Aprendiendo a contar
Los tallos de los vegetales no siempre nos permiten escudriñar el pasado porque en muchos casos han sido modificados de forma artificial para el uso agrícola. Este es el caso de los estolones de las fresas, los tallos de las cuales crecen horizontalmente para alejarse de la planta madre, arraigar e independizarse, o de las patatas, las cuales tienen tallos subterráneos tuberculosos y de lo más versátiles gastronómicamente.
Entonces, ¿de qué depende la posesión de anillos? Muchos de los árboles de nuestros jardines son gruesos y son necesarias varias personas para rodearlos, el aumento del diámetro del tallo es conocido con el nombre de crecimiento secundario. No obstante, hay otros vegetales, como las palmeras, que no engordan porque solamente presentan crecimiento primario que define el aumento de altura, por eso las palmeras no son consideradas árboles a pesar de su aspecto.
Árboles solterones
El crecimiento secundario está restringido a las plantas conocidas con el nombre de dicotiledóneas que son aquellas en cuyas semillas hay dos hojitas primordiales llamadas cotiledones. Pero las monocotiledóneas, que tienen una sola hojita sólo presentan crecimiento primario y por lo tanto, al cortarlas no veremos anillos de crecimiento. Son las palmeras, las orquídeas o los cereales algunos ejemplos.
Un buen indicador de que una planta es monocotiledónea es la nerviación paralela de las hojas |
Al cortar un árbol se nos presentan los anillos concéntricos ordenados desde el exterior hacia el interior, de más recientes a más antiguos. Los externos son activos y transportan agua y minerales mientras que los internos presentan un color más oscuro gracias a depósitos de gomas y resinas que repelen a los insectos y no participan en el transporte de sustancias. Cada año los árboles añaden un nuevo anillo a su tronco, la anchura del cual dependerá de la bonanza del medio.
De romanos y colisiones espaciales
Gracias a la dendrocronología hemos podido saber que los periodos de prosperidad del Imperio Romano y la Edad Media coincidieron con veranos calurosos y húmedos mientras que las sequías persistentes y las oleadas de frío se correlacionan históricamente con las invasiones bárbaras que acabaron con el Imperio Romano o la hambruna y las plagas que a tantas personas mataron en la Edad Media.
Científicos de la Universidad de Jena han descubierto una gran concentración de isótopos radiactivos de carbono 14 y berilio 10 en los anillos de crecimiento en árboles centenarios de Japón y en depósitos de la Antártida que corresponden al año 774. Los investigadores dedujeron que este aumento de la concentración de isótopos radiactivos en ambos hemisferios tenía que ser consecuencia de la colisión de dos agujeros negros ya que que cualquier otro fenómeno, como por ejemplo una llamarada solar o la explosión de una súper nova, hubieran sido visibles desde la Tierra y habrían quedado registrados en la literatura de la época.
El carbono 14 y el berilio 10 se forman cuando partículas con carga eléctrica procedentes del espacio chocan con los átomos de nitrógeno de la atmósfera. La radiactividad de los isótopos decae con el tiempo en los anillos en los que han quedado retenidos siguiendo una fórmula matemática conocida. Se estimó que la colisión de los agujeros negros tuvo lugar a una distancia de entre 3.000 y 12.000 parsecs (años luz) de nosotros y que no provocaría una cantidad de luz suficiente para ser percibida por nuestros ojos.
En el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia podemos aprender más sobre dendrocronología puesto que un antiguo Quercus macrocarpa, que fue talado debido a una enfermedad fúngica, nos muestra sus anillos. ¡Acércate y que no te lo cuenten!
Los árboles milenarios son testigos de nuestro pasado, a través de sus anillos nos descubren la historia del planeta y también del espacio exterior. ¿Cuántos amigos necesitas para rodear uno? Visítalos y respétalos, ¡quién sabe la sabiduría que esconden repujada en sus anillos!
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