Barcelona tiene también sus
árboles centenarios.
Son los más viejos del lugar. Algunos de ellos rondan los 200 años. La
capital no ha sido históricamente una ciudad respetuosa con los jardines
públicos y privados. Tradicionalmente constreñida por las limitaciones
físicas que imponían sus murallas, su crecimiento fue arañando los
espacios vacíos para ser construidos. La consecuencia es que hayan
desaparecido muchas arboledas y que se hayan destruido jardines, para
ser sustituidos por nuevas edificaciones. Pero quedan algunos árboles
muy longevos, que han sobrevivido a muchas transformaciones.
|
Plátano. Está considerado el ejemplar más viejo de Barcelona. Se
encuentra junto con dos más en la plaza del Claustre (jardín Laribal, en
Montjuïc) y tiene cerca de 200 años. |
Desaparecidos
los antiguos palacios condales del Raval, sus jardines fueron
modificados, de la misma manera que se esfumó el antiguo jardín botánico
del casco antiguo, mientras que el Eixample se llenó de edificaciones
que no dejaron rastro de los viejos árboles. El proceso culminó en los
años 60 y 70, cuando los jardines de Sarrià y Sant Gervasi perdieron sus
últimos ejemplares centenarios. Los coletazos de esa concepción han
continuado hasta nuestros días, como demuestra el sacrificio de zonas
con árboles en el parque Joan Miró, troceado por diversos usos (pistas
deportivas, parque de bomberos...) como ejemplo de la presión que sufren
las zona ajardinadas y la complicada supervivencia.
Los
ejemplares más antiguos de la ciudad perviven, sin embargo, en algunos
de sus jardines (parque del Laberint, Palau de les Heures, Montjuïc)
o bien se han salvado casi de manera milagrosa para quedar como
vestigios de una Barcelona que también tuvo campos de cultivo agrícola.
Un
proceso nuevo y esperanzador se inició en 1993, al promoverse el
catálogo de árboles de interés local, un intento de proteger los
ejemplares más valiosos, en zonas públicas y privadas, para garantizar
su preservación y poner en valor su rareza botánica, su altura, o valor
ecológico o histórico. Actualmente, lo integran 148 fichas (de árboles y
arboledas: 111 públicos municipales, 23 privados y 14 de otras
administraciones). Desde hace ya veinte años, y a través de la comisión
de catalogación, esta lista se ha ido ampliando. Mientras tanto, no se
ha hecho ninguna medida física o instrumental para saber cuáles son los
árboles más viejos de Barcelona; pero la pequeña muestra que sigue a
continuación, recopilada con la ayuda de Lluís Abad García, técnico del
departamento de Medi Ambient i Serveis Urbans, apunta cuáles son los
barceloneses con más raíces en el suelo. Estos pies han cruzado tres
siglos.
ESCONDIDOS EN EL LABERTINT
Pinos centenarios testigos de muchos cambios
El
parque del Laberint d’Horta acoge algunas de las plantaciones de
árboles más antiguas de Barcelona, efectuadas a partir de 1790. Dada su
dimensión, dos pinos plantados en este jardín, un pino carrasco (Pinus
halepensis) y un pino piñonero (Pinus pinea) podrían haber sido
plantados antes incluso de esa fecha.
El pino carrasco es
especialmente fotogénico. Situado al lado de un templete-belvedere, su
pervivencia tiene algo de prodigioso, pues en la base se aprecian aún
los rastros de cuando lo formaban tres pies, de los que ahora sólo
subsiste uno. El árbol fue abatido por el viento o las enfermedades,
pero tiene aún un espacio reservado en su tronco muy cerca del Laberint
Petit. El otro ejemplar anciano es un pino piñonero. Rodeado de encinas,
su altura imponente le permite cubrir a los demás árboles de su
alrededor.
VESTIGIOS DE VIEJOS CAMPOS
|
Algarrobo del Park Güell. Fue respetado por Gaudí al crear el parque
(1900-1903). Bajo la triple columnata de los viaductos, el tronco
retorcido busca la luz y crea una imagen de concepción gaudiniana Xavier Cervera |
Los algarrobos que salvó Gaudí en sus viaductos del Park Güell
Varios
algarrobos (Ceratonia siliqua) situados en el Park Güell podrían
superar los 200 años (o aproximase a esa edad). Al igual que algunos
olivos, estos árboles son los restos de antiguos cultivos de secano que
Gaudí incorporó al parque y respetó cuando levantó los viaductos.
Destaca
especialmente la figura retorcida y torturada del algarrobo del
Viaducte del Mig, un árbol catalogado de interés local cuyo nacimiento
data de 1893. Su base se bifurca en dos grandes ramas, que se apoyan
sobre el suelo, e interrumpe el paso a los visitantes y turistas, que
tienen aquí un punto obligado para hacer sus fotografías de rigor en
esta fresca hilera de columnas de piedra. La superficie lisa y dañada de
su corteza inclinada le ha convertido en un banco de madera pulida
improvisado, aunque en la parte posterior sigue vivo.
Marc Oller,
uno de sus cuidadores elogia su resistencia y explica que los
trabajos de conservación se centran en aligerar su peso en las
ramas, aclararlo y sacar la arena que queda encima, para evitar que
salgan malas hierbas.
“Sólo con que una tercera parte de la corteza
esté viva, el árbol ya sobrevive”, señala. El árbol resiste el paso del
tiempo y no ha causado problemas, pero sus cuidadores están atentos ante
la eventualidad de que un día se incline más de la cuenta y sea
necesario darle apoyo con un codo de soporte para que no se acabe
quebrando.
EL ROBLE DE VALLCARCA
Proteger este árbol evitó la expropiación de una propiedad
Los
alumnos del colegio de educación especial Lexia, en la avenida Esteve
Terrades (Vallcarca), deben pasar un peculiar rito para ser
escolarizados en el centro: tienen que posar sentados en el roble del
patio escolar. Es como si debieran montar sobre un ser vivo que podría
superar los 200 años. Nos lo explica Julio de Planas Ausàs, propietario
de este colegio, asentado desde hace 30 años en lo que, antes de la
guerra, fue casa de acogida de la colonia suiza en Barcelona. El rito
infantil sobre el roble simboliza también un agradecimiento. El roble
sirvió al propietario para evitar una expropiación. “Gracias a él, pude
salvar mi propiedad”, dice Julio de Planas Ausàs. El recinto del colegio
(donde se encuentra el árbol) estaba condenado a la expropiación, pues
la zona debía convertirse en una vía urbana, según preveía la
planificación urbanística en la Barcelona preolímpica. Por en medio del
patio debía pasar una nueva avenida (Esteve Terradas) que enlazaría con
la ronda de Dalt. Sin embargo, los vecinos del barrio hicieron campaña
para dar a conocer la singularidad de este roble centenario con
manifestaciones que finalmente sirvieron para salvarlo de la sierra.
El
Ayuntamiento de Barcelona, finalmente, no tuvo más remedio que aceptar
la protección del roble, y optó por cambiar el trazado de la avenida con
una curva para sortearlo, una obra alternativa que encareció el
proyecto en 180.000 euros. Hoy, el roble muestra un perfecto estado de
salud, lo que Planas atribuye a que por el linde de la finca discurría
antiguamente una antigua riera y la zona tiene agua abundante en el
subsuelo.
UN PINO MUY 'REAL'
Un árbol esbelto junto al palacio de Pedralbes
Un
enorme pino piñonero (Pinus pinea) es la vista principal del ala oeste
del Palau Reial de Pedralbes, en donde una gran alfombra de césped verde
sirve de decorado de su esbelta figura que se abre en dos brazos
majestuosos. El pino está rematado con copas recortadas y transparentes
que dejan ver un paisaje que se extiende hasta las estribaciones de
Collserola y la montaña de Sant Pere Màrtir, en Esplugues.
Una placa
al pie del tronco nos informa de que este es un árbol catalogado, y que
nació en 1893 aproximadamente. Su tronco tiene un color blanco y
anaranjado, pero al regarlo proyecta un tono rojizo intenso, que parece a
punto de llamear. “Al ser un árbol tan viejo no necesita mucha agua”,
nos explica su cuidador, que lo riega con aguas del freático. El pino
apenas necesita cuidados especiales; de vez en cuando el cuidador le
quita alguna rama seca o hace algunos aclarados en las zonas más densas
de las copas para que su figura siga siendo transparente.
Alguna vez, también, le ha tenido que quitar algún nido de cotorras, que proliferan en toda Barcelona.
A SALVO EN MONTJUÏC
Los tres plátanos de la plaza del Claustre
Una
lluvia de polen blanco que nubla la vista nos recibe al visitar el
conjunto de los tres plátanos (Platanus hispanica) más viejos de
Barcelona (que pueden estar a punto de cumplir los 200 años). Situados
en la plaza del Claustre, un enclave de forma triangular en el jardín
Laribal de Montjuïc, pueden ser vistos subiendo por la avenida Santa
Madrona (a la izquierda) pasados los jardines del Teatre Grec.
Los
plátanos (en un lugar tranquilo, apenas visitado por algún turista
despistado que se asoma preguntando por la Fundació Miró), están
colocados de forma simétrica. El ejemplar del centro parece más viejo, y
está provisto de grandes ramas que se extienden lateralmente, en
contraste con las de los otros dos, erguidas y verticales. Los tres
crean una zona de sombra de 750 m2.
“Creemos que el plátano
central fue podado en su día para que así surgieran ramas laterales y
para que le proporcionaran esta forma de candelabro. Es una moda que
había entonces”, dice su cuidador de Parcs i Jardins.
Los plátanos
muestran un buen estado de salud. “Un árbol sólo hay que podarlo si las
ramas están secas, rotas o inclinadas, o si pueden ocasionar un
accidente. Se podan por razones de seguridad, pero aquí no hace falta
hacerlo. No es necesario”, explica nuestro interlocutor de Parcs i
Jardins.
Los cuidadores que los vigilan están especialmente
atentos a los posibles ataques de un hongo, el oídio, y del tigre del
plátano, un insecto chupador que vacía las hojas hasta darle una
tonalidad plateada.
Las ramas son muchos más pequeñas de lo que se
podría imaginar, sobre todo si se comparan con las hojas más grandes de
los plátanos en el Eixample. Y lo demuestran los técnicos de Parcs i
Jardins arrancando una de sus hojas. “Los plátanos que han sido podados
reaccionan con unas hojas más grandes. En cambio, estos, muy sanos,
tienen unas hojas más pequeñas”, dicen.
UNA SORPRESA EN EL EIXAMPLE
El algarrobo centenario de Jardins de Can Miralletes
El
algarrobo de Jardins de Can Miralletes (confluencia de las calles Sant
Antoni Maria Claret y Conca) tiene unos 200 años. Hace 40 años, este
lugar aún acogía los huertos de su anterior dueño, quien, al morir,
cedió la finca al Ayuntamiento para que se construyera un parque. Y
cuando el Consistorio se hizo cargo de la finca y la ajardinó, compró el
algarrobo en un vivero (que procedía de un antiguo campo), aunque se
sabe que antes de ser plantado sirvió para decorar un pesebre en la
plaza Sant Jaume. Hoy muestra un buen estado, pese a que el tronco luce
una robusta corteza con agujeros que parecen un lugar idóneo para
anidar. Pero pese a carecer de protección y estar al borde de una calle
transitada, parece capaz de durar 200 años más y a guardar en secreto
las conversaciones de quienes le han dejado alguna inscripción, un
tatuaje o cruzan aquí diálogos triviales. Dio alimento en la época de la
posguerra; ahora provee sombra a las señoras camino de la compra, y
sirve de escondite de los juegos infantiles y de los abrazos
adolescentes.
http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20150608/54432137313/arboles-viejos-barcelona.html
Leer más:
http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20150608/54432137313/arboles-viejos-barcelona.html#ixzz3niFIFAoU
-----