La sexualidad de las higueras y su insecto polinizador
El libro de Joan Rallo, resultado de diez años de investigación, descubre el sorprendente, complejo y desconocido mundo de las higueras y su reproducción
La higuera (Ficus carica) es uno de los frutales más antiguos de los que tenemos constancia y una de las primeras especies cultivadas. Hace una década un equipo de arqueólogos encontró en el yacimiento de Gigal, en el valle del Jordán, nueve higos carbonizados de este fruto, de unos 11.400 años de antigüedad; al analizar el material se comprobó que los higos pertenecían a una variedad claramente domesticada, ya que al carecer de semillas sólo podrían haberse reproducido por esquejes. Este hallazgo echa por tierra la teoría de que los primeros cultivos fueron los cereales; las higueras estarían en el kilómetro cero de la agricultura y por tanto de la cultura.
Pero mucho antes de ser domesticada por el hombre, la higuera ya formaba pareja con un pequeña avispa (Blastophaga psenes), una estrecha relación de mutua dependencia que se remonta al menos a unos 60 millones de años atrás, cuando insecto y árbol establecieron un pacto que permitía al primero criar dentro del higo a cambio de la polinización. Un fósil de avispa de la higuera de más de 34 millones de años, hallado en la isla de Wight (Reino Unido) muestra que el complejo vínculo que existe actualmente entre estas dos especies, indispensable para la supervivencia natural de ambas, viene de muy lejos y ha permanecido sin cambios desde entonces.
Y aunque el ser humano ha cultivado la higuera desde tiempos inmemoriales su conocimiento de la especie es más bien escaso ¿qué sabemos de este árbol? ¿Necesita un insecto polinizador para que maduren sus frutos? Y yendo un poco más allá, los higos ¿son en realidad frutos?
El libro La sexualidad de las higueras y de su insecto polinizador de Joan Rallo, publicado por la Consejería de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca, a través de la Dirección General de Agricultura y Ganadería y el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de las Islas Baleares (IRFAP), nos adentra en el fascinante y complejo mundo de las higueras en el que pocas cosas son lo que parecen. «La relación entre la higuera y su insecto polinizador es un tema que siempre me ha llamado la atención y, aunque se cita mucho, hay pocos estudios en profundidad», comenta Rallo. "Esperé a la jubilación para disponer del tiempo suficiente que me permitiera investigarlo, y el libro es el resultado de diez años de observaciones, además de actualizar los conocimientos que hasta ahora tenemos sobre las higueras, especialmente los referentes a su sexualidad, a la falsa partenocarpia que se les adjudica o a su antigüedad como cultivo".
Para entender al Ficus carica, -higuera de toda la vida-, es conveniente comenzar aclarando que dentro de la misma especie encontramos diferentes tipos; en primer lugar están los cabrahígos o silvestres, que presentan a lo largo de su ciclo anual tres tipos de infrutescencias no comestibles: las mamas, los prohigos y los mamones, y en segundo las higueras cultivadas que, para producir sus frutos (comestibles), pueden precisar o no de polinización y, en este punto es donde el tema se vuelve apasionante.
Aunque los llamemos frutos, los higos son en realidad una infrutescencia que alberga en su interior cientos de flores pequeñas encerradas en un receptáculo denominado sicono; y en el caso de los cabrahígos las hay de dos tipos masculinas y femeninas. Uno de los primeros objetivos de la investigación de Rallo ha sido describir el ciclo del insecto en Mallorca y todo el proceso comienza con el cabrahígo.
La avispilla hiberna en las flores de las mamas y emerge como hembra adulta alada cuando se están desarrollando los prohigos, en los que penetra a través del ostiolo y realiza la oviposición en las flores brevistilas que tapizan el interior del sicono y que pasan a transformarse en agallas tras la intervención del insecto.
De los huevos, uno en cada flor, salen primero los machos, localizan a las hembras que todavía permanecen dentro de las agallas y las fecundan, además, de abrirles una vía de salida a través del canal ostiolar, conocido también como ojo. Tras esta tarea, mueren sin haber salido del higo. Una vez que las hembras aladas ya fertilizadas emergen, salen del sicono atravesando la capa de flores con estambres que se localizan alrededor del ostiolo, almacenando el polen en unos cestillos ad hoc localizados en la parte inferior del tórax.
Abandonado el sicono, la avispilla puede introducirse en un mamón de cabrahígo, polinizando sus flores y colocando sus huevos en las flores brevistilas, donde nuevas generaciones se desarrollarán a lo largo del verano, que a su vez acabarán poniendo sus huevos en las mamas, donde los insectos en forma de larva pasarán el invierno hasta la primavera siguiente, en la que comenzará de nuevo el ciclo.
O bien pude ocurrir que la avispilla visite una higuera "doméstica", y como las flores de sus higos son de pistilos largos no puede realizar la puesta, pero en el intento las polinizará, dando lugar a semillas con lo que la higuera asegura su reproducción sin la intervención humana,
Actualmente, la mayoría de las higueras de nuestro entorno se propagan por esquejes y los frutos maduran sin polinizarse, sin embargo es de destacar la importancia de la caprificación, ya que sus frutos presentan un mayor tamaño, una coloración más intensa de la pulpa y una mayor calidad gustativa. Cuando Rallo comenzó esta investigación el primer paso fue localizar este tipo de higueras macho (cabrahígos) en la Isla, "una de las primeras la encontré en el talayot de Capocorb, otra en un corral de Sineu, estaban muy dispersas y cada vez que iba a realizar un estudio tenía que desplazarme, así que decidí llevar a cabo mi propia plantación. Sembré higos silvestres o sus semillas, esperé a ver si salía macho o hembra y, a partir de este punto, ya dispuse del material suficiente para poder seguir investigando".
"Muchas de estas higueras para envejecerlas y ganar tiempo he tenido que irlas injertando sobre ellas mismas", aclara. "Los cabrahígos no producen higos comestibles, pero son necesarios para que críe el insecto, del que en casi toda la bibliografía se citan tres ciclos, pero yo he contado hasta cinco en un año y, haciendo trampa, seis".
Con este estudio Rallo busca motivar al cultivador para que establezca plantaciones modernas y, también, promover el cambio de cultivos en algunas de las que ya existen, utilizando la práctica de la caprificación que permitiría obtener higos de mayor calidad tanto para el secado como para la alimentación animal. Además de ayudar a crear conciencia sobre la necesidad de establecer una colección de variedades de cabrahiguera que puedan servir de base no sólo para la polinización de los cultivos futuros sino también para proteger y fomentar la biodiversidad de la especie.
Se trata sin duda de un mundo sorprendente, complejo y bastante desconocido en el que hay higueras como la de tipo Esmirna que necesitan la polinización para obtener su cosecha de higos o como las de tipo San Pedro con dos cosechas al año; en una, la primera, no necesitan polinización, pero en la otra, si no se produce, el higo cae.
En sus diez años de investigación ha reunido numerosa documentación entorno a esta especie, además de descubrir otros aspectos que han despertado su curiosidad. "Estoy asombrado de su complejidad y no me refiero solo al aspecto reproductivo. Dentro del higo vive toda una serie de fauna y de flora que comienza a citarse a partir de mediados del siglo pasado. La Philotrypesis caricae, por ejemplo, es un parasitoide oportunista que pone su huevo en la misma flor donde lo ha puesto la Blastophaga y cuando eclosionan, las larvas de la intrusa se aprovechan del alimento que debería tomar la avispilla del higo".
Joan Rallo fue profesor de fruticultura mediterránea en la UIB y ha centrado su investigación en los cultivos realizados en Baleares, desde los olivos a los algarrobos, pasando por almendros, el viñedo o la apicultura. En este libro sobre las higueras y su insecto polinizador aborda una compleja relación que, a pesar de llevar millones de años, es bastante desconocida.
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