24 junio 2021

El metrosidero de A Coruña (2)

ALFONSO ANDRADE
El pohutukawa de Orillamar

 

Siempre que paso al lado del viejo metrosidero de Orillamar, cautivo en su calabozo arrabalero, me acuerdo de los ents, los gigantescos árboles pastores del bosque de Fangorn en la Tierra Media de Tolkien. Parece que en cualquier momento sacará del suelo sus poderosas raíces, como pies, para ganar su libertad saltando de un brinco la tapia que lo retiene en el patio de la comisaría de policía. Le pregunto qué edad tiene, pero el árbol recata su respuesta como presumido y discreto gentleman de un tiempo lejano mientras se cimbrea mecido con suavidad por el aire de la tarde. Poco queda ya para asistir a la deslumbrante eclosión cromática del neozelandés de Monte Alto. Cuando suelte el cielo su luz estival en el solsticio sanjuanero, el metrosidero sacará del armario su traje escarlata, y entre los delicados estambres de la inflorescencia estampada agitará la brisa su follaje rumoroso con un murmullo que acaricia el alma.
      Así es el pohutukawa, que en maorí significa árbol de fantasías rojas que crece junto al mar. No soy el único que le pregunta por su edad. Sus paisanos de las antípodas vienen de vez en cuando e insisten en descubrirla. Pero el dandi de los pohutukawas coruñeses se empeña en perpetuar el misterio. El asunto tiene su miga. Se supone que el holandés Abel Tasman fue el primer occidental en llegar a Nueva Zelanda, en 1642, pero algunos investigadores creen que ya antes pudo haber allí presencia española. Si nuestro árbol fuese anterior a 1642, habría que replantear la historia de ese país. Para eso debería tener al menos 377 años, pero ¿cómo averiguarlo?
     Cuenta el biólogo Ignacio García, del departamento de Botánica de la Universidade de Santiago, que incluso se han extraído muestras de una rama, para concluir que el árbol «no forma anillos» de crecimiento. La trepanación del tronco, además de peligrosa para el espécimen, sería perfectamente inútil, así que nuestro gentil hidalgo del patio de la policía persiste en su coquetería y sigue sin revelar su edad.
     Nos queda la especulación: un ejemplar de Te Araroa (norte de Nueva Zelanda) considerado el dinosaurio de los metrosideros, con 800 años, se levanta veinte metros del suelo, dos más que su primo de A Coruña. Un clavo al que agarrarse... si obviamos que los primeros árboles neozelandeses llegaron a Europa en 1768, recogidos por el botánico Daniel Salander durante la expedición del Endeavour de James Cook.
      Nada está muy claro… Y hasta es preferible que así sea. Tan distinguido ejemplar merece mejor ocaso que la trepanación del tronco. Quizá al llegar su momento, como los ents andarines de Tolkien, alcance en un par de pasos el San Amaro de los ilustres que contempla cada día desde sus frondosas ramas, para descansar eternamente junto a Pondal y sus rumorosos.

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Tomás Casal Pita ya habló de este pohutukawa aquí...

18 junio 2021

PILAR JUNCO (Asturias, 1927)
Árboles

Ayeri, miércoles, tevi precisión de dir al bosque que queda mismamente debaxu'l Soberrón. Valióme la pena una hora de camín pisando llamazales pe las caleyas, por más que lo admiro pa contra mí, no jallo cosa más guapa qu'un bosque; debaxu los robles y las castañares paeme que toy atopada y sin querelo, alcuérdome más de Dios que é el que los discurrió y los jezo...
     Hay tantu que admirar y que considerar...
     Si amiro pa baxu, el mofu suavin júndese al pisalu, la jueyas cadías ruxen contra las madreñas..., ruxen con música..., jueyas llargas de castañar, jueyas reconcomiadas de robre, jueyinas chicas d'ancina, o reondinas d'alisal... Si amiro parriba, el sol métese per entre las jueyas verdes y allega al suelu a poquitinos, el viento jaz otra música distinta con las jueyas vivas; los páxaros de caña en caña, candunu col su pío...
     Pos si amiro unu por unu de cada árbol tién algo suyu, un daquel distintu; los robres son altos, pero de cada robre no se paez al otru, no hay dos robres ermanos; unu más llargu, otru más oscuru o más verde, o más pardu; las castañares toas son retorcias, pero tamién se extreman unas de las otras...
     Volviendo a los robres, ello ye que hay unu, conózulu yo va muchu, que e el rey de los robres, pame que de tou'l conceyu. Quedó solu, el probe; tiempo va haberá tuvíu alredior collacios como elli y entre todos jarían bosque, pero esti que yo digo, viólos morir unu por unu, sabe Dios de qué manera, y elli, al quedase solu, entainó a ensanchar pa to los laos, y jízose fuerte, grande, copudu... Elli solu val tantu como un bosque enteru; la su rolla no i la abrazan ni tres hombres; el suelu que'elli asombra e cerca d'un día de gües, y las sos cañas ¿quién las podrá cuntar? Llenas de ñeros en primavera, aquello paez un mercau de paxarinos cantando...
     Vide una noche salir la lluna per entres las sos cañas... era grandona, reonda, collorada... vinía de la mar... Diba subiendo despacín, despacín, bixorduella y zajorilla, y las jueyas pintaban i enriba dibujos negros tou'l tiempo distintos...
     Quedeme sin sollutir, como agüeyada...
     Biérame gustau gritar y no me atrevía a gañir...
     No se me escaez del pensamentu aquella noche...

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15 junio 2021

Valencia y sus árboles

IGNACIO ZAFRA (en El País)
Valencia a través de sus 100 mejores árboles

  Higuera australiana del Parterre de Valencia, uno de los árboles en las nuevas rutas turísticas.

Valencia cuenta desde este mes de marzo con cinco rutas turísticas en las que los monumentos han sido sustituido por árboles. Un total de 111 ejemplares a los que su altura (hasta 35 metros), grosor (18 metros), edad (450 años) o historia convierten en singulares y ante los cuales merece la pena pararse. Los recorridos pretenden que los ciudadanos los valoren como parte del patrimonio urbano y dar respuesta al interés que despiertan entre cierto tipo de visitantes.
     "Hay un turismo de árboles impresionantes. Los aficionados del norte de Europa alucinan cuando ven nuestros grandes ficus", dice José Vicente Casañs, biólogo y director de Actio, la empresa que ha elaborado las guías compuestas por textos, mapas e ilustraciones que se editarán en castellano, valenciano e inglés. Los folletos, encargados por el Ayuntamiento, se distribuyen de forma gratuita en las oficinas de turismo y estarán disponibles también en una aplicación móvil.
      El árbol favorito de Casañs se alza imponente en el centro de la ciudad, en el Parterre, con un tronco grande, una copa descomunal de 40 metros de diámetro y unas raíces que sobresalen del suelo "como contrafuertes" de casi nueve metros de largo. "A estos árboles los llamamos ficus, pero en realidad son higueras australianas. Es un caso raro en el que lo que se ha popularizado es la primera parte de su nombre científico, que es ficus macrophylla. Nuestras higueras comunes también son ficus, pero para identificarlas, en España nadie dice: 'Mira, un ficus". Las higueras australianas dan higos pequeños, comenta el biólogo, pero solo son comestibles para los pájaros.
      Las rutas conectan unos árboles singulares con otros siguiendo cinco hilos conductores geográficos y temáticos, con títulos como Testigos de la historia, La vuelta al mundo y Un viaje por el Mediterráneo. Los breves textos cuentan historias sorprendentes no solo de los individuos —en este caso, vegetales—, sino también de la función que las especies a las que pertenecen cumplían en sus lugares de origen.

Encina junto a la estatua de Tritón

     Al hablar del naranjo de Luisiana que crece en el paseo de la Alameda, la guía cuenta, por ejemplo, que los miembros de la tribu de nativos americanos de los Osage apreciaban tanto la dureza y flexibilidad de su madera que estaban dispuestos a entregar un caballo y una manta a cambio de un arco fabricado con ellos.
     Y sobre la sabina mora, uno de los dos árboles monumentales que flanquean la fachada principal del cementerio de Valencia —el otro es un eucalipto de 32 metros de altura—, el texto indica que su resina era utilizada para embalsamar a los faraones del Antiguo Egipto por las propiedades indestructibles que se le atribuían.

    El árbol más viejo de la ciudad es un olivo de 450 años situado en la entrada del parque de Marxalenes. Ya estaba ahí, afirma Casañs, cuando los moriscos fueron expulsados en 1609, una medida que alcanzó a toda España y fue especialmente traumática en el Reino de Valencia, donde representaban un tercio de la población. Las cinco guías persiguen "llenar de contenido los muchos parques y árboles que tenemos, que a menudo no utilizamos ni conocemos", afirma el alcalde de Valencia, Joan Ribó. La concejala de Parques y Jardines, Pilar Soriano, agrega que buscan también concienciar sobre "la importancia de la vegetación en la lucha contra el cambio climático".
     Entre los árboles preferidos de Casañs figura una segunda higuera australiana, protagonista de una historia de tintes épicos. En los años sesenta, el palacio romántico de Ripalda, obra del arquitecto Joaquín María Arnau Miramón, fue derribado en una oscura operación urbanística. En su lugar se construyó, con vistas al antiguo cauce del Turia, La Pagoda, que hoy sigue siendo uno de los edificios más lujosos de Valencia. Casañs asegura que el jardinero municipal convenció a las autoridades de que, en vez de arrancar la higuera australiana que había al lado del palacio, sería más cómodo talarla y dejar que se secara antes de extraerla. El mal llamado ficus fue seccionado por completo, pero no murió. Sin que nadie le hiciera demasiado caso volvió a crecer hasta convertirse medio siglo después, con un tronco de 18 metros y medio, en el árbol más grueso de la ciudad.  

FOTOGALERÍA | Una ruta por los árboles más singulares de Valencia.

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RUTA 1, TESTIGOS DE LA HISTORIA (PDF´S A CONTINUACIÓN):

RUTA 2, LA VUELTA AL MUNDO (PDF´S A CONTINUACIÓN):

RUTA 3, UN VIAJE POR EL MEDITERRÁNEO (PDF´S A CONTINUACIÓN): 

RUTA 4, MÁS ALLÁ DE LOS MARES (PDF´S A CONTINUACIÓN):

RUTA 5, UN PASEO POR LA ALAMEDA (PDF´S A CONTINUACIÓN):

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12 junio 2021

Takahashi en Chiba, el cronista de Japón (041)

TAKAHASHI HIROSHI (Yamagata, 1960)
El Ōkusu de Fuma (prefectura de Chiba) 

Especie: Tabunoki (Machilus thunbergii, familia de las lauráceas, género Machilus)
Dirección: Santuario sintoísta de Uga, Fuma 2395, Katori-shi, Chiba-ken 289-0411
Perímetro del tronco: 8,9 m.       Altura: 16 m.       Edad: 1.500 años (atribuida)
Declarado Monumento Natural Nacional
Tamaño ★★★     Vigor ★★     Porte ★★      Calidad del ramaje ★★     Majestuosidad ★★★★

El Ōkusu de Fuma se yergue en el recinto del pequeño santuario sintoísta de Uga, que ocupa la cima de una colina desde la que se otea la vega cerealista del río Kurobegawa. Se cree que este lugar, un baluarte natural, era parte del espacio ocupado por el antiguo castillo que alojó al linaje de los Fuma desde su tercera a su undécima generación (1324-1565).
    
El Ōkusu de Fuma fue declarado monumento natural nacional en 1926, pero 43 años más tarde un estudio del botánico Honda Masaji demostró que no se trataba de un alcanforero, como sugería el nombre que se le había impuesto, sino de un tabunoki (Machilus thunbergii). El tabunoki o inugusu es una laurácea cuyo aspecto es muy similar al del alcanforero. Los lugareños siempre habían sostenido que era un inugusu pero, al parecer por error, fue catalogado oficialmente como alcanforero. Pese a haberse reconocido el error, su nombre no ha sido modificado y hoy en día sigue siendo presentado como Ōkusu (Gran Alcanforero) de Fuma.
    
El 16 de octubre de 2013 el tifón nº 26, fuerte y de grandes proporciones, que había llegado a Japón por la isla de Izuōshima, rozó también en su avance la península de Bōsō produciendo graves daños en la zona más meridional de la región de Kantō (Tokio y cercanías). El Ōkusu de Fuma perdió la porción superior de su tronco principal, que hasta entonces se erguía recta, pero por suerte los efectos no llegaron a las raíces. El daño no acarreó la muerte del árbol, aunque, por desgracia, su porte se vio seriamente afectado.
    
En la parte izquierda de la fotografía se aprecia que junto al Ōkusu (a unos 7 metros al Nordeste) hay otro árbol de la misma especie. Es el llamado Kogusu o Pequeño Alcanforero, con su característica dirección de crecimiento en diagonal con el suelo. En su origen, este árbol no era más que una rama del árbol grande que, al crecer, fue aproximándose al suelo hasta contactar con él, tras lo cual echó raíz y se constituyó en árbol independiente. Merece la pena echarle un vistazo.
    
Actualmente los alrededores del Ōkusu de Fuma están siendo acondicionados por el ayuntamiento de Katori como zona turística. Se ha construido un aparcamiento y las huertas que había detrás del árbol se han transformado en un parque. Se ha colocado también un mirador desde el que puede contemplarse la comarca. Antes de sufrir los efectos del tifón, la enorme copa del árbol dejaba a la sombra todo el recinto del santuario, que adquiría así un ambiente sombrío, pero ahora el lugar es mucho más soleado y da una sensación de Árbol apertura.

  Árbol nº 041 -----

09 junio 2021

Daisenryo Kofun-Japón, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA 
Kofun
 
Los kofun (literalmente, «tumba o túmulo antiguo») son grandes construcciones megalíticas, que fueron realizadas como tumbas para las personas influyentes y de alta jerarquía en el antiguo Japón, entre los siglos III y VII,  cuyo nombre dio origen a la era Kofun. 
     La mayor de ellas está en la ciudad de Sakai, cerca de Osaka, con una curiosa forma de herradura, llamada Daisenryo Kofun. A primera vista parece un bosque ordinario, pero debajo se oculta un cementerio tan grande que se asemeja a “el Taj Mahal o las pirámides egipcias”. El enclave está rodeado por tres fosos. La isla central mide 300 m. de ancha por 450 metros de larga y tiene un perímetro de 2,7 kilómetros. Según se cree fue construido por 2.000 hombres y allí descansa el 16º emperador de Japón, Nintoku, o al menos eso se supone. Muy cerca hay más de 50 Kofun de diferentes tamaños y formas, un área que es Patrimonio de la Humanidad. Daisenryo Kofun es la más grande de estas sepulturas. Desde el aire se aprecia un gran parque que semeja el ojo de una cerradura con un montículo en el centro. 
     En 1872 un tifón dañó una zona y dejó al descubierto cientos de objetos como cascos, cuencos de vidrio y figuras de arcilla que, junto a los documentos consultados, sugieren que se creó en el siglo V. También había objetos de épocas posteriores por lo que han quedado muchas dudas acerca de quién o quienes están realmente enterrados allí. La parte principal de la tumba, en la parte superior del ojo de la cerradura y que no resultó dañada en el tifón, ha permanecido completamente intacta durante mas de mil años y probablemente permanecerá así durante muchos más. 
     Daisenryo Kofun es un lugar sagrado y no se permite que nadie se acerque a la parte principal de la tumba, por lo que las personas enterrados allí son un misterio para los investigadores. Los turistas, arqueólogos e incluso la realeza solo pueden llegar hasta un puente sobre el segundo foso (el puente sobre el tercero fue destruido en 1872) y desde entonces nadie ha vuelto a pisar la tumba. Con el fin de proteger al kofun contra mayores daños debido al clima y otros factores ambientales, la Agencia de la Casa Imperial permitió que los árboles crecieran naturalmente en el kofun, formando un bosque que en los últimos 148 años no ha sido visitado por nadie. De vez en cuando, nadando en el foso o tomando el sol entre los restos derruidos del tercer puente, se pueden ver tanukis (perro mapache japonés) que viven allí sin ser importunados. 
Fotos procedentes de Wikimedia Commons.

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