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19 enero 2017

DON JAIME O'SHANAHAN (1921-2010) en mi recuerdo

     El tiempo pasa suavemente. Han transcurrido ocho años desde que este blog lo confeccionó mi excelente exalumno Pau Ruzafa, gracias. Después me ayudaron otros alumnos como Samuel, David... gracias a todos; he aprendido yo de ellos, seguramente, más que ellos de mi. El propósito del blog era volcar en él todos los textos recopilados durante años para que no murieran en las carpetas. Poco a poco el blog ha ido tomando rumbos que yo no preveía en su comienzo.
     Si quiero buscar en los comienzos de este blog tenemos que ir a los años 80 cuando conocí a Don Jaime O'Shanahan cuando visitaba nuestra escuela ya que sus nietos estudiaban en ella. Agradecimos su ayuda cuando se brindó para acompañarnos como  guía en las visitas al Jardín Canario "Viera y Clavijo", Gran Canaria. Sus palabras, su entusiasmo y su ánimo en estas visitas fueron una revelación.
     Combinábamos el trabajo práctico, visitas y un vivero, con la creación y recopilación de textos. En el vivero con los alumnos de Tafira Baja nos centramos en la creación de dragos porque es un árbol fácil, fuerte y austero. Sucesivamente esos dragos fueron dispersados por la Caldera de Bandama, la Residencia de Mayores de Tafira Baja (Gran Canaria) y los barrios aledaños. En Bandama, años después, algunos dragos se malograron por la caída de grandes piedras, pero la mayoría han prosperado y hoy se divisan en Google Maps.
     Como decía anteriormente, Don Jaime O’shanahan, ingeniero, ecologista, divulgador, fotógrafo, hombre de bien… acudió en nuestra ayuda para guiar a nuestros escolares de Tafira en las visitas al "Jardín Canario” y nos animaba a los maestros a que aprendiéramos los recorridos, los nombres de las plantas, las historias que las rodeaban...
     Una de las pequeñas historias que nos contó era protagonizada por Enric Sventenius, el creador del Jardín Canario -1952-. Decía que don Enric, en una de esas excursiones en reconocimiento del terreno, se encontraba en un risco en los Andenes de Guayedra, en el noreste de Gran Canaria. El día declinaba cuando Sventenius vio una planta que creía no reconocer. Escaló cuanto pudo pero esos riscos son temibles y la luz ya era mortecina. Sólo pensaba en que si descendía podría no reconocer la ubicación y perder la planta. Tomó la resolución de pernoctar allí mismo en espera del día siguiente. Larga fue la noche porque esos umbríos riscos son fríos y húmedos. Al día siguiente se encaramó hasta la pequeña planta, recolectó unas muestras, realizó dibujos y tomó perfecta nota del lugar. Su conocimiento de la botánica canaria le decía que la planta en cuestión era desconocida para la ciencia. Las muestras se las envió a D. Pius Font i Quer quien le confirmó sus sospechas, era nueva para la ciencia. La planta en cuestión es "Sventenia bupleroides", o hija de Don Enrique, lechugón o cerraja de Don Enrique… Es una planta perenne que suele alcanzar los 30 cm. En el Jardín Canario tiene un espacio preferente sobre la “Fuente de los Sabios”, que todos los visitantes la habrán visto, aunque algunos desconozcan de su peripecia. Es una de tantas que está en peligro de extinción. Gracias Jaime, gracias Enric.
Viera y Clavijo: «… Guayedra no es más que una ladera de montañas y riscos escarpados que corren hasta la ribera del mar…».
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03 mayo 2018

YURI MILLARES
Del carbón clandestino, a la marca registrada
Foto 1 de Yuri Millares
     En los años 40 del siglo XX “se hacían doscientas carboneras clandestinamente y no había fuego en el monte”, aseguraba el carbonero de Gran Canaria Leonardo Jiménez, que había nacido en 1934 y aunque en aquella época él aún no hacía carbón, sabía que estaban allí. Los guardas no daban con ellas, explica, porque “de noche no se ve el humo”, y de día les tapaban las puertas sin llegar a ahogarlas y “el humo ya no es humo, es como si fuera vapor, al salir se desaparece”.
     Este periodista lo acompañó varios días un invierno de mediados de los años 90, mientras hacía carbón en medio del pinar en el llano de Garañón (Foto 1). Por primera vez entraron varios carboneros al pinar público a aprovechar, con todas las bendiciones legales, los árboles tumbados de las primeras talas selectivas que el Cabildo de Gran Canaria realizó para sanear el bosque. Y Nardo, como ha sido conocido toda su vida, presumía entonces de saber algunas cosas del campo mejor que los ingenieros, “por experiencia”, explicaba: “Usted viene a los pinares en el verano y verá que se pone verde-negro, porque el pino tiene resina, como el almendrero, y en el invierno se le cuaja y deja el pino de crecer. Lo puede decir en el periódico que el señor Nardo dice que el pino cuando más prospera es en el verano”.
     El carbón vegetal de la cumbre de Gran Canaria (mayoritariamente de almendro y escobón) cuenta en la actualidad con su propia marca registrada.

Bosques quemados, pinos que sucumben
     Aunque el pino canario tiene ganada su fama de especie pirófita (resistente al fuego), lo cierto es que en los grandes incendios que han sufrido las islas durante los últimos años se han visto muy afectados. Incluso se han perdido para siempre muchos de los grandes y majestuosos pinos centenarios en islas como El Hierro [ver entrevista a Lucas de Saá] o Gran Canaria.
“El pino canario está acostumbrado a incendios naturales, en invierno después de la caída de algún rayo”, explica uno de los técnicos forestales consultados. “Eran unos fuegos muy someros, muy tranquilos, porque iban de la parte alta de la ladera donde caía el rayo hacia abajo. Los dañinos son los incendios de verano que, por el calor, suelen ser de abajo hacia arriba”. El ecosistema del pinar no suele ponerse en peligro, pero sí ve alterada su estructura con la pérdida de los árboles de más edad.
      ¿Por qué?
Foto2 de UPI Educación Ambiental
     “Es paradójico, pero cuando un incendio avanza hacia arriba por la ladera de un pinar, no quema directamente la parte de tronco a la que se enfrenta, sino que lo rodea y es como si se le aplicase un soplete por el otro lado”, porque hay combustible acumulado al pie (piñas, ramas, pinocha, ver foto 2) y se generan heridas que con el siguiente incendio se acentúan. “Si a eso añadimos que el pino canario genera mucha resina y que muchos pinos centenarios fueron utilizados en el pasado para sacarles resina y tillas de tea para alumbrarse, el incendio vuelve otra vez a prender donde falta corteza y está la resina, generando brasa en el centro del tronco que va consumiendo la base hasta que llega a un nivel de susceptibilidad que o bien cae en pleno incendio o en el próximo vendaval”

Buscadores de tesoros tras los pinos centenarios
Foto 3 de Alejandro Melián
     Varios son los autores que han salido en busca de los tesoros vegetales del archipiélago canario y han recogido en libros las imágenes y relatos de los árboles más singulares de estas islas (por ejemplo Memorias Vivas de la Tierra. Árboles y arboledas singulares de Canarias de César-Javier Palacios y Domingo Trujillo, o Gigantes en las Hespérides. Árboles monumentales y singulares de las Islas Canarias, de Javier Estévez).
     En Gran Canaria, y a raíz del gran incendio de 2007, se han venido realizando sucesivas campañas para inventariar sus pinos singulares, emprendidas por el Voluntariado Ambiental de la Obra Social de La Caja. Sólo en los tres años siguientes a dicho incendio ya han sucumbido un centenar de ellos, entre los que destacan el de Las Toscas de Pajaritos (Pajonales), el del Naranjero (Tauro), el Rayo (Ñameritas), el del Trancado (Pajonales), el de la Lajita (Manzanilla) o el más conocido de Pilancones. Los datos más actuales de este censo de pinos singulares vivos (centenarios en muchos casos) sitúa el número de ejemplares en Gran Canaria en 435.
     El censo pone el acento más en la singularidad que en su edad, por las dificultades técnicas para calcularla (habría que sacar muestras con barrena, lo que tampoco asegura la fiabilidad de la medida). Para destacar la singularidad de estos pinos, pues, añaden a su longevidad otros aspectos como su altura, grosor del tronco, forma de la copa (que en el caso de los pinos ancianos es excepcional) y también su valor histórico o etnográfico: por ejemplo, el Pino de Las Toscas de Pajarito era llamado así por concentrar en sus ramas gran cantidad de aves que anunciaban la proximidad de lluvias (foto 3).

Repoblaciones manifiestamente mejorables
Foto 4 de Jaime O'Shanahan
     Canarias ha recuperado en el último medio siglo parte de su territorio para bosques que hoy tiñen de verde su paisaje, con todas las ventajas ambientales que conlleva [foto 4, el entorno del roque Nublo totalmente pelado al iniciar el Cabildo las repoblaciones en 1953]. Pero también ha sido una labor en la que se han cometido errores que continuamente se están evaluando por los técnicos, para evitar repetirlos. El más famoso de ellos, repoblar en Canarias con pinos no canarios, que resisten peor los incendios (en el gran incendio de 2007, las superficies afectadas fueron similares en Gran Canaria y Tenerife, pero en esta última isla hubo mayor pérdida de masa forestal porque se vieron afectados pinares repoblados con especies foráneas).
     Como dato curioso, se puede observar en primavera que si hay mucha humedad ambiental en la zona norte de Gran Canaria, los pinares de repoblación se ponen marrones, tristones. La razón es que la semilla se sacaba de árboles del sur de la isla, que se comportan de modo diferente por su adaptación a aquel microclima, y en el norte les afectan más los hongos que se desarrollan con la humedad ambiental.
     El informe Seguimiento y evaluación de acciones forestales 1999-2009, realiza un diagnóstico de los errores cometidos más recientemente en los trabajos de reforestación en esta misma isla, recomendando, por ejemplo, “erradicar el cañaveral al menos tres años para posteriormente proceder a una repoblación”, o “continuar con las tareas de control –con clara tendencia a la erradicación– de las poblaciones de cápridos cimarrones en monte; por otro lado no tiene ningún sentido la autorización de pastoreo sobre zonas repobladas sin previa protección de la planta”.

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19 marzo 2018

Un drago en "mi patio", del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. Téc. Forestal
El Drago de Gáldar, un árbol con casa y bruja propias (Gran Canaria)


     El poblado de Gáldar fue, junto al de Telde, una de las sedes o guanartematos en que se dividió la isla de Tamarant (Gran Canaria), tras la muerte de Artemi Semidán en 1405. Esta separación apenas duró 75 años, ya que la tranquila vida de los que disfrutaron de una isla prácticamente virgen se vio para siempre truncada con la conquista castellana. Se baraja la cifra de que sólo un 15% de la población prehispánica sobrevivió a la ocupación. Para los primeros canarios la presencia del drago (Dracaena draco y, probablemente, también Dracaena tamaranae), debió ser muy común, no sólo por coincidir las áreas de asentamiento con la distribución de las especies, sino también por ser uno de los pocos árboles fácilmente aprovechables ante la carencia de herramientas metálicas. Los aborígenes aprovechaban las curvas de la parte más dura de las fibras del drago para fabricar tarjas o escudos de armas, que luego pintaban en vivos colores. Seguramente fuera apreciado por sus propiedades forrajeras y no se descarta que también hicieran uso medicinal de la “sangre de drago”. Ya antes de la conquista, existieron intercambios de esta panacea medicinal de la época con comerciantes europeos. El monumental invitado de este texto se sitúa (28º 08′ 40” N y 15º 39′ 19”W) en la que fuera la primera capital de la isla. El Drago de Gáldar, pese a su tamaño, es un “árbol de interior” y siempre ha contado con vivienda propia. En concreto, este ilustre titán se hospeda en el patio (13×5 metros) de las antiguas casas consistoriales del Ayuntamiento, edificio que hace esquina entre la calle Tagoror y la plaza de Santiago de los Caballeros. Sólo un estrecho ojo de pez, abierto en el muro interior de la entrada, nos ofrece una ínfima visión del drago cuando el inmueble público permanece cerrado.

Guarecido de los vientos

      Las dimensiones de este drago (Dracaena draco) hay que calcularlas desde el nivel de la calle. Así, su altura ronda los 8,5 metros y su perímetro normal es de casi 2,50 metros. La influencia del recinto rectangular que lo aloja se ha traducido en una copa de forma oval en vez de esférica; en contrapartida, el drago siempre ha estado guarecido de los vientos. La parte aérea es fácilmente observable si subimos a la segunda planta del edificio, desde esta perspectiva también se perciben dos puntos de apoyo directo entre el árbol y los muros.
      El Drago de Gáldar es un ejemplar cultivado y antiguamente se beneficiaba de las conducciones agrícolas, pero al ir éstas desapareciendo, el Ayuntamiento se vio en la necesidad de recurrir a regarlo. Hace unos veinte años sufrió una importante depresión vegetativa, por lo que se solicitó la ayuda de especialistas. A esta llamada de emergencia respondió, entre otros, el bueno de Jaime O’Shanahan. Este gran amante y conocedor del mundo verde detectó que el problema se localizaba en el sistema radical que estaba desapareciendo, entonces, para provocar la nueva emisión de raíces, se propuso el recubrimiento parcial del tronco con un sustrato volcánico poroso. Gracias a esta acción de conservación el drago presenta hoy un estado saludable, a la vez que la sensación de una ramificación muy baja.

      La corteza denota un aspecto añoso y vetusto, con grandes manchas de hongos naturales, espacios desprovistos de corteza y, sobre todo, muchas cicatrices: fechas, sangrados, iniciales y puntos, dibujos e incluso firmas, algunas famosas como la del escultor galdense Juan Borges Linares.
      En base al documento histórico (1718) sobre la adquisición del terreno, en el que se hace referencia a la presencia de “vides y de un drago”, tradicionalmente se le ha atribuido una edad cercana a los 300 años. Por otra parte, si tenemos en cuenta sus 14 floraciones, la última en 2011, y la reglas de tiempo entre floración-ramificación, su edad se reduciría a 215 años.


Leyenda de la Bruja Regañosa
      En todo caso existe una leyenda, según la cual la edad del drago podría ser todavía mayor. Raúl Mendoza, inquieto agricultor de la zona, ha documentado extensamente la historia que su abuela le contaba: la Leyenda de la Bruja Regañona. 

      El libro que resulta de la investigación de Raúl, en espera de ser publicado, contrasta la leyenda con varios personajes históricos, hasta el punto de que todo parece indicar que la leyenda puede ser muy real. Catalina (o quizás Águeda) fue una niña de alta alcurnia que, tras una turbulenta historia de casamiento forzado, acabó en un convento del que salió fingiendo su propia muerte. Luego se convirtió en una oscura yerbera dedicada a la medicina popular, a la vez que en una gran protectora del drago cuya sangre aprovechaba. 
      Su carácter hosco y su profesión de curandera le granjearon la enemistad tanto del cura, como del boticario, hasta llegar al extremo de que éstos intentaron talar el drago. Pero la Bruja Regañona, apodo que le pusieron los asustados niños, no lo permitió, desapareciendo el día en el que el boticario fue encontrado sin vida al pie del drago. No se sabe bien si alguna vez el drago fue parcialmente talado, o si el fantasma de su defensora todavía le ronda. Lo que sí podemos afirmar es que entre las cicatrices hay un dibujo que parece ser una bruja, acompañado de la fecha del 13 de julio de 1913, que refiere a una tal María Leonarda en el ejercicio de tratar de exorcizar el drago de su hechicera, o quizás debamos decir más bien de su bienhechora.

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21 diciembre 2017

YURI MILLARES
Secretos del bosque canario y sus árboles
El cuadro 'Pinar quemado' de Lucas de Saá, acrílico y óleo sobre lienzo, creado para el proyecto Nisfade de identificación y protección de los pinos singulares de El Hierro.| FOTO: JAVIER PÉREZ MATO

     El archipiélago canario tiene, en este siglo XXI por el que ya nos adentramos, 130 mil hectáreas de bosque y aún dispone de capacidad en su suelo para albergar otras 90 mil hectáreas más. Y aunque el ritmo de las repoblaciones varía de año en año (en función de las posibilidades presupuestarias de las administraciones públicas en cada ciclo económico), técnicos forestales consultados por PELLAGOFIO estiman que “esas 90 mil hectáreas las podríamos conseguir en 70 años”, algo que, en cualquier caso, “deberíamos intentar acortar, haciendo un esfuerzo en los próximos 30 ó 40 años para repoblarlas con ayuda del proceso natural que está en marcha”. 
      La mayor parte de los bosques canarios son pinares (unas 70 mil ha.), siendo el monteverde (nuestra exuberante y relicta laurisilva) el que ocupa el segundo lugar en extensión (unas 25 mil ha.) y el bosque termófilo el tercero en este ranking, con los palmerales, que tienen sus mayores extensiones en Gran Canaria y La Gomera.
Pinar de Pilancones, en Gran Canaria.| FOTO: TATO GONÇALVES
     Estas cifras contrastan con la realidad de cien años atrás (por ejemplo, los bosques de Gran Canaria apenas tenían a principios del siglo XX una superficie de 6 mil hectáreas). Ya a finales del XIX el navegante, naturalista y explorador francés Dumont d’Urville (Viaje pintoresco alrededor del mundo) escribía entre alarmado y sorprendido:  
El mayor error de la administración española es no haber velado por la conservación de los bosques, que son para estas islas el gran alambique de la destilación pluvial. (…) Hoy en día la expansión de este suelo pelado es tan fuerte que la nubes no hacen más que pasar sobre las islas”.

     Lo cierto es que los gobiernos españoles empezaron a tomar sus primeras medidas por esa época, enviando a conservadores de montes en una labor muy poco eficaz que el antropólogo, también francés, René Verneau explicaba porque el campesino, que “se queja de la sequía”, sigue talando “los maravillosos bosques del país en las propias barbas de los guardas”.

Monumento a la bombona
     La primera mitad del siglo XX, con sus guerras mundiales y la propia guerra civil en España, no hizo sino agravar la situación de los bosques. Con el comercio portuario bajo mínimos, los escasos recursos forestales eran lo único de que disponía la población para tener leña y carbón con la que cocinar, o los puertos para suministrar a los barcos. “A la bombona había que hacerle un monumento, porque cuando vino el gas butano la gente dejó de hacer los cortes clandestinos”, solía decir Jaime O’Shanahan, figura clave en el inicio de las grandes repoblaciones forestales que dieron la vuelta a esta dramática situación a partir de 1951.
     Las leyes que, por esa época, se dictaron en España tuvieron su efecto sobre las reforestaciones emprendidas en Canarias, aunque no exentas de sus controversias. “La ley estatal decía que todas las superficies por encima de los 900 metros debían ser forestales. En Canarias, por encima de esa altura, había agricultura y pastoreo y supuso un cambio radical en el uso del territorio. Y por eso, de alguna forma, hoy todavía se mantiene esa aversión a los pinos”, señala uno de los técnicos forestales consultados. “Pero, objetivamente –añade–, las Canarias necesitaban bosque. Gran Canaria especialmente”. El progresivo abandono de algunas actividades tradicionales, “como el pastoreo intensivo o la siega de monte de forma superficial”, tuvo como resultado que a partir de los años 70 del siglo XX, el territorio entrase en un proceso que los técnicos forestales llaman “de cicatrización”: se produce una regeneración natural tanto de los antiguos pinares, como de los relictos de monteverde e, incluso, de los palmerales. “Ayudados por el viento y sobre todo por las aves (especialmente el mirlo), las semillas viajan fuera de la superficie ocupada por el bosque, incrementando de una forma considerable la superficie forestal”, que se extiende por territorios en los que se ha abandonado la agricultura o ya no se practica el pastoreo.

Frutales forestales, también
     
Las repoblaciones forestales refuerzan notablemente esa regeneración y ampliación de los bosques canarios que, aunque en los años 50, 60 y 70 eran mayoritariamente con pino (sobre todo Pinus canariensis, pero también insigne, halepensis y pinea), a partir de los años 80 se añaden a las repoblaciones otra serie de especies: palmeras, laurisilva e incluso frutales forestales, “que es importantísimo, porque son mucho más aceptados por la población rural”, reconocen los técnicos. Se refieren a castaños, nogales, álamos negros (olmos, como son más conocidos popularmente), higueras… “Toda esa lista de especies la Administración también los ha fomentado, sabiendo que es una forma de crear ecosistema porque la fauna los necesita”, añaden.
     Llegados a este punto del artículo, puede que al lector le asalte la pregunta: ¿para qué tanto pino en vez de frutales? Los técnicos forestales lo tienen claro: “No hay que plantearse qué nos genera el pinar, sino ¿qué pasaría si no estuviese ese pinar? Es uno de los mejores usos del territorio, porque si hay un incendio el pino canario rebrota otra vez; en zonas accesibles nos produce una madera de muy buena calidad (tenemos que ser pacientes y esperar 200 años hasta que nos produzca tea, pero es un factor importante); también produce leña y pinocha (para cama de ganado, para hacer estiércol)”.
Son unos beneficios que, hasta hace poco, habían estado muchas veces vetados, de ahí esa aversión de la población rural al no permitírsele pastorear, disponer de leña o ni siquiera recoger pinocha. Incluso se multaba por cortar pasto.

Las multas: “leyenda urbana”
      Eso es hoy algo impensable (“Hace 15 años que no se tramita una multa. Lo que queda son leyendas urbanas”, aseguran en el Cabildo de Gran Canaria), pues todos reconocen ya que esas son labores (junto a los tratamientos selvícolas para sanear el bosque, con talas selectivas) que benefician al propio bosque y evitan incendios: “El pastoreo controlado es un uso sostenible muy adecuado, porque mantiene el sotobosque a raya y allá donde crece el pino muchas veces no te crece otra cosa. Lo que no tiene sentido es plantar pinos donde podemos plantar laurisilva, castaños u olmos”, reconocen hoy los técnicos que cuidan nuestro patrimonio forestal.
     Y sean de pinos o de cualquier otra especie, los bosques son –más allá de un recurso paisajístico para disfrute de la población urbana, o de un sostenedor de actividades rurales tradicionales– una necesidad para el territorio y su clima. Entre las funciones fundamentales del bosque están la producción de agua, la protección de suelos y, especialmente, la fijación de CO2 tan necesaria ante el uso y abuso de combustibles fósiles como el petróleo y el carbón. “Tenemos que pertrecharnos contra el cambio climático, y la mejor defensa es tener mucha superficie arbolada porque mejora el microclima y podemos hacerle frente, de forma mucha más óptima, al desgraciado cambio climático que nos espera”, insisten.
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NOTA
*El contenido de esta página se basa en entrevistas con los técnicos forestales Carlos Velázquez, Alejandro Melián y Juan Guzmán, además de la consulta de diversa documentación a la que PELLAGOFIO ha tenido acceso y datos de investigaciones propias.

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24 agosto 2022

Pinares con esfuerzo

CARLOS SANTANA JUBELLS
Pinares fruto del esfuerzo humano
Niños de Tejeda riegan la repoblación de pinos en Gran Canaria en los años 50. | FOTO JAIME O’SHANAHAN (ARCHIVO PELLAGOFIO)
Asadero en los Llanos de la Pez; todo un clásico grancanario. Caravanas de vehículos con familia y amigos, con punto de encuentro usualmente en la Fuente Luminosa, carretera del Centro para arriba, con las ganas puestas en pasar un día comiendo y bebiendo bajo los pinares. Los olores de la carne a la brasa se asocian con el aroma típico del pinar, creando una mezcla aromosa que forma parte de la memoria sensorial de muchos grancanarios.
     Pero no todos saben que, hace apenas 60 años, los Llanos de la Pez –al igual que gran parte de la cumbre de Gran Canaria– presentaban un aspecto muy distinto, desprovisto de esos pinos bajo los que nos tumbamos a reposar el emboste en torno a las cuatro de la tarde.
     Las imágenes existen por sí mismas, pero sobre todo por su contexto. Así y gracias a que conocemos ese contexto, un conjunto de jóvenes (muy jóvenes) llenando baldes de agua desde una cuba, se convierte en una escena de las repoblaciones masivas que se desarrollaron en la cumbre a partir de 1950. Es agua para regar los plantones de pequeños pinos que hoy en día nos acogen en nuestros asaderos.
     La peonada de esa repoblación procedía mayoritariamente de Tejeda; los chiquillos, en sus horas no escolares, trabajaban acarreando en baldes el agua necesaria para que las pequeñas plantas arraigasen, muchos descalzos por pobreza extrema.
     Con esta información, puede que la próxima vez que usted (o usted, o usted…) se vaya de asadero a la cumbre, aprecie ese paisaje de otra manera, revalorizándolo como un producto del esfuerzo humano y, por lo tanto, doblemente digno de ser preservado, cuidado y respetado: tanto por sus valores naturales como culturales.

(Fotos de la red)
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18 junio 2023

Dos cardones en la memoria

 ALEJANDRO C. MORENO Y MARRERO.
El cardón gigante de Gáldar, Gran Canaria (artículo de 2009)

No cabe duda de que el desaparecido cardón gigante de Gáldar fue uno de los mayores ejemplares de su especie que existieron en Canarias, sin embargo, lo cierto es que hasta ahora -por unas u otras circunstancias- ha sido muy escasa la información historiográfica que se tenía acerca de él. Por tal motivo, dado que recientemente he hallado diversos datos inéditos sobre el tema, he estimado oportuno darlos a conocer mediante estos burdos apuntes históricos.
Cardón Gigante de Gáldar, finales del s.XIX.
 
      El cardón gigante de Gáldar se encontraba ubicado en el denominado Barranco de la Agazaga, según el estudioso Javier Estévez, cerca del antiguo camino que unía a la ciudad de Gáldar con Agaete. Todo indica que su origen se remonta a la época prehispánica, no obstante, la primera referencia realmente fiable que he encontrado sobre el mismo nos la ofrece el fotógrafo aruquense Luís Ojeda Pérez, quien en el año 1890 logró inmortalizarlo en una de las numerosas imágenes que tomó por los pueblos de la isla de Gran Canaria. Más adelante, posiblemente algunos años después que Ojeda Pérez, el cardón sería fotografiado de nuevo por Teodor Maisch, al que también debió llamarle poderosamente la atención las dimensiones de aquel imponente ejemplar.
      Pero, tristemente -y aquí van los datos inéditos que he descubierto- el cardón gigante de Gáldar no tardaría en desaparecer, ya que en el año 1904 fue cortado por sus propietarios para vender su leña. En este sentido, el “Diario de Las Palmas en su edición del viernes 30 de diciembre de 1904, expresaba textualmente: “Ha sido cortado en Gáldar, en el Barranco de la Agazaga, un enorme cardón (Euphorbia canariensis) centenario, pues se le suponía anterior a la conquista de Gáldar, que ocupaba un radio de cien metros. Los propietarios de aquellos terrenos vendieron el magnífico ejemplar para leña”.
      Por otro lado, concretamente, parece ser que su leña fue vendida por la cantidad de treinta duros, información que se desprende de un texto firmado por Cecilio Suárez Lorenzo que aparecía publicado en el “Diario de Las Palmas” el miércoles 18 de noviembre de 1914, donde puede leerse lo siguiente: “(…) Otra de las plantas más notables de esta Isla es el Cardón, la Euphorbia Canariensis Lin. En Gáldar había hasta no hay mucho un ejemplar que contaba por centenares los años. Lo vendieron para leña en treinta duros. Su sabia ha llamado justamente la atención de los médicos. Como los antiguos canarios se complace en habitar lo inaccesible de los riscos. De lejos su figura remeda un órgano... y, quebrándose en sus tallos, ejecuta el viento de la noche inefables melodías (…)”.
      Y esto es, fiel lector, todo y cuanto sabemos acerca de aquel asombroso cardón gigante que en otros tiempos copresidió -junto al emblemático Drago del viejo Ayuntamiento- la riquísima historia natural de esta ciudad de Gáldar.

Lo hemos leído aquí
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El cardón de Buenavista del Norte, Tenerife

(...) Entre los cardones singulares que han existido en las islas, por sus dimensiones o papel histórico, destaca el de Buenavista del Norte, Tenerife, que llamó la atención de Humboldt en su visita a la isla en 1799; alcanzó 148 m2 y durante la Guerra Civil sirvió de escondite a algunos vecinos. Hoy solo subsisten de él algunos fragmentos, pero ha quedado inmortalizado en el escudo municipal, aprobado en 1986 [32,67]. La tradición popular de Santiago del Teide, Tenerife, también recuerda al “Cardón de las doce”, que crece en la cima de un promontorio de Tamaimo y recibe dicho nombre que recibía porque a mediodía no proyectaba sombra alguna (...)

 Lo hemos leído aquí

Pero mucho cuidado con el látex del cardón. Como nos decía Don Jaime O'Shanahan, el antídoto de la toxicidad del cardón se halla en el látex del “cornical”, Periploca laevigata (Apocynaceae), que crece protegido por el mismo cardón.

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21 enero 2022

Agradecimiento y adiós a un gran hombre, de Liverpool a Gran Canaria


DAVID BRAMWELL, el gran sabio de la flora canaria
Deja como legado en las Islas el mayor jardín botánico de España

El naturalista británico David Bramwell, considerado como una de las autorides mundiales sobre la flora de Canarias y el resto de la Macaronesia, ha fallecido a los 79 años, según ha informado el Cabildo de Gran Canaria.
      En 1973, a la muerte de Eric Sventenius fue nombrado director del Jardín Botánico "Viera y Clavijo" de
Gran Canaria, conocido también como El Jardín Canario. Es entonces, con Bramwell, cuando el Jardín Botánico se consolida como un centro de conservación, investigación y educación ambiental. En esta época yo conozco el Jardín, leo los libros de Bramwell y lo visito con frecuencia. Allí conozco a uno de los colaboradores del Jardín, Don Jaime O'Shanahan, que me anima a que los visite con escolares, al principio de su mano. 
     Poco a poco veo cómo se construyen nuevos laboratorios, un herbario y una biblioteca y, un poco mas tarde, se construye un vivero donde mantener las colecciones de plantas vivas.     
     No se puede hacer más que manifestar nuestro agradecimiento a don David por su legado científico, por difundir internacionalmente las peculiaridades de las plantas que solo pueden encontrarse en los archipiélagos de Canarias, Azores, Madeira, Salvajes y Cabo Verde. Galardonado en numerosas ocasiones y con una amplia bibliografía nos deja un gran conocimiento, investigación, conservación y divulgación. Gracias.
Don Eric Sventenius en el Jardín
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