miércoles, 28 de marzo de 2018

SUZANNE SIMARD (Canadá)
La comunicación de las plantas

     Esta investigadora dedicó décadas para estudiar el lenguaje de los árboles. Sus averigüaciones te sorprenderán. Empezó a tener curiosidad por los bosques cuando era pequeña y se recostaba en el suelo de Canadá para observar las copas de los árboles. Su percepción cambió el día en el que, en vez mirar las hojas, descubrió que bajo tierra había "otro mundo", uno que poseía infinitos caminos biológicos, lleno de raíces que parecían comunicarse, y que quizá —pensó— podían actuar como una familia.
     Simard estudió silvicultura, trabajó para compañías que se dedicaban a la explotación comercial y se sintió despreciable tomando parte de la tala y rociado de herbicida a los abedules para hacerles espacio a los pinos y abetos, mucho más rentables en el mercado. Por eso abandonó y decidió demostrar que los árboles hablan entre ellos, y que alterar la diversidad de los bosques tiene un impacto mayor del que se cree.
      Durante más de 30 años, la investigadora realizó experimentos para afinar cómo se conectaban los árboles de la misma familia. Entonces halló que no sólo se envían carbono, sino también -cuando lo necesitan- nitrógeno, fósforo, agua y defensas; y que los tallos de los hongos [micelio], al colonizar todas las raíces de los árboles, trabajan para permitir una red más compleja de lo que pensaba. "El micelio conecta a diferentes individuos en el bosque, no sólo de la misma especie sino entre especies diferentes, y funciona como el Internet", dice Simard.
     Igualmente descubrió algo que le maravilló: que los árboles madre, los más viejos, no cesaban de nutrir a los más jóvenes, y que tan solo uno viejo conectaba a cientos de los que tenían menos años.
     "Es como cuando nosotros queremos favorecer y nutrir a nuestros hijos, ellos hacen lo mismo", dice Simard. "Pero cuando los árboles madre se encuentran heridos o se mueren, lo asombroso es que no sólo les envían carbono, también defensas, mensajes de sabiduría que han acumulado durante todos sus años y ahora se los transmiten para hacer más fuertes a las nuevas generaciones".
     "Así que los árboles hablan -concluye-. Y las perturbaciones que se causan en los bosques degradan la vida salvaje del hábitat y genera más muerte de la que imaginamos al talar sólo lo que creemos, un mero árbol. No digo no talar, sino talar menos y con consciencia".
     Las investigaciones de Simard han provocado que el mundo, ahora, mire más abajo de sus pisadas para reflexionar sobre la vida del otro mundo que ella empezó a observar cuando se recostaba en el suelo de los bosques de Canadá.

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