ANTONIO CERRILLO
Los árboles más viejos de Barcelona
Barcelona tiene también sus árboles centenarios. Son los más viejos del lugar. Algunos de ellos rondan los 200 años. La capital no ha sido históricamente una ciudad respetuosa con los jardines públicos y privados. Tradicionalmente constreñida por las limitaciones físicas que imponían sus murallas, su crecimiento fue arañando los espacios vacíos para ser construidos. La consecuencia es que hayan desaparecido muchas arboledas y que se hayan destruido jardines, para ser sustituidos por nuevas edificaciones. Pero quedan algunos árboles muy longevos, que han sobrevivido a muchas transformaciones.
Desaparecidos
los antiguos palacios condales del Raval, sus jardines fueron
modificados, de la misma manera que se esfumó el antiguo jardín botánico
del casco antiguo, mientras que el Eixample se llenó de edificaciones
que no dejaron rastro de los viejos árboles. El proceso culminó en los
años 60 y 70, cuando los jardines de Sarrià y Sant Gervasi perdieron sus
últimos ejemplares centenarios. Los coletazos de esa concepción han
continuado hasta nuestros días, como demuestra el sacrificio de zonas
con árboles en el parque Joan Miró, troceado por diversos usos (pistas
deportivas, parque de bomberos...) como ejemplo de la presión que sufren
las zona ajardinadas y la complicada supervivencia.
Los ejemplares más antiguos de la ciudad perviven, sin embargo, en algunos de sus jardines (parque del Laberint, Palau de les Heures, Montjuïc) o bien se han salvado casi de manera milagrosa para quedar como vestigios de una Barcelona que también tuvo campos de cultivo agrícola.
Un proceso nuevo y esperanzador se inició en 1993, al promoverse el catálogo de árboles de interés local, un intento de proteger los ejemplares más valiosos, en zonas públicas y privadas, para garantizar su preservación y poner en valor su rareza botánica, su altura, o valor ecológico o histórico. Actualmente, lo integran 148 fichas (de árboles y arboledas: 111 públicos municipales, 23 privados y 14 de otras administraciones). Desde hace ya veinte años, y a través de la comisión de catalogación, esta lista se ha ido ampliando. Mientras tanto, no se ha hecho ninguna medida física o instrumental para saber cuáles son los árboles más viejos de Barcelona; pero la pequeña muestra que sigue a continuación, recopilada con la ayuda de Lluís Abad García, técnico del departamento de Medi Ambient i Serveis Urbans, apunta cuáles son los barceloneses con más raíces en el suelo. Estos pies han cruzado tres siglos.
ESCONDIDOS EN EL LABERTINT
Pinos centenarios testigos de muchos cambios
El parque del Laberint d’Horta acoge algunas de las plantaciones de árboles más antiguas de Barcelona, efectuadas a partir de 1790. Dada su dimensión, dos pinos plantados en este jardín, un pino carrasco (Pinus halepensis) y un pino piñonero (Pinus pinea) podrían haber sido plantados antes incluso de esa fecha.
El pino carrasco es especialmente fotogénico. Situado al lado de un templete-belvedere, su pervivencia tiene algo de prodigioso, pues en la base se aprecian aún los rastros de cuando lo formaban tres pies, de los que ahora sólo subsiste uno. El árbol fue abatido por el viento o las enfermedades, pero tiene aún un espacio reservado en su tronco muy cerca del Laberint Petit. El otro ejemplar anciano es un pino piñonero. Rodeado de encinas, su altura imponente le permite cubrir a los demás árboles de su alrededor.
VESTIGIOS DE VIEJOS CAMPOS
Los algarrobos que salvó Gaudí en sus viaductos del Park Güell
Varios algarrobos (Ceratonia siliqua) situados en el Park Güell podrían superar los 200 años (o aproximase a esa edad). Al igual que algunos olivos, estos árboles son los restos de antiguos cultivos de secano que Gaudí incorporó al parque y respetó cuando levantó los viaductos.
Destaca especialmente la figura retorcida y torturada del algarrobo del Viaducte del Mig, un árbol catalogado de interés local cuyo nacimiento data de 1893. Su base se bifurca en dos grandes ramas, que se apoyan sobre el suelo, e interrumpe el paso a los visitantes y turistas, que tienen aquí un punto obligado para hacer sus fotografías de rigor en esta fresca hilera de columnas de piedra. La superficie lisa y dañada de su corteza inclinada le ha convertido en un banco de madera pulida improvisado, aunque en la parte posterior sigue vivo.
Marc Oller, uno de sus cuidadores elogia su resistencia y explica que los trabajos de conservación se centran en aligerar su peso en las ramas, aclararlo y sacar la arena que queda encima, para evitar que salgan malas hierbas.
“Sólo con que una tercera parte de la corteza esté viva, el árbol ya sobrevive”, señala. El árbol resiste el paso del tiempo y no ha causado problemas, pero sus cuidadores están atentos ante la eventualidad de que un día se incline más de la cuenta y sea necesario darle apoyo con un codo de soporte para que no se acabe quebrando.
EL ROBLE DE VALLCARCA
Proteger este árbol evitó la expropiación de una propiedad
Los alumnos del colegio de educación especial Lexia, en la avenida Esteve Terrades (Vallcarca), deben pasar un peculiar rito para ser escolarizados en el centro: tienen que posar sentados en el roble del patio escolar. Es como si debieran montar sobre un ser vivo que podría superar los 200 años. Nos lo explica Julio de Planas Ausàs, propietario de este colegio, asentado desde hace 30 años en lo que, antes de la guerra, fue casa de acogida de la colonia suiza en Barcelona. El rito infantil sobre el roble simboliza también un agradecimiento. El roble sirvió al propietario para evitar una expropiación. “Gracias a él, pude salvar mi propiedad”, dice Julio de Planas Ausàs. El recinto del colegio (donde se encuentra el árbol) estaba condenado a la expropiación, pues la zona debía convertirse en una vía urbana, según preveía la planificación urbanística en la Barcelona preolímpica. Por en medio del patio debía pasar una nueva avenida (Esteve Terradas) que enlazaría con la ronda de Dalt. Sin embargo, los vecinos del barrio hicieron campaña para dar a conocer la singularidad de este roble centenario con manifestaciones que finalmente sirvieron para salvarlo de la sierra.
El Ayuntamiento de Barcelona, finalmente, no tuvo más remedio que aceptar la protección del roble, y optó por cambiar el trazado de la avenida con una curva para sortearlo, una obra alternativa que encareció el proyecto en 180.000 euros. Hoy, el roble muestra un perfecto estado de salud, lo que Planas atribuye a que por el linde de la finca discurría antiguamente una antigua riera y la zona tiene agua abundante en el subsuelo.
UN PINO MUY 'REAL'
Un árbol esbelto junto al palacio de Pedralbes
Un enorme pino piñonero (Pinus pinea) es la vista principal del ala oeste del Palau Reial de Pedralbes, en donde una gran alfombra de césped verde sirve de decorado de su esbelta figura que se abre en dos brazos majestuosos. El pino está rematado con copas recortadas y transparentes que dejan ver un paisaje que se extiende hasta las estribaciones de Collserola y la montaña de Sant Pere Màrtir, en Esplugues.
Una placa al pie del tronco nos informa de que este es un árbol catalogado, y que nació en 1893 aproximadamente. Su tronco tiene un color blanco y anaranjado, pero al regarlo proyecta un tono rojizo intenso, que parece a punto de llamear. “Al ser un árbol tan viejo no necesita mucha agua”, nos explica su cuidador, que lo riega con aguas del freático. El pino apenas necesita cuidados especiales; de vez en cuando el cuidador le quita alguna rama seca o hace algunos aclarados en las zonas más densas de las copas para que su figura siga siendo transparente.
Alguna vez, también, le ha tenido que quitar algún nido de cotorras, que proliferan en toda Barcelona.
A SALVO EN MONTJUÏC
Los tres plátanos de la plaza del Claustre
Una lluvia de polen blanco que nubla la vista nos recibe al visitar el conjunto de los tres plátanos (Platanus hispanica) más viejos de Barcelona (que pueden estar a punto de cumplir los 200 años). Situados en la plaza del Claustre, un enclave de forma triangular en el jardín Laribal de Montjuïc, pueden ser vistos subiendo por la avenida Santa Madrona (a la izquierda) pasados los jardines del Teatre Grec.
Los plátanos (en un lugar tranquilo, apenas visitado por algún turista despistado que se asoma preguntando por la Fundació Miró), están colocados de forma simétrica. El ejemplar del centro parece más viejo, y está provisto de grandes ramas que se extienden lateralmente, en contraste con las de los otros dos, erguidas y verticales. Los tres crean una zona de sombra de 750 m2.
“Creemos que el plátano central fue podado en su día para que así surgieran ramas laterales y para que le proporcionaran esta forma de candelabro. Es una moda que había entonces”, dice su cuidador de Parcs i Jardins.
Los plátanos muestran un buen estado de salud. “Un árbol sólo hay que podarlo si las ramas están secas, rotas o inclinadas, o si pueden ocasionar un accidente. Se podan por razones de seguridad, pero aquí no hace falta hacerlo. No es necesario”, explica nuestro interlocutor de Parcs i Jardins.
Los cuidadores que los vigilan están especialmente atentos a los posibles ataques de un hongo, el oídio, y del tigre del plátano, un insecto chupador que vacía las hojas hasta darle una tonalidad plateada.
Las ramas son muchos más pequeñas de lo que se podría imaginar, sobre todo si se comparan con las hojas más grandes de los plátanos en el Eixample. Y lo demuestran los técnicos de Parcs i Jardins arrancando una de sus hojas. “Los plátanos que han sido podados reaccionan con unas hojas más grandes. En cambio, estos, muy sanos, tienen unas hojas más pequeñas”, dicen.
UNA SORPRESA EN EL EIXAMPLE
El algarrobo centenario de Jardins de Can Miralletes
El algarrobo de Jardins de Can Miralletes (confluencia de las calles Sant Antoni Maria Claret y Conca) tiene unos 200 años. Hace 40 años, este lugar aún acogía los huertos de su anterior dueño, quien, al morir, cedió la finca al Ayuntamiento para que se construyera un parque. Y cuando el Consistorio se hizo cargo de la finca y la ajardinó, compró el algarrobo en un vivero (que procedía de un antiguo campo), aunque se sabe que antes de ser plantado sirvió para decorar un pesebre en la plaza Sant Jaume. Hoy muestra un buen estado, pese a que el tronco luce una robusta corteza con agujeros que parecen un lugar idóneo para anidar. Pero pese a carecer de protección y estar al borde de una calle transitada, parece capaz de durar 200 años más y a guardar en secreto las conversaciones de quienes le han dejado alguna inscripción, un tatuaje o cruzan aquí diálogos triviales. Dio alimento en la época de la posguerra; ahora provee sombra a las señoras camino de la compra, y sirve de escondite de los juegos infantiles y de los abrazos adolescentes.
http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20150608/54432137313/arboles-viejos-barcelona.html
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Los árboles más viejos de Barcelona
Barcelona tiene también sus árboles centenarios. Son los más viejos del lugar. Algunos de ellos rondan los 200 años. La capital no ha sido históricamente una ciudad respetuosa con los jardines públicos y privados. Tradicionalmente constreñida por las limitaciones físicas que imponían sus murallas, su crecimiento fue arañando los espacios vacíos para ser construidos. La consecuencia es que hayan desaparecido muchas arboledas y que se hayan destruido jardines, para ser sustituidos por nuevas edificaciones. Pero quedan algunos árboles muy longevos, que han sobrevivido a muchas transformaciones.
Plátano. Está considerado el ejemplar más viejo de Barcelona. Se encuentra junto con dos más en la plaza del Claustre (jardín Laribal, en Montjuïc) y tiene cerca de 200 años. |
Los ejemplares más antiguos de la ciudad perviven, sin embargo, en algunos de sus jardines (parque del Laberint, Palau de les Heures, Montjuïc) o bien se han salvado casi de manera milagrosa para quedar como vestigios de una Barcelona que también tuvo campos de cultivo agrícola.
Un proceso nuevo y esperanzador se inició en 1993, al promoverse el catálogo de árboles de interés local, un intento de proteger los ejemplares más valiosos, en zonas públicas y privadas, para garantizar su preservación y poner en valor su rareza botánica, su altura, o valor ecológico o histórico. Actualmente, lo integran 148 fichas (de árboles y arboledas: 111 públicos municipales, 23 privados y 14 de otras administraciones). Desde hace ya veinte años, y a través de la comisión de catalogación, esta lista se ha ido ampliando. Mientras tanto, no se ha hecho ninguna medida física o instrumental para saber cuáles son los árboles más viejos de Barcelona; pero la pequeña muestra que sigue a continuación, recopilada con la ayuda de Lluís Abad García, técnico del departamento de Medi Ambient i Serveis Urbans, apunta cuáles son los barceloneses con más raíces en el suelo. Estos pies han cruzado tres siglos.
ESCONDIDOS EN EL LABERTINT
Pinos centenarios testigos de muchos cambios
El parque del Laberint d’Horta acoge algunas de las plantaciones de árboles más antiguas de Barcelona, efectuadas a partir de 1790. Dada su dimensión, dos pinos plantados en este jardín, un pino carrasco (Pinus halepensis) y un pino piñonero (Pinus pinea) podrían haber sido plantados antes incluso de esa fecha.
El pino carrasco es especialmente fotogénico. Situado al lado de un templete-belvedere, su pervivencia tiene algo de prodigioso, pues en la base se aprecian aún los rastros de cuando lo formaban tres pies, de los que ahora sólo subsiste uno. El árbol fue abatido por el viento o las enfermedades, pero tiene aún un espacio reservado en su tronco muy cerca del Laberint Petit. El otro ejemplar anciano es un pino piñonero. Rodeado de encinas, su altura imponente le permite cubrir a los demás árboles de su alrededor.
VESTIGIOS DE VIEJOS CAMPOS
Algarrobo del Park Güell. Fue respetado por Gaudí al crear el parque (1900-1903). Bajo la triple columnata de los viaductos, el tronco retorcido busca la luz y crea una imagen de concepción gaudiniana Xavier Cervera |
Varios algarrobos (Ceratonia siliqua) situados en el Park Güell podrían superar los 200 años (o aproximase a esa edad). Al igual que algunos olivos, estos árboles son los restos de antiguos cultivos de secano que Gaudí incorporó al parque y respetó cuando levantó los viaductos.
Destaca especialmente la figura retorcida y torturada del algarrobo del Viaducte del Mig, un árbol catalogado de interés local cuyo nacimiento data de 1893. Su base se bifurca en dos grandes ramas, que se apoyan sobre el suelo, e interrumpe el paso a los visitantes y turistas, que tienen aquí un punto obligado para hacer sus fotografías de rigor en esta fresca hilera de columnas de piedra. La superficie lisa y dañada de su corteza inclinada le ha convertido en un banco de madera pulida improvisado, aunque en la parte posterior sigue vivo.
Marc Oller, uno de sus cuidadores elogia su resistencia y explica que los trabajos de conservación se centran en aligerar su peso en las ramas, aclararlo y sacar la arena que queda encima, para evitar que salgan malas hierbas.
“Sólo con que una tercera parte de la corteza esté viva, el árbol ya sobrevive”, señala. El árbol resiste el paso del tiempo y no ha causado problemas, pero sus cuidadores están atentos ante la eventualidad de que un día se incline más de la cuenta y sea necesario darle apoyo con un codo de soporte para que no se acabe quebrando.
EL ROBLE DE VALLCARCA
Proteger este árbol evitó la expropiación de una propiedad
Los alumnos del colegio de educación especial Lexia, en la avenida Esteve Terrades (Vallcarca), deben pasar un peculiar rito para ser escolarizados en el centro: tienen que posar sentados en el roble del patio escolar. Es como si debieran montar sobre un ser vivo que podría superar los 200 años. Nos lo explica Julio de Planas Ausàs, propietario de este colegio, asentado desde hace 30 años en lo que, antes de la guerra, fue casa de acogida de la colonia suiza en Barcelona. El rito infantil sobre el roble simboliza también un agradecimiento. El roble sirvió al propietario para evitar una expropiación. “Gracias a él, pude salvar mi propiedad”, dice Julio de Planas Ausàs. El recinto del colegio (donde se encuentra el árbol) estaba condenado a la expropiación, pues la zona debía convertirse en una vía urbana, según preveía la planificación urbanística en la Barcelona preolímpica. Por en medio del patio debía pasar una nueva avenida (Esteve Terradas) que enlazaría con la ronda de Dalt. Sin embargo, los vecinos del barrio hicieron campaña para dar a conocer la singularidad de este roble centenario con manifestaciones que finalmente sirvieron para salvarlo de la sierra.
El Ayuntamiento de Barcelona, finalmente, no tuvo más remedio que aceptar la protección del roble, y optó por cambiar el trazado de la avenida con una curva para sortearlo, una obra alternativa que encareció el proyecto en 180.000 euros. Hoy, el roble muestra un perfecto estado de salud, lo que Planas atribuye a que por el linde de la finca discurría antiguamente una antigua riera y la zona tiene agua abundante en el subsuelo.
UN PINO MUY 'REAL'
Un árbol esbelto junto al palacio de Pedralbes
Un enorme pino piñonero (Pinus pinea) es la vista principal del ala oeste del Palau Reial de Pedralbes, en donde una gran alfombra de césped verde sirve de decorado de su esbelta figura que se abre en dos brazos majestuosos. El pino está rematado con copas recortadas y transparentes que dejan ver un paisaje que se extiende hasta las estribaciones de Collserola y la montaña de Sant Pere Màrtir, en Esplugues.
Una placa al pie del tronco nos informa de que este es un árbol catalogado, y que nació en 1893 aproximadamente. Su tronco tiene un color blanco y anaranjado, pero al regarlo proyecta un tono rojizo intenso, que parece a punto de llamear. “Al ser un árbol tan viejo no necesita mucha agua”, nos explica su cuidador, que lo riega con aguas del freático. El pino apenas necesita cuidados especiales; de vez en cuando el cuidador le quita alguna rama seca o hace algunos aclarados en las zonas más densas de las copas para que su figura siga siendo transparente.
Alguna vez, también, le ha tenido que quitar algún nido de cotorras, que proliferan en toda Barcelona.
A SALVO EN MONTJUÏC
Los tres plátanos de la plaza del Claustre
Una lluvia de polen blanco que nubla la vista nos recibe al visitar el conjunto de los tres plátanos (Platanus hispanica) más viejos de Barcelona (que pueden estar a punto de cumplir los 200 años). Situados en la plaza del Claustre, un enclave de forma triangular en el jardín Laribal de Montjuïc, pueden ser vistos subiendo por la avenida Santa Madrona (a la izquierda) pasados los jardines del Teatre Grec.
Los plátanos (en un lugar tranquilo, apenas visitado por algún turista despistado que se asoma preguntando por la Fundació Miró), están colocados de forma simétrica. El ejemplar del centro parece más viejo, y está provisto de grandes ramas que se extienden lateralmente, en contraste con las de los otros dos, erguidas y verticales. Los tres crean una zona de sombra de 750 m2.
“Creemos que el plátano central fue podado en su día para que así surgieran ramas laterales y para que le proporcionaran esta forma de candelabro. Es una moda que había entonces”, dice su cuidador de Parcs i Jardins.
Los plátanos muestran un buen estado de salud. “Un árbol sólo hay que podarlo si las ramas están secas, rotas o inclinadas, o si pueden ocasionar un accidente. Se podan por razones de seguridad, pero aquí no hace falta hacerlo. No es necesario”, explica nuestro interlocutor de Parcs i Jardins.
Los cuidadores que los vigilan están especialmente atentos a los posibles ataques de un hongo, el oídio, y del tigre del plátano, un insecto chupador que vacía las hojas hasta darle una tonalidad plateada.
Las ramas son muchos más pequeñas de lo que se podría imaginar, sobre todo si se comparan con las hojas más grandes de los plátanos en el Eixample. Y lo demuestran los técnicos de Parcs i Jardins arrancando una de sus hojas. “Los plátanos que han sido podados reaccionan con unas hojas más grandes. En cambio, estos, muy sanos, tienen unas hojas más pequeñas”, dicen.
UNA SORPRESA EN EL EIXAMPLE
El algarrobo centenario de Jardins de Can Miralletes
El algarrobo de Jardins de Can Miralletes (confluencia de las calles Sant Antoni Maria Claret y Conca) tiene unos 200 años. Hace 40 años, este lugar aún acogía los huertos de su anterior dueño, quien, al morir, cedió la finca al Ayuntamiento para que se construyera un parque. Y cuando el Consistorio se hizo cargo de la finca y la ajardinó, compró el algarrobo en un vivero (que procedía de un antiguo campo), aunque se sabe que antes de ser plantado sirvió para decorar un pesebre en la plaza Sant Jaume. Hoy muestra un buen estado, pese a que el tronco luce una robusta corteza con agujeros que parecen un lugar idóneo para anidar. Pero pese a carecer de protección y estar al borde de una calle transitada, parece capaz de durar 200 años más y a guardar en secreto las conversaciones de quienes le han dejado alguna inscripción, un tatuaje o cruzan aquí diálogos triviales. Dio alimento en la época de la posguerra; ahora provee sombra a las señoras camino de la compra, y sirve de escondite de los juegos infantiles y de los abrazos adolescentes.
http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20150608/54432137313/arboles-viejos-barcelona.html
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