lunes, 24 de enero de 2022

No hay razón científíca ni técnica para esos ejemplares totalmente desmochados que vemos en las aceras.

Es posible que el lector urbanita se haya sorprendido en más de una ocasión parado en la acera mirando un árbol ayer frondoso y hoy desnudo, no solo de hojas sino de muchas de sus ramas, incluso mutilado de sus 'brazos' más gruesos. Y que se pregunte si es necesario dejarlos tan indefensos, privándonos del placer de la visión de su copa, refugio de pájaros, de su sombra y del frescor que neutraliza el calor del asfalto. Será así, puede que se responda, mientras casi siente dolor si pilla al operario motosierra en mano. Pero no. José González Granados, decano presidente del Colegio de Ingenieros Técnicos Forestales y experto en arboricultura, dice que «no existe ninguna razón que pueda explicar eso que hacen a algunos árboles».

     Explica que hay muchos tipos de poda. Las que se realizan sobre el arbolado agrícola tienen su técnica propia y su razón de ser, conseguir más frutos. Las de árboles forestales, en montes donde los ejemplares van a ser usados para madera, «tienen otras técnicas diferentes para conseguir, por ejemplo, que la madera tenga menos nudos, porque eso la devalúa». Y luego están los árboles ornamentales de ciudades y pueblos, «los que más maltrato reciben en nuestro país, con técnicas que no deberían darse por culpa de décadas de falta de información y podas realizadas mayoritariamente por personas procedentes del mundo agrícola o forestal. Y ves árboles descopados totalmente sin razón técnica ni científica, lo que supone un trauma para el árbol por mala praxis». La buena noticia es que pasa cada vez menos por la entrada en los ayuntamientos de técnicos forestales que saben de arboricultura.
     Aporta González Granados esta sentencia definitiva: «La mejor poda que se puede hacer es la poda que se puede evitar». Lo más importante, señala, es realizar una correcta selección de los árboles que queremos tener en nuestras ciudades, «porque, tradicionalmente, al lado de las fachadas se han plantado especies que llegan a medir 30 metros de altura». En esos sitios, aconseja, habría que elegir especies más pequeñas:«Se ha hecho mal y ahora se empieza a hacer algo mejor. Existen 250.000 especies de plantas vasculares (árboles, arbustos...), así que hay un gran elenco para elegir teniendo en cuenta sus características morfológicas, de adaptación al clima, previendo las condiciones que van a vivir en la ciudad...».
     Señala que el asfalto se recalienta y a veces el suelo no es el más adecuado para especies que, en ocasiones, no tienen ni espacio, porque los alcorques, los agujeros para la plantación, no alcanzan el metro cúbico mínimo que han de tener para que sean lo más longevos posible. «Nos ahorraríamos la mayoría de intervenciones de poda si eligiésemos la especie adecuada, porque todas al nacer son pequeñas, pero unas se quedan en 3 metros y otras alcanzan 30».
     Reconforta saber que hoy se hace todo lo contrario a lo que se hacía en los años 50, 60 y 70 del pasado siglo, cuando las ciudades se llenaron de olmos de Siberia, que llegan a los 15 metros con un crecimiento rápido en los primeros años, y plátanos, que alcanzan más de 50. «Yo vivo en Aranjuez –dice el ingeniero forestal–, una de las localidades con más arbolado de la comunidad y que tiene los mayores plátanos de España, de más de 250 años de edad, que no han sido podados nunca, con 52 metros de altura. Pues esa es la excepción, porque lo normal es que los plátanos se desmochen y no debería darse, es un grave error. Lo que pasa es que estas especies pueden aguantar tal atropello, pero en el caso de los arces negundos o los cinamomos, especies ornamentales muy usadas también en nuestras calles, cuando se les hacen estas intervenciones, estos desmoches, no los aguantan y mueren antes de tiempo».
     Habla de las podas de formación, que se hacen cuando pensamos que un árbol va a tener problemas por interferencias entre sus ramas: «Pero nos referimos siempre a cortar ramas pequeñitas, por debajo de los 5 centímetros de diámetro, porque hasta ahí la cicatrización es buena. Por encima de ese tamaño podemos tener problemas de enfermedades, porque la cicatrización tarda lo suficiente para dar tiempo a que por esas 'heridas' entren los patógenos. Hay que desinfectar las herramientas de poda, que tampoco suele hacerse, y se contagian enfermedades». Insiste en que ningún árbol necesita ser desmochado, pero a veces, ante las quejas de vecinos a los que se les meten las ramas por las ventanas, se acaban cortando. «Lo que hay que hacer entonces es una poda a la carta, porque cada especie tiene sus necesidades».

Captan menos CO2
     Dice el experto haber visto actuaciones nada razonables y que esos desmochados son denunciables. «No hay justificación técnica para cada año o cada dos o tres podarlos de esa manera para abaratar y evitar otras intervenciones, de limpieza de hojas, por ejemplo. Estás disminuyendo su esperanza de vida, si iba a vivir 80 años, ahora solo llegará a 20 o 30».
     Recuerda que los árboles realizan en las ciudades una importante labor de captación de CO2, «y cuando los dejamos desnudos, captan mucho menos. También dan una buena sombra en verano y beneficios a la salud desde el punto de vista paisajista y de hábitat de aves, así que hay que respetar su crecimiento. Pero se les hacen aberraciones. Si alguien cree en la reencarnación, nunca querría convertirse en árbol de ciudad». 

 

Evita que tu perro orine en el árbol y no tires el cubo con agua de fregar
     Es una estampa completamente habitual ver a los perros orinando en la base de los árboles. «Yo evitaría eso, o llevaría una botella de agua para echar ahí e intentar diluirlo, como hacen ya muchos dueños de animales, porque a veces un mismo ejemplar de ciudad puede tener que sufrir a varios perros en un mismo día, lo que supone una cantidad de ácido úrico importante». También es frecuente ver cómo algunas personas que han estado limpiando los portales o las tiendas a pie de calle lanzan el cubo con el agua de fregar a la tierra donde el árbol hunde sus raíces, «y con tres cubos puedes llegar a matarlo, por la cantidad de químicos que le lanzas».
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