sábado, 14 de noviembre de 2009

LA LEYENDA DEL BAOBAB
Cuento adaptado del folklore africano
(Fuente: Francois Valleys)



     El Baobab es un árbol que crece en las zonas de bosque claro de África. Posee un tronco muy grueso, una corteza muy dura y enormes ramas con hojas divididas como la palma de mano. Dicen que tiene un corazón, es una especie de núcleo bastante áspero, casi irrompible y, aunque ahora ese “corazón” sea sólo una bola oscura y vacía, hace bastante tiempo no era así..., definitivamente no lo era.
     Cuenta la historia que, en un paraje muy lejano de la enigmática África, hace muchísimo tiempo, vivía una familia de conejos muy pobres. Papá conejo se ganaba la vida como podía para llegar al anochecer a su casa con tan sólo unas cuantas monedas y así poder comer con su familia lo poco que podían comprar. La vida era muy difícil para esta familia de conejos. Mamá preparaba la comida para sus hijos con mucho cariño pero con pocas patatas y en una cocina ya demasiado vieja.
     Cierto día, papá conejo se cansó de tanto caminar por el caluroso desierto llevando unos recados que le habían designado y simplemente se echó a descansar bajo la sombra de un árbol grueso y de enormes ramas.
     - ¡Oh, qué buena sombra da este árbol! -dijo el conejo- creo que descansaré un rato, hace mucho calor y no he almorzado todavía.
     Y así, el conejo se sentó a la sombra del árbol a lamentar su suerte. Comenzó por maldecir al sol que tanto le quemaba, a la arena que siempre se le metía entre las patas, a la lluvia por inundar su aldea y todo el mundo. Cuando de pronto, el robusto árbol bajo el cual él estaba empezó a hablarle con una voz muy dulce.
     - Amigo conejo, ¿por qué te lamentas por tu suerte? ¿Acaso no estás contento de ser como eres? -replicó el árbol.
     - Vaya, qué triste y desdichada es mi vida. Si tan sólo pudiera ser un árbol como tú... ¡Claro!, todo el día ahí de pie, sin tener que trabajar, tan sólo estiras tus hojas y recibes el alimento del sol y de la lluvia. ¡Qué más podrías pedir! -se lamentaba el conejo.- En cambio yo, tengo que trabajar muy duro, tengo que padecer de hambre por dar de comer a mis hijos... ¡Qué triste es mi vida!
     El árbol se puso muy triste por las palabras del conejo y le dijo con su melodiosa voz:
     - ¿Sabes?, soy un Baobab, y, a pesar de que nunca hablo con los animales, me has conmovido mi joven amigo conejo.
     Después de estas palabras, el conejo se puso de pie y miró al árbol de arriba a abajo. El conejo no se había percatado de que aquel árbol era en realidad un baobab, y el conejo, que no era nada bruto, sabía lo que decían todos sobre el baobab : ”El baobab guarda muchas riquezas en su corazón, pero son pocas las personas que logran descubrir tal tesoro”. Después de esto, papá conejo se asustó mucho y se arrodilló ante el baobab.
     - Perdóneme señor baobab por maldecir a la naturaleza, le prometo que no volveré a quejarme de mi suerte, sólo déjeme ir, seguiré trabajando firme y no me lamentaré por lo que soy -dijo el conejo mientras se disponía a seguir con su trabajo.
     - Espera un momento amigo conejo, no te vayas aún...
     De pronto, el baobab estiró fuertemente sus ramas y dejó al descubierto el corazón que tenía entre ellas. Papá conejo se quedó asombrado, pero a la vez temeroso de que el baobab le hiciera alguna especie de daño por hablar mal de la naturaleza. El baobab, en cambio, dio un suspiro de regocijo y, después de unos segundos de silencio, el corazón del baobab se abrió lentamente. Ese oscuro núcleo comenzó a descubrir todo lo que tenía en su interior y ¡oh sorpresa!, el baobab tenía en el interior de su corazón muchos tesoros: joyas, diamantes, monedas de oro, perlas, rubíes, piedras preciosas, telas finas, etc. Papá conejo se quedó asombrado ante tal espectáculo y el baobab le dijo con voz tierna :
     - Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi buen amigo conejo.
     El conejo, muy agradecido, cogió lo que cabía entre sus manos y se marchó contento después de darle las gracias al baobab por tal muestra de generosidad.
     Al llegar a su casa, les contó todo a su familia y, por fin, pudieron cambiar su forma de vida. Papá conejo iba en carro al trabajo, vestía bien, ya estaba muy gordito y siempre andaba limpio. Mamá usaba ropas finas, ahora podía cocinar ricos manjares para sus hijos, remodelaron su casa, y hacía todas esas cosas que hace la gente rica. Ahora mamá conejo llevaba siempre su collar de perlas a las reuniones de sus amigas, y fue en una de esas reuniones donde la señora hiena observó con mucha envidia las riquezas de mamá conejo. La señora hiena, que era muy autoritaria, le exigió a su marido que también le comprase a ella un collar de perlas, que le comprase un auto, que le comprase telas finas y todas las cosas que el marido de mamá coneja le había comprado a ésta.
     El señor hiena, sintió curiosidad acerca de cómo el conejo había adquirido tantas riquezas así que un buen día se le acercó y le preguntó qué es lo que éste había hecho. Pues bien, papá conejo, que era de un corazón noble, le contó al señor hiena todo lo sucedido con el baobab. Le contó cómo había llegado a la sombra de éste árbol y el montón de tesoros que había en el interior de su corazón. El señor hiena se emocionó muchísimo y sin perder ni un segundo se fue hacia donde estaba el baobab para robarle todos los tesoros que había en su corazón y así llenarse de lujos como los que poseía el conejo.Esta malévola hiena fue hacia donde estaba el apacible baobab y sin perder mucho tiempo se echó bajo la sombra de éste, como le había indicado el buen conejo. Luego, empezó a gritar con voz muy fuerte:
     -“¡ Ay! ¡qué desdichada es mi vida, qué pobre soy, qué mala suerte la mía, soy tan desdichado!”. El baobab, empezó a sacudir sus ramas suavemente...
     - Mi buen amigo hiena, qué grata visita me has dado, ¿por qué te quejas de tu suerte?, ¿es que acaso no eres feliz con lo que eres? -dijo el baobab.
     - Pues no, la verdad no soy lo suficientemente feliz como debería, si tan sólo pudiera tener tantos tesoros como el conejo mi vida sería distinta. Si tan sólo fuese poseedor de las riquezas que tiene el conejo me sentiría más aliviado -mencionó la hiena con un tono muy sarcástico.
     De pronto, las hojas del baobab se estiraron muy fuerte y éste dio un gran y tierno suspiro. La hiena estaba impaciente, no podía dejar de caminar de un lado para otro sin dejar de pensar en lo que descubrirían las hojas del baobab. Entonces, como ya había sucedido antes, el corazón de este árbol se quedó a la vista de la hiena que lentamente empezaba a sacar las garras. El baobab dio otro suspiro y comenzó a abrir el oscuro núcleo que albergaba tantos tesoros, a los pocos segundos el corazón del baobab quedó totalmente al descubierto y, también, los tesoros que poseía en su interior. A la hiena se le salían los ojos ante tanta maravilla. El baobab dijo con su tranquilo tono de voz :
     - Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi estimado señor hiena.
     El señor hiena, que tenía una intención muy distinta a la del conejo, pensó que si le arrancaba el corazón al baobab no sólo se llevaría lo que podrían contener sus manos, sino todos los tesoros del árbol. El señor hiena pensaba que el baobab tendría muchos tesoros mas escondidos en su interior, así que se lanzó salvajemente sobre el baobab y, con sus fuertes garras, empezó a desgarrar el corazón del árbol. Lo rasgó y lo rasgó, comenzó a hacerle mucho daño al pobre baobab; mordía e hincaba los dientes en la corteza del corazón para arrancárselo y así quedarse con absolutamente todos los tesoros que estaban en su interior.
     Fue un momento muy doloroso para el baobab, que lloraba de dolor y de tristeza por la decepción sufrida a causa de la hiena. De repente, el corazón del baobab se cerró bruscamente y se ocultó nuevamente entre sus hojas que se habían tornado de un verde muy tenebroso. La hiena, que no pudo conseguir ningún tesoro comenzó a maldecir al árbol, rasgó su tronco pero fue inútil, pues ahora el tronco del baobab se había vuelto áspero de nuevo y de un aspecto mucho más frío. El señor hiena, muy cansado, dio la media vuelta y se fue a su casa sin ninguna clase de tesoro ya que, a causa de su avaricia, no consiguió nada.
     Cuenta la leyenda que desde ese momento nadie ha vuelto a ver jamás el corazón del baobab y que éste ya no deja que se le acerquen muchos animales debido a que su áspero tronco emana mal olor. Cuentan también que las hienas siempre andan en manada por el desierto en busca de algún otro baobab para conseguir los tesoros que oculta éste árbol.
     Y cuentan también que el baobab se parece mucho a las personas ya que, a pesar de que éstas aparentan tener una corteza muy dura y áspera, poseen un corazón lleno de tesoros. Sin embargo, las personas, al igual que el baobab, tienen un corazón escondido, muy duro y muy difícil de abrir... ¿Por qué es tan difícil para las personas abrir su corazón?, ¿Por qué se les hace tan complicado demostrar las riquezas que hay en su interior? ¿Por qué ocultan tan gran corazón entre sus grandes hojas? ¿Por qué rehúsan a volver a entregar su corazón, como lo hicieron alguna vez, a cierto conejo? ¿de qué hienas se acordarán?
---Fin---

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