Castaño
detener el andar, pararse en medio
de la acera del día para hablarle
al árbol retoñado que se encuentra
delante de nosotros? Para hablarle
muy de cerca aunque mudos y por dentro,
sin musitar palabra, pero hablarle
como lo haríamos ante el amigo
bueno con quien estamos siempre a gusto.
Yo me detengo a veces de este modo.
Me pongo en un rincón, junto al lugar
que ya se había transformado en casa,
en seguro recinto de la vida,
y oigo el temblor de todas esas hojas
como un pueblo con una sola lengua;
escucho el agua de ese movimiento
que es libertad al tiempo que destino,
y en su verdor iluminado aprendo
a ser mejor y más el ser que quiero.
de “Nombres del árbol”, Tusquets
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