al santuario, hay estatuas de zorros sentadas a ambos lados, y el zorro de la izquierda tiene un pergamino en la boca. Junto con la hilera de puertas torii, es un lugar popular para tomar fotografías.

Hokushin Myoken Daibosatsu

     La parte trasera del salón principal se encuentra consagrado el Hokushin Myoken Daibosatsu, conocido popularmente como "Myoken-san". Se dice que protege la tierra, aleja diversos problemas y desastres, mantiene alejados a los enemigos y prolonga la vida.

Información:
https://japon-secreto.com/tag/dango/
https://foundjapan.jp/en/2206_kishimojindo_temple/#


Nº 154

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2/08/2025

Takahashi en Hyōgo, el cronista de Japón (112)

TAKAHASHI HIROSHI (1960, Japón)
El Gran Katsura de Itoi (prefectura de Hyōgo)

Especie: Katsura (Cercidiphyllum japonicum), familia Cercidiphyllaceae, género Cercidiphyllum
Dirección: Takenouchi, Wadayama-chō, Asago-shi, Hyōgo-ken 669-5237
Perímetro del tronco: 19,55 m.      Altura: 36 m.        Edad: 2.000 años
Designado Monumento Natural Nacional
Tamaño ★★★★★     Vigor ★★★★★     Porte ★★★★
Calidad del ramaje ★★★★★     Majestuosidad  ★★★★

Este gran árbol de cepa macho es, probablemente, el katsura (Cercidiphyllum japonicum) con mayor perímetro de tronco que tenemos en Japón. Desde el sitio del antiguo castillo de Takeda, envuelto siempre en un mar de nubes, podemos llegar en una hora y media por carretera al valle de Itoi, que ocupa el extremo norte del término municipal de Asago. En lo más recóndito de ese valle se encuentra la aldea de Takenouchi, desde donde comenzamos una caminata a lo largo del curso superior del río Itoi que nos conducirá a un lugar situado unos cuatro kilómetros más arriba. Es ahí donde encontraremos nuestro árbol.
     Los katsura de gran tamaño son árboles huraños, que solo suelen encontrarse en el corazón de las zonas montañosas y, considerando esto, estamos ante un caso verdaderamente raro, pues hasta este paraje podemos llegar sin demasiado trabajo. El árbol se alza en el arranque del camino que conduce a la cima del monte Higashitokonoo, situada un kilómetro hacia el norte, y esta ubicación explica que los alrededores sean periódicamente limpiados de hierbas y que se haya instalado un banco y hasta unos retretes.
     Alrededor del viejo tronco, que se pudrió y desapareció, han crecido con fuerza multitud de hikobae (brotes que nacen en torno a un árbol o tocón) que forman algo así como una gran gavilla, dando cuerpo a un nuevo tronco. Se dice que su número llega a los 80. Muchos son de grosor similar, crecen a intervalos regulares y además se han desarrollado muy rectos, consiguiendo en conjunto una forma de tronco notable por su perfección. Sentimos una magia muy especial cuando, mirando desde abajo, contemplamos el hueco todavía perceptible en la parte central del conjunto, donde un día estuviera el viejo tronco. Es de suponer que este árbol ha sobrevivido a más de una crecida del vecino río Itoi, que le ha ido robando la tierra de los alrededores y dejado parte de sus raíces al descubierto. Algunas de ellas parecen avanzar como serpientes en la dirección de la corriente del río, a lo largo de más de 10 metros. La leyenda dice que, cierto año en que la sequía se cebaba en la región, un monje de gran virtud colocó sus hábitos sobre el árbol y elevó allí sus plegarias, que fueron oídas. Ha llegado hasta nuestros días el nombre de koromogi (árbol de la vestidura), en referencia a este ejemplar del que, según se dice, sigue siendo objeto de veneración.
     Su edad ha llegado a estimarse en 2.000 años. Fue precisamente un katsura el árbol sobre el cual, según la tradición, se posó la garza blanca que portaba a Kanayako, dios de las ferrerías. En estos talleres era preceptivo rendir culto al dios, como también lo era plantar un katsura en sus inmediaciones. Dada la cercanía de los montes Tokoo y Kanatoko, zonas de extracción del mineral desde antiguo, no podemos descartar que, hace quizás veinte siglos, el Gran Katsura de Itoi hubiera sido plantado también a ese efecto.


Nº 112

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10/26/2024

Takihashi en Yamagata, el cronista de Japón (122)

TAKIHASHI HIROSHI (1960, Japón)
El Gran Katsura de Gongenyama (prefectura de Yamagata)


Especie: Katsura (Cercidiphyllum japonicum), familia Cercidiphyllaceae, género Cercidiphyllum
Dirección: Hōden, Mogami-machi, Mogami-gun, Yamagata-ken 999-6213
Perímetro del tronco: 18,4 m.
Altura: 38 m.
Edad: 1.000 años
Tamaño ★★★★★         Vigor ★★★           Porte ★★★★
Calidad del ramaje ★★★           Majestuosidad ★★★★★

     Este katsura se alza solitario en la parte alta de la ladera suroriental del monte Gongenyama, situado en la zona norte del término municipal de Mogamimachi. El camino forestal se hace muy empinado ya desde su arranque. Hay que ascender durante unos 45 minutos siguiendo el lecho seco de un arroyo hasta llegar a un punto donde el paisaje se ensancha, dejándonos contemplar el gigantesco árbol.
     El tamaño es para dejar pasmado a cualquiera. El paso de los años ha dejado la superficie de su tronco cubierta de profundas grietas y, según el ángulo desde el que lo miremos, hay en él algo que recuerda vivamente al milenario cedro (sugi) de Yakushima conocido como Jōmonsugi. Por lo que a tamaño se refiere, este supera con creces al famoso cedro. El perímetro de su tronco rondará los 20 metros y su porte es realmente imponente. El que otrora fuera tronco principal está ya totalmente descompuesto y ha dejado en el centro un hueco por el que puede pasar una persona adulta. Es muy posible que sea un ejemplar todavía joven, pues apenas presenta la división en varios troncos de una misma cepa ni los hikobae (brotes que nacen alrededor de un árbol o tocón) que caracterizan a su especie. No habrá problema en otorgarle el segundo puesto entre los katsura más grandes de Japón, a la zaga solo del Gran Katsura de Itoi, en la prefectura de Hyōgo.
     El árbol está situado en un paraje montañoso al que no llega el ruido de los pueblos y donde no se advierten indicios de presencia humana. Mi visita, además, se vio amenizada por una fina lluvia y una densa niebla. Pero estas condiciones atmosféricas se aliaron para escenificar un espectáculo fantástico que perdura en mi mente como un recuerdo imborrable.
     Al parecer, este árbol ha sido conocido por los cazadores del área desde tiempos muy antiguos, pero su fama se extendió sobre todo a raíz de su inclusión en una base de datos del Ministerio de Medio Ambiente. Acceder al lugar es ahora más fácil que antes, pues un grupo local de aficionados a la naturaleza ha abierto una senda hasta allí, pero aun así los 45 minutos de ascensión directa resultan muy duros.
     Desde luego, lo ideal es llevar un guía. Podría ser muy divertido contratar uno y hacer un recorrido por los numerosos katsura gigantes de perímetro troncal superior a los 10 metros que se encuentran en el área de Mogami (prefectura de Yamagata).

Número 122

 

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9/20/2024

Takahashi en Osaka, el cronista de Japón (071)

TAKAHASHI HIROSHI
Desnudados por el frío...


Despojados de sus hojas durante el otoño, los árboles gigantes muestran en invierno siluetas desnudas de fuerza impactante, que no pueden verse en ninguna otra estación del año.      
     Como es sabido, hay árboles de hoja perenne y árboles de hoja caduca. El aspecto de estos últimos va transformándose a lo largo de las cuatro estaciones del año. En primavera estrenan follaje, cuyo intenso verde va haciéndose más frondoso conforme avanza el verano, ofreciéndonos a los seres humanos acogedoras sombras que dan frescura y solaz a nuestras vidas. En otoño renuevan su vestuario hacia las gamas de los rojos, los amarillos o los anaranjados, una verdadera delicia para la vista. Al empezar a despojarse de sus hojas, nos avisan de que las inclemencias del invierno ya no están tan lejos. La imagen de un árbol completamente desnudo hará pensar a más de uno en lo efímero de las estaciones y en su eterno retorno.
     Japón es un país en el que el paso de las estaciones se siente con toda claridad. El pueblo japonés es un pueblo originariamente agrícola, que siempre ha estado pendiente de cuándo entran en floración o echan vástagos los árboles caducifolios para plantar el arroz o, ya en el otoño, para calcular el momento de la cosecha. Por otra parte, este tipo de árbol suele mostrar flores más llamativas que las de los perennifolios y entre ellos hay muchos que en otoño dan frutos comestibles. Estas especies están íntimamente ligadas a las formas de vida de los japoneses y, apelando tanto a la vista como al gusto, aportan una peculiar percepción del ciclo estacional.

El Gran Keyaki de Noma (prefectura de Osaka)

Especie: Keyaki (Zelkova serrata, familia de las Ulmáceas, género Zelkova)
Dirección: Nomainaji 266, Nose-chō, Toyono-gun, Ōsaka-fu 563-0133
Perímetro del tronco: 14,15 m.       Altura: 20 m.        Edad: 1.000 años
Designado monumento natural nacional
Tamaño ★★★★★ Vigor ★★★★ Porte ★★★★ Calidad del ramaje ★★★★
Majestuosidad ★★★★

     Es este un espléndido representante de los keyaki (especie de olmo) japoneses. Con una silueta que transmite una gran sensación de solidez, se alza en el recinto del santuario sintoísta de Arinashinomiya, en medio de un bucólico paisaje rural a unos cinco kilómetros al sudeste del centro de Nose, un municipio situado en el extremo norte de la prefectura de Osaka y colindante con las de Kioto y Hyogo. Se venera en el santuario una deidad agrícola, y se dice que cuando el Gran Keyaki echa buenos vástagos se augura una buena cosecha ese año.
     En la región de Kansai ha habido, desde tiempos antiguos, una fuerte demanda de buena madera para construir templos y castillos, por lo que los ejemplares gigantes de esta especie de olmo son muy escasos, pudiendo considerarse un verdadero milagro que el Gran Keyaki de Noma haya sobrevivido hasta nuestros días. Además, este ejemplar es tanto más valioso cuanto que ha crecido de un solo tronco perfectamente definido, una característica que lo hace único. El Gran Keyaki de Higashine, en la prefectura de Yamagata, que muchos citan como el mayor de Japón en su especie, ha crecido, a juzgar por su porte, de dos troncos fundidos en uno, así que no sería equivocado decir que su congénere de Noma es, en rigor, el de tronco único más grueso de Japón. Al menos, si nos quedamos en la mitad occidental del país, el Gran Keyaki de Noma es todo un yokozuna (luchador).
     Los olmos keyaki, al hacerse viejos, tienden a crear grandes oquedades que estropean sus troncos principales, y no es extraño ver que muchos se sostienen solo apoyados en su corteza. Pues bien, el Gran Keyaki de Noma destaca entre otros ejemplares gigantes por no presentar ningún hueco y por un envidiable vigor mantenido a despecho de la edad. Para comprender las descomunales proporciones de este keyaki bastará decir que, hace tiempo, en una aldea situada a algunos cientos de metros de su emplazamiento, durante unas obras de construcción los operarios toparon con una gran raíz supuestamente suya. Queremos pensar que efectivamente lo era, y que se habían extendido hasta allí en busca de agua.
     Cuando, ya en invierno, el árbol ha perdido la totalidad de su follaje, su copa se ve que está parasitada, en casi toda su extensión, por el muérdago. Es ésta una especie perenne que despliega también en invierno sus verdes hojas, dando origen a un curioso cuadro. El muérdago extrae el agua y los nutrientes del keyaki que le sirve de anfitrión y, lógicamente, a éste no le reporta más que molestias. He oído que, aunque cada cierto número de años se procede a arrancar el muérdago de su copa, este esfuerzo no es suficiente para atajar del todo su crecimiento. En el centro de documentación sobre el keyaki situado cerca del árbol se expone, entre otras cosas, parte de una rama que le fue cortada al árbol y que permite vislumbrar la lucha que se entabla entre ambas especies.

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8/21/2024

Takahashi en Okayama, el cronista de Japón (072 - 013)

TAKAHASHI HIROSHI (JAPÓN, 1960)

El ichō del templo de Bodaiji (prefectura de Okayama)

Especie: Ichō (Ginkgo biloba, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo)
Dirección: Kōen 1532, Nagi-chō, Katsuta-gun, Okayama-ken 708-1307.
Perímetro del tronco: 11,9 m.       Altura: 30 m.          Edad: 900 (atribuida)
Designado monumento natural nacional.
Tamaño ★★★★    Vigor ★★★★★     Porte ★★★★
Calidad del ramaje ★★★★     Majestuosidad ★★★★★

     Me gustaría presentarles ahora el austero aspecto que muestra el ichō (Ginkgo biloba) más grande de la región de Chūgoku, que fue presentado ya en el artículo La estación más verde.
     A media ladera del monte Nagi, a una altitud de 600 metros, se encuentra el templo budista de Bodaiji. Acercándonos al edificio principal procedentes del aparcamiento, atraerá inmediatamente nuestra vista, al fondo del recinto, a mano derecha, un gran ichō que se alza imponente, como figura principal sobre un fondo de cedros japoneses (sugi).
     El templo de Bodaiji es el lugar donde se preparó entre los nueve y los 13 años el sabio budista Hōnen (1133-1212), fundador de la secta de la Tierra Pura (Jōdoshū). Se dice que el ichō se desarrolló a partir de un bastón o rama que Hōnen clavó en el suelo en un gesto de determinación en su empeño por coronar con el éxito su formación educativa.
     Durante algún tiempo, el templo quedó abandonado y su recinto ofrecía una ruinosa imagen, pero ahora luce tan bello que parece otro, pues es objeto de un cuidadoso mantenimiento y además de parking tiene también servicios. Alrededor del árbol se han instalado corredores de madera elevados sobre estacas para evitar dañar las raíces, una muestra del celo con que está siendo preservado. Muestra el gigante, como es típico en los ichō de sexo masculino, unas magníficas raíces aéreas, raíces que se extienden a partir del tronco y de las ramas. Las que cuelgan de una gran rama horizontal a modo de innumerables estalactitas son realmente inigualables. Da la sensación de que cada una de esas raíces fuera extendiéndose por propia voluntad.
     Estas raíces aéreas se denominan normalmente chichi u oppai (tetas) pero aquí, en el municipio de Nagi, reciben el nombre de rengi, forma dialectal de la palabra japonesa surikogi (mano de mortero), y su parecido con este objeto es innegable. Esta comarca es de copiosas nevadas y, según se dice, en la era Tenmei (1781-1789) una gran rama que se extendía hacia el norte cedió al peso de la nieve hasta quedar en contacto con el suelo, de donde surgió un nuevo tronco. Una buena muestra de la asombrosa vitalidad que tiene el ichō.
     Presenta este ejemplar el poderoso porte que caracteriza a su especie, con mayor anchura de tronco a una cierta altura que en la base. Durante el estío su follaje es tan lujuriante que no permite obtener una imagen de conjunto, mientras que en invierno se muestra literalmente cubierto de unas ramillas finas como agujas que crecen profusamente por todo su tronco. Como debió de perder su tronco principal original, cabe pensar que con este desarrollo de nuevas ramillas trata de sostener el nivel de fotosíntesis. Con esa corpulencia que tiene, parece un ser robusto e inamovible, pero lo cierto es que está luchando con todas sus fuerzas para no debilitarse.
     Los momentos más recomendables para visitarlo son el otoño, cuando sus hojas se tiñen de amarillo, y el invierno, cuando está asegurado el espectáculo de esa fuerza casi terrorífica de sus raíces aéreas, que quedan totalmente al descubierto una vez perdido el follaje.
     Entre mediados y finales de noviembre el tono amarillo de su manto otoñal alcanza su mayor esplendor, realzado desde 2012 por la iluminación nocturna. La fantástica visión de este gigante iluminado en medio de la oscuridad se convertirá, sin ninguna duda, en una experiencia inolvidable.

Nº 072
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7/30/2024

Takahashi Hiroshi en Sizuoka, el cronista del Japón (073)

TAKAHASHI HIROKI
El Haya-serpiente (prefectura de Shizuoka)

Especie: Buna (Fagus crenata, familia de las Fagáceas, género Fagus).
Dirección: Jizōdō, Izu-shi, Shizuoka-ken 410-2515.
Perímetro del tronco: 3 m.                Altura: 15 m.                 Edad: 150 años.
Tamaño ★★ Vigor ★★★ Porte ★★★★★
Calidad del ramaje ★★ Majestuosidad ★★★★

     Al oír hablar de hayedos, lo primero que acude a la mente de muchos japoneses es la zona montañosa de Shirakami-Sanchi (norte de la isla de Honshū). El haya japonesa (buna) es una especie que gusta básicamente de climas fríos, pero incluso en zonas aledañas a la región central de Kantō podemos encontrar algunos de estos bosques. Más sorprendente aún resultará saber que también existen hayedos en la península de Izu (suroeste de Tokio), si bien su área se limita a las zonas altas de la cadena montañosa de Amagi.
     La península de Izu tiene fama de ser un lugar de clima templado, pero los montes de Amagi, donde llegan a registrarse algunas nevadas, ofrecen un ambiente muy a propósito para el crecimiento de estos árboles. Los hayedos, así como los grupos de himeshara (Stewartia monadelpha, familia Teáceas) pueden verse especialmente en las cercanías de Kawagodaira, que es precisamente el lugar donde encontraremos el haya que está considerada la mayor de la península de Izu. La llamada Haya-serpiente (Hebibuna) se alza junto a una ruta de montaña y es, por su peculiar forma, muy conocida entre los montañeros. Aproximadamente a un kilómetro caminando desde la cima del monte Banzaburō, el más alto de la zona, veremos un letrero indicativo del camino que debemos tomar para descubrir el árbol. Siguiendo la indicación, unos 100 metros más allá, veremos aparecer repentinamente ante nuestros ojos un árbol de insólita estampa. La imagen que tenemos del haya es la de un árbol perfectamente recto y no es fácil entender que un ejemplar de esa especie haya podido llegar a tener una forma así. Pero el misterio se disipa cuando observamos su figura desde la trasera del árbol.
     Se cree que, siendo todavía joven, este ejemplar perdió buena parte de su tronco por alguna causa desconocida, que bien pudo ser la caída de un rayo o el embate de un fuerte viento. La corteza fue la única parte que sobrevivió de alguna manera, adquiriendo el árbol forma de “n”. Lo más normal habría sido que el haya se hubiera secado, pero este ejemplar tuvo la suerte de su lado, pues con poco más que la corteza logró salir adelante y echó renuevos desde el extremo que había quedado próximo al suelo. La corteza que quedaba debía de estar rozando el suelo, pero los renuevos crecieron con fuerza buscando una vez más el cielo y así continuaron, beneficiándose, seguramente, de un periodo durante el que el árbol no sufrió grandes daños.
     Con el paso de los años, el árbol se desarrolló hasta ser capaz de sostener una vez más su propio peso. Si, como se cree, el árbol tiene unos 150 años de edad, aquel accidente debió de ocurrir hace unos 100. Y si pensamos en la gran suerte que tuvo al salvar el pellejo tras haber estado al borde de la muerte, este ejemplar es, desde luego, un prodigio viviente.
     Visité el lugar un día soleado de principios de invierno. El árbol, perdidas ya sus hojas, se alzaba allí, recibiendo placenteramente en toda su superficie los tibios rayos del sol. Imaginé su figura envuelta en la niebla, y pensé que tampoco estaría mal visitarlo en un momento así. Tales son los pensamientos que nos inspira esta rareza del mundo arbóreo.
Número 073

 

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6/09/2024

Takahashi en Okayama, el cronista de Japón (072)


TAKAHASHI HIROSHI
El ichō del templo de Bodaiji (prefectura de Okayama)
Especie: Ichō (Ginkgo biloba, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo)
Dirección: Kōen 1532, Nagi-chō, Katsuta-gun, Okayama-ken 708-1307.
Perímetro del tronco: 11,9 m.
Altura: 30 m.
Edad: 900 (atribuida)
Designado monumento natural nacional.
Tamaño ★★★★   Vigor ★★★★★    Porte ★★★★     
Calidad del ramaje ★★★★    Majestuosidad ★★★★★

Me gustaría presentarles ahora el austero aspecto que muestra el ichō (Ginkgo biloba) más grande de la región de Chūgoku, que fue presentado ya en otro artículo.
      A media ladera del monte Nagi, a una altitud de 600 metros, se encuentra el templo budista de Bodaiji. Acercándonos al edificio principal procedentes del aparcamiento, atraerá inmediatamente nuestra vista, al fondo del recinto, a mano derecha, un gran ichō que se alza imponente, como figura principal sobre un fondo de cedros japoneses (sugi).
     El templo de Bodaiji es el lugar donde se preparó entre los nueve y los 13 años el sabio budista Hōnen (1133-1212), fundador de la secta de la Tierra Pura (Jōdoshū). Se dice que el ichō se desarrolló a partir de un bastón o rama que Hōnen clavó en el suelo en un gesto de determinación en su empeño por coronar con el éxito su formación educativa.
     Durante algún tiempo, el templo quedó abandonado y su recinto ofrecía una ruinosa imagen, pero ahora luce tan bello que parece otro, pues es objeto de un cuidadoso mantenimiento y además de aparcamiento tiene también otros servicios. Alrededor del árbol se han instalado corredores de madera elevados sobre estacas para evitar dañar las raíces, una muestra del celo con que está siendo preservado. Muestra el gigante, como es típico en los ichō de sexo masculino, unas magníficas raíces aéreas, raíces que se extienden a partir del tronco y de las ramas. Las que cuelgan de una gran rama horizontal a modo de innumerables estalactitas son realmente inigualables. Da la sensación de que cada una de esas raíces fuera extendiéndose por propia voluntad.
     Estas raíces aéreas se denominan normalmente chichi u oppai (tetas) pero aquí, en el municipio de Nagi, reciben el nombre de rengi, forma dialectal de la palabra japonesa surikogi (mazo de mortero), y su parecido con este objeto es innegable. Esta comarca es de copiosas nevadas y, según se dice, en la era Tenmei (1781-1789) una gran rama que se extendía hacia el norte cedió al peso de la nieve hasta quedar en contacto con el suelo, de donde surgió un nuevo tronco. Una buena muestra de la asombrosa vitalidad que tiene el ichō.
     Presenta este ejemplar el poderoso porte que caracteriza a su especie, con mayor anchura de tronco a una cierta altura que en la base. Durante el estío su follaje es tan lujuriante que no permite obtener una imagen de conjunto, mientras que en invierno se muestra literalmente cubierto de unas ramillas finas como agujas que crecen profusamente por todo su tronco. Como debió de perder su tronco principal original, cabe pensar que con este desarrollo de nuevas ramillas trata de sostener el nivel de fotosíntesis. Con esa corpulencia que tiene, parece un ser robusto e inamovible, pero lo cierto es que está luchando con todas sus fuerzas para no debilitarse.
     Los momentos más recomendables para visitarlo son el otoño, cuando sus hojas se tiñen de amarillo, y el invierno, cuando está asegurado el espectáculo de esa fuerza casi terrorífica de sus raíces aéreas, que quedan totalmente al descubierto una vez perdido el follaje.

     Entre mediados y finales de noviembre el tono amarillo de su manto otoñal alcanza su mayor esplendor, realzado desde 2012 por la iluminación nocturna. La fantástica visión de este gigante iluminado en medio de la oscuridad se convertirá, sin ninguna duda, en una experiencia inolvidable.

 
Número 072
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5/19/2024

Los espíritus del bosque

TORIYAMA SEKIEN (1712-1788)
Los Kodama, los espíritus del árbol
Kodama pintado por Toriyama Sekien, del volumen Gazu Hyakki Yagyö, llamado Yin, aquí aparece como un hombre mayor

Un kodama (木霊 o 木魂) es un espíritu del folclore y la mitología del Japón que vive en un árbol (similar a las dríades de la mitología griega). También se conoce como kodama al propio árbol donde habita uno de estos espíritus. Por otro lado, el fenómeno del eco, dentro del folclore japonés, también es conocido por este nombre.
      Los kodamas también habitan en los bosques espesos. Por lo general tienen apariencia humana y cada individuo es único en su aspecto y personalidad. Se dice que pueden presentarse en formas no humanas, y pueden parecer tan hermosos o terribles como deseen. La mayoría de ellos se muestra con una apariencia adorable. Sus cuerpos, de baja estatura, son semitransparentes, verde pálido o blancuzco.
      En la mitología nipona se les conoce como los espíritus de los árboles en general. No necesariamente representan un árbol en particular, aunque algunos de ellos están asociados directamente a una especie de árbol. Se cree que estos espíritus pueden trasladarse de un árbol a otro, o nacer a través de su semilla.
     La mayoría de estos espíritus se disgustan ante aquellos que no tienen respeto por el medio ambiente. Si un árbol es cortado de forma irresponsable, uno o más kodamas pueden buscar venganza. La mayoría de estos espíritus es de carácter pacífico y tranquilo; les gusta compartir conocimientos y sabiduría con aquellos que saben cómo comunicarse con ellos. Los kodamas son sorprendentemente fuertes y poderosos, dada su larga vida. Su comunicación con el mude misterio.

Resumen

      Terroríficos espectros y sorprendentes criaturas, kappa y otros animales sobrenaturales, yokai, demonios de lluvia y de niebla… Editorial Quaterni publica por primera vez en una lengua occidental la más famosa y reconocida recopilación de monstruos y fantasmas de la historia de Japón, obra cumbre de la mitología japonesa. Sekien Toriyama fue el primer artista en dibujar una antología o guía ilustrada de los mitos populares de la tradición nipona. Sus demonios y espíritus, originales de 1776, han perdurado hasta nuestros días pues suponen la única representación visual que existe de ellos. Por este motivo, son el origen de muchos de los personajes fantásticos que aparecen en los manga y anime de los siglos XX y XXI. Una obra de referencia tanto para los interesados en Japón como para los amantes de la novela gótica y de misterio.

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4/13/2024

Takahashi en Aomori, el cronista de Japón (082)

TAKAHASHI HIROSHI (1960, Japón)
El ginkgo Koyasu de Ichōnoki (prefectura de Aomori)


Especie: Ichō (Ginkgo biloba, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo)
Dirección: Ichōnoki 19, Shichinohe-machi, Kamikita-gun, Aomori-ken 039-2561
Perímetro del tronco: 12,1 m.      Altura: 25 m.        Edad: 700 años
Designado Monumento Natural Prefectural.
Tamaño ★★★★       Vigor ★★★★★       Porte ★★★★★
Calidad del ramaje ★★★★    Majestuosidad ★★★★


En las avenidas arboladas de Japón descubrimos las más variadas especies, desde los olmos keyaki o los alcanforeros, hasta los cerezos sakura. Pero la especie más abundante es el gingko o ichō. Resistente tanto a los gases de escape como a las podas, su condición de árbol caducifolio le permite extraer, además, todos los matices del ciclo estacional. Y no habrá que decir que es el magnífico amarillo que alcanza en la estación otoñal lo que en mayor medida le ha valido el favor de la gente.
     El ginkgo Koyasu se alza en la parte central del término municipal de Shichinohe-machi, en la prefectura de Aomori. El nombre del lugar es, precisamente, Ichōnoki (Árbol de Ginkgo o Ichō) y no parece equivocado pensar que haya sido este ejemplar, que destaca entre sus congéneres por su espectacular tamaño, el que ha dado origen al topónimo.
     El árbol perdió hace ya mucho tiempo y probablemente debido a un rayo la parte superior de su tronco principal, pero de la parte quebrada se desarrollaron varias grandes ramas en sentido horizontal, de modo que su crecimiento no se ha interrumpido. Al contacto con la tierra, algunas de las ramas se han separado e independizado totalmente del árbol principal, que hace gala de una capacidad de crecimiento impresionante. Tampoco desmerecen las raíces aéreas que descienden del tronco y que llegan a superar, en algunos casos, el metro de longitud. Es posible observar el proceso por el cual una parte de estas raíces aéreas se va clavando en la tierra y produciendo nuevos troncos que acaban siendo absorbidos por el tronco principal. No puede uno dejar de sentir la portentosa vitalidad de esta especie arbórea.
     Los alrededores forman un vasto parque rural del que este ginkgo es protagonista indiscutible. Sin ningún estorbo visual, su silueta puede ser contemplada a placer desde cualquier ángulo. Hacia mediados de noviembre es el momento en que el árbol adquiere su característico manto amarillo que va extendiéndose por su inmensa copa. Poco después las hojas van cayendo y formando una tupida alfombra amarilla igualmente digna de verse.
     Llegado el invierno y perdidas ya por completo sus hojas, el árbol muestra una cara enteramente nueva. Es entonces cuando la forma del árbol, que durante el verano y el otoño ha permanecido oculta bajo el espeso follaje y era perceptible apenas como un vago semicírculo, se muestra tal como es. El ginkgo Koyasu destaca por su forma especialmente bella, realzada por lo arrugado de su corteza, que no se ve afectada por la pérdida de las hojas. Un insigne ejemplar que sigue atrayendo visitantes de las regiones más distantes.

Nº 082

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3/08/2024

Takahashi en Akita, el cronista de Japón (091)

TAKIHASHI HIROSHI (1960, Japón)
El Katsura de los Mil Troncos de Chōkai (prefectura de Akita)


Los fríos se van alejando
Cuando en el calendario inicia la primavera, en las regiones septentrionales de Japón impera todavía el frío. Pero los árboles trabajan en secreto, preparándose para el esperado acontecimiento. Si se los observa de cerca podrá verse que, incluso los que han perdido todo su follaje y se muestran desnudos, ya han coronado los extremos de sus ramas con las yemas de invierno.
     Pasado lo más álgido del invierno, los árboles comienzan a prepararse para echar brotes y florecer. Ya no falta mucho para ese momento, y entonces será como si la energía que han venido almacenando durante el invierno se desbordase.
     Los árboles, que se habían desprendido previamente de sus hojas para superar el crudo invierno, habían entrado en fase de letargo, no sin antes desarrollar sus yemas de invierno. Y son estas las que ahora, llegada la primavera, crecen y echan hojas y flores.
     Entre las especies caducifolias que llegan a convertirse en árboles gigantes están el olmo keyaki y el ginkgo. Junto a ellos, tenemos también el katsura. Los brotes de invierno del katsura dan flores de un rojo intenso antes de que hayan salido las hojas y es envueltos ya en ese color como estos árboles esperan la llegada de la primavera. Imaginemos las bellas hojas que caracterizan el katsura, en forma de corazón, durmiendo todavía en lo más profundo de esas yemas invernales. ¿No es como si de un momento a otro ese sentimiento de impaciencia ante la llegada de la primavera fuera a desbordarse?
     Es una época en que el sol comienza a calentar, pero el frío se hace sentir todavía en las horas crepusculares. Ver cómo los brotes van cobrando volumen reporta a los humanos la certeza de que la esperada primavera está ya a la vuelta de la esquina.


Especie: Katsura (Cercidiphyllum japonicum), familia Cercidiphyllaceae, género Cercidiphyllum
Dirección: Kurisawa, Chōkai-machi, Yurihonjō-shi, Akita-ken 015-0503
Perímetro del tronco: 17,6 m.       Altura: 40 m.          Edad: 800 años
Designado Monumento Natural Prefectural.
Tamaño ★★★★★        Vigor ★★★★★       Porte ★★★★
Calidad del ramaje ★★★★          Majestuosidad ★★★★

     Estamos en Yashima, uno de los distritos de la ciudad de Yurihonjō, en la zona meridional de la prefectura de Akita (Norte). Es una de esas áreas montañosas tan recónditas que se hacen acreedoras a la tradición de haber servido de refugio a los samuráis que se dispersaron por el país tras la derrota del clan de Taira frente al de Minamoto. En una ladera próxima al núcleo de población de Kurisawa, situado en medio de la naturaleza, se yergue el llamado Katsura de los Mil Troncos.
     Debido a que los katsura tienden a nacer formando agregados de un gran número de pequeños troncos, en todo el país hay ejemplares gigantes de esta especie que reciben este nombre. Pero este es uno de los mayores entre todos ellos. El que alguna vez fue su tronco principal ya no existe y en su lugar se desarrolló un intrincado conjunto de brotes que han acabado por formar un nuevo tronco. Por su aspecto ofidio, dicen que este árbol recibe también el nombre de Katsura de las Mil Serpientes.
     Visité el lugar a mediados de abril, la época del año en que se abren las yemas. En las ramillas apuntaban ya unas flores de color rojo, que adquieren un llamativo color escarlata especialmente en los ejemplares masculinos. Y como el katsura florece antes de cubrirse de hojas, siendo en esto igual a los cerezos sakura, da la impresión de que todo el árbol arde en intenso rojo. Este ejemplar alcanza los 40 metros de altura y su silueta es realmente magnífica. Contemplar un katsura de estas dimensiones en plena floración es, desde luego, una experiencia inolvidable. Y como las hojas salen inmediatamente después de las flores, todo el proceso se completa en apenas dos días. Un regalo primaveral del katsura que no hay que dejar pasar.
      Las mediciones in situ nos informan de que el conjunto del tronco de este katsura tiene un perímetro de 17,6 metros, siendo uno de los tres mayores del país. Los alrededores estuvieron una vez cubiertos por bosque primario, pero hace algunos años fueron acondicionados para atraer el turismo y contribuir así a revitalizar la economía del municipio. La visita resulta muy cómoda, ya que el camino forestal que conduce al árbol ha sido pavimentado y los árboles de los alrededores, talados. La fama de este ejemplar se propagó por el país en 1989, cuando apareció en una selección de los 100 árboles más notables del país realizada por el Ayuntamiento de Osaka y el periódico Yomiuri Shimbun. Además, el alto en el que se encuentra este katsura forma un mirador con espléndidas vistas al Chōkai-san, un volcán que se asemeja al Fuji.


Nº 091

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2/16/2024

 (Vídeo) El cedro de ocho troncos de Hōnai, un árbol gigante y tricentenario, Japón

Este impresionante cedro, hoy protegido, se encuentra en la ciudad de Yurihonjō, en el sur de la prefectura de Akita. (No he podido ubicarlo en el mapa)

 

     Los bosques naturales de cedro de la prefectura de Akita están entre los más bellos de Japón, junto con los de ciprés de Kiso y los de hiba de Aomori. La parte norte de la prefectura es la principal fuente de madera natural de cedro, obsequiada a Toyotomi Hideyoshi cuando construyó el castillo de Fushimi y popular en todo el país como un excelente material para la construcción. Por su tronco recto y sus densos anillos, el cedro ha sido apreciado por ofrecer madera de alta calidad desde el periodo Edo (1603-1868).
     En un bosque nacional de la ciudad de Yurihonjō, al sur de la prefectura, se alza un gigantesco cedro que sobresale por encima de los árboles circundantes. Conocido como “Hōnai no happon sugi” (el cedro de ocho troncos de Hōnai) por el antiguo nombre de la zona, es un símbolo del reino de los cedros de Akita. Fue designado monumento natural por el Gobierno de la prefectura en 1984. También es uno de “Los 100 gigantes del bosque” elegidos en el año 2000 por la Agencia de Silvicultura, que gestiona y explota los bosques nacionales.
     Se dice que su tronco se ramificaba antes en ocho partes, de ahí el nombre de “El cedro de ocho troncos”. Sin embargo, siete de ellos, incluido uno que se secó, ahora se separan a una altura de 3 metros sobre el suelo. No hay rastro de la existencia del octavo tronco, y algunos creen que originalmente eran siete, pero se le dio el nombre del ocho, porque se dice que este número atrae la prosperidad y la buena fortuna. El árbol mide 40 metros de altura y tiene una circunferencia de tronco de 11,5 metros. Entre los bosques nacionales, es el segundo cedro más grande después del “cedro de Jōmon” de Yakushima. El follaje sobre el tronco erguido forma una copa espectacular y se calcula que el árbol tiene más de 300 años.
     Los residentes locales lo han conservado cuidadosamente considerándolo como un árbol sagrado donde mora una deidad. En su base encontramos un pequeño santuario de piedra que sigue en pie desde que se construyó en el periodo Edo. La Agencia de Silvicultura ha designado media hectárea de los alrededores como bosque de comunidad vegetal de protección. Por regla general, no se lleva a cabo ningún tipo de mantenimiento o desarrollo artificial y la zona se conserva en su estado natural.
     Su selección como uno de “Los 100 gigantes del bosque” ha elevado su reputación y aumentado el número de turistas y excursionistas que lo visitan. A 10 minutos a pie hay un aparcamiento y un sendero que conduce a este monumento natural. Se han instalado varias señales de tráfico en las carreteras cercanas, con la leyenda “Camino de un árbol gigante antiguo y de la antigua carretera”, que hacen que la zona sea más accesible en coche.

Vídeo: Akita Cable Television (CNA)
Texto: Nippon.com
Número 150 del mapa

 

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2/07/2024

Takahashi en Okayama, el cronista de Japón (103)

TAKAHASHI HIROSHI
El Daigozakura (prefectura de Okayama)


Especie: Edohigan (Cerasus spachiana var. spachiana forma ascendens), familia de las rosáceas, género Cerasus
Dirección: Bessho 2277, Maniwa-shi, Okayama-ken 719-3157
Perímetro del tronco: 7,6 m.
Altura: 18 m.
Edad: 700 años
Designado Monumento Natural Prefectural

Tamaño ★★★★    Vigor ★★★    Porte ★★★★    Calidad del ramaje ★★★
Majestuosidad  ★★★★★

Bessho, el lugar en que se yergue el Daigozakura, es una aldea de montaña situada entre Ochiai y Katsuyama, una zona con muchos atractivos naturales, como las colonias de katakuri (Erythronium japonicum) que cubren las montañas próximas o la cascada de Shiodaki, con una caída de 41 metros. En los alrededores hay, además, muchos cerezos sakura de renombre, siendo esta especie la que imprime carácter al poblado.
     El paraje se encuentra a unos 30 minutos en automóvil desde el centro de la localidad de Ochiai-chō. Ascendiendo por la larga cuesta que lleva hasta el poblado de Kichinenji aparecerá ante nuestros ojos una colina que parece moldeada ex profeso para servir de pedestal a este árbol. El Daigozakura se alza majestuoso en el mismo centro de la cima de la colina. El árbol entra en escena de una forma muy impactante, con esa figura tan magnífica de la que parece jactarse y el macizo montañoso de Chūgoku como telón de fondo. Es un ejemplar con una belleza y una fuerza que no desmerecen en nada el escenario en el que se halla, un edohigan gigante al que se coincide en atribuir una edad de 700 años, aunque los lugareños aumentan el cómputo hasta 1.000 y le llaman cariñosamente el “Gran Sakura”.
     El nombre Daigozakura tiene su origen en una tradición según la cual el emperador Godaigo (años finales del periodo Kamakura, 1185-1333), cuando se dirigía a su destierro en la isla de Oki, pasó por esta región y quedó prendado de este árbol. La leyenda corrió de boca en boca y la fama de que en las montañas de Okayama se erguía el “Daigozakura” se extendió por todo el país. El resultado es que cada año, cuando florece este árbol, el lugar se llena de visitantes.
     Suele ocurrir hacia el 10 de abril. Resulta admirable la forma en que los lugareños facilitan las cosas a los visitantes: hasta la estrecha carretera de montaña que conduce al lugar se hace para estas fechas de sentido único. Por la noche se activa la iluminación del árbol, que traslada al visitante a otra dimensión. Recomendamos la visita nocturna a quienes deseen disfrutar de un momento de tranquilidad y misterio.
     El Daigozakura se ha integrado perfectamente en la vida de los lugareños y actúa como dios protector del lugar. Parece que, más que acondicionar el luga
r para darle apariencia de parque, como se ha hecho en otros casos, se ha preferido conservar la naturaleza circundante tal como estaba. Podemos decir, sin duda, que es uno de los cerezos sakura más impresionantes de la mitad occidental del país.


Nº 103


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1/11/2024

Takahashi en Chiba, el cronista de Japón (102)

TAKAHASHI HIROSHI
El Cerezo de Yoshitaka (prefectura de Chiba)


Especie: Yamazakura (Cerasus jamasakura), familia de las rosáceas, género Cerasus.
Dirección: Yoshitaka 930, Inzai-shi, Chiba-ken 270-1603          Perímetro del tronco: 6,85 m.
Altura: 10,6 m.
Edad: Más de 300 años (según panel explicativo)
Designado Monumento Natural Municipal 

Tamaño ★★★★    Vigor ★★★★★    Porte ★★★★    Calidad del ramaje ★★★★★
Majestuosidad ★★★

Los cerezos sakura catalogados como árboles gigantes son, en su gran mayoría, de la especie edohigan (Cerasus spachiana var. spachiana forma ascendens), y el Cerezo de Yoshitaka es la excepción que confirma la regla. Se trata de un yamazakura (Cerasus jamasakura) gigante conocido principalmente en círculos de entendidos. La especie yamazakura, al igual que la 
edohigan, es muy longeva y algunos ejemplares llegan a los mil años.

     Este ejemplar, ubicado en la comarca de Hokusō (norte de la prefectura de Chiba), es todavía joven y tiene una gran vitalidad. Su copa se recubre de bellas flores rosadas con un retraso aproximado de una semana con respecto a los sakura de la especie someiyoshino que lo rodean. La especie yamazakura desarrolla hojas casi simultáneamente a la floración, por lo que no es fácil ver las copas de estos árboles completamente tomadas por las flores, algo que solo es posible durante un corto periodo de unos dos días. Algunos lo llaman “sakura del milagro” precisamente por lo difícil que es disfrutar del espectáculo de una floración plena y limpia. Se cuenta que, cuando se aproxima este momento, los alrededores del árbol están permanentemente copados por fotógrafos decididos a no dejar pasar la oportunidad.
     El Cerezo de Yoshitaka crece dividido en varios troncos desde la raíz y su porte se caracteriza por la gran extensión que alcanzan sus ramas. Su copa está muy bien formada, a modo de semiesfera sin ningún defecto visible, y cuando se cubre de flores el observador cree estar ante una pequeña colina rosada. Debido quizás a que se encuentra en medio de un campo sin otros árboles demasiado cerca, no ha tenido competencia y ha podido crecer a sus anchas, recibiendo a placer la luz solar. Lo imponente de su figura y el tono ligeramente apagado de su flores le dan a este árbol un aire distinguido y un atractivo muy especial.
     El campo en el que se alza aparece en esta época del año cubierto por amarillas flores de colza, un contraste también muy bonito. Y el árbol, al ser un ejemplar aislado, puede contemplarse desde todos los ángulos. Todo este campo está circunvalado a cierta distancia por una senda turística y se han tomado medidas para proteger el árbol, como regular el acceso en vehículo durante la floración del mismo. Un yamazakura gigante que va a ser objeto de creciente atención.


Nº 102


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12/17/2023

Takahashi en Aomori, el cronista de Japón (061)

TAKAHASHI HIROSHI
El Gran Ichō de Ichōnokikubo (prefectura de Aomori). Los Ginkgos

Cuando el otoño se acerca a su fin, los ichō (Ginkgo biloba) tiñen de un intenso amarillo los recintos de los santuarios sintoístas, los parques y otros espacios. Para los japoneses, es una especie arbórea muy cercana, pero taxonómicamente hablando es una rareza, sin compañeros de género ni de familia, además de un “fósil viviente” que sobrevivió a las glaciaciones.
     El ichō (Ginkgo biloba) es una de las especies arbóreas que más familiares resultan a los japoneses. Predilecto a la hora de arborizar parques y bulevares, tiene también una gran presencia entre los gigantes con tratamiento de árboles sagrados en los santuarios sintoístas. El ichō está, pues, perfectamente integrado en el paisaje en el que se desarrolla el día a día de los japoneses.
     Se cree que el ichō alcanzó una respetable extensión geográfica por todo el mundo entre la era Mesozoica y el periodo Neógeno de la era Cenozoica, pero que hace aproximadamente un millón de años entró en un lento declive, hasta acercarse peligrosamente a su extinción. Su área original se sitúa en China y aunque no existe unanimidad sobre cuándo fue introducido en Japón, su llegada debió de ocurrir en algún momento entre el inicio del periodo Heian (794-1185) y el fin del periodo Muromachi (1336-1573). Lo más probable es que la especie lleve en Japón entre 600 y 700 años.
     El ichō, tal vez un superviviente de las glaciaciones, es un árbol solitario, pues no existen otras especies del mismo género ni otros géneros de la misma familia. Se habla de él como de un fósil viviente. En Japón es tan común que no nos damos cuenta de que en realidad es una especie preciosa, incluida entre las que corren peligro de extinción en el conjunto del mundo. Ciertamente, hasta hace unos 200 años el ichō crecía solo en el Nordeste de Asia, pero actualmente se cultiva en muchos países, por lo que se cree que tarde o temprano abandonará la lista de las especies amenazadas.



Especie: Ichō (Ginkgo biloba, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo)
Dirección: Aza-Ichōnoki, Dōbutsu, Hashikami-chō, Sannohe-gun, Aomori-ken 039-1201.
Perímetro del tronco: 13,28 m.
Altura: 27 m (medición del autor).
Edad: 1.000 años.
Designado Monumento Natural del Municipio de Hashikami.
Tamaño ★★★★       Vigor ★★★★      Porte ★★★★★     Calidad del ramaje ★★★★★       Majestuosidad ★★★★

     Durante mucho tiempo este ichō permaneció oculto a los ojos del mundo y ni siquiera aparecía en las conversaciones entre los aficionados a los árboles gigantes. Los datos publicados por el Ministerio de Medio Ambiente decían que el perímetro de su tronco era de 10 metros, pero cuando, en 2001, hice una medición in situ, descubrí que la realidad superaba ampliamente las cifras documentadas, pues el grosor de su tronco resultó ser de 13,28 m, lo cual lo situaba entre los 10 de mayor tamaño del país, según los datos manejados entonces por ese mismo ministerio. No tendré que decir que me apresuré a registrar los nuevos datos y esto dio lugar a que, poco a poco, este ejemplar fuera dándose a conocer.
     Lo que extraña es que, habiendo alcanzado estas dimensiones, este árbol no hubiera recibido un nombre hasta hace poco menos de un decenio. Los lugareños se referían a él como “el ichō”. Por lo visto, para ellos no pasaba de ser un gran ejemplar de dicha especie. Su momento le llegó hace ahora unos ocho años, cuando hubo que fijar un nombre oficial para el árbol, que iba a ser designado Monumento Natural Municipal. El municipio se puso en contacto con el Nippara Shinrinkan (Nippara Forest Hall), donde se guardan los datos sobre árboles gigantes del citado ministerio, y entre el encargado del municipio y yo decidimos denominarlo Gran Ichō de Ichōnokikubo. Como se desprende de la existencia de un topónimo como ese (Ichōnokikubo significa “hondonada del ichō”), este árbol ha sido desde antiguo algo así como un símbolo para la comarca. Se dice que, debido a sus abundantes raíces aéreas, que cuelgan del tronco y de las ramas adoptando formas similares a ubres, eran especialmente las madres que daban el pecho a sus bebés quienes se acercaban a él con más devoción.
     Por su porte, este ejemplar no le iba a la zaga a ningún otro ichō del país, pero los fuertes vientos que soplaron en 2011 le abatieron una gran rama, que destacaba por su abundancia de raíces aéreas. Es una verdadera pena que el árbol perdiera aquella gran rama que tanto carácter le imprimía, porque con ella perdió también su original silueta.
     Pero de la gran rama abatida han nacido brotes y si alguno de ellos sale adelante podría crecer y desarrollarse acoplándose con el tronco principal. De esa forma, quién sabe si llegará un día, dentro quizás de algunos cientos de años, en que este ejemplar sea coronado como el mayor ichō de todo el país.


Nº 061

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11/28/2023

(Vídeo) Colores otoñales en el jardín Kyū-Furukawa de Tokio

Las hojas de los arces y los ginkgos muestran ya sus colores otoñales en el jardín Kyū-Furukawa, en el distrito de Kita, en Tokio. Este jardín es asimismo famoso por sus rosas, que pueden contemplarse también en esta época. La época del follaje otoñal podrá disfrutarse hasta alrededor del 10 de diciembre.

La entrada al jardín Kyū-Furukawa cuesta 150 yenes (70 yenes para las personas de 65 años en adelante). El lugar se encuentra a 7 minutos a pie desde la estación de Nishigahara, en la línea Nanboku del metro de Tokio, y desde la estación de Kami-Nakazato en la línea Keihin-Tōhoku de JR.

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10/23/2023

NAPKO ABE (Japón)
El hombre que salvó los cerezos

La fascinante y desconocida historia del británico que luchó por preservar los cerezos en flor japoneses.

En Japón cada primavera la floración de los cerezos es una fiesta de los sentidos, y todo un símbolo de la cultura del país. Lo que casi nadie sabe es que si hoy sigue vivo ese patrimonio de la humanidad es gracias a un inglés llamado Collingwood Ingram, cuya historia nos descubre este libro.
     Ingram, hijo de una familia rica, se interesó en su adolescencia por la ornitología, y el entusiasmo lo llevó a viajar a Japón para escuchar el canto de los pájaros de aquellos parajes. Con el tiempo fue abandonando la pasión ornitológica y la sustituyó por la horticultura, y en el país asiático quedó fascinado por las múltiples variedades de cerezos, de las que se calcula que había unas doscientas cincuenta. Cuando en 1919 se instaló con su familia en Kent, descubrió alborozado que en el jardín de la casa había dos espléndidos cerezos japoneses, que cultivó con mimo.
     En 1926 emprendió un nuevo viaje a Japón en busca de esos árboles y descubrió alarmado que, debido a la occidentalización y modernización del país y a la decisión de apostar por una única variedad clonada, se estaba perdiendo la riquísima diversidad de cerezos japoneses, incluido el espectacular Taihaku o «gran blanco». Ingram dedicó su vida a salvaguardar esos árboles y a proteger la tradición de la sakura (palabra japonesa para referirse al cerezo en flor) hasta su muerte, ya centenario, en 1981.
     Este es en parte un libro sobre botánica, pero fundamentalmente trata sobre una pasión y una obsesión, sobre la preservación de un patrimonio estético mediante una lucha callada y constante. Trata también sobre la historia de dos países y dos culturas; sobre el final del mundo victoriano, en el que nació Ingram en 1880, y sobre el convulso siglo XX. La fascinante historia de un hombre enigmático y de un árbol cuya floración es de una belleza que admira al mundo entero.

«Una biografía cautivadora sobre el hombre que ayudó a cambiar el rostro de la primavera» (Ian Critchley, The Sunday Times).
«De lectura compulsiva... Escrito con elegancia y erudición» (Tania Compton, Country Life).
«Un retrato de un gran encanto y sofisticación, rico en detalles botánicos e históricos; tras su lectura no volverás a contemplar los cerezos en flor del mismo modo» (Christopher Harding, The Guardian).
«Un libro conmovedor... Bellamente escrito, y todo un logro en cuanto a su investigación» (Claire Kohda Hazelton, The Spectator).

Lo hemos leído aquí

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9/21/2023

Takahashi en Aomori 2, el cronista de Japón (063)

TAKAHASHI HIROSHI
El Ichō de Hōryō (prefectura de Aomori)
Especie: Ichō (Ginkgo biloba, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo)
Dirección: Aza-Ginnagi 16-2, Hōryō, Towada-shi, Aomori-ken 034-0303.
Perímetro del tronco: 13,48 m.
Altura: 31 m (medición del autor).
Edad: 1.100 años.
Designado Monumento Natural Nacional.
Tamaño ★★★★     Vigor ★★★    Porte ★★★★    Calidad del ramaje ★★★★
Majestuosidad  ★★★★

Dice la leyenda que este árbol fue plantado para conmemorar la construcción en este lugar del templo de Zenshōji, en el periodo Heian (794-1185), pero hoy en día todo lo que vemos en sus inmediaciones son arbolado y campos de cultivo, sin el menor vestigio que aquellos hechos. Probablemente, la edad atribuida a este ejemplar se haya inferido de tal leyenda.
     En 1926, por primera vez, el Ministerio del Interior eligió entre los ichō de todo Japón cinco ejemplares para declararlos monumentos naturales nacionales. El Ichō de Hōryō fue uno de ellos. Para entonces su nombre debía de resonar, pues, por todo el país, favorecido, quizás, por su ubicación cerca de una carretera.
     El Ichō de Hōryō ocupa, por el grosor de su tronco, la cuarta posición entre los ichō de todo el país. Aparece también en el listado de los Cien Árboles Famosos del Japón, renovado en 1990, y es, en todo caso, un magnífico representante de su especie en la prefectura de Aomori.
     A una altura de siete metros del suelo su tronco se divide en seis grandes ramas que, como es común en los individuos de sexo masculino de su especie, presentan muchas raíces aéreas colgantes, que por su parecido con las ubres de los animales han hecho del árbol, según las leyendas del lugar, objeto de devoción de las mujeres con problemas para amamantar a sus hijos (se le llama “árbol de la teta” o “árbol del que recibir leche”).
     Se desconoce la causa, pero los ichō de gran tamaño amarillean más tarde que el resto y este ejemplar no es una excepción. Lo hace a mediados de noviembre, lo cual en la región norteña de Tōhoku puede considerarse un periodo bastante tardío. Todos los años le ocurren cosas como perder las hojas de la parte inferior de la copa antes de que el conjunto se haya vuelto amarillo, o amarillear y quedarse desnudo solo por el lado norte. Tampoco es raro que las primeras nieves le sorprendan antes de amarillear, con lo que puede perder todas sus hojas estando todavía verdes. Todos estos imponderables son causa de gran aflicción entre los aficionados a la fotografía, que lo conocen, por esta razón, como “el ichō más intratable de Japón”. Pero una vez obrada su transformación cromática el amarillo forma un magnífico contraste con el intenso verde de los bosques de cedros japoneses que le sirven de fondo. Una belleza que, como suele decirse, quita el hipo. Quien haya podido contemplar este paisaje aderezado con el toque de color que le aporta este árbol habrá tenido una experiencia inolvidable.
     El gran tifón, número 10 de la temporada, que arribó a tierras de Tōhoku el 30 de agosto de 2016 quebró o dañó varias de las ramas más grandes del árbol. La pérdida se extendió al tronco más alto del conjunto, situado en el centro del árbol, y su figura resultó dañada de forma muy ostensible. Se temió que pudiera retirársele la designación de Monumento Natural Nacional, pero el diagnóstico de un dendrólogo reveló que sus funciones vitales básicas no se habían visto afectadas y que no habría lugar a retirársele tal consideración, lo cual nos permitió respirar tranquilos. Durante el mes de noviembre, el árbol fue intervenido “quirúrgicamente” para devolverle su vigor. Solo nos queda desear que recupere cuanto antes su magnífico porte.

Nº 063

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9/09/2023

Un cucharón nacido del bosque

Artesanías de Yokohata 
Cerámicas de Togouchi

El proceso de hacer un cucharón. Un artesano de 87 años que lleva 70 años haciendo cucharones.

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7/27/2023

Takahashi en Saitama 3, el cronista de Japón (062)

TAKAHASHI HIROSHI
El Gran Ichō del templo Shōbōji (prefectura de Saitama)

Especie: Ichō (Ginkgo biloba, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo)
Dirección: Iwadono 1229, Higashimatsuyama-shi, Saitama-ken 355-0065.
Perímetro del tronco: 10.9 m.        Altura: 31 m ( del autor).        Edad: 700 años.
Designado Monumento Natural del Municipio de Higashimatsuyama.
Tamaño ★★★★    Vigor ★★★★★      Porte ★★★★★     Calidad del ramaje ★★★★     Majestuosidad ★★★★

Se trata del ichō de mayor tamaño de la prefectura de Saitama. El templo Shōbōji, de la secta budista Shingon, está situado en la parte oeste de la ciudad de Higashimatsuyama. Con sus 1.300 años de historia, es uno de los templos de más solera de la región de Kantō. Constituye, además, la décima escala en la ruta de peregrinación de las 33 Kannon de Bandō, dentro de la cual se le conoce también como Iwadono Kannon. Situado en una ladera del monte Monomiyama, en la zona montañosa de Chichibu, desde la que puede contemplarse buena parte de la gran llanura de Kantō, es un templo de vistas realmente panorámicas.
     Dejando atrás la zona habitada que se formó en torno al templo, donde se conservan
algunos edificios muy antiguos, y subiendo unas largas escaleras de piedra, veremos, frente a nosotros, el pabellón que aloja la estatua de Kannon (bodhisattva de la misericordia) y a su lado un ichō de impresionante aspecto, considerado, como decíamos, el mayor de la prefectura de Saitama. Para nuestra sorpresa, contemplaremos un ichō que crece sobre una gran roca de unos tres metros de diámetro. ¿Cómo se las ha arreglado para seguir sano y salvo, sin caerse a ningún lado? Tal vez haya sido plantado por alguien. La pregunta es, entonces, para qué haría una cosa así. Y parece que no fue una única cepa la plantada, sino varias, bien juntas.
Lo más característico de este ichō es que sus raíces quedan al descubierto hasta una altura de unos tres metros. Puede apostarse a que las miradas de quienes lo vean por primera vez se clavarán, ante todo, en la monstruosidad de esas raíces y en su descomunal sensación de volumen. Es como si el propio árbol, alarmado por la sensación de inestabilidad, hubiera primado sobre cualquier otra cosa el desarrollo de sus raíces, que semejan una maraña de serpientes, dándole a este ejemplar masculino de ichō un aspecto de peculiar vitalidad. La fisonomía indómita de estas raíces tiene algo prodigioso que no se encuentra en ningún otro ichō del país y al menos dentro de la región de Kantō podemos decir que es el ejemplar más impactante de su especie.
     El momento más propicio para ver amarillear sus hojas es entre la segunda mitad de noviembre y principios de diciembre. Ver un individuo tan grande como este completamente teñido de amarillo es un verdadero espectáculo. Y la alfombra de hojas amarillas que se forma sobre la tierra cuando el fenómeno cromático ha llegado a su culmen es realmente indescriptible.
     Al parecer, el templo de Shōbōji ha sufrido varios incendios a lo largo de su historia, pero el ichō ha sobrevivido a todos ellos. De esta especie de árbol se dice que “escupe agua” cuando un fuego lo amenaza. Quién sabe si este árbol no habrá cumplido la función de impedir que las llamas afectasen al pabellón que guarda la imagen de Kannon. Y es que, el que a buen árbol se arrima…
Nº 062

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