03 diciembre 2008

JOSÉ Mª PEREDA - El sabor de la tierruca

JOSÉ MARÍA PEREDA (1833-1906)
El sabor de la tierruca

"La cajiga aquella era un soberbio ejemplar de su especie; grueso, duro y sano como una pena el tronco, de retorcida veta, como la filástica de un cable; las ramas, horizontales, rígidas y potentes, con abundantes y entretejidos ramos; bien; bien picadas y casi negras las hojas; luego, otras ramas, y más arriba otras, y cuatro más altas más cortas, hasta concluir en débil horquilla, que era la clave de aquella rumorosa y oscilante bóveda.
      Ordinariamente, la cajiga (roble) es el personaje bravío de la selva montañesa, indómito y desaliñado. Nace donde menos se le espera: entre zarzales, en la grieta de un peñasco, a la orilla del río, en la sierra calva, en la loma del cerro, en el fondo de la cañada... En cualquier parte..."


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AZORÍN - En la montaña

AZORÍN (Alicante, 1873-1967)
En la montaña

"Hoy me he subido a la montaña alicantina. Me he levantado antes de que rayara el alba. Esta montaña tiene acá y allá grupos de pinos que exhalan un penetrante aroma a resina. No son pinos adiestrados y amaestrados por industriales; no son pinos plantados y cultivados en vista de un futuro aprovechamiento de sus troncos. Estos pinos no conocen la mano del resinero. Crecen libres, rebeldes, felices. Su tronco toma mil formas caprichosas; se tuerce a un lado luego a otro; se inclina hacia el suelo; después enmienda la torcedura y se levanta airoso. Al aroma de los pinos se mezcla el aroma de la sabinas, del espliego, del romero, del enebro. En ese aire sutil y fuerte de los paisajes levantinos y castellanos, los aromas se expanden con toda libertad; nuestras ropas, nuestros pies, se impregnan de un sentido olor..."
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RABINDRANATH TAGORE (India, 1861-1941)
El árbol

Viajero, escucha:
Yo soy la tabla de tu cama, la madera de tu barca,
la superficie de tu mesa, la puerta de tu casa.

Yo soy el mango de tu herramienta,
el bastón de tu vejez.

Yo soy el fruto que te regala y te nutre,
la sombra bienhechora que te cobija
contra los ardores del estío,
el refugio amable de los pájaros
que alegraron con sus cantos tus horas
y limpian de insectos tus campos.

Yo soy la hermosura del paisaje,
el encanto de l a huerta,
la señal de la montaña,
el lindero del camino…

Yo soy la leña que calienta
en los días de invierno,
el perfume que te regala
y embalsama el aire de tus horas,
La salud de tu cuerpo
y la alegría de tu alma.

Por último, yo soy la madera de tu ataúd.

Por todo eso, viajero que me contemplas,
tú que me plantaste con tu mano
y puedes llamarme hijo,
o que me has contemplado tantas veces,
mírame bien, pero …
no me hagas daño.

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02 diciembre 2008

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ - Árboles hombres

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (Huelva, 1881-1958)
Árboles hombres

Ayer tarde
volvía yo con las nubes
que entraban bajo rosales
(grande ternura redonda)
entre los troncos constantes.

La soledad era eterna
y el silencio inacabable.
Me detuve como un árbol
y oí hablar a los árboles.
El pájaro solo huía
de tan secreto paraje,
sólo yo podía estar
entre las rosas finales.

Yo no quería volver
en mí, por miedo de darles
disgusto de árbol distinto
a los árboles iguales.

Los árboles se olvidaron
de mi forma de hombre errante,
y, con mi forma olvidada,
oía hablar a los árboles.

Me retardé hasta la estrella.
En vuelo de luz suave
fui saliéndome a la orilla,
con la luna ya en el aire.

Cuando yo ya me salía
vi a los árboles mirarme.
Se daban cuenta de todo,
y me apenaba dejarles.

Y yo los oía hablar,
entre el nublado de nácares,
con blando rumor, de mí.
Y ¿cómo desengañarles?

¿Cómo decirles que no,
que yo era sólo el pasante,
que no me hablaran a mí?
No quería traicionarles.

Y ya muy tarde, ayer tarde,
oí hablarme a los árboles.
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LEOPOLDO PANERO - A un pino de Guadarrama

LEOPOLDO PANERO (Madrid, 1909-1962)
A un pino de Guadarrama
(fragmento)

Mi vano afán persigue
un algo entre los bosques.
L. Cernada


Alto pino dorado,
cumbre rota del viento,
mojando tus raíces
cerca del cauce seco,
entre las piedras frías
del Guadarrama yerto.
Aún tus ramas conservan
la memoria y el vuelo
de las hondas nevadas
y los blancos inviernos,
de las crudas ventiscas
y los aires desiertos
que las cimas desatan
en anchura de espliego
hacia el gris horizonte
resbalado en el suelo.
Alto pino que brotas
sobre el vasto silencio
de la cumbre desnuda
por donde cruza el eco
impasible del águila
tras el azul sereno
de la montaña virgen
íntima de romero.
Alto pino dorado,
fino, fragante, trémulo
de sombra y de pureza,
solitario y derecho
pino de la montaña,
cerca de Dios y lejos
de la costumbre humana,
en el fanal envuelto
de la nieve más pura,
de la nieve del puerto.

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