sábado, 19 de agosto de 2023

JAVIER MUNICIO (Agosto, 2019)
El pino andante del arroyo del Henar
  

Hace unos días recorrí el arroyo del Henar. Sin duda un hermoso vallecillo en Tierra de Pinares lleno de bosques. Pinares casi siempre de negrales pero en los que también abundan piñoneros, robles, enebros, encinas e incluso sabinas. En lo alto de sus páramos curiosamente puedes encontrar desde los arenales más penosos de Valladolid, que ya es decir, hasta duros y agujereados lapiaces calcáreos.   
     Pasando por allí no podía dejar de visitar al viejo negral “Andante”. Se trata de un pino con patas que, según cuentan, entrada la noche baja hasta el arroyo del Henar charlan de sus cosas y antes de amanecer vuelve a su arenoso cotarro.


     El pino podría tener unos 80 años, quizás más. Es menudo y alborotado como suelen ser los negrales; sus ramas, caídas y enredadas, parecen mas bien rastas. Lo curioso y peculiar es que tiene media docena de fuertes patas bien articuladas. Con ellas, lógicamente tiene que caminar. El Pino Andante tiene más amigos, de hecho junto a él encontramos un cuadro en el que hay un cariñoso relato manuscrito por alguien llamado Marciano. Por él sabemos que también sufrió los rigores del rayo y de su esfuerzo diario para sobrevivir cuando el viento le llevó la arena bajo su culo.
     Ahora tiene un compañero quizás nacido de alguno de sus piñones. Seguramente le guarda el sitio cuando se ausenta de su duna. Sí sí, “duna”, porque sobre un páramo vallisoletano podemos encontrar este profundo arenal que si no es más dinámico y árido es precisamente por el inmenso pinar, llamado también “El Negral”, que lo fija.
     Aun así, en algunos claros se muestran nítidas las ondulaciones arenosas con la forma con la que el viento las deja al acariciarlas y es en uno de estos claros donde el Pino Andante se ubica cuando descansa, hincando bien sus patas en la arena para reposar tranquilo y recibir a quien quiera visitarlo con respeto.

Lo hemos leído aquí 

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