Mostrando entradas con la etiqueta Bosques. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bosques. Mostrar todas las entradas

10 noviembre 2024

El aumento de la masa forestal

ENRIC JULIANA, en "La Vanguardia", Sept-2024
Cuando los árboles dejan ver el bosque

España es el país con más masa forestal de Europa después de Suecia

El Montseny en otoño

 Este texto pertenece a 'Penínsulas', el boletín que Enric Juliana envía a los lectores  de 'La Vanguardia' cada martes. Si quieres recibirlo, apúntate aquí.

     Cuando un viajero se aproxima a Madrid en avión tiene la sensación de visitar un país muy llano, muy seco y con pocos árboles. “África empieza en los Pirineos”. Esa frase, de timbre francés, fue atribuida a Alejandro Dumas y con toda seguridad fue alimentada por Stendhal en sus notas sobre la vida de Napoleón, en las que llegó a escribir que en España todo era africano excepto la religión. El norte de África empieza al sur de los Pirineos, puede pensar el viajero que mira por la ventanilla mientras el avión se aproxima al aeropuerto de Barajas. Si el visitante viaja en tren o en coche desde Barcelona a Madrid tendrá esa misma impresión al atravesar el desierto de los Monegros.
     España, país seco con bosques menguantes, cada vez más castigados por los incendios forestales y el cambio climático. Playas repletas de turistas y un interior árido y despoblado, con un gigantesco campamento cosmopolita en el centro de la península, muy conectado con Latinoamérica. Esa podría ser una caricatura geográfica de la España actual. Una caricatura muy alejada de la realidad, en lo que a la masa forestal se refiere. Presten atención: España es en estos momentos el segundo país con mayor masa forestal de Europa, por detrás de Suecia. Es el país con una mayor proporción de masa forestal en relación a su superficie, detrás de Suecia, Finlandia, Eslovenia, Estonia y Lituania, superando a Noruega y Suiza, y muy por delante de Alemania y Francia. En España hay 7.800 millones de árboles. 160 árboles por habitante.
     Hace unos meses, el geógrafo Santiago Fernández Muñoz puso el tema de los árboles sobre la mesa y me sorprendió. Habíamos quedado en Madrid para tomar un café y hablar de geografía y política. Fernández Muñoz es profesor de Geografía Humana en la universidad Carlos III, ha trabajado en la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) en el control de políticas públicas, y dirigió hasta hace un año la unidad de seguimiento del Plan de Recuperación en el gabinete de la Presidencia del Gobierno. Tiene los mapas en la cabeza, conoce los puntos débiles de las políticas públicas y sabe de qué van los fondos de recuperación europeos y cómo se negocia en Bruselas. Fue muy interesante conocerle. Le gustaba el enfoque de Penínsulas y propuso una serie de temas, ese tipo de temas aparentemente desconectados de la trepidante actualidad que explican cosas de cierto calado. A partir de aquella conversación, Santiago Fernández colabora con este boletín aportando ideas y datos. “Seguramente no te imaginas que España es uno de los países con más masa forestal de Europa”, me dijo. “Hemos ido construyendo la imagen de un país reseco, un país en grave riesgo de desertización, muy castigado por los incendios forestales; no voy a negar ese riesgo, pero la realidad es que en España los bosques se han hecho más grandes”, añadió. Me interesó mucho el tema de los árboles. Todos aquellos enfoques que desmienten tópicos son especialmente atractivos. Por lo tanto, hoy hablaremos de árboles con la ayuda de Santiago Fernández.
Coníferas en verde oscuro, Frondosas en verde claro y Masas mixtas en naranja

      Mapas, mapas, mapas. Dicen las estadísticas que la masa forestal empezó a crecer en España a partir de 1975. Podríamos afirmar que después de la muerte de Franco empezaron a crecer los árboles. Esta no la vimos venir. El crecimiento de la masa forestal no figuraba ni en el programa de la Junta Democrática, ni en los pactos de la Moncloa. La foresta empezó a expandirse en 1975 como consecuencia de una constante reducción de la población rural y de las tierras de cultivo. Los expertos coinciden en señalar que 1940 fue el peor año para la masa forestal en España. La miseria de la posguerra empujó a miles de familias a una economía de supervivencia en los aledaños de los bosques. La gente buscaba más leña y roturaba pequeños campos de cultivo para poder comer. Esa situación empezó a cambiar entre los años sesenta y setenta del siglo pasado a medida que se desplegaban los efectos del Plan de Estabilización de la economía: entrada de capitales extranjeros, nuevas industrias, turismo, emigración masiva del campo a la ciudad, definitiva mecanización de las labores agrarias y lenta disminución de las zonas de cultivo. Los expertos dicen que 1975 fue el año de inflexión. El día en que murió Franco, los bosques ya estaban creciendo.
     Desde entonces España ha ganado más de siete millones de hectáreas de arbolado. Ello quiere decir que la superficie ocupada por los bosques ha crecido un 63%. Un proceso similar se ha registrado en la mayoría de los países europeos, aunque con menor intensidad. Cambios demográficos y políticas de reforestación explican el fenómeno. A medida que la población se concentra en las ciudades, el bosque tiende a crecer si hay políticas que lo favorecen. Cuando la población rural disminuye, menguan los cultivos, se recoge menos leña, avanzan los arbustos y, después, los árboles. En los últimos años, a medida que la defensa del medio ambiente iba calando en la sociedad, muchas grandes empresas han querido mejorar su imagen pública financiando importantes campañas de reforestación. Nunca en España había habido tantos árboles como ahora.
     El país cuenta en estos momentos con 28 millones de hectáreas de masa forestal, que ocupan el 56% de la superficie total. 18,5 millones de hectáreas de esa masa forestal son bosques y otros 10 millones corresponden a zonas de arbusto y matorral, con árboles dispersos. En la última década se han perdido un millón de hectáreas de tierras cultivadas, con la consiguiente disminución del número de personas empleadas en la agricultura. Después de 37 meses consecutivos de caída, el empleo agrícola se sitúa por primera vez por debajo del millón de personas y no llega al 5% del total de los afiliados de la Seguridad Social. Son datos muy recientes, de los que informaba Jaume Masdeu en La Vanguardia de este pasado lunes. Hace un siglo no era ese el paisaje. Hay estadísticas sobre la masa forestal desde 1861. Los viajeros que escribieron sobre la España del siglo XIX hablaban de paisajes desolados y desarbolados, como si los españoles odiasen los árboles o se hubiesen lanzado masivamente a por leña. Entre 1860 y 1960 tuvo lugar una intensa deforestación como resultado combinado de la desamortización de los montes públicos y de las propiedades eclesiásticas, y el incremento de las pequeñas parcelas de cultivo para la subsistencia del paupérrimo campesinado español.
     Un libro de reciente aparición, Primavera revolucionaria, del historiador británico Christopher Clark, explica la importancia que tuvo la privatización de los prados y bosques comunales en la germinación de las revueltas sociales que confluyeron en casi toda Europa en 1848. Plagas, hambrunas (terrible en Irlanda), prohibición de extraer leña y pastorear en las antiguas tierras comunales, más la miseria y el hacinamiento de los campesinos transformados en obreros industriales, hicieron fermentar la ola revolucionaria que recorrió Europa mediado el siglo XIX. Una ola que en España, en una muestra más de su singularidad histórica, catalizó el carlismo: la causa tradicionalista del infante Carlos María Isidro de Borbón. El carlismo es uno de los surcos profundos de la moderna historia española. Otro Carlos, Karl Marx, escribió su primer artículo en la prensa criticando la implantación de una nueva ley forestal en Renania. Su padre, Heinrich, era el abogado de los campesinos que pleiteaban contra el nuevo Código Forestal.
     Volvemos al bosque encantado. El Plan de Estabilización de 1959 empezó a cambiar la España desforestada. Recomiendo vivamente una película rodada en 1951, Surcos, dirigida por José Antonio Nieves Conde, con un guión estilizado por el escritor Gonzalo Torrente Ballester. Un encargo de Falange para desalentar el éxodo rural. La gran ciudad es una trampa para el noble campesinado español. Ese era el mensaje. No se trata de una película menor. Es una apreciable adaptación del neorrealismo italiano a las circunstancias españolas. “Hasta las últimas aldeas llegan las sugestiones de la ciudad, convidando a los labradores a desertar del terruño con promesas de fáciles riquezas. Estos campesinos son árboles sin raíces, astillas de suburbio que la vida destroza y corrompe. Esto constituye el más doloroso problema de nuestro tiempo”, decía el texto inicial de la película, firmado por el escritor falangista Eugenio Montes.
     El Plan de Estabilización del 1959, promovido por los tecnócratas del Opus Dei, con la notoria aportación intelectual del economista catalán Joan Sardà Dexeus, antiguo colaborador de Josep Tarradellas en la Generalitat republicana, se llevó por delante el guión de Montes y Torrente Ballester, abrió la economía española al exterior con tasas de crecimiento del 7%, y estimuló un gran éxodo del campo a la ciudad. Después de recuperar Surcos hay que ir a ver El 47, película de reciente estreno, dirigida por Marcel Barrena, que narra la lucha del barrió barcelonés de Torre Baró, levantado por emigrantes llegados de Extremadura, para conseguir que una línea de autobús llegase hasta sus empinadas calles en 1978. Manuel Vital, conductor de la compañía municipal de transportes, militante del PSUC y de Comisiones Obreras, vecino de Torre Baró, secuestró un autobús para demostrar que aquel trayecto era posible. Aquel año, dicen las estadísticas, los bosques ya habían comenzado a crecer.
     Hay más árboles que nunca y ese dato choca con los negros presagios de desertización. Hay más árboles que nunca, por ahora. La población empleada en la agricultura baja por primera vez del millón de personas y la despoblación sigue creciendo en muchas provincias. La región metropolitana de Madrid quiere llegar a los diez millones de habitantes en la próxima década, mientras en los viejos surcos crecen las encinas. Los recientes resultados electorales de la extrema derecha en la antigua Alemania del Este traen consigo diversos mensajes. No todo es culpa de la inmigración. Turingia y Sajonia son los estados con las mayores tasas de despoblación de toda Alemania. Sus habitantes se sienten abandonados y están reaccionando con rabia. Tienen miedo al futuro. Eso sí, hay muchos árboles. El Bosque de Turingia, de 150 kilómetros de longitud, es magnífico.
-----

27 julio 2024

LAURE CAILLOCE
La llamada del bosque
Bosque de tipo mediterráneo dominado por encinas.Juan Carlos Muñoz / naturepl.fr / EB Photo
Los bosques del mundo cubren un tercio de la tierra. Aunque nos prestan servicios valiosos, nunca han estado bajo tanta presión. Hasta el punto de lidiar a veces con nuestras contradicciones, entre los bosques santuarios y los bosques gestionados, como descubrirán en esta primera parte de nuestra serie dedicada a los bosques.

     ¿Podrían desaparecer nuestros bosques? Por su violencia, pero también de su precocidad, los mega-incendios del año 2023 arrojan una cruda luz sobre la fragilidad de las regiones boscosas de nuestro planeta. En Canadá, la provincia occidental de Alberta ha estado ardiendo a principios de la primavera. 3.500 kilómetros cuadrados (km2) se transformaron en humo en menos de una semana y 30.000 personas tuvieron que ser evacuadas. Lo mismo ocurre en Rusia, donde en mayo se consumieron 6.000 km2 de bosques boreales en los Urales y Siberia... Toda el área mediterránea se vio afectada, España, Grecia... Y los incendios azotaron el departamento francés de los Pirineos Orientales ya en abril, un récord.
     "Tenemos que tener mucho cuidado con los incendios, dice Laurent Simon, profesor emérito de Geografía de la Universidad de Panteón-Sorbona y miembro del Laboratorio Social Dinámico y Recomposición de Espacios. A nivel mundial, los incendios forestales no han aumentado significativamente su superficie en los últimos 30 años, con 3 a 4 millones de kilómetros cuadrados quemados cada año según datos satelitales del programa Copernicus. Por otro lado, la naturaleza de los fuegos ha cambiado completamente. Antes había un montón de pequeños incendios. Ahora nos enfrentamos a incendios muy grandes y extremadamente devastadores."
Mega-incendio en la Columbia Británica (Canadá).
     En el origen de estos mega-incendios, que aparecieron hace unos 15 años, están: el calentamiento global y las sequías que azotan a los bosques. Pero ese no es el único factor en juego. En California, por ejemplo, o en Australia, estos incendios a menudo nacen en la interfaz entre áreas urbanas y bosques. Porque cuanto más acercamos las viviendas a los bosques, aumentan los riesgos. En Rusia, a la sequía de 2023, se suma el hecho de que la mitad de los guarda forestales han sido despedidos... Los incendios tienen mucho tiempo para propagarse antes de ser detectados, recuerda Laurent Simon.

¿Qué es un bosque?

     Estos incendios nos enseñan una cosa: los bosques son objetos complejos, que no toleran simplificaciones. El simple hecho de definirlos también es un reto. ¿Qué es un bosque? ¿Podemos llamar bosque a una sabana con una cubierta boscosa muy discontinua? ¿Es realmente un bosque el autoproclamado "micro-bosque urbano" plantado al final de mi calle? “Hoy en día, es la definición de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la que prevalece a nivel internacional”, indica Laurent Simon. "Según esta definición, un bosque supone que la cubierta arbórea representa al menos el 10% del suelo, sobre una superficie mínima de media hectárea, y que los árboles tienen al menos 5 metros de altura cuando son adultos."
     Una definición bastante amplia, fruto de un compromiso internacional, que se utilizó especialmente en los debates sobre los créditos de carbono y la contribución de cada país en la lucha contra los gases de efecto invernadero (el bosque es un sumidero de carbono natural muy eficaz). Pero eso no satisface a todos los científicos, empezando por los ecólogos, que argumentan que un bosque no se define sólo por su cubierta arbórea, sino también por su complejo ecosistema. "Un bosque de media hectárea tiene mucha menos biodiversidad que un gran bosque y no constituye un ecosistema plenamente funcional", subraya Philippe Grandcolas, director científico adjunto de ecología y medio ambiente del CNRS.
      Más allá de las objeciones, los bosques, tal como los define la FAO, cubren hoy el 30% de la superficie terrestre, o 44 millones de kilómetros cuadrados. Destacan cuatro grandes grupos. En el extremo norte, los bosques boreales, vastas extensiones de coníferas que se encuentran desde Rusia hasta Canadá y Escandinavia, forman un poco más de un tercio de la superficie forestal del mundo. Los bosques tropicales y sus cientos de especies caducifolias y perennes, situados a ambos lados del ecuador, representan algo menos de un tercio de la superficie pero son, con diferencia, la mayor biomasa forestal y la más compleja desde el punto de vista ecológico. Luego vienen los bosques templados de Europa y Estados Unidos principalmente, mezclas de árboles caducifolios y coníferas. Y, por último, los bosques de tipo mediterráneo y su vegetación llamada “esclerófila” (de hojas duras) que encontramos en todo el Mediterráneo, pero también en el sur de California, en Sudáfrica en la región del Cabo o incluso en Chile en los alrededores de Valparaíso.
Los 4 tipos principales de bosque. Los bosques boreales de Rusia y Canadá, y las selvas tropicales de la Amazonía, la Cuenca del Congo e Indonesia, son las áreas boscosas más grandes del planeta.
     Estos cuatro tipos de bosques no se distinguen sólo por su apariencia general. Sus modos de funcionamiento también difieren completamente. “Los bosques boreales, al igual que los bosques templados, están controlados por el frío: durante el período invernal (¡mucho más largo para los primeros!), los árboles descansan y detienen la fotosíntesis. En los bosques mediterráneos ocurre lo contrario, controlados por el calor y, sobre todo, por el estrés hídrico: en plena sequía estival, los árboles dejan de respirar para no perder agua y reducen muy significativamente su actividad vegetal», explica Laurent Simon. La selva tropical funciona todo el año, sin un ritmo estacional marcado, y siempre está verde.

Se destacan las talas masivas
 
Nuestros bosques, naturalmente complejos, están sujetos a una simplificación extrema y a menudo se reducen a “campos de árboles”: alineamientos de individuos de la misma especie y de la misma edad. En cuestión, determinadas prácticas silvícolas que favorecen la simplicidad de la explotación con maderas blandas de rápido crecimiento (que se queman más fácilmente) y todos los árboles plantados (y por lo tanto todos cosechados) al mismo tiempo, durante la "tala rasa" (tala de superficies muy extensas de todos los árboles en una explotación forestal) que deja el suelo completamente desnudo.
     Problema: “En un momento de calentamiento global, estos bosques estandarizados forman ecosistemas pobres y, por lo tanto, poco resilientes, indica Guillaume Decocq, botánico del laboratorio de Ecología y dinámica de los sistemas antropizados (Edysan). Son poco resistentes a sequías, tormentas o incendios. Debilitados, son víctimas de ataques de patógenos y parásitos". Simplificada al extremo, fragmentada por la deforestación y las numerosas infraestructuras allí desplegadas –carreteras, autovías, ferrocarriles, etc–, víctimas de mega-incendios y repetidas tormentas, nuestros bosques están sufriendo. Sin embargo, son esenciales para nosotros debido a los múltiples servicios que nos brindan.
Manifestación en noviembre de 2023 contra la limpieza de 17 hectáreas de bosque en la montaña de Lure (Alpes de Haute-Provence), donde una central de energía fotovoltaica debe surgir del suelo.
     Los bosques, segundo sumidero natural de carbono después del océano, contribuyen al equilibrio climático del planeta y albergan el 80% de la biodiversidad terrestre. Proporcionan material de madera para la construcción y energía de la madera para calentar y cocinar a millones de seres humanos y pronto podrían utilizarse para producir biocombustibles para los aviones del futuro. Se han convertido en espacios de ocio muy populares mientras que la mitad de la humanidad vive ahora en ciudades...

Expectativas contradictorias 

"Tenemos expectativas sobre las superficies forestales que se han vuelto considerables y a menudo parecen contradictorias", subraya Laurent Simon. Queremos que sean áreas naturales protegidas donde florezca una rica biodiversidad y, al mismo tiempo, queremos utilizar cada vez más materiales de origen biológico en la transición energética. Queremos poder practicar ciclismo de montaña, senderismo…” No es de extrañar que allí aumenten los conflictos de uso. "En Francia, donde dos tercios de los bosques son de propiedad privada, vemos cada vez más conflictos entre los propietarios de los bosques, los operadores y el público en general, en particular en torno a la tala rasa, que este último tolera cada vez menos", afirma Guillaume. Decocq.

¿Quién es realmente el dueño del bosque?
 
 
Una verdadera pregunta, según el botánico que analiza la última evolución de la legislación francesa en la materia. “A partir de ahora, cualquiera que entre en un bosque privado, incluso si no está vallado, se expone a una multa. A principios de 2024, en los Vosgos, el nuevo propietario de un bosque atravesado por varias rutas de senderismo hizo saber que prohibía todo acceso a su bosque..."
Práctica de la BTT en el parque natural regional de los Vosges du Nord
¿Constituyen nuestros preciosos bosques un bien común para la humanidad y, más allá de eso, para todos los seres vivos? ¿Cómo podemos conciliar todas nuestras necesidades? “Están empezando a desarrollarse nuevas prácticas silvícolas, más respetuosas con el ecosistema forestal”, indica Laurent Simon, que sigue convencido: el bosque puede existir con el hombre. “El bosque está antropizado desde hace miles de años”, argumenta el geógrafo. El bosque europeo de la Edad Media era todo menos un espacio salvaje. Incluso la selva amazónica actual, que erróneamente pensamos que es salvaje y virgen, es el resultado de la acción humana durante milenios. »

Historia del bosque, bosque y clima, biodiversidad, prácticas silvícolas... son algunos de los temas de nuestra serie de verano dedicada al bosque, que se puede encontrar todos los lunes en lejournal.cnrs.fr.

(Este artículo está tomado de la carpeta "El bosque", un tesoro a preservar, originalmente publicado en el No. 16 de la revista Carnets de science, disponible en librerías y relevo.)
Lo hemos leído aquí
-----

16 abril 2022

DINO BUZZATI (Italia, 1906-1972)
El secreto del Bosque Viejo
 
(...) Sólo los niños, aún libres de prejuicios, se daban cuenta de que el bosque estaba poblado por genios y, aunque tuvieran un conocimiento muy vago del asunto, hablaban con frecuencia de ello. Con el paso del tiempo, sin embargo, también ellos cambiaban de opinión, dejando que sus padres les imbuyeran necias patrañas...

… El coronel se sentó en el suelo, a los pies de un abeto. A su alrededor estaba el bosque, el antiquísimo Bosque Viejo, preñado de una misteriosa vida. Poco a poco el silencio se llenó de tenues voces. A las diez de la noche se percibió el sonido del viento.
      -¡Mateo! ¡Mateo!- volvió a gritar Sebastiano Procolo, reanimado por la esperanza. Pero aquel viento no era Mateo y continuó deslizándose indiferente sobre las copas de los árboles. Diez, doce ecos respondieron esta vez a la llamada, cada vez más débiles y lejanos, hasta que el aire sólo quedó una tenue resonancia.
     Sebastiano Procolo se resignó cansado. El venerable bosque comenzaba a vivir una noche nueva y se despertaba del sopor diurno. Tal vez en la oscuridad los genios salieran de los troncos y vagaran realizando quehaceres desconocidos, pensó Procolo. O tal vez estuvieran reunidos en multitud justo alrededor de él, invisibles en la noche cerrada. Tal vez hubiera salido la luna detrás de la capa de nubes. Tal vez las tinieblas no se acabarían nunca. Tal vez el sol nunca saldría. Tal vez la oscuridad permanecería para siempre. (...)

   ----- 
Resumen y sinópsis

El secreto del Bosque Viejo (1935), la segunda obra de Dino Buzzati, es un relato fantástico, de una sencillez esencial, que puede leerse como fábula para adultos o como relato para niños. Buzzati simboliza la riqueza del mundo en el pequeño universo de un bosque milenario y mágico. El secreto del Bosque Viejo es un canto a la infancia y a la imaginación, y también a la naturaleza, como territorios a los que todos pertenecemos originalmente y donde reside lo mejor de nosotros. Robert Baudry afirmó: "¿Cómo no reconocer en El secreto del Bosque Viejo una obra rica, poética, llena de ecos…? ¿El secreto del Bosque Viejo? Sin duda, la obra maestra, maravillosa, de Buzzati"
Se puede leer en la red.
-----

27 marzo 2022

Viaje por la BR3-19 de la Amazonia

NAIARA GALARRAGA GORTÁZAR (en El País) Imagenes: AVENER PRADO

 
Recorrer los casi 900 kilómetros de la calzada que cruza una de las áreas de selva mejor preservada de Brasil permite observar a simple vista cómo avanza la deforestación. Bolsonaro pretende asfaltarla del todo

(...) Esto es Realidade, tierra prometida para buscavidas y pobres. Y esta, la primera gasolinera tras conducir 500 kilómetros desde el norte por la BR-319, la carretera más controvertida de la Amazonia. Completar el asfaltado es la gran promesa del presidente Jair Bolsonaro para la región, una de las más pobres de Brasil. Lo considera estratégico para el desarrollo económico local. Recorrerla entera, de Manaos a Porto Velho, incluidos los 400 kilómetros de tierra, permite a un equipo de EL PAÍS observar a simple vista el impacto que producen los colonos que desembarcan atraídos por promesas y tierras a buen precio. La deforestación avanza veloz.
Una casa a pie de carretera a su paso por la comunidad de Igapú Açu, km 260, el 20 de octubre.
     En los últimos años ha crecido hasta merecer escuela y ambulatorio, un boom que se asienta en lucrativos negocios que diezman la selva: la tala ilegal de madera, la cría de ganado o cultivos de soja que atraen a gentes de otros Estados.
      En el mapa, la vía es una rayita minúscula. A vista de dron, una línea recta anaranjada en un tupido manto verde que parece brócoli. Probablemente pocos de los que participan en la cumbre COP26 de Glasgow saben de su existencia, pero los que observan el mayor bosque tropical del mundo no le quitan el ojo. El desenlace de esta obra dirá si la parte más virgen de la selva amazónica sigue protegiendo la biodiversidad y capturando dióxido de carbono o no. Y eso influirá en el resto del planeta porque las selvas como esta son cruciales para regular la temperatura global. El pueblito de Realidade es una sucesión de bares, moteles, camiones, talleres, templos evangélicos y casitas de madera en calles de tierra que a menudo se convierten en un lodazal.
     La ley resulta un concepto lejano y maleable. Es un territorio tenso donde prevalecen los hechos consumados y el recelo hacia el foráneo que husmea. Nadie llega de turismo o por error, se viene con un objetivo.  Cualquiera está en alerta constante. Y en cientos de kilómetros no hay un policía. Los locales esperan ansiosos el pavimento hace décadas, convencidos de que traerá prosperidad. Para científicos y ecologistas, es un escenario de pesadilla. Temen que el monstruo que han visto crecer en Realidade en estos años ascienda carretera arriba.
     Los 887 kilómetros de la BR-319 cruzan una de las zonas mejor preservadas de la selva que cubre la mitad de Brasil, una superficie del tamaño de la Unión Europea repleta de ríos, corrientes y lagunas. Durante medio año, el trazado es un barrizal. Los viajeros dejan atrás granjas bautizadas como Grande Esperanza, Tierra Rica o Dios Me Dio.

     Entre los más implicados en la batalla a favor del asfalto se encuentra Dona Mocinha. Tiene una pousada en el kilómetro 260, gafas enormes y empuje suficiente para ir a la escuela nocturna a sus 64 años. Se instaló en Igapó Açu hace décadas, una comunidad de palafitos de madera para evitar las crecidas. “Hubo una época en que desde noviembre hasta mayo por aquí no pasaba nadie, naaaadie”.
     Ahora, con la carretera más o menos transitable todo el año, ve desde su porche más trasiego de camiones y 4x4. “Dicen que la carretera (asfaltada) va a tener impacto, pero ¿qué impacto? Mire, yo no soy bióloga, pero el mayor impacto se generó cuando la construyeron”, en los setenta, durante la dictadura. Debió de ser una obra titánica porque el terreno es pantanoso y, por eso, es un área muy productiva, rica en biodiversidad. “Surcada por ríos muy ricos en peces, cocodrilos y mosquitos”, explica Rómulo Batista, de Greenpeace.

Dona Mocinha, vecina de Igapó Açu, que queda dentro de una reserva ecológica. Pertenece a la Asociación de Amigos y Defensores de la BR-319.
    
     Incluso la simpática Dona Mocinha, de la Asociación de Amigos y Defensores de la BR-319, sabe que las mejoras que el pavimento traería a su vida no vendrían solas. “Cuando llega el desarrollo llega la deforestación, invasiones, prostitución, drogas… pero más preocupante es no tener la BR-319 para ir y venir”, reflexiona en su mecedora. Se sienten atrapados en este bellísimo pero aislado rincón porque es la única conexión terrestre de Manaos, capital del estado de Amazonas, con el corazón de Brasil.

     Las presiones han llegado hasta la casa de la señora antes que el asfalto de la mano de compatriotas venidos de lejos con jugosas ofertas, atraídos por las fabulosas oportunidades que vislumbran. “Vienen muchos desde Rondonia o Mato Grosso. Buscan terreno, terreno, terreno. Ya les digo que no, que no tengo tierras para vender, que esto es ¡una reserva natural! Mire, llegué hace 44 años y jamás he vendido un lote de tierra. Y eso que hasta me han amenazado de muerte”, explica. Vender parcelas de una reserva es delito. Pero descomunales extensiones de tierras públicas flanquean la carretera. Cualquiera se apropia fácilmente de ellas con documentos falsos y complicidades políticas. El llamado grillagem.
     El panorama es un aperitivo del catastrófico escenario que anticipan científicos como la agrónoma tropical Jolemia Chagas, que monitoreó el tramo de carretera entre los kilómetros 250 y 280. “El asfaltado va a intensificar las invasiones de los últimos cinco años”, alerta. Eso trae especulación inmobiliaria, conflictos violentos con los locales y agrava problemas ambientales de consecuencias tangibles. Detalla que “la retirada de la cobertura forestal interfiere directamente en la producción de los ríos voladores (corrientes de vapor de agua) que abastecen parte de Sudamérica, influyendo directamente en la producción agrícola”.
     La zona está poblada de familias que viven, principalmente en los extremos de la vía, de la agricultura de subsistencia o del comercio. E indígenas, 18 pueblos dispersos y alejados de la carretera principal. Una de las calzadas de tierra secundarias que empezaron a construir prácticamente toca el territorio donde vive un grupo de nativos aislados, unas 30 personas, probablemente descendientes de los juma que sobrevivieron a una matanza en 1964, explica el indigenista Pedro da Silva, del Consejo Misionero Indígena.  

Un equipo de mantenimiento trabaja en un tramo asfaltado de la carretera a su paso por Careiro do Castanho.

     Con el aumento de tráfico, surgieron restaurantes, granjas e iglesias. Por la ruta, circulan camiones, coches que cargan toda la vida de alguien que persigue un futuro mejor, o el negocio de su vida, sea lícito o no, moteros cincuentones de aventura… Recorrerla significa salir de Manaos por una calzada con los carriles cuidadosamente pintados de amarillo y los arcenes, de blanco. Al poco, el río Amazonas, que se cruza en balsa. El transporte fluvial, caro y lento, es lo más habitual.
     Km 198. Fin del asfalto. Bienvenidos al llamado trecho del medio, el que perdió el pavimento a finales de los años ochenta por el abandono. Gracias a eso y a las reservas ambientales e indígenas creadas a partir de entonces, el impacto de los humanos es mucho menor que en otras regiones amazónicas.
     Incluso el ojo menos entrenado distingue desde el 4x4 cuándo se circula dentro de una reserva ecológica. Los árboles y la vegetación forman un manto verde tan tupido que impide ver más allá. Pero los mejores ojos sobre la región son los satélites, que fotografían parcelas de tres metros para medir dónde y a qué velocidad es destruido el bosque tropical. La deforestación ya estaba al alza, pero con Bolsonaro se ha disparado. El último año fue el peor de los últimos 12, con la desaparición de 11.000 kilómetros cuadrados de árboles. Como si cada minuto del último año la Amazonia hubiera perdido el equivalente a tres campos de fútbol, apunta Greenpeace. 

     El fazendeiro (granjero) Joeliton Silva, 53 años, no niega la deforestación. Él mismo contribuye hace años abriendo caminos entre la vegetación para otros que luego talan los árboles más valiosos en un negocio multimillonario. Desafía a los periodistas a contar lo que llama “la verdad”, una tesis que pivota sobre el siguiente argumento: la magnitud de la selva es tal que el destrozo es nimio. Contra el consenso científico y citando a un científico concreto, el afable Silva afirma que “el efecto de la acción humana sobre la temperatura es insignificante”. Y para rematar, echa sus cuentas: “A esta velocidad tardaremos 140 años en deforestar el 10% de Brasil”. Es un discurso que difunde por YouTube desde su casa, a las afueras de Realidade, la ciudad de los aventureros.
     Está convencido de que la alarma internacional ante la desaparición de la riquísima flora y fauna amazónica es desmesurada, nada más que una excusa para camuflar la codicia de los extranjeros que pretenden arrebatar a Brasil sus riquezas naturales. Dueño de dos haciendas que suman 6.400 hectáreas, tiene una a la venta porque su incursión en la piscicultura no ha cuajado. Pese a la abundancia de ríos, también los crían.
     Contribuir a actividades ilícitas no le quita el sueño a Silva porque, asegura, deforestar legalmente es imposible. Lo ha intentado, es arduo y ni siquiera sale a cuenta. Es mejor negocio, añade, hacerlo a las bravas, y si te pillan recurrir y recurrir las multas. Entregado a Bolsonaro, muestra orgulloso un vídeo en el que abraza al ministro de Infraestructuras mientras este afirma que “la BR-319 ya se está materializando”.
     El discurso de Bolsonaro de que la protección medioambiental lastra el desarrollo cala hondo y da alas a la explotación predatoria, el lucro fácil y la impunidad. Brasil lucha contra su imagen de villano ambiental. Triunfa “la idea perversa de que, si el resto de los países deforestaron para desarrollarse, ese es el precio a pagar”, afirma Fernanda Meirelles, en Manaos, en la sede del Observatorio BR-319, una alianza de ONG que supervisa la carretera. “No estamos contra la calzada, pero queremos que antes [de asfaltar] se resuelvan los problemas de titularidad de la tierra, de fiscalización, cómo gestionar las unidades de conservación [reservas ecológicas]…”, dice. Tras unas prolijas explicaciones de los innumerables desafíos, remata sonriente: “Mi sueño sería una pasarela elevada”. 

Joeliton Silva, que abre caminos para los madereros y posee 6.400 hectáreas de tierra, posa ante su granja en Realidade

      Dona Mocinha participó en las recientes audiencias públicas, la mejor muestra de que el proceso burocrático avanza. El Gobierno de Bolsonaro ha dado más impulso al proyecto que cualquier predecesor. Falta que el Ibama, organismo gubernamental que gestiona la política medioambiental, autorice o no el asfaltado. Ninguno de los consultados cree que lo rechace, pero las ONG recuerdan que los indígenas deberían haber sido ya consultados. Asomaría luego el desafío de la financiación.
     A menudo, un camión atrapado en un barrizal corta en seco la circulación, incluso en estos días del final de la temporada seca. Un factor acude al rescate. Impresiona ver cómo patina el inmenso tráiler. Ocho días llegó a estar atrapado el camionero Aulcides Costa, de 49 años. “A los cinco días se nos acabó la comida y el agua mineral”, recuerda.
     Etas áreas vivían incomunicadas hasta que internet les abrió una ventana al mundo, los convirtió en comunidad y los entretiene durante la larga estación de lluvias. Resulta muy útil. Cualquiera puede saber casi en tiempo real cómo está la ruta gracias a los 46 grupos de WhatsApp de la Asociación de Amigos de la BR319, que suma 10.000 socios. 

     A medida que se avanza hacia el sur, surgen claros en el arcén. Cada vez más frecuentes y mayores. De repente, vacas y más vacas pastando plácidamente. La bucólica escena disfraza su nefasto efecto sobre la Amazonia. Las propias reses y la tala de árboles para abrir pastos son los principales responsables de las emisiones brasileñas de gases de efecto invernadero, esas que aquí aumentaron incluso el año de la pandemia mientras a nivel mundial se desplomaron por el inédito parón. Tras la tala, los pastos sirven para ademarse de la tierra y luego llegan los cultivos de soja. En el aparente caos existe un método.
     El empresario Antonio Graças, de 71 años, está convencido de que es ahora o nunca. En su almacén en Careiro de Castanho, rodeado de camas, electrodomésticos y ventiladores, opina que nadie más propicio que un presidente formado en los cuarteles y nostálgico de la dictadura, con un ministro de Infraestructuras que sirvió como militar en Amazonia, para dar continuidad al proyecto impulsado por los generales hace medio siglo. Desbravaron la selva para construir carreteras. Donaron tierras. En plena Guerra Fría, la obsesión era poblar aquella inmensidad, habitada durante milenios por indígenas, para asegurarse de que nadie se la arrebatara. “Integrar para no entregar” era el lema de la época. 

El puente sobre el río Madeira en Porto Velho, la ciudad donde termina la carretera que parte de Manaos, 900 kilómetros al norte

     Graças desea fervientemente que Bolsonaro no deje pasar la ocasión. “Si no da un empujón inicial para que una empresa haga 100 kilómetros, otra, otros 100… no va a salir. Entonces, solo Dios dirá”. El empresario descarta cualquier riesgo de que aumenten los delitos ambientales porque para eso está el Estado; y enumera una larga lista de instituciones con potestad fiscalizadora. Sobre el papel la tienen, la práctica es otro cantar. Hacia el final de la BR-319, donde se cruza con la mítica carretera Transamázónica, se llega a Humaitá. Una turba incendió en 2017 la sede del Ibama en la ciudad. La vegetación ya cubre las ruinas del edificio. El vicepresidente del país, el general Hamilton Mourão, admite que, con el asfalto, el riesgo de desforestación aumentará y sostiene que habrá que reforzar la vigilancia, pero apunta que también facilitará la llegada de la Policía Federal a estas tierras remotas.

-----

24 marzo 2022

HANNAH MADDISON-HARRIS
El rol de los árboles como productores de lluvia

Entrevista sobre el papel de los bosques como recicladores de lluvia y la misión del programa científico sobre bosques más grande del mundo.

Es una idea extendida que el agua es transpirada por los árboles y luego se pierde fuera del paisaje. Pero la investigación ha demostrado ahora que esta agua, en lugar de desaparecer, regresa en forma de lluvia, ya sea sobre la misma área o en otro lugar, en un proceso denominado “reciclaje de precipitaciones”.

En un foro de discusión del Global Landscapes Forum celebrado en Bonn-2017, Alemania, se examinó el papel de los bosques en la regulación del ciclo del agua y se analizó investigación que sugiere que la vegetación cumple un papel fundamental en la frecuencia e intensidad de las lluvias. También se exploró cómo esto puede afectar la restauración del paisaje, la gestión del recurso hídrico y la adaptación al cambio climático.

“Desde hace mucho, se sabe que los bosques tienen una influencia muy importante sobre el cambio climático, principalmente a través del ciclo del carbono”, dijo Vincent Gitz, director del Programa de Investigación del CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería (FTA por sus siglas en inglés), quien moderó parte del debate. “Lo que estos hallazgos nos dicen ahora es que debemos tomar en cuenta el papel de los bosques en el ciclo del agua y luego sus efectos en los climas locales, regionales y continentales”.

Durante el Global Landscapes Forum, Los Bosques en las Noticias conversó con Gitz sobre esta visión integral del ciclo del agua, las potenciales implicaciones de la investigación en las políticas y las acciones, así como sobre el papel del FTA como una gran asociación de investigación para el desarrollo.

¿Cuál es el papel del FTA en la investigación para el desarrollo?

El Programa de Investigación del CGIAR sobre Bosques, Arboles y Agroforestería es la mayor asociación de investigación para el desarrollo que aborda importantes temas como la contribución de los bosques, los árboles y la agroforestería al desarrollo sostenible, a la lucha frente al cambio climático, a resolver el problema de la seguridad alimentaria, y las acciones para lograr paisajes sostenibles.

“Paisaje” es un concepto muy amplio. La ciencia del FTA abarca investigación en temas que van desde los recursos genéticos hasta los medios de vida, las cadenas de valor y los impactos —incluidos impactos amplios y de gran escala, como el cambio climático—, y cómo todos interactúan en conjunto en un paisaje. El FTA aporta investigación en desarrollo, es decir, investigación que se realiza con actores para el desarrollo y se incorpora a programas de desarrollo, teniendo en cuenta las necesidades y las expectativas de las partes interesadas e integrándolas en la investigación que se está llevando a cabo.

Al ser una asociación global, el FTA ofrece soluciones que se adaptan a diferentes tipos de situaciones en todo el mundo. Y tiende puentes entre el mundo de la investigación y el mundo de los actores del desarrollo para la cogeneración de conocimiento y soluciones derivadas de la ciencia.

¿Qué ha traído el FTA a este GLF Bonn 2017?

El FTA proporciona ciencia y conocimientos y una base de evidencia para las discusiones entre las partes interesadas que se dan cita en el GLF, en ocasiones sobre cuestiones muy difíciles o muy controvertidas. En este GLF de Bonn, hemos destacado tres temas principales.

El primero es el papel de los bosques y los árboles en el ciclo del agua, lo que denominamos la nueva ciencia del “reciclaje de precipitaciones”. El segundo tiene que ver con la restauración del paisaje forestal y con proporcionar un conjunto de soluciones para entender qué árbol se debe plantar en qué lugar, en qué contexto, y también cómo la agroforestería puede ayudar a la restauración de la tierra y promover la seguridad alimentaria al mismo tiempo. El último punto es acerca del financiamiento y sobre cómo los actores y las inversiones financieras pueden orientar la forma en que las cadenas de valor impactan en los paisajes, para avanzar hacia paisajes sostenibles.

¿Cuáles son las principales lecciones derivadas de este Foro organizado por el FTA?

El debate logró actualizar a las partes interesadas y a los formuladores de políticas con los últimos hallazgos científicos sobre el reciclaje de precipitaciones, para que pudieran, en primer lugar, aprender acerca de esta nueva ciencia, pero también considerar cómo estos elementos pueden ser incorporados en los diferentes marcos institucionales con los que trabajan, ya sea la gestión del agua, la gestión forestal o la gestión de la tierra.

Se sabe desde hace tiempo que la vegetación influye en el ciclo terrestre del agua sobre el terreno: precipitaciones que se convierten en escorrentía, los problemas para el control de las inundaciones, etc. Lo que es menos conocido es que la vegetación y la cobertura terrestre influyen en la parte atmosférica del ciclo del agua, lo que significa que está en marcha una suerte de cambio de paradigma: de una situación en la que los árboles y los bosques son importantes para el manejo de las cuencas hidrográficas, a una en la que los árboles y los bosques son importantes para el manejo de las precipitaciones a diferentes escalas.

Es una percepción diferente acerca de cómo se produce y consume el agua en un ecosistema y cómo podemos gestionar mejor los ecosistemas para proporcionar recursos hídricos a la agricultura para la adaptación al cambio climático.

¿Cuáles son las implicaciones de estos nuevos hallazgos para el clima, la tierra, el agua y las políticas y acciones relacionadas?

Estos conocimientos pueden tener implicaciones importantes ya sea para las políticas climáticas, las políticas de tierras o las políticas de agua. Se sabe desde hace mucho que los bosques tienen influencias muy importantes sobre el cambio climático a través, principalmente, del ciclo del carbono. Lo que estos hallazgos nos dicen ahora es que debemos tomar en cuenta el papel de los bosques en el ciclo del agua y luego sus efectos en los climas locales, regionales y continentales.

Este tipo de debates en el GLF son importantes porque ayudan, en primer lugar, a que diferentes partes interesadas entiendan las diferentes perspectivas sobre el tema técnico, y luego también puedan compartir entre sí sus puntos de vista y sus inquietudes y expectativas al respecto.

Y otro punto importante en el GLF es que no se trata de un foro de negociación formal. Ello nos permite sintetizar nuevas ideas y presentar innovaciones que luego pueden madurar, perfeccionarse y ser llevadas a otros tipos de plataformas más formales, ya sea a nivel nacional, con el gobierno, o a nivel internacional, por ejemplo a convenciones internacionales.

-----

21 diciembre 2021

Misión: Proteger el Bosque de Cabañeros (y 3)

CLEMENTE ÁLVAREZ, en "El País"
Cabañeros: temor al cambio climático
Ciervos en el parque nacional de Cabañeros, que estuvo a punto de convertirse en campo de tiro. JUAN MILLÁS

Un poderoso bramido retumba en la oscuridad de la noche. Entre las encinas y alcornoques del parque nacional de Cabañeros, dentro de un saco de dormir en el suelo, Carlos de Hita (Madrid, 1959) cumplió este otoño con una tradición que repite todos los años: grabar la berrea, el estruendoso celo de los ciervos. Este especialista en sonidos de la naturaleza lleva 35 años escuchando los bosques. Empezó por casualidad, es taba grabando documentales con Joaquín Araújo y de pronto hubo que sustituir al técnico de sonido; nunca había pensado en dedicarse a esto, pero ya no pudo desengancharse. En su última visita a Cabañeros de este año, colocó varios micrófonos para grabar durante toda la noche, cuando el bosque ya no se puede ver con los ojos, pero sí con los oídos. “La berrea es el sonido más espectacular del bosque, resulta hipnótico”, dice.
     Cabañeros no es solo la raña, la llanura que le ha valido el apelativo del Serengueti español. Este espacio de excepcional valor entre Ciudad Real y Toledo constituye una de las mejores representaciones de bosque mediterráneo del país. En su autobiografía, Río arriba, el ecologista Santiago Martín Barajas relata cómo en abril de 1987 le cogió prestado un coche Renault 12 a su padre y comenzó con otras cuatro personas la ocupación de la finca a la que pertenecían estas tierras para evitar que se convirtiesen en un campo de tiro del Ejército del Aire. Esa loca acción de unos pocos, a la que se fue sumando mucha más gente, tuvo una gran repercusión mediática y un año después el Gobierno de Castilla-La Mancha declaró Cabañeros espacio protegido. Hoy, este parque nacional integra 40.800 hectáreas, con bosques de encinas y alcornoques, junto a quejigos y robles, una gran extensión formada en un 45% por fincas privadas. Al igual que el olor a jara y romero lo impregna todo, este ecosistema también desprende un sonido particular. “Cada bosque tiene su propia banda sonora, que es diferente en cada momento del año y en cada momento del día”, recalca De Hita. Lo que le llega a través de sus auriculares constituye una información muy valiosa, una huella sonora que muestra el valor de cada ecosistema. En las más de tres décadas que lleva coleccionando registros sonoros, ha percibido de forma clara cómo ha ido cayendo el sonido de los animales silvestres.

Cabañeros cuenta con una de las mejores representaciones de bosque mediterráneo de todo el país. JUAN MILLÁS
     Junto a la disminución del uso de la madera o la despoblación del mundo rural, el calentamiento del planeta es otro de los factores que más pueden transformar los bosques españoles. En el caso de Cabañeros, Ángel Gómez Manzaneque, director de conservación, asegura que en el parque nacional ya lo están notando de dos formas muy concretas. En primer lugar, este espacio protegido cada vez dispone de menos zonas con las condiciones de humedad requeridas para uno de sus árboles emblemáticos: el quejigo. Para intentar evitar que esta especie desaparezca del parque, no queda más remedio que plantar ejemplares en zonas acotadas. Por otro lado, también están constatando un cambio en el régimen de lluvias que está alargando la propia berrea. Los ciervos no encuentran ahora la hierba con la que se alimentaban en octubre, en la montanera (una especie de pequeña primavera), por lo que están postergando su reproducción.
     ¿Qué va a ocurrir con los bosques ibéricos según vaya aumentando la temperatura? A partir de los datos actuales, se sabe que la masa forestal está creciendo y que se está produciendo un avance de las especies frondosas (como encinas o hayas) frente a las coníferas (pinos). Jordi Vayreda, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales ­(CREAF, en sus siglas en catalán), indica que esto no tiene que ver tanto con el cambio climático como con una disminución de la intervención humana en el campo. Después de estudiar la actual mortalidad de árboles por el calor, su conclusión es que, en un primer momento, “los bosques de la España verde, como los de Galicia o la cordillera Cantábrica, son los que más van a sufrir, pues están menos adaptados a la sequía”. No obstante, lo que ocurra a más largo plazo dependerá de cuánto se deje que se caliente el planeta. “Todo es especulativo, pero es previsible que si los cambios son muy drásticos haya hasta especies arbóreas muy adaptadas que acaben desapareciendo de algunas zonas”, afirma este investigador. “Incluso el pino carrasco, el árbol del país que más resiste, tiene un límite”. Como destaca Vayreda, este cambio climático está siendo muy rápido, mientras que las dinámicas de un bosque son lentas, por ello considera que los humanos pueden ayudar a que estos ecosistemas estén mejor preparados por medio de la gestión forestal, plantando especies más resistentes o retirando ejemplares de forma selectiva para reducir la competencia por el agua. El abandono de estos espacios arbolados y la acumulación de madera, unido al cambio climático, supondría disparar el riesgo de que el bosque termine envuelto en llamas.

-----

18 diciembre 2021

Misión: Proteger el Hayedo de Zilbeti (2 de 3)

CLEMENTE ÁLVAREZ, en "El País"
Hayedo de Zilbeti: un ‘guernica’ forestal

Hace ocho años, vecinos de Valle de Erro, en Navarra, cargaron un generador eléctrico en un tractor y lo llevaron al hayedo de Zilbeti. Allí, de noche, enchufaron un proyector con una imagen del cuadro del Guernica y dirigieron la luz contra los árboles. La genial obra de Picasso apareció así en mitad del bosque, diseminada por una treintena de hayas, en un valioso monte que iba a ser arrasado para abrir una cantera de la empresa Magnesitas Navarras. “Nos dijeron que teníamos que salir en la prensa, que había que conseguir que esto se viera”, cuenta Edurne Errea (Aurizberri/Espinal, 1987), que sin tener mucha idea de dibujar subió al hayedo varias gélidas noches para pintar el Guernica: “Para nosotros representaba la supervivencia en medio de la destrucción”. Primero dibujaron el contorno de la imagen proyectada sobre los troncos y luego numeraron cada fragmento de la obra según el color que debía llevar. Cuando lo tuvieron listo, unos cuantos días después, llamaron a más gente de los pueblos, repartieron pinceles y se pusieron todos a colorear los árboles.
       En pleno otoño de 2020, este bosque caducifolio del Pirineo navarro huele a tierra mojada y en el paisaje empiezan a aparecer los primeros amarillos; pronto irán encendiéndose todavía más las hojas, multiplicándose las pinceladas de ocres, rojos, naranjas. Aunque la mayoría de esta masa forestal está formada por hayas, también se pueden encontrar arces, robles, castaños, alisos, avellanos, bojes… Una selva de tonalidades en la que los musgos y acebos aguantarán verdes aun cuando el resto de hojas muden de color y caigan al suelo. El hayedo de Zilbeti se salvó tras una sentencia del Tribunal Supremo de 2017 que tumbó el proyecto minero para extraer magnesita. Aunque los promotores defendían que la cantera afectaba directamente solo a un 0,25% de las más de 9.000 hectáreas de la Zona Especial de Conservación Monte Alduide, el fallo destacaba que de llevarse a cabo se incumplirían la mayoría de los objetivos del plan de gestión de este valioso espacio protegido de la red europea Natura 2000. Del  Guernica ya sólo quedan hoy restos descoloridos en algunos troncos, pero estos árboles se han convertido en un símbolo de resistencia. Con sus pinceles, los vecinos rebeldes de un valle de apenas 800 habitantes, consiguieron que su bosque saliera en los periódicos y que la gente viniera a verlo. Tuvieron que repintarlo de nuevo dos veces más, por la lluvia y por las pintadas encima a favor de la cantera.
     
El hayedo de Zilbeti, al norte de Navarra, donde hace ocho años una iniciativa ciudadano-artística salvó el bosque de una tala masiva. JUAN MILLÁS
     “En estos valles, el bosque es una parte muy esencial de la vida de las personas”, incide Errea. Cada año, en estos pueblos se reparte a cada casa un lote de árboles, cuatro o cinco ejemplares, unas 10 toneladas de madera. “Las familias tienen que tirarlos y partirlos, pues será con lo que se calienten en invierno”, explica esta vecina de Espinal (250 habitantes), que añade: “Aparte de los árboles y los animales, el hayedo representa un espacio de ocio y nos da hongos en otoño, pero sobre todo nos hace ser quienes somos, vivimos en un bosque, es nuestra esencia”. El proyecto de la cantera surgió en plena crisis económica, cuando más se necesitaban los puestos de trabajo, por eso hubo mucha tensión en los pueblos cuando una parte de los habitantes salió en defensa del bosque.
   
Restos del Guernica pintado hace ocho años en el hayedo de Zilbeti (Navarra) tal y como están en la actualidad. JUAN M.
    El hayedo de Zilbeti suena a agua y madera. Dentro de este bosque mágico se escuchan el rumor del río y las gotas de lluvia al caer sobre las hojas. Pero sobre todo sorprende el repiqueteo de los pájaros carpinteros contra los troncos. Con unos 25 centímetros de tamaño y un llamativo plumaje negro y blanco, el pico dorsiblanco es uno de los carpinteros más escasos del país y una de las razones de que los tribunales pararan la cantera. Esta ave en peligro de extinción vive acantonada en unos pocos bosques del Pirineo navarro, resonando su alegre tamborileo en la misma zona donde estaba proyectado el agujero de la mina a cielo abierto. “¿Acaso el pájaro carpintero no tiene alas para volar si se abriese una cantera?”, llegó a decir el alcalde de Valle de Erro, Enrique Garralda, para defender el proyecto minero. Así figura en un artículo de 2015 recogido en el álbum de recortes del que va pasando las hojas Juan Luis Martínez Sagardía en su casa de Zilbeti, una localidad en la que apenas viven 30 personas todo el año. “Esta vez ha salido bien, pero no es lo habitual que se salve el bosque”, señala el presidente de la coordinadora en defensa del monte Alduide, que reclama más apoyo para la gente que queda en los pueblos.
Madera de haya para el uso de los vecinos. JUAN MILLÁS

     Mientras tanto, Magnesitas Navarras ha comenzado los trámites para abrir otra cantera en el paraje de Artesiaga, ahora en el valle de Baztán, pero también dentro de la ZEC Monte Alduide. “Hoy nos quedan de siete a ocho años de mineral en el yacimiento que estamos explotando en Eugi y la alternativa es el proyecto en la zona de Artesiaga”, afirma Javier Creixell, director general de esta empresa. “En Zilbeti el proyecto era técnicamente impecable, pero es cierto que nos llevamos un buen varapalo, de ahí hemos aprendido”, subraya. “No supimos explicarlo”. La empresa tuvo entonces todos los apoyos de las administraciones locales, pero se topó con este puñado de vecinos rebeldes, ayudados por la organización SEO/BirdLife. “Ahora siento el bosque como más nuestro”, comenta Edurne Errea, que asegura que el Guernica no se volverá a pintar a pesar de las peticiones. “Ya con la sentencia, el hayedo tiene que volver a su ser, que es la idea de todo esto, nosotros nos nutrimos del bosque mientras vivimos aquí y luego lo dejamos para que puedan seguir usándolo las futuras generaciones”.

El pueblo de Zilbeti, donde viven apenas 30 personas. JUAN MILLÁS

-----

15 diciembre 2021

Misión: Proteger el "Pinar de los Belgas" (1 de 3)

CLEMENTE ÁLVAREZ, en "El País"
Pinar de los Belgas, ¿árboles en peligro?

Pinar de los Belgas desde la caseta de vigilancia de Cabeza Mediana, en la vertiente madrileña de la sierra de Guadarrama. JUAN MILLÁS
[URGENTE: Desde el día 3 de Diciembre de 2021 este paraje ya pertenece al Estado Español ]
Nos adentramos en las historias y los sonidos de tres bosques que fueron salvados y que hoy se enfrentan a nuevas amenazas, como la despoblación o el cambio climático.
Su realidad podía haber sido muy diferente. Pero estos tres enclaves naturales extraordinarios en la Sierra de Guadarrama, el Pirineo navarro y los Montes de Toledo sobrevivieron gracias al empeño de personas que supieron apreciar y defender su valor ecológico.

Al final de una empinada escalera de metal con 23 peldaños de subida se llega a una solitaria caseta de vigilancia en lo alto de una loma, cerca del pueblo madrileño de Rascafría. Es el Pinar de los Belgas, un bosque único, justo fuera de los límites del parque nacional. Desde aquí arriba, a unos 1.680 metros de altura, se abre una vista espectacular: un agitado mar de árboles cubre de verde las montañas, entre las cumbres de la sierra de Guadarrama. Es el Pinar de los Belgas, un bosque único, justo fuera de los límites del parque nacional. A esta misma atalaya, pero sin escalera, subía trepando por la roca en los años ochenta el escritor y naturalista Julio Vías (Madrid, 1957), cuando de joven trabajaba en verano como guarda para controlar los incendios. Pasaba en este puesto de vigía 10 horas al día, sin hablar con nadie, solo pendiente del bosque. Eran unas interminables jornadas en las que los sonidos del pinar se mezclaban con música clásica y canciones de Alaska y Dinarama. Ver de pronto a pocos metros un águila real o un buitre negro era la recompensa. “Haber trabajado siete veranos aquí es algo que se lleva en la mochila toda la vida”, afirma más de tres décadas después en la misma caseta. Pocos conocen estos pinos tanto como su antiguo guarda.
     Hace unas semanas, un grupo de científicos, académicos y conservacionistas —entre los que se incluye Vías— lanzaron un manifiesto pidiendo al Gobierno que compre este pinar para incorporarlo al parque nacional. Es un bosque de propiedad privada, una circunstancia bastante común en España, donde esto ocurre con el 69% de la superficie forestal arbolada. Lo que no resulta tan habitual son las extraordinarias cualidades del lugar. Este espacio de 2.054 hectáreas, en el que ya crecían pinos en el siglo XIV, primero perteneció a la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia en tiempos de la Reconquista y luego a los monjes del cercano monasterio del Paular. Pero en 1840, tras la desamortización de Mendizábal, fue adquirido por un grupo de empresarios y banqueros belgas que constituyeron la Sociedad Belga de los Pinares del Paular, compañía maderera con sede en Bruselas que explota desde entonces este bosque. Se considera que durante todo este tiempo la gestión forestal del pinar fue modélica: extraían la madera de forma selectiva y no repetían las cortas en una misma zona hasta pasado más de un siglo. Como destaca Vías, otros lotes de los pinares del Paular comprados en la misma época por propietarios españoles fueron talados a matarrasa, sin dejar nada en pie, para conseguir beneficios inmediatos. A comienzos del siglo XX, el entonces director de la sociedad, Henri Dubois, salvó el pinar al rechazar cuantiosas ofertas de Francia por grandes cantidades de madera para reconstruir ciudades destruidas en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, las dificultades actuales por las que pasa el negocio de la madera, un material mucho menos usado que antes, han complicado la gestión del enclave. De ahí, la alerta lanzada ahora. “Este es un bosque en venta”, incide el naturalista, que asegura que ya no se está cuidando como antes.

El escritor y naturalista Julio Vías, que trabajó aquí de guarda, camina entre los árboles silvestres del Pinar de los Belgas.

     La historia de este pinar se concentraba en un árbol colosal escondido en una recóndita ladera. Sostiene Vías que tenía cerca de 500 años y que era el pino silvestre más viejo de la sierra de Guadarrama. El antiguo guardabosques trató de salvarlo con unos amigos colocando mortero para consolidar el tronco, inclinado y afectado por la pudrición, pero acabó desplomándose en las duras tormentas del invierno de 1996. Aunque el bosque perdió a aquel patriarca, ganó a otros gigantes. En la actualidad, uno de los sonidos típicos es el de los buitres negros cuando pasan volando cerca con sus enormes alas desplegadas, como si fueran buques que hacen silbar el mar. Estas rapaces se han multiplicado en las últimas décadas, formando una de las mayores colonias de la Península. Son una prueba más de la riqueza del Pinar de los Belgas, junto a sus más de 700 variedades de plantas y el centenar de especies de aves nidificantes. “El valor de un bosque así es incalculable. Durante mucho tiempo las arboledas se valoraban solo por la madera, pero hoy se sabe que cumplen unas funciones esenciales, como la conservación de la biodiversidad, la protección del suelo frente a la erosión o el mantenimiento del ciclo del agua”, dice Vías. Tal es así que, a menos de dos kilómetros de la caseta de vigilancia, canturrea el arroyo que luego se convertirá en el río Lozoya, el principal suministro de agua de la ciudad de Madrid.
     “Dentro de la gestión privada, la sostenibilidad tiene que ser también económica. No estoy hablando de ganar mucho, sino de cubrir las nóminas”, comenta Nicolás Lecocq, actual director de la Sociedad Belga de los Pinares del Paular, que defiende el manejo que se hace del bosque. “El contexto del mercado de la madera es difícil, el valor forestal de los montes se ha devaluado”, especifica el responsable de la compañía, que se muestra dispuesto a sentarse con la Administración si surge alguna oferta de compra. Sin embargo, otras voces rechazan esta opción. “Para que no se especule con el precio libre, la figura más adecuada es una expropiación forzosa”, opina Nuria Hijano, jurista especializada en medio ambiente y guía en estas montañas, que cree que este bosque debía haberse incluido desde el principio dentro del parque nacional: “El Pinar de los Belgas y la Cinta de Cabeza de Hierro quizá sea lo que tiene más valor ambiental de toda la sierra de Guadarrama”, recalca.
     En las largas guardias, a cada hora Vías debía coger la emisora y, si no había ocurrido nada, repetir el mismo aviso: “Atención, Rascafría; aquí, Cabeza Mediana, sin novedad”. Ahora sí hay problemas. Mientras camina bajo los pinos silvestres de corteza anaranjada, pisando una crujiente alfombra de acículas y piñas secas, a cada rato mueve la cabeza y señala un árbol muerto, un esqueleto gris todavía en pie. “Antes esto era impensable, en cuanto empezaba a cambiar de color, se bajaba la madera para evitar que se propagaran plagas”, destaca el profesor, que asegura que los pinos se están muriendo a un ritmo inusual, debilitados por las sequías. “Esto está relacionado con el cambio climático, si tuviera hijos me preocuparía; yo no los tengo, mis hijos son estos pinos”.

-----

Como dato adicional que no se mencionaba en el artículo sobre la compra cabe decir que el Estado ha pagado casi 19 millones de euros, algo mas de 9.000€ por Ha.

 Y para quien no quiera entenderlo: "El Pinar de los Belgas tiene una importancia fundamental como bosque protector de la principal cuenca abastecedora de agua de la Comunidad de Madrid, que es la cuenca alta del Lozoya y todos los embalses", dice Julio Vías en elDiario.es

-----