sábado, 10 de noviembre de 2018

LEONCIO RODRÍGUEZ, Tenerife (1881-1955)
Los árboles históricos y tradicionales de Canarias
Del Tercer Inventario Forestal Nacional (1997-2007), pág. 71

      El autor describe la importancia que tuvo el pinar en un momento en que el bosque ya ha sufrido una importante regresión:

     ¡Pinos canarios!... Árbol isleño por excelencia, único de su especie en el mundo; el más útil, el más sobrio y resistente de nuestra flor. Árbol de los mitos indígenas, de las tradiciones religiosas, de las ofrendas votivas. Árbol con justos títulos llamado «canariensis», de nombre tan socorrido entre las mujeres isleñas, tan bello y sonoro: ¡Pino!... Su historia está llena de vicisitudes y heroísmos. Por que ninguno de nuestros árboles fue tan codiciado y perseguido, ni supieron resistir como ellos, tan obstinadamente, la saña enemiga.
     Todavía en los albores de la Conquista, apenas profanada la virginidad de nuestras selvas, ya comenzaban su acoso y su exterminio. Una guerra implacable, sin tregua ni cuartel, que les obligó a buscar cobijo en las quebradas y las cimas de las montañas, en las márgenes de los barrancos, o entre las escorias volcánicas, procurándose un asidero y un refugio contra la cruzada tenaz de sus insaciables enemigos.
     De poco sirvieron aquellas enérgicas medidas y prevenciones del primer Cabildo de la Isla, convertidas en ley y mandato para todos los pueblos. Que en las licencias que se dieren para cortar pinos se exprese siempre que sea obligado el que lleve la tal licencia, a mondar diez pinos pequeños por cada un pino. Que no se corten de menos frente de grueso de dos palmos, so la pena en que caen los que corten madera de pino sin tener licencia para ello. Y que ninguna persona sea osada de cortar pinos para hacer pez, pena de mil maravedís por cada un pino, y de perdimiento de la pez»
     Las dilatadas áreas que abarcaban los pinares de la Isla, y que en algunas zonas extendíanse hasta las costas, quedaran bien pronto reducidas a núcleos aislados en los filos y vertientes de las cordilleras centrales. Y aun en ellas sufrieron el asedio de los que se disputaban el botín ubérrimo de sus resinas y maderas. Maderas veneradas, «del árbol inmortal» para a los indígenas, «que no se pudrían jamás ni encima ni de bajo de la tierra ni dentro del agua». Maderas sagradas, que sirvieron de sarcófagos para sus reyes y de escudos y lanzas para sus guerreros. Maderas que fueron después techo, lumbre y ornato de los hogares canarios; balcón, postigo y celosía de nuestras mujeres; vigas para nuestros lagares y molinos; aperos para nuestra labranza; canalones para nuestras albercas y antorchas para nuestros pescadores... ¡Maderas privilegiadas, de acres aromas, nudosas y fuertes, resistentes y duras como las rocas isleñas.

Cubiertas de las primeras ediciones de "Los árboles históricos y tradicionales de Canarias", en la colección Biblioteca Canaria.
A la Izquierda, la primera parte publicada hacia 1940.
A la derecha, la segunda parte publicada en 1946.

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