03 febrero 2009

TEODOR LLORENTE (Valencia, 1836-1919).
La fulla

 
Imitació d'Arnault

Solta de l’arbre, on vas tu?
On vas, pobre fulla morta?
-Jo no ho sé; vaig on me porta
el vent que volant em du.

Des del dia que arrancà
la rama en què naixquí
jo vaig del bosc al jardí,
de les muntanyes al pla.

I no em queixe. Què he de fer?
Vaig on van totes les coses,
com les fulles de les roses,
com les fulles del llorer.
-----

02 febrero 2009

MIGUEL DE UNAMUNO - En "Niebla"

MIGUEL DE UNAMUNO (Bilbao, 1864-1936)
En "Niebla"

… Así llegó al recatado jardincillo que había en la solitaria plaza del retirado barrio en que vivía. Era la plaza un remanso de quietud donde siempre jugaban algunos niños, pues no circulaban por allí tranvías ni apenas coches, e iban algunos ancianos a tomar el sol en las tardes dulces del otoño, cuando las hojas de la docena de castaños de Indias que allí vivían recluidos, después de haber temblado al cierzo, rodaban por el enlosado o cubrían los asientos de aquellos bancos de madera siempre pintados de verde, el color de la hoja fresca. Aquellos árboles domésticos, urbanos, en correcta formación, que recibían riegos a horas fijas, cuando no llovía, por una reguera y que extendían sus raíces bajo el enlosado de la plaza; aquellos árboles presos que esperaban salir y ponerse el sol sobre los tejados de las casas; aquellos árboles enjaulados, que tal vez añoraban la remota selva, atraíanle con un misterioso tiro. En sus copas cantaban algunos pájaros urbanos también, de esos que aprenden a huir de los niños y alguna vez a acercarse a los ancianos que les ofrecen unas migas de pan.
….
Cuando llegó aquel día a la tranquila plaza y se sentó en el banco, no sin antes haber despejado su asiento de las hojas secas que lo cubrían –pues era otoño-, jugaban por allí cerca unos chiquillos. Y uno de ellos, poniéndole a otro junto al tronco de uno de los castaños de Indias, bien arrimadito a él, le decía: “Tú estabas ahí preso, te tenían unos ladrones…” “Es que yo…”, empezó malhumorado el otro, y el primero replicó: “No, tú no eras tú…” Augusto no quiso oír más; levantóse y se fue a otro banco. Y se dijo:”Así jugamos también los mayores; ¡tú no eres tú! ¡yo no soy yo! Y estos pobres árboles, ¿son ellos? Se les cae la hoja antes, mucho antes que a sus hermanos del monte, y se quedan en esqueleto, y estos esqueletos proyectan su recortada sombra sobre los empedrados al resplandor de los reverberos de luz eléctrica. ¡Un árbol iluminado por la luz eléctrica! ¡qué extraña, qué fantástica apariencia la de su copa en primavera cuando el arco voltáico ese le da aquella apariencia metálica! ¡y aquí las brisas no los mecen…! ¡Pobres árboles que no pueden gozar de una de esas negras noches del campo, de esas noches sin luna, con su manto de estrellas palpitantes! Parece que al plantar a cada uno de estos árboles en este sitio les ha dicho el hombre: “¡tú no eres tú!” y para que no lo olviden le han dado esa iluminación nocturna por luz eléctrica… para que no se duerman… ¡pobres árboles trasnochadores! ¡No, no, conmigo no se juega como con vosotros!”...

-----

30 enero 2009

MARTÍN CHICO - En "Mi amigo el árbol"

MARTÍN CHICO (Murcia, 1864-1964)
En "Mi amigo el árbol"

“Un plátano plantado por César en Córdoba recordó por mucho tiempo la gloria de aquel ilustre romano, y nuestro poeta Marco Valerio Marcial (siglo I), de Bílbilis, dijo en sus versos que han llegado a nosotros:

- Plátano amado de los dioses,
no temas ni el fuego ni el hierro sacrílego.
Tu duración y tu lozanía serán eternas,
porque es la mano de César la que te ha plantado.-

Murió aquel árbol pero el poeta español nos conservó su memoria.”



-----

29 enero 2009

CONCHA ESPINA - Álamo

CONCHA ESPINA (Santander, 1869-1955)
Álamo  
                 
                   
                 I

Álamo caminero
con lazo de primera comunión;
gigante niño bueno
en la procesión
interminable del sendero.

Cándido cirio
con la venera blanca
del turismo;
fogaril del que pasa
la negrura del cauce anochecido.

Madera para cunas y ataúdes;
ramazón en la lumbre
dorada del invierno;
cabellera peinada por el viento.
Índice que en las nubes
clavas tu devoción;
mirada verde puesta en Dios.


                  II

Álamo caminero,
el del camino real;
tabla rubia para un lecho nupcial;
trinquete del velero
que enarbola todos los sueños
de la Mar.

Aquieta en el murmullo
de tus hojas
mi caminata loca,
numeroso trasunto de una vida;
enciéndeme la antorcha
de tu cinta,
lechada de cal viva
que no se acaba nunca,
porque la extiendes al hermano tronco.
Y así va de uno en otro,
por los árboles ínclitos,
radiante la blancura
del trayecto" infinito...


                 III

Así vaya contigo
mi corazón, creciendo
en señales de Amor y Claridad
álamo caminero,
el del camino real.


-----

28 enero 2009

Cuento tibetano - LA SOBERBIA DEL ÁRBOL

LA SOBERBIA DEL ÁRBOL 
Leyenda tibetana

Dicen que hace muchísimo tiempo a los árboles no se les caían las hojas. Y sucedió que un anciano iba vagando por el mundo desde joven, su propósito era conocerlo todo. Al final estaba muy pero que muy cansado de subir y bajar montañas atravesar ríos, praderas y andar y andar.
De manera que decidió subir a la más alta montaña del mundo, desde donde, quizás, podría ver y conocerlo todo antes de morir. Lo malo es que la montaña era tan alta que para llegar a la cumbre había que atravesar las nubes y subir más alto que ellas. Tan alta que casi podía tocar la luna con la mano extendida.
Pero al llegar a lo más alto, comprobó que sólo podía distinguir un mar de nubes por debajo de él y no el mundo que deseaba conocer.
Resignado decidió descansar un poco antes de continuar su viaje. Siguió andando hasta que encontró un árbol gigantesco. Al sentarse a su gran sombra no pudo menos que exclamar:
— ¡Los dioses deben protegerte, pues ni la ventisca ni el huracán han podido abatir tu grandioso tronco, ni arrancar una sola de tus hojas!
—Ni mucho menos, —contestó el árbol sacudiendo sus ramas con altivez y produciendo un gran escándalo con el sonido de sus hojas—, el maligno viento no es amigo de nadie, ni perdona a nadie, lo que ocurre es que yo soy más fuerte y hermoso. El viento se detiene asustado ante mí, no sea que me enfade con él y lo castigue, sabe bien que nada puede contra mí.
El anciano se levantó y se marchó, indignado de que algo tan bello pudiese ser tan necio como lo era ese árbol. Al rato el cielo se oscureció y la tierra parecía temblar.
Apareció el viento en persona:
— ¿Qué tal arbolito? —rugió el viento—, así que ... ¿no soy lo bastante potente para ti y te tengo miedo? ¡Ja, ja, ja!
Al sonido de su risa todos los árboles del bosque se inclinaron atemorizados.
—Has de saber que si hasta ahora te he dejado en paz ha sido porque das sombra y cobijo al caminante, ¿No lo sabías?
—No, no lo sabía.
—Pues mañana a la salida del sol tendrás tu castigo, para que todos vean lo que les ocurre a los soberbios, ingratos y necios.
—Perdón, ten piedad, no lo haré más.
—¡Ja, ja, ja, de eso estoy seguro, ja, ja ja!
Mientras transcurría la noche el árbol meditaba sobre la terrible venganza del viento. Hasta que se le ocurrió un remedio que quizás le permitiese sobrevivir a la cólera del viento. Se despojó de todas sus hojas y flores. De manera que a la salida del sol, en vez de un árbol magnífico, rey de los bosques, el viento encontró un miserable tronco, mutilado y desnudo.
Al verlo, el viento se echó a reír, y cuando pudo parar le dijo así al árbol:
—En verdad que ahora ofreces un espectáculo triste y grotesco. Yo no hubiese sido tan cruel, ¡qué mayor venganza para el orgullo que la que tu mismo te has infringido! De ahora en adelante, todos los años tú y tus descendientes, que no quisisteis inclinaros ante mi, recuperarás esta facha, para que nunca olvidéis que no se debe ser necio y orgulloso.
Por eso los descendientes de aquel antiguo árbol pierden las hojas en otoño. Para que nunca olviden que nada es más fuerte que el viento.

---Fin---