jueves, 26 de marzo de 2009

EN EL CLAUSTRO DE SILOS
Proto González Cimas



Recio, austero, perenne, agudo, orante
ciprés quieto en el patio solitario
que, en silencio, contempla con asombro
tu verticalidad, escueta y firme,
erguida sin cansancio.

Cerca, en la breve taza
de añosa y ruda fuente,
sin tregua, brota un salmo:
voz clara en la vigilia recoleta,
contrapunto del que, asiduo y callado,
trepa con la esperanza y se remonta
por el brillante azul solemne y alto,
en armoniosa rima
con la paz remansa de los claustros.

Al enjoyarte el sol con los fulgores
más bellos de la tarde,
tu sombra, desbordando el cuadrilátero
–oro viejo en la historia de la piedra-
con un abrazo ingrávido
transmite al adyacente caserío
el místico mensaje,
mezcla de eterno y de fugaz, que en vilo
pone carne y espíritu, tensándolos
sin perturbar la calma.

Las horas, el acecho,
registran quedamente
los infinitos pulsos del espacio.
Y en estas coordenadas impasibles
el mundo evoluciona o se desquicia;

la vida continúa…
Los monjes –y el ciprés- siguen orando.

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