domingo, 7 de mayo de 2023

El pino de las 10 pesetas, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, "Pellagofio" nº 46
El Pino de Santo Domingo, a salvo de la tala por 10 pesetas

El Pino de Santo Domingo se encuentra en el Paisaje Protegido de Tamanca, a 800 metros de altitud sobre el extremo sur insular de la isla de La Palma. | FOTO JUAN GUZMÁN

La relación entre la religión, la cultura de los pueblos y el mundo forestal es tan antigua como la propia historia del mundo. A lo largo de la misma han existido varios especies y/o ejemplares sagrados como son el roble (género Quercus) para los celtas, la ceiba (género Ceiba y Chorisia ) para los mayas, el árbol de las salchichas (Kigelia pinnata) para buena parte de las etnias africanas o, sin ir más lejos, el ejemplar Garoé (Ocotea foetens) para los bimbaches herreños.
     Las razones por las que estos seres vegetales saltan del espacio terrenal hacia la divinidad responden, por lo general, a circunstancias como encontrarse en los territorios de ritual y ser a su vez ser un ejemplar notorio; o bien ser productor de agua o alimento, en zonas donde estos recursos esenciales resultan escasos. Mención aparte lo constituye el punto de vista de la cultura indoamericana, en la que es toda la naturaleza la que tiene un carácter sagrado: la carta que escribió el jefe de la tribu suquamish en 1885 sigue siendo, y con razón, una de las enseñas del ecologismo moderno.Por su parte, en nuestra cultura el carácter sagrado de los árboles se identifica a menudo con la aparición de la imagen mariana en las primeras ramas de ejemplares sobresalientes, coincidiendo normalmente con periodos de colonización y refuerzos de la fe cristiana. Significativos son los casos de la Virgen del Pino, en Teror (Gran Canaria) o del Pino de la Virgen (La Palma), pero además existen más árboles santos en las Islas.
     Más extraño resulta que estos santos vegetales no hagan mención directa a la Virgen. Es el caso del Pino de Santo Domingo localizado ( 28º30´11″ N y 17º 50´51″ W) en el Paisaje Protegido de Tamanca, a 800 metros de altitud sobre el extremo sur insular de la isla de La Palma.

Encrucijada de caminos
      Este singular icono fuencalentero es hoy legado forestal, ya que logró superar el intenso proceso deforestador del pasado siglo, cuando los pinares se transformaban en viñedos prácticamente al mismo ritmo que marcaban los hachazos. Quizás las razones de este hecho guarden relación con que La Palma sea hoy una referencia mundial del senderismo. El ser humano siempre ha necesitado orientarse y nunca ha desagradecido la sombra de los árboles, en especial cuando el calor del camino obliga.
     El Pino de Santo Domingo es el centro de una encrucijada de cuatro caminos: el sendero GR-130 y los ramales que parten para Los Canarios, Los Quemados, La Fajana y Las Indias. Como nos dice Juan José Santos, eminente estudioso de la cultura palmera, “esta es una de las causas de la importancia de este lugar, además de sitio de encuentro y descansadero de las personas que iban y venían de las labores del campo; era revolcadero de burros o terrero de luchadas improvisadas. Yo recuerdo descansar cargado de pasto en la pared norte del camino junto al pino”.
     Hoy en día el pinar reivindica su espacio y el Pino de Santo Domingo se ve acompañado de numerosos congéneres entre fincas de viñedos separadas por muros de piedra. Respecto al nombre del árbol, la tradición cuenta que un tal Domingo Díaz fue el dueño del árbol y que, incluso, a principios del pasado siglo llegó a pagar 10 pesetas de la época para que el árbol no fuera talado. Quizás fuera él mismo quien promoviera la santidad de este individuo, a fin de eliminar para siempre el yugo de su tala. Sobre esa época debió de practicarse también la excavación del hueco en la madera, sobre la cara oeste.

400 años

      El Pino de Santo Domingo siempre ha recibido luz hasta su base, motivo por el cual ha conservado sus primeros frondes, concediéndole un aspecto faldero. En cuanto a su biometría, destacamos un perímetro normal de 4,60 metros y un altura promedio de 25 metros. Se bifurca profundamente a unos seis metros sobre el suelo y resultan muy características las formas quebradas de varias de sus ramas. Una de sus ramas bajas llega a tocar el suelo y luego vuelve hacia arriba. Esta rama es mal usada frecuentemente por los visitantes a modo de columpio. La edad del ejemplar seguramente se sitúe entre los 350 y los 400 años de edad.
     Sin duda el aspecto faldero ayudó a que tanto el incendio forestal de 2009, como el del verano de 2016, alcanzaran a éste árbol, siendo más intensa la afección del primero de ellos. El color negruzco es patente entre las escamas de toda su corteza. En el invierno de 2009, tras las lluvias torrenciales y ante la ausencia de la capa de pinillo, se produjeron importantes riadas que obligaron a restituir el entorno.
     En 2011, con la ayuda del Área de Medio Ambiente del Cabildo de La Palma y gracias al empeño del Ayuntamiento de Fuencaliente, se concluyeron las obras del área recreativa anexa al Pino de Santo Domingo, con capacidad para unas 70 personas. Dicha inauguración fue aprovechada para reponer una pequeña imagen de Santo Domingo de Guzmán, el gran predicador que formó la Orden de los Dominicos.
      Cuando fuimos a visitar el árbol nos llamó la atención la grandeza local concedida a este singular símbolo vegetal y su entorno, en contrapunto a la fragilidad y vulnerabilidad a la que actualmente se expone. Pudimos observar camiones de gran tamaño circulando junto a la misma base del árbol, vehículos que aflojan de modo evidente la fina tierra y que, además de ejercer un importante peso sobre el sistema radicular, también han roto algunas ramas con sus altas cajas.
     Observando en detalle la hornacina, labrada a modo de capilla, comprobamos la escasa altura a la que se encuentra del suelo, aproximadamente un metro, lo que nos hace pensar que quizás el árbol debe tener varios centímetros enterrados; también es fácil de apreciar cómo el proceso de cicatrización va engullendo poco a poco el enrejado, hasta el punto de que actualmente éste no puede abrirse sin causar un daño al vegetal; por último, a través del cristal vemos cómo la imagen se encuentra impregnada de numerosos goterones de la resina que es exudada desde el corazón del árbol.
     Entre los iconos que acompañan al santo también se aprecia el libro en mano, como símbolo de predicación y un pequeño perro a los pies de la imagen. El pequeño animal no porta en la boca la peligrosa antorcha de fuego que pudiera prender al pino, aunque sea en sentido retórico. Al parecer, este símbolo animal responde a la explicación de un sueño que la madre del beato, de origen burgalés, recibió de Santo Domingo de Silos.
     El cuidado y mantenimiento de este tipo de árboles resulta a menudo mínimo y sencillo, por ejemplo un desbroce puntual y periódico de la vegetación circundante evitaría la afección del posible incendio, cuasi mortal en ejemplares muy longevos. En el caso del Pino de Santo Domingo, además de estas medidas debería evitarse el tráfico de vehículos junto a su base, así como buscar una solución definitiva al sangrado de resina. Desde aquí queremos animar a las instituciones públicas para que implementen medidas de bajo coste pero de largo recorrido al permitir alargar la vida de los increíbles seres vegetales que destacan en la simpar Naturaleza Canaria.
Nº 8 de La Palma

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