11 septiembre 2024

Otro rosal "más grande..." California

FRANK y JILL PERRY
"El rosal más grande del mundo, Santa Cruz"

    Este artículo es parte del Online History Journal del MAH, una colección de investigaciones originales sobre la historia local. Sugiere sumergirse en la historia del condado de Santa Cruz en este foro en constante crecimiento y comenzar a crear el tuyo propio. Esta ciudad está ubicada junto a la Bahía de Monterey en el centro de California, jactándose durante mucho tiempo de su clima templado durante todo el año. A principios de 1900, un gran rosal que crecía en un jardín de Santa Cruz se utilizó para promover el turismo y atraer posibles compradores de viviendas, no sólo para Santa Cruz, sino para California en general.
    California ha sido descrita a menudo en forma hipérbole, y Santa Cruz no es diferente. A principios del siglo XX, lo que llamó la atención de la ciudad fue el "rosal más grande del
mundo", plantado en un patio trasero.
     El rosal floreció y creció en la imaginación de los lugareños y de los californianos cuando su imagen apareció en postales. La fotografía era la de Charles Leyon Aydelotte y su tema fue el “Rose Tree” al lado de la Mansión Hihn -hoy City Hall- en el centro de Santa Cruz. Las postales con imágenes estuvieron de moda entre 1906 y 1912, y se imprimieron millones cada año.
     Hoy en día esta variedad de rosa, con abundantes y feroces espinas, se conoce como Fortune's Double Yellow -Rosa odoratavariety pseudindica-. Puede crecer como un arbusto, pero se le conforma preferentemente como trepador con potencial para alcanzar alturas de 5 a 20 m. En primavera, luce flores doradas teñidas de rosa y albaricoque.

Si quieres leer -en inglés- el artículo completo...

Informaciuón:
https://santacruz-mah.imgix.net/uploads/Rose-Tree.pdf
https://es.santacruzmah.org/blog/the-largest-rose-tree-in-the-world-santa-cruz

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08 septiembre 2024

Historia de un rosal, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
Un rosal en el desierto de Arizona

Esta no es la historia de un árbol, si no de un arbusto, pero creo que bien merece la pena que sea contada. Se trata de un rosal de Banks que crece en Tombstone (Arizona, EEUU). Pero antes de hablar de este ejemplar en concreto, veamos antes un par de circunstancias para ponernos en situación.
     El rosal de Banks (Rosa banksiae), al que los anglosajones denominan “Lady Banks rose”, es un arbusto semitrepador originario del centro y oeste de China, a altitudes de entre 500 y 2.200 m.s.n.m. Se considera que crece hasta unos seis metros de altura y, a diferencia de la mayoría de las rosas, prácticamente no tiene espinas. Sólo en brotes jóvenes y fuertes puede presentar algunas pequeñas espinas. Las flores tienen sobre unos dos centímetros de diámetro y un color que va del blanco al amarillo pálido, pasando por un color crema, dependiendo de la variedad. Todas ellas huelen a violetas y el número de pétalos varía, desde las formas simples, con cinco pétalos, a las semidobles o las dobles, con un número amplísimo de pétalos, obtenidos por la transformación de los estambres en pétalos.
     Tombstone es llamada popularmente, «la ciudad demasiado dura para morir», no tiene más de 1500 habitantes. Situada al sur del estado de Arizona, muy próxima a la frontera con México, su estación seca dura diez meses. Según se dice, el nombre procede de lo que un soldado dijo a un minero que encontraría allí: la lápida de su tumba (tombstone). Y así bautizó a la mina que en 1878 el minero que la halló, de ahí el nombre de la ciudad. 
     Tan solo tres años después tenía 8.000 residentes, además de una escuela, un periódico, cuatro iglesias, dos bancos y una sala de ópera. Tombstone se ganó la justa fama de ser de los pueblos más violentos del suroeste de los Estados Unidos (y posiblemente de los más inmundos). En la década de 1890 llegaron a residir allí hasta 15.000 personas, en un paraje semidesértico donde veinte años antes no había nada. 
      La inundación de algunas minas por un río subterráneo marcó el inicio de su declive y en la actualidad vive del turismo, con hasta 400.000 visitantes al año. A fin de cuentas, el famoso duelo tantas veces llevado al cine, del O.K. Corral (Duelo de titanes), tuvo lugar allí.
     Es momento de hablar del protagonista, del rosal más grande del mundo, según el Libro Guinness de los Records. La historia comienza en Escocia en 1884 cuando el matrimonio entre Henry Gee y Mary, al día siguiente de su boda, emigraron a Tombstone al olor de las minas. Hasta poder construirse una casa residieron en la pensión Cochise, donde al año siguiente les llegó una gran caja desde Escocia, en la que les enviaron plantas, bulbos y esquejes. Entre los esquejes había varios de un rosal blanco de Banks que Mary había plantado siendo niña. Uno de los esquejes se lo regaló a Amelia Adamson, la mujer que dirigía la pensión y con la que había hecho amistad. Juntas lo plantaron en el patio trasero, cerca de la leñera, donde sorprendentemente, aquel esqueje de rosal de origen chino procedente de Escocia, arraigó y floreció en el desierto de Arizona.
     En 1920, cuando ya habían pasado 35 años de la plantación, el matrimonio de James y Ethel Macia compraron la pensión y derribaron la antigua leñera, creando un soporte de enrejado de postes de madera y tubos de metal que podría ampliarse a medida que el rosal fuese creciendo. El sombreado del patio en el clima de Arizona, era algo que los huéspedes apreciaban y comentaban, junto a la enormidad del rosal. 
      Sería en 1933 cuando, por vez primera, una columna de periódico le diera el título de “el rosal más grande del mundo”. Tres años más tarde la pensión pasaría a llamarse “The Rose Tree Inn” (la pensión del rosal). Allí se alojó durante una semana un conocido caricaturista y empresario, Robert Ripley, conocido por sus columnas y programas sobre hechos curiosos (Ripley ¡aunque no lo crea!). Ripley llevó la noticia del rosal a sus programas y a partir de ahí, el rosal se hizo definitivamente famoso. 
     En 1953 el edificio dejó de ser pensión y pasó a domicilio privado, pero aún así el patio permaneció abierto al público para que el rosal pudiese ser contemplado. Finalmente, en 1964 los hijos y nietos de los Macia crearon el Rose Tree Museum en la antigua pensión (que aún sigue ofreciendo un par de “suites”) donde pueden admirarse fotos, libros y todo tipo de objetos relacionados con la historia de Tombstone y, por supuesto, del gran rosal que le da nombre. 
     El rosal florece, normalmente, de mediados de marzo a finales de abril, época en la que se celebra el “festival de la rosa”. Aunque nadie ha logrado explicar su increíble supervivencia, se supone que ha logrado llegar con sus raíces a alguna filtración subterránea de agua de la que, en parte, se alimenta. Aquel esqueje llegado de Escocia hace 136 años, tiene hoy un nudoso tronco que sobrepasa los cuatro metros de perímetro y una copa, soportada sobre columnas, que cubre unos 840 m2. No está mal, para vivir casi en el desierto…
 
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05 septiembre 2024

FERNÁN SILVA VALDÉS (Uruguay, 1887-1975)
El sauce

El sauce es el afiche de la melancolía;
sella sus actitudes un luto espiritual;
vive ensayando un gesto cansado de apatía
y verano e invierno le resultan igual.

El sauce me parece el bohemio de la flora;
con su melena rítmica él barre su solar;
a mediodía sueña, a medianoche llora,
y lo demás del tiempo lo emplea en meditar.

El viento lo despeina en desiguales blondas.
La laguna es el paño de sus lágrimas hondas.
En su historia hay dos hechos de amor y de emoción

que son dos sensaciones en su vida sin ruido:
un pájaro, que hizo entre sus ramas nido,
y un hombre, que en el tronco le grabó un corazón.

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02 septiembre 2024

La Sequoia de "Magisterio", Pamplona, Navarra
20 años desde que en 2004 un rayo destrozó su copa
 
Esta emblemática sequoia de la "Antigua Escuela de Magisterio", es (o era) el alma gemela de la que todo pamplonés admira, la que se encuentra en los jardines del Palacio de la Diputación. Ambas fueron plantadas en 1855 por José María Gastón y Echevertz, que trajo las semillas de California y que sembró las semillas en su casa de Irurita, antes de repicar los vástagos para llevarlos a Pamplona cuando fue nombrado diputado foral.
      La sequoia de la Diputación fue alcanzada por un rayo en 1933 que le destrozó la copa, por lo que se colocó un grueso aro de hierro, forzando así que una de las ramas tomara el relevo en la formación de una nueva copa. En el 2007 se le instaló un pararrayos para su protección. 
     También la de Magisterio fue alcanzada por otro rayo en 2004 que obligó al corte de las ramas más altas del árbol a fin de reducir su peso y aliviar la presión sobre el tronco central. La gravedad de los hechos hizo que posteriormente se le redujera su altura a la mitad, pero los males no han cesado. El estado en el que se encuentra es penoso, muy grave, parece su final, aunque los árboles tienen su propio ritmo en el tiempo para fenecer. Las autoridades no han sabido atajar los males y no le han defendido de la compactación del suelo producida por el aparcamiento que da privilegios a unas cuantas personas en detrimento de este árbol emblemático. Pero ni siquiera se protege a las personas o bienes porque se permite aparcar debajo del árbol cuyas ramas pueden caer sin previo aviso.

Origen de las sequoias
 
     La sequoia (Sequoia giganteum) es un árbol de hoja perenne, originario del oeste de los Estados Unidos, que tiene un crecimiento rápido, puede llegar a vivir más de 1000 años y alcanzar los 100 m de altura. La corteza es rojiza y acolchada y las hojas aparecen agrupadas en dos hileras opuestas. Florece a finales del invierno y las piñas maduran en otoño. El nombre del género conmemora a Sequoiah (1770-1843), jefe indio de la tribu cherokee que inventó un alfabeto para el dialecto de su tribu. Debido a su gran interés económico, fue explotada abusivamente en el pasado, quedando actualmente limitada a unas escasas reservas. 

30 agosto 2024

Sequoias con historia

ANTONIO MADRIDEJOS
Portolá y el descubrimiento de las secuoyas

De cómo los europeos observaron los primeros "palos colorados"



En 1768, Carlos III ordenó a José de Gálvez, su virrey en la ciudad de México, la organización de cuatro expediciones -dos por tierra y dos por mar- para consolidar la presencia española en la Alta California y así evitar el desembarco de colonos ingleses y rusos. Una de ellas, bajo el mando de Don Gaspar de Portolá (o Portolà), un prestigioso militar leridano, debía salir de La Paz (Baja California) y dirigirse primero a San Diego y luego a la llamada Bahía de los Pinos, hoy Bahía de Monterrey (Monterey Bay), un fértil enclave costero conocido vagamente tras las expediciones marítimas de Juan Rodríguez Cabrillo (1542) y Sebastián Vizcaíno (1602).

      Se desconoce el motivo, pero Portolá no localizó el puerto de Monterrey y pasó de largo en dirección a lo que luego serían Santa Cruz y San Francisco. Los expedicionarios, esencialmente soldados y padres franciscanos, entre ellos Junípero Serra, acamparon cerca de la actual ciudad de Watsonville y visitaron el lago Pinto (Pinto Lake), donde el padre Juan Crespí, cronista mallorquín de la expedición, anotó la existencia de unos «árboles muy altos de color rojo» que recordaban a los cedros. «Estos árboles son muy numerosos en la región», proseguía Crespí. Como nunca se habían observado especímenes de esa especie, fueron bautizados escuetamente como «palos colorados», equivalente a «troncos rojos», denominación que luego dio origen el inglés «redwood».

El martes 10 de octubre, Crespí escribió:

"Como a las ocho de la mañana salimos tomando el rumbo al noroeste; no pudimos andar toda la jornada que se pretendía por ver a los enfermos más agravados, y que cada día se iba aumentando el número de ellos, y así andaríamos poco más de una legua por llanos y lomas tendidas muy pobladas de unos palos muy altos de madera colorada, árboles no conocidos que tienen la hoja muy diferente de la de los cedros, y aunque la madera en el color se le asemeja, pero es muy diferente sin tener el olor del cedro (…). Hay por estos parajes mucha abundancia, y porque ninguno de los de la expedición los conoce se les nombra con el nombre de su color. Paramos cerca de una laguna que tiene mucho pasto y mucha arboleda del palo colorado; por esta jornada se han encontrado muchos rastros de ganado que parece vacuno (…)"
     La escueta anotación es la primera prueba documental del avistamiento por parte de europeos de secuoyas, o más concretamente de secuoya roja o de costa (Sequoia sempervirens), puesto que el descubrimiento de la secuoya gigante o de sierra (Sequoiadendron giganteum) fue aún más tardío y no aconteció hasta 1833. Con toda seguridad, Rodríguez Cabrillo, Vizcaíno y otros marineros que navegaron por la zona con anterioridad, entre ellos el pirata inglés Francis Drake, debieron de observar secuoyas, puesto que los inmensos árboles llegaban prácticamente hasta la costa, pero no dejaron la más mínima constancia del hallazgo de una nueva especie. La única mención corresponde al sacerdote Antonio Asunción, miembro de la expedición de Vizcaíno, que se refirió en un cuaderno de viaje a la presencia de «grandes pinos cuya madera podría ser útil en la reparación de buques», aunque de sus palabras no se deduce que hubiera observado algo extraordinario.
     Con posterioridad, la expedición de Portolá estableció un campamento al pie de una inmensa secuoya que fue bautizada como el Palo Alto, denominación que con posterioridad dio nombre a la ciudad de Palo Alto. En recuerdo de sus orígenes, la Universidad de Stanford, que allí tiene su sede principal, cuenta con una secuoya en su emblema. El árbol sigue vivo tras unos trabajos de poda selectiva que le salvaron la vida a finales del pasado siglo.
     Obviamente, los árboles gigantes ya eran conocidos para la docena de tribus indígenas que vivían en el territorio potencial de secuoyas, desde la bahía de Monterrey hasta el sur del estado de Oregón, entre ellas los ohlone, los yurko, los miwok, los pomo y los shasta. Las tribus vivían esencialmente de lo que les aportaban el mar o los ríos y tenían un uso limitado de los recursos del bosque denso, circunscrito a la confección de canoas y algunas construcciones. Además, como talar un árbol de esas dimensiones no era nada fácil, parece ser que en la mayoría de los casos lo que hacían era emplear ramas y troncos caídos.


      La primera descripción científica del árbol no llegaría hasta 1791, de manos del botánico checo Tadeas Haenke, científico a bordo de la expedición Malaspina, que además recogió semillas que bien podrían haber servido para traer las primeras secuoyas a España y a Europa. En cuanto al origen de la palabra secuoya, es motivo de controversia: lo único que está claro es que el botánico austriaco Stephan Endlichler (1804-1849) fue el primero en emplearla científicamente para referirse a los grandes árboles californianos -Haenke los llamó «cipreses rojos»-, pero no dejó por escrito el motivo de la elección. La etimología más popular sostiene que la palabra procede de Sequoyah (1770-1843), un famoso líder indio hijo de un comerciante blanco y una indígena cherokee, aunque la realidad es que el susodicho nunca llegó a pisar California.

Entre secuoyas rojas. Crédito foto: Humboldt State University Library

     Las secuoyas rojas superaron con buena salud la convivencia con los indígenas americanos y luego la colonización española, con poca tradición en el uso de madera para la construcción. Antes del inicio de la fiebre del oro, se calcula que existían en la costa norte de California unas 800.000 hectáreas, pero la instalación de aserraderos para satisfacer las necesidades de los nuevos asentamientos costeros redujo la extensión drásticamente. A finales del siglo XIX, el 97% del territorio de la omnipresente secuoya roja había sido talado para obtener tablas con la que construir casas de todo tipo, mástiles de barcos, traviesas de ferrocarril y acueductos.

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