ROBERT FROST (San Francisco, 1874-1963)
Cuando veo abedules oscilar a derecha
Yo fui también, antaño, un columpiador de árboles;
Abedules
Cuando veo abedules oscilar a derecha
y a izquierda, ante una hilera de
árboles más oscuros,
me complace pensar que un muchacho los
mece.
Pero no es un muchacho quien los deja
curvados,
sino las tempestades. A menudo hemos
visto
los árboles cargados de hielo, en claros días
los árboles cargados de hielo, en claros días
invernales, después de un
aguacero.
Cuando sopla la brisa se les oye crujir,
se vuelven irisados cuando se resquebraja
su esmaltada corteza. Pronto el sol les arranca
sus conchas cristalinas, que mezcla con la nieve...
Cuando sopla la brisa se les oye crujir,
se vuelven irisados cuando se resquebraja
su esmaltada corteza. Pronto el sol les arranca
sus conchas cristalinas, que mezcla con la nieve...
Esas pilas de conchas esparcidas
diríase
que son la rota cúpula interior de los cielos.
La carga los doblega hacia los mustios
matorrales cercanos, pero nunca se quiebran,
aunque jamás podrán enderezarse solos:
durante muchos años las ramas de sus troncos
que son la rota cúpula interior de los cielos.
La carga los doblega hacia los mustios
matorrales cercanos, pero nunca se quiebran,
aunque jamás podrán enderezarse solos:
durante muchos años las ramas de sus troncos
curvadas barrerán con sus hojas el
suelo,
igual que arrodilladas doncellas con los sueltos
igual que arrodilladas doncellas con los sueltos
cabellos hacia atrás y secándose al
sol.
Mas cuando la Verdad se me interpuso
en la forma de un hecho como la tempestad,
iba a decir que quizás un muchacho,
yendo a buscar las vacas, inclinaba los árboles...
Un muchacho que por vivir lejos del pueblo
sólo sabe jugar, en invierno o en verano,
a juegos que ha inventado para jugar él solo.
Ha domado los árboles de su padre uno a uno
Mas cuando la Verdad se me interpuso
en la forma de un hecho como la tempestad,
iba a decir que quizás un muchacho,
yendo a buscar las vacas, inclinaba los árboles...
Un muchacho que por vivir lejos del pueblo
sólo sabe jugar, en invierno o en verano,
a juegos que ha inventado para jugar él solo.
Ha domado los árboles de su padre uno a uno
pasando por encima de ellos tan a
menudo
que nada les dejó de su tiesura.
A todos doblegó; no dejó ni uno solo
sin conquistar. Aprendió la manera
de no saltar de un árbol sin haber conseguido
que nada les dejó de su tiesura.
A todos doblegó; no dejó ni uno solo
sin conquistar. Aprendió la manera
de no saltar de un árbol sin haber conseguido
doblarlo contra el suelo. Conservó el
equilibrio
hasta llegar arriba, trepando con cuidado,
con la misma destreza que uno emplea al llenar
la copa hasta el borde, y aun arriba del borde.
hasta llegar arriba, trepando con cuidado,
con la misma destreza que uno emplea al llenar
la copa hasta el borde, y aun arriba del borde.
Entonces, de una envión, disparaba los
pies
hacia afuera y saltaba del aire hasta la tierra.
hacia afuera y saltaba del aire hasta la tierra.
Yo fui también, antaño, un columpiador de árboles;
muy a menudo sueño en que volveré a
serlo,
cuando me hallo cansado de mis
meditaciones,
y la vida parece un bosque sin
caminos
donde, al vagar por él, sentirnos en la cara
donde, al vagar por él, sentirnos en la cara
ardiente el cosquilleo de rotas
telarañas,
y un ojo lagrimea a causa de una brizna,
y quisiera alejarme de la tierra algún tiempo,
y un ojo lagrimea a causa de una brizna,
y quisiera alejarme de la tierra algún tiempo,
para luego volver y empezar otra
vez.
Que jamás el destino, comprendiéndome mal,
Que jamás el destino, comprendiéndome mal,
me otorgue la mitad de lo que anhelo
y me niegue el regreso. Nada hay, para el amor,
y me niegue el regreso. Nada hay, para el amor,
como la tierra; ignoro si existe mejor
sitio.
Quisiera encaramarme a un abedul,
trepar,
por las ramas oscuras del blanquecino tronco
y subir hacia el cielo, hasta que el abedul,
por las ramas oscuras del blanquecino tronco
y subir hacia el cielo, hasta que el abedul,
doblándose vencido, me volviese a la
tierra.
Subir y regresar sería muy
hermoso.
Pues hay cosas peores en la vida que ser
un columpiador de árboles.
Pues hay cosas peores en la vida que ser
un columpiador de árboles.
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