RAFAEL POMBO (Colombia, 1833-1912)
Epitafio del árbol
Fue hoguera de los verdes resplandores,
palio, surtidor al viento,
con lenguas de color y de frescura
y, con labios de sombra acaricienate,
tienda del alma en sosegada espera.
Lució su fronda en plenitud de vida
sin saber que la tierra alimentaba
su sed de altura, vuelo, azul y nube.
Hombro del nido, techo para el ala
en cuyos brazos maduraron trinos
y cantares del viento y de la lluvia.
Ya sin su verde luz en la ventana
algo murió como si hubiera sido
el derecho a soñar,
como si hubieran desaparecido
unos amados ojos y una boca
donde anidaban vces como besos
y besos como el mar.
Murió no de vejez
sino decapitado por el hacha
y arrastrado por mulas en el bosque
como el toro en la arena, ensangrentado,
muerto al filo de luces engañosas.
Epitafio del árbol
Fue hoguera de los verdes resplandores,
palio, surtidor al viento,
con lenguas de color y de frescura
y, con labios de sombra acaricienate,
tienda del alma en sosegada espera.
Lució su fronda en plenitud de vida
sin saber que la tierra alimentaba
su sed de altura, vuelo, azul y nube.
Hombro del nido, techo para el ala
en cuyos brazos maduraron trinos
y cantares del viento y de la lluvia.
Ya sin su verde luz en la ventana
algo murió como si hubiera sido
el derecho a soñar,
como si hubieran desaparecido
unos amados ojos y una boca
donde anidaban vces como besos
y besos como el mar.
Murió no de vejez
sino decapitado por el hacha
y arrastrado por mulas en el bosque
como el toro en la arena, ensangrentado,
muerto al filo de luces engañosas.
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