miércoles, 6 de junio de 2018

CÉSAR-JAVIER PALACIOS (Valladolid, 1964)
Pinos del Pirineo esconden información sobre los volcanes de Lanzarote

Volcanes del Parque Nacional de Timanfaya, en Lanzarote.
     En septiembre de 1730 se inició una larga erupción en el volcán canario de Timanfaya que modificó completamente la morfología de la isla de Lanzarote. Cientos de toneladas de cenizas fueron lanzadas a la atmósfera y empujadas por los vientos a lugares remotos. Lo mismo ocurrió en 1815 con el Tambora, en Indonesia, que oscureció Europa y eliminó ese año el verano.
      Los cambios atmosféricos que provocaron hace siglos estas espectaculares erupciones volcánicas también dejaron huella en los bosques centenarios de la alta montaña de la Península Ibérica. Así lo constata un artículo publicado en la revista Science of the Total Environment en el que participa la profesora Emilia Gutiérrez, de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona.
     El rastro químico de los gases que liberaron a la atmósfera estas erupciones volcánicas se puede identificar hoy en día en los bosques más antiguos de coníferas de los Pirineos, explica la Universidad de Barcelona a través de una nota de prensa.
     En concreto, erupciones como las del volcán Timanfaya, en Lanzarote -una de las más poderosas en todo el país por haber durado seis años ininterrumpidos y por el volumen de materiales expulsados-, y el Tambora -uno de los episodios volcánicos más gigantescos de los que hay registros-, desprendieron cantidades enormes de hierro que modificaron la composición química de los anillos anuales de crecimiento de los árboles pirenaicos.
     Según este artículo, el estudio del registro de los anillos de crecimiento de los árboles (dendrocronología) podría ayudar a conocer la frecuencia y la intensidad de los fenómenos volcánicos en la era moderna.

Investigación dendrocronológica en un pino centenario del Pirineo.
La respuesta está en los anillos de los árboles
     El nuevo estudio, dirigido por la experta Andrea Hevia, investigadora del Centro Tecnológico Forestal y de la Madera (CETEMAS), en Asturias, ha analizado los cambios temporales de la composición química en los anillos anuales de crecimiento de los árboles centenarios de los Pirineos, en especial los de los bosques subalpinos de pino negro (Pinus uncinata) de los parques nacionales de Ordesa y Monte Perdido, y de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici. En la investigación también participan Julio Camarero (Instituto Pirenaico de Ecología, IPE-CSIC, Zaragoza), Raúl Sánchez Salguero (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla) y Allan Buras (Universidad Técnica de Munich, Alemania), entre otros expertos.
     Por primera vez, esta investigación ha permitido analizar los efectos del cambio climático sobre los ciclos de nutrientes en los bosques, y ha confirmado que los bosques pirenaicos pueden registrar la huella química de episodios a escala global (por ejemplo, las erupciones volcánicas en lugares remotos) y los efectos de las emisiones de gases a la atmósfera desde la Revolución Industrial.
     Tal como explica la profesora Emilia Gutiérrez, del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB, “la información registrada por estos árboles que crecen a altitudes superiores a los 2.000 metros es representativa de los cambios globales, ya que su crecimiento no está influenciado por los efectos de las actividades humanas locales (talas, industria)”.
    Los expertos han aplicado una nueva metodología no destructiva que analiza los cambios atmosféricos en los últimos setecientos años -con resolución anual e incluso estacional- a partir del análisis de los anillos de crecimiento de los árboles. Entre otros resultados, el estudio revela un incremento del contenido en elementos como el fósforo, el azufre y el cloro a partir del 1850, cuando se inicia la Revolución Industrial en Europa. También se han analizado datos de elementos químicos esenciales en el desarrollo de la madera, como el calcio. “La fijación de estos elementos en los anillos de crecimiento de la madera se ha visto además favorecida por el aumento de las temperaturas a escala global”, remarca la investigadora Andrea Hevia.

La erupción del Tambora desprendió enormes cantidades de hierro que modificaron la composición química de los anillos de crecimiento de los árboles pirenaicos.
Los árboles, centinelas del cambio global en el planeta
     Según el citado estudio, los árboles que crecen en lugares con suelos más alcalinos (por ejemplo, gran parte del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido) podrían tener una mayor capacidad de amortiguar los fenómenos de acidificación global, al contrario de lo que se ha observado en lugares con suelos más ácidos (por ejemplo, el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici).
“El aumento de las emisiones de sulfatos y nitratos en la atmósfera puede limitar la fijación en el suelo y la absorción por parte del árbol de elementos esenciales como el calcio, el magnesio o el manganeso, entre otros, todos ellos esenciales para el crecimiento y desarrollo de los bosques”, detalla Emilia Gutiérrez.
     El estudio de los efectos del cambio climático en esta región y de la variación histórica de elementos químicos en los árboles puede contribuir significativamente a conocer los efectos potenciales que podrían soportar muchos de los bosques de coníferas en el siglo XXI, apuntan los autores.

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     Referencia bibliográfica: Andrea Hevia, Raúl Sánchez-Salguero, +4 authors, Emilia Gutiérrez (2018). Towards a better understanding of longterm woodchemistry variations in oldgrowth forests: A case study on ancient Pinus uncinata trees from the Pyrenees. Science of The Total Environment 625:220-232. June 2018. DOI: 10.1016/j.scitotenv.2017.12.229.
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