ROLANDO RGUEZ. MUÑOZ
(investigador de la Universidad de Exeter - Reino Unido)
¿”Limpiar” el monte para evitar que se queme?: un contrasentido
Aves (aguiluchos, chotacabras, pardillos, currucas…), reptiles
(culebras, víboras, lagartos, eslizones…), mamíferos (lobos, zorros,
jabalíes, comadrejas, conejos…), la lista de animales que viven, crían o
dependen de los matorrales (brezales, tojales, retamales) es inmensa.
En la imagen, cartel señalando algunas de las especies animales que se
pueden encontrar en esos riquísimos ecosistemas. El matorral, que
algunos despectivamente llaman “maleza”, realmente es un tesoro de
nuestros montes.
(investigador de la Universidad de Exeter - Reino Unido)
¿”Limpiar” el monte para evitar que se queme?: un contrasentido
Algunos profesionales y empresas del
sector forestal llevan años afirmando que la solución al problema de los
incendios forestales está en «limpiar» el monte. No se trata de que
éste esté lleno de basura, sino que quienes hacen esta afirmación consideran al matorral y el sotobosque como residuos vegetales.
Su propuesta consiste en retirar toda esa vegetación, rasurando el
monte hasta dejarlo como un parque urbano. Unos recomiendan que esa
limpieza se haga mediante el uso de maquinaria, y que se utilice la
vegetación como biomasa para la producción de electricidad. Otros
sugieren que se utilicen medios más «ecológicos», incrementando la
cabaña ganadera para convertir nuestros montes en una inmensa granja de
vacas, caballos, ovejas y cabras. Una tercera opción es la denominada
«quema controlada», que se diferencia de una quema incontrolada en que
la superficie calcinada es menor y se evita dañar el arbolado. Por lo
demás, ambos tipos de quemas tienen las mismas consecuencias, erosionan
el suelo y destruyen el sotobosque y el matorral.
La
limpieza mediante maquinaria fue materia de un artículo de «Europa
Press». La multinacional Ence describía como residuos forestales o
combustible abandonado todo lo que no sean árboles, afirmando que su
existencia es desencadenante de incendios. La empresa cuenta con una
planta de biomasa en Asturias, y sugiere que la mejor manera de
conservar nuestros montes sería quemar toda esa vegetación en una planta
de ese tipo para producir de electricidad. Sin duda, una buena manera
de evitar que alguien queme el monte es adelantarse y quemarlo antes.
Esto puede generar importantes beneficios económicos a la empresa
propietaria de la central de biomasa, pero es un sinsentido plantear la
roza y quema de vegetación como estrategia de conservación de la
naturaleza. De hecho, numerosos ejemplos han demostrado que la
«limpieza» del monte o la construcción de cortafuegos y pistas de acceso
son medidas poco eficaces a la hora de prevenir o controlar el fuego,
si tenemos en cuenta los graves daños ambientales que conllevan. Sorprende
que mientras lanzan al aire este tipo de propuestas, tanto Ence como
algunos profesionales del sector forestal continúan fomentando la
expansión de las grandes plantaciones de pino y eucalipto sobre las que
se concentran la inmensa mayoría de los incendios forestales.
Calificar al matorral y el sotobosque
como residuos tiene poco que ver con la realidad. El sotobosque es un
componente fundamental de las zonas arboladas. En él se concentra una
buena parte de la diversidad vegetal del bosque y de él dependen
numerosas especies animales, incluyendo algunas tan importantes desde un
punto de vista de conservación como el urogallo. Si eliminamos el
sotobosque gran parte de la fauna y flora forestal desaparecen. Lo mismo
ocurre con los brezales y piornales, formaciones vegetales que
contribuyen a retener la humedad y proteger el suelo de la erosión,
facilitando además la regeneración natural del arbolado. Por estos
motivos, para una amplia mayoría de la sociedad, matorrales y
arbustos son mucho más valiosos en el monte que transformados en
electricidad en la caldera de una central de biomasa.
Aunque
se trata de una labor muy difícil, identificar y procesar judicialmente
a quienes provocan incendios parece la solución más eficaz. En algunos
lugares, las mismas zonas son quemadas una y otra vez durante décadas
sin que se detenga al causante. Descubrir a los incendiarios sería más
sencillo si se incrementase la vigilancia, algo que a su vez
contribuiría a la detección del fuego antes de que se extienda. Por
desgracia la sociedad no parece estar aún muy concienciada sobre las
graves consecuencias derivadas de los incendios, y la colaboración
ciudadana para detener a los incendiarios es insuficiente. Seguir
informando a la sociedad y educando a los niños desde que comienzan en
la escuela parece una buena alternativa para lograr esa concienciación.
Paralelamente, resulta lógico pensar en la necesidad de evitar que
alguien pueda sacar provecho de un incendio, por ejemplo prohibiendo el
uso ganadero de las zonas quemadas, tal y como se está haciendo en
algunas lugares en la actualidad. Como medida preventiva, cabría
racionalizar el uso del territorio evitando la existencia de masas
continuas de especies foráneas muy susceptibles al fuego, como pinos y
eucaliptos. Intercalar áreas de bosque caducifolio dentro de estas
plantaciones rompería esa continuidad y dificultaría el avance del fuego
en caso de incendio.
Resulta tan sorprendente como necesario tener que recordar que los montes son sistemas naturales y no meros almacenes de materias primas. Describir la frondosidad de un monte como combustible acumulado es como calificar de montón de carne a una manada de venados.
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