miércoles, 4 de diciembre de 2024

Los Tejos de La Haye-du-Routot, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA 
Los tejos de La Haye-du-Routot

Este pueblecito de La Haye-du-Routot, que está en la región de Normandía (Departamento de Eure, Francia), muy próximo a la desembocadura del río Sena, es famoso por los dos tejos de su iglesia. A este respecto hay que decir que, así como Inglaterra tiene un buen número de tejos milenarios, en Francia su número no llega a treinta. 
     Los tejos de La Haye du Routot (escrito con guiones o sin ellos) son anteriores a la existencia del propio pueblo y, como buenos ejemplares de tejo que son, de edad desconocida, aunque hay unanimidad para otorgarles al menos 1.000 años, de ahí en adelante, cada uno con su opinión. Dado que crecen en el centro del pueblo, en el cementerio, entre la iglesia y la calle principal, queda claro que el pueblo se formó alrededor de ellos. Los dos tejos están huecos en su interior (como todo tejo milenario) y para hablar de ellos los nombraremos como tejo de la capilla y tejo del oratorio. 
     Aunque hay diferencias a la hora de otorgarles una medida perimetral, variable en función del punto donde se tome, parece unánime la opinión de que el tejo de la capilla supera los 11 metros y el del oratorio no llega a diez. El tejo de la capilla se llama así por tener en su interior, desde 1866, una pequeña capilla dedicada a Santa Ana. La capilla está abierta todos los domingos por la mañana y el día 16 de julio (en España es el día del Carmen, patrona de los marinos) cuando allí celebran la fiesta de Saint Clair. Este santo, en la actualidad ya no tiene culto en el pueblo, tan sólo un día de celebración y según se dice fue un santo conocido por su piedad, que predicó durante toda su vida, realizando milagros y curaciones, incluyendo dolor de ojos y ceguera. Pero según dice otra versión, Saint Clair fue un monje galés que, después de llegar al pueblo, fue decapitado por sus creencias y, según la leyenda, tomó su cabeza entre sus manos y continuó predicando. En la actualidad tiene estatua en la iglesia del pueblo y en su honor se celebra una antigua ceremonia, de origen desconocido pero que al parecer se remonta al siglo XV y de la que hablaré luego. 
 
     El otro tejo, el del oratorio, también presenta una oquedad interior, que se puso de manifiesto en 1832 cuando una tormenta desgajó una parte del árbol y quedó así expuesta. En 1897 se instaló allí un oratorio dedicado a la Virgen de Lourdes, con un altar completo. Estos árboles fueron en 2015 candidatos a “Árbol del Año”, y aunque no resultaron elegidos, ayudó a darlos a conocer y seguramente, también a su protección. Naturalmente, si la protección a los árboles monumentales siempre es necesaria, más lo es en este caso. En el otoño de 2013 una parte del tejo del oratorio comenzó a morir, lo que se hizo muy evidente por las agujas marrones. El análisis de las mismas mostró un contenido extremadamente alto de glifosato, un herbicida que de otra manera no daña los árboles porque no actúa a través de las raíces, sino solo directamente a través de las partes verdes de la planta. Para causar un daño como este, el veneno tuvo que ser rociado directamente sobre la copa del árbol o inyectado a través de una raíz principal. Si bien se supuso que el autor del atentado fue el dueño de una propiedad cuyo jardín está directamente adyacente a la iglesia, no había pruebas directas y quedó sin castigo. Al menos no siguió haciéndolo, y el árbol está intentando recuperarse. Una consecuencia de esto fue la creación al año siguiente (septiembre de 2014) de la asociación “Los amigos de los tejos”, al estilo de las organizaciones de este tipo existentes en otros países. 
 
     Terminaré hablando ahora de la celebración de Saint-Clair, el 16 de julio de cada año para celebrar el solsticio de verano. La ceremonia comienza con la tala de un álamo el domingo anterior a la fiesta, el jueves siguiente se corta el árbol en troncos. Luego, el día de la fiesta por la mañana, se forma una pira en forma de pirámide de 15 metros de altura que lleva en su centro un árbol recién talado, al que se fija en la parte alta una cruz. La pira permanece vigilada hasta la noche, en la que se celebra la ceremonia religiosa, seguida de una procesión y la bendición de la pira. Luego, con la ayuda de una vela, una personalidad prende fuego a una brazada de paja. Solo el mástil central que lleva la cruz en su parte superior no debe arder, si esto sucede se considera un mal presagio para ese año. Los asistentes tratan de conseguir luego un pedazo de madera carbonizada para llevarse luego a su casa, puesto que se supone que este carbón la protege de los rayos. Por si a alguien le interesa, el año 2019, la cruz ardió. En 2020 no hubo celebración.
 
 
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