Hay muchos tipos de verde. Está el verde lima, pera,
musgo, esmeralda, pino, trébol, albahaca, salvia, helecho, enebro,
botella, jade, pistacho, floresta, menta, grama, verde mar, agua marina,
manzana, caña, etc. Dice el Romance Sonámbulo de Federico García Lorca:
“Verde que te quiero verde. Verde viento, verde ramas”. Incluso el
Greenery fue tendencia para el Instituto del color Pantone: un verde que
evoca a los primeros días de primavera con un cierto color amarillento.
Verde refrescante y revitalizante, que nos acerca a lo sostenible. La Naturaleza,
como tendencia, invitándonos a una alimentación saludable y al respeto
al medio ambiente. El verde es el color de la esperanza, de las
políticas eco y, además, nos da serenidad. De todos ellos: ¿qué verde
elegiríamos para la posidonia? Llevo unos días preguntándome cómo sería
ese verde posidonia.
La posidonia,
al igual que nosotros, salió del mar para convertirse en planta.
Nosotros, los seres humanos, salimos y nos subimos a los árboles. Ella,
al igual que las ballenas y los delfines, regresó al mar primigenio para
alcanzar la eternidad, aunque sus restos, como un naufragio acaban en
la playa, para dar más vida, como en el bosque mediterráneo caducifolio,
en diferentes formas: hoja, fruto y rizoma. ¿Sabías que florecen
esplendorosamente pero con discreción porque no esperan a ningún animal
que las polinice? En cada baño en el mar, están ahí para darnos un
cálido abrazo ancestral. Forman parte de nuestra vida y cultura
mediterránea, a este lado y al otro lado de la orilla.
Las praderas de
posidonia son auténticos bosques mediterráneos que nos aguardan en la
puerta de casa. En buen estado oxigena y aumenta la transparencia de las
aguas, porque sus hojas se dedican a captar las partículas en
suspensión. Son auténticas heroínas porque durante milenios retienen el
CO2 (conocido también como el carbono azul). Esta planta da cobijo a
numerosas especies (más de cuatrocientas especies vegetales y a más de
mil animales). Las praderas son un paraíso sumergido para la
biodiversidad, protegiendo a las playas y a la línea de costa,
amortiguando la fuerza invencible del mar; generando playas de calidad
con los restos de conchas de los diversos habitantes que viven en la
pradera. Aún así, esta heroína de los mil verdes, está desapareciendo,
aunque la Ciencia la empieza a considerar el ser vivo más longevo del Planeta
(se han calculado praderas con una edad de dos a cinco mil años). La
Posidonia oceánica (este es su nombre científico), es una planta marina
endémica, eso quiere decir que es 100% Mediterránea, que desde hace
millones de años se ha adaptado, con éxito, a los diferentes devenires
del litoral formando parte de nuestra vida y cultura, manteniendo los
recursos naturales, nuestras playas y el litoral. Su presencia, o no,
nos indica la calidad de sus aguas, y como dicen en el LIFE Posidonia:
“como si fuese un bosque caducifolio renueva cada año sus hojas”.
Es una
especie protegida y vulnerable que se ha usado para la ganadería,
agricultura, comercio, construcción, medicina, etc. Sus hojas acintadas,
con las que hace el milagro de la vida: la fotosíntesis, van del verde
limón al verde floresta y acaban siendo marrones y grises en la orilla
(o incluso en los días de Poniente en mi terraza). Crecen muy despacio,
porque van muy lejos: tardan un siglo en crecer un metro de altura.
Necesitan también cien años para cubrir de uno a seis metros, y milenios
para formar una pradera. Mil años que con su carácter propio garantizan
la habitabilidad y la biodiversidad en el mar; y fuera de él, bajo sus
hojas en la playa, donde forman auténticos colchones o grandes
arribazones. Está en auténtico peligro y a diario nos lanzan un S.O.S.
urgente. En los últimos 30 años hemos perdido la mitad de las praderas
de posidonia del Mediterráneo: las obras en el litoral, los dragados, la
pesca de arrastre, la contaminación, el fondeo de embarcaciones, el
cambio climático, etc. son sus enemigos, pero también lo es nuestra ignorancia.
Dicen que: “Almería es desértica”,
piensan que está ausente de manto verde clorofílico, sin bosques
frondosos y sin biodiversidad. Y esto no es cierto, es una de las
provincias más biodiversas de Europa y también es una gran desconocida,
incluso para las personas que habitamos en ella. Bajo su manto azul
celeste, en el mar nos aguarda uno de los bosques más frondosos del
Mediterráneo: bosques sumergidos que contienen todos los matices de
verdes inimaginables. Verdes, que son sinónimo de vida milenaria y
eterna en el Mediterráneo.