MARÍA SANTOS
Tamadaba resucita un año después
Termina una semana de auténtico inferno para las islas afortunadas. El archipiélago canario se ha enfrentado nuevamente a un episodio extremo de altas temperaturas, polvo sahariano en suspensión, apenas humedad y vientos fuertes del este. Ingredientes que encienden todas las alarmas por riesgo extremo para la salud y de incendios.
Durante el miércoles 26 de agosto se superaron los 40 grados en las medianías, zonas interiores de las islas por encima de los 300 metros de altitud, de Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, por la noche no se bajó de 30 grados en algunos puntos del archipiélago donde la temperatura mínima fue de 32 grados centígrados.
La situación geográfica de las islas, su relieve con elevadas montañas y barrancos, que acumulan calor en esas simas y provoca subidas súbitas de temperaturas, ponen al archipiélago ante uno de sus mayores riesgos, agravados por el cambio climático, la sequía, el cambio en el territorio o el abandono del sector primario: el fuego.
Esta semana se cumplía un año de uno de los peores incendios vividos en las Islas Canarias de los último 30 años, y, sin duda el más grande de los registrados en 2019 con una extensión de 78 kilómetros de perímetro, desde Valleseco al Parque Natural de Tamadaba y 12.000 hectáreas calcinadas.
Más allá de la superficie quemada el fuego de Gran Canaria es considerado como “el peor incendio forestal de los últimos años en España” porque afectó a un “rico patrimonio natural, numerosas especies endémicas y amenazadas y que es vital para el abastecimiento de agua potable en la isla”.
Poco antes del triste aniversario, y en vísperas de ponerse al frente del incendio que estos días ha consumido parte de La Garafía en la isla de La Palma, el jefe de Emergencias, Federico Grillo, detalló que el incendio del año pasado se llevó por delante el 32% del Parque Natural de Tamadaba, pero “se está recuperando sin problema, incluso ya se pueden ver muchísmos rebrotes y pinocha”.
Ya explicaba a este medio el año pasado la importancia de las especies endémicas del archipiélago, como los madroños, las fayas o el pino canario, un árbol ignífugo con una gran capacidad de recuperación tras el paso de las llamas.
Hoy, poco más de 365 días después, gracias a la contribución de 150 ciudadanos anónimos podemos constatar la evolución de las zonas afectadas por los incendios forestales de agosto de 2019 que el proyecto Fénix realiza desde noviembre enviando sus fotografías desde alguno de los 16 puntos de observación (tótems) que ha instalado en las cumbres.
Gestionado por un equipo multidisciplinar, ajeno a la administración pero impulsado por el Cabildo de Gran Canaria, Fénix Gran Canaria estudiará al menos hasta octubre de 2021 las distintas velocidades y condiciones de recuperación de la flora y las ha analizado con motivo del primer aniversario de los tres fuegos que quemaron unas 12.00 hectáreas y obligaron a evacuar a 20.000 vecinos de distintos municipios.
Tamadaba
En Tamadaba, el pulmón de la isla, allí donde el coordinador de la lucha contra el fuego, Federico Grilllo, llegó a decir que el incendio “era inextinguible y que ningún hombre era capaz de detener esas tormentas de fuego”, el estado de recuperación es bueno tras este incendio de sexta generación.
El suelo está cubierto por especies herbáceas arbustivas como las Jaras, Corazoncillos o Gamonas, características estas por su floración blanquecina tras un incendio. Las huellas en este pinar son variables y menores a medida que se entra en su interior.
El grado de recuperación del arbolado es alto, dominando de nuevo el verde general pese a las cortezas ennegrecidas.
Sin embargo, afirma el informe de Fenix Gran Canaria, el daño “es apreciable en algunas repoblaciones de enriquecimiento” aunque con muchos nuevos brotes.
En masas jóvenes o repobladas con especies de sotobosque de monteverde se han producido daños al observarse brotaciones basales. Algunos ejemplares no han sobrevivido, no por el efecto de las llamas sino por una exposición prolongada por un paso lento de las llamas. La recuperación de las masas adultas de pinar es bueno, con abundante rebrote de acículas (hojas).
Artenara
Artenara 2020. Fenix Gran Canaria En Artenara y Tejeda los incendios, junto a la crisis sanitaria de los últimos meses, han supuesto “un duro golpe para la población” y para la apuesta por el turismo de
naturaleza, natural y gastronómico del que se sustenta la región, concluye el informe del proyecto Fénix.
En Artenara, ”la marca sobre el paisaje y sobre todo sobre las conciencias de los vecinos sigue siendo patente”. Allí el incendio despejó bancales abandonados que evidencian su potencial agrícola.
Desde Lugarejos se ve cómo el abandono agrícola y la proliferación del matorral y el cañaveral son mechas para conducir el fuego, usando las pendientes como lanzaderas hacia Tamadaba.
Albarrada o bancal de piedra para contener la erosión del suelo Desde Las Hoyas o El Sargento, se observa cómo castigó al pinar canario repoblado y que a estas masas les está costando recuperarse y precisen de claras para ganar fuerza.
Además, «gran parte del suelo permanece desprotegido», por lo que se ha hecho un esfuerzo para construir albarradas (bancales sostenidos por un muro de piedra sin argamasa) para contener la erosión.
En Tejeda, donde la población tuvo que ser evacuada en dos ocasiones, el paisaje se ve «muy recuperado y sólo se ha echado en falta el esplendoroso florecer de los almendros de comienzos de año». Bajo Riscos de Chapín aún se aprecian las manchas sobre las rocas dejadas por el fuego y también se notan desde el mirador de Los Almendros.
Valleseco: zona cero del incendio
En la zona cero la intensidad del fuego fue elevada por la presencia de barrancos con mucha pendiente que provocan mayor longitud de llama, mayor velocidad de propagación y un efecto chimenea. Desde Cueva Corcho la vista sugiere un alto grado de recuperación, «pero se trata de vegetación herbácea anual y helechal que rebrota por las buenas condiciones del fondo de barranco».
En las laderas observables desde Galaz o Montaña Pajaritos los efectos «son notables» porque afectó a pino radiata que no rebrota como el autóctono. De hecho, en algunas zonas ya empezó su tala para ser repobladas en invierno con especies canarias.
También se ven madroños, fayas o pinos canarios repoblados hace 10 años logrando rebrotar, «lo cual es un ejemplo claro de la resistencia y adaptación de la flora canaria».
En la dorsal de la cumbre que va desde cerca de los pinos de Gáldar hasta la dorsal que separa las vertientes Norte y Sur, desde Doña Paca, en la trasera del Monte de Pavón, se nota un gran rebrote del helecho en una ladera repoblada hace 12 años con monteverde desarrollado que aún no ha rebrotado y debe despuntar en unos meses sobre el helechal.
Desde Fuente Fría, pese al rebrote de especies herbáceas tapizantes, todavía se ven marcas del incendio: olmos con una profusa brotación de raíz y pinos radiata calcinados que aprovechan los pájaros carpintero.
Vista desde Cueva Caballero la recuperación «está siendo algo más lenta, con un tímido rebrote del pinar más afectado y ejemplares dispersos de alelíes y salvias». En este pinar de repoblación las quemas prescritas lograron que, pese a la intensidad del fuego, «algunas copas siempre permanecieron verdes».
El incombustible corazón de Gran Canaria Tras un recorrido por los últimos 20 años de historia de incendios en Gran Canaria, solo tres han generado la mayor superficie quemada: el de 2007 (18.000 hectáreas), el de 2017 (2.000 hectáreas) y los de 2019 (9.800 sumando el de Artenara y Cazadores).
Pero si echamos la vista atrás, la joya forestal de Gran Canaria que llevaba treinta años sin vivir un incendio hasta 2019 sufrió una docena de quemas en 160 años.
1860 es el primer año que queda registrado en un documento oficial un incendio de Tamadaba. Pero realmente el primer gran fuego recogido por la prensa local data de julio de 1861. Lo anecdótico del mismo es que la población de la Isla se enteró días después de que comenzase gracias a que las llamas fueron atisbadas por la tripulación y pasajeros de la goleta ‘Tinerfe’ cuando se dirigía hacia el Puerto de Las Nieves. Ese fuego acabó con todo el monte de Tamadaba desde Artenara.
La Reserva de la Biosfera de Tamadaba llegó a sufrir seis incendios en siete años, desde 1919 hasta 1936. Algunos de ellos llegaron a quemar el pinar al completo. Pero éste renacía una y otra vez y de su extinción siempre se encargaban los vecinos de Agaete y Artenara, quizá los réditos obtenidos por ganaderos y agricultores favorecieran estos “fuegos regeneradores”.
El 28 de julio de 1959, las llamas aparecieron en el llamado Lomo de la Diferencia cuyo sendero dirige hacia las Presas de Lugarejos y Los Pérez. En ese fuego, los jóvenes que se encontraban en el Campamento del Frente de Juventudes se convirtieron en los héroes del momento, ya que fueron los primeros en atacar a las llamas hasta que llegaron los refuerzos, de nuevo, desde Agaete y Artenara.
El siguiente de importancia ocurrió el domingo 7 de agosto de 1988 obligó a evacuar a 200 personas y quemó 4 kilómetros de terreno y 200 hectáreas de pinar.
Aunque parezca que la resistencia del pino canario no tenga fin y la capacidad regeneradora de las tierras volcánicas de estas Islas Afortunadas sea infinita no hay que bajar la guardia.
En esta ocasión el pino isleño responde nuevamente y la fortuna vuelve a sonreir a Tamadaba con unas temperaturas suavizadas por el paso de los alisios que recorren la isla de Gran Canaria, que otra vez verá reverdecer, como ave Fenix de las cenizas, su pulmón verde y su fuente de agua.
Tamadaba resucita un año después
Termina una semana de auténtico inferno para las islas afortunadas. El archipiélago canario se ha enfrentado nuevamente a un episodio extremo de altas temperaturas, polvo sahariano en suspensión, apenas humedad y vientos fuertes del este. Ingredientes que encienden todas las alarmas por riesgo extremo para la salud y de incendios.
Durante el miércoles 26 de agosto se superaron los 40 grados en las medianías, zonas interiores de las islas por encima de los 300 metros de altitud, de Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, por la noche no se bajó de 30 grados en algunos puntos del archipiélago donde la temperatura mínima fue de 32 grados centígrados.
La situación geográfica de las islas, su relieve con elevadas montañas y barrancos, que acumulan calor en esas simas y provoca subidas súbitas de temperaturas, ponen al archipiélago ante uno de sus mayores riesgos, agravados por el cambio climático, la sequía, el cambio en el territorio o el abandono del sector primario: el fuego.
Esta semana se cumplía un año de uno de los peores incendios vividos en las Islas Canarias de los último 30 años, y, sin duda el más grande de los registrados en 2019 con una extensión de 78 kilómetros de perímetro, desde Valleseco al Parque Natural de Tamadaba y 12.000 hectáreas calcinadas.
Más allá de la superficie quemada el fuego de Gran Canaria es considerado como “el peor incendio forestal de los últimos años en España” porque afectó a un “rico patrimonio natural, numerosas especies endémicas y amenazadas y que es vital para el abastecimiento de agua potable en la isla”.
Poco antes del triste aniversario, y en vísperas de ponerse al frente del incendio que estos días ha consumido parte de La Garafía en la isla de La Palma, el jefe de Emergencias, Federico Grillo, detalló que el incendio del año pasado se llevó por delante el 32% del Parque Natural de Tamadaba, pero “se está recuperando sin problema, incluso ya se pueden ver muchísmos rebrotes y pinocha”.
Ya explicaba a este medio el año pasado la importancia de las especies endémicas del archipiélago, como los madroños, las fayas o el pino canario, un árbol ignífugo con una gran capacidad de recuperación tras el paso de las llamas.
Perfil del pino canario
Características: El pino canario (Pinus canariensis)
es una conífera única en el mundo, que crece solo en Canarias y tiene
la capacidad, a diferencia de otros pinos, de ser relativamente
tolerante al fuego y ser capaz de reverdecer después de un incendio. De
porte piramidal, puede alcanzar los 40 metros aunque lo normal es que se
sitúe entre los 15 y 25 metros. En Canarias existen ejemplares
monumentales, como los famosos pinos de Villaflor, en Tenerife, que
llegan a los 60 metros. Sus hojas son aciculares, finas y aparecen
agrupadas de tres en tres.
Hábitat: Es un árbol que se adapta a superficies muy variadas y es capaz de desarrollarse en paredes de roca casi verticales. La especie,se extiende por Gran Canaria, Tenerife, La Gomera, La Palma y El Hierro. También existen plantaciones en el área mediterránea, y en algunos puntos de EEUU como California, todos ellos, lugares de clima templado-cálido.
Distribución: El 60% de toda la superficie forestal de Canarias (unas 120.000 hectáreas) está poblada por esta especie.
Situación: Los pinos canarios pueden formar bosques mixtos, con palmeras y sabinas (zonas cálidas) o con brezos y fayas (zonas húmedas). También puede extenderse en grandes extensiones de bosque como especie predominante.
Usos: Su principal uso es la reforestación aunque también tiene aplicaciones ornamentales. La pinocha se usa como cama de ganado y para abonar huertas.
Amenazas: Le perjudica el cambio climático, los incendios demasiado frecuentes y las plagas.
Pinar de Tamadaba, Gran Canaria |
Hábitat: Es un árbol que se adapta a superficies muy variadas y es capaz de desarrollarse en paredes de roca casi verticales. La especie,se extiende por Gran Canaria, Tenerife, La Gomera, La Palma y El Hierro. También existen plantaciones en el área mediterránea, y en algunos puntos de EEUU como California, todos ellos, lugares de clima templado-cálido.
Distribución: El 60% de toda la superficie forestal de Canarias (unas 120.000 hectáreas) está poblada por esta especie.
Situación: Los pinos canarios pueden formar bosques mixtos, con palmeras y sabinas (zonas cálidas) o con brezos y fayas (zonas húmedas). También puede extenderse en grandes extensiones de bosque como especie predominante.
Usos: Su principal uso es la reforestación aunque también tiene aplicaciones ornamentales. La pinocha se usa como cama de ganado y para abonar huertas.
Amenazas: Le perjudica el cambio climático, los incendios demasiado frecuentes y las plagas.
Hoy, poco más de 365 días después, gracias a la contribución de 150 ciudadanos anónimos podemos constatar la evolución de las zonas afectadas por los incendios forestales de agosto de 2019 que el proyecto Fénix realiza desde noviembre enviando sus fotografías desde alguno de los 16 puntos de observación (tótems) que ha instalado en las cumbres.
Deetalle del incendio de Gran Canaria y del área del parque natural de Tamadaba uniendo capturas de luz visible e infrarrojos. Foto: Agencia Espacial Europea |
Tamadaba
En Tamadaba, el pulmón de la isla, allí donde el coordinador de la lucha contra el fuego, Federico Grilllo, llegó a decir que el incendio “era inextinguible y que ningún hombre era capaz de detener esas tormentas de fuego”, el estado de recuperación es bueno tras este incendio de sexta generación.
Bomberos en 2019 |
Tamadaba |
El grado de recuperación del arbolado es alto, dominando de nuevo el verde general pese a las cortezas ennegrecidas.
Sin embargo, afirma el informe de Fenix Gran Canaria, el daño “es apreciable en algunas repoblaciones de enriquecimiento” aunque con muchos nuevos brotes.
En masas jóvenes o repobladas con especies de sotobosque de monteverde se han producido daños al observarse brotaciones basales. Algunos ejemplares no han sobrevivido, no por el efecto de las llamas sino por una exposición prolongada por un paso lento de las llamas. La recuperación de las masas adultas de pinar es bueno, con abundante rebrote de acículas (hojas).
Artenara
Artenara 2020. Fenix Gran Canaria En Artenara y Tejeda los incendios, junto a la crisis sanitaria de los últimos meses, han supuesto “un duro golpe para la población” y para la apuesta por el turismo de
Artenara 2020 |
En Artenara, ”la marca sobre el paisaje y sobre todo sobre las conciencias de los vecinos sigue siendo patente”. Allí el incendio despejó bancales abandonados que evidencian su potencial agrícola.
Desde Lugarejos se ve cómo el abandono agrícola y la proliferación del matorral y el cañaveral son mechas para conducir el fuego, usando las pendientes como lanzaderas hacia Tamadaba.
Albarrada o bancal de piedra para contener la erosión del suelo Desde Las Hoyas o El Sargento, se observa cómo castigó al pinar canario repoblado y que a estas masas les está costando recuperarse y precisen de claras para ganar fuerza.
Además, «gran parte del suelo permanece desprotegido», por lo que se ha hecho un esfuerzo para construir albarradas (bancales sostenidos por un muro de piedra sin argamasa) para contener la erosión.
En Tejeda, donde la población tuvo que ser evacuada en dos ocasiones, el paisaje se ve «muy recuperado y sólo se ha echado en falta el esplendoroso florecer de los almendros de comienzos de año». Bajo Riscos de Chapín aún se aprecian las manchas sobre las rocas dejadas por el fuego y también se notan desde el mirador de Los Almendros.
En la zona cero la intensidad del fuego fue elevada por la presencia de barrancos con mucha pendiente que provocan mayor longitud de llama, mayor velocidad de propagación y un efecto chimenea. Desde Cueva Corcho la vista sugiere un alto grado de recuperación, «pero se trata de vegetación herbácea anual y helechal que rebrota por las buenas condiciones del fondo de barranco».
En las laderas observables desde Galaz o Montaña Pajaritos los efectos «son notables» porque afectó a pino radiata que no rebrota como el autóctono. De hecho, en algunas zonas ya empezó su tala para ser repobladas en invierno con especies canarias.
También se ven madroños, fayas o pinos canarios repoblados hace 10 años logrando rebrotar, «lo cual es un ejemplo claro de la resistencia y adaptación de la flora canaria».
En la dorsal de la cumbre que va desde cerca de los pinos de Gáldar hasta la dorsal que separa las vertientes Norte y Sur, desde Doña Paca, en la trasera del Monte de Pavón, se nota un gran rebrote del helecho en una ladera repoblada hace 12 años con monteverde desarrollado que aún no ha rebrotado y debe despuntar en unos meses sobre el helechal.
Desde Fuente Fría, pese al rebrote de especies herbáceas tapizantes, todavía se ven marcas del incendio: olmos con una profusa brotación de raíz y pinos radiata calcinados que aprovechan los pájaros carpintero.
Evolución de la vegetación en la zona 0 de Tamadaba | Foto: fenixgrancanaria |
El incombustible corazón de Gran Canaria Tras un recorrido por los últimos 20 años de historia de incendios en Gran Canaria, solo tres han generado la mayor superficie quemada: el de 2007 (18.000 hectáreas), el de 2017 (2.000 hectáreas) y los de 2019 (9.800 sumando el de Artenara y Cazadores).
Pero si echamos la vista atrás, la joya forestal de Gran Canaria que llevaba treinta años sin vivir un incendio hasta 2019 sufrió una docena de quemas en 160 años.
1860 es el primer año que queda registrado en un documento oficial un incendio de Tamadaba. Pero realmente el primer gran fuego recogido por la prensa local data de julio de 1861. Lo anecdótico del mismo es que la población de la Isla se enteró días después de que comenzase gracias a que las llamas fueron atisbadas por la tripulación y pasajeros de la goleta ‘Tinerfe’ cuando se dirigía hacia el Puerto de Las Nieves. Ese fuego acabó con todo el monte de Tamadaba desde Artenara.
La Reserva de la Biosfera de Tamadaba llegó a sufrir seis incendios en siete años, desde 1919 hasta 1936. Algunos de ellos llegaron a quemar el pinar al completo. Pero éste renacía una y otra vez y de su extinción siempre se encargaban los vecinos de Agaete y Artenara, quizá los réditos obtenidos por ganaderos y agricultores favorecieran estos “fuegos regeneradores”.
El 28 de julio de 1959, las llamas aparecieron en el llamado Lomo de la Diferencia cuyo sendero dirige hacia las Presas de Lugarejos y Los Pérez. En ese fuego, los jóvenes que se encontraban en el Campamento del Frente de Juventudes se convirtieron en los héroes del momento, ya que fueron los primeros en atacar a las llamas hasta que llegaron los refuerzos, de nuevo, desde Agaete y Artenara.
El siguiente de importancia ocurrió el domingo 7 de agosto de 1988 obligó a evacuar a 200 personas y quemó 4 kilómetros de terreno y 200 hectáreas de pinar.
Aunque parezca que la resistencia del pino canario no tenga fin y la capacidad regeneradora de las tierras volcánicas de estas Islas Afortunadas sea infinita no hay que bajar la guardia.
En esta ocasión el pino isleño responde nuevamente y la fortuna vuelve a sonreir a Tamadaba con unas temperaturas suavizadas por el paso de los alisios que recorren la isla de Gran Canaria, que otra vez verá reverdecer, como ave Fenix de las cenizas, su pulmón verde y su fuente de agua.
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