JOAQUÍN ARAUJO, Madrid (1947)
Thoreau emboscado (Primera parte)
Publicado en el Blog Tierra de Joaquín Araújo en El Mundo
Esta civilización se ha arrancado a sí misma de casi todo lo que la hace posible. El paraíso es desmantelado a diario como demuestran los casi 20 millones de árboles que cada día son abatidos o quemados en este planeta. "¿Quién robó a los bosques, a los confiados bosques?" Se pregunta dolorida Emily Dickinson, sin duda lectora de Thoreau. Por eso algunos nos hemos emboscado: para tenderle trampas a esta miseria programada. Queremos ser la parte del bosque que defiende al bosque. No solo vivimos en las arboledas, intentamos menguar la señalada mengua plantando, no solo árboles sino, ante todo, las emociones que nos guiaron hacia la Natura y que nos han permitido comprender algo.
Por suerte tenemos maestros antecesores como el que aquí celebramos.
La emboscadura aporta serenidad. La primera cosecha de la arboleda es la calma. Fruto en estrecha relación con la capacidad dadora de las selvas. Porque "los bosques son muestras y especies que no son solo para si mismas, sino para su ambiente" afirma Walt Withman, seguramente leído por Henry David. Acaso también el primero leyó al segundo. En cualquier caso ambos, gigantes de la literatura americana, supieron admirar profundamente a las selvas que comenzaban, hace doscientos años, a perder todas las batallas.
El bosque es la seguridad social de la biosfera, la farmacia para los lisiados aires del presente, la transparencia que se suma a las aguas y a la atmósfera en cuanto dejamos respirar y beber a los árboles.
Se nos quiere olvidar que a nuestros pulmones llega el alma verde de las hojas.
Los emboscados comprendemos con Ernst Jünger que "la curación está en lo numinoso."
Thoreau emboscado (Primera parte)
Publicado en el Blog Tierra de Joaquín Araújo en El Mundo
Esta civilización se ha arrancado a sí misma de casi todo lo que la hace posible. El paraíso es desmantelado a diario como demuestran los casi 20 millones de árboles que cada día son abatidos o quemados en este planeta. "¿Quién robó a los bosques, a los confiados bosques?" Se pregunta dolorida Emily Dickinson, sin duda lectora de Thoreau. Por eso algunos nos hemos emboscado: para tenderle trampas a esta miseria programada. Queremos ser la parte del bosque que defiende al bosque. No solo vivimos en las arboledas, intentamos menguar la señalada mengua plantando, no solo árboles sino, ante todo, las emociones que nos guiaron hacia la Natura y que nos han permitido comprender algo.
Por suerte tenemos maestros antecesores como el que aquí celebramos.
La emboscadura aporta serenidad. La primera cosecha de la arboleda es la calma. Fruto en estrecha relación con la capacidad dadora de las selvas. Porque "los bosques son muestras y especies que no son solo para si mismas, sino para su ambiente" afirma Walt Withman, seguramente leído por Henry David. Acaso también el primero leyó al segundo. En cualquier caso ambos, gigantes de la literatura americana, supieron admirar profundamente a las selvas que comenzaban, hace doscientos años, a perder todas las batallas.
El bosque es la seguridad social de la biosfera, la farmacia para los lisiados aires del presente, la transparencia que se suma a las aguas y a la atmósfera en cuanto dejamos respirar y beber a los árboles.
Se nos quiere olvidar que a nuestros pulmones llega el alma verde de las hojas.
Los emboscados comprendemos con Ernst Jünger que "la curación está en lo numinoso."
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