martes, 29 de diciembre de 2009

GERARDO DIEGO (Santander, 1896-1987)
Álamo cerrado


Cuando estoy a tu lado ¿por qué callas?
Tus labios apretados, di ¿qué río
interior te represan, qué rocío
roban volando y brillan, y batallas

contra ti misma y tiemblas y avasallas
tu cauteloso amor y en desvarío
le haces estremecer de escalofrío,
amor amordazado en tus murallas?

Toda eres tú temblor de álamo verde,
temblando estás —mi brisa te remuerde—
raíz, tronco, ramas, hojas, flores, cielo.

Y se te asoman lágrimas de savia
y te rezuman éxtasis de labia
y te lastiman pájaros sin vuelo.

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viernes, 25 de diciembre de 2009

MIQUEL COSTA I LLOBERA (Mallorca, 1845-1922)
La gran alzina de Mossa

Patriarca que sos braços aixeca moridor
per beneir extàtic sa llarga descendència,
així alçava ses branques d'antiga corpulència
damunt les grans alzines dell bosc l'arbre major.

Tal me semblà aquell arbre que, amb màgia remor
dels segles que aquí foren me deia l'existència,
com si de la nostra illa guardàs la consciència,
com si dugués per saba la sang de l'avoir.

Baix d'aquella ampla soca, més vella que la història,
mon front en primavera va somniar la glòria
de fer l'excels poema del poble mallorquí...

I avui, que a mitjan vida retorn a tal paratge,
no hi trob ja l'arbre mític: caigué, i la gran bosca
un buit ple d'enyorances s'eixampla ja per mi.

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lunes, 21 de diciembre de 2009

EL CEREZO VOLADOR
Cuento de Japón

El valiente samurai Inamuraya Takestsura estaba dormido, profundamente dormido; dormía con la conciencia tranquila. Al igual que los corceles árabes, los gallos de pelea de la India, el escarabajo Unicornio o los térmites chinos, un guerrero japonés merece sus escasos momentos de reposo. Roncaba sonoramente.
Junto a él se encontraba su sirviente Seiki, vigilando el sueño de su señor y musitando plegarias para alejar al Demonio de los Malos Sueños. Pero ¡ay!, la modorra se abatió sobre el confiado Seiki, que bostezó mientras pasaba las cuentas. Seiki decidió que dormir era más fácil y agradable que rezar y escuchar los ronquidos de los demás. De manera que se sumió en un profundo sueño, en un rincón de la esterilla, reposando suavemente la cabeza en la palma de su mano.
Entonces llegó el momento fatal. Detrás de un cuadro de la pared, que representaba el monte Fujiyama y, en primer plano, un molino de agua sobre el cual se veía una bandada de grullas en vuelo hacia el sur, vigilaba el Señor de los Malos Sueños. Espiaba al amo y al sirviente, esmerándose el imitar el movimiento del molino y el vuelo de las grullas sobre el Fujiyama.
Sonriendo, el demonio descendió sobre los durmientes. En primer lugar, escondió el rosario de Seiki; después dio vueltas por la habitación husmeando aquí y allá: al mirar fijamente el cubo de agua, ¡se llenó de sapos y renacuajos!
El Demonio de los Malos Sueños sacudió después la espesa punta de su cola bajo la nariz de Inamuraya, diciendo con una risotada:
-Este valiente guerrero debe de haberse tragado por lo menos una docena de tambores para tener tal estruendo en su vientre. ¿Es posible que la ventana izquierda de su nariz albergue el tifón que hace poco transportó la isla de Koshiki Shima noventa y nueve shi por el aire? Duerme, duerme, hijo del terremoto y del ciclón. Echaré un poco del polvo de mi cola en tu nariz y te daré un sueño tan horrible que ni yo mismo lo desearía, aunque estuviera oyendo un perro aullando a la luz de la luna.
Cumplido su propósito, huyó deprisa. Al escapar, su cola golpeó el cuadro del Fujiyama y lo puso al revés, con lo que las desconcertadas grullas no supieron a dónde dirigirse.
Antes de que Seiki se durmiera y apareciera el Demonio de los Malos Sueños, Inamuraya tenía un sueño delicioso. Soñaba que había cruzado el mar Amarillo, conquistado el tiempo celeste y, después, construido un enorme barco en el que había cargado la gran ciudad de Beiping, con el palacio imperial y todas sus casas, grandes y pequeñas para regresar después a la Tierra del Sol Naciente.
El maravilloso viaje soñado estaba a punto de concluir cuando Inamuraya decidió contar una vez más sus prisioneros chinos. Todos ellos estaban sentados en la bodega, atados unos a otros por las trenzas: parecían racimos de plátanos. Todos tenían los pies en cepos de madera, que golpeaban con los dedos. Inamuraya pensó que era una música muy agradable.
Inamuraya solamente había contado tres millones setecientos mil ciento once, cuando súbitamente perdió la cuenta. Algo cosquilleaba su nariz y le entraban ganas de estornudar. Por supuesto, sabía demasiado bien que no debía estornudar en la bodega de los prisioneros, puesto que si lo hacía, el barco saltaría por los aires y se iría al fondo del mar. De manera que, tropezando con los chinos en su apresuramiento, Inamuraya se dirigió corriendo a la cubierta.
Exactamente en ese momento comenzó su mal sueño.
Los chinos se levantaron, se frotaron la cabeza hasta deshacer sus trenzas, se quitaron los cepos de madera y se precipitaron sobre Inamuraya. Lo agarraron de las piernas en el momento que salía a cubierta, lo arrastraron de nuevo a la bodega, le bajaron los pantalones, hicieron un azote de nueve ramales con sus trenzas y... Bueno, el pobre Inamuraya nunca en su vida hablaría de la terrible deshonra que le acarrearon aquellos miserables chinos.
Hasta que el valiente samurai ya no pudo aguantarlo. Profirió un gran grito y estornudó tan espantosamente que el barco estalló en pedazos. Se formó un surtidor de agua que llevó a Inamuraya tan alto y tan lejos que lo hizo aterrizar en su propia habitación. Sentándose en cuclillas estornudó una y otra vez. Enfrente, también en cuclillas, estaba Seiki, estornudando tan fuerte que casi golpeaba el techo. Un poco del polvo de la cola del Demonio de los Malos Sueños había llegado hasta él.
Saltaban uno contra otro como los gallos de pelea hasta que, con un "¡atchís!" final, sus cabezas chocaron con un golpe sordo.
-¡Malditos chinos! - gritó Inamuraya incorporándose- ¡Qué pesadilla!
Al acercarse al cubo para beber agua, vio los sapos y los renacuajos nadando. Enfurecido, agarró su sable y lo descargó sobre el cubo, haciéndolo pedazos y vertiendo el agua. Los sapos desaparecieron saltando por la puerta y los renacuajos se convirtieron en gotas de agua, como si nunca hubiera existido.
Con ellos se rompió el hechizo. Pero Inamuraya Taketsura estaba enfadado doblemente: por la pérdida de un buen sueño y por la pesadilla. Por mucho que lo intentó no pudo recordar las denodadas batallas, ni su conquista del imperio celeste con la gran ciudad de Beiping, que había cargado en su barco. Todo se había desvanecido en su mente al igual que una libélula rosa al pasar por la ventana. Estaba muy mal malhumorado.
¡Qué me trague mi sable si no le corto la cabeza a alguien! -juró-. Cortaré la cabeza a la primera persona que entre en esta habitación.


Debes saber, buen lector, que el juramento de un samurai es algo sagrado. Y debía cumplirse.
Al oír la voz de su padre, la encantadora O Tai entró en la habitación. La muchacha estaba en la edad en que las jóvenes parecen flores: capullos de loto, claveles, campanillas blancas, reseda, rosas silvestres, crisantemos…O Tai parecía un cerezo en flor.
Al entrar, preguntó a su padre:
-¿Es que alguien ha molestado tus sueños, honorable padre? Maldecías tan fuerte que podrías despertar a un muerto.
-¡Oh, infortunada! –exclamó Inamuraya-. Tu curiosidad te costará la muerte.
Sin comprender en absoluto, O Tai clavó la vista en su padre, mientras él desenvainaba su sable y lo limpiaba con la mano.
-Debo cortarte la cabeza –dijo Inamuraya-. Ése es el juramento que he hecho.
-No creo que quieras cortar mi hermosa cabeza –dijo O Tai-. Si lo haces, no podré oír el canto de los pájaros en el jardín ni ver las doradas mariposas que se posan en mi kimono. No podré besar tu áspera mejilla como debe hacer una hija honorable.
-Pero he dado mi palabra, O Tai, y debo cumplirla –dijo solemnemente su padre.
O Tai siguió suplicando:
-Así, pues, ya no podré volver a ver mi querido cerezo que crece detrás de casa. Lo amo como a mi buena madre. Al atardecer le traigo agua del canal. Le ato las ramas con cintas de seda para que no se quiebren con el excesivo peso de la fruta. Durante el invierno, cubro de paja sus raíces para que no se hielen. Mira, padre, lo bello que está ahora, lleno de flores rosas. –Y volviéndose al cerezo que estaba fuera, O Tai imploró-: Querido cerezo, por favor, protégeme.
En el momento en que Inamuraya alzaba el sable sobre la cabeza de su hija, el cerezo alargó sus ramas y, entrando en la habitación, arrebató a la encantadora joven, se desarraigó y salió volando por el tejado después de cubrir de tierra la cabeza de Inamuraya.-¡Detente, detente! –gritaba Inamuraya-. ¡Debo cumplir mi palabra!
Saltó para golpear el árbol que pasaba sobre él. Pero sólo logró cortar una rama cubierta de flores, que cayó sobre su cabeza cubriéndolo de pétalos, que se le metieron en la boca, las orejas y la nariz. Estaba tan furioso que su mente no podía recordar los versos del inmortal bardo:

“El aroma de un cerezo en flor
es como una dulce sonrisa
que a veces florece
en los labios de la persona amada”

Mientras tanto, el cerezo volador fue hacia el norte, en dirección a Nagasaki, después torció hacia el este y enseguida aterrizó en la isla desierta de Tsushima. En ella vivió O Tai tres años enteros. El previsor cerezo se convirtió en una verdadera madre para ella, satisfaciendo todas sus necesidades. Los tres años pasaron en una tranquila felicidad y O Tai hubiera vivido felizmente muchos años más si una noche no se hubieran acercado a la isla desierta dos pescadores en un bote rojo. Estaban pescando platija y calamar para venderlos en Nagasaki mientras comentaban las últimas noticias.
-Este año hay muchas noticias –decía uno de ellos-. El emperador ha muerto de cólera. Un terremoto ha destruido la ciudad de Yedo. Tres samurais de Hadokate tuvieron una disputa sobre quién de ellos podría comer un tiburón vivo y el tiburón se tragó a los tres. En Kyushu, unos monjes robaron una estatua de plata de Buda de un templo para vendérsela a otros monjes de Koibashi, que la fundieron para hacer copas de sake; y ahora todos ellos tienen plata en las manos y no se la pueden quitar.
El otro pescador prosiguió:
-Este año no ha crecido el arroz de Hondo y los pobres tienen que hacer el pan con arcilla. En Moji, un campesino se atrevió a comer el estiércol que había dejado en la calle el caballo de un Daimio y fue quemado vivo en castigo. ¿Sabías que el prior del templo de Saihodja en Nagasaki afirma que el alma de uno de sus antepasados reside en una platija? Nos quitará todo el pescado sin pagarnos un céntimo.
El primer pescador volvió a hablar:
-He oído que el valiente samurai Inamuraya Taketsura está muy enfermo; es el que tuvo el sueño más horrible que se pueda recordar en toda la Tierra del Sol Naciente. Morirá dentro de tres días, a menos que pueda aplacar al Espíritu de la Enfermedad. Con el fin de conseguirlo, un pariente cercano debe cortarse una mano y ofrecérsela: tal fue el veredicto del eminente médico que lo atiende. Por el momento, ninguno de sus parientes tiene prisa por perder una mano.
Después de decir esto los pescadores se alejaron y O Tai no pudo oír más.
La joven estaba terriblemente afligida y apretó su encantador rostro contra el cerezo.
-¡Madre querida! ¿Qué puedo hacer? ¿Quién llevará mi mano a mi desdichado padre?
Las ramas del cerezo se inclinaban tristemente.
-¿Es que no eres feliz conmigo? –preguntó.
-¡Oh, sí, madre! –gritó O Tai-. Fui feliz mientras en Nagasaki no necesitaron platija y calamar; ni un solo barco se acercó a nuestra isla en todo ese tiempo, por lo que no tuve noticias de la enfermedad de mi querido padre. Querida madre, volvamos rápidamente a casa.
O Tai rodeó con sus brazos el cerezo y besó su plateada corteza, que el implacable cincel del tiempo había surcado de suaves líneas. Si miramos con cuidado la corteza, podremos leer los versos de aquellos que el azar ha sentado bajo la reconfortante sombra del árbol. Justo encima de la cabeza de O Tai había unas líneas escritas hacía muchos años; a menudo se había preguntado cuál sería su significado:

“En prados y arboledas
respiro la brisa primaveral.
Amor, demórate un momento,
no vueles tan rápido
en la ligera brisa primaveral.”

-¡Qué extraños son los mortales! –Suspiró el cerezo-. Son buenos y malos, estúpidos e inteligentes, coléricos y mansos, perezosos y diligentes, pero en muy raras ocasiones llegan a ser felices. De nada huyen tan velozmente como de la felicidad.
Sin embargo, el árbol dijo con dulzura a la joven:
-Muy bien, O Tai, que sea como tú quieres.
Acto seguido, O Tai se encontró sentada en las ramas más altas del árbol y volando con la ligereza de una alondra hacia el este.
En ese mismo instante, el valiente samurai Inamuraya Taketsura yacía en su lecho de muerte, gimiendo y pidiendo su afilado sable para combatir al Espíritu de la Enfermedad. En torno de él, se sentaban las plañideras y sus desconcertados parientes.
-El sable está tu izquierda –dijo el doctor, mientras se afanaba en preparar ciento y una medicinas diferentes en ciento y un frascos diferentes.
-Mi sable pesa más que una montaña, no puedo levantarlo –murmuraba Inamuraya.
En esto, todas las plañideras abandonaron la habitación para dejar paso a la Muerte, que estaba golpeando impacientemente el tejado. Entonces, surgiendo de debajo de la estera de juncos en que se había sentado el médico, apareció el Espíritu de la Enfermedad. Se inclinó sobre el samurai agitando un abanico de fuego sobre su rostro. El enfermo oyó su voz crujiente como hojas movidas por el viento otoñal:
-Tu fin está cerca, samurai Inamuraya Taketsura. Ya no te quedan más que dieciséis inspiraciones antes de que cierre tu garganta para siempre.
En ese mismo instante, una ráfaga de viento agitó el tejado y se oyó gritar a Seiki, el criado:
-¡Nuestro viejo cerezo, que se fue volando, acaba de volver!
El Espíritu de la Enfermedad daba vueltas sin saber dónde esconderse.
Inamuraya se sentó en la cama, oliendo el aire:
-¡Qué aroma a flores de cerezo! Ahora puedo aspirarlo mejor. ¿Significa que ya estoy muerto?
-¡Amo! –gritó Seiki-, el cerezo te ha devuelto la salud.
Y Seiki penetró en la habitación con una cestita de flores de cerezo sobre la que estaba la grácil mano blanca de O Tai.
Inamuraya saltó de la cama y se lanzó corriendo al encuentro de O Tai:
-¡Por fin has vuelto, hija mía! –exclamó el samurai lleno de alegría.
Entonces, con un golpe de su afilado sable le cortó la cabeza, que quedó a sus pies, inmóvil como una baya del bosque.
-Así he cumplido mi promesa. Ahora, cortad ese rebelde cerezo y quemadlo.
Cuando cortaron el cerezo y lo estaban quemando, el valiente samurai Inamuraya Taketsura dio otra orden: que buscaran el mejor escribano de Kyoto para que escribiera esta historia.

---Fin---

jueves, 17 de diciembre de 2009

FERNANDO DELGADO - Drago

FERNANDO DELGADO (Tenerife, 1947)
Drago


Por todas tus raíces milenarias fluye
la fuerza de la tierra.
Clamas como las ánimas.
No desde un purgatorio: desde un cielo telúrico,
hondo, bajo;
infierno de volcanes que es un cielo de fuego.
Así eres, drago.
Igual que abiertas manos o puños florecidos en la altura,
brazos que buscan brazos,
o brote caprichoso,
alada nervadura de una copa celeste,
cáliz que se desborda.
Y sube y se derrama, ancho.

Dame a beber tus llamas, drago,
isla que hacia arriba se ensancha y crece sola.
Hazme una calavera bíblica
de raíces que buscan
en la nube la calma del rocío en que hierven
las voces aborígenes que convierten la nada
(eso fuimos antes y que somos ahora y que después seremos)
en el ronco gemido de un volcán que escupe la ceniza
de nuestros cuerpos. Logra
fundirlas con el valle donde la isla sirve,
sin levantar raíces, de impulso de tu vuelo.
Como si te agitaran la copa y derramases
el néctar de las vidas, de las muertes,
de los espacios sucesivos
de un interminable tránsito de almas que se aferran
al tronco vegetal de sus ancestros.

Dame a beber tus llamas, drago,
ya que sólo tu fuego al apagarse vive,
y yo he visto a los míos, muertos,
buscar sus nubes por tus ramas, drago.
Por eso te saludo como parte de ti,
sustancia que te enciende
desde mi apagada condición de muerto,
al tiempo que me elevo
contigo en mis cenizas
y comparto contigo
la vida vegetal que nos alumbra, drago.

Faura de les Valls, julio 1999
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domingo, 13 de diciembre de 2009

ALEXANDER VON HUMBOLDT

ALEXANDER VON HUMBOLDT (Berlín, 1769-1859)
Geógrafo, naturalista, explorador, ...

“Aunque la maravillosa belleza de las palmeras ha sido tan frecuentemente comentada que la palabra “palmera” por sí misma sugiere ya algo exquisitamente bello, yo no había caído en la cuenta –al igual que les sucederá a cuantos no hayan visto las palmeras en sus ambientes tropicales nativos- de que su principal gloria y atractivo consiste en la fantástica variedad de su hermosura. Para la mayoría de los hombres occidentales que viven en sus casas, una palmera es una planta con un tallo erecto coronado de un penacho de hojas bastante bonitas, parecidas a las de los helechos; pero sólo al encontrarse ante las palmeras silvestres de los trópicos se descubre la exquisitamente diversa belleza que estas plantas ofrecen en sus tallos y raíces, sus hojas y foliolos, sus inflorescencias y sus frutos, sus distintas partes y su todo”

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miércoles, 9 de diciembre de 2009

JOAN AMADE (Barcelona, 1878-1949)
Inscripció de la flor primera

La primera flor ha neixit:
per sempre beneïda siga,
de mon cor perfumada amiga,
alegria del meu espirit.
Entre les branques de figuera, 
l’aire s’és fet blau i lleuger…
Beneït siga l’ametller, 
ja que ha donat sa flor primera!
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viernes, 4 de diciembre de 2009

CALCUTA y su Ficus benghalensis

EL GRAN "Ficus bengalensis" DEL JARDÍN BOTÁNICO DE CALCUTA-INDIA

Cuando mi amigo Dani decidió realizar la ruta del descenso del Río Ganges sabía que me iba a traer noticias de uno de los árboles míticos de Asia. Este gran Ficus benghalensis ocupa una gran extensión de terreno, aproximadamente un campo y medio de fútbol, así que su primera pregunta fue: ¿cómo hacer una foto, no a un árbol, sino a lo que parecía un bosque?. He aquí las fotos que me trajo y que deseo, con su consentimiento, compartir con vosotros.
Los ficus tienen raíces aéreas y cuando éstas alcanzan el suelo toman los nutrientes y agua, al igual que lo harían por el tronco inicial. Las raíces aéreas engrosan y soportan el peso de las nuevas ramas.

Datos del árbol:
Nombre: Ficus benghalensis
Familia: Moraceas
Edad: 250 años aproximadamente
Extensión de la copa: 14.428 metros cuadrados
Diámetro de la copa: 450m aproximadamente, ya que no es regular
Altura máxima: 25m
Número de pies (tronco-raíces): 2880
Tronco principal: Se eliminó en 1925 por estar podrido (tenía, a 1,7m de altura, un grosor de 15,7m)
Son muchos los pueblos de oriente que se protegen, a pesar de su frágil madera, bajo el ficus, tanto del inclemente sol como de las tormentas.




Las débiles raíces del exterior del árbol están protegidas por cañas de bambú

Fotos: Daniel Pérez Remón, gracias
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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Frases y árboles (6)

Como nos dixo Castelao (1886-1950):
“A arbore é o símbolo do señorio espiritual
de Galicia. A arbore é un engado dos ollos,
pola súa fermosura; é unha delicia dos oidos,
porque nela cantan os paxaros; é un arrolador
do espirito porque nas súas polas conta contos
o vento. A arbore pidelle auga o ceo para que
a terra teña sangue, vida e bonitura”



“Obres al lláu, texu secáu”
Astur Paredes



L’arbre vit en toi et tu vis à son ombre
Tristan Tzara (1896-1963)



Del fondo umbrío de los bosques siento brotar tu corazón, tu amor oscuro
Antonio Colinas


Je me voyais me voir, sinuese, et dorais
De regards en regards, mes profondes forêts
Paul Valéry (1871-1945)



"A culture is no better than its woods"
Wystan Hugh Auden (1907-1973)



El bosque es el alma del planeta y tenemos obligación de protegerlo
Anónimo

sábado, 28 de noviembre de 2009

GASPAR NUÑEZ DE ARCE (Valladolid, 1834-1903)
Tronco seco

Hay en la vasta llanura
Un tronco seco y sin ramas,
Despojado por las llamas
De su pompa y hermosura.
De la escarcha la blancura
Le da un tinte funerario,
Pues se eleva solitario,
Ennegrecido y escueto.
Como gigante esqueleto
Bajo su roto sudario.
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miércoles, 25 de noviembre de 2009

Árboles venerables de Burgos

BURGOS
Localidad, Lugar, Nombre propio, Nombre común, Dimensiones (P=perímetro a 1,3m, h=altura, edad, altitud)
Coordenadas y Nombre científico


Bu, Abajas, "de la Iglesia", Moral, P5,3m h11m +500años
Morus nigra

Bu, Aguilera La, “Doncel del Monte Santo”, Pino piñonero, P3,1m h17,5m +100años
Pinus pinea

Bu, Araúzo de Salce, "de San Miguel", Quejigo, P4m, h14m +200años
Quercus faginea

Bu, Barbadillo del Pez, “de Royales”, Roble, P4'9m h13m 300años
Quercus faginea

Bu, Barbadillo del Pez, Cerracín, "del Borracho", ermita de Santa Julita, Roble albar, P7m h14,7m 1182m +500años
N 42º 8' 10" - W 3º 15' 6", Quercus petraea, 30t 0479193 / 4664924

Bu, Barcenillas de Cerezos, "de la Reina", Castaño, P12,8m h11m 1000años
Castanea sativa

Bu, Burgos, Plaza de la Estación, Secuoya Roja, P5m h32m 842m 100años
N 42º 20' 11" - W 3º 42' 24", Sequoiadendron sempervirens, 30t 0441771 / 4687386

Bu, Canicosa de la Sierrra, La Cuesta, Dehesa Canicosa, Roble rebollo+pino, P3,8m h14,5m 1190m +100años
N 41º 55' 57" - W 3º 2' 25", Q. pyrenaica/P. sylvestris, 30t 0496663 / 4642290

Bu, Castil de Lences, "de Santa Eufemia", Quejigo, P(base)6,5m
Quercus faginea

Bu, Castil de Lences, "de la Iglesia", Morera P2,3m 8m 200años
Morus nigra

Bu, Cernégula, Espino de las Brujas, Majuelo-espino albar, P1,7m 6m
Crateagus monogyna

Bu, Cernégula, "de la Iglesia", Morera, P2,1m h9,7m 120años
Morus nigra

Bu, Cubillejo de Lara, cerca del pueblo, hacia el monte, Enebros, P4m h9m (partido por la nieve)
N 42,14416º - W 3,50305º, Juniperus oxycedrus,

Bu, Cubo de Bureba, de Cubo a Zuñeda, “el de Cubo”, Almendro, P(base)4,2m
Prunus dulcis

Bu, Espinosa de los Monteros, El Cerrillo, Abedul, P5m h22m 1000m 250años
N 43º 7' 39" - W 3º 34' 11", Betula alba, 30t 0453655 / 4775131

Bu, Fuentecén, "Redondo", Pino piñonero, P3,6m h17,5m +100años
Pinus pinea

Bu, Hortigüela, Monasterio San Pedro de Arlanza, Pinsapo, P3m h23m 935m 160años
N 42º 3' 1" - W 3º 27' 55", Abies pinsapo, 30t 0461485 / 4655458

Bu, Huerta de Arriba, Dehesa de Vallejimeno, Perallillo del monte, P1,35m h13,9m 1218m 50años
30t 0485803 / 4661492, N 42º 6' 19" - W 3º 10' 14", Sorbus torminalis

Bu, Huerta de Arriba,”de la Laguna de la Cantera”, Dehesa, Roble rebollo, P8m h15,5m 1370m 800años
N 42º 8' 6" - W 3º 4' 57", Quercus pyrenaica, 30t 0493182 / 4664760

Bu, Jaramillo Quemado, “Roble de la Verruga”, Las Majadas, Dehesa, Quejigo, P8,7m h14m 1058m +800años
N 42º 5' 51" - W 3º 20' 52", Quercus pyrenaica , 30t 0471233 / 4660672

Bu, Lomas de Villamediana, Ctra. a Rucandio, "Noles", Roble, P7,8m h19m 780m 600años
N 42º 53' 46" - W 3º 51' 58", Quercus robur, 30t 0429284 / 4749635

Bu, Monasterio de la Sierra, "de Fuente Umbría I”, Roble albar, P5,22m h20m 500años
Quercus petraea

Bu, Monasterio de la Sierra, "de Fuente Umbría II", Roble melojo, P6,5m h20m 500años
Quercus pyrenaica

Bu, Monclavillo, "de San Pedro", alto del Enebrillo, Sabina, P(base)5,5m
Juniperus thuriferea

Bu, Palacios de la Sierra, "de la Dehesa", Roble albar, P5,66m h18m 500años
Quercus petraea

Bu, Palacios de la Sierra, "de la Rasilla", Roble albar, P5,6m 16m 500años
Quercus petraea

Bu, Parte de Sotoscueva La, “del Arroyo”, Castaño, P7,9m h17m 700años
Castanea sativa

Bu, Parte de Sotoscueva La, “Castaño Calderas”, Castaño, P5m h9m 500años
Castanea sativa

Bu, Parte de Sotoscueva La, “Roble del Cadalso”, Roble, P4,6m 17m +500años
Quercus petraea

Bu, Peñalba de Castro, "de El Pilón", Sauce, P5,4m h17m 160años
Salix alba

Bu, Sequera de Haza La, "de la Plaza Mayor", Moral, Pno medible, h7m +300años
Morus nigra

Bu, Quecedo, Encina de la Dehesa”, Valle de Valdivieso, Encina, P3,1m h14m 300años
Quercus ilex

Bu, Quintanapalla, “Roble Gordo”, Roble, P5,1m 15m 500años
Quercus pubescens

Bu, Quintana de los Prados, Vuelta de Carros, “de la Edilla”, Roble albar, P4,3m h32m 713m 300años
N 43º 4' 12" - W 3º 30' 55", Quercus petraea, 30t 0458054 / 4768712

Bu, Quintanilla de las Dueñas, “Morales de San Vitores”, Moral(3), P2,3m h8m +600años
Morus nigra

Bu, Quintanilla de las Viñas, Las Conejeras, Enebro, P5,5m h8m 1020m 700años
N 42º 7' 24" - W 3º 28' 56", Juniperus oxycedrus, 30t 0460131 / 4663570

Bu, Quintanilla del Rebollar, “Roble del Matarral”, Roble albar, P5,6m h12m +500años
Quercus petraea

Bu, Quintanilla del Rebollar, “de San Julián”, Castaño, P5,1m h12m 500años
Castanea sativa

Bu, Quintanilla del Rebollar, “Castaño Juego de Bolos”, Castaño, P4,1m h20 400años
Castanea sativa

Bu, Rabé de los Escuderos, "de las Eras", Moral, P2m h8m 100años
Morus alba

Bu, Redondo, “Castaño de Llarena”, Castaño, P5,4m 8m 500años
Castanea sativa

Bu, Robredo de las Pueblas, Barrio de Arriba, pueblo, Roble albar, P8,24m h16,3m 775m 700años
N 43º 0' 46" - W 3º 48' 48", Quercus petraea, 30t 0433714 / 4762556

Bu, Robredo de las Pueblas, "Robre de las Grijas", Roble albar, P6,4m h25m +500años
Quercus petraea

Bu, Robredo de las Pueblas, “Robre” del Puente, Roble albar, P7,9m h15m +500años
Quercus petraea

Bu, Robredo de las Pueblas, “del Depósito”, Roble albar, P6,5m h11m +500años
Quercus petraea

Bu, Salgüero de Juarros, Pino negral, P(base)6,2m h22m 150años
Pinus nigra

Bu, San Pedro de Arlanza, "de la Escalera", Quejigo, P6,1m h13m 500años
Quercus faginea

Bu, San Pedro de Arlanza, "Roble Bartolo", Quejigo, P5,65m h11m +800años
Quercus faginea

Bu, San Pedro de Arlanza, “del Claustro”, Pinsapo, P2,9m h20m 160años
Abies pinsapo

Bu, San Pedro de Arlanza, “de Campo del Horno”, Nogal, P5,4m h5m 800años
Juglans regia

Bu, San Pedro de Arlanza, “del Estanque”, Roble, P4,2m h15m 500años
Quercus faginea

Bu, Santo Domingo de Silos, Claustro, Ciprés, P2,46m h25m desde 1882 940m
N 41,96166º - W 3,41888º, Cupressus sempervirens, 30t 0465401 / 4645835

Bu, Santo Domingo de Silos, puerta del monasterio, Secuoya gigante, P7,5m 31,3m 1000m 115años
N 41º 57' 50" - W 3º 25' 8", Sequoiadendron giganteum, 30t 0465296 / 4645875

Bu, Sotoscueva, Alto de la Concha, “del Concejo”, Encina, P1,35m h8,3m 766m 60años
N 43º 2' 9" - W 3º 39' 39", Quercus ilex sp. ballota, 30t 0446170 / 4764998

Bu, Tamayo, "de la Iglesia", Moral, P5,2m h8m 300años
Morus nigra

Bu, Tartalés de Cilla-Trespaderne, Barr. de los Tejos, Hayas y Tejos, P6,5m h13,3m 945m 800años
N 24º 47' 33" - W 3º 25' 51", Fagus sylvatica, 30t 0464752 - 4737865

Bu, Tolbaños de Abajo, Los Campillos, El Bercolar, Roble Albar, P7,6m h19m 935m 500años
N 42º 5' 46" - W 3º 7' 38", Quercus petraea,

Bu, Valdeande, “de la Iglesia”, Moral, P1,9m h7m 300años
Morus nigra

Bu, Valle de Mena, Llanada de Bospeñate, Haya, P4,3m h20,3m 935m 300años
N 43º 10' 8" - W 3º 19' 20", Fagus sylvatica,

Bu, Villamudria, El Roble Escarcio, Roble rebollo, P7m h18m 1129m 600años
N 42º 19' 58" - W 3º 17' 37", Quercus pyrenaica, 30t 0475789 / 4686766

Bu, Villovela de Esgueva, "de Santa Lucía", Moral, P2m, 3troncos h8m 400años
Morus nigra

Bu, Villoviano, Lerma-Silos, "Bendito", Moral, P5,8m h10 850m 600años
N 41,98º - W 3,701388º, Morus nigra, 30t 0441996 / 4647991

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OTROS ÁRBOLES VENERABLES DE BURGOS
Bu, Adrada de Haza, "de Pajarote", Nogal, P3,3m, Juglans regia
Bu, Agés, "Roble Cochinero", Roble, Quercus pyrenaica
Bu, Ahedo de la Sierra, Tejeda de Peña Carazo, Tejo, Taxus baccata
Bu, Aranda de Duero, Chopo-pino, P. nigra + P. pinea
Bu, Aranda de Duero, "del Ballestas", Chopo, Populus nigra
Bu, Aranda de Duero, "de la Resinera", Morera, Morus nigra
Bu, Aranda de Duero, "del Costaján", Pino piñonero, Pinus pinea
Bu, Arandilla, Quejigo, P5m, Quercus faginea
Bu, Araúzo de Salce, "de la Iglesia", Moral, P(base)3,5m, Morus nigra
Bu, Arlanzón, “Roble Gordo”, Roble, Quercus pyrenaica
Bu, Bahabón de Esgueva, Chopo, Populus nigra
Bu, Baños de Valdearados, “de Santo Cristo”, en el tejado de la iglesia, Enebro, 1m, 100años, Juniperus thurifera
Bu, Berberana, Arce, P2m, Acer campestre
Bu, Berberana, Haya, P3,45m, Fagus sylvatica
Bu, Brazacorta, “de la Cigüeña”, Chopo, Populus nigra
Bu, Burgos, Álamo, P5,25m, Populus alba
Bu, Burgos, Chopo, P5,8m, Populus nigra
Bu, Burgos, "de la Casa de la Vega", Quejigo, P5m, Quercus faginea
Bu, Burgos, Ciudad Deportiva, Pino insigne, P3,7m h19,1m, Pinus radiata
Bu, Burgos, "del Instituto", Secuoya, Sequoiadendron giganteum
Bu, Burgos, “de la Universidad”, Moral, Morus nigra
Bu, Burgos, "de Jesuitas", Cedro, Cedrus libani
Bu, Burgos, "de la Barriada", Álamo, Populus alba
Bu, Burgos, "de la Quinta", Plátano, Platanus hybrida
Bu, Burgos, “Gemelos de la Quinta”, Chopos, Populus alba
Bu, Ciudad de Valdeporres, Moral, Morus nigra
Bu, Cabañes de Esgueva, "Enebro de los Buitres", Sabina, P3,7m, Juniperus thurifera
Bu, Cardeñadijo, “Chopa del Mesón”, Chopo, Populus nigra
Bu, Condado de Treviño, Quejigo, P4,65m , Quercus faginea
Bu, Covarrubias, Quejigo, P4,5m, Quercus faginea
Bu, Cueva de Sotoscueva, “Encina Sagrada”, Encina, Quercus ilex
Bu, Fuentecén, "Matahombes", Pino piñonero, P3,5m, Pinus pinea
Bu, Fuentelcésped, Roble de la Cuesta, Roble, Quercus faginea
Bu, Fuentemolinos, “Olma de la Fuente”, Chopo, Populus alba
Bu, Haza, "del Páramo", Serbal, P1,3m, Sorbus domestica
Bu, Huerta del Rey, “Encina Grande”, Encina, Quercus ilex
Bu, Jaramillo Quemado, “Roble de las Torquillas”, Roble, P4,8m h12m 500años, Quercus petraea
Bu, Gumiel del Mercado, "de la Ventosilla", Quejigo, P4,2m, Quercus faginea
Bu, Horra La, “de la Majada”, Chopo, Populus nigra
Bu, Ventosilla La, Quejigo, P4,2m, Quercus faginea
Bu, Mambarilla de Castejón, Roble, Quercus faginea
Bu, Merindad de Valdeporres, Roble albar, P7,6m Quercus petraea
Bu, Milagros, “de Parodíez”, Enebro, Jiniperus thurifera
Bu, Milagros, “de Rinconadas”, Enebro, Jiniperus thurifera
Bu, Montoro, , Roble-encina, Q. faginea x ilex
Bu, Moradillo de Sedano, “de la Iglesia”, Moral, P2m h9m 100años, Morus nigra
Bu, Oquilas, “La Enebra”, Sabina, Juniperus thurifera
Bu, Pardilla, “Enebro de la Roza”, Sabina, Juniperus thurifera
Bu, Peral de Arlanza, "del Retortillo", Sauce, P5,33m, Salix fragilis
Bu, Pineda de la Sierra, “Tejo de Barranca Mala”, Tejo, Taxus baccata
Bu, Porquera de Butrón, “de la Dehesa”, Roble, Quercus petraea
Bu, Puentedura, Encina, P5,4m, Quercus ilex sp. ballota
Bu, Puras de Villafranca, “Hayas de la Dehesa”, Hayas, Fagus sylvatica
Bu, Quintanajuar, “de la Iglesia”, Moral, Morus nigra
Bu, Quintanarruz, “de la Iglesia”, Moral, Morus nigra
Bu, Quintanilla de las Viñas, “Sabina Rastrera”, Sabina, Juniperus alba
Bu, Quintana de los Prados, Roble albar, P4,9m, Quercus petraea
Bu, Revenga (Comunero), “Pino del Ingeniero”, Pino albar, Pinus sylvestris
Bu, Robredo de las Pueblas, Tejo del Cementerio”, Tejo, Taxus baccata
Bu, San Juan del Monte, Fresno, Fraxinus angustifolia
Bu, Santa Cruz de la Salceda, Álamo, P3,7m, Populus x canescens
Bu, Santo Domingo de Silos, "de la Huerta", Plátano, P5,2m h30m 200años, Platanus orientalis acerifolia
Bu, Santo Domingo de Silos, "del Cura Merino", Encina, P4,5m 12m 300años, Quercus x senneniana
Bu, Santo Domingo de Silos, “del Estanque”, Arce, P2,3m h16m 120años, Acer campestre
Bu, Santo Domingo de Silos, “del Padre Saracha”, Tejo, P2,45m h12m 200años, Taxus baccata
Bu, Santo Domingo de Silos, “de la Mahada de la Casa”, Encina, Quercus ilex
Bu, Santo Domingo de Silos, “del Estanque”, Tilo, P2,2m h18m 120años, Tilia platyphylos
Bu, Sarracín, Chopo Gordo, Populus nigraBu, Siones de Mena, Tejo, Taxus baccata
Bu, Sotillo de la Ribera, “de las Bodegas”, Encina, Quercus ilex
Bu, Tartalés de Cilla, Haya, P3,52m, Fagus sylvatica
Bu, Tartalés de Cilla, Tejos, Taxus baccata
Bu, Tinieblas, Roble melojo, P5,1m, Quercus pyrenaica
Bu, Tolbaños de Abajo, Roble P6,3m , Quercus trabutii
Bu, Tolbaños de Arriba, “de la Dehesa”, Robles, Quercus petraea
Bu, Tolbaños de Arriba, “de la Dehesa”, Acebos, Ilex aquifolium  

Bu, Tordueles, Encina, "de David", Quercus ilex sp. ballota
Bu, Torrepadre, “del Soto”, Moral, Morus nigra
Bu, Turrientes, Haya, P3,52m, Fagus sylvatica
Bu, Valdezate, Nogal, Juglans regia
Bu, Valverde, Quejigo, P5m, Quercus faginea
Bu, Valverde, Encina, Quercus ilex
Bu, Villasana, Acebo, P2,1m, Ilex aquifolium
Bu, Villamudia, Haya, Fagus sylvatica
Bu, Villafranca Montes de Oca, “Haya de Alba I”, Haya, Fagus sylvatica
Bu, Villafranca Montes de Oca, “Haya de Alba II”, Haya, Fagus sylvatica
Bu, Villanueva de Gumiel, “Negral Horcajado”, Pino rodeno P4m, Pinus pinaster
Bu, Villanueva de Gumiel, Pino Gordo, Pino piñonero, Pinus pinea
Bu, Villanueva de Gumiel, “Doncel de la Piñuela”, Pino piñonero, Pinus pinea
Bu, Villasana, Madroño, P1,96, h10,4m , Arbustus unedo
Bu, Villasur de Herreros, Roble albar, P5,3m, Quercus petraea
Bu, Zalduendo, "de Vilargura", Nogal, P5,7m, Juglans regia
Bu, Zazuar, "Paraíso de las Bodegas", Árbol del paraíso, P(base)4m, Eleagnus angustifolia
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martes, 24 de noviembre de 2009

CAROLINA TOVAL
Solidaridad con los descendientes
Extraído de "Los mejores cuentos juveniles de la literatura universal", 1965

     Un sultán salió una mañana de paseo rodeado de su fastuosa corte. Al poco rato se encuentró a un viejo campesino que estaba plantando afanosamente una palmera. El sultán al verlo, detuvo su séquito y, asombrado, se dirigió a él.
     -¡Oh anciano!, plantas esta palmera y no sabes quiénes comerán su fruto... necesita muchos años para que madure y tu vida se acerca a su término.
     El anciano lo miró bondadosamente y luego le contestó:
     -¡Oh sultán! Plantaron y comimos: plantemos para que coman.
     El sultán se quedó admirado por su gran generosidad y le entregó cien monedas de plata, que el anciano tomó haciendo una reverencia y diciendo:
     -¿Has visto, ¡oh mi gran sultán!, cuán pronto ha dado fruto mi palmera?
     Aún más asombrado, el sultán, al ver con qué sabiduría le había respondido todo un hombre de campo, le entregó otras cien monedas.
     El ingenioso viejo las besó y prontamente contestó :
     -¡Oh grandísimo sultán!, lo más extraordinario de todo es que, generalmente, una palmera sólo da fruto una vez al año y la mía me ha dado dos en menos de una hora.
     Maravillado el sultán con esta nueva salida del anciano, rió y exclamó dirigiéndose a sus acompañantes:
     -¡Vayámonos...vayámonos pronto! Si permanecemos aquí por mas tiempo este buen hombre se quedará, a fuerza de ingenio, con todo mi reino.

---Fin---

jueves, 19 de noviembre de 2009

RUDYARD KIPLING (India, 1868-1936)
El camino a través de los bosques


Cerraron el camino que cruzaba los bosques
hace setenta años.
El tiempo y la lluvia lo han deshecho otra vez,
ahora ya no podrías saber
que una vez hubo un camino a través de los bosques
antes de ser los árboles plantados.
Está debajo de los sotos y de los brezos
y de las anémonas delgadas.
Sólo el guarda ve
allí, donde los pichones aprenden a volar,
y los tejones escarban con más facilidad,
una vez hubo un camino a través de los bosques.

Sí, si entras en los bosques
del verano, al anochecer,
cuando el aire de la noche se enfría en los estanques de truchas
donde la nutria silba a su pareja,
(no temen al hombre en los bosques
porque se ven tan pocos).
Oirás los golpes de la uñas de un caballo,
y el chasquido de unas faldas en el rocío,
firmemente a medio galope a través
de la soledad, de la bruma,
como si perfectamente conocieran
el viejo camino a través de los bosques…
Pero no hay camino que cruce los bosques


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THE WAY THROUGH THE WOODS

They shut the road through the woods
Seventy years ago.
Weather and rain have undone it again,
And now you would never know
There was once a road through the woods
Before they planted the trees.
It is underneath the coppice and heath,
And the thin anemones.
Only the keeper sees
That, where the ring-dove broods,
And the badgers roll at ease,
There was once a road through the woods.

Yet, if you enter the woods
Of a summer evening late,
When the night-air cools on the trout-ringed pools
Where the otter whistles his mate.
(They fear not men in the woods,
Because they see so few)
You will hear the beat of a horse's feet,
And the swish of a skirt in the dew,
Steadily cantering through
The misty solitudes,
As though they perfectly knew
The old lost road through the woods
But there is no road through the woods.


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sábado, 14 de noviembre de 2009

LA LEYENDA DEL BAOBAB
Cuento adaptado del folklore africano
(Fuente: Francois Valleys)

     El Baobab es un árbol que crece en las zonas de bosque claro de África. Posee un tronco muy grueso, una corteza muy dura y enormes ramas con hojas divididas como la palma de mano. Dicen que tiene un corazón, es una especie de núcleo bastante áspero, casi irrompible y, aunque ahora ese “corazón” sea sólo una bola oscura y vacía, hace bastante tiempo no era así..., definitivamente no lo era.
     Cuenta la historia que, en un paraje muy lejano de la enigmática África, hace muchísimo tiempo, vivía una familia de conejos muy pobres. Papá conejo se ganaba la vida como podía para llegar al anochecer a su casa con tan sólo unas cuantas monedas y así poder comer con su familia lo poco que podían comprar. La vida era muy difícil para esta familia de conejos. Mamá preparaba la comida para sus hijos con mucho cariño pero con pocas patatas y en una cocina ya demasiado vieja.
     Cierto día, papá conejo se cansó de tanto caminar por el caluroso desierto llevando unos recados que le habían designado y simplemente se echó a descansar bajo la sombra de un árbol grueso y de enormes ramas.
     - ¡Oh, qué buena sombra da este árbol! -dijo el conejo- creo que descansaré un rato, hace mucho calor y no he almorzado todavía.
     Y así, el conejo se sentó a la sombra del árbol a lamentar su suerte. Comenzó por maldecir al sol que tanto le quemaba, a la arena que siempre se le metía entre las patas, a la lluvia por inundar su aldea y todo el mundo. Cuando de pronto, el robusto árbol bajo el cual él estaba empezó a hablarle con una voz muy dulce.
     - Amigo conejo, ¿por qué te lamentas por tu suerte? ¿Acaso no estás contento de ser como eres? -replicó el árbol.
     - Vaya, qué triste y desdichada es mi vida. Si tan sólo pudiera ser un árbol como tú... ¡Claro!, todo el día ahí de pie, sin tener que trabajar, tan sólo estiras tus hojas y recibes el alimento del sol y de la lluvia. ¡Qué más podrías pedir! -se lamentaba el conejo.- En cambio yo, tengo que trabajar muy duro, tengo que padecer de hambre por dar de comer a mis hijos... ¡Qué triste es mi vida!
     El árbol se puso muy triste por las palabras del conejo y le dijo con su melodiosa voz:
     - ¿Sabes?, soy un Baobab, y, a pesar de que nunca hablo con los animales, me has conmovido mi joven amigo conejo.
     Después de estas palabras, el conejo se puso de pie y miró al árbol de arriba a abajo. El conejo no se había percatado de que aquel árbol era en realidad un baobab, y el conejo, que no era nada bruto, sabía lo que decían todos sobre el baobab : ”El baobab guarda muchas riquezas en su corazón, pero son pocas las personas que logran descubrir tal tesoro”. Después de esto, papá conejo se asustó mucho y se arrodilló ante el baobab.
     - Perdóneme señor baobab por maldecir a la naturaleza, le prometo que no volveré a quejarme de mi suerte, sólo déjeme ir, seguiré trabajando firme y no me lamentaré por lo que soy -dijo el conejo mientras se disponía a seguir con su trabajo.
     - Espera un momento amigo conejo, no te vayas aún...
     De pronto, el baobab estiró fuertemente sus ramas y dejó al descubierto el corazón que tenía entre ellas. Papá conejo se quedó asombrado, pero a la vez temeroso de que el baobab le hiciera alguna especie de daño por hablar mal de la naturaleza. El baobab, en cambio, dio un suspiro de regocijo y, después de unos segundos de silencio, el corazón del baobab se abrió lentamente. Ese oscuro núcleo comenzó a descubrir todo lo que tenía en su interior y ¡oh sorpresa!, el baobab tenía en el interior de su corazón muchos tesoros: joyas, diamantes, monedas de oro, perlas, rubíes, piedras preciosas, telas finas, etc. Papá conejo se quedó asombrado ante tal espectáculo y el baobab le dijo con voz tierna :
     - Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi buen amigo conejo.
     El conejo, muy agradecido, cogió lo que cabía entre sus manos y se marchó contento después de darle las gracias al baobab por tal muestra de generosidad.
     Al llegar a su casa, les contó todo a su familia y, por fin, pudieron cambiar su forma de vida. Papá conejo iba en carro al trabajo, vestía bien, ya estaba muy gordito y siempre andaba limpio. Mamá usaba ropas finas, ahora podía cocinar ricos manjares para sus hijos, remodelaron su casa, y hacía todas esas cosas que hace la gente rica. Ahora mamá conejo llevaba siempre su collar de perlas a las reuniones de sus amigas, y fue en una de esas reuniones donde la señora hiena observó con mucha envidia las riquezas de mamá conejo. La señora hiena, que era muy autoritaria, le exigió a su marido que también le comprase a ella un collar de perlas, que le comprase un auto, que le comprase telas finas y todas las cosas que el marido de mamá coneja le había comprado a ésta.
     El señor hiena, sintió curiosidad acerca de cómo el conejo había adquirido tantas riquezas así que un buen día se le acercó y le preguntó qué es lo que éste había hecho. Pues bien, papá conejo, que era de un corazón noble, le contó al señor hiena todo lo sucedido con el baobab. Le contó cómo había llegado a la sombra de éste árbol y el montón de tesoros que había en el interior de su corazón. El señor hiena se emocionó muchísimo y sin perder ni un segundo se fue hacia donde estaba el baobab para robarle todos los tesoros que había en su corazón y así llenarse de lujos como los que poseía el conejo.Esta malévola hiena fue hacia donde estaba el apacible baobab y sin perder mucho tiempo se echó bajo la sombra de éste, como le había indicado el buen conejo. Luego, empezó a gritar con voz muy fuerte:
     -“¡ Ay! ¡qué desdichada es mi vida, qué pobre soy, qué mala suerte la mía, soy tan desdichado!”. El baobab, empezó a sacudir sus ramas suavemente...
     - Mi buen amigo hiena, qué grata visita me has dado, ¿por qué te quejas de tu suerte?, ¿es que acaso no eres feliz con lo que eres? -dijo el baobab.
     - Pues no, la verdad no soy lo suficientemente feliz como debería, si tan sólo pudiera tener tantos tesoros como el conejo mi vida sería distinta. Si tan sólo fuese poseedor de las riquezas que tiene el conejo me sentiría más aliviado -mencionó la hiena con un tono muy sarcástico.
     De pronto, las hojas del baobab se estiraron muy fuerte y éste dio un gran y tierno suspiro. La hiena estaba impaciente, no podía dejar de caminar de un lado para otro sin dejar de pensar en lo que descubrirían las hojas del baobab. Entonces, como ya había sucedido antes, el corazón de este árbol se quedó a la vista de la hiena que lentamente empezaba a sacar las garras. El baobab dio otro suspiro y comenzó a abrir el oscuro núcleo que albergaba tantos tesoros, a los pocos segundos el corazón del baobab quedó totalmente al descubierto y, también, los tesoros que poseía en su interior. A la hiena se le salían los ojos ante tanta maravilla. El baobab dijo con su tranquilo tono de voz :
     - Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi estimado señor hiena.
     El señor hiena, que tenía una intención muy distinta a la del conejo, pensó que si le arrancaba el corazón al baobab no sólo se llevaría lo que podrían contener sus manos, sino todos los tesoros del árbol. El señor hiena pensaba que el baobab tendría muchos tesoros mas escondidos en su interior, así que se lanzó salvajemente sobre el baobab y, con sus fuertes garras, empezó a desgarrar el corazón del árbol. Lo rasgó y lo rasgó, comenzó a hacerle mucho daño al pobre baobab; mordía e hincaba los dientes en la corteza del corazón para arrancárselo y así quedarse con absolutamente todos los tesoros que estaban en su interior.
     Fue un momento muy doloroso para el baobab, que lloraba de dolor y de tristeza por la decepción sufrida a causa de la hiena. De repente, el corazón del baobab se cerró bruscamente y se ocultó nuevamente entre sus hojas que se habían tornado de un verde muy tenebroso. La hiena, que no pudo conseguir ningún tesoro comenzó a maldecir al árbol, rasgó su tronco pero fue inútil, pues ahora el tronco del baobab se había vuelto áspero de nuevo y de un aspecto mucho más frío. El señor hiena, muy cansado, dio la media vuelta y se fue a su casa sin ninguna clase de tesoro ya que, a causa de su avaricia, no consiguió nada.
     Cuenta la leyenda que desde ese momento nadie ha vuelto a ver jamás el corazón del baobab y que éste ya no deja que se le acerquen muchos animales debido a que su áspero tronco emana mal olor. Cuentan también que las hienas siempre andan en manada por el desierto en busca de algún otro baobab para conseguir los tesoros que oculta éste árbol.
     Y cuentan también que el baobab se parece mucho a las personas ya que, a pesar de que éstas aparentan tener una corteza muy dura y áspera, poseen un corazón lleno de tesoros. Sin embargo, las personas, al igual que el baobab, tienen un corazón escondido, muy duro y muy difícil de abrir... ¿Por qué es tan difícil para las personas abrir su corazón?, ¿Por qué se les hace tan complicado demostrar las riquezas que hay en su interior? ¿Por qué ocultan tan gran corazón entre sus grandes hojas? ¿Por qué rehúsan a volver a entregar su corazón, como lo hicieron alguna vez, a cierto conejo? ¿de qué hienas se acordarán?

---Fin---

miércoles, 11 de noviembre de 2009

EL CIPRÉS DE MI CLAUSTRO
Fray Justo Pérez de Urbel

Silencioso ciprés que en la limpia tersura
del estanque retratas tu severa figura,
que levantas la cresta, por la luna argentada,
el magnífico enigma de la noche azulada,
besando las arcadas de oro con tu sombra
y barriendo luceros en la celeste alfombra;
algo grande hay en ti, que me invita a pensar,
y a soñar, y a sentir, y a morir y a cantar:
algo grande y divino que endulza el sufrimiento,
que en las horas de angustia y de aniquilamiento,
aquel lácteo camino me señala el cielo,
y levanta mis ansias y despierta mi anhelo;
cual si hubiese en tus frondas algo que sueña y siente
el latido fraterno de un corazón ardiente…

Silencioso ciprés, cuya negra silueta,
como un dedo gigante me señala la meta
allá lejos, muy lejos…: un palacio de bruma,
una isla de oro, una ilusión de espuma,
la sombra imperceptible de una forma querida
que sin cesar persigue el alma dolorida.

¡Oh, galán de la noche! Árbol dulce y amigo,
compañero del monje, de sus luchas testigo:
tú recoges sus rezos y sus pálidos cantos;
te envuelven sus miradas, sus anhelos de santos,
y te asocias, muy grave, a sus mil postraciones,
cuando el viento te agita mientras sus oraciones.
Tú compartes sus éxtasis, con sus pesares lloras
y en la esfera estrellada enumeras sus horas;
desgarras los cendales de la desesperanza,
el corazón le llenas de una dulce añoranza
y el sueño le vigilas, quieto, inmutable y fuerte:
-el sueño de la vida y el sueño de la muerte.

¡Oh, ciprés, que en la página de la noche infinita
deletreas la “Summa” con luceros escrita…!
Grave seor teólogo, árbol dulce y amigo,
de los monjes hermano, de sus dichas testigo:
tal vez roza la gracia divina tu espesura,
pues comprendes lo cuerdo de su excelsa locura,
el orgullo celeste que vibra en su humildad,
el ardor de sus frías llamas de castidad,
la gloria de su ayuno, su coro y su cilicio,
la cumbre de deleite, que hay en su sacrificio.
Y un día dedujiste, ciprés meditabundo,
que eran los aristócratas del amor del mundo.
A unos pálidos príncipes, por amor encantados,
guardas, como el dragón de los cuentos dorados…

Ciprés fuerte, a las furias ideleble y estático,
como la verdad santa, santo ciprés dogmático,
nuestro hermano más viejo, con ese gran sayal
y con tu puntiaguda capucha monacal…
En tu espesura cónica y alargada, maestro,
¿no hay un secreto oculto, que es el secreto nuestro?
No es secreto de miedo, no es secreto de llanto,
de vana podredumbre, de olvido y camposanto.
Ciprés de la esperanza, pocos han comprendido,
por no saber oírte, tu profundo sentido,
tu profundo sentido de un claro más allá
en el que la alegría no se marchitará.

¡Oh, grave anacoreta de infinitos desiertos
que guías por la senda de la vida a los muertos!
Viejo ciprés del claustro, que en los días de oro
lleno de luz, de alas y de salmos del coro,
esponjas el ramaje, vibras como un salterio
y eres el corazón del viejo monasterio…
¡Oh, chorro de nostalgias! Gigantesco ciprés,
la cabeza en el cielo y en la tierra los pies…
Yo te adoro por alto, por piadoso, por bueno,
por tu actitud señera, por tu aspecto sereno,
porque huyes de la vida en tu recta ascensión,
y te das al ensueño y a la contemplación;
te canto por poeta, por místico te quiero,
compañero del monje, dulce y fiel compañero…

Febrero 1923

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martes, 10 de noviembre de 2009

VICENTE BLASCO IBÁÑEZ (Valencia, 1867-1928)
Entre naranjos

"Los naranjos, cubiertos desde el tronco hasta la cima de blancas florecillas con la nitidez del marfil, parecían árboles de cristal hilado; recordaban a Rafael esos fantásticos paisajes nevados que tiemblan en las esferas de los pisapapeles. Las ondas de perfume, sin cesar renovadas, extendíanse por el infinito con misterioso estremecimiento, transfigurando el paisaje, dándole una atmósfera sobrenatural, evocando la imagen de un mundo mejor, de un astro lejano donde los hombres se alimentasen con perfumes y vivieran en eterna poesía. Todo esto transfigurado por aquel gabinete de amor iluminado por un inmenso fanl de nácar. Los crujidos secos de las ramas sonaban en el profundo silencio como besos; el murmullo del río le parecía a Rafael el eco lejano de una de esas conversaciones sostenidas con voz desfallecida, susurrando junto al oído las palabras temblorosas de pasión. En los cañaverales cantaba un ruiseñor débilmente, como anonadado por la belleza de la noche..."
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sábado, 7 de noviembre de 2009

GERARDO DIEGO - Tilo


GERARDO DIEGO (Santander, 1896-1987)
Tilo

El tilo aquel de Santa Catalina
en su compás de Siena.
¿No escuchas la cantiga cristalina
que en su copa resuena?

Los ojos cierro en gozos de fragancia.
Tilos de mi niñez.
Cómo salváis el tiempo y la distancia
y estáis aquí otra vez.

Y ya en la pubertad, bajo el celeste
azul, sobre la cal,
el que filtró mensajes del nordeste
en la Rúalasal.

Vosotros entre abejas monacales
de oro sonoro, tilos
que desde el huerto veis surtir cristales
de mi ciprés de Silos.

Porque tu amas los tilos y la calma
de su flor en tus nervios,
quiero aprender de ti a domar mi alma,
mis ímpetus soberbios.

Lección de serenada mansedumbre,
de paciencia encendida.
Flores de ti, mi lámpara y mi azumbre,
la razón de mi vida.

Como la flor del tilo en primavera
contra el insomnio torvo,
beberte en infusión, niña, quisiera,
beberte sorbo a sorbo.


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martes, 3 de noviembre de 2009

JOAN Mª GUASCH - Cirerer florit

JOAN MARIA GUASCH (Barcelona, 1878-1961)
Cirerer florit


Cirerer petit,
cirerer florit
que fas arracades,
digues quina mà
te els ve a cercar
quan les tens granades.

Digues sense por
que et cull la dolçor
d’aquesta florida.

Floreixo en la soledat
d’aquest jardí ple de molsa;
mai ningú m’ha sorollat
per collir ma fruita dolça.

Ella em cau sense dolor
com qui perd les arracades;
però al maig torna l’Amor
i em díu: -Té, les he trobades!...

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viernes, 30 de octubre de 2009

ANA MARÍA MATUTE (Barcelona, 1963-2014)
 
Los árboles
de “El río”

     Desde muy niña me atrajeron con fuerza los árboles. Siempre supe sus nombres, pero durante mucho tiempo les llamé de otro modo, sólo para mí, que aún recuerdo. Los árboles de un bosque se diferencian claramente entre sí, como los hombres, a poco de pasar un tiempo entre ellos. Algo hay entre los árboles que no existe en parte alguna. Nada es igual a la sombra de los árboles, a su silencio, a su callada vida. Las hayas, los robles, los chopos, los álamos. Y cada uno de ellos tiene una expresión distinta entre sus hermanos de raza. Recuerdo las tardes, las mañanas, el anochecer, con la luz filtrándose entre los troncos. Aquella vida intensa y muda, tendida alrededor, alzada al cielo. Nunca se está enteramente solo entre los árboles. El viento, las ramas mecidas, el brillo de las hojas, los caminos de la lluvia, las grietas que recorren las cortezas de los árboles, me fascinan. Recuerdo que apoyaba la cabeza en los troncos y pasaba el tiempo como sumida en aquellas rutas enanas, como perdida en un sueño largo, que aún hoy no he podido desentrañar. Tampoco la lluvia entre los árboles es igual a ninguna lluvia. Y el sol, y los ruidos, y el color de todas las cosas.
     El tiempo, que todo lo vuelve ceniza, parece detenerse ante los árboles, y, como el viento, los abraza y se va. Ellos crecen ante nuestros ojos, pero nosotros no nos damos cuenta. Alargan sus ramas al cielo y no envejecen. Acaso, un día, alguien dice: “Ese árbol ha muerto.” Y entonces nos damos cuenta, de un modo brusco, total, de que el árbol ha dejado de vivir, de que sólo es un altivo cadáver en pie. Se deja arrollar cuerdas, cercenar. Cae sin dolor, levanta un polvo leve, caliente, y desaparece con su gran dignidad inmaculada. Nadie puede humillar a un árbol. Nadie le ha visto nunca agonizar. He amado siempre a los árboles y siento su nostalgia. Recuerdo a un árbol alto que se elevaba raramente solitario al principio del camino que iba desde el prado al jardín alto de la casa. Era un chopo de la clase llamada “Carolina”, con el tronco grueso y nudoso y las hojas muy grandes, que plantó un hermano de mi madre cuando era pequeño. En el tiempo en que yo lo conocí, me parecía el mástil de un barco gigante y extraño. Muchas veces, de niños, habíamos jugado a barcos debajo del árbol, o nos habíamos tendido bajo sus ramas, cuando volvíamos del río o de cualquier correría, para sosegarnos antes de entrar en casa y que no advirtieran en nuestra expresión fatigada las andanzas. Aquel árbol era para mí algo natural y solemne, inmune y sabiamente instituido. Inmutable como el sol, no sospechaba cuándo había nacido ni jamás pensé que un día podría morir. Sin embargo, un mañana, mi abuelo dijo, señalándolo con el bastón: “Ese árbol está muerto.”
     Fue para mí como una revelación. De golpe me di cuenta de que había crecido, de que ya no era una niña. De que faltaban seres, objetos, sensaciones e incluso sueños, a mi alrededor. De que ya nadie se tendía junto a aquel tronco para mirar correr a las nubes, entre las hojas anchas, como huyendo hacia un desconocido país. Sentí un dolor hasta entonces desconocido. Un dolor vivo, y, sin embargo, me atrevería a decir que bienhechor.
     Mi abuelo mandó derribar el árbol. Presencié la escena subida al muro de piedras que rodeaba la chopera. Golpearon su base con hachas, le rodearon el cuerpo con una soga. Había algo grande y triste, como de martirio, en todo él. El árbol no perdió un momento su apostura, su gran altivez, en su hermosa muerte. Los golpes de las hachas sonaban claros en la mañana. Dolían y hacían bien a un tiempo. “Ojalá –me dije– se hiciera siempre así, conmigo.” Deseé entonces que las malas nuevas, que los acontecimientos amargos, que la muerte, me llegaran de golpe, valientemente, sin anuncios lentos y falsamente caritativos. Si la muerte o el pesar nos llegasen como llegan al árbol nunca envejeceríamos.

--------------------Foto: Pepe Pascual H.

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lunes, 26 de octubre de 2009

JOSÉ ANTONIO DEL CAÑIZO - Palmeras

JOSÉ ANTONIO  DEL CAÑIZO (Valencia, 1938)
Palmeras

"No tengo más remedio que empezar este libro con una declaración de amor.
...
Las amo tan entregadamente, las admiro tan rendidamente y las contemplo con tal embeleso que, si yo supiera que ellas me corresponden, abandonaría a todas las demás plantas y no haría más que jardines llenos de palmeras, salpicaría las calles y plazas de palmeras, poblaría los apartamentos, los salones de los hoteles, las oficinas, los edificios de los aeropuertos, ...
...

Pero estas preferencias -mías y de muchos- se refieren sólo a su indiscutible atractivo físico, a su valor ornamental, siendo así que las palmeras, además de bonitas, resultan utilísimas para el hombre, pudiendo asegurarse que lo que para nosotros es mero objeto de adorno, para muchos millones de habitantes de los trópicos es el alimento y la casa, la barca y la techumbre, el cesto y el sombrero, la ropa, la cuerda, la madera, el mueble, la fibra y el papel, el aceite y el azúcar, el vino y el licor, el pienso del ganado, la rafia, la miel, el lugar donde colgar la hamaca, la cera, el fruto seco, el almidón, el marfil vegetal, el bastón y la cerbatana, el arco y las flechas, el tinte, la sombra, el esbelto faro de las islas perdidas, la bebida refrescante... y casi todo lo demás."

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miércoles, 21 de octubre de 2009

Michel, un amigo argentino, me manda este cuento, gracias...


Y DIOS REPARTIÓ SUS DONES A LOS ÁRBOLES ...
Apólogos y cuentos criollos


Dios repartía sus dones a los árboles y éstos se adelantaban a elegir tributos y belleza.
Yo quiero ser fuerte -dijo el Ñandubay- y más duro que la piedra, más resistente que el hierro.
-Mi ideal es ser saludable -dijo la Anacahuita, y lo consiguió.
Al Jacarandá se le concedió esa agilidad de verso temblante, lírica en la primavera cuando luce su penacho lila maravilloso.
Ombú en un parque de Buenos Aires
El Laurel reclamó hojas oscuras y lustrosas. El Espinillo se adornó con sus áureos pompones perfumados. La Pitanga y el Guabiyú, pidieron azucarados frutos. El Ceibo se decoró de hermosas flores rojas. El Tala quiso rudeza india de nudos y espinas. El Sauce llorón poesía...La Aruera un poder misterioso para castigar a los inciviles que no le rindieran homenaje... Y las Tacuaras, esbeltas y musicales, solicitaron ser útiles para las picanas de trabajo y para arrancar una sonrisa de júbilo a los niños como armazón de la luminosa cometa.

- ¿Qué te puedo ofrecer, pobre Ombú?
- Sombra para el descanso de los hombres.
- Todos la poseen.
- Corpulencia, para ser un índice en la vastedad de la llanura, para que el gaucho desde la lejanía sienta la emoción del hogar tibio que lo espera.... 
Ombús en Sant Just Desvern (Barcelona)
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