EL LENGUAJE DE LOS CIPRESES
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Desde la perspectiva científica, el Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado dice: la palabra ciprés (del provenzal cyprés) m. Bot. (gén. Cupresus) fam.: cupresáceas, clase: coníferas; árbol siempre verde, con copa de forma cónica, y madera rojiza, olorosa, que pasa por incorruptible; tiene flores amarillentas, hojas pequeñas, en filas imbricadas, y fruto de glábula de unos 3 cm. de diámetro. Hay varias especies.
Según el Diccionario de los Símbolos, de Jean Chevalier Alain Gheerbrant(1), el ciprés fue un árbol sagrado entre numerosos pueblos; gracias a su longevidad y a su verdor persistentes, se llama el árbol de la vida (ciprés tuya). En Europa es un símbolo de duelo. Quizás se trata de todos modos de una mala interpretación, aunque sea de origen muy antiguo, del simbolismo universal y primitivo de las coníferas que, por su resina incorruptible y su follaje persistente, evocan la inmortalidad y la resurrección.
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Cipreses guían el camino hacia un núcleo rural habitado |
Estos esbeltos árboles, popularizados en nuestro país por encontrarse comúnmente en los cementerios o camposantos, también se pueden ver al borde de antiguos caminos que, en su tiempo, fueron rutas de cierta importancia e, incluso, abundan en muchos parques y jardines, tanto públicos como particulares.
Lógicamente, al buen observador no se le escapa la pregunta de rigor: ¿por qué están ahí los cipreses? Para entender mejor el papel de este árbol tendremos que empezar por obtener un cierto conocimiento del mismo.Desde la perspectiva científica, el Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado dice: la palabra ciprés (del provenzal cyprés) m. Bot. (gén. Cupresus) fam.: cupresáceas, clase: coníferas; árbol siempre verde, con copa de forma cónica, y madera rojiza, olorosa, que pasa por incorruptible; tiene flores amarillentas, hojas pequeñas, en filas imbricadas, y fruto de glábula de unos 3 cm. de diámetro. Hay varias especies.
Según el Diccionario de los Símbolos, de Jean Chevalier Alain Gheerbrant(1), el ciprés fue un árbol sagrado entre numerosos pueblos; gracias a su longevidad y a su verdor persistentes, se llama el árbol de la vida (ciprés tuya). En Europa es un símbolo de duelo. Quizás se trata de todos modos de una mala interpretación, aunque sea de origen muy antiguo, del simbolismo universal y primitivo de las coníferas que, por su resina incorruptible y su follaje persistente, evocan la inmortalidad y la resurrección.
En el Diccionario de los Símbolos y Mitos de J.A. Pérez-Rioja (2), se dice de él: En su calidad de árbol perenne, siempre verde, perfumado, de madera incorruptible como la del cedro, ha tomado una significación funeraria. Ya desde los tiempos paganos, se asocia con la idea de la muerte. Por ello se encuentra generalmente en los cementerios. En heráldica, simboliza elevados y nobles sentimientos, como la idea de la incorruptibilidad.
Los antiguos viajeros –casi siempre caminantes– la vista de estos árboles, junto o próximos
a las casas solariegas, obtenían conocimiento sobre las posibilidades de
encontrar allí refugio y amparo, (...)
Si el camino era largo y debía durar varios días, los viajeros no tenían más remedio que alojarse en fondas, hostales, figones y otros establecimientos del mismo ramo. Pero si el viaje se tenía que realizar en todo o en parte por montaña y en ámbitos descampados, el caminante se veía abocado a pedir hospitalidad en alguna casa solariega que pudiera encontrar a lo largo de su ruta. (...)
Si el camino era largo y debía durar varios días, los viajeros no tenían más remedio que alojarse en fondas, hostales, figones y otros establecimientos del mismo ramo. Pero si el viaje se tenía que realizar en todo o en parte por montaña y en ámbitos descampados, el caminante se veía abocado a pedir hospitalidad en alguna casa solariega que pudiera encontrar a lo largo de su ruta. (...)
Hospital de Benasque Actual hospedería de un antiguo refugio para caminantes construído hace ocho siglos por los monjes Hospitalarios. |
Para señalar la disposición de alojamiento en esas casas de campo
aisladas, se eligió un símbolo inequívoco, visible desde muy lejos para los
viajeros: el esbelto ciprés, árbol de hoja perenne.
Según los estudiosos, parece que los romanos fueron los
primeros en utilizar los cipreses como elementos de señalización en su cultura,
estableciendo, incluso, una especie de código: en una edificación aislada en la
montaña, cerca de caminos, la presencia de un solo ciprés informaba al viajero
de la posibilidad de obtener agua en ese punto; dos cipreses significaba que
disponía de comida, y tres o más cipreses que era un centro de reunión con
dormitorio.
Ciprés ornamental del monasterio de Silos |
Asimismo, tuvieron otras utilidades nuestros majestuosos
cipreses. A las autoridades romanas se las distinguía con hileras paralelas de
estos árboles, en la entrada de sus casas, para hacer saber que se trataba de
una figura social importante. Todavía hoy pueden verse, por muchos lugares de
la geografía española, fincas rústicas y palacetes luciendo esta señorial
formación arbórea. También en las avenidas o vías principales de acceso a las
ciudades se plantaban cipreses para dar así la bienvenida a las gentes, pero en
especial a las tropas y generales victoriosos.
Esta simbología
romana contribuyó a que posteriormente, en la era cristiana que sucedió al
imperio romano, se plantaran cipreses en cementerios para darnos la bienvenida
a la vida eterna. Así, de esta manera, el paso de los siglos y el
desconocimiento popular de la simbología original, han contribuido a que en la
actualidad se considere que los cipreses son meros árboles funerarios y, en
ocasiones, portadores de mal augurio.
En consecuencia, si nos atenemos a lo que inicialmente
significó el ciprés, tendremos que convenir que su elección como símbolo fue un
acierto por sus propiedades: perfil inequívoco, hoja perenne, gran altura
(hasta 35 m.), gran resistencia…, que le convierten en el árbol ideal para ser
visto a grandes distancias.
A partir de ahora, cuando salgamos de marcha montañera, ya
sabremos qué nos están diciendo estos esbeltos y majestuosos árboles..
Francisco C.L.
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