SUZANNE SIMARD (Canadá)
La comunicación de las plantas
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La comunicación de las plantas
Esta investigadora dedicó décadas para estudiar el lenguaje de los árboles. Sus averigüaciones te sorprenderán. Empezó a
tener curiosidad por los bosques cuando era pequeña y se recostaba en el
suelo de Canadá para observar las copas de los árboles. Su percepción
cambió el día en el que, en vez mirar las hojas, descubrió que bajo
tierra había "otro mundo", uno que poseía infinitos
caminos biológicos, lleno de raíces que parecían comunicarse, y que
quizá —pensó— podían actuar como una familia.
Simard estudió silvicultura, trabajó para compañías que se dedicaban a
la explotación comercial y se sintió despreciable tomando parte de la
tala y rociado de herbicida a los abedules para hacerles espacio a los
pinos y abetos, mucho más rentables en el mercado.
Por eso abandonó y decidió demostrar que los árboles hablan entre ellos,
y que alterar la diversidad de los bosques tiene un impacto mayor del
que se cree.
Durante más de 30 años, la
investigadora realizó experimentos para afinar cómo se conectaban los
árboles de la misma familia. Entonces halló que no sólo se envían
carbono, sino también -cuando lo necesitan- nitrógeno, fósforo, agua y
defensas; y que los tallos de los hongos [micelio], al colonizar todas
las raíces de los árboles, trabajan para permitir una red más compleja
de lo que pensaba. "El micelio conecta a diferentes individuos en el
bosque, no sólo de la misma especie sino entre especies diferentes, y
funciona como el Internet", dice Simard.
Igualmente descubrió algo que le maravilló: que los árboles madre, los
más viejos, no cesaban de nutrir a los más jóvenes, y que tan solo uno
viejo conectaba a cientos de los que tenían menos años.
"Es como cuando nosotros queremos favorecer y nutrir a nuestros hijos,
ellos hacen lo mismo", dice Simard. "Pero cuando los árboles madre se
encuentran heridos o se mueren, lo asombroso es que no sólo les envían
carbono, también defensas, mensajes de sabiduría que han acumulado
durante todos sus años y ahora se los transmiten para hacer más fuertes a
las nuevas generaciones".
"Así que los
árboles hablan -concluye-. Y las perturbaciones que se causan en los
bosques degradan la vida salvaje del hábitat y genera más muerte de la
que imaginamos al talar sólo lo que creemos, un mero árbol. No digo no talar, sino talar menos y con consciencia".
Las investigaciones de Simard han provocado que el mundo, ahora, mire más abajo de sus pisadas para reflexionar sobre la vida del otro mundo que ella empezó a observar cuando se recostaba en el suelo de los bosques de Canadá.
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