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23 mayo 2025

ANDREA HEILSKOB, 2018
Nuestra casa en el bosque
Libro comentado por CÉSAR-JAVIER PALACIOS

Manual práctico para vivir (o no) en lo más profundo del bosque

¿Y si en este nuevo año nos vamos a vivir a una cabaña en lo más profundo del bosque? Yo siempre soñé con vivir en una casa así. De niño hice varios intentos de construir viviendas en lo alto de los árboles con discretos resultados. ¿Quién no ha soñado alguna vez con algo parecido? El libro ‘Nuestra casa en el bosque’, editado por Volcano, aborda el asunto: tener una vida sencilla, vivir en plena naturaleza como si fuéramos colonos.

Andrea Hejlskov lo soñó y tuvo los arrestos necesarios para hacerlo. Ella, su marido y sus cuatro hijos, uno apenas un bebé. Lo vendieron todo para seguir ese sueño. Quemaron sus naves y con apenas lo puesto se internaron en un mundo forestal totalmente desconocido. Eran de Dinamarca y se fueron a los bosques de Suecia, eran oficinistas y quisieron ser autosuficientes, vivir de lo que da el campo, escapar del mundo consumista, luchar por reaprender tareas esenciales como cortar leña, encender fuego, lavar ropa en el río o construir su propia cabaña con troncos de los árboles. Una idea preciosa. Hermosa. Pero como era de esperar, más idílica que realista.

Nuestra casa en el bosque (Volcano Libros, 2018) narra la descabellada decisión de toda una familia por comenzar una nueva vida, más auténtica, más austera, en lo más profundo de un aislado, inmenso y desconocido bosque escandinavo. Una honesta narración en primera persona de la bloguera y activista medioambiental Hejlskov, quien en este libro autobiográfico confiesa todas sus insatisfacciones previas pero también reconoce sus posteriores errores y miedos en ese nuevo entorno tan hostil, además de sus logros, que no son pocos.

Temperaturas de hasta menos 30 grados centígrados. Mucha nieve, pero igualmente lluvias torrenciales durante semanas. Toda la dureza y ninguna comodidad. Cuando una ducha de agua caliente se convierte en un lujo inalcanzable pero el nacimiento de la primera lechuga de la huerta es un intensísimo rayo verde de esperanza. Andrea terminará por no reconocer sus antiguas manos de oficinista, ahora sucias y duras, de currante real. Pero logrará establecer una estrecha conexión con el campo y consigo misma inimaginable, gozosa.

Uno busca en este libro un relato épico, la perfección de vivir en plena naturaleza, una vida auténtica desconectada de la moderna sociedad de consumo donde todo transcurre plácidamente, recoges flores, comes deliciosas bayas del bosque, haces mermeladas y pasas las horas relajado frente al calor de la chimenea leyendo un libro. Pero las cosas no son como el lector se las imagina ni Hejlskov y su familia se las esperaban. Ni mucho menos. Más bien ocurre lo contrario. Los pobres se pasan el día currando, algo que era habitual en el mundo rural de antaño y que hogaño hemos olvidado.

Machismo rural

Lo más sorprendente, hasta la indignación, es comprobar cómo desde el minuto uno, en esa nueva vida y en ese nuevo ambiente feliz donde el mundo se reduce a una familia de seis miembros aparecen los roles de género más machistas del patriarcado tradicional. El marido corta troncos de sol a sol, construye una cabaña y se emborracha cuando llega reventado por la noche a casa. La mujer cocina, lava, limpia, cuida de los niños y se cabrea una y mil veces por esta situación tan injusta, pero no logra cambiarla, alguien lo tiene que hacer y le ha tocado a ella. El niño mayor ayuda al padre. La niña mayor a la madre.

Comen poco y mal, odian el lluvioso otoño, temen la llegada del terrible invierno, viven sucios sin agua corriente y ante todo son terriblemente paradójicos. Sus únicos ingresos económicos son las ayudas de 1.000 coronas por hijo que reciben mensualmente de ese gobierno danés del que tanto desconfían. Y con ese dinero que desprecian pueden pagarse la gasolina para ir a comprar comida al supermercado de la población más cercana, el combustible para el generador de luz de la casa, la conexión a Internet del ordenador, el ron y el tabaco que les da ánimos nocturnos. Nadie es perfecto, ni siquiera en el bosque.

Problemas con la basura

Hay muchas crisis en esta historia, pero yo me quedo con la más increíble de todas ellas. Después de llevar viviendo varios meses en el bosque se dan cuenta de algo en lo que no habían previsto: las basuras. Habían comenzado a acumularlas en cantidades inmensas, vidrios, latas, plásticos, restos de comidas. Ni reciclaje ni porras. En el bosque no hay contenedores. Pueden llevarla al vertedero, pero tienen dos problemas insalvables. El primero es ¿cómo transportarlas? No caben todas en el coche. El segundo puede sorprender a un español: en Suecia hay que pagar por usar el vertedero. Y no tienen dinero.

Sus escasas visitas a la ciudad tampoco le satisfacen. Se siente en ellas como una salvaje asombrada, inadaptada, asustada por tanta prisa, tanto estrés, tanta deshumanización. Es una mujer diferente.

Andrea no engaña a nadie y menos aún a ella misma. Escribe con valiente humildad, reconociendo sus muchas dudas y desvelando incluso los malos rollos con un marido que pasa demasiado de ella, empeñado en construir una cabaña mejor donde instalarse todos antes de la llegada del invierno. Y con unos hijos que también quieren decidir su futuro.

El lector se siente un cotilla mirando por el ojo de la cerradura de esta familia del bosque tan peculiar. Ella quiere ser feliz pero apenas lo logra. Cuando lo consigue, apenas unos instantes de hermosa felicidad siguiendo el vuelo de una libélula o el reflejo de un rayo de sol, los registra con pulcritud de notario. Son breves atisbos de eternidad ciertamente emocionantes.

Como reconoce en el libro, “quería contar una historia verdadera, así que escribí sobre los problemas y dejé aparte la belleza, ¡pero estaba ahí presente, y era sobrecogedora!”.

Todo. Lo cuenta todo. Son las pegas (o las virtudes) de ser bloguera, actividad relatora que Andrea mantiene desde 2011 y de la que este libro es un resumen extendido de su cuaderno de bitácora. De hecho, contra todo pronóstico, a día de hoy sigue viviendo en ese mismo bosque que tantos quebraderos de cabeza y alegrías le ocasionan, y sigue contando las peripecias vitales a través de su cuenta de Instagram y de su blog personal. Su anterior vida como directora de una agencia de coaching y consultora empresarial ha quedado definitivamente olvidada.

¿Cómo termina esta aventura? Lee el libro, aunque te doy dos pistas. Al final les salva el bosque. Y les salva la familia.

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Momentos de oro del libro

“Nos ceban con miedo, como a los gansos. Hasta que consiguen que nos rindamos. Que ya no nos indignemos por nada. Que nos volvamos indiferentes. ¿Quién puede seguir siendo sensible en este mundo sin volverse loco?”.

“El aire olía a bosque y a cielo estrellado”.

“El fuego es lo que nos hace humanos”.

“Cuando cae la nieve suena exactamente como un susurro”.

“La vida en el bosque es realmente extraña. En verano uno se pasa todo el tiempo preparándose para el invierno, y en invierno, todo el tiempo soñando con el verano”.

“El bosque empezó a oler distinto, más intenso. Olía a madera seca, a musgo húmedo, a roca caliente, a tierra blanda, a río que fluye, y a nosotros mismos. Empezamos tener otro olor; igual que les pasa a los animales, teníamos nuestras propias marcas olfativas”.

“Estuve allí tumbada durante un buen rato mirando las estrellas. Me imaginaba que caían lentamente sobre mi rostro, como copos de nieve”.

‘Nuestra casa en el bosque’, de Andrea Hejlskov. Traducción de Ilana Marx. Volcano’ Libros, 2018. 320 páginas, 21,50€.

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14 mayo 2025

Un barco nacía en los bosques


ANDER IZAGIRRE
Vuelta al país de Elkano


Hace quinientos años, la expedición de Magallanes y Elkano dio la primera vuelta al mundo. Ahora Ander Izagirre sale de Getaria y vuelve a Getaria, el pueblo natal de Elkano, para darle una vuelta geográfica, histórica y mental al país de los vascos.
     Viaja en bicicleta y va encontrando historias asombrosas: las de hace quinientos años (navegantes, exploradores, esclavos, revolucionarios, emperadores, desterrados, balleneros, espíritus locales, dioses remotos) y las actuales (exploradoras, pescadores, mineras, inmigrantes, carpinteros, arqueólogas, cocineros, escultores, poetas, chocolateros). Sus relatos muestran los contrastes y las similitudes entre la sociedad vasca que participó en la primera vuelta al mundo y la actual. Desvelan una historia de luces y sangres, un potaje de culturas y una pasión exploradora.
     Mezclando la crónica de viajes, la narración de aventuras, la exposición histórica y el ensayo sutil, Izagirre cuestiona el mito del vasco irreductible, puro, encerrado en sus esencias: «Si hay que simplificarlos en una estampa, los vascos no fueron precisamente un pueblo de campesinos aislados, sino un pueblo de navegantes promiscuos».

Página 178

PASO AL VALLE NAVARRO de Sakana. En las afueras de Altsasu me desvío al bosque de Dantzaleku. Allí crecen unos robles de formas peculiares, con troncos que se bifurcan en grandes ramas curvadas y ángulos de lo más variados. No son formas naturales. Los guiaron hace siglos, con podas y pesos, para obtener las piezas arqueadas que necesitaban en la construcción naval. Hace unos años, la factoría marítima Albaola preparó un sendero con paneles informáticos que parecen un colección de bumeranes con brazos de distinto ángulos, curvaturas y tamaños. Representan las plantillas de las piezas que hacían falta para construir un galeón: corbatones, varengas, genoles, rodas... Cada una de estas plantillas produce un efecto llamativo: si la miras de frente, justo detrás de ella se levanta un roble que fue guiado para que sus ramas desarrollaran esa misma forma. Es magnífico, porque caminas por el bosque y vas viendo galeones.

     Una vez que las ramas adquirían el tamaño y la forma adecuada, las cortaban, las labraban en el bosque para quitarles peso y volumen, y las transportaban en carros hasta los astilleros. Un galeón de tamaño medio requería aproximadamente doscientos robles: cien rectos y cien curvos, los más estimados, porque necesitaban un desarrollo de treinta o cuarenta años hasta darles la forma deseada. En la época en la que se construían docenas o cientos de embarcaciones anuales en la costa vasca, el ritmo con el que talaban los bosques amenazaba con agotarlos. Sin olvidar que también sacaban madera para construir viviendas, obtener leña y fabricar carbón.
     Así que desde la Edad Media reglamentaron una explotación sostenible: Crearon viveros, replantaron bosques, mantenían siempre los troncos hasta una altura de tres metros y solo les cortaban las ramas, guiando el crecimiento de las nuevas en diversas direcciones hasta formar árboles con apariencia de candelabro. Eran hayas y robles trasmochos.
El 28 de octubre de 1496, los Reyes Católicos firmaron una ley que prohibía talar árboles y solo se permitía cortarles ramas dejando "horca y pendón por donde puedan tornar a criar", es decir preservando siempre el tronco y dos ramas principales: la horca, que crecía en horizontal, y el pendón, en vertical. Esta técnica permitía crear árboles guiados como los de Dantzaleku: colgando pesos a las ramas y aplicándoles podas de precisión, crecían con las ramas con las formas de las varengas, los genoles o los corbatones. Era muy importante que la veta de la madera siguiera la forma curva que necesitaba la pieza, porque así resultaba mucho más resistente.
     En el año 2002 encontraron en el fondo del estuario galés de Newport un barco de treinta metros de longitud que trasportaba barricas de vino de Portugal y que se hundió en 1469. Los análisis concluyeron que estaba construido con robles de la Sakana, de algún paraje como este de Dantzaleku, donde aún se aprecia cómo criaban barcos en el bosque
Roble trasmocho de Urdax, (por incompetencia del Ayuntamiento este roble ha perdido el cimal izdo. Se le advirtió del peligro que representaba el peso de las ramas del lado izdo. El cimal derecho se apoya en la tierra)
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10 mayo 2025

ROBERT ARNAU ROSELLÓ
Rutas para conocer los árboles monumentales: Castellón. Tinença de Benifassà, Penyagolosa, Espadá

Este libro nace del acto de caminar, surge andando entre sendas pedregosas, riachuelos y espacios forestales abandonados, como pretexto para conocer los bosques y paisajes a través de sus más longevos pobladores, los árboles monumentales. Pero también de la necesidad de reivindicar la protección del patrimonio natural de nuestras tierras: un auténtico tesoro que permanece oculto ante nuestros ojos.

La guía recoge un total de 32 rutas por tres de los Parques Naturales de las montañas castellonenses (Tinença de Benifassà, Penyagolosa y Serra d’Espadà) y presenta más de 200 fichas completas de algunos de los árboles monumentales o singulares que las habitan. Los recorridos y desniveles de las rutas propuestas son aptos para cualquier senderista que se sienta atraído por su soberbia presencia. Respetadlos.

Editorial: Prames
Colección: Guías de la naturaleza
ISBN: 978-84-8321-562-3
Edición: 2023
Formato: 14 x 20,50 cm / rústica / 335 págs.

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17 abril 2025

 GUÍA DE CAMPO PARA DENDRO-MICROHÁBITATS, de 2021

DENDRO-MICROHÁBITATS, desarrollada por el Institut fédéral de recherches sur la forêt, la neige et le paysage WSL (Instituto Federal suizo para la investigación en el ámbito forestal de la nieve y del paisaje).

Gracias al éxito de asistencia del pasado ciclo de arbolado veterano, y en consecuencia al creciente interés suscitado por el colectivo esta temática, se lanza esta guía de campo, en la cual se recoge una amplia descripción de los hábitats más frecuentes que pueden encontrarse en los árboles.

La guía de campo ha sido traducida con la colaboración de los voluntarios del equipo de traducción AEA: José Luís Martínez Sánchez y Marcos Parra Zamorano.



Esta guía os la podéis descargar en este enlace

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10 marzo 2025

JACINTO MARTÍNEZ GAL
Árboles introducidos en Sevilla con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929

Comencé a escribir este libro al conocer que la catedrática Amparo Graciani era nombrada Comisaria de la conmemoración del centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929.
     En primer lugar, procuré investigar los árboles que existían con anterioridad a este gran evento; para ello me ayudé del Diccionario Madoz, magna obra publicada por Pascual Madoz entre 1845 y 1850, donde encontré las plantaciones de árboles llevadas a cabo por el Asistente Arjona tanto en el Salón de Cristina como en el Paseo de las Delicias. También indagué en las publicaciones y crónicas de principios del siglo XX que hacían referencia al paisajista francés J. C. Nicolas Forestier, así como en las tarjetas postales de las glorietas del Parque de María Luisa y de los Pabellones que participaron en la Exposición.
     Hay que destacar que el señor Forestier tenía buenos contactos con expertos en jardinería de todo el mundo, sobre todo de Australia, de donde vinieron numerosos árboles como la lagunaria, la casuarina, el brachichito populneos, la araucaria australiana, etc. Aunque sus contactos con Aníbal González eran a veces dificultosos, cuando el arquitecto sevillano le solicitaba asesoramiento botánico para resaltar alguna glorieta del parque o algún pabellón de la muestra, las explicaciones de Forestier siempre lo convencían.
     Aunque a menudo hay ediles que practican el arboricidio, hemos descrito 18 ejemplares que han sobrevivido a la motosierra. Además, algunas especies, como la jacaranda lila, la tipuana y el brachichito populneos, han sido plantadas posteriormente con éxito en el viario de nuestra ciudad. Sin embargo, de otras especies como el ébano africano y el sapindo solo queda un ejemplar.
     Aunque son libros que encuaderno artesanalmente, procuraré que lleguen a los aficionados a la botánica y a la historia de nuestra ciudad.

Lo hemos leído aquí

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07 diciembre 2024

L. Reguero
HASIER LARRETXEA (Baztán, 1982)
Entrevista de LUIS REGUERO, febr-2019
"Escuchar a los bosques aclara el pensamiento"
Hasier junto a su padre, Patxi

Para Hasier Larretxea los latidos del bosque suenan a ese silencio que ha desaparecido a través de las dinámicas rutinarias “de cemento y hormigón” de las ciudades, donde la supervivencia “se pone a prueba y en muchas ocasiones nos saca lo peor de nosotros”. Para Larretxea, los bosques suenan a “honestidad, a robustez, a anclaje, a respiración entrecortada”, a recuerdos de caminatas con su padre, a recuerdos de familia por los valles del norte de Navarra que quedan plasmados en su nuevo libro, El lenguaje de los bosques (Espasa), una conversación con esos paisajes de los que nos hemos alejado, atraídos por la marea de la tecnología y el consumo, la automatización de la vida, la producción sin descanso, la vida rápida, excesiva, en permanente sobresalto.

Larretxea piensa que desde lo local se puede tejer toda una red de valores éticos, humanísticos y de justicia social. “Creo en la bondad y en el buen hacer del ser humano”, asegura durante esta entrevista, en la que sus palabras nos traen de inmediato el olor a madera cortada durante las noches anteriores a la Luna creciente, la esencia de esos lugares con alma del mundo rural, de la España cada vez más vacía, donde habita la belleza y la verdadera libertad.

El bosque como lugar de encuentro y reencuentro con uno mismo, como lugar donde hallar cobijo, donde recuperar la calma. El bosque como guía, como brújula, como mapa para volver a las raíces de nuestra naturaleza. El bosque para contar y escuchar historias de una vida bella que está desapareciendo. Hemos olvidado los bosques en esta vida de explotación, autocensura, miedos y ruidos…

Sin duda. Además de olvidar sus elementos simbólicos y naturales, como consecuencia de los ritmos frenéticos de vida que nos exigen con esos horarios férreos y responsabilidades sobre todo laborales estamos sumergidos y absortos en las grandes ciudades en dinámicas de cemento y de hormigón. Por otro lado, está la gravedad de los índices de polución alarmantes. En ese día a día, inevitablemente, se va borrando y desfigurando ese territorio e imaginario de los bosques y de la naturaleza, llegándose a ubicar en ese no-lugar desconocido, en ese espacio intransitado, en los márgenes de lo exótico al estar sumergidos en dinámicas y hábitos alejados de todo lo que supone una convivencia sana y acorde con esos tiempos que marcan los latidos internos del paisaje de las estaciones y una vida en conexión con la tierra.

El bosque es esa sutileza que tanto nos hace falta en la vida cotidiana. Es esa calma y ese eje en el que reencontrarnos con esa voz interior a través de esos paseos y ese contacto con ese universo que crece en equilibrio y del que se desprende ese halo de paz. Al ser un gran conocedor y persona que ha estado desde niño en contacto directo desde diferentes vertientes, a la hora de hilvanar El lenguaje de los bosques (Espasa, 2018) hablaba con mi padre sobre muchos aspectos en relación a la naturaleza. Me llamaba la atención cómo me decía que él cuando se sumerge en esos bosques espesos de los Pirineos se le aclara el pensamiento y se le reordenan las ideas, además de disfrutar con los sonidos que acompasan esa voz interior. “El bosque te aclara el pensamiento”, me decía, cuando nos sumergíamos en caminatas largas a través de pendientes y lugares de difícil paso por los que nos llevaba y se forjó su infancia y su educación infantil.

El bosque para mí es hoja de ruta, álbum familiar, genealogía, idioma, reencuentro, asidero, esa manera de enraizarte en el mundo. La vista atrás, todo ese aprendizaje de valores en el entorno rural y la mirada afilada de mis antepasados para los que los bosques han ejercido de lugar de fuga, de hábitat transfronterizo y de una simbiosis poderosa y casi mística hasta llegar a representarlo a través del deporte rural vasco, donde sobre todo tanto mi padre y mi tío han sido figuras clave en esa transmisión y desempeño que en cierta medida mi hermano y primo le han dado continuidad. En mi caso ha sido desde un diferente dialecto, pero el mismo idioma.

En la actualidad vuelvo desde el prisma de disfrute a esas latitudes naturales. No obstante, para las generaciones anteriores como las de mis padres el bosque ha sido supervivencia, dureza, coraza. Ese paisaje de tránsito, superación y huida en el que llegaban a sortear disparos y persecuciones de la Guardia Civil que acechaban en ese entorno y se mantenían tras esos contrabandistas escurridizos y ese universo del silencio y familiar en los caseríos en los que se protegían mutuamente desde ese espíritu comunitario de apoyo mutuo.

Nos hemos ido alejando de esa vida familiar en torno a la chimenea, en torno al fuego, esa vida de la conversación, de la palabra lenta, que toca profundo como un océano en su cadencia. El fuego ha sido sustituido por la luz artificial de la pantalla de un teléfono. Los ojos hoy no ven, miran hacia el suelo, mientras deambulamos como fantasmas por las calles riendo solos, hablando solos. ¿Cómo fue que dejamos de ver con el corazón?

No es tarea fácil y es cierto que hay cierta lógica en esas acciones y decisiones cada vez más férreas a la hora de dejar atrás toda esa maraña que nos absorbe, nos hace perder el tiempo y que construye otro yo que realmente no llegamos a ser al mostrar toda esa cara A nuestra. No sé si somos capaces de establecer nuestras prioridades al respecto o de facto nos vemos sumergidos por un entramado que en cierta medida nos aporta beneficios pero que nos tiene atados y en muchos casos nos cuesta definir las prioridades y sortear la basura y lo perjudicial y dañino.

Los 13 años de vida en Madrid me han aportado, entre otras cosas, esa conexión con el lugar de origen y esa manera de apreciar lo que anteriormente ese entorno representaba era un simple decorado. Y creo que mi vida y obra serpentea e intenta realizar ese equilibrismo entre los significados y toda esa riqueza simbólica a través de la perspectiva que te dota la distancia física y emocional cuando llegas a poder construir el yo que tú mismo decides y no el que está impuesto por nacer en un lugar y en una familia en concreto.

¿A qué suenan los latidos del bosque?

A ese silencio que no nos permitimos. Al euskera de mi familia. Porque para mí el idioma materno se acompasa a esos recorridos a través de los bosques y la naturaleza. Suenan a honestidad, a robustez, a anclaje, a la respiración entrecortada. Al sonido de la naturaleza que se queda como eco en el pensamiento. A Baztan. A permanencia y regeneración. A vida y esencia. A reencuentro. A remanso. A paz. A estación. Al sosiego que recompone.

Estamos saturados por la irracionalidad de un sistema capitalista que ha enterrado cualquier atisbo de belleza, cualquier posibilidad de libertad. “El mundo siempre se engaña con el ornamento”, escribió Shakespeare. Se palpa más que nunca la necesidad de reflexionar en torno a la vida de hoy, a la vida automatizada y comprimida de hoy, la vida desnarrativizada, donde hemos perdido nuestro espacio en el mundo y, alienados, somos simples sujetos de rendimientos sin rumbo…

El pulso de la productividad, de la inmediatez y del capitalismo han ido transformando esas capas de las personas y de la vida en sí. Ahí estaría, como comentaba, la dicotomía, ese puente, ese tránsito entre la vida rural y la vida en la ciudad. De cómo idear ese equilibrio a la accesibilidad a la tecnología sin convertirnos en ese brazo de la máquina o la máquina misma sin obviar los avances que nos benefician.

No sé si es porque he crecido en un entorno rural rodeado por bosques y esa tranquilidad que le caracteriza, pero es cierto que llevo tiempo reflexionando sobre cuánto nos afecta la contaminación acústica y en general, esa espiral en la que estamos sumergidos y donde realmente no llegamos a desconectar de esas dinámicas que empequeñecen la visión que tenemos sobre la vida o que nos consumen hasta tal punto de transformar y mutilar esos tiempos interiores de cada uno y hasta el carácter. La ciudad es la verdadera jungla donde la supervivencia se pone a prueba y en muchas ocasiones nos hace sacar lo peor de nosotros.

La contemplación de la vida y de la cuestión más intranscendental se realiza desde una calidez y una calma en ese entorno rural que propicia esa conexión con uno mismo y con el cambio de las estaciones.

En la sobreabundancia de lo idéntico, de lo que se repite sin descanso, en la sociedad estandarizada, violenta, sin alma, el otro es el enemigo a batir, nuestra competencia. Tenemos una necesidad imperante de demostrar, una necesidad imperiosa de exhibir lo que tenemos por encima del otro. El tener apaga el ser. ¿Hacia dónde vamos?

Hacia esa proyección de las carencias y taras de uno en el otro. No creo que sea algo nuevo en el ser humano ni en cuanto al momento histórico. Vamos hacia esa fragmentación e individualización generalizada de la sociedad donde los extremos son los que en gran parte dotan de identidad a esa masa de personas necesitadas de nuevos gurús y profetas. Tengo miedo a que la hiper-tecnologización nos vaya a traicionar y nos convertimos en protagonistas de cualquier capítulo de Black Mirror, atrapados tras esa pantalla de cristal y siendo protagonistas de nuestra propia farsa. No pierdo la fe en que desde lo local se puede tejer toda esa red de lo global desde redes con valores éticos, humanísticos y de justicia social. Creo en la bondad y en el buen hacer del ser humano, y que para ello hay que propiciar escenarios y situaciones. No creo que por ahora, vayamos encaminados hacia ese escenario.

En las performance familiares que realizan, Hasier termina partiendo el tronco que ha cortado su padre mientras él lee textos y poemas.

En tu nuevo libro señalas que la distancia es una manera de volver. Te fuiste hace más de 12 años a la ciudad, dejando atrás la vida rural del pueblo de Arraioz, en el valle de Baztan, para vivir en Madrid. “Porque para volver a un lugar y estar presente y apreciar los valores que ofrece, primero hay que marcharse y mantener una distancia”. Para alguien que ha nacido y crecido en conexión permanente con la naturaleza, llegar a la ciudad supondría una metamorfosis interior, un choque de mundos…

Sin duda. La verdad es que no sé cómo pude. Todo se me hizo cuesta arriba. Fue un reto tremendo. Un cambio radical. En un principio no me hacía con la ciudad, con sus ritmos, con su dinámica, impersonalidad y con esa transformación tan a lo bestia del horizonte. Con el tiempo, he llegado a la conclusión que es de las mejores cosas que he hecho en mi vida, porque ese cambio de vida me dio oportunidad de fortalecer aspectos personales y poder forjar mi identidad equilibrando toda esa energía concéntrica que desprendía mi padre y su sueño de que continuara con la tradición del deporte rural y mis intereses relacionados con la lectura, el cine, la música o el arte, que en un principio él no entendía. No había mucho lugar para la ficción en mi infancia. Para mí la literatura y la escritura supusieron un ejercicio de resistencia, todo un fuerte, una cabaña donde me resguardaba y me sentía a salvo de esa dureza y de lo que se esperaba de mí. En ese espacio de mi habitación me sentía seguro y salvo.

‘El lenguaje de los bosques’ es sobre todo el retrato de una vida familiar en proceso de demolición, en fase de extinción, un estilo de vivir en convivencia con un entorno natural donde la esencia de uno mismo no se trastoca, no se desvirtúa, no pierde su pureza, su misticismo. Es una vida de amor al árbol, a la tierra, a lo sencillo, ajena a las tecnologías, una vida de contacto con la madera, de trabajos en el bosque durante semanas, de deporte rural. ‘El lenguaje de los bosques’ es un canto a la naturaleza y a tu familia, es un canto a la figura del padre, “heredero del espíritu de la vida tranquila y sin muchos sobresaltos del caserío”…

Diría que es mi libro más luminoso y quizá más tierno. Como comentas, es todo un homenaje a mi familia, a todo ese entramado de vida de los valles del norte de Navarra; de los antepasados y todas esas personas que trabajan en relación a la madera y a los bosques. Es un canto a ese paisaje que también ha forjado mi identidad. He intentado recoger la sabiduría de todas esas personas que están relacionadas de alguna manera con ese universo. He querido también no ceñirme solamente a una narrativa, a esa narrativa de la tradición y que proviene de todas las personas que he entrevistado. Me ha interesado plasmar mi mirada y mis inquietudes en relación a ese ámbito desde diferentes perspectivas donde también tienen su lugar la música, el cine, la fotografía, lo socio-político, las historias de contrabandistas, y sobre todo esa narrativa familiar que parte de lo autobiográfico y es la celebración de ese reencuentro entre un padre y un hijo que con los años se dan cuenta que tienen más aspectos en común que diferencias que los mantenían un poco alejados o sumergidos cada uno en su ámbito.

De hecho, las performances que realizamos juntos y con mi madre y en los que también ha participado mi hermano suponen esa representación familiar de esa convivencia y de esa pluralidad, de ese respeto y cariño y de esa lección de tolerancia que nos da en este caso mi padre. El 17 de marzo lo haremos en el auditorio del Guggenheim de Bilbao dentro del Festival de cultura vasca Loraldia. Mi marido, Zuri Negrín, también estará presente con su propuesta sonora experimental y ambiental, por lo que se fusionarán de esa manera los dos mundos, la tradición y la vanguardia, lo clásico y lo experimental.

En nuestra huida hacia la urbe, hemos dejado una España hermosa y vacía…

Y abandonada. Comenta mi padre y muchas personas cómo ha cambiado el cuidado hacia los espacios comunes como caminos y que la despoblación de las zonas rurales tiene relación directa con el cuidado de ese entorno natural y de los bosques. Por eso la importancia de iniciativas comunitarias en las que los vecinos se reagrupan y realizan tareas de limpieza y de adecuación del entorno. El paisaje también va cambiando con el transcurso del tiempo. Caminos por los que transitábamos antes están cerrados. Es lógica esa correlación entre la despoblación y la falta de cuidados hacia ese entorno. Al preguntarle a mi padre por ese paisaje y si contemplaría hipotéticamente la posibilidad de una vida sin bosques, no entraba en su cabeza esa posibilidad. Sí que relata el abandono generalizado y de las administraciones hacia el sector de la madera en comparación con décadas anteriores. Parece que a sus pulmones les falta oxígeno cuando se aleja de ese epicentro que marcan los Pirineos.

Biografía
Lo hemos leído aquí

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19 mayo 2024

Los espíritus del bosque

TORIYAMA SEKIEN (1712-1788)
Los Kodama, los espíritus del árbol
Kodama pintado por Toriyama Sekien, del volumen Gazu Hyakki Yagyö, llamado Yin, aquí aparece como un hombre mayor

Un kodama (木霊 o 木魂) es un espíritu del folclore y la mitología del Japón que vive en un árbol (similar a las dríades de la mitología griega). También se conoce como kodama al propio árbol donde habita uno de estos espíritus. Por otro lado, el fenómeno del eco, dentro del folclore japonés, también es conocido por este nombre.
      Los kodamas también habitan en los bosques espesos. Por lo general tienen apariencia humana y cada individuo es único en su aspecto y personalidad. Se dice que pueden presentarse en formas no humanas, y pueden parecer tan hermosos o terribles como deseen. La mayoría de ellos se muestra con una apariencia adorable. Sus cuerpos, de baja estatura, son semitransparentes, verde pálido o blancuzco.
      En la mitología nipona se les conoce como los espíritus de los árboles en general. No necesariamente representan un árbol en particular, aunque algunos de ellos están asociados directamente a una especie de árbol. Se cree que estos espíritus pueden trasladarse de un árbol a otro, o nacer a través de su semilla.
     La mayoría de estos espíritus se disgustan ante aquellos que no tienen respeto por el medio ambiente. Si un árbol es cortado de forma irresponsable, uno o más kodamas pueden buscar venganza. La mayoría de estos espíritus es de carácter pacífico y tranquilo; les gusta compartir conocimientos y sabiduría con aquellos que saben cómo comunicarse con ellos. Los kodamas son sorprendentemente fuertes y poderosos, dada su larga vida. Su comunicación con el mude misterio.

Resumen

      Terroríficos espectros y sorprendentes criaturas, kappa y otros animales sobrenaturales, yokai, demonios de lluvia y de niebla… Editorial Quaterni publica por primera vez en una lengua occidental la más famosa y reconocida recopilación de monstruos y fantasmas de la historia de Japón, obra cumbre de la mitología japonesa. Sekien Toriyama fue el primer artista en dibujar una antología o guía ilustrada de los mitos populares de la tradición nipona. Sus demonios y espíritus, originales de 1776, han perdurado hasta nuestros días pues suponen la única representación visual que existe de ellos. Por este motivo, son el origen de muchos de los personajes fantásticos que aparecen en los manga y anime de los siglos XX y XXI. Una obra de referencia tanto para los interesados en Japón como para los amantes de la novela gótica y de misterio.

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13 mayo 2024

JONATHAN RUBINES y MARTA VILLOTA
Rutas para decubrir... árboles de Euskal Herria

      Un libro lanzado en marzo 2018, pero acabo de verlo en la Feria de Aia... y me ha dado buensas sensaciones. 

  • ISBN:9788482166872
  • Editorial: Sua Edizioak
  • Fecha de la edición:

     Este libro nos presenta una cuidada selección de árboles singulares, añosos, monumentales o gigantes que constituyen una parte relevante de un patrimonio común que podemos ayudar a conservar.
      A partir de 35 itinerarios este libro convierte al viajero en un nómada ávido de sensaciones al descubrir a los seres vivos más longevos de nuestro territorio.

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11 marzo 2024

Árboles singulares de Sevilla

ÁRBOLES SINGULARES DE LA CIUDAD DE SEVILLA

El día 26 de febrero, el Alcalde de Sevilla presentó en la Glorieta de Bécquer el libro Árboles singulares de Sevilla. Se trata de una nueva versión, más reducida y a modo de guía de campo, del catálogo que se publicó en 2022 sobre los ejemplares más sobresalientes del rico patrimonio arbóreo de nuestra ciudad. Nosotros colaboramos activamente en esta relación de árboles singulares a través de nuestro blog y de un dosier sobre la ubicación y características de estos árboles que fue entregado a los funcionarios de Parques y Jardines. (...)

La versión degital de la guía de campo "Árboles singulares de Sevilla" se puede consultar aquí
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23 noviembre 2023

Patric Barkham, artículo en OurDailyRead oct2022

GUY SHRUBSOLE
El hombre que defiende los bosques de Gran Bretaña


Hay un bosque escondido cerca de la casa de Guy Shrubsole que brilla con una luminosidad verde durante todo el año. Sus árboles son robles familiares, pero los vendavales del Atlántico y los suelos de las tierras altas los han vuelto atrofiados y extraños. En sus extremidades retorcidas se aferran líquenes, musgos, hepáticas y helechos: cientos de especies multicolores que se asemejan a los arrecifes de coral, con nombres fascinantes que van desde tiras de salchichas hasta bigotes de bruja. 

El descubrimiento de Shrubsole de un fragmento superviviente de selva británica cerca de su nuevo hogar en Devon lo inspiró para escribir un libro, The Lost Rainforests of Britain. "Hay algo muy atractivo en este ecosistema extraño, retorcido, goteante y cubierto de musgo", dice. “El hecho de que suene exótico pero se desarrolle específicamente en el clima británico es realmente mágico. Quería volver a encantar a más personas con la magia de la selva lluviosa que nos queda en este país”. 

Además de fomentar el redescubrimiento popular de esta selva lluviosa templada, biodiversa y poco común en el mundo, Shrubsole, un activista ambiental cada vez más influyente, está pidiendo una estrategia nacional sobre selvas con el objetivo de duplicar el 1% de la superficie terrestre donde perviven los fragmentos de bosque en el oeste de Gran Bretaña. 

Cuando Shrubsole creó un blog en el que pedía a la gente que le ayudara a registrar fragmentos de selva que se le habían pasado por alto (a menudo sólo existían como “bosques de sombra” sin árboles, según la frase del ecologista Ian Rotherham), quedó sorprendido por la respuesta. Una historia de The Guardian sobre su fascinación por la selva recibió más de 200.000 visitas y aún más información del público, y así nació su libro.

La respuesta positiva “tiene que ver en parte con el despertar del interés de la gente por la naturaleza que hemos visto en los últimos años, desde caminatas cerradas hasta botánicos rebeldes que escriben con tiza los nombres científicos de las malas hierbas en las aceras”, dice Shrubsole, “pero también habla a ese ambientalismo profundamente arraigado que existe en Gran Bretaña: una sensación de que hemos perdido algo de nuestra tierra verde y agradable. Acecha en nuestra imaginación: la idea de que un gran bosque se extendió por Gran Bretaña. Podemos debatir cuán extenso era, si eran pastos o un bosque lluvioso de dosel cerrado, pero no hay duda de que teníamos muchos más árboles de los que tenemos ahora”. 

La selva lluviosa “perdida” es una idea romántica, pero la selva tropical templada del Atlántico de Gran Bretaña es un hábitat formal y científicamente reconocido, y globalmente más escaso que la selva lluviosa. Según los ecologistas, la “selva lluviosa” es tierra que recibe más de 1.400 mm de lluvia cada año, repartidas tanto durante el verano como durante el invierno. La selva lluviosa templada es fresca pero no fría, con temperaturas en julio que promedian 16 ° C o menos. "Es realmente la definición de unas vacaciones de verano británicas", dice irónicamente Shrubsole. 

No fue hasta 2016 que un ecologista, el Dr. Chris Ellis, calculó que el 20% de Gran Bretaña se encontraba dentro de la zona de selva lluviosa templada, que poseía “condiciones bioclimáticas” ideales. Y, sin embargo, como ha calculado Shrubsole, nuestra selva nativa ha sido destruida y borrada de la memoria: hoy solo quedan 18.870 hectáreas (46.629 acres) en Inglaterra.

De la fragmentaria selva lluviosa de Gran Bretaña, sorprendentemente Shrubsole revela que sólo el 27% está designado como sitio especial de interés científico, lo que significa que la gran mayoría está desprotegida. Incluso los sitios protegidos están dañados: según Natural England, Johnny Wood, que Shrubsole visitó en el Distrito de los Lagos, se encuentra en condiciones “desfavorables, en deterioro” debido a “evidencias generalizadas de pastoreo de ciervos y la continua invasión de ovejas” que impiden la regeneración del bosque. 

El libro de Shrubsole podría ser un lamento, pero en cambio está impregnado de la positividad incontenible y el entusiasmo alegre de un activista nato. Shrubsole ha sido ambientalista desde la infancia y recuerda que su madre organizó una fiesta para “salvar las selvas tropicales” en su jardín trasero en 1990, cuando él tenía cinco años, para recaudar fondos para la campaña de Amigos de la Tierra en la Amazonia. 

De adulto, trabajó como activista para Amigos de la Tierra y Rewilding Britain, pero fue cuando se mudó a Gales para trabajar para una pequeña organización benéfica, el Centro de Investigación de Interés Público, con sede en Machynlleth, que descubrió las selvas tropicales perdidas. En Machynlleth se hizo amigo de George Monbiot, que entonces vivía en la ciudad y escribía Feral en ese momento. Llegando a darme cuenta de que treele

"Guantes" en Bodmin, Cornwall. Foto: Guy Shrubsole
En Machynlleth se hizo amigo de George Monbiot, que entonces vivía en la ciudad y escribía Feral en ese momento. Darme cuenta de que las colinas galesas sin árboles estaban “destrozadas por las ovejas” “sin duda arruinó algunos buenos paseos para nosotros”, dice Shrubsole. Fue Monbiot quien introdujo por primera vez a Shrubsole la asombrosa idea de que Gran Bretaña alguna vez tuvo selva tropical, pero la había destruido y luego olvidado.

El libro de Shrubsole puede ser un nuevo encantamiento, pero como activista tiene objetivos claros: quiere que el gobierno británico elabore una estrategia para la selva tropical. En lugar de limitarse a proteger los fragmentos finales, busca la restauración y cree que un objetivo realista es duplicar el 1% de la superficie terrestre en el plazo de una generación. Esto podría lograrse, según ha demostrado su mapeo, simplemente permitiendo que los fragmentos que quedan se regeneren naturalmente en sus márgenes.  
 
Extraordinariamente, la selva tropical británica no fue mencionada en el parlamento hasta 2021, cuando –a instancias de Shrubsole– su parlamentario conservador local planteó una pregunta sobre su preservación en la Cámara de los Comunes.  
 
"Hasta ahora ha habido algunas palabras cálidas de los ministros, pero últimamente se ha vuelto mucho más difícil", dice. “Si volvemos a un gobierno un poco más sensato, realmente se necesita una estrategia para la selva tropical, que ayudaría con los esfuerzos de restauración de la selva tropical en todas partes. No se trata sólo de proteger estos sitios, sino de decir que estamos haciendo nuestra parte en la misión global de restaurar las selvas tropicales”. 
 
A medida que aumenta la conciencia pública sobre la magia de estos fragmentos restantes, que se pueden instalar en Instagram, una amenaza es el aumento del número de visitantes que dañan especies vegetales raras y preciosas. Como reconoce Shrubsole en su libro, su bosque tropical local, Wistman's Wood, está bajo la presión de los visitantes, con problemas que incluyen basura y personas que "tallan" marcas en sus rocas cubiertas de musgo.
Selva tropical en Borrowdale en Lake District. Fotografía: Peter Swan

 
“Definitivamente quiero transmitir la extrema importancia de tener mucho cuidado y tratar estos lugares con el máximo respeto. Pero también tenemos que volver a conectarnos con la naturaleza”, afirma Shrubsole. “Rara vez encuentro basura en Wistman's Wood. Podría ser que los guardias estuvieran haciendo su trabajo o podría ser simplemente que la gente es bastante buena y la mayoría no deja basura ni talla espirales tontas en el musgo de las rocas.
 
“No es una estrategia de restauración viable aislarlos a todos y esperar que nadie los visite nunca. La solución para que los sitios de honeypots se vean abrumados es, en última instancia, crear más de estos increíbles hábitats”. 
 
Esto da paso al otro papel de Shrubsole como cofundador de la campaña Right to Roam con el artista y escritor Nick Hayes. Este año han organizado más de media docena de eventos de intrusión ilegal en su intento de ampliar la Ley de Campo y Derechos de Paso que permite deambular en sólo el 8% de la campiña inglesa y el 3% de sus ríos.  
 
Caroline Lucas está presentando un proyecto de ley privado sobre este tema y Shrubsole espera persuadir a todos los partidos políticos para que se comprometan con él en sus manifiestos. ¿Un futuro gobierno laborista ampliaría el acceso al campo? “Soy cautelosamente optimista en cuanto a que el Partido Laborista considera el acceso a la naturaleza como parte de su legado y su futuro. Los laboristas introdujeron la Ley de Parques Nacionales y el derecho original a deambular en 2000. Varios altos funcionarios laboristas ahora ven eso como una tarea pendiente. Me encantaría que el Partido Laborista dijera mucho más sobre la crisis natural y encontrara su voz al respecto nuevamente porque claramente lo necesita”. 
 
Shrubsole llegó a la campaña Right to Roam a través de su libro anterior, Who Owns England?, una disección de las desigualdades en la propiedad de la tierra. “Cuando estaba escribiendo ¿Quién es el dueño de Inglaterra? Constantemente me sentía enojado, pero con este libro espero que la gente sienta una sensación de entusiasmo y optimismo contagiosos”, dice. “Realmente siento que una parte de mí ha cobrado vida nuevamente al explorar estos lugares. Son simplemente increíbles y nuestro camino hacia cierto grado de redención también”.
 
Lo hemos leído aquí
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12 noviembre 2023

En "El País", por Miguel Ángel Medina

PACO CALVO, entrevista y libro
“Las raíces de las plantas hacen cosas flipantes”

En 1862, Charles Darwin quedó fascinado por la forma en que trepaban las plantas de pepino, sus movimientos y hábitos. “Darwin vio patrones de conducta en las plantas que todavía no vemos con el time-lapse”, señala fascinado Paco Calvo (Barcelona, 52 años), catedrático de Filosofía de la Ciencia, que dirige el Laboratorio de Inteligencia Mínima (Mint Lab). Ahora publica Planta sapiens (Seix Barral), un ensayo que indaga sobre la inteligencia de las plantas y el modo en que se comunican, evalúan riesgos y deciden.

Pregunta. ¿De qué forma son inteligentes las plantas?

Respuesta. Lo son a su forma. Tienen sus problemas y aportan sus soluciones. Si tengo raíces, no me pidas que salga por patas ante un depredador. Pero podemos encontrar una llave maestra: para mí es distinguir entre una conducta meramente adaptativa y el repertorio conductual ante adversidades concretas, que debe ser flexible y anticipatorio.

P. ¿Son pasivas?

R. No son lentas ni rápidas, crecen a la velocidad óptima. Son cualquier cosa menos pasivas, se sacan las castañas del fuego.

P. ¿Pueden aprender?

R. Es una hipótesis empírica, como decir que una abeja o un pulpo aprenden. Hay que testarlo, como hacemos en el Mint Lab. El error sería descartar la posibilidad de que existiese el aprendizaje vegetal por el hecho de que carezcan de neuronas. ¿Pueden aprender las plantas? Obviamente. ¿Hay evidencia de que exista determinada forma de aprendizaje? No, estamos trabajando en ello.

P. ¿Se comunican?

R. Sí, de muchas maneras: por vía aérea, a través de compuestos volátiles orgánicos, algo que usan para comunicarse bien con otras partes de la misma planta o bien con plantas distantes. Son sensibles a gran cantidad de parámetros bióticos y abióticos: monitorizan información del exterior y del interior, y tienen percepción de su propio cuerpo, dónde están con respecto a quién.

P. En el libro usted anestesia a una mimosa. Entonces, ¿tienen conciencia?

R. Esto es muy polémico. La conciencia no se puede observar, sino inferir. Uno de los indicadores que usan los científicos es el rol de la anestesia. ¿Qué es salir de la anestesia? Volver a tener vida interna. La anestesia altera las propiedades de la membrana de las células vegetales, que es lo mismo que pasa con las neuronas. Si el mecanismo es el mismo, ¿por qué no llegamos a la misma conclusión?

P. ¿Qué es lo más sorprendente que ha visto hacer a una planta?

R. Sufrimos ceguera con las plantas: la mitad está en el subsuelo, y en las raíces pasan cosas asombrosas, hacen cosas flipantes. Se pueden comunicar situaciones de estrés futuro: si tienes varias plantas con raíces en dos tiestos distintos, y cuyas raíces se comunican, y a la primera maceta la sometemos a un estrés químico o hídrico, y a las dos siguientes las tenemos en buenas condiciones, la primera les comunica el estrés a las demás y las plantas empiezan a parar máquinas y a reducir metabolismo.

P. ¿Cómo reaccionan los vegetales ante sus depredadores?

R. Uno de los ejemplos más fascinantes es el de las tomateras que convierten en caníbales a las orugas que las atacan: segregan unas sustancias que hacen que la oruga la encuentre poco apetitosa y acabe comiéndose a la oruga que tiene al lado.

P. ¿Las plantas escuchan?

R. Hay buenos indicios de que sí, hay mucho trabajo en fitoacústica, acústica vegetal, y es fascinante, pero muy reciente. La planta es sensible a ondas que impactan sobre su superficie corporal, es una información que procesa.

P. ¿Duermen?

R. Las leguminosas pliegan las hojas de noche y por la mañana las despliegan. Si tú no puedes dormir, compras melatonina; las plantas biosintetizan su propia melatonina y el pico de concentración coincide con esa hora del plegamiento foliar para ‘irse a la cama’, igual que en animales. La molécula es la misma.

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23 octubre 2023

NAPKO ABE (Japón)
El hombre que salvó los cerezos

La fascinante y desconocida historia del británico que luchó por preservar los cerezos en flor japoneses.

En Japón cada primavera la floración de los cerezos es una fiesta de los sentidos, y todo un símbolo de la cultura del país. Lo que casi nadie sabe es que si hoy sigue vivo ese patrimonio de la humanidad es gracias a un inglés llamado Collingwood Ingram, cuya historia nos descubre este libro.
     Ingram, hijo de una familia rica, se interesó en su adolescencia por la ornitología, y el entusiasmo lo llevó a viajar a Japón para escuchar el canto de los pájaros de aquellos parajes. Con el tiempo fue abandonando la pasión ornitológica y la sustituyó por la horticultura, y en el país asiático quedó fascinado por las múltiples variedades de cerezos, de las que se calcula que había unas doscientas cincuenta. Cuando en 1919 se instaló con su familia en Kent, descubrió alborozado que en el jardín de la casa había dos espléndidos cerezos japoneses, que cultivó con mimo.
     En 1926 emprendió un nuevo viaje a Japón en busca de esos árboles y descubrió alarmado que, debido a la occidentalización y modernización del país y a la decisión de apostar por una única variedad clonada, se estaba perdiendo la riquísima diversidad de cerezos japoneses, incluido el espectacular Taihaku o «gran blanco». Ingram dedicó su vida a salvaguardar esos árboles y a proteger la tradición de la sakura (palabra japonesa para referirse al cerezo en flor) hasta su muerte, ya centenario, en 1981.
     Este es en parte un libro sobre botánica, pero fundamentalmente trata sobre una pasión y una obsesión, sobre la preservación de un patrimonio estético mediante una lucha callada y constante. Trata también sobre la historia de dos países y dos culturas; sobre el final del mundo victoriano, en el que nació Ingram en 1880, y sobre el convulso siglo XX. La fascinante historia de un hombre enigmático y de un árbol cuya floración es de una belleza que admira al mundo entero.

«Una biografía cautivadora sobre el hombre que ayudó a cambiar el rostro de la primavera» (Ian Critchley, The Sunday Times).
«De lectura compulsiva... Escrito con elegancia y erudición» (Tania Compton, Country Life).
«Un retrato de un gran encanto y sofisticación, rico en detalles botánicos e históricos; tras su lectura no volverás a contemplar los cerezos en flor del mismo modo» (Christopher Harding, The Guardian).
«Un libro conmovedor... Bellamente escrito, y todo un logro en cuanto a su investigación» (Claire Kohda Hazelton, The Spectator).

Lo hemos leído aquí

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25 septiembre 2023

Luís Alberto Díaz-Galiano Moya
Alejandro Ruíz Rolle
"Arbolado Urbano"

     Un sencillo libro-manual que pretende siente las bases del planteamiento y de una correcta organización de la evaluación del riesgo aparente en arbolado urbano. 
     La primera parte trata de los orígenes y de la situación actual del riesgo, conceptos importantes y diferentes como el peligro y el riesgo, la importancia de una toma de datos correcta y las consecuencias de las decisiones equivocadas. También desglosa y analiza las diferentes fases que precisa cualquier evaluación de riesgo de una población de árboles con un número elevado de ejemplares y las competencias y atribuciones que debería tener cada profesional según intervenga en una fase u otra.
     Finaliza con una descripción técnica de defectos y sintomatologías básicas que hemos utilizado para diseñar el nuevo método matemático que hemos llamado 2AL (con un glosario de fotografías) y una breve introducción a dicho modelo matemático de evaluación de riesgo en arbolado que está diseñado para usarse en la F1, es decir, en el primer análisis de riesgo que hagamos en nuestra arboleda y que será fundamental para discriminar correctamente que árboles pasan a la F2 y evitar errores de diagnóstico. Dicho modelo estará disponible en breve en una App para Android. Con esta publicación esperamos aclarar un poco cómo acercarnos a esa primera evaluación del riesgo en una media o gran población de árboles. Esperamos que os guste y os ayude.
De: Asociación Española de Arboricultura (AEA)

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