10 marzo 2020




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      El árbol nacional de Colombia está en riesgo. Con el acuerdo de paz firmado entre el gobierno y las Farc, los científicos han redescubierto (y salvan) zonas de palma antes prohibidas.
      En 1991, Rodrigo Bernal, un botánico especializado en palmas, iba conduciendo por la cuenca del río Tochecito —un cañón apartado en la montaña de la zona central de Colombia— cuando tuvo un mal presentimiento.

     Junto a Bernal iban dos expertos en palmas: su esposa, la botánica Gloria Galeano, quien trabajaba con él en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, y Andrew Henderson, quien estaba de visita y trabaja en el Jardín Botánico de Nueva York. Estaban en busca de la palma de cera del Quindío, la palma más alta del mundo.
Desde hace mucho tiempo, las palmas de cera han fascinado a los exploradores y a los botánicos por su altura impresionante, algunas llegan a medir hasta setenta metros. Hasta que se descubrieron las secoyas gigantes de California, en Estados Unidos, se creía que las palmas de cera eran los árboles más grandes del planeta. Una capa gruesa de cera recubre su tronco, algo que no se observa en otras palmas, y habitan donde no deberían vivir las palmas: en las laderas frías de los Andes a una elevación de más de 3000 metros de altura. Esto ha hecho que sea muy difícil su recolección y estudio. “Eran unas palmas emblemáticas enormes de las que no se sabía mucho”, dijo Henderson hace poco.
      La palma del Quindío —la especie que predomina en Colombia— fue designada como el árbol nacional del país en 1985, pero ese reconocimiento no implicó que se le brindara una gran protección. En un artículo tras otro, Bernal y Galeano advirtieron que las palmas de cera estaban en peligro. Muchas quedaron abandonadas en pastizales y campos de hortalizas, vestigios de un pasado boscoso. Ese tipo de palmas no pueden reproducirse fuera de algún bosque, ya que sus plántulas mueren si les da de lleno el sol o son devoradas por vacas y cerdos.

      En el lugar más grande de palmas conocido en Colombia, solo quedan unas cuantas miles de ellas. Pero los científicos habían escuchado que existían muchas más escondidas en la cuenca del río Tochecito, por lo que, si ese rumor era cierto, este era el bosque más grande de palmas de cera del mundo. El problema es que nadie podía llegar a ese lugar con seguridad.
     Al entrar al cañón, Bernal supo que estaba controlado por guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Como científico de campo acostumbrado a trabajar en los rincones más anárquicos del país, ya se había encontrado con grupos armados en el pasado y había logrado salir ileso. Pero ahora, con Henderson en el auto —un extranjero que puede ser un blanco fácil para el secuestro—, estar aislados se volvió aterrador. “Me fui en reversa tan rápido, que el auto se dañó”, recordó.
      Pero se habían internado lo suficiente como para ver y fotografiar lugares exuberantes de palmas que caían de las cimas de las montañas como en cascada y sus troncos pálidos cubiertos de cera se alargaban como fósforos desde el sotobosque oscuro. Era el mismo paisaje que había contemplado en 1801 Alexander von Humboldt, el explorador alemán. Humboldt describió el espectáculo como uno de los más conmovedores de todos sus viajes: “El bosque sobre el bosque, donde las palmas altas y esbeltas penetran el velo frondoso que las rodea”.
     Bernal decidió que, si no podían estudiar las palmas de Tochecito, tendría que olvidarse de ellas, “borrarlas de mi mente”. El conflicto de Colombia tenía la peculiaridad de convertir ciertos lugares en zonas tan prohibidas que debían ser olvidadas, quedaban como espacios en blanco en los mapas y en la mente de las personas.
      Para sorpresa de los científicos, pudieron regresar a Tochecito en 2012, después de que el ejército colombiano expulsó a las Farc. Ya sin las guerrillas, descubrieron que los últimos lugares de palmas de cera se enfrentaban a nuevas amenazas. Ahora, Bernal y sus colegas están intentando salvar las palmas y estudiarlas al mismo tiempo.


“Un lugar al que no se podía ir” 
 
     Para cuando Tochecito se volvió un lugar seguro para las visitas, los científicos tenían una nueva colaboradora: María José Sanín, ahora botánica de la Universidad CES en Medellín. Para Sanín, de una generación más joven que la de sus maestros, Tochecito no había sido más que una fotografía seductora que tomaron de prisa en su viaje frustrado de 1991. “Siempre me lo describieron como un lugar al que no se podía ir”, dijo.
     Casi todo lo que se sabe sobre las palmas de cera es gracias a Bernal, Galeano y Sanín, quienes colaboraban entre sí o con investigadores externos. Galeano murió de cáncer en 2016; desde entonces, el equipo de investigación, que solía ser de tres personas, ha sido, en buena medida, un dúo.
      Pese a todo lo que Bernal y Sanín han contribuido a la ciencia de la palma de cera, conservarla sigue siendo una meta inasible.

      El único santuario de palma de cera establecido en Colombia está cerca de Jardín, un pueblo en la zona cafetera. Está administrado por un grupo de conservadores de aves cuya meta es proteger al loro orejiamarillo en peligro de extinción, una especie que anida en los troncos de la palma de cera. El problema es que las palmas deben estar muertas.

     “Esa población de palmas es vieja y muere de manera masiva”, señaló Sanín. “Así que eso es bueno para los loros y los observadores de aves, pero terrible para los botánicos”.
      En 2012, los científicos emprendieron una iniciativa para proteger cerca de dos mil palmas de cera cerca de Salento, un pueblo muy visitado por los turistas, pero ahí también hay mucho ganado pastando y existe la amenaza constante de la minería. Lograron que, por poco tiempo, se convirtiera en una causa célebre. Pero su detallado plan de conservación no despertó mucho interés entre las autoridades locales y los terratenientes.
      Pronto volcaron sus esfuerzos al recientemente accesible Tochecito, donde había aproximadamente medio millón de palmas que crecían en tierras privadas y menos propietarios que convencer. El valle se había salvado de la expansión del pastoreo y la minería que muy probablemente habría ocurrido si las Farc no lo hubieran aislado durante tanto tiempo.
      En 2016, unos 13.000 miembros de las Farc se desmovilizaron después de firmar un acuerdo de paz con el gobierno colombiano. Pese a que otros grupos armados, incluyendo algunos formados por disidentes de las Farc, siguen siendo una amenaza, el acuerdo abrió el acceso a extensiones enteras del país para la agricultura, la minería y la conservación, y cada bando compite por tener prioridad.
      Ese año, Bernal y Sanín propusieron un santuario de palmas auspiciado por el gobierno que protegiera las 8300 hectáreas de la cuenca del río. Pero tras dieciocho meses de “reuniones en Bogotá, con los propietarios y con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible”, comentó Bernal, casi todos los terratenientes de Tochecito se retiraron de la mesa de negociaciones, pues sentían que sus actividades se verían demasiado limitadas.
      Las vacas no son la única amenaza para las palmas; una empresa sudafricana quiere hacer una mina de oro colosal a cielo abierto al otro lado del valle. Un referendo local frenó el proyecto en 2017, pero muchas personas dudan que pueda resistir las impugnaciones legales, en especial por los grandes recursos económicos de la empresa y el apoyo del gobierno nacional de Colombia. 


Bienvenidos los turistas
      En años recientes, grandes cantidades de comunidades rurales de Colombia han rechazado la minería a gran escala y han optado por la agricultura y, cada vez más, por el turismo.
      Bernal comentó que en los primeros años de su regreso a Tochecito no vio visitantes. La carretera que pasa por ahí no aparecía en los mapas digitales, pues estaba prohibido el paso debido a las guerrillas; había quedado en el olvido.
      Ahora hay camionetas todoterreno llenas de jóvenes aventureros, la mayoría europeos, que transitan por este camino todos los días. Proveedores de la industria del ciclismo llevan a los clientes con sus bicicletas a una granja ubicada en la cima de la colina para que puedan disfrutar de los espectaculares paisajes del bosque mientras descienden.


      En una mañana nublada de agosto, Michael Pahle y Teresa Lüdde, de Berlín, tomaron un descanso sobre el césped de un risco y admiraron una ladera con palmas como parte de su excursión en bicicleta. Posteriormente, Pahle dijo que pensaba que, en comparación con estas, las palmas más famosas de Salento parecían “algo más dispersas y tristes”.
      Algunos terratenientes han convertido sus propiedades en reservas de palma de cera. Uno cobra una pequeña cuota de admisión de 1,50 dólares para que los visitantes admiren el paisaje y tomen refrigerios. Otro está deshaciéndose gradualmente de su ganado y recibiendo a turistas e investigadores.
      Aun así, el fantasma de la minería nunca está lejos. Mientras los científicos salían del valle, Sanín observó agujeros hechos por una retroexcavadora en la alta orilla de tierra que flanquea el camino: evidencia de una exploración reciente.

      Bernal mencionó que cree que la esperanza más viable para Tochecito es comprar tierras para establecer una cadena contigua de santuarios privados. Solo dos grandes tramos albergan una cuarta parte de las palmas, afirmó. Si hubiera cuatro, se podría salvar la mayor parte del bosque.
      Detuvo su auto brevemente en la base del valle, donde solía estar el campamento de las Farc. Prácticamente no quedaba nada, solo vestigios de un jardín que las guerrillas solían cuidar en un claro que usaban como salón de baile
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El pulmón del planeta está en los océanos

NATIONAL GEOGRAPHIC España
El verdadero pulmón del planeta está en los océanos
El fitoplancton, y no los bosques, producen entre el 50% y el 85 % del oxígeno que se libera cada año a la atmósfera
Foto: iStoc
     Hace tan solo algunas semanas contemplábamos desolados como ardía la selva Amazónica. Y durante la avalancha mediática, informativa y de opinión que un suceso de tal magnitud despierta, pudimos leer y escuchar una afirmación que, sin restar gravedad a lo que aconteció - y de hecho sigue aconteciendo en uno de los lugares más importantes para la biodiversidad de nuestro planeta- no paraba de repetirse: "arde el pulmón del planeta".
     Cuando no responden a causas naturales -no hemos de olvidar que en ocasiones la vegetación de un ecosistema y su equilibrio están adaptados a un régimen natural de incendios- los incendios son una auténtica desgracia. Los bosques y selvas de nuestro planeta, y quizá en especial la Selva Amazónica, son entes imprescindibles para la vida en la Tierra.
     Podríamos encontrar cientos de razones para afirmar que su conservación debería ser una prioridad en toda agenda política. Sin embargo, existe la extendida y errónea creencia de que los bosques los principales productores de oxígeno de nuestro planeta, lo que conviene desmentir, no por restar importancia al papel de que selvas y bosques desempeñan, si no por dársela a los verdaderos responsables de que hoy tú y yo podamos respirar: los océanos.

Cianobacterias vistas al microscopio
Cianobacterias vistas al microscopio. Foto: iStock
    Nuestro planeta se observa azul desde el espacio por que en su mayor parte la superficie del mismo esta cubierta de agua. Aunque el cómo aún continúa siendo un misterio, la vida en la Tierra surgió en el preciado líquido, y si hemos de encontrar al responsable de la mayor parte de los servicios que nuestro planeta nos ofrece, es precisamente en el agua, en concreto en nuestros océanos donde debemos buscar.
     La respuesta la hallaremos en los organismos unicelulares del fitoplancton, que flotan por miles en la denominada zona eufótica del océano - que puede alcanzar los 200 primeros metros de profundidad- y en el que se incluyen dos grupos principales de organismos: las algas unicelulares y las cianobacterias fotosintéticas. Así, podríamos pensar que son los bosques y praderas jóvenes en tierra firme los grandes productores de oxigeno, sin embargo, nada más lejos de la realidad, el balance neto de oxígeno que se produce entre los periodos de respiración y fotosíntesis de las plantas terrestres, aunque puede ser positivo, en general es mínimo en comparación con el servicio que ofrece el fitoplancton.
      Los organismos responsables de que podamos respirar se encuentran en los océanos: sin estos microorganismos autótrofos -aquellos que elaboran materia orgánica a partir de sustancias inorgánicas- que hallamos mares y océanos serían un vasto y yermo páramo líquido. Gracias a su trabajo fotosintético, estas microscópicas criaturas producen entre el 50 y el 85 % del oxígeno que se libera cada año a la atmósfera.
      El fitoplancton genera al menos la mitad del oxígeno que respiramos -unos 27.000 millones de toneladas al año- "enterrando" a su vez unas 10 gigatoneladas de carbono de la atmósfera las profundidades del océano anualmente. La acción por tanto de estos microorganismos en nuestro planeta cumple una doble función, cediendo por un lado el imprescindible oxígeno a la atmósfera, y retirando de ella a su vez el CO2, transformando el este carbono en carbohidratos que, tarde o temprano los demás organismos vivos podrán incluir en sus estructuras biológicas. 

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27 febrero 2020

Wellemi pine, ¡salvados!

LAUREL WAMSLEY
Los bomberos australianos salvan las únicas arboledas de los
prehistóricos pinos Wollemi
El fuego arrasó el Parque Nacional Wollemi de Australia, pero los bomberos pudieron salvar las raras arboledas de pinos Wollemi prehistóricos. Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Nueva Gales del Sur. Reuters
     Fue una misión salvadora tan dramática como cualquiera en la batalla que duró de meses contra los incendios forestales que arrasaron el bosque australiano. Pero en lugar de una carrera para salvar humanos o animales, un equipo especializado de bomberos australianos se empeñó en salvar las valiosas plantas: las arboledas ocultas del pino Wollemi, una especie de árbol prehistórico que sobrevivió a los dinosaurios. La especie Wollemia nobilis alcanzó su máxima extensión entre los 34 y 65 millones de años, antes de su progresiva disminución. Hoy en día, solo existen 200 árboles en su entorno natural, todos dentro de los cañones del Parque Nacional Wollemi, a sólo 160 kilómetros al oeste de Sydney. Los árboles son tan raros que se creían extintos hasta 1994. Ese es el año en que David Noble, un oficial del Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Nueva Gales del Sur, hizo rappel en un cañón estrecho y se encontró con un bosque de grandes árboles que no reconoció. Noble se llevó algunas ramitas y se las mostró a biólogos y botánicos que se quedaron igualmente perplejos.
Wollemia nobilis está cubierta de nódulos esponjosos de color marrón oscuro. Solo 200 de los árboles crecen en su hábitat natural. Gobierno de Nueva Gales del Sur
     Un mes después, Noble regresó al bosque con científicos. Fue entonces cuando se dieron cuenta de lo que habían encontrado: "un árbol fuera de cualquier género existente, de la antigua familia de coníferas Araucarias", explica un científico estadounidense.
      Los árboles son altos y pueden alcanzar en la naturaleza 45m de altura. Tienen una corteza delgada y frágil, cubierta de nódulos de color marrón oscuro que les dan una especie de apariencia "burbujeante". Tienen conos que aparecen al final de sus ramas, y los árboles son monoicos, lo que significa que cada planta tiene conos masculinos y femeninos. Entonces, cuando los incendios forestales de Australia comenzaron a ir hacia el Parque Nacional Wollemi en las últimas semanas, los bomberos del servicio de parques y vida silvestre y el Servicio de Bomberos Rurales de Nueva Gales del Sur pusieron en marcha una operación cuidadosamente planificada. "Este es un activo clave, no solo para los parques nacionales, sino para todo nuestro país", dijo Matt Kean, ministro de medio ambiente de Nueva Gales del Sur, en una entrevista con la Australian Broadcasting Corporation. Grandes camiones cisterna echaron retardantes de fuego alrededor de los pinos. Los bomberos establecieron un sistema de riego alrededor de los árboles para mantenerlos húmedos. Los equipos especializados rapelaron desde los helicópteros hasta el suelo del bosque para asegurarse de que permaneciera mojado. "Si el fuego llegaba, queríamos que fuera una quemadura fría en lugar de una quemadura caliente para darles la mejor oportunidad de supervivencia", dijo Kean.
Los bomberos se abrieron paso desde los helicópteros hasta el suelo del bosque. La ubicación exacta de los bosques es un secreto cuidadosamente guardado. Gobierno de Nueva Gales del Sur
      El fuego arrasó los cañones y los bosques donde estos árboles han sobrevivido de alguna manera durante millones de años. Durante unos días, el humo era tan espeso que no estaba claro si el plan había funcionado. "Todos esperamos con la respiración contenida", dijo Kean. Por fin el humo disminuyó. Algunas llamas habían carbonizado algunos árboles, y dos murieron. Pero los esfuerzos habían valido la pena. "Finalmente", dijo Kean, "pudimos entrar allí y ver que, gracias a Dios, los árboles se salvaron". Dice que sabían que tenían que hacer todo lo posible para salvar los bosques de Wollemi. "Estos son los únicos pinos Wollemi vivos que se encuentran en cualquier parte del planeta en su entorno natural. Estos pinos cubrieron toda Australia. Ahora solo se encuentran en un lugar muy pequeño y secreto en Nueva Gales del Sur". Así es: la ubicación exacta de los árboles es un secreto. El gobierno dice que la supervivencia a largo plazo de los árboles depende de mantener su ubicación confidencial y de la cooperación del público para no intentar visitarlos. Los visitantes pueden introducir enfermedades y pisotear las plantas en regeneración.
El humo espeso tardó días en desaparecer y revelarnos si los árboles se habían salvado. Gobierno de Nueva Gales del Sur
     Kean agradeció a los bomberos por sus esfuerzos y reconoció que si bien la temporada de incendios no es nueva, está empeorando. "Siempre tendremos incendios forestales en este país. No hay duda de eso. Pero no hay duda también de que la gravedad de los incendios forestales de este año nunca lo habíamos visto. Y eso se debe al cambio climático", dijo Kean. "Hay una gran oportunidad para que nosotros lideremos el camino en términos de abordar el cambio climático y ayudar al resto del mundo a descarbonizarse. No hay un país mejor en el planeta y mejor ubicado para hacerlo que Australia". Las autoridades estudiarán la respuesta a los incendios para dar forma a la estratégica respuesta en el futuro, un futuro en el que el fuego continuará amenazando los ecosistemas frágiles.
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23 febrero 2020

MONEDAS DE LA SUERTE

Monedas en la cepa de un árbol sagrado de Kongōbu-ji.

Krapo arboricole hace una entrada a propósito de la foto de Meredith Peng, tomada de la entrada de su blog "Bosque mágico, templos e historia en la somnolienta Koya-san".
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20 febrero 2020

CRISTOVÃO BUARQUE (Brasil, 1944)
La internacionalización de la Amazonia

Durante un debate en una universidad estadounidense, el 23 de octubre del 2000, el exgobernador del Distrito Federal y exministro de Educación de Brasil con "Lula", Cristovão Buarque, fue interrogado sobre qué pensaba de la internacionalización de la Amazonia, una tesis sostenida por los círculos de poder de Washington. El joven que hizo la pregunta dijo que esperaba la respuesta de un humanista y no la de un brasileño. Esta fue la respuesta de Cristovam Buarque:

     De hecho, como brasileño yo simplemente estoy en contra la internacionalización de la Amazonia. Por mas que nuestros gobiernos no tengan el debido cuidado con este patrimonio, la Amazonia es nuestra. Ahora, como humanista, sabiendo del riesgo de degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás que tiene importancia para la Humanidad.
     Si la Amazonia, desde el punto de vista de una ética humanista, debe ser internacionalizada, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero. El petróleo es tan importante para el bienestar de la Humanidad como la Amazonia para nuestro futuro. A pesar de eso, los dueños de las reservas se sienten en el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo y de subir o no su precio. De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado.
     Si la Amazonia es una reserva para todos los seres humanos, ella no puede ser quemada por la voluntad de un propietario o de un país. Quemar la Amazonia es tan grave como el desempleo provocado por las decisiones arbitrarias de los especuladores globales. No podemos dejar que las reservas financieras sirvan para quemar países enteros en medio de la especulación.
     Antes que la Amazonia, me gustaría ver la internacionalización de todos los grandes museos del mundo. El Louvre no debe pertenecer apenas a Francia. Cada museo del mundo es el guardián de las más bellas piezas producidas por el genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio cultural, como el patrimonio natural amazónico, sea manipulado y destruido por el gusto de un propietario o de un país. No hace mucho, un millonario japonés decidió enterrar su cuerpo con un cuadro de un gran maestro. Antes que eso, aquel cuadro debería haber sido internacionalizado.
     Durante este encuentro, las Naciones Unidas están realizando el Forum del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para asistir por restricciones en la frontera de los EE.UU. Por eso yo pienso que Nueva York, como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos Manhattan debería pertenecer a toda la Humanidad. También París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia, Recife… Cada ciudad del mundo, con su belleza específica, su historia, debería pertenecer al mundo entero.
     Si los EE.UU. quieren internacionalizar la Amazonia, por el riesgo de dejarla en las manos de los brasileños, internacionalicemos todos los arsenales nucleares de los EE.UU. Ellos ya demostraron que son capaces de usar esas armas, provocando una destrucción millares de veces mayor que las lamentables quemazones hechas en las florestas del Brasil. En los debates los actuales candidatos a la presidencia de los EE.UU. han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo como canje de la deuda. Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño del mundo tenga posibilidad de comer y de ir a la escuela.  
     Internacionalicemos a los niños, tratándolos a todos -no importando el país donde nazcan- como patrimonio que merece cuidarse en el mundo entero, aún más de lo que Brasil merece la Amazonia. Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como un patrimonio de la humanidad, ellos no dejarán que trabajen cuando deberían estudiar, que mueran cuando deberían vivir.
     Como humanista, acepto defender la internacionalización del mundo. Pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para que la Amazonia siga siendo nuestra. ¡Sólo nuestra!



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Yo al hilo de esta estrada quiero constatar que ya tenemos dos elementos fundamentales que son internacionales y no los respetamos. Me podéis decir ¿qué hacemos con los mares internacionales? ¿podemos hablar de la calidad del aire que también es internacional? 
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