miércoles, 17 de febrero de 2021

Tkahashi en Saitama 2, el cronista de Japón (022)

TAKAHASHI HIROSHI (Yamagata, 1960)
El Tochi de la Cascada de Fudō, Saitama, Japón

Especie: Tochinoki (Aesculus turbinata, familia Sapindáceas, género Aesculus).
Dirección: Ōtaki Tochimoto, Chichibu-shi, Saitama-ken 369-1901
Perímetro del tronco: 6,5 m.   Altura: 25 m.   Edad: 500 años.
Tamaño: ★★★    Vigor: ★★★★★   Porte: ★★★★   Calidad del ramaje: ★★★★
Majestuosidad: ★★★★

En el término municipal de la ciudad de Chichibu (prefectura de Saitama) podemos encontrar un gran número de cascadas. La de Fudō es una de las más famosas, pero pocos han reparado en el tochi o tochinoki que se alza a su costado. Es una pena que tampoco el panel que indica el lugar de la antigua carretera nacional 140 de donde parte el camino de ascenso hacia la cascada dé la menor noticia de su existencia.
      Partiendo de la antigua carretera, hay que bajar una empinada cuesta hasta un puente colgante sobre el río Arakawa, situado 50 metros más abajo. Cruzando el puente, hay que salvar ahora una altitud de 100 metros y la ascensión no es nada fácil. Una vez ganado el collado, en unos 20 minutos, las vistas se ensanchan y súbitamente aparece ante nuestros ojos la espléndida cascada de Fudō. Es un momento mágico. En el conjunto de sus tres tramos, la cascada marca una caída de 50 metros. Su gran caudal de agua le da un aspecto magnífico. El llamativo árbol que se eleva ante ella es el Gran Tochi de la Cascada de Fudō. Diríase que su función es la de vigilar y proteger la niebla que rodea la cascada. Una vista que parece extraída de un cuadro.
      Especies como el katsura o el tochinoki gustan del agua y no es raro hallarlos a la orilla de un río, pero encontrar todo un árbol gigante asomándose a una cascada de renombre no es algo que ocurra todos los días. Y encerrar en un mismo marco una cascada tan preciosa como esta y un gran tochinoki recubierto de musgo de vivo color verde es ya una suerte irrepetible.
      El árbol ha arraigado en la misma roca que sirve de lecho a la cascada. Ha envuelto la roca en sus raíces y alza su formidable cuerpo aferrándose a ella con todas sus fuerzas. Uno se maravilla de que el árbol haya sido capaz de desarrollarse hasta este punto sin caer ni sufrir otros percances. Un lugar inmejorable para huir del calor del verano y un paisaje que, de poder permitírselo, uno desearía contemplar a lo largo de todo un día.


Número 022  

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