lunes, 16 de diciembre de 2024

CARLA SAMON ROS, en National Geographic Dic-2024
El desierto peruano, la capital mundial del arándano
Fotografía de Alessandro Cinque
Así es como Perú acelera, tras la ola de calor del año pasado, la carrera por conseguir variedades de frutos más resistentes al cambio climático y que necesiten menos frío.
A principios de agosto, las colinas arenosas de la costa de La Libertad, en el norte de Perú, están cargadas de frutos de color púrpura azulado. Faltan pocas semanas para la cosecha del arándano en un desierto considerado inhóspito para las bayas desde hace poco más de una década. Ahora, la árida región está situando a Perú a la cabeza del mercado mundial de arándanos.
     Mientras camina entre los arbustos, Álvaro Espinoza, de apenas metro y medio de altura, se inclina hacia ellos y sus ojos se abren de par en par ante tantos arándanos y el tamaño gigantesco de algunos. "Incluso el calibrador no sirve", dice el ingeniero agrónomo, tratando de medir uno con un llavero con diferentes aberturas circulares. La baya no cabe en el agujero más grande, de 2,5 centímetros.
     Espinoza fue uno de los primeros en experimentar con el cultivo de arándanos en Perú hace unos 15 años, cuando esta fruta, originaria del hemisferio norte, apenas aparecía en el radar del país. "La gente me llamaba loco", recuerda. Desde entonces, el crecimiento de la industria peruana del arándano ha sido tan meteórico como el del Bitcoin.
     El país sudamericano pasó de plantar solo unos cientos de hectáreas de arándanos en 2012 a convertirse en el primer exportador mundial de arándanos frescos durante los últimos cinco años consecutivos.
Los trabajadores de una importante multinacional del arándano son transportados entre las distintas zonas de la explotación en un autobús de la empresa
Carlos Núñez, investigando variedades en su laboratorio

"Los avances tecnológicos y científicos están impulsando el crecimiento de los arándanos en Perú, con empresas científicas que mejoran genéticamente la fruta para que prospere en el difícil clima desértico de la región", afirma Núñez.

A la caza de un arándano que ame el desierto

Inspirados por el éxito de sus vecinos chilenos, los empresarios peruanos empezaron a explorar un mercado local de arándanos a principios de la década de 2000. Pero encontrar la variedad adecuada llevó años de ensayo y error: Espinoza intentó montar un vivero, pero fracasó. Ahora trabaja en ventas para Planasa, una empresa española que desarrolla bayas más sabrosas y de mejor crecimiento.
     En Perú, el reto consistía en superar la creencia convencional de que los arándanos necesitaban un número mínimo de horas de frío (temperaturas inferiores a 7°C) para prosperar. Aunque el altiplano andino reunía estas condiciones, el terreno accidentado planteaba importantes obstáculos para una industria que dependía en gran medida de la mano de obra y de una infraestructura de avanzados sistemas de riego y plantas de envasado.
La pequeña ciudad de Malverde ha crecido con la floreciente industria de las bayas. Los trabajadores de las granjas de arándanos suelen alquilar casas cercanas para permanecer cerca de sus puestos de trabajo. Al fondo se ven los campos de arándanos de Camposol, la primera empresa que exportó arándanos peruanos.
     El objetivo era la costa, donde ya había megaproyectos de irrigación y grandes empresas agroexportadoras, dice Carlos Gereda, pionero en el sector y fundador y director general de Inka's Berries.
     Él fue el primero en identificar una variedad de arándano que pudiera adaptarse a la templada costa peruana, donde la corriente de Humboldt se encuentra con los Andes, creando condiciones similares a las del desierto.
     Nacido en una familia de agricultores, Gereda empezó a viajar a Chile en 2006 para aprender sobre los arándanos. En uno de sus viajes se trajo 14 variedades para probarlas en el desierto peruano. Tardó dos años en encontrar la adecuada, bautizada como Biloxi. Una vez identificada esta variedad, invirtió unos 280 euros en crear una empresa que se convirtió en pionera del arándano peruano.
 
El cultivo de los arándanos resistentes del futuro

     En la actualidad, los campos de arándanos de Perú abarcan más de 20.000 hectáreas (el doble del tamaño de la ciudad de Barcelona) y el país envía al extranjero más del doble de arándanos que sus competidores más cercanos. Más de la mitad de las ventas se destinan a Estados Unidos, donde Perú suministra cuatro de cada 10 importaciones de arándanos frescos.
     Pero el año pasado este auge sufrió su primer revés. Una fuerte ola de calor provocada por el fenómeno de El Niño azotó la costa norte de Perú, incluida La Libertad, el corazón de la industria del arándano. Las temperaturas superaron la media en 4°C, convirtiéndose en el invierno más caluroso del país en más de 60 años. El calor devastó algunas variedades de arándanos y la producción se desplomó un 25%.
     “La agricultura es así: nada es seguro y todo está por demostrar; hay que vivirla”, dice Gereda. “Hay momentos en los que, de la nada, un acontecimiento climático poderoso te obliga a replanteártelo todo”, explica.
     Esta experiencia, junto con la previsión de un aumento de las temperaturas debido al cambio climático, ha acelerado los esfuerzos para desarrollar nuevas variedades de arándanos genéticamente mejoradas que puedan prosperar en climas aún más cálidos.
     Para crear estas variedades resistentes, los científicos cruzan plantas madre, germinan las semillas y las evalúan durante años para seleccionar los mejores individuos, que luego son clonados y multiplicados in vitro. Otro objetivo de esta carrera genética es producir arándanos “jumbo”, es decir, arándanos que midan un par de centímetros, para aumentar la producción y satisfacer las expectativas del mercado.
     El año pasado, Inka's Berries lanzó dos nuevas variedades de tamaño gigante, Alessia y Abril, que llevan el nombre de las sobrinas de Gereda. Ambas son variedades tropicalizadas que prosperan sin temperaturas frías.
Los arándanos que miden más de 18 milímetros de diámetro se clasifican como "jumbo", un tamaño premium muy valorado por el mercado, especialmente en China.
Un trabajador agrícola transporta arándanos en carretilla durante la temporada de cosecha. En 2012, Perú solo tenía unos cientos de hectáreas de arándanos; ahora el país cuenta con más de 49 000 campos de arándanos.




 La prosperidad se olvida de los recolectores

A pesar de las dificultades iniciales, el microclima costero de Perú ha demostrado ser ventajoso para obtener altos rendimientos de arándanos y producción durante todo el año. Las empresas nacionales y extranjeras (atraídas por los incentivos fiscales y una mano de obra barata) ganaron dinero rápidamente vendiendo la fruta a un precio superior durante la temporada baja en Chile y Estados Unidos.
     Incluso teniendo en cuenta las condiciones meteorológicas extremas del año pasado, Perú vendió en el extranjero arándanos frescos por un valor récord de 1600 millones de euros. En la actualidad, los arándanos son el segundo cultivo más importante del país, después de la uva, y han contribuido a multiplicar por 13 el total de las exportaciones agrícolas anuales desde 2000.
     Sin embargo, las condiciones de vida de los recolectores de arándanos no han seguido el ritmo del éxito del sector. "Mientras las empresas siguen creciendo, a nosotros nos explotan con el salario mínimo [260 euros al mes]", afirma Julisa González, recolectora de Camposol, el mayor exportador de arándanos. Lo que gana diariamente apenas cubriría el coste de tres paquetes de arándanos en Nueva York.
     Aunque unas pocas grandes empresas dominan la industria peruana del arándano, cada vez son más los agricultores medianos que se incorporan al negocio.
     Entre ellos está Emilia Luján Pérez, una agricultora de 76 años que se dispone a plantar arbustos de arándanos en su parcela de 0,8 hectáreas en Virú, provincia costera de La Libertad. En ocho meses espera cosechar sus primeras toneladas de arándanos para satisfacer el creciente apetito mundial.
     "Si necesito más tierra", bromea Pérez, señalando con su bastón las áridas montañas que hay detrás de su propiedad, “tomaré las colinas”.

Emilia Pérez Luján dedica parte de sus tierras al cultivo de arándanos. Forma parte de una tendencia creciente de pequeños agricultores de regiones como La Libertad (Perú), que esperan sacar provecho del auge del arándano en Perú

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