Desnudados por el frío...
Despojados de sus hojas durante el otoño, los árboles gigantes muestran en invierno siluetas desnudas de fuerza impactante, que no pueden verse en ninguna otra estación del año.
Como es sabido, hay árboles de hoja perenne y árboles de hoja caduca. El aspecto de estos últimos va transformándose a lo largo de las cuatro estaciones del año. En primavera estrenan follaje, cuyo intenso verde va haciéndose más frondoso conforme avanza el verano, ofreciéndonos a los seres humanos acogedoras sombras que dan frescura y solaz a nuestras vidas. En otoño renuevan su vestuario hacia las gamas de los rojos, los amarillos o los anaranjados, una verdadera delicia para la vista. Al empezar a despojarse de sus hojas, nos avisan de que las inclemencias del invierno ya no están tan lejos. La imagen de un árbol completamente desnudo hará pensar a más de uno en lo efímero de las estaciones y en su eterno retorno.
Japón es un país en el que el paso de las estaciones se siente con toda claridad. El pueblo japonés es un pueblo originariamente agrícola, que siempre ha estado pendiente de cuándo entran en floración o echan vástagos los árboles caducifolios para plantar el arroz o, ya en el otoño, para calcular el momento de la cosecha. Por otra parte, este tipo de árbol suele mostrar flores más llamativas que las de los perennifolios y entre ellos hay muchos que en otoño dan frutos comestibles. Estas especies están íntimamente ligadas a las formas de vida de los japoneses y, apelando tanto a la vista como al gusto, aportan una peculiar percepción del ciclo estacional.
El Gran Keyaki de Noma (prefectura de Osaka)
Especie: Keyaki (Zelkova serrata, familia de las Ulmáceas, género Zelkova)Dirección: Nomainaji 266, Nose-chō, Toyono-gun, Ōsaka-fu 563-0133
Perímetro del tronco: 14,15 m. Altura: 20 m. Edad: 1.000 años
Designado monumento natural nacional
Tamaño ★★★★★ Vigor ★★★★ Porte ★★★★ Calidad del ramaje ★★★★
Majestuosidad ★★★★
Es este un espléndido representante de los keyaki (especie de olmo) japoneses. Con una silueta que transmite una gran sensación de solidez, se alza en el recinto del santuario sintoísta de Arinashinomiya, en medio de un bucólico paisaje rural a unos cinco kilómetros al sudeste del centro de Nose, un municipio situado en el extremo norte de la prefectura de Osaka y colindante con las de Kioto y Hyogo. Se venera en el santuario una deidad agrícola, y se dice que cuando el Gran Keyaki echa buenos vástagos se augura una buena cosecha ese año.
En la región de Kansai ha habido, desde tiempos antiguos, una fuerte demanda de buena madera para construir templos y castillos, por lo que los ejemplares gigantes de esta especie de olmo son muy escasos, pudiendo considerarse un verdadero milagro que el Gran Keyaki de Noma haya sobrevivido hasta nuestros días. Además, este ejemplar es tanto más valioso cuanto que ha crecido de un solo tronco perfectamente definido, una característica que lo hace único. El Gran Keyaki de Higashine, en la prefectura de Yamagata, que muchos citan como el mayor de Japón en su especie, ha crecido, a juzgar por su porte, de dos troncos fundidos en uno, así que no sería equivocado decir que su congénere de Noma es, en rigor, el de tronco único más grueso de Japón. Al menos, si nos quedamos en la mitad occidental del país, el Gran Keyaki de Noma es todo un yokozuna (luchador).
Los olmos keyaki, al hacerse viejos, tienden a crear grandes oquedades que estropean sus troncos principales, y no es extraño ver que muchos se sostienen solo apoyados en su corteza. Pues bien, el Gran Keyaki de Noma destaca entre otros ejemplares gigantes por no presentar ningún hueco y por un envidiable vigor mantenido a despecho de la edad. Para comprender las descomunales proporciones de este keyaki bastará decir que, hace tiempo, en una aldea situada a algunos cientos de metros de su emplazamiento, durante unas obras de construcción los operarios toparon con una gran raíz supuestamente suya. Queremos pensar que efectivamente lo era, y que se habían extendido hasta allí en busca de agua.
Cuando, ya en invierno, el árbol ha perdido la totalidad de su follaje, su copa se ve que está parasitada, en casi toda su extensión, por el muérdago. Es ésta una especie perenne que despliega también en invierno sus verdes hojas, dando origen a un curioso cuadro. El muérdago extrae el agua y los nutrientes del keyaki que le sirve de anfitrión y, lógicamente, a éste no le reporta más que molestias. He oído que, aunque cada cierto número de años se procede a arrancar el muérdago de su copa, este esfuerzo no es suficiente para atajar del todo su crecimiento. En el centro de documentación sobre el keyaki situado cerca del árbol se expone, entre otras cosas, parte de una rama que le fue cortada al árbol y que permite vislumbrar la lucha que se entabla entre ambas especies.
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