ALFONSO VÁZQUEZ, en"La Opinión" de Málaga
Dos mil árboles para el Guadalhorce, Málaga
Si alguien rescata este artículo dentro de 30 años y se va al mismo
punto de la Desembocadura del Guadalhorce donde tiene lugar el
reportaje, es muy posible que compruebe que los árboles han crecido lo
suficiente como para que la ciudad de Málaga deje de llamar a la puerta
de este paraje natural.
«Una vez estábamos observando aves con Antonio Tamayo, el agente ambiental del Guadalhorce y dije, hay que ver, hace 40 años esto era una selva, no se veía nada, era todo campo alrededor y hoy en día te pones a mirar con los prismáticos y dices: anda, un tío en el balcón», cuenta Miguel Ángel Barba, presidente de Almijara.
Desde hace ocho años, esta ONG con sede en Pedregalejo hace todos los esfuerzos posibles por crear, a lo largo de ocho kilómetros, una pantalla vegetal que aísle la zona de la ciudad. De hecho, mientras habla, Miguel Ángel da la espalda a los bloques de Parque Litoral, el centro Inacua y el estadio de atletismo, una expansión urbana que los ecologistas quieren mitigar. «Surgió la idea de crear una pantalla para aminorar el impacto paisajístico, por eso hemos metido plantas de crecimiento rápido como pinos, álamos o casuarinas, que no son de aquí, pero dan árboles de gran porte», explica Antonio Miguel Sánchez, voluntario de Almijara.
Pinos piñoneros y carrascos, adelfas, lentiscos, acebuches, fresnos... Una brigada ligera de árboles y arbustos junto al canal de desagüe que hay al lado del río, una primera línea verde frente a la ciudad que también incluye cipreses, «no porque el árbol sea realmente especial sino porque hay pajarillos a los que les gusta mucho las semillas», señala Miguel Ángel, que explica que además de aminorar el impacto visual, el proyecto de Almijara, llamado Pantalla Paisajística del Guadalhorce, proporciona tranquilidad a las cientos de aves que viven y crían en la zona.
Los árboles se plantan en enero y febrero todos los años y en verano, sobre todo en julio y agosto, viene el mantenimiento de esos árboles primerizos, en forma de riego semanal, aunque algún año muy seco han comenzado a regar en junio.
Hasta la fecha, la veterana asociación, que el año que viene cumplirá 30 años, ha plantado 1.868 árboles y arbustos. Algunos de los plantados los dos primeros años miden ya entre dos y tres metros.
Una de las artífices de este milagro, que se explica por la constancia y la ilusión, es la veterana británica Patricia Macaulay, voluntaria de Almijara así como de Médicos sin Fronteras y miembro de la Asociación de Amigos de La Concepción. El calor de una tarde de agosto no hace mella en esta residente en Torremolinos y malagueña de adopción desde 1974.
«Me gusta mucho el paraje natural y colaboro con Almijara desde hace más de diez años», cuenta. Patricia es la encargada de «llenar los cacharros»: garrafas de cinco y ocho litros que alimenta con una manguera conectada a un depósito de agua de mil litros que transporta la batallada furgoneta de Almijara. La asociación cuenta con una llave con la que poder entrar en las inmediaciones del paraje, pues la circulación de coches, prohibida, se ha conseguido atajar bastante con la presencia de topes y muretes que han logrado frenar los botellones motorizados del pasado, cuenta Miguel Ángel Barba.
Perros, no, por favor
Pero como explica el presidente, «hay menos basura, todo está más controlado pero por otra parte viene más gente a pasear, en bici y a correr y eso hace que la gente traiga perros, que ocasionan bastantes problemas a las aves, porque hay algunas que nidifican en el suelo, en matorrales bajos y eso que se supone que en los espacios naturales no se puede entrar con perros».
Otro de los voluntarios, desde hace 12 años, es Guillermo Castilla, un profesor de piano de 28 años que carga con las garrafas de cuatro en cuatro. Un caso meritorio porque, a decir verdad, escasean los voluntarios.
«Desde que empezó la crisis, en Málaga ha desaparecido casi el 70 u 80 por ciento de las asociaciones medioambientales que había y las subvenciones, con lo único que se podían hacer actividades, desaparecen», cuenta Miguel Ángel Barba, que explica que la crisis también ha hecho que muchos voluntarios dejen de colaborar para buscarse la vida.
En el caso de Miguel Ángel, que trabajaba de formador ocupacional en materia medioambiental, ahora está a cargo junto a su mujer de una academia de inglés. De hecho, es el único fundador de la asociación que continúa en ella. Nació en 1987, tras un primer curso de monitores medioambientales organizado por la Diputación y la antigua Agencia de Medio Ambiente. «Cuando terminamos hubo un grupo de gente que dijimos, bueno, y ahora qué y decidimos montar la asociación, con el nombre de Almijara, porque por entones estaba a punto de salir la ley de espacios públicos de Andalucía y la Sierra de Tejeda y Almijara se quedaba sin protección».
En la actualidad, Miguel Ángel Barba calcula que queda algo más de la mitad para reforestar los ocho kilómetros junto al Guadalhorce, que la asociación ha dividido en siete sectores, desde Los Chopos a la playa.
Aunque siempre faltan plantas y mano de obra, este año han recibido una ayuda inesperada: «Hemos plantado más árboles gracias a que cerraron el vivero de Ardales y nos trajimos dos furgonetas llenas de plantas», explica.
«Sólo quedan 100 cien litros de agua», anuncia Patricia. Son las 9 de la noche y las aguas estancadas del canal de desagüe comienzan a ser sobrevoladas por nubes de mosquitos. Los árboles reciben los últimos riegos. Misión cumplida. Es posible que dentro de 30 años varias hileras de árboles frondosos transmitan la sensación de que estamos en medio del campo. En el paraíso de la Desembocadura.
Dos mil árboles para el Guadalhorce, Málaga
La ONG ecologista, que el año que viene cumplirá tres décadas, lleva ocho años creando junto al paraje natural de la Desembocadura del Guadalhorce una pantalla vegetal de cerca de 2.000 árboles y arbustos gracias a voluntarios y empresas
De izquierda a derecha,
Guillermo Castilla, la británica Patricia Macaulay, Antonio Miguel
Sánchez y el presidente de Almijara, Miguel Ángel Barba, esta semana
junto a la Desembocadura del Guadalhorce.
ÁLEX ZEA
Cuando las empresas cogen el azadón
- En
los ocho años que Almijara lleva plantando la pantalla vegetal junto al
paraje natural del Guadalhorce han sido muchas las empresas que han
apadrinado la iniciativa. Y no sólo con dinero para comprar árboles y
arbustos sino con parte de sus trabajadores y familiares listos para
cavar con el azadón.
«Los que más nos están ayudando son las empresas. Les organizamos una mañana, les explicamos cómo se planta, las medidas de seguridad de todo el proyecto y ellos mismos plantan lo que han apadrinado», explica Miguel Ángel Barba, presidente de Almijara. La mayoría de las empresas que han colaborado son malagueñas, aunque también hay nacionales. A continuación, la lista de empresas y entre paréntesis los árboles y arbustos apadrinados: Bar Tula (40), Sfera Proyectos Ambientales (30), Rain Central SL (50), Skyteam (400), Fundación Más Capaz-Adecco (200), Oracle (125), Fujitsu Team (740), Onspain Languages & Services SL (140). Además, también han colaborado con sus plantones ISA (53) y el Colegio de Las Esclavas (90), cuyos alumnos los han plantado y apadrinado de forma individual y lucen sus nombres.
Como destaca Miguel Ángel Barba, Fujitsu Team es la empresa que durante más años ha colaborado (desde 2010). Almijara calcula que solo la generosidad de Fujitsu ha logrado reducir la huella del dióxido de carbono en 97.000 kilos. En otoño será el turno de Booking.
«Una vez estábamos observando aves con Antonio Tamayo, el agente ambiental del Guadalhorce y dije, hay que ver, hace 40 años esto era una selva, no se veía nada, era todo campo alrededor y hoy en día te pones a mirar con los prismáticos y dices: anda, un tío en el balcón», cuenta Miguel Ángel Barba, presidente de Almijara.
Desde hace ocho años, esta ONG con sede en Pedregalejo hace todos los esfuerzos posibles por crear, a lo largo de ocho kilómetros, una pantalla vegetal que aísle la zona de la ciudad. De hecho, mientras habla, Miguel Ángel da la espalda a los bloques de Parque Litoral, el centro Inacua y el estadio de atletismo, una expansión urbana que los ecologistas quieren mitigar. «Surgió la idea de crear una pantalla para aminorar el impacto paisajístico, por eso hemos metido plantas de crecimiento rápido como pinos, álamos o casuarinas, que no son de aquí, pero dan árboles de gran porte», explica Antonio Miguel Sánchez, voluntario de Almijara.
Pinos piñoneros y carrascos, adelfas, lentiscos, acebuches, fresnos... Una brigada ligera de árboles y arbustos junto al canal de desagüe que hay al lado del río, una primera línea verde frente a la ciudad que también incluye cipreses, «no porque el árbol sea realmente especial sino porque hay pajarillos a los que les gusta mucho las semillas», señala Miguel Ángel, que explica que además de aminorar el impacto visual, el proyecto de Almijara, llamado Pantalla Paisajística del Guadalhorce, proporciona tranquilidad a las cientos de aves que viven y crían en la zona.
Los árboles se plantan en enero y febrero todos los años y en verano, sobre todo en julio y agosto, viene el mantenimiento de esos árboles primerizos, en forma de riego semanal, aunque algún año muy seco han comenzado a regar en junio.
Hasta la fecha, la veterana asociación, que el año que viene cumplirá 30 años, ha plantado 1.868 árboles y arbustos. Algunos de los plantados los dos primeros años miden ya entre dos y tres metros.
Una de las artífices de este milagro, que se explica por la constancia y la ilusión, es la veterana británica Patricia Macaulay, voluntaria de Almijara así como de Médicos sin Fronteras y miembro de la Asociación de Amigos de La Concepción. El calor de una tarde de agosto no hace mella en esta residente en Torremolinos y malagueña de adopción desde 1974.
«Me gusta mucho el paraje natural y colaboro con Almijara desde hace más de diez años», cuenta. Patricia es la encargada de «llenar los cacharros»: garrafas de cinco y ocho litros que alimenta con una manguera conectada a un depósito de agua de mil litros que transporta la batallada furgoneta de Almijara. La asociación cuenta con una llave con la que poder entrar en las inmediaciones del paraje, pues la circulación de coches, prohibida, se ha conseguido atajar bastante con la presencia de topes y muretes que han logrado frenar los botellones motorizados del pasado, cuenta Miguel Ángel Barba.
Perros, no, por favor
Pero como explica el presidente, «hay menos basura, todo está más controlado pero por otra parte viene más gente a pasear, en bici y a correr y eso hace que la gente traiga perros, que ocasionan bastantes problemas a las aves, porque hay algunas que nidifican en el suelo, en matorrales bajos y eso que se supone que en los espacios naturales no se puede entrar con perros».
Otro de los voluntarios, desde hace 12 años, es Guillermo Castilla, un profesor de piano de 28 años que carga con las garrafas de cuatro en cuatro. Un caso meritorio porque, a decir verdad, escasean los voluntarios.
«Desde que empezó la crisis, en Málaga ha desaparecido casi el 70 u 80 por ciento de las asociaciones medioambientales que había y las subvenciones, con lo único que se podían hacer actividades, desaparecen», cuenta Miguel Ángel Barba, que explica que la crisis también ha hecho que muchos voluntarios dejen de colaborar para buscarse la vida.
En el caso de Miguel Ángel, que trabajaba de formador ocupacional en materia medioambiental, ahora está a cargo junto a su mujer de una academia de inglés. De hecho, es el único fundador de la asociación que continúa en ella. Nació en 1987, tras un primer curso de monitores medioambientales organizado por la Diputación y la antigua Agencia de Medio Ambiente. «Cuando terminamos hubo un grupo de gente que dijimos, bueno, y ahora qué y decidimos montar la asociación, con el nombre de Almijara, porque por entones estaba a punto de salir la ley de espacios públicos de Andalucía y la Sierra de Tejeda y Almijara se quedaba sin protección».
En la actualidad, Miguel Ángel Barba calcula que queda algo más de la mitad para reforestar los ocho kilómetros junto al Guadalhorce, que la asociación ha dividido en siete sectores, desde Los Chopos a la playa.
Aunque siempre faltan plantas y mano de obra, este año han recibido una ayuda inesperada: «Hemos plantado más árboles gracias a que cerraron el vivero de Ardales y nos trajimos dos furgonetas llenas de plantas», explica.
«Sólo quedan 100 cien litros de agua», anuncia Patricia. Son las 9 de la noche y las aguas estancadas del canal de desagüe comienzan a ser sobrevoladas por nubes de mosquitos. Los árboles reciben los últimos riegos. Misión cumplida. Es posible que dentro de 30 años varias hileras de árboles frondosos transmitan la sensación de que estamos en medio del campo. En el paraíso de la Desembocadura.
Protección
Menos coches pero cada vez más perros
Los ecologistas creen que las medidas para impedir el acceso de coches en el entorno de la Desembocadura del Guadalhorce están surtiendo efecto, aunque critican que siguen abundando los perros, prohibidos en la zona.
Menos coches pero cada vez más perros
Los ecologistas creen que las medidas para impedir el acceso de coches en el entorno de la Desembocadura del Guadalhorce están surtiendo efecto, aunque critican que siguen abundando los perros, prohibidos en la zona.
Canal de desagüe
Vida animal también aquí
Los ecologistas llaman la atención sobre la explosión de vida natural en toda la zona, incluido el canal de desagüe junto al río, a veces con agua salada. En la foto, dos cigüeñuelas en el canal esta semana.
Vida animal también aquí
Los ecologistas llaman la atención sobre la explosión de vida natural en toda la zona, incluido el canal de desagüe junto al río, a veces con agua salada. En la foto, dos cigüeñuelas en el canal esta semana.
Riego de verano
Una vez a la semana
Para que la última partida de plantas no se pierda en los meses de más calor, en julio y agosto los voluntarios de Almijara acuden una vez a la semana a la zona para regarlas. Consideran un éxito que sólo se pierda el 20 por ciento.
Una vez a la semana
Para que la última partida de plantas no se pierda en los meses de más calor, en julio y agosto los voluntarios de Almijara acuden una vez a la semana a la zona para regarlas. Consideran un éxito que sólo se pierda el 20 por ciento.
Pasarela del guadalhorce
Mejor en el puente de la Azucarera
La ONG Almijara ve con preocupación el proyecto de pasarela próxima a la desembocadura del Guadalhorce. Los ecologistas prefieren que se adapte el puente de la Azucarera para que las molestias a las aves sean las mínimas.
Mejor en el puente de la Azucarera
La ONG Almijara ve con preocupación el proyecto de pasarela próxima a la desembocadura del Guadalhorce. Los ecologistas prefieren que se adapte el puente de la Azucarera para que las molestias a las aves sean las mínimas.
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