miércoles, 12 de febrero de 2014

LUIS FERNANDO MACÍAS ZULOAGA (Colombia, 1957)
El tiempo de los árboles

El tiempo de los árboles es más lento
porque ellos viven tranquilos.

Los árboles están contentos
con su condición de árbol
y son leales a su naturaleza.

El mango no quiere ser naranjo,
está satisfecho de sus dulces frutos
y los exhibe orgulloso en grandes gajos
que cambian del verde al amarillo
y al rosado entre sus ramas.

En los vientres de las selvas colombianas los guayacanes, las ceibas,
el duro parasiempre,
elevan sus ramas serenas hacia el cielo
en busca de la luz del sol que es la cópula del cielo con la tierra.

Los árboles guardan un silencio sabio durante los siglos de su existencia
y, con éste, dicen la verdad profunda
para que la escuche quien oídos tenga.

La paz de los árboles propicia moradas
a los pájaros, que son nerviosos e inquietos porque su corazón es frágil
y su cuerpo leve.

Los árboles reciben gustosos
el agua de las lluvias,
la alegría reverdece sus hojas
como el aliento de una mano fresca.

Muy raramente el árbol entristece
y si entristece es por enfermedad
o por falta de agua, pero se alivia fácil porque es inocente y simple.
El tiempo de los árboles casi está detenido para nuestros ojos rápidos.

El amor de los árboles casi es invisible
para nuestro corazón mezquino.

La paz de los árboles
es el secreto de su larga vida.
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