MARIE-LOUISE TAOS AMROUCHE (Túnez, 1913-1976)
El roble del ogro, de "El grano mágico"
Se cuenta que en la antigüedad había un pobre anciano que pervivía solo en su choza esperando la muerte. Vivía a las afueras del pueblo. No entraba ni salía porque estaba paralítico. Su cama había sido puesta cerca de la puerta, que se cerraba con un cerrojo del que pendía una cuerda.
Aicha, una niña pequeña y sus padres vivían al otro lado de la aldea. Éstos enviaban cada día a la niña con el almuerzo y la cena del anciano.
Ese día la niña llevaba un pastel y un plato de cuscús y tarareó tan pronto como llegó: Abre la puerta, oh, papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
Y el abuelo respondió: Haz sonar tus pequeños brazaletes, ¡oh, Aicha, hija mía!
La chica estaba golpeando sus pulseras una contra otra y él ya estaba tirando del cerrojo. Aicha entró, barrió la casucha y estiró la colcha de la cama. Al abuelo le encantaba verla llegar. Luego sirvió la comida al anciano y le dio de beber.
Después de acompañarlo un largo rato, dejándolo tranquilo y a punto de quedarse dormido, regresó a su casa. Todos los días la niña les contaba a sus padres cómo había cuidado al anciano, al que le decían "su abuelo", y lo que le había dicho para que se distrajera.
Pero un día el Ogro vio a la niña. La siguió escondido hasta el cobertizo y la escuchó tararear:
Ábreme la puerta, papá Inoubba, mi papá Inoubba! Después escuchó decir al anciano: "¡Haz sonar tus brazaletes, oh Aicha, hija mía!
El Ogro se dijo a sí mismo; "Ya he entendido. ¡Mañana volveré, repetiré las palabras de la niña, me abrirá y me lo comeré!
Al día siguiente, poco antes de que llegara la niña, el Ogro apareció frente al cobertizo y dijo con su gran voz: Abre la puerta, oh, papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
Márchate maldito! respondió el viejo. ¿Crees que no te reconozco?
El Ogro regresó varias veces, pero el viejo siempre sabía quién era. El Ogro finalmente fue a buscar al hechicero.
-Hay un viejo solitario que vive a las fueras del pueblo. Él no quiere abrirme la puerta porque mi gran voz me traiciona. Dime la forma de tener una voz tan fina, tan clara como la de su pequeña niña.
El hechicero respondió: Vale, llénate la garganta de miel, acuéstate en el suelo con la boca abierta. Las hormigas entrarán y picarán tu garganta. Pero tu voz no se afinará en un solo día.
El Ogro hizo lo que el hechicero le dijo; compró la miel con la que llenó su garganta, y fue a tumbarse al sol, con la boca abierta. Un ejército de hormigas entró en su garganta.
Después de dos días, el Ogro fue al cobertizo y cantó: Abre la puerta, oh papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
Pero el viejo lo reconoció: Mantente alejado, maldito! le gritó. Sé quién eres! -lo reconoció de nuevo-.
El Ogro regresó a su casa. Comió miel una y otra vez. Estuvo largas horas bajo el sol. Permitió que legiones de hormigas entraran en su garganta. Al cuarto día su voz era tan delgada, tan clara como la de la niña. El Ogro volvió a la casa del anciano y cantó frente a su choza: Abre la puerta, oh, papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
El abuelo respondió: Toca tus brazaletes, ¡oh, Aicha, hija mía!
El Ogro tenía una cadena; él la hizo chocar. La puerta se abrió. El Ogro entró y devoró al pobre anciano. Y luego se vistió como el abuelo, tomó su lugar y esperó a que la niña llegara para devorarla.
Tan pronto como la niña llegó frente al cobertizo se dio cuenta de que la sangre fluía por debajo de la puerta. Ella se preguntó: "¿Qué le pasó a mi abuelo?" aseguró la puerta desde afuera y cantó: Abre la puerta, oh papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
El Ogro respondió con su voz fina y clara: Toca tus brazaletes, ¡oh, Aicha, hija mía!
La niña, que no reconoció la voz de su abuelo, dejó el pastel y el plato de cuscús en el camino y corrió a la aldea para alertar a sus padres.
-El Ogro se comió al abuelo, -les dijo, llorando-. Cerré la puerta. Y ahora, ¿qué vamos a hacer?
El padre gritó la noticia en la plaza pública. Los hombres corrieron desde todos lados para llevar leña al cobertizo y prenderle fuego. El ogro, en vano, intentó huir. Empujó con todas sus fuerzas pero la puerta resistió.
Así es como se quemó. Al año siguiente, en el mismo lugar donde se quemó el Ogro, nació un hermoso roble que fue llamado el "Roble del Ogro". Desde entonces, se muestra a todos los viajeros.
El roble del ogro, de "El grano mágico"
Se cuenta que en la antigüedad había un pobre anciano que pervivía solo en su choza esperando la muerte. Vivía a las afueras del pueblo. No entraba ni salía porque estaba paralítico. Su cama había sido puesta cerca de la puerta, que se cerraba con un cerrojo del que pendía una cuerda.
Aicha, una niña pequeña y sus padres vivían al otro lado de la aldea. Éstos enviaban cada día a la niña con el almuerzo y la cena del anciano.
Ese día la niña llevaba un pastel y un plato de cuscús y tarareó tan pronto como llegó: Abre la puerta, oh, papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
Y el abuelo respondió: Haz sonar tus pequeños brazaletes, ¡oh, Aicha, hija mía!
La chica estaba golpeando sus pulseras una contra otra y él ya estaba tirando del cerrojo. Aicha entró, barrió la casucha y estiró la colcha de la cama. Al abuelo le encantaba verla llegar. Luego sirvió la comida al anciano y le dio de beber.
Después de acompañarlo un largo rato, dejándolo tranquilo y a punto de quedarse dormido, regresó a su casa. Todos los días la niña les contaba a sus padres cómo había cuidado al anciano, al que le decían "su abuelo", y lo que le había dicho para que se distrajera.
Pero un día el Ogro vio a la niña. La siguió escondido hasta el cobertizo y la escuchó tararear:
Ábreme la puerta, papá Inoubba, mi papá Inoubba! Después escuchó decir al anciano: "¡Haz sonar tus brazaletes, oh Aicha, hija mía!
El Ogro se dijo a sí mismo; "Ya he entendido. ¡Mañana volveré, repetiré las palabras de la niña, me abrirá y me lo comeré!
Al día siguiente, poco antes de que llegara la niña, el Ogro apareció frente al cobertizo y dijo con su gran voz: Abre la puerta, oh, papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
Márchate maldito! respondió el viejo. ¿Crees que no te reconozco?
El Ogro regresó varias veces, pero el viejo siempre sabía quién era. El Ogro finalmente fue a buscar al hechicero.
-Hay un viejo solitario que vive a las fueras del pueblo. Él no quiere abrirme la puerta porque mi gran voz me traiciona. Dime la forma de tener una voz tan fina, tan clara como la de su pequeña niña.
El hechicero respondió: Vale, llénate la garganta de miel, acuéstate en el suelo con la boca abierta. Las hormigas entrarán y picarán tu garganta. Pero tu voz no se afinará en un solo día.
El Ogro hizo lo que el hechicero le dijo; compró la miel con la que llenó su garganta, y fue a tumbarse al sol, con la boca abierta. Un ejército de hormigas entró en su garganta.
Después de dos días, el Ogro fue al cobertizo y cantó: Abre la puerta, oh papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
Pero el viejo lo reconoció: Mantente alejado, maldito! le gritó. Sé quién eres! -lo reconoció de nuevo-.
El Ogro regresó a su casa. Comió miel una y otra vez. Estuvo largas horas bajo el sol. Permitió que legiones de hormigas entraran en su garganta. Al cuarto día su voz era tan delgada, tan clara como la de la niña. El Ogro volvió a la casa del anciano y cantó frente a su choza: Abre la puerta, oh, papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
El abuelo respondió: Toca tus brazaletes, ¡oh, Aicha, hija mía!
El Ogro tenía una cadena; él la hizo chocar. La puerta se abrió. El Ogro entró y devoró al pobre anciano. Y luego se vistió como el abuelo, tomó su lugar y esperó a que la niña llegara para devorarla.
Tan pronto como la niña llegó frente al cobertizo se dio cuenta de que la sangre fluía por debajo de la puerta. Ella se preguntó: "¿Qué le pasó a mi abuelo?" aseguró la puerta desde afuera y cantó: Abre la puerta, oh papá Inoubba, ¡oh, mi papá Inoubba!
El Ogro respondió con su voz fina y clara: Toca tus brazaletes, ¡oh, Aicha, hija mía!
La niña, que no reconoció la voz de su abuelo, dejó el pastel y el plato de cuscús en el camino y corrió a la aldea para alertar a sus padres.
-El Ogro se comió al abuelo, -les dijo, llorando-. Cerré la puerta. Y ahora, ¿qué vamos a hacer?
El padre gritó la noticia en la plaza pública. Los hombres corrieron desde todos lados para llevar leña al cobertizo y prenderle fuego. El ogro, en vano, intentó huir. Empujó con todas sus fuerzas pero la puerta resistió.
Así es como se quemó. Al año siguiente, en el mismo lugar donde se quemó el Ogro, nació un hermoso roble que fue llamado el "Roble del Ogro". Desde entonces, se muestra a todos los viajeros.
---Fin---
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